Donde y con quien menos lo esperaba (y III)

Depués de entregarme a un desconocido, me utiliza como juguete sexual.

DONDE Y CON QUIEN MENOS ME LO ESPERA (y III)

Si vas a leer la tercera parte, gracias. Eso quiere decir que te has leído las dos anteriores.

Este relato lo he subido a Infidelidades, por continuidad con el anterior. Podría haberlo también publicado en Sadomaso o No Consentido. Opinar vosotr@s

Quiero deciros que esta tercera parte es ficticia. Las dos primeras, me sucedieron más o menos así. Esto sucedió hace muchos años y no puedo reproducir exactamente como fueron los diálogos pero si los echos que guardo en mi memoria, pero si, me dejé hacer por otro hombre que no era mi marido. Era vulnerable, y el maduro -nunca supe su nombre- lo aprovechó. Después lo pasé fatal. A veces hay que ser fuerte y resistir las tentaciones. En esta tercera parte, he dejado volar la imaginación, quizás respondiendo a alguna fantasía oculta en mi mente. Me lo he pasado bien y espero que vosotros, queridos amig@s y coleg@s calenturient@s , os lo paséis también. Un beso de una madura cachonda.

Entonces abandonó su posición sobre mi, me levantó agarrándome por el pelo y me arrastró al suelo a sus pies.

-Pues yo opino que esto no ha acabado. Y si te pones tontita, te echo así como estás a la calle, me la vas a chupar, y procura hacerlo bien-

No me quedaba otra opción. Empezaba a tener miedo de aquel hombre. Lo veía capaz de cualquier cosa.

Se agarró el flácido sexo, embadurnado en semen y en mi propia corrida, con una mano, mientras que con la otra mantenía gran parte de mi melena morena enrollada en su mano y y comenzó a restregarlo por mi cara.

-Abre la boca- me ordenó.

Entreabrí los labios, puso su pringada salchicha entre ellos y empujó. No consiguió que entrara. Me alzó la cara para que lo mirara y me dijo amenazadoramente mientra levantaba la mano:

-¿Quieres que te marque la cara?-

  • No, por favor- respondí entrecortadamente, mientras rompía a llorar viéndome indefensa.

Me bajó la cabeza y me la dirigió hacia su sexo. Abrí la boca y me lo metió en su totalidad. La mezcla de sabores y olores, me disgustaron, además los fluidos estaban ya fríos. Había probado el semen, pero aquello no tenía que ver con el fluido espeso y caliente con olor a almizcle.

Venciendo a la repulsión, chupando y lamiendo, me fui tragando los desagradables plastones orgánicos.

El me empujaba la boca hasta que sus vellos me tapaban la cara, me apartaba y hacía que se la chupara.

A los diez minutos con mi penosa labor, comenzó a reaccionar.

Progresivamente, fue adquiriendo dureza y volumen. Retiró su mano, me soltó el pelo y dejó que mi boca fuera el único contacto entre los dos.

Desde el momento que me había amenazado, permanecía de rodillas sobre la alfombra, con mis nalgas apoyadas en los talones y las palmas de las manos descansando en paralelo sobre los muslos. Los brazos presionaban lateralmente los pechos, juntándolos y haciendo más profundo el canalillo. En mi rostro, con los ojos cerrados de donde varios lagrimones habían arrastrado el maquillaje dejando manchas oscuras sobre las glándulas mamarias, un gesto de repugnancia mostraba lo poco agradable que me estaba resultando aquel momento.

Pero todo comenzó a cambiar. Ahora, lo que me llenaba la boca, era un orgulloso falo duro, caliente y (me había empleado a fondo) limpio. El se había recogido la camisa y disfrutaba del espectáculo.

-¡Vaya con la señora marquesa!, tiene una boca de puta de primera y una lengua que hace revivir a un muerto-.

De nuevo un espasmo vaginal. Las hormigas volvían a devorarme el clítoris. Levanté la mano derecha, rodee la polla, le retiré el prepucio y me la tragué hasta donde pude. Cuando me le extraje, lo hice muy lentamente en una succión continua como si quisiera vaciarle de cualquier fluido.

El echó la cabeza hacia atrás y soltó un prolongado siiiiiiiii.

Ahora la tenía morada. Eso, por el chupón de mi muslo.

Bruscamente me la sacó. Me agarró por debajo de la axila y me levantó. Con un giro brusco me puso de cara a la mesa. Abrió el cajón y tomó varios trozos de cuerdas. Eran tres. Uno tenía dos lazadas, los otros una. Separó estos dos y se agachó a mi lado. Me levantó un pie, deslizó la lazada hasta la tobillera del zapato, tiró de la lazada hasta que desplacé el pie a la altura de la pata de la mesa, levantó esta y paso la lazada . Ahora mi pierna estaba, aunque me podía liberar fácilmente, obligada a permanecer en esa posición. Repitió la operación con la pierna derecha. Entre ambas había una separación de unos 80 cms. Lo que me dejaba totalmente abierta y expuesta.

La cuerda que tenía dos lazadas, lo pasó por detrás de dos tuberías que pasaban frente a la mesa. Me agarró una muñeca y la dirigió hacia la primera lazada. Vi que me iba a quedar en una situación doblada y con los antebrazos apoyados, por lo que le pedí:

-¿Puede esperar un momento?-

-¿Y ahora que quieres?¿te vas a maquillar?- Preguntó irónicamente

Permanecí con la mirada baja. Cogí un rancio cojín que había en la silla, puse mis manos bajo mis pechos, los levanté y me doble sobre la mesa. Los dejé descansar sobre el cojín con los pezones mirando a la pared.

El soltó una maligna carcajada...

  • ja, ja, ja, así que mamita tiene miedo de que se le estropeen sus maravillosas tetas....-

Rodeó mi muñeca derecha con la primera lazada , apretó el nudo corrredizo y repitió la operación con la otra a la altura del Cartier. Se retiró. Se me quedó mirando y, sin esperarlo, me sacudió una violenta bofetada en mi nalga izquierda que restalló en todo el local.

Se giró, separó el cortinón y desapareció. A los pocos segundos se apagó la luz dejándome totalmente a oscuras.

Sola, desnuda,a oscuras y con mis pensamientos.

Mi primer pensamiento fue para mi hijo. La última vez que había mirado el reloj eran las 8 y media. Carmiña, nuestra asistenta, ya le habrá dado el biberón y estará durmiendo el angelito.

Luego pensé en mi marido. En Oporto. Seguro que ya en el hotel contando las horas para volver a mi lado...Seguro que llamaría. . Pero más tarde. Me estaría imaginando dándole el pecho a nuestro hijo. Pues no era mi hijo el que estaba disfrutando de ellos...

Tenía miedo. No sabía el tiempo que me retendría. El aire circulaba entre mis ingles enfriando los fluidos que aún brotaban de la vagina. Me sentía vulnerable, expuesta y... muy excitada. Los tacones hacían que mi trasero estuviera más levantado que el resto de mi cuerpo, lo que ofrecía mis agujeros a lo que le apeteciera.

Querría tocarme. El redondo tirador del cajón sobresalía como un pequeño pene. Separando las rodillas, bajé mi pelvis y noté como entraba en contacto con mi vulva. Moví las caderas para que separase los labios y se hiciera sitio. Bajé unos centímetros y el clítoris entró en contacto.

Lentamente mis caderas comenzaron a moverse en círculos. El enervante roce hizo que volviera a crecer el pequeño y sensitivo apéndice. Abrí la boca y atrapé uno de los pezones con los dientes... Preferí dejarlo. Brotaba la leche...

Habían pasado como cinco minutos cuando volvió la luz. Me vi obligada a cerrar los ojos. Recuperé mi posición normal, si se puede llamar así.

Se apartó el cortinón, miré y apareció semidesnudo, solo un boxer verde ocultaba la erección. En la mano traía algo. Cuando me di cuenta de lo que era, me alarmé.

Era un calzador de madera pulida con un mango largo tallado. Algo tenía en su extremo que ocultaba su mano. También depositó un misterioso tarro.

Se paró detrás mía. Me quedé inmóvil. Me sentí observada.

La suave madera del cazador entró en contacto con la piel justo debajo de la nuca. Se metió bajo el collar de perlas y lo tensó tirando hacia arriba. Tuve miedo que lo rompiera, era muy caro.

Bajó lentamente a lo largo de la columna vertebral hasta que llegó al erótico valle sobre la unión de las nalgas. Se puso a mi lado y vi que lo situaba sobre mis aureolas. Gemí de dolor cuando golpeo con saña una y después la otra.

Volvió a desaparecer de mi campo de visión. Lo volví a sentir bajo la axila derecha, comenzó a golpear repetidamente el lateral del pecho. Bajó por la cintura y llegó a la cadera. Perdí el contacto. El, con la mano izquierda, hizo fuerza sobre el mango en dirección a mi nalga, mientras con la derecha lo retenía. Forzó hasta que el mango comenzó a combarse y soltó la mano derecha.

Yo lo esperaba... pero no tanto. El seco golpe pareció un tiro. Al momento una quemadura se creó en mi nalga derecha.

-¡¡¡Hhhhhaaaaaaggggggg!! ¡Me estas haciendo daño, cabrón.!-

¿-A la marquesa le duele el culito? Esas son las cosas que pasan por meterte a jugar a lo que no debes y sin saber con quien.

-Eres un hijo de puta. Solo quería dejarme follar-

-Si, soy un hijo de puta, además de los grandes. Pero te voy a complacer. Vas a salir de aquí sin ganas de follar durante mucho tiempo-.

De nuevo la madera restalló sobre mi piel. Esta vez sobre la redonda y prominente nalga izquierda. Al coger impulso, aún fue más violento que el anterior.

-¡Por favor, no me hagas daño, haré todo lo quieras, pero no me dejes señales!-.

Las lágrimas se me acumularon en los ojos. Volví a sentir aquel artefacto infernal subiendo por la parte trasera de mi muslo derecho. Llegó al final de la media y me dio un golpe seco en la sensible carne. Me tensé hacia atrás. Dos lagrimones se desbordaron y me cayeron por las mejillas. Cambio de dirección y paso al interior. Llegó a la vulva y golpeó repetidamente sobre el clítoris. Automáticamente, intenté cerrar las piernas, pero las cuerdas me obligaron a permanecer abierta. Giró la herramienta y deslizo el canto entre los labios...

Y de pronto me di cuenta que estaba excitadísima. El ardor en las nalgas me mostraba la posición real en la que estaba. Aquel instrumento me estaba rozando toda mi grieta y me daba un tremendo gusto. Llevaba esperando un contacto ahí desde hacía mucho rato. El calzador pasó bajo mi vientre, ahora eran las rugosidades del fino mango labrado las que me estaban martirizando al darle adelante y atrás...

Se me escapó un gemido, mis caderas se movían cadenciosamente buscando más placer.

-¿Te gusta?-

  • mmmmm-

-Dime que quieres ser mía-

-Quiero ser tuya-

Se desnudó del todo, se acercó por atrás con su polla como un ariete. Con la mano izquierda me agarro por la cadera derecha, Agarró la polla y después de varias pasadas, me penetró de un tirón.

-Dime que quieres ser mi puta-

------------------------- (Jadeos y silencio)

-Dímelo zorra rica.-

-Quiero ser tu puta-

-Tu marido es un impotente y un desgraciado. Mira que con este cuerpo, tengas que andar buscando pollas por ahí...-

En este punto, me revelé. Por eso no pasaba.

-Mira, cabrón, a mi familia, ni la mencione. A mi hágame y dígame lo que sea. Pero como vuelva a mencionar a mi marido, me voy.- Dije, aún sabiendo que no podía cumplir mi promesa, alzándome, girando lo que podía y mirándole a la cara.

-Ja, ja, ja... Mira la esposa fiel... Le pone unos cuernos de ciervo y ahora quiere que lo respeten.

Mira putita. No estás en condiciones de exigir nada.- Pasemos al nivel 2...-

-¿El nivel 2?

-Si. ¿Tu marido te encula?-

-¿Para que quiere saberlo?.

  • No me digas que tienes un culito virgen. Bieeen... Lo vamos a pasar bien...-

Este plural lo entendí como algo en lo que me incluía. Pero no se refería a mi...

En todo este dialogo había permanecido dentro de mi. Me puso una mano en la espalda, me empujó a la postura inicial y se aferró a mis caderas. Comenzó a follarme. Al principio, la furia que me había embargado hacía que no recibiese ningún placer, pero poco a poco, al sentirme a su merced, mi coño volvió a segregar la dulce miel del placer. Sentía cada penetración, cada centímetro de su carne que me invadía. Comencé a morderme el labio inferior, un gesto que hacía cuando el placer me poseía.

Quería acelerar mi placer, pero no podía utilizar mis manos. Era solo una vagina para ser penetrada. Los pezones se me volvieron a poner duros. Mi coño salía al encuentro de su polla.

-Si, así, fóllame, hazme tuya-.

-Dime que tu marido no sabe follarte-

-Deja a mi marido olvídate de él.-.

Me dio un fuerte azote y me la sacó.

-Veo que aún no has aprendido. Ahora le toca a este-.

Me giré al oír ese comentario. Había girado el calzador. Ahora lo agarraba por la madera. Ahora podía ver lo que era el mango. A alguien con la mente retorcida, se le ocurrió fijar una pelota de golf en el extremo. Una pelota rugosa y gastada. Algo que me podría abrir las heridas.

Entré en pánico. Comencé a tirar de las ataduras. El apoyó su mano en la base de mi espalda y dirigió la bola hacia mi coño.

-¡¡NO, NO, NO ME METAS ESO, ES PELIGROSO, ME PUEDES HERIR!!-

La apoyó en la entrada y presionó levemente La gran dilatación remanente del parto, permitió que entrara “en el hoyo”,

-Dime lo que quiero oír o te mando al hospital-

Sabía que estaba aun paso de que ese animal me dañara.

  • Mi marido no me sabe follar-

-Dime lo que quieres de mi-

-Quiero que seas tu mi macho y yo tu puta. Quiero que me folles tu y no mi marido-

Era increíble pero el decir eso con la cabeza agachada, repercutió directamente en mi coño. Mi vagina volvía a licuarse.

-¿ Te gusta dentro?-

-Si, pero es peligroso, sácala, por favor.-

No me obedeció. Notaba su respiración acelerada por el morbo y la excitación. Empujó ligeramente y penetró un par de centímetros Las rugosidades de la pelota se hacía perceptibles en mis paredes.

-No me hagas eso. Toma mi culo, pero por ahí no.... cariño.-

Recurrí a la palabra más tierna que se me ocurrió.

-Está bien, acepto el trato.-

Sacó lentamente la bola a la que siguieron varios hilos de flujo.

Comencé a sudar de miedo. Sabía que me iba a doler.

Se agachó detrás mía, me abrió los cachetes más de lo que estaban y pasó la lengua desde mi encharcado coño hasta mi rosa.

En ese momento me sentí totalmente receptiva. A cada lenguetazo que untaba mi ano con mi néctar, lo acompañaba un gemido y un espasmo. Me clavó los dedos en mis duros glúteos y hundió su lengua en la sensación más delirante que había vivido hasta ahora. Todos los sentidos se me habían concentrado en mi agujerito. Una mano descendió, introdujo el pulgar en la vagina y con los dedos empezó a describir círculos en el clítoris. La media hora de continuos acelerones y frenazos había ido acumulando el deseo. Necesitaba que me llevara al clímax.

-Por favor, no te pares. Haz que me corra, por caridad.-

Sin sacar su mano de mi vulva, se levantó, acercó el bote, lo destapó, metió los dedos y los sacó goteando una sustancia transparente. La dejó caer en el culo y comenzó a introducir un dedo, luego dos,

Eso fue demasiado para mi, aspiré aire, me tensé, contuve la respiración y una explosión de placer inenarrable hizo que la corrida salpicara el suelo.

¡¡AH, AAH, AAAH.!! VIRGEN SANTÍSIMA, ME CORROOOOOOOOOO!!

Estuve a punto de caerme de los zapatos de tacón. Caí desmadejada sobre la mesa, aplastando los pechos. Unas gotas de leche humedecieron el usado cojín.

El, mientras tanto, impertérrito, seguía a lo suyo. Me estaba dilatando para forzar mi entrada trasera. Me dejé hacer. De vez en cuando un dolor sordo hacía que apretara los dientes.

-Para ser una pija, tienes un culo de vicio-.

Me lo decía como si fuera mi masajista. Por cierto, veremos si puedo volver a sentir sus caricias sin mojarme....

Sacó los dedos. Al poco volví a sentir la sustancia lubricante (vaselina, supongo) untando mi ya abierto ano. Fui relajando mis músculos. Sabía que el momento estaba próximo. Algo frio se insinuó en la entrada...

-¿Que haces?- Le pregunté girando la cabeza e intentando ver lo que me quería introducir.

De nuevo la pelotita.. Pero esta vez, no se paró. Comenzó una fuerte presión para vencer la resistencia de mi anillo anal. No me podía relajar, apreté inconscientemente. Una nalgada hizo que le pidiera una pausa. Con el dolor de tener un cuerpo extraño ahí metido, conseguí serenarme y soltar los músculos.

-Sigue despacio- le pedí.

La retiró un poco y volvió a la carga, La vaselina caliente, corría por el perineo y convertía mi coño en una pista de patinaje.

Empujó bruscamente y pasó el anillo. Di un grito y mordí el cojín. Sabía a viejo. Ahora la tenía alojada en el intestino.

-¿Y si se desprende?- pensé.

-Sácamela, te quiero a ti y a tu polla...- le pedí para evitar riesgos.

Me creyó. La retiró. Había cumplido su fantasía. (A saber cuantos años llevaba deseando este momento), Acercó un cajón y se puso detrás mía. Hay que tener en cuenta que tengo buena pierna y encima tacones... pues como que no me alcanzaba en el culo.

-Por favor, suéltame una mano, quiero darme gusto mientras tu me enculas-. (Era sorprendente como mi lenguaje se había transformado).

-No, pero te correrás. No lo dudes-

Y con la misma, acercó su polla a mi rosa y empujó. Simplemente, se deslizó al interior. No me dolió. Pero el morbo de sentir esa barra caliente dentro fue una de las sensaciones más eróticas de mi vida. Me estaba follando duro, las envestidas repercutían en mi vagina. Estaba al límite. Me hacía falta una chispa para explotar, pero la chispa no llegaba. Gemía, suplicaba apretaba los dientes (dolía en algún momento) invoqué a Dios, le insultaba, le suplicaba que me follara...El sudor me corría por todo el cuerpo. El cada vez iba más lento, volvía a dosificarse. Aún quería más. Debía de pensar que una dama como yo, no se tiene todos los días.

Y entonces se salió. Se acercó al cortinón, lo separó y dijo:

-¡Pasad!, la tenéis preparada, follarla por donde queráis. Pero ya sabéis, sin correrse.

Me puse blanca y me creí morirme de vergüenza cuando vi a los cinco pandilleros del centro comercial (rondando la mayoría de edad) entrar y rodearme. Habían estado oyendo, y sabe Dios si viendo, el espectáculo. Me quedé inmóvil sopesando las consecuencias..Miré hacia el bolso, medio oculto. Lo peor era si descubrían donde vivía..

Pero no estaban para bolsos, Mientra varias manos empezaron a palpar todo lo que les apetecía. Tres se sacaron la ropa y se quedaron meneando sus pollas.

Los toqueteos, los dedos que se hundían en mi interior, algún morreo, los apretujones, entre risas a mis tetas... fue haciendo su efecto. Miré hacia el maduro, a mi lado. Sonreía con crueldad, mientras se acariciaba lentamente el miembro. Ahora supe porque no me quiso soltar una mano.

El que me saludó desde la calle, que parecía el más echao p´alante, me empezó a palpar las nalgas un azote no muy fuerte le demostró la dureza de la carne. Metió su mano entre las piernas y con un dedo buscó el clítoris.

¡Caray con el crio!, sabía donde tocar. No se apresuraba. Comenzó a magrearme describiendo círculos en mi apéndice nervioso. Cerré los ojos y comencé a recibir impulsos placenteros desde mi coño. Suspiré. Supe que estaba preparada para recibirlo. Miré hacia atrás y con un gesto de complicidad le invite a que me tomara.

Nada de cajón, rondando la mayoría de edad ya era un buen mozo. Apuntó su miembro hacia mi vagina y me penetró.

-SIIIIIIIIIIIIII, eso era un hombre. Esta si que me llenaba. Se aferró a mis caderas y comenzó a taladrarme a un ritmo endiablado. ¡Dios!, este crio me estaba haciendo ver las estrellas. Cada vez su polla se deslizaba con menos rozamiento. En poco tiempo empezó a chapotear. Sus huevos chocaban contra mi sexo. Su vientre contra mi culo. Comenzó a crecer la tan conocida ola en mi vagina. Sabía que me iba a correr con esta joven polla dentro.

-¡Sigue, sigue, cariño, no te pares ahora...!¡Me viene, me cooorroooo.!-

El se detuvo, me la sacó y al momento, otra, también considerable, ocupó su lugar.

Este era un caballo follando. Toda la energía de su adolescencia la concentraba en su pene. Aún tenía convulsiones de mi orgasmo anterior y ya me venía otro.

Pensé que me moría. Me estaba corriendo y no se detenía. Seguía a su ritmo endiablado haciendo que mis jugos salieran en borbotones de la vagina y me bajaran por los muslos hasta las medias.

-¡Dios mio! Parar por favor, no puedo más.-

El debió de notar la proximidad del orgasmo porque se retiró dándome una palmadita. No me dieron ni tiempo a recuperar la respiración. El tercero, subido al cajón, me la enchufó en el culo sin miramientos. Mientras me sodomizaba, una mano se colo bajó mi vientre y comenzó a masturbarme. Era lo que había deseado toda la tarde. Exploté en otro orgasmo bestial que hizo que me fallaran las piernas y me quedara colgando de las manos en una posición grotesca.

Solícitamente, me ayudaron a levantarme, Alguien me soltó las manos y las piernas y me dejaron sentar en la silla.. Estaba destrozada.

Abrí los ojos y vi a los seis a mi alrededor.. La visión de mi cuerpo desnudo mantenía sus armas en todo lo alto. Ya no podía más, pero ninguno se había corrido. Decidí hacer un último esfuerzo y devolverles lo que me habían dado.

De la silla, me puse de rodillas en la alfombra. El más joven, aún no me había catado. La tomé maternalmente su juguete y me lo metí en la boca. Se le abrieron los ojos como platos, Comenzó a respirar de una forma entrecortada y se vino en mi boca sacudido por el primer orgasmo que le provocaba una mujer.

Miré alrededor y vi que todos se estaban masturbando. Adopté la posición de sumisión con las manos en los muslos que, sabía, les gustaba. De pronto, el maduro se adelantó, se tumbó en el suelo y me atrajo sobre si. Me alcé y me introduje su miembro. Otro de los chicos (no supe cual) me inclinó hacia adelante, se agachó detrás mía y apuntó a mi rosa. Conservaba el conducto anal bien lubricado, por lo que después de vencer mi resistencia exterior, lo que me provocó un grito de dolor, me invadió con su considerable tranca. Otro, muy jovencito, me puso a la altura de la boca su incipiente pene. Era delicioso. Se le veía tan rosita y limpio....El maduro no perdió la oportunidad de que mientras yo devoraba aquella polla joven, el se alzó apoyándose en sus brazos y le comió los testículos. El pobre crio no aguantó ni tres minutos. Sacó la polla de mi boca y se descargó en mi cara y pechos. Parte de su abundante alud de semen se detuvo en el collar de perlas.

Y a todo esto mi coño y mi culo estaban siendo taladrados por dos pistones incansables. Lo de que el crio me cubriera con su leche, me había puesto a cien. El morbo de sentir dos pollas dentro mía, lo multiplicaba y me obligaron a concentrarme en los chispazos que sacudían toda mi vagina.

-¡¡Siii!! ¡follarme, llenarme con vuestra leche!

Me estaba llegando, no una ola de placer, aquello era un tsunami. Una polla que se me puso a tiro a mi derecha no la mamé, la ordeñé. Su propietario me arrimó su vientre a la mejilla mientras gemía, me convulsionaba y chupaba desesperadamente. Comencé a correrme. A mis dos “ocupantes” les ocurrió lo mismo al unísono. El propietario de la polla que me estaba comiendo, la agitó para incrementar su placer y acabó por hacerme una máscara facial.

Como un castillo de naipes nos derrumbamos todos en una mezcolanza de miembros, cuerpos y semen. Miré alrededor. Los había vencido. El ejercito enemigo estaba derrotado y cautivo. Pregunté donde estaba el servicio y me lo indicó con un gesto. Recogí la ropa, mi bolso y me encerré más de veinte minutos. Cuando salí no quedaba nadie. Solo una nota. “Cierra cuando salgas”.

Espero que mi fantasía os lo haya echo pasar bien. Agradecería vuestros comentarios. Un beso y gracias.