Dos días en Ibiza - De como llegué allí

Inés Elvira tiene ante si la disyuntiva de si va a encontrarse con Ignacio a Ibiza o no.

Nota de la autora:

Primero que todo, gracias por los cientos de e-mails que he recibido. La verdad llegué a imaginar que hubiese tantas personas a las que este tipo de historias les gustasen. Segundo, me sentí muy alagada al recibir toda esa correspondencia, la gran mayoría amable y cachonda y otros, los menos, francamente detestables, pero en fin… "De todo hay en la viña del Señor"

Segundo, disculpadme por haber roto mi promesa de escribir este capítulo una semana después de "El Juego de Tenis – 2" pero lamentablemente tuve una perdía en mi familia y la verdad no me sentía de animo para escribir, ni esto ni nada. Ahora ya más o menos recuperada y me siento con deseos de escribir nuevamente. El siguiente relato, como los anteriores es lo más cercano a como ocurrieron las cosas, no por que no fueron así, sino porque de esto hace ya catorce años, así que espero no haber obviado muchos detalles. Bueno, sin más preámbulos, aquí esta para todos vosotros y vosotras:

Dos días en Ibiza – De como llegué allí

Después de mi primera experiencia con Ignacio en Palma no le volví a ver con el en tres semanas. El tuvo que viajar a Florencia a solucionar un sinnúmero de problemas que una se sus empresas tenía. Al día siguiente recibí una flores preciosas y una tarjetita en donde me lo explicaba y me prometía que haría todo lo posible para regresar tan pronto como le fuese posible; gracias al cielo que mi gobernanta fue quien recibió las once rosas rojas y nadie se enteró que eran de Ignacio.

Ella, con la claridad que siempre la caracterizó, me dijo que tuviese mucho cuidado porque si bien mis padres eras liberales y sabían de mis preferencias sexuales, si se enteraban que estaba teniendo un romance a tan corta edad y con un hombre tan mayor, especialmente Ignacio que era tan cercano a nuestra familia y con quien mi padre había crecido, me iba a causar un problema grave y a él también.

Eso me dejo muy pensativa recordando las palabras de mi abuela que era la única persona con la que yo había hablado claramente acerca de mi realidad. Cuando a los diez años le confesé que me sentía como una niña y no como un niño, ella lo entendió diciendo que siendo tan linda era apenas natural que me sintiese así. Me abrazo y luego plantó en mi cerebro la siguiente frase, que ha sido desde entonces, la guía de mi derrotero en la vida. "tu puedes ser lo que quieras porque eres el único que sabe la verdad dentro de ti. Si es tu deseo convertirte en una niña debes aprender a luchar por tu derecho pero eso sí, nunca hieras a nadie."

Yo seguía vistiéndome muy femeninamente y mi familia, toda, no intervenía y respetaba mi derecho a expresarme como yo quisiera. Un día yo estaba especialmente linda, o por lo menos, eso creía yo. Tenia un conjunto de thong y sujetador blanco de seda, unos mini-shorts vaqueros muy, muy ajustados y muy cortos. De esos que te dejan ver una buena parte de las nalgas. Tenía una blusita rosada sin mangas que me dejaba el estomago al descubierto, una cadenita de oro en la cintura y otra en el tobillo izquierdo y unos mocasines con un tacón de 4 centímetros. Llevaba el pelo agarrado con una cinta amarilla y roja en cola de caballo; me había hecho un suave flequillo sobre la frente y me había puesto un poquitín de pestañita y brillo en los labios. Me encontré con mi madre en el pasillo de la casa, se quedó mirándome y me dijo: "Sabes que te ves mejor que cualquiera de tus primas? Cualquiera diría que eres una chica y que tienes por menos 14 o quince años?" Me sonrojé, pero me encantó el halago. Me tomó de la mano y dijo : "Creo que es importante que hablemos ." Yo la seguí al salón y nos sentamos.

Mi madre me preguntó si vestirme así me hacia sentir bien y yo le dije que si, que para mí era lo natural. Me preguntó que si yo quería ser una niña para siempre y yo le dije honestamente, que por ahora lo deseaba mas que nada. Mi madre me miró penetrantemente y dijo que ellos – mi padre y mi madre – tenían charlas cada dos semanas con el psicólogo que me había estado viendo durante los últimos dos años, y que el había dicho que sería bueno dejarme tranquila pero controlada, hasta que cumpliera los catorce años. Dijo que esta era la edad en que, según la experiencia en casos como el mió, las personas como yo tomas una decisión final. Si continúan por ese camino y continúan como mujercitas o si al contrario vuelven hacia atrás y cambian para ser hombrecitos.

También me dijo que el doctor Jordi les había dicho que él tenía la convicción de que yo estaba siguiendo mis instintos, y que las probabilidades de que me quedara siendo una mujercita por el resto de mis días era de un 95%. Luego me dijo con lágrimas en los ojos, que yo tenía que tener muy claro que ellos eran mis padres y que fuese lo que fuese, me amarían igual. Me dijo que yo era una buena persona, responsable, decente, respetuosa y cariñosa, y que eso era lo más importante. Lloramos juntas por unos minutos y luego me dijo: "Anda a arreglarte la pestañita que se te ha regado por todas partes." Reímos juntas la abracé fuertemente y se lo agradecí dándole un tierno beso en la mejilla y me fui a mi habitación a retocarme el maquillaje.

Las siguientes dos semanas Ignacio me llamaba tres veces al día y me enviaba flores todos los días. Ana había hablado con la única floristería del lugar y el tío que la manejaba llamaba a Ana antes de enviarlas. Sin embargo y pese a todas las precauciones que habíamos tomado, todos preguntaban de donde salían tantas flores y la fiel Ana – que estaba estupenda y los hombres la perseguían - decía que tenía un nuevo enamorado, a lo cual todos estábamos acostumbrados.

Yo estaba en las nubes. A los doce años todas las niñas, incluida yo, soñábamos con el amor y al parecer yo lo había encontrado. En el teléfono me decía cosas dulces, que me extrañaba y que no sabía porque lo había afectado tanto el estar lejos de mí. Que se masturbaba diariamente pensando en mí y en "tu maravilloso cuerpo, tus pechos, tus piernas, tu cara, tu pelo y tu espectacular culo de niña virgen" y muchas otras cosas que me ponían cachomdísima, tanto que al colgar el auricular, me tiraba en la cama y ensartándome un dedito en el culo me masturbaba como loquita.

A las dos semanas la casa estaba llena de flores y yo me estaba en el quinto cielo. Mi hombre no paraba de decirme que me quería y que me deseaba y eso me hacia sentir la mujercita mas feliz del mundo… y porque no confesarlo, las mas cachonda.

Recuerdo que el lunes de la tercera semana desde que Ignacio de había ido, estaba solita en casa con Ana, vestida con un mini-short vaquero muy ceñido y debajo un thong que el shortcito se me pegase al culo como una segunda piel. Llevaba un top rosado sin sujetador pero muy apretado de tal manera que se notaban claramente mis incipientes pechitos y sus paraditos pezones, sandalias claras con tacón de 5 centímetros y tan solo un poquitín de maquillaje.

Después de depilarme las cejas, me estaba arreglado las uñas cuando un camión llegó en frente de la casa. Había llegado una caja a nombre de Ana. Ella me llamó un poco mas tarde a su habitación y me mostró el contenido. Ignacio le había enviado una notita a Ana pidiéndole disculpas por haberla remitido a nombre de ella, pero le rogaba discreción y que por favor me entregase su contenido.

Al abrirla casi me caigo. Todo era para mí. Habían cuatro preciosos vestidos de verano, seis conjuntos de bragas y sujetador, una mini plisada y dos mini-minifalditas. Tres vaqueros, tres blusas, tres tops, tres pares de sandalias, con tacón de nueve, siete y cinco centímetros respectivamente, unas sandalias planas, un bikini azul celeste, uno verde claro y un bañador amarillo. Tres pares de pendientes de diferentes largos, dos pulseras y un juego completo de maquillaje. Era como si hubiesen llegado los reyes magos. Yo estaba muda. Miraba a Ana incrédula pero feliz.

Había un sobre dirigido a mí. Lo abrí y decía:

Hola marquesita,

"Estas ultimas semanas solo he pensado en ti. Se que soy un hombre muy mayor y que no debo enamorarme de una niñita de doce años, - aunque pareces de quince - pero al corazón no lo manda nadie y aquí estoy suspirando y pensando en ti, en tu carita linda y tu cuerpecito de fuego que no puede ser mas que el de una mujercita bella y ardiente. Sin no fuera por tu penecito, serias una mujercita completa. Necesito verte de nuevo.

El viernes y sábado de la semana que viene hay un torneo infantil relámpago en Ibiza y el director del torneo es cliente mió. Si tú quieres hago que el miércoles o jueves te llegue una invitación oficial.

Esta es mi propuesta: Si tú quieres, hago los arreglos para volarte a Ibiza desde el helipuerto de Manacor – es como una hora de vuelo – el jueves por la tarde, y estarías de regreso el domingo de mañana y tendríamos viernes y sábado para estar juntos.

Yo se que te estoy poniendo en una situación difícil, especialmente para una chavalilla tan tierna como tu, pero si me dices que si cuando te llame yo me encargaré de todo, incluso de convencer a tus padres para que te dejen ir… ojala solita, o en el peor de los casos con Ana. Si por el contrario no quieres o no puedes manejarlo, yo lo entenderé.

Tuyo, Ignacio"

Después de unos segundos Ana me preguntó que iba a hacer. Le dije que primero que todo me mediría todo la ropa para ver como me quedaba.

Me desnude y comencé por el bañador y los dos bikinis. El bañador me quedaba perfecto. Tenía un profundo escote y a los lados subía hasta mi cintura enfundando mi culo y dándome un cuerpo de chica mayor. Luego me medí los bikinis poniendo mi clítoris – como yo llamo a mi penecito – y mis testículos hacia atrás entre las piernas para quedar planita y femenina. El verde era normal y me quedaba también pintado. El azul celeste era diminuto. Por detrás era thong – que rico sentirlo entre mis nalgas acariciando m ano - y por delante era un pequeñísimo triangulo que escasamente cubría mi monte de Venus. El top también era mínimo. Escasamente me cubría los pezones que se paraban desafiantes como dos diminutas roquitas de piel y deseo. Ana me dijo que si salía con eso a la playa me violarían en segundos. Yo me sonreí y se lo agradecí pensando que no sería mala idea.

Luego seguí con las bragas y sujetadores. Eran divinos! Tres thongs y tres bikinis y todos me quedaban como dibujados en mi cuerpo de mariquita. Me dejé el último juego que era verde claro con delicados encajes verdes claros. Me medí los vestidos y me veía como sacada de una película. Giré varias veces para ver como mi vestido volaba al tiempo con mi imaginación, en el espejo estaba una dulce y bella chica que exudaba belleza y sexo por todos los poros. Luego me medí las minis y también me quedaban perfectas, especialmente la plisada. Luego los vaqueros, unos índigo, otros rosa y uno blanco… wow! Me quedaban estupendos!

Era la primera vez que tenia vaqueros rosa y me encantó como se me ceñían al cuerpo. Para ponérmelos tuve que hacer un esfuerzo por lo apretados que me quedaban, pero al fin me los subí hasta que la costura se me empotró entre las piernas, los abotone, me puse un cinturón rojo y me mire al espejo. Sin duda alguna el reflejo del espejo era en de una niña muy guapa, con un cuerpo estupendo. Por detrás el culo se me veía perfecto y adelante se me metían entre las piernas dibujando cada curva de mi entrepierna "parecería que tuviera coñito" dijo Ana sorprendida. Yo casi me vengo al mirarme y al advertir que ella tenía razón.

Me medí las sandalias y eran también de mi talla y me quedaban preciosas. Al ponérmelos con los vaqueros se me levantaba el culo de una manera desafiante y eso me hacía sentir muy orgullosa. "Que culo niña! Daría mi vida por tener uno igual!" Fue todo lo que atinó a decir Ana. Estaba embelesada mirándome al espejo y pensando que tan pronto llegara a mi habitación me tendría que masturbar porque estaba súper cachonda, cuando Ana me sacó de mis sueños y me pregunto: "y la señorita piensa ir a Ibiza?"

Yo estaba muda. Lo primero que dije fue que estaba abismada como Ignacio me había comprado todo perfecto y que como habría averiguado mi talla. Ana me volvió a la realidad diciendo, "y el viaje…" Pensaba que si decía que sí, no sería la primera vez que me invitaban a un torneo de tenis. No sería la primera vez que iba sola a otra ciudad. No sería la primera vez que volaría sola. En fin, todo parecía perfectamente planeado para hacerlo. El corazón se me estaba saliendo del pecho. Ana estaba me miraba a los ojos con un signo de interrogación en la mirada.

Yo le dije que no sabía y ella me preguntó que si yo quería hacerlo. Yo creo que quiero – le dije – pero me da mucho miedo y me senté en la cama mientras me salían lagrimas de los ojos. Que hacer? Sentía que no estaba lista para hacer semejante cosa. Ir a Ibiza significaba que sin duda iba a perder la virginidad. La primera vez que estuve con Ignacio casi la había perdido, pero logramos tener una sesión de sexo memorable sin necesidad de que me penetrara. Deseaba que esto sucediese y así dar el paso de niña a mujer, pero me asustaba muchísimo.

Yo tenía solo doce añitos! Esta no era edad para andar en estas cosas, ni siquiera siendo mujercita completa, mucho menos siendo mariquita. Que hacer Dios mío! Ana me dijo que era cosa mía pero que lo pensara muy bien. Dijo que si bien yo tenía doce años, yo tenía que tener en cuenta que parecía de catorce o quince y que eso hacía que las expectativas respecto a mi cambiaran de que esperar de una niñita y que esperar de una saludable adolescente.

Yo le pregunte si estaba de acuerdo y ella me dijo que naturalmente que no, pero que también sabía que al final yo iba a hacer lo que yo quería como siempre, y que su responsabilidad era estar allí para salvarme de cualquier peligro, inclusive de mi misma. Dijo que entendía a Ignacio porque yo era demasiada tentación para él o para cualquier hombre, pero me dijo que me cuidara mucho porque un hombre de esa edad con una chiquilla como yo se podía volver loco con mucha facilidad, y que el amor entre dos personas como nosotros era definitivamente imposible.

Entonces le dije que no lo haría, que no iría. En eso sonó el teléfono y era Ignacio. Pase al teléfono convencida que le diría que no, pero al oírle esa voz varonil, el talante y la autoridad que tenía, se me aflojaron las piernas y mi sexualidad tomó las riendas y al final de un par de minutos de escucharle como halagaba mis cuerpo, mis pechos, mi pelo mi voz y como se había masturbado esa mañana pensando en mi culo, me derretí y le dije que si. Estaba muy contento, me daba las gracias mil veces y me dijo que iba a hablar con el director del torneo y con mi padre. Le diría que le habían pedido un par de candidatos para el torneo porque dos chicos de Sevilla habían cancelado y necesitaban llenar las vacantes con jugadores de calidad.

Nos dijimos te quiero, me dijo que no podía creer como era tan afortunado, me envió " un besito coqueto en tu anito" que me hizo estremecer, nos enviamos besos el uno al otro y nos despedimos hasta el día siguiente en que me llamaría para darme detalles de cómo iba todo. Colgué el auricular y me volví a sentar en la cama pero ahora estaba realmente ilusionada, ahora ya no lloraba, ahora ya no tenía dudas. Quería ir a ver a ese hombre que quitaba el aire. El amor juvenil es tan especial que aun hoy en día, a los veintiséis años, añoro esos sentimientos. El perder la razón y la respiración pensando en el pecho de un hombre. El deseo incontenible de estar en sus brazos, y la necesidad voraz, que carcome la mente, por estar en su cama.

Al día siguiente durante el desayuno mi padre me dijo que por recomendación de Ignacio le habían llamado de Ibiza para pedirle autorización para que yo participara en un torne de tenis y me preguntó si quería ir a lo cual yo le respondí que si el me daba permiso que me encantaría. Entonces el dijo que claro, que sería una oportunidad de jugar y además de no pasar tanto tiempo sin hacer nada. Me dijo que Ignacio había dichos que podría volar el Jueves siguiente en helicóptero hasta Ibiza y que allí me estaría esperando alguien del torneo. Yo le dije que gracias y le pregunte que quién quería que fuese conmigo. El me dijo que lo mejor era fuera por mi cuenta ya que lo había hecho muchas veces anteriormente. Ana se ofreció a acompañarme pero mi madre dijo que era mejor que se quedase porque le necesitaban en la casa y yo ya tenía edad para viajar. Ana dijo OK y así terminamos de desayunar.

A la una de tarde me llamo Ignacio y me dijo que todo estaba listo. Que el jueves a las dos de la tarde debería estar en el helipuerto de Manacor porque el helicóptero saldría a las dos y treinta. Que el billete estaba a nombre de Inés Elvira Grimaldi así que tendría que ir vestida de niña. Me dijo que había hecho arreglos para que me recogiesen en el helipuerto de Ibiza y me llevasen al hotel en donde me hospedaría. Que el volaría el jueves a Roma y luego el viernes de Roma a Ibiza así que estaría llegando al hotel a eso del medio día. Yo le dije que OK y nos despedimos con mil besos.

Los días siguientes transcurrieron lentamente, me parecía que eran siglos. Al fin llego el jueves. Mis padres me llevaron al helipuerto y me preguntaron si yo quería que esperaran hasta que saliera el helicóptero y yo les dije que yo estaría bien. No llevaba maquillaje y el pelo cogido hacia atrás. Iba vestida con unos vaqueros muy ajustados, una blusa azul y zapatillas, así que era mas o menos unisexo, pensando en si tendría algún problema para registrarme como Inés Elvira. Nos despedimos y se marcharon. Habíamos registrado mis dos valijas y mis raquetas pero yo me había quedado con un maletín de mano.

Una vez se fueron fui al servicio de las mujeres y procedí a cambiarme. Desde casa ya me había puesto bragas y sujetador blancos. Me puse uno de los vestidos que me había enviado Ignacio. Era amarillo quemado estampado con pequeñas florecidas, muy sencillo pero muy femenino y delicado. Con dos tiritas delgadas en los hombros, un escote bandeja, ajustado a la cintura con un lazo de amarrar atrás, la falda abría en A hasta la mitad de la pierna. Me puse unos zapatos de tacón de siete centímetros, saqu

é

una cartera de Balenciaga de las muchas que tiene mi madre.

Luego me maquillé con sobra verde suave en los ojos, pestañita, rubor en las mejillas y brillo rosado suave en los labios. Me solté el pelo, que lo tenia a los hombros y me cogí dos mechones de los lados hacia atrás agarrándolos con dos hebillas amarillas. Me puse un par de pendientes de candelabro y una pulsera en la muñeca izquierda. Ya estaba lista para salir al mundo. Ahora todos me hablarían como una chica, como a Inés Elvira. Me moría del susto pero también de la emoción. Sentir como el aire corría por entre mis piernas desnudas, subiendo para acariciar mi culo ahora libre, era maravilloso! Tome mi cartera y el bolso de viaje y Salí de servicio. Fuera de uno que otro hombre u otro chico que me admiró, nadie se enteró de mi presencia, en fin era una chica más que viajaría.

Me presenté al mostrador de la empresa de aviación y siguiendo las instrucciones de Ignacio, dije "Soy Inés Elvira Grimaldi y debe hacer un boleto para mi." La chica busco mi nombre y con una sonrisa muy grande dijo, "disculpe usted señorita pero usted fijará en un aparato fletado privadamente, por favor vaya usted allí donde dice club principal y allí la encaran esperando." Di las gracias y fui allí. Me presente y el dependiente me dijo "Don Ignacio dijo que usted era una chica muy especial, lo que no dijo es que fuese tan guapa." Le di las gracias me dio el boleto. Diez minutos más tarde estaba de camino… bueno, de vuelo a Ibiza.

Después de un poco menos de una hora aterrizamos en Ibiza y al bajar del helicóptero me estaba esperando un señor mayor en un coche inmenso y negro. "Señorita Grimaldi buenas tardes" dijo. Buenas tarde le dije yo. Tomo las valijas mientras me contaba que iríamos a Santa Eulalia cerca de Sant Joan de Labritja al norte de la Isla, en donde esta localizado el hotel.

Viajamos unos treinta minutos y luego llegamos al hotel Atzaró que es era un de esos hoteles "boutique". Era precioso! Allí me dirigí a la recepción para registrarme y el dependiente me dijo:

"Si señorita Inés Elvira, le estábamos esperando. Su tío ya llamó a preguntar si usted había llegado. Dijo que por favor le llamase a su piso en Florencia antes de las tres, porque a esa hora sale hacia el aeródromo para viajar a Roma donde pasara la noche. Dijo que si no pueden hablar en Florencia que le llame a Roma al hotel Hassler Villa Meidici a la suite San Pietro en donde pasará la noche. Aquí esta la llave de su suite – es la mejor que tenemos – la arreglamos como su tío nos lo pidió. Nos tomamos el atrevimiento de arreglar la habitación de la izquierda, al entrar, porque pensamos que era la mas adecuada para una chica tan guapa como usted y la otra será la de su tío".

Pensando si seguiría esa recomendación o me acostaría en la otra, le dí las gracias mientras un botones tomó mi equipaje y me llevó al elevador privado que conduce a la sección de suites y luego a la suite en donde señaló lo que ellos pensaban sería mi habitación; la suite era encantadora. Al entrar estaba llena de rosas rojas y había una tarjeta de Ignacio que me decía que para todos en el hotel sería su sobrina y que por eso la suite tenía dos habitaciones, que le siguiese la corriente a todos, pero que esperaba que yo tomase la habitación principal. Decía que fuese a la otra y mirara en el closet porque allí tenía una sorpresa para mí.

Le di la propina la botones que no me bajaba el ojo y caminando hacia atrás me dio las gracias y dijo: "hacia tiempo que teníamos una princesa en el hotel" se sonrojo, pidió disculpas por su atrevimiento y antes de dejarme decirle que no era problema, se retiro cerrando la puerta tras el.

Me dirigí al closet y allí encontré más ropa. Un par de vestidos de verano, un vestido de cocktail muy corto, dos mini-mini-shorts (unos de azul oscuro de satín y el otro blanco de algodón), dos tops compañeros de los mini-shorts, tres pares de zapatos con tacón de 9 centímetros, unas sandalias para la playa y unas de noche. En el primer cajón había cuatro babydolls, dos desavillés, cuatro juegos de bragas y sujetador, dos bikinis y una salida de baño. Todo era precioso. El gusto de Ignacio era perfecto y su claridad para adivinar mi talla era alucinante.

Como loca me desnudé y medí todo. Era fascinante, me sentía en las nubes. Cuarenta y cinco minutos más tarde me había medido cada una de las cosas que Ignacio había comprado para mí. Me tire en la cama vistiendo uno de los bikinis, el blanco, que me quedaba precioso y que me hacia sentir como una mujercita, y unos sandalias que dejaban la mayoría de mis pies al descubierto. Mientras pensaba en Ignacio y en todo lo que estaba sucediendo me comencé a acariciar el cuerpo semidesnudo.

Pase las manos por mis glúteos, subí a mi estomago, luego a mis pequeños pechos acariciándomelos pensando que eran las manos de Ignacio y luego jugué con mis pezones hasta que se pusieron duros y de pararon desafiantemente. Comencé a quejarme quedamente mientras me mordía el dedo índice de la mano derecha y bajaba la izquierda por mi costado para comenzar a acariciar mis nalgas suavemente. Tome la parte de atrás de la mini braga del bikini y lo tiré hacia arriba y hacia abajo, dejando que este acariciara mi ano al que yo sentía como mi coñito virgen. Mis quejidos subieron de tono y mi mano se movió de las nalgas a mi ano haciendo círculos que lanzan escalofríos por todo mi cuerpo. Me chupé el dedo y una vez tenia suficiente saliva volví a ponerlo a la entrada de mi culo, empujándolo suavemente hasta que entro lenta pero seguramente, con un poquitín de dolor pero con mucho, mucho placer.

Estaba a mil por hora. Me levanté al servicio y tomé un pedazo grande de papel higiénico doblando para que quedara de unos 25 centímetros de largo. Una vez hice esto, tome mi clítoris (mi penecito) y lo envolví en el suave papel sosteniéndolo con la mini braga de bikini. Luego me acosté boca arriba y me puse uno del los pesados almohadones, que median como un metro, encima de mi abrazándolo con mis piernas apretándolo contra mi cuerpo de tal manera que empujara mi clítoris contra mi cuerpo.

Me empecé a mecer con un movimiento que hacía que el almohadón subiera y bajara sobre mí y con ese moviendo mi clítoris subía y bajaba, de manera que me estaba masturbando sintiendo algo pesado sobre mi que era como me gustaba. Seguí así por unos diez minutos, pensando en el pecho de Ignacio, en sus piernas, sus brazos fuertes, su olor de hombre y sobre todo en su divina y gruesa verga. En el momento preciso del orgasmo tiré el almohadón, me puse boca abajo continuando con mi masturbación y mientras me metía el dedo en el culo tuve un delicioso orgasmo gritándole a Ignacio que por dios me llenase las entrañas con su semen. Allí quedé, con las piernas totalmente abiertas, cansada y satisfecha por lo menos por el momento, y así me quedé dormida.

Me despertó el teléfono. Era Ignacio y estaba en el Aeroporto di Firenze. Hola princesa me dijo. Yo, somnolienta, le dije hola. Me dijo que me notaba extraña a lo que le dije que era que me había despertado el teléfono. Me pregunto que por que no le había llamado y sin tener disculpa alguna – la verdad es que siempre he sido una pésima mentirosa – le dije que era su culpa. Me preguntó porque, y le dije que esa ropa que me había enviado al hotel era maravillosa y que midiéndomela, midiéndomela, me había puesto cachonda y había terminado masturbándome, y luego me había quedado dormida. Después de unos segundos de silencio me dijo que estaba bien y me elogió por mi honestidad y me dijo que entonces me vería el siguiente día. Yo le dije que se me haría una eternidad y que estaba como loca por verle y por estar en sus brazos. Sin saber de donde entonces le dije: "Ignacio te quiero mucho y sabes una cosa? Ahora que estoy despierta me doy cuenta que la masturbación no fue suficiente, sigo cachonda y por eso quiero que vengas pronto… para que me quites esto…" WOW! dijo el. " Eres un sueño, a pesar de tu cortísima edad tienes un carácter como pocos y por eso yo también estoy loco por ti." Luego nos despedimos enviándonos muchos, muchos besos.

Tome toda la ropa que tenía, incluida la que tenía en las valijas y organicé la habitación. Luego me vestí con el vaquero rosado que había regalado Ignacio, un top negro, me puse unas sandalias rojas de 7 centímetros, me maquille suavemente tome mi cartera y me fui a caminar.

En la próxima entrega llega Ignacio a Ibiza y comienzan unos días espectaculares.

Sus halagos son apreciados y sus comentarios y críticas son valorados por su propio peso; enviarlos a: inesitagrimaldi@yahoo.com

Besitos Inés Elvira.