Dos Aniversarios muy Especiales I

Tras un largro paréntesis retomo las aventuras que vivimos mi madre y yo. En esta ocasión os cuento la historia de dos regalos de aniversario, en los que los protagonistas son, mi madre y un amigo mio muy especial. Espero que os guste. Muchas gracias.

El tiempo había pasado rápidamente y uno de los deseos más anhelados de mi madre estaba a punto de hacerse realidad. Ella, desde siempre, había imaginado como sería hacerlo con un hombre de raza negra y fantasear con ser poseída por un negro fuerte y dominante, la ponía muy, muy cachonda. Pero hasta ahora no había tenido la suerte de comprobarlo.

Hacía ya un año que mi padre se había muerto y mi madre parecía haber rejuvenecido diez años y pese a que ya pasaba de los treintaicinco, estaba preñada de seis meses fruto de los apasionados encuentros amorosos con su libertador. Estaba claro que haber enviudado le había sentado de maravilla y todo teníamos que agradecerlo al Sr. John Thomson.

Desde que este extraordinario ser se apoderó del alma de mi madre, y de la mía, nuestra vida había sido de lo más gratificante y divertida. La vocación de mi madre nos estaba reportando buenos beneficios económicos. El sexo genera mucho dinero y si además se disfruta con ello, se convierte en el negocio perfecto.

Mi madre, por fin, se podía permitir todos los caprichos que con mi padre no había podido disfrutar y a mí tampoco me faltaba de nada. El legítimo dueño de nuestras vidas, el Sr. Thomson, era muy generoso con nosotros, especialmente con ella, ya que era la más eficiente de sus chicas. Y la más solicitada.

Así que para celebrar el primer aniversario de nuestra liberación, decidí organizar unas jornadas especiales, y para ello quise hacer partícipe a mi buen amigo Luís, quien siempre me había dicho que mi madre era el referente de sus fantasías cuando se masturbaba. Por eso elegí un día muy especial del mes de mayo para mi amigo, el de su cumpleaños.

Por otro lado conté con la complicidad del Sr. Thomson quien se encargó del regalo que le queríamos hacer a mi madre. De esta manera yo pude centrarme en hacer realidad el sueño de mi amigo, así que hablé con ella para proponérselo y matar dos pájaros de un tiro.

- Mamá, dentro de dos días, el próximo sábado, es el cumpleaños de mi amigo Luís, ese chico tan guapo del que te he hablado -le dije mientras comíamos juntos en nuestro restaurante habitual-, y me gustaría hacerle un regalo que sé que le hará muchísima ilusión .

- ¡Sí!, ¿y de que se trata? -Se interesó ella mientras degustaba su ensalada favorita.

- Pues mira, me cuenta que desde que vino por primera vez a casa cuando éramos pequeños y te conoció, te convertiste en su amor platónico de adolescente . -Le conté mientras yo daba cuenta de un filete.

- ¡Ja, ja, ja... -Rió ligeramente con esa risilla jocosa y divertida que tiene. - ¡Qué lindo! -Dijo.

- Si, y a demás me ha dicho que aún se hace muchas pajas pensando en ti.

- ¡Mmmh..., me gusta ese chico! -Dijo en tono divertido y expectante. - Y dime, ¿qué es lo quieres regalarle?

- Pues a ti, precisamente.

- ¡Pero qué dices!, ¿te has vuelto loco, quieres regalarme a tu amigo? -Me contestó de forma irónica.

- Pues claro que no, tonta. Lo que quiero es que te lo folles. Ese sería mi regalo . -Le contesté aclarándole mis intenciones.

Esbozó una amplia y hermosa sonrisa y continuó comiendo durante un instante meneando ligeramente la cabeza, como no dando crédito a lo que oía.

- Eres genial, hijo mío. Siempre me sorprendes con tus ocurrencias.

- ¿Y bien... qué te parece. He? -

Dije yo expectante.

- Pues... sinceramente, me seduce la idea. Nunca lo hemos hecho y tiene su morbo eso de "follarte al amiguito de tu propio hijo"

. -Dijo sonriendo.

- Genial mamá, sabía que podía contar contigo.

Terminamos de comer haciendo comentarios divertidos y pedimos unos cafés.

- ¿Sabes, Andrés...?, esta ocurrencia tuya me ha excitado. -Dijo mi madre apurando su café.

- Me encanta verte así mamá, se te ilumina el rostro. Te quiero.

- Eres adorable hijo mío. Te adoro mi amor.

Cuando terminamos de comer nos dirigimos a casa a descansar un poco dando un paseo. Por el camino mi madre se interesó por los detalles de la sorpresa, sin sospechar lo más mínimo que su dueño también estaba gestionando una sorpresa para ella.

Andábamos por la calle cogidos de la mano.

- ¿Y cómo has pensado que se produzca el encuentro?

- Pues en principio había pensado pedirle que me acompañe mientras te llevo de compras al centro comercial el próximo sábado

- Ya, pero yo no podré ir de compras el sábado. John me ha llamado esta mañana y me ha dicho que no trabaje ese día, ya que me quiere dispuesta para él.

- ¿Y no te ha dicho para cuando te necesita?

- Pues no.

- Entonces estoy seguro de que John te quiere bien descansadita para la noche, por eso quiere

que no quedes para trabajar con nadie.

- Por eso mismo no podré atender a tu amigo.

En ese momento llegamos a casa. Abrió la puerta, entramos y nos dirigimos al salón.

- Pero mamá, no te tomes esto como un trabajo, joder. Hazlo por mí. Tómatelo solo como un caprichito de día libre. - Le respondí fingiendo que le suplicaba.

- Lo sé hijo, pero si John se entera, igual se enfada. - Dijo ella haciéndose de rogar.

- Pero como se va a enfadar, mamá. Él te lo dice porque sabe que tú te esfuerzas en complacer a los clientes, que además son gente muy exigente y él sabe que después de haber estado con tres o cuatro de ese tipo de hombres, acabas reventada. Satisfecha si, pero agotada.

- Ya, si tienes razón pero...

- Pero si Luís es un pimpollito para ti, mamá. Además, te aseguro que después de estar con él aún tendrás más ganas de terminar con John.

Mientras hablábamos mi madre preparó unas copas y se sentó a mi lado en el sofá. Me acurruqué en su regazo y ella comenzó a acariciarme el pelo. Durante un instante noté cómo el bebé que había en su vientre se movía.

- ¿Lo has notado? - Me preguntó con sorpresa.

- Si, mamá. Lo he notado.

- Ojalá sea niña. Ha John le hará ilusión.

- Si, seguro que nos vendría muy bien.

- Esto es como un sueño Andrés. Ahora sí soy feliz. Contigo. Con John. Sé que él jamás nos hará el daño que nos hizo tu padre...

- No hables de ese cabrón ahora mamá, ni lo recuerdes. No se lo merece.

Mientras, comencé a acariciarle la parte interna de los muslos y pude sentir como se recostaba sobre el respaldo del sofá y echaba las caderas hacia delante separando ligeramente las piernas. Rápidamente mi mano comenzó a rozar su sexo por encima de la tela de su tanga.

- ¡Mmmmh..., siii..., tócale el chochito a mamá mi vida! - Me pidió ella cerrando los ojos.

Como siempre, su disposición me volvió a excitar y rápidamente comencé a sentir mi polla aprisionada bajo el pantalón. Sin perder tiempo retiré la poca tela de su prenda interior y comencé a jugar con mis dedos entre los húmedos labios vaginales de mi madre. Ella gemía ligeramente, emitiendo un sensual sonido nasal de placer.

- ¡Así cariño, mueve tus deditos!

El tacto, extremadamente suave, húmedo y caliente del interior de su vagina me iba excitando cada vez más. Notaba con agrado como mi madre reaccionaba a mis tocamientos y eso me animaba a seguir dándole placer. Con mis dedos empapados de su flujo masajeaba suavemente su clítoris haciéndola estremecer. Intensifiqué la acción hasta que conseguí provocarle un lento e intenso orgasmo que la izo gemir mientras su cuerpo temblaba como un dulce de gelatina.

- ¡Aaaay... que gusto, mi vida! ¡Asíiiii... despacito cariño! -Murmuraba con la voz entrecortada.

Un enorme deseo de chupar su coño y sorber sus jugos me embargó, así que le quité el tanga y me postré ante ella. Arrodillarme ante mi Diosa creadora es siempre para mí un acto de fe, pues siento verdadera adoración por mi progenitora. La contemplación de esa parte de su anatomía por donde, tras haber sido profanada de manera tan ignominiosa por mi padre y pese a la repulsión que ella sentía por él, aún tuvo la dignidad de parirme, me provoca tal sentimiento de agradecimiento por su generosidad que mi único afán es proporcionarle todo el placer que sea capaz de darle.

Mi madre acariciaba mi pelo con sus manos y mientras acercaba mi cara a su sexo sentía el suave y embriagador aroma a hembra que exacerbaba mis hormonas y me hacía hervir en deseos de complacerla.

Lamí con suave lentitud, de abajo a arriba, recogiendo con la punta de mi lengua el salado jugo que manaba de su caliente vulva.

- ¡Me encanta tu coño mamá! -Susurré.

- ¡Lámelo mi amor, me vuelve loca como lo haces! -Dijo ella con su cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados mientras apretaba ligeramente mi cabeza contra su entrepierna.

Complacer su deseo era todo mi objetivo. Continué metiendo mi lengua lo más adentro que podía en su vagina. La moví en su interior haciendo que se agitara de placer en el sofá. Disfruté del sabor de su néctar durante un rato y luego me dediqué intensamente a succionar su clítoris con mis labios y mi lengua.

Mi madre se agitaba cada vez más, embargada por el éxtasis que llenaba su cuerpo. Debido al instinto lactante que me afloró teniendo el clítoris de mi madre entre mis labios, izo que ella comenzara a agitarse convulsivamente, aprisionando mi cabeza entre sus piernas, gozando de hermosos orgasmos hasta que la intensidad de los mismos le resultó inaguantable. Fue entonces cuando agarrándome por los pelos arrancó mi cabeza de su entrepierna, quedando temblorosa recostada en el sofá.

- ¡Ahhhhhh..., para ya cariño, me estás matando! -Me pidió con voz jadeante.

- ¿Te ha gustado mamá? -Pregunté tras besar con ternura el tesoro de su entrepierna.

- Claro que si, bandido. Tú si sabes de qué manera me gusta que me coman el coño. -Su generoso alago me hacía sentirme bien.

- Espera mi vida, ahora tienes que darme tu lechita. Sabes que a mamá le encanta. -Dijo ella en tono mimoso mientras me hacía sentar en el sofá y me baja los pantalones.

Me sentí aliviado cuando mi polla fue liberada de su prisión. Ella se sentó a mi lado e izo que me recostara hacia el lado contrario. Me coloqué lo mejor que pude para permitirle que pudiera jugar con mi polla lo más cómoda posible. Mi madre comenzó acariciando todo mi sexo con mucha ternura, consiguiendo ponérmela tan dura que casi sentía dolor.

Le puse mi mano sobre su cabeza y comencé a restregar su puta cara contra mi polla. Mi madre abrió su boca y buscó ansiosa la punta, engulléndola en cuanto la encontró.

- ¡Así puta, cómetela toda mamá! -Murmuré ansioso, sabiendo que las palabras obscenas la ponían muy cachonda.

Mi petición era pura retorica, ya que a mi madre no hace falta animarla a chupar una polla ya que una de las cosas que más le gusta es mamar pollas. En eso mi madre es una especialista.

Me lamió, chupó y succionó mi glande de tal manera que no tardó en conseguir lo que tanto ansiaba. Mi excitación era tal que no pude, ni quise, retener por más tiempo la leche que hervía en mis cojones.

- ¡Ya... mamá, abre la boca. Trágala puta! -Dije mientras metía toda mi polla en su boca.

Mi madre la engulló con ansia y recibió mi descarga de semen en su garganta con los ojos cerrados, saboreando con placer la leche que yo le daba.

Como siempre, mi madre izo que me vaciara a chorros, y como siempre, debió parecerle poco, porque estuvo un ratito chupando hasta conseguir sacarme hasta la última gota de semen, haciendo que me sintiera en el paraíso entre convulsiones electrizantes de placer.

Después de lamerme toda la polla como una perra, ambos nos quedamos recostados en el sofá relajados y satisfechos

- Nunca me cansaré de decirte lo maravillosa que eres. -Le dije al tiempo que me acercaba y la besaba en los labios de forma cariñosa. - Estoy muy orgulloso de ti, mamá. Te quiero.

A la mañana siguiente llamé a mi amigo Luís y le pregunté si podía acompañarme esa tarde ya que mi madre me había pedido que fuera con ella al centro comercial pues quería comprarse algo de ropa. Al principio se mostró un poco reticente, alegando que era el día de su cumpleaños y tenía que estar con su familia, pero con mi insistencia, lamentándome de lo aburrido que resultaba acompañar a las mujeres a comprarse ropa, y prometiéndole una pequeña sorpresa cuando la dejásemos en casa, conseguí convencerle.

Continuará…