Dos bombones de honduras

Al acabar de correrse saqué la polla. De su coño salió una corrida cremosa que cayó sobre la cama. Lamí la corrida y le lamí el coño. Me dijo:-Bésame, papasito. Quiero tomar de mis jugos.

LINSAY Y ANA LUZ - BOMBONES HONDUREÑOS

Después de pasear por Tegucigalpa fijándome en la arquitectura colonial española y de ver algún que otro monumento arquitectónico y femenino. En la plaza Morazán entré en el restaurante bar Tres Tintas. Una joven entró después de mi y se puso a mi lado en la barra. Era muy bonita, trigueña, de cabello castaño, baja de estatura, poco pasaba del metro cincuenta. Sus caderas eran anchas y sus tetas medianas (imagina que eres tú, mujer, la que está leyendo esto, si te apetece). Pidió una piña colada. Yo pedí otra. Miré en la pared en un tablero el menú del día: Sopa de Pescado, philly de pollo y refrescos... Costaba 130. Le pregunté a la muchacha:

-¿Cuánto cobran aquí por una piña colada?

Me miró de abajo arriba, y cómo si fuera gallega, me respondió con otra pregunta:

-¿A qué viene esa pregunta?

Mirando para el tablero, le dije:

-A que si por sopa, pollo y un refresco cobran 130 dólares, la piña colada barata no va a ser.

La muchacha ladeó la cabeza, y dijo:

-No son dólares, son lempiras, al cambio son unos cinco dólares. ¿Es español?

-Sí, gallego para más señas. Oye. ¿Quieres comer conmigo?

-Si ni siquiera sé cómo se llama.

Le extendí la mano. Me volvió a mirar y no me la estrechó.

-Me llamó José.

Sin mirarme, y con voz de aburrida, me dijo:

-Mi nombre es insalubre.

-¿Insalubre? Perdona que te lo diga, preciosa, pero a tus padres les quedó la cabeza aliviada al ponerte ese nombre.

Sonrió de nuevo, tenía una sonrisa preciosa.

-No lo dije porque me llamo...

El nombre no era fácil de pronunciar.

-Te llamaré Linsay. ¿Quieres comer ahora conmigo?

-¿Por qué quiere que coma con usted?

-Por que no me gusta comer solo.

-La verdad.

-La verdad es que eres preciosa.

-¿Y si fuera fea?

-No te invitaría a comer.

Ya me tuteó.

-¿Siempre eres tan claro?

-No, cuando te abordé ya sabía que eran lempiras.

-Y yo ya sabía que lo sabía.

-¿Entonces qué?

-Tengo hambre.

Comimos, pero no el menú del día, comimos pescado, un par de filetes y bebimos vino y de postre tomamos pay de limón.

No me voy a extender más... Linsay era una cosita preciosa, rellenita y sexy a rabiar que acabó en mi habitación del hotel Marriott. Fue una suerte para un maduro cómo yo... Al tenerla allí iba a disfrutar más de lo que me hubiera podido imaginar.

Al llegar a la habitación se desinhibió. De un salto cayó de espaldas sobre la cama, una cama amplia con tres almohadas. Echó un vistazo y vio en la pared que había frente a la cama la televisión de plasma, debajo de ella un mueble con dos puertas. Al lado derecho, a la izquierda, un sillón con una lámpara detrás y al lado una mesita, un cuadro en la pared y a la derecha una mesa con otro sillón y otra lámpara. Al lado de la cama dos mesitas, y luego dos puertas una que daba al aseo... Le gustó la habitación. Me dijo:

-El sitio es perfecto para tener intimidad.

Linsay llevaba puestos unos vaqueros ceñidos al cuerpo, una blusa banca y zapatillas blancas. Me quité la corbata de mi traje gris, abrí el botón de arriba de la camisa, fui hasta la cama, le quité una zapatilla, le acaricié el pie con las dos manos y después hice lo mismo con el otro. Comencé a acariciar, a lamer los dedos y las plantas de los pies... Le chupé dedito a dedito mientras hablábamos. Me preguntó:

-¿Estás divorciado?

-¿Quieres que te mienta?

-No. ¿Tienes hijos?

-Cuatro, ya mayores. ¿Estás casada?

-No, estoy soltera, tengo 28 años y no tengo hijos.

-Te miro y creo que somos la bella y la bestia.

-Me gustan los hombres que follan cómo bestias.

Le desabroché el botón de arriba de los vaqueros y le bajé la cremallera, levantó su precioso culo redondo y prieto y se quitó los vaqueros. Le di la vuelta.

-¡¿Qué haces?!

-No preguntes y disfruta.

Le quité las bragas, le abrí las nalgas con las dos manos y lamí desde el coño al ojete. Luego se lo follé con la lengua y le metí dos dedos dentro de su coño peladito. Follándoselo, y entre sensuales gemidos, me dijo:

-¡¡Qué juco eres!!

-¿No te gusta?

-No dije que no me gustara, papasito. ¿Me la vas a meter en el culo?

-¿Quieres que te la meta?

-El culo me pide tu pinga, pero también me la pide la panocha.

Saqué la polla y se la froté desde el periné al clítoris. Cada vez que llegaba a la vagina y al ojete les metía la puntita dentro, y luego seguía frotando... Su coño se fue empapando. Al tenerla cachonda lamí sus jugos y acto seguido metí mi polla dentro de su coño, y se lo follé, luego metí mi dedo pulgar en su culo y se lo follé al mismo compás que le follaba el coño. Pasado un tiempo, me dijo:

-¡Me voy a venir!

Le cogí las tetas con la mano libre, la follé más aprisa y...

-¡¡Me veeeengo!!

Sacudiéndose, temblando y jadeando, se corrió y encharcó mi polla.

Al acabar de correrse saque la polla. De su coño salió una corrida cremosa que cayó sobre la cama. Lamí la corrida y le lamí el coño. Me dijo:

-Bésame, papasito. Quiero tomar de mis jugos.

La besé y saboreó sus jugos, después cogí en un cajón una botella de vino que había traído conmigo de España, un Albariño Rías Baixas, la abrí y eché vino en dos vasos. Al llegar a la cama ya Linsay se había quitado la blusa y el sujetador y sus preciosas tetas estaban ahora al descubierto.

Se sentó en la cama, bebió un trago de vino, y me dijo:

-Está rico. Sabes. Es la primera vez que lo hago con un extraño.

-¿Y qué tal?

-De momento genial.

Nos besamos de nuevo. Besaba de miedo, era una maestra usando la lengua. Salí de la cama y me desnudé. Al meterme de nuevo en la cama, me cogió la polla y su lengua traviesa, junto a sus labios, hicieron maravillas en ella. La polla se me puso dura cómo un hierro. Me montó y se la metió hasta el fondo. Con ella dentro me dio las tetas a mamar. Eran grandes, con areolas marrones, gordos pezones, suaves cómo la seda y sus pezones estaban duros. De repente comenzó a follarme a lo bestia. Su culo volaba de delante hacía atrás y de atrás hacia delante. Estaba cómo loca. Me dijo:

-¡Te voy a romper la pinga!

Era cómo si me quisiera violar. Veía sus tetas moverse de arriba a abajo y de abajo a arriba... Unos minutos más tarde, entrando y saliendo de su coño mi polla cubierta de jugos cremosos, me dijo:

-¡¡Me voy a venir otra vez!!

Fue decirlo y comencé a correrme yo dentro de ella. Al ver cómo me derretía, dijo:

-¡Noooo!

Era que sí. Me había follado hasta que no pude más. Al acabar de correrme, me besó y me dijo:

-Fue muy dulce ver cómo te corrías, pero...

No la dejé acabar de hablar. Sabía lo que me iba a decir. Le di la vuelta, me metí entre sus piernas, y con mi leche saliendo de su coño se lo comí hasta que dijo:

-¡Sí, sí, sí, í, sí, sí! ¡¡¡Sííííííííí!!!

Se volvió a correr, esta vez soltó un pequeño chorro de meo que entró en mi boca, y a continuación los jugos, jugos que me quitaron del paladar el sabor a salado. Por sus sacudidas parecía que estaba sufriendo un ataque de epilepsia. Era tremendo el placer que estaba sintiendo.

Al acabar estaba feliz. Mi polla ya estaba dura de nuevo. Apoyé mis manos en la almohada, y en posición cómo si fuera a hacer flexiones, se la clavé. Ahora fui yo el que le di caña brava. La follé a romper. Mirándola a los ojos la reté. Le estaba diciendo que esa vez la iba a hacer correr yo a ella. Captó la idea, ya que echando sus manos a mi cuello, me dijo:

-Te vas a venir tu primero, papasito.

Linsay tenía el coño encharcado y la polla chapoteaba al llegar al fondo... De vez en cuando gemía de modo que parecía que se iba a correr y hasta ponía los ojos en blanco (pensé que era para excitarme y hacer que me corriera antes que ella). Lo hacía tan bien, que cada vez que sus gemidos me decían que se iba a correr, paraba de follarla y le decía:

-No cuela preciosa.

Hasta doce veces, paré de follarla cuando parecía que se iba a correr.

Linsay, en un arrebato (era cómo si estuviese perra, perra), me dio la vuelta, me comió la boca con lujuria, metió mi polla en su coño, y no llegó a mover su culo ni media docena de veces. De repente se puso tensa, se quedó quieta, echó la cabeza hacia atrás y cuando me volvió a mirar tenía los ojos en blanco, su coño apretaba y soltaba mi polla y la bañaba con jugos calentitos y jadeaba cómo una perra. Creo que en ningún momento estuviera fingiendo, lo que estuviera fue gozando cómo una loca... En fin, que me corrí con ella. Yo, cómo un lobo, Linsay cómo una muñequita.

Al acabar eché otro par de vinos. Después de mandarnos un trago yo y otro ella, sonreí con picardía, y le dije:

-¿Te había dicho que eres preciosa?

-Sí, pero acabas de hacer de la preciosa una guarra fantasiosa.

Me entró la curiosidad.

-¿Que fantasía te gustaría hacer realidad?

-Me da vergüenza decirla.

-Me puedes decir lo que quieras que no te voy a juzgar.

-¿Para qué? Esa fantasía nunca se va a hacer realidad.

-Si está en mis manos dala por hecha.

-Está en tu polla.

Me estaba poniendo nervioso.

-¡Suéltala de una vez!

-Me gustaría comerle el coño a un chica después de tener tu leche dentro y jugar antes a mi juego favorito.

-¿Qué juego es ese?

Llamaron a la puerta de la habitación. Abrí la puerta en pelotas y vi a una chica. Mirándome para la polla, me dijo:

-Perdone. Ocupé esta habitación antes que usted y perdí un pendiente, pero...

La interrumpí.

-Entra y búscalo.

-Estando usted desnudo, no creo que sea el momento.

-Tranquila, estoy acompañado.

La muchacha entró en la habitación y vio a Linsay, desnuda sobre la cama. Le dijo:

-Perdone, no tardo nada.

Se puso de rodillas, miró debajo de la cama, y dijo:

-Aquí está.

Se levantó, colocó el pendiente en la oreja, y nos dijo:

-Gracias, y perdonen las molestias.

Me pudo la curiosidad.

-¿Follaste debajo de la cama?

-Sí, era un juego. Nos imaginábamos que mi marido estaba durmiendo encima. Al final acabamos haciendo un trío.

-¡¿Os pilló tu marido debajo de la cama?!

La muchacha se armó de paciencia.

-Noooo, era un juego.

-¿Y cómo acabasteis haciendo un trío?

-Con un consolador. ¿También quiere que le diga dónde lo metí?

-No... No estaría por demás.... Disculpa, me dejé llevar.

-No tiene que disculparse. Gracias por dejar que cogiera mi pendiente, son un regalo de mi marido y...

Le entré a saco.

-¿Quieres ganar 50 dólares?

Se ofendió.

-¡No soy una puta, señor!

-¿Cien dólares?

Los cien dólares hicieron que cambiara de opinión.

-¿Se quiere correr dentro de mí para que la señorita me coma la cuca?

-Esa es la idea. Veo que escuchaste al otro lado de la puerta.

La muchacha miró para Linsay, sonrió, y me dijo:

-Me llamo Aba Luz, y me apodan la Chismosa.

No hacía falta que lo jurara. Le dije:

-Yo me llamo José.

Alba Luz tendría veintidós o veintitrés años, era muy morena, de estatura mediana. Su cabello negro le llegaba a los hombros, sus ojos era color café y tenía una boca con labios finos, que llevaba sin pintar, vestía con una falda, blusa y zapatillas. Se quitó todo y quedó desnuda. Sus tetas eran pequeñas y aperadas, su coño tenía una gran mata de pelo negro. Se pusieron las dos frente a mí y me llevaron a empujones hasta la cama. Al tenerme boca abajo, Linsay me largó con la palma de su mano en las nalgas.

-¡Zassssss, zassssss, zasssssss, zasssssss!

Me di la vuelta cómo si fuera un muelle.

-¡¿Que carallo haces, cabrona?!

Me dio dos bofetadas en la cara.

-¡Plassss, plassss!

-¿Qué me llamaste?

Me había cogido a las patatas.

-Te la estás jugando, pequeña.

Linsay le dijo a Alba Luz:

-Dale tú también, prima.

Les dije con sarcasmo:

-Dios las da y ellas se juntan.

Levantaron las dos las manos. Alba Luz, me preguntó:

-¿Dónde quieres llevarlas?

¿Serían dos putas con aires de actrices porno?

-¡Estáis jodidamente locas! O paráis o el que comienza a dar estopa soy yo. No me gusta follar con... Chicas alegres.

Linsay, cambió cómo de la noche al día. Su voz sonó almibarada cuando me dijo:

-Anda, papasito, juega con nosotras, por fa. Cumple mi fantasía.

-Tu fantasía son 50 dólares y la de tu prima la misma.

-No es mi prima. No la conozco de nada. Quería jugar.

Mire para Alba, que me dijo:

-Para mi no mires, si le quieres cumplir el capricho a la loca, es cosa tuya, pero a mí me pagas.

Le dije a Linsay:

-Me voy arrepentir, pero venga, juega.

Me volví a dar la vuelta. Linsay me nalgueó dos veces.

-Palassssss, plassssssss.

Le pregunté:

-¿Esto te pone?

-Date la vuelta, perro malo.

Me di la vuelta y me puso el coño en la boca.

-Cómele la cuca a mamasita.

Comencé a comerle el coño. Alba Luz cogió mi polla, la masturbó y la mamó, lamió mis huevos y me lamió el ojete. Una me llenó la boca de babas al mover su culo de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante y la otra me puso la polla a punto de explotar... Y ahí, cuando iba a explotar, dejó de mamar y de masturbar mi polla y se puso boca arriba sobre la cama, Alba Luz le puso el coño en la boca a Linsay y Linsay le puso el suyo en la suya... Aquel 69 tenía poco futuro. Yo me toqué muy suavemente. Sentía los gemidos de ambas y cuanto más gemían con más ganas se comían los coños. Al rato, Linsay, que tenía el coño a centímetros de mi polla, se corrió soltando un chorro de meo, que acabó manchando la cama. Sentí los gemidos de placer de Linsay y como de su coño salía un diminuto riachuelo de jugos mucosos que cayeron en la boca de Alba Luz. Alba luz los tragaba y gemía de gusto.

Al acabar de correrse, aún tirando del aliento, me dijo:

-Fóllala y llénale la panocha de leche.

La follé y no duré nada, tan poco duré que Aba Luz no se corrió. Linsay, apartándome, dijo:

-Déjame a mí, perro malo. Voy a hacer realidad mi fantsasía.

La que no duro nada ahora fue Alba Luz. Se corrió en la boca de Linasy de manera brutal. Temblaba cómo si le diesen escalofríos, y escalofríos de gusto le debían estar dando porque ni gemir podía, se quedó muda, y cuando pudo hablar, dijo:

-¡¡¡Argggggggggg!!!

Linsay, sonriendo, con la cara y los labios encharcados de jugos mucosos y semen, me besó con lengua... Con mi lengua le limpié la cara y después de limpiársela, mientras Alba Luz se comenzaba a vestir, se sentó sobre mi polla, y me dijo:

-Mi culito necesita algo algo duro dentro.

-Tengo que pagarle a Alba Luz.

La muchacha, me dijo:

-Vuelvo otro día a cobrar.

-Regreso mañana a España.

-Cuando regreses ya me pagarás.

-Es que no voy a regresar.

Se enfadó.

-¡No me hagas sentir una puta, carajo!

En ese momento me di cuenta de que me había equivocado de cabo a rabo con ellas. Le dije:

-¿No te gustaría comérsela a Linsay y hacer que se corra con mi leche dentro?

Alba Luz, volvió a sonreír. ¿Nos preguntó?

-¡¿Puedo?!

La tarde iba a ser muy larga.

Quique.