Dos amigas bastante entonadas (completo).

Atendiendo varias peticiones, publico completa esta historia.

Aquel día me desperté un poco antes de que sonara el despertador. Raquel, la atractiva y joven estudiante con la que había compartido mi cama esa noche, abrió sus ojos en cuanto sintió que me estaba moviendo y como en otras ocasiones en que había retozado con ella, se dispuso a colocarse de rodillas a mi lado para, en bolas y abierta de piernas, separarse su rubio cabello de la cara e introducirse mi “banana”, totalmente erecta, en la boca con intención de ingerir mi primera meada del día antes de efectuarme una esmerada y lenta felación hasta un poco después de que culminara dándola uno de mis copiosos “biberones” mientras la manoseaba la “almeja” y el culo.

Cuándo me levanté de la cama me sentí sexualmente complacido y pletórico ya que, siendo viernes, estaba convencido de que, después de haber disfrutado de una magnífica velada nocturna junto a una excepcional “yegua” como Raquel y por aquello de que no nos íbamos a volver a ver hasta el lunes, Agata y Olga, las compañeras de trabajo que con más asiduidad se ocupaban de darme satisfacción mientras disfrutaban de mis atributos sexuales, estarían esperando ansiosas mi llegada para comenzar a dar debida cuenta de mi virilidad lo que me iba a servir de aperitivo antes de que, alrededor de las diez de la noche, me encontrara, en plan discreto e íntimo, con María Esmeralda ( Meri ), mi ardiente y seductora superiora, en una casa rural que solía frecuentar para poder pasar los fines de semana y los puentes festivos con ella sabiendo que la encantaba que me recreara haciéndola de todo y que, a pesar de su supuesta oposición inicial, la diera repetidamente por el culo en lugares cerrados como graneros, naves agrícolas y pajares y al aire libre en las márgenes del río o en las montañas que rodeaban la población en la que se encontraba situada la casa rural hasta dejarla tan sumamente “fina” que, por la noche, podía darme todo un festín con sus esmeradas y lentas felaciones y sus intensas cabalgadas vaginales con movimientos de “mete y saca” circulares y hacía adelante y hacía atrás antes de que se colocara bien ofrecida a cuatro patas con intención de que se la “clavara” a mi antojo y me deleitara jodiéndola hasta que conseguía darla y en más de una ocasión a lo largo de la noche, tres portentosas lechadas y al menos, una apoteósica meada.

Antes de salir de casa y como tenía por costumbre hacer con mis conquistas femeninas, me quedé con el sujetador, el liguero y el tanga que Raquel había llevado puestos y después de depositar sus prendas íntimas junto a las demás que tenía amontonadas en un armario y de ponernos de acuerdo para volver a vernos la noche del lunes con intención de volver a pasar juntos la velada nocturna, me despedí de ella. Cuando salí a la calle noté que la temperatura era muy agradable y decidí ir andando a mi centro de trabajo. Por el camino y al discurrir mi recorrido en paralelo a una zona de copas, volví a pensar que era viernes y que ese día, al recorrer la avenida en la que estaba, me solía cruzar con chicos y chicas que, en grupo o en solitario, regresaban a sus domicilios bastante “contentos y entonados” después de haber disfrutado de una noche de fiesta y de desenfreno.

Pero ese día la parte inicial de la avenida se encontraba desierta por lo que pensé que, además de haberme despertado un poco antes, Raquel había logrado que culminara en su boca con más celeridad de la habitual por lo que me estaba desplazando a mi trabajo con adelanto a mi horario normal puesto que los jóvenes debían de estar disfrutando de los últimos minutos de su velada nocturna en el interior de discotecas y pubs. No me crucé con nadie hasta que, al empezar a amanecer, me fui aproximando a un paso de cebra situado poco más o menos en mitad de la avenida y vi a dos chicas muy monas que se disponían a cruzarlo en dirección a la acera por la que yo iba andando. La presencia de un coche ocasionó que una de ellas, que más tarde supe que se llamaba Natalia, cruzara corriendo mientras la otra se detenía en medio del cruce para beber de un vaso de plástico de gran capacidad de un conocido refresco de cola que llevaba en su mano mientras esperaba a que pasara el vehículo.

Sólo verlas me di cuenta de que eran unas golfas a las que, al parecer, no habían dado suficiente “mandanga” a lo largo de la noche ya que evidenciaban encontrarse bastante calentorras. Las dos tenían el cabello moreno y eran de complexión delgada. Natalia, que era ligeramente más baja y un poco menos esbelta pero igual de atractiva que su amiga, llevaba puesto un ceñido y corto vestido en tonalidad verde oscuro en el que aprecié unas manchas recientes de lo que me pareció leche masculina situadas en la parte trasera de la prenda, a la altura de su glúteo derecho, como si un varón hubiera estado frotándose con ella manteniendo su “herramienta” al descubierto con intención de depositar su “salsa” en el vestido. La agraciada joven lucia sus piernas al aire, cubría sus pies con unos brillantes zapatos dotados de unos finos y largos tacones de aguja y al observar lo bien que se la marcaban las tetas y sus empitonados pezones en la ropa me supuse que no llevaba sujetador.

Después de cruzar esperó a que su amiga, que se llamaba Andrea, se uniera a ella. La chica vestía un ceñido, corto, escotado y provocativo vestido de color negro que complementaba con unos delgados leotardos del mismo color llenos de transparencias sobre todo desde las rodillas hacia arriba, un cinturón dorado de aros y unos zapatos con tacones de aguja similares a los de Natalia. Al llegar a la acera volvió a beber del vaso que llevaba en su mano antes de ofrecérselo a su amiga que lo rechazó. Demostrando que se encontraban bastante “entonadas” por el alcohol que habían ingerido durante la noche se desplazaron unos metros hacia adelante cogidas de la mano antes de que Andrea se detuviera para, manteniéndose abierta de piernas, volver a beber del vaso lo que Natalia no dudó en aprovechar para, sin ningún disimulo, introducir su mano derecha por debajo del ajustado y menguado vestido de su acompañante con intención de tocarla el culo y tras magrearla los glúteos, “taladrarla” el ojete con uno de sus dedos mientras Andrea, con cara de sentirse saciada, tiraba el vaso al suelo con parte del líquido en su interior y se dejaba hacer. Mientras manteniéndome parado a escasos metros de ellas observaba como Natalia la efectuaba unos buenos hurgamientos anales, me percaté de que Andrea tenía su “delantera” bastante brillante lo que me hizo suponer que la habrían empapado con leche masculina la parte de las tetas y del canalillo que, a través del escote de su lujurioso vestido, mantenía al aire.

En cuanto Natalia sacó su mano de debajo del vestido de Andrea y se llevó el dedo con el que la había perforado el orificio anal a la nariz para olerlo, se agarró del brazo de su amiga, que cerró sus piernas y se desplazaron con paso lento en mi misma dirección sin dejar de denotar que estaban cachondas y “entonadas”. Iban haciendo eses de un lado a otro de la acera, hablaban en voz alta de temas íntimos y obscenos y se reían por todo. Oí a Andrea comentar con Natalia que, por más que bebía, no conseguía quitarse el mal sabor de boca que la había dejado el último “biberón” que la habían dado y que, además, había sido el menos excitante y masivo de todos los que había ingerido a lo largo de la noche. Mientras su forma de actuar y de andar seguía evidenciando el mucho alcohol que habían ingerido, decidieron repasar las distintas felaciones que habían realizado a lo largo de la velada nocturna y el número de veces que sus amigos varones las habían “clavado” la chorra por vía vaginal con intención de joderlas, eso sí usando condones para evitar fecundarlas al menos mientras estuvieron lo suficientemente lúcidas como para darse cuenta de ello antes de que, entre carcajadas, se regocijaran de lo cerdas y golfas que eran y de lo bien y mucho que sabían disfrutar del sexo.

Andrea, tras reconocer que tenía empapada la ingle y el tanga y que estaba a punto de gotearla, la dijo a Natalia que necesitaba que, con urgencia, la introdujeran un buen cipote o que la “hicieran unos dedos” para poder echar más ”baba” vaginal. Natalia se paró en seco dispuesta a complacer a su amiga que, asimismo, se detuvo y se puso en posición, abierta de piernas, para mostrarse ofrecida con el propósito de que pudiera “meterla mano” y masturbarla en plena calle. El alto grado de excitación sexual de Andrea ocasionó que llegara al clímax con rapidez una vez que Natalia introdujo su mano por la parte delantera del corto vestido de su amiga y después de separarla el tanga de la raja vaginal, procediera a “hacerla unos dedos” mientras ambas amigas se daban un buen “morreo” con lengua. Natalia, dándose cuenta de que la excitación de su amiga aconsejaba que la volviera a hacer “romper”, siguió con su cometido y desarrollándolo con evidentes ganas, hasta que, cuándo Andrea se encontraba próxima a repetir, una pareja de jóvenes salieron de improviso del portal ante el que se habían detenido y además de asustarlas al cerrarse la puerta que daba acceso al edificio con estrépito, las “cortaron el rollo” y las hicieron dejar de besarse y Natalia tuvo que extraer sus dedos del húmedo conducto vaginal de Andrea, que se apresuró a cubrirse la “chirla” con el tanga. Las dos chicas, un tanto contrariadas, decidieron seguir andando mientras la pareja que había salido del portal se interponía entre ellas y yo lo que me fastidió bastante. Oí que, al verlas en aquel deplorable estado, la joven animó a su acompañante para que diera una alegría a su cuerpo con ese par de golfas pero el hombre, después de mirarlas de arriba a abajo, declinó el ofrecimiento comentando que sólo eran unas furcias borrachas y aceleró el paso con intención de obligar a su acompañante a pasarlas para evitar tentaciones andando por delante de ellas con lo que, de nuevo, me dejaron totalmente libre el campo de visión.

Continué caminando, sin estorbos, detrás de ellas y lo suficientemente próximo como para poder escuchar su conversación cada vez más subida de tono lo que, unido al provocativo vestido de Andrea, terminó por estimularme de tal manera que la minga se me levantó y hacía adelante denotando las inmensas ganas que tenía de disfrutar de los encantos de aquel par de guarras y sobre todo de Andrea, que seguían andando, dando tumbos, por delante de mí. Como yo sí que me encontraba dispuesto a dar una alegría a mi cuerpo y estaba muy excitado, me agradó el oír decir a Andrea que se estaba meando por lo que propuso a Natalia salir de la avenida en un pasadizo cubierto que unía dos edificios y que era utilizado como acceso secundario a un colegio con intención de aprovechar que a aquellas horas no había gente para poder “aliviar” su vejiga urinaria colocándose en cuclillas dando la espalda a una de las múltiples columnas de sujeción del pasadizo. Natalia, que pretendía sobar el chocho a Andrea mientras la veía expulsar su lluvia dorada, la animó a llevar a cabo su propósito.

Al abandonar la avenida me fui detrás de ellas. Se dieron prisa puesto que, cuándo giré, observé que Andrea, ayudada por Natalia, se estaba bajando los leotardos llenos de transparencias. En cuanto quedaron a la altura de sus rodillas me coloqué detrás de Andrea y sin necesidad de subirla su corta falda y aprovechando que usaba tanga, comencé a restregar mi erecto “nabo”, aún oculto dentro del pantalón y del calzoncillo, en sus glúteos al mismo tiempo que, metiendo mis manos por su escote, la agarraba con fuerza las tetas impregnadas en la leche que la habían depositado en la parte superior de su “delantera” y tras liberarla del sujetador, procedí a estimularla los pezones con mis dedos gordos al mismo tiempo que tiraba de sus “peras” como si pretendiera que, como las de vacas, dieran leche y mojara con ella su sugerente vestido.

La joven no sólo no hizo nada por separarse si no, que bajo la atenta mirada de Natalia, se apretó con más fuerza a mí y me animó a darla “mandanga” mientras su amiga la indicaba que, después de su alocada noche, aún seguía encandilando a los varones para que la jodieran y la echaran su lefa. Cuándo introduje mi mano derecha por debajo de su vestido y procedí a separarla el tanga de la raja vaginal con intención de acariciarla y sobarla el chumino, Andrea no se pudo aguantar más y expulsó en tromba y al más puro estilo fuente, una portentosa meada con la que fue formando un buen charco en el suelo.

Como me había habituado a no dejar que ese autentico manjar de dioses que es la orina femenina se desperdiciara, me hubiera gustado poder ingerir al menos una parte de su micción pero me tuve que conformar con verla expulsar su lluvia dorada mientras me continuaba restregando en su culo y como Natalia pretendía haber hecho, me dedicaba a sobarla el coño con lo que me estimulé todavía más y en cuanto terminó de “aliviar” su vejiga urinaria, la hice desplazarse ligeramente hacia su derecha, ponerse de cara a una de las columnas, apoyar sus manos en ella y doblarse debidamente para que se mostrara ofrecida con intención de acabar de estimularme visualmente contemplando su cuerpo mientras Natalia se ocupaba de que mi pantalón y mi calzoncillo fueran descendiendo hasta mis tobillos con el propósito de que mis atributos sexuales quedaran al descubierto para poder menearme el pene con su mano durante unos instantes hasta que se percató de que no precisaba de más estímulos y pude proceder a “clavárselo” a Andrea y bien profundo por su apetitoso potorro que encontré convertido en un autentico mar de “baba” vaginal. En cuanto la introduje entera mi picha hice que Natalia se acercara y bajándola ligeramente la braga procedí a sobarla la raja vaginal mientras la propinaba a Andrea unos buenos envites con mis movimientos de “mete y saca” circulares de tornillo. La excesiva lubricación de la chica, el que sufriera algunas leves pérdidas de orina y el que volviera a alcanzar el clímax con suma celeridad, originó que no tardara en sentir que se estaba produciendo la expulsión de las gotas previas de lubricación y un intenso gusto que anunciaba la eminente descarga de mi leche.

No pensaba echársela dentro de la “seta” pero, aunque me encontraba curtido en el sexo, aquella experiencia me estaba resultando tan sumamente agradable que, imaginándome que aquella cerda llevaría puesto el DIU o que tomaría algún tipo de precaución, apuré tanto que, en medio de sus contracciones vaginales, no fui capaz de resistirme a la tentación de depositar mis primeros y más abundantes y concentrados chorros de leche dentro de su chorreante “almeja”, con lo que todo su cuerpo se la estremeció de gusto, antes de extraerla la pilila en plena eyaculación para mojarla con el resto de mi “salsa” la parte externa de la “chirla”, los glúteos y la parte superior de las piernas.

Mi descarga se produjo mientras, además de estar propinando unas buenas embestidas vaginales a Andrea, “hacía unos dedos” a Natalia que tenía, asimismo, de lo más jugoso el interior de su chocho y que, al verme echar tanta cantidad de lefa, llegó al orgasmo para no tardar y sin que tener que dejar de masturbarla, en mearse ante mí y al igual que Andrea, al más puro estilo fuente. El permanecer con mis dedos introducidos en el interior de su raja vaginal hizo que la expulsión de su abundante y espumosa “cerveza” se prolongara bastante y que la llegara a echar sintiendo unas sensaciones muy agradables y placenteras con lo que conseguí que se pusiera más cachonda. En cuanto terminó de salirla la orina, dejé de masturbarla y después de extraerla mis dedos mojados en su micción, la hice arrodillarse delante de mí para proceder a sacar lentamente mi pirula del chumino de Andrea, que desde que se había producido mi portentosa descarga parecía estar en otro mundo, con intención de, bien impregnada en mi lefa y en la humedad vaginal de su amiga, restregársela en la cara antes de metérsela en la boca para que Natalia me realizara una esmerada y lenta felación con el propósito de que se me mantuviera bien tiesa y en condiciones de echar más leche. Mientras Natalia, mostrándose sumamente dócil, se esforzaba por complacerme, me dispuse a “taladrar” con dos de mis dedos el orificio anal a Andrea mientras observaba como su coño devolvía una parte de la lefa que la había echado. Llevaba un rato forzándola con mis hurgamientos cuándo observé que en el suelo, cerca de Natalia, había una gruesa aunque corta rama de un árbol por lo que obligué a la joven a alargar su mano para cogerla sin dejar de chuparme la “lámpara mágica” y en cuanto me la entregó, se la metí a Andrea por el ojete sustituyendo a mis dedos.

Como el espectáculo, con las dos jóvenes entregadas, me resultaba de lo más excitante me centré en disfrutar de la excepcional mamada de Natalia y de los distintos hurgamientos anales que con mis dedos y con la rama del árbol realicé a Andrea, que no dejaba de decirme que si continuaba forzándola de aquella manera iba a conseguir que se jiñara, hasta que noté bastante próxima mi segunda descarga y tras obligar a Natalia a dejar de chupármela, se la volví a “clavar” vaginalmente a Andrea y procedí a propinarla otras buenas embestidas mientras la mantenía apretadas con fuerza las tetas antes de que hiciera que Natalia se incorporara para volver a masturbarla mientras la iba despojando del vestido con lo que pude verificar que, como me había supuesto al verlas, no llevaba sujetador que, según me explicó, la habían quitado para quedárselo como recuerdo unos jóvenes a los que les había “descargado la pistola”, con lo que logré dejarla las tetas al aire para, olvidándome de las de Andrea, manosearlas, mamárselas y apretárselas con mi mano izquierda al mismo tiempo que con el dedo gordo la empitonaba aún más sus erectos pezones y con la braga a la altura de las rodillas, la continuaba masturbando usando tres dedos de mi mano derecha.

A punto de producirse mi explosión decidí obrar como la vez anterior y aprovechando que Andrea estaba alcanzando un nuevo orgasmo, la eché los primeros chorros de leche dentro del potorro antes de sacársela con intención de empaparla el culo a ella y la cara y las tetas a Natalia, que se volvió a arrodillar delante de mí con tal propósito, con el resto de mi lefa que, en concentrados y espesos chorros, no dejaba de salir por la abertura. Después se la volví a introducir vaginalmente a Andrea para proceder a mearme en su interior mientras, de nuevo, la propinaba unos enérgicos y vigorosos movimientos de “mete y saca” y la chica llegaba, una vez más, al clímax. La nueva experiencia la debió de resultar tan alentadora y excitante que, en pleno orgasmo y mientras iba recibiendo mi líquido amarillo, procedió a liberar la orina que aún conservaba en su vejiga urinaria.

En cuanto acabé de mear y muy a gusto dentro de la “seta” de Andrea, se la saqué y una vez más, volví a restregar mi “pito” en la cara de Natalia antes de colocársela en la boca para que, permaneciendo en cuclillas y abierta de piernas, me realizara otra felación mientras efectuaba unos hurgamientos anales a Andrea con la rama del árbol lo que me permitió comprobar que aquella guarra “tragaba” de maravilla por el culo por lo que me decidí a “taladrárselo” con mi duro, erecto y largo “plátano” contando para ello con la inestimable ayuda de Natalia, que la abrió todo lo que pudo el ojete con sus manos para que se lo pudiera meter entero sin demasiados problemas pero, en cuanto la propiné unos envites anales, noté que la punta de mi polla se había quedado aprisionada en su intestino. Mi experiencia me hizo suponer que, al ser primeriza en el sexo anal, en cuanto consiguiera liberar a mi “rabo” me lo iba a impregnar en su mierda. Se lo debí de acoplar de maravilla puesto que me resultó bastante costoso conseguir que la punta se moviera para poder liberarla de su aprisionamiento intestinal y en cuanto lo logré, Andrea me indicó que se estaba jiñando y me pidió que la sacara mi “salchicha” para poder defecar pero, a pesar de su insistencia, la continué poseyendo por detrás y a buen ritmo hasta que sus excrementos ejercieron tal presión en mi “tranca” que me obligaron a extraérsela. En cuanto la tuvo fuera de su culo, expulsó y en tromba una impresionante evacuación líquida cuya primera descarga estuvo a punto de caerme encima.

Andrea, a la que según Natalia acababa de desvirgar analmente, se vio afectada por un proceso diarreico por lo que decidí olvidarme de ella y despojar a Natalia de su braga, que deposité en el suelo y hacer que, en bolas, se colocara a cuatro patas en el suelo y se mostrara bien ofrecida con el culo en pompa con intención de, arrodillándome detrás de ella, proceder a poseerla vaginal y analmente. Comencé disfrutando durante unos minutos de su chorreante y estrecha “almeja” en la que mi “herramienta” entró bastante justa. Al sacársela impregnada en su “baba” vaginal con intención de introducírsela por el culo, Natalia, al ver mis intenciones, se opuso a que, como había hecho con Andrea, la desvirgara analmente y la poseyera por detrás pero, a pesar de su oposición, en cuanto me vio en plan de macho dominante dispuesto a todo con tal de salirme con la mía, no tardé en “clavársela”, sin problemas y bien profunda, a través del ojete mientras Andrea, permaneciendo en cuclillas, continuaba defecando y comenzaba a devolver una parte de la gran cantidad de alcohol que había ingerido a lo largo de la noche.

Fue entonces cuando un hombre de mi edad, que supuse que trabajaría en el centro escolar que se encontraba al fondo, entró en el pasadizo y nos sorprendió en “plena faena”. Creo que Andrea y Natalia tardaron en darse cuenta de su presencia mientras que a mí me miró antes de que, sorprendido y sin hablar una sola palabra, decidiera grabarme con su teléfono móvil mientras la propinaba a Natalia una buena serie de embestidas anales. Lo único que le oí decir fue que con toda la “tralla” que la estaba dando tenía que descargar en el interior de la “chirla” de aquella cerda para que la “hiciera un bombo”. El que me grabara mientras poseía por detrás a Natalia me motivó aún más por lo que la joven, sin dejar de quejarse de que la estaba haciendo muchísimo daño, tuvo que soportar la penetración anal y mis insultos mientras la obligaba a apretar con fuerza sus paredes réctales a mi verga con el propósito de que me llegara a excitar mucho más y me diera una mayor satisfacción. Natalia, totalmente entregada, me indicó que disponía de una “banana” tan excepcional que podía hacer con ella lo que quisiera pero sin llegar a destrozarla el culo que estaba deseando sentir lleno de leche.

A pesar del elevado grado de excitación sexual que alcancé, de los continuos insultos que dediqué a la joven y de lo mucho que me estimulaba que aquel hombre me estuviera grabando mientras la poseía analmente, tardé en complacerla puesto que, como me había sucedido con Andrea, la punta de mi chorra terminó por acoplarse al intestino de Natalia y aunque no tardé tanto en liberarla de su aprisionamiento intestinal, perdí la erección total momentáneamente lo que me permitió poder disfrutar durante unos minutos más del delgado, redondo y terso culo y del conducto anal de aquella golfa hasta que comencé a sentir que mi descarga era eminente y procedí a sacársela bruscamente del trasero disponiendo del tiempo justo para volver a “clavársela” entera, justa y bien profunda por el chocho con intención de propinarla unos buenos meneos con mis movimientos de “mete y saca” para traspasarla el útero y conseguir que Natalia se sintiera bien llena. Mientras sus contracciones vaginales me indicaban que estaba llegando al clímax, sentí un gusto intensísimo y largo y la eché íntegra y de qué manera, una ingente cantidad de concentrados chorros de leche dentro de su chumino.

No había terminado aún de descargar cuándo Natalia comenzó a sufrir, como unos minutos antes la había sucedido a Andrea, los efectos de un proceso diarreico tan habituales entre las féminas en sus primeras experiencias en el sexo anal hasta que se van acostumbrando a ser poseídas regularmente por el culo. Después de expulsar al igual que su amiga en tromba su primera descarga con la que me impregnó el cipote, me recriminó el que, en vez de explotar dentro de su culo, hubiera eyaculado y de una forma tan abundante en el interior de su coño ya que, de encontrarse en uno de sus días fértiles y al no llevar puesto el “paraguas” ni tomar ninguna precaución para evitarlo, la podía haber fecundado.

En vista de que poca más satisfacción iba a poder obtener de aquel mermado par de cerdas y sin dejar de escuchar las recriminaciones de Natalia, me coloqué delante de Andrea que, aunque había terminado de defecar y de vomitar, aún se encontraba en cuclillas y cogiéndola de la cabeza la obligué a chuparme con esmero la minga durante unos minutos con intención de que me la limpiara de la lubricación y de los excrementos de su amiga mientras, obligándola a usar dos de sus dedos, me realizaba unos hurgamientos anales lo que el varón que me estaba grabando aprovechó para obtener unos primeros planos de la felación que me efectuaba aquella agraciada y guarra joven. Después de sacársela de la boca y de sobarla las tetas y el potorro, decidí quedarme como recuerdo con el provocador vestido, el sujetador y el tanga de Andrea, empapado en su orina e impregnado en su evacuación, que la quité antes de recoger del suelo el vestido y la braga de Natalia y de ponerme bien la ropa mientras el hombre guardaba su teléfono móvil y desaparecía de mi vista sin despedirse y sin que pudiera ver si proseguía su camino hacía el colegio. Después de darlas un beso con lengua en la boca, me separé de ellas dejándolas exhaustas y con todos sus encantos al aire. Me hubiera gustado quedarme para poder ver cómo se las arreglaban para, desnudas, salir de aquella pero el tiempo pasaba deprisa y llegaba tarde a mi trabajo.

Como me suponía, en mi centro de trabajo Olga me estaba esperando ansiosa por sentir mi “nabo” insertado en su interior y disfrutar del acto sexual pero, al no haber tenido tiempo para recuperarme y después de depositar los “trofeos” que llevaba en mis manos en un cajón de la mesa de mi despacho, me dispuse a “aliviarla el calentón” con una exhaustiva comida de “seta”, con la que conseguí que depositara su sustanciosa “cerveza” en mi boca, que completé con unas buenas lamidas anales y unos hurgamientos circulares con dos dedos introducidos en su ojete hasta que me indicó que la estaba dejando de lo más predispuesta para defecar. A media mañana, después de almorzar, la pude complacer “clavándola” vaginalmente mi pene, jodiéndola y echándola dos polvazos seguidos antes de culminar meándome en el interior de su “almeja” que, como llevo años comprobando, es una sucia actividad sexual que agrada y estimula a la mayoría de las hembras.

Pero, a pesar de encontrarme bien servido sexualmente con, entre otras conquistas, Agata, Olga, Raquel y sobre todo con Meri que poco a poco se va convirtiendo en la candidata ideal para llegar a ser mi pareja estable, los viernes sigo anhelando volver a encontrarme con Andrea y Natalia lo que, por desgracia, no ha sucedido puesto que me gustaría volver a repetir la experiencia ya que, desde la mañana que me las cepillé y gracias a los estímulos y a la excitación sexual que alcancé con ellas, mi virilidad ha mejorado y aunque no he logrado superarme para echar más de tres polvazos seguidos antes de disfrutar de un periodo de descanso y recuperación, desde el memorable viernes en que me las follé, mis lechadas, que ya eran masivas, resultan más abundantes y largas lo que me permite disfrutar de un mayor gusto al tener que emplear más tiempo para soltar en cada una de mis descargas unas ingentes cantidades de chorros de concentrada y espesa lefa.