Dos amigas - 4
Monic toma posesión de la dirección y hace buenas migas con su secretaria
DOS AMIGAS – 4
El día de mí incorporación a las oficinas en Ámsterdam, había llegado, me levante un poco nerviosa, había echado de menos en la cama a Josephine, me faltaban sus abrazos y sus caricias. Me duche y a continuación me puse la nueva crema en los pechos, esta nueva crema era más fuerte y la piel se me puso más tensa en un principio, pero según se absorbía, notaba que la misma piel y el resto de los tejidos se relajaba, quedando mas flácidos. Tenía un agradable perfume a flores silvestre, seguramente para dar sensación de mujer a la que lo utilizase.
Me maquille con unos tonos no muy fuertes pero tampoco de quinceañera, unas pequeñas pestañas postizas ya que las mías de hombre eran diminutas, remarque las cejas, sombra en los ojos y una línea suave de rímel.
Un sujetador en tono azul celeste de media copa haciendo juego con las braguitas que tenían un lazo en su parte delantera, antes había procedido a esconder mi pene entre mis piernas. Sobre las bragas me puse una pequeña faja con un poco de relleno en las caderas para resaltar mi figura y que no diese la sensación tras la operación de que todo era postizo, así el personal, vería en mi una mujer atractiva, con unas buenas tetas y unas curvas muy sugerentes. De momento no me puse medias, ya que el clima todavía era soportable. Me enfunde una falda semi tubular que con los rellenos de cadera hacia resaltar mas la figura, una blusa color blanco cerrada con botones, deje los tres primeros sin abrochar resaltando de esa manera mis pechos postizos que si no se tocaban daban el pego, y una chaqueta todo el conjunto en un color crema. Zapatos a juego con un tacón no muy alto con 6 cm era suficiente, pensando que tendría que caminar bastante para conocer las instalaciones. Un poco de perfume tras las orejas, unos pendientes de clip una pulsera discreta haciendo juego con los pendientes y una cadena con una pequeña medalla de mi madre.
Desayune tan solo un café con leche y un zumo y así, me dirigí a mi trabajo.
Al llegar a la sede, nadie me conocía, pregunte por el Director Adjunto, a los pocos minutos, apareció, era un hombre de una estatura aproximadamente 1,70, pelo canoso, bien arreglad, manos pulcras, uñas recortadas llevaba unas gafas bifocales, tendría aproximadamente unos 62 años, ya estaba próximo a jubilarse. Me saludo y le dije.
Soy la Srta. Monic
Bivie. Nuevo director gerente de la empresa en Ámsterdam, me supongo que tendrá conocimiento de mi llegada.
Si Srta. Monic, me contesto, permítame que le acompañe a su despacho y le presente al personal.
Al seguirle por los pasillos, comprobé que las miradas de los hombres se fijaban en mi trasero y las de las mujeres en mi delantera. A mi paso, se oían algún suspiro procedente de la sección de caballeros, que seguramente decían que así se puede trabajar con más alegría o que estaban dispuestos a hacerme algún “Favor”.
Recorrí todas las instalaciones, no quedo ninguna en que mi figura se pasease luciendo las curvas de mi trasero.
Al llegar a mi despacho me senté tras la mesa, era grande de madera maciza, barnizada con mucho gusto el ambiente del despacho era agradable, amplio con dos pequeñas butacas frente a mi mesa y un tresillo al fondo rodeando una pequeña mesa de centro, las paredes adornadas con cuadros sugerentes a nuestra empresa y en el centro una alfombra cuyo origen bien podía ser oriental o de medio Oriente.
Me presentaron a mi secretaria particular, se llamaba Margaret, una chica rubia, ojos verdes, sus pechos no eran muy grandes con rostro agraciado, tendría unos 32 años. Me fije que no llevaba anillo de casada y le pregunte, me dijo que de momento no pero que pretendía casarse el próximo año, su novio era militar y estaba destinado en el extranjero. Le indique que el próximo día traería mi ordenador personal y que dispusiese lo necesario para las consabidas conexiones. Cuando se retiro le dije:
Margaret, espero que su colaboración sea provechosa y no vea en mí a su jefa, quiero que vea a una amiga que tiene una serie de prerrogativas.
No se preocupe Sra. Bivie no tendrá problemas.
Ah, llámeme Monic y lo de Sra. Todavía no estoy casada.
Gracias Srta. Monic, respondió, cerrando la puerta y dejándome sola.
Durante todo el día me dedique a tomar contacto con el personal y repasar los estadillos de contabilidad, ventas, personal, en fin todo aquello que me llevase a conseguir que la empresa en Holanda funcionase con la misma eficacia que en Francia. El almuerzo lo hice en un pequeño restaurante cerca de las oficinas, un almuerzo a base de ensalada y un pescado a la plancha regado con una copa de vino blanco. No podía perder tiempo en comidas me esperaban unas jornadas muy intensas.
Cuando llegue a casa, estaba agotada, me di un baño en el yacusi que me relajo completamente, mientras pensaba en Josephine, masajeaba mi pene que estaba muy solitario ya que no tenia donde meterlo, me masturbe pensando en ella, fue una corrida bestial, el chorro de esperma, salto fuera del yacusi, me dejo extenuada.
Al salir del baño, me enfunde en un albornoz grueso, de una felpa muy suave antes me había puesto unas bragas para recogerme el pene ya flácido tras la masturbación.
Me dirigí a la cocina y me prepare un sándwich con un poco de queso y jamón dulce, una copa de vino y me puse a ver la televisión, en eso sonó el móvil, era Josephine.
“Hola cariño, como estas, le dije, yo estoy agotada, hoy fue mi primer día en la empresa,” le conté lo que hice durante todo el día incluso que me había masturbado pensando en ella.
Me dijo que me echaba de menos que las inyecciones había tenido que ir a un practicante para que se las pusiese, ya que no se atrevía a ponérselas ella misma, y que dentro de un momento se iba a retirarse a dormir y se haría una paja pensando en mí. Me hizo gracia, las dos nos masturbábamos pensando en nuestras parejas.
Me indico que procuraría adelantar el viaje, que me avisaría para que la fuese a recoger.
Al acostarme, me volvía a poner la crema en los pechos, cada día los notaba más sensibles, los pezones al masajearlos, se ponían erectos comenzaban a tomar algo de forma, no veía el momento de que me implantasen las prótesis, estaba indecisa si ponerme unas de lagrima o redondas. Ya se lo consultaría al médico llegado el momento.
Cada día que pasaba, me afincaba mas en mi trabajo, el personal comenzaba a admitirme, en el sentido de que una mujer fuese su jefa, sobre todo los hombres, pero en lo que respecta a nuestra empresa, y pensando que era una empresa dedicada a la cosmética, las mujeres llevábamos las de ganar.
Mi secretaria Margaret, mostraba diariamente su eficacia, sabia su profesión, siempre estaba pendiente de mi agenda, recordándome las reuniones, en la oficina o fuera de ella, no tenía que decirle las cosas más de una vez y en alguna ocasión se adelantaba a mis deseos o propuestas con verdadero acierto.
Un día la invite a almorzar, un poco para romper el hielo de la oficina y otro para conocernos mejor como mujeres, quería preguntarle donde se podía una divertir sin abusar, los ambientes que había en la ciudad etc. Además donde se podía encontrar buena ropa, elegante pero no cara ni sofisticada.
La conversación fue muy agradable, hablamos de moda, me conto de su chico, que pronto regresaría y que tenía unas ganas locas de abrazarlo y…. Ya podéis suponerlo tenía el chocho con telarañas de no usarlo me dijo el lugar más elegante de Ámsterdam para divertirse con mesura y sin levantar escándalo, en el que asistían verdaderos hombres, no solo guapos, bien formados y educados, sino con una buena cartera. Le pregunte si le apetecería ir un día las dos, aprovechando que su novio estaba ausente, podríamos bailar y si se tercia ligar, claro está que ella me dijo que de ligar no podía, ya que estaba muy enamorada de su novio, lo comprendí y le indique que era una broma, que no quería meterme en su vida privada, acepto las disculpas y seguimos como si no hubiese pasado nada.
Cuando llegue a casa, llame a Josephine preguntándole cuando tenía previsto venir, me informo que se retrasaría un par de semanas, ya que estaban en una campaña publicitaria muy importante y que no podía dejarla, que me avisaría con unos días de antelación. Me resigne a seguir esperando un poco más por ella. Cosas del amor.