Donde y con quien menos lo esperaba (II)

Mi deseo contenido se lo entrego a un extraño.

DONDE Y CON QUIEN MENOS ME LO ESPERA (II)

(Segunda parte de mi experiencia. Podéis leer el primer capítulo en Hetero-general )

El que debía ser el dueño y dependiente, de unos 50 años, pero de aspecto agradable, estaba atendiendo a dos señoras.

Cuando sonó la campanilla que había sobre la puerta, se giró, me miró largamente y me dijo:

-Enseguida le atiendo, señorita-

Me hizo gracia lo de señorita. Mi alianza era bien visible en mi mano. Los adolescentes, pasaron de largo. El que hizo el comentario , reparó en mi, se paró, echo el cuerpo atrás aprovechando el ángulo de visión y meneó la mano en gesto de admiración. Desaparecieron de mi vista.

Después de 5 minutos, cerró la venta de un par de zapatos (carísimos, por cierto) con las señoras. Se apresuró a recoger la media docena de cajas que habían apoyado su venta y volvió frotándose las manos.

-Muy buenas tardes, ¿Que desea?-

-Si Ud lo supiera...- pensé.

-He visto un par de zapatos negros de tacón en el escaparate. El 37.-

  • Si, póngase cómoda, enseguida se los traigo.-

Desapareció por la pesada cortina de terciopelo verde que separaba la tienda del almacén. Yo me senté en unos de esos asientos de respaldo exageradamente inclinado que hay en algunas zapaterías. Las piernas quedaron elegantemente cruzadas como mandan los cánones de la buena educación de una dama.

Apareció con tres cajas. Extrajo el primer zapato izquierdo.

-¿Me permite?-

Sin esperar mi respuesta, Me tomó delicadamente la pantorrilla, me soltó la bota, me descalzó y me puso el nuevo abrochándome la pequeña hebilla de la tobillera. Se giró y acercó una pequeña estructura que acababa en un plano inclinado cubierto de goma. Pero claro, para poner el pie donde me indicaba, tenía que abandonar mi postura decorosa y levantar algo la rodilla.

-Es por motivo profesional, debe estar cansado de ver piernas. También el ginecólogo...-, razoné

-Ahora el otro- Me dijo.

Sabía que en la posición que iba a ponerme le mostraría mucho más de la cuenta. Repitió la operación, pero lo pillé lanzándome una fugaz mirada al interior del muslo enfundado en la media. Un calorcito me empezó a subir por las mejillas. Imperceptiblemente, mi respiración se aceleró.

-¿Y si mira, que? Mientras no me quiera meter mano, le daré el placer de que vea algo-.consentí muy decidida.

Acercó otro soporte y la pierna derecha acompañó a su hermana en esa posición tan indecorosa. La falda se me subió un palmo por encima de la rodilla. Entonces reparé en un espejo inclinado que había justo frente a mi. Me mostraba la visión que debía tener el afortunado zapatero. Echada hacia atrás, con las piernas separadas y la falda recogida.

Entonces mis hormonas empezaron a hacer de las suyas. Se despertaron todas a la vez. Con 24 años, el largo periodo de abstinencia y lo encendida que estaba...

Un chispazo en mi bajo vientre, hizo que me humedeciese. Y más cuando, como el que no quiere la cosa, apoyó su mano en mi redonda rodilla. Un calor insoportable ascendía de mi vientre, pasaba por mis pechos y me coloreaba las mejillas. El, se percató de mi estado de animo.

La mano se movió y llegó al limite que marcaba la falda.

  • Bueno, si quiere tocar un poquito, que toque, pero se cuando me tengo que levantar e irme- me autoconvencí.

La mano, giró y se adentró por la cara interna del muslo derecho. Llegó al límite que marcaba la media y lo sobrepasó, ahora estaba en la suave piel a pocos centímetros de la braga.

Pensé en mi marido, los votos que habíamos hecho al casarnos, pedí ayuda a Jesús... y este me dio una oportunidad con la visión de su corazón navegando en mi pecho.

Mi mano, se cerró bruscamente sobre la de él, con la falda por medio.

-Pare, soy una señora casada, Me está faltando al respeto-

-Si, pero por lo que veo no le disgusta-

Mi silencio fue mi confesión. Mi comentario, mi condena.

-Nos van a ver- fue mi débil defensa.

Retiró su mano, se levanto, se acercó a la puerta, echó el pestillo, giró el cartel que colgaba de una cadenilla a “cerrado” y dejó caer un store.

Podría haberme levantado, obligarle a abrir la puerta e irme. No lo hice. Mi agitada respiración, El insoportable calor que me había humedecido mi entrepierna y una necesidad imperiosa, hicieron que me quedase quieta.. esperando., Ya me daba todo lo mismo. Lo que más deseaba en estos momentos, era que me poseyera aquel hombre que me había encendido.

-Venga conmigo- Me dijo mientras me daba amablemente la mano para ayudarme a levantar y ponerme sobre aquellos flamantes zapatos de 8 centímetros de tacón.

Ni pregunté a donde íbamos. Aquellos zapatos realzaban todo mi, ya de por si, llamativo físico. Separó el pesado cortinón verde oscuro, y rodeando la cintura con su brazo, me pasó a la trastienda, dejando caer el cortinón que nos dejaba aislados del resto del mundo.

Allí no había nada extraordinario. Estanterías de madera y las cajas de zapatos alineadas. Un olor a madera y piel impregnaba el ambiente. A mi izquierda, una mesa cuadrada con su silla, con un ordenador, papeles... A mi derecha otros tres asientos como el del exterior, en el suelo una alfombra. Miré con disimulo mi costoso reloj Cartier. Las 8 menos diez. Nadie se extrañaría por estar cerrado el negocio.

Era Septiembre. Hacía ese calor pegajoso de finales del verano. Me paré tensa en medio de la alfombra con los brazos cruzados bajo mi pecho, esperando ansiosamente acontecimientos. Me pregunté que hacía allí, aislada con un hombre que me doblaba, por lo menos, la edad. Con mi físico, podría tener a quien quisiera. La respuesta me la dio mi sexo. Un excitante hormigueo que se concentraba en mi vulva y que marcaba los pezones en mi fino jersey. Miré hacia ellos y se destacaban desafiantes. Entre ellos, la medallita. Era la situación morbosa y mi erupción hormonal lo que me hacía estar a punto de traicionar a mi marido.

Se puso delante mía. No quería mirarle. Una gota de sudor me bajó por la axila. Me levantó la barbilla con una mano y entonces reparé en sus fríos ojos grises.

-Eres preciosa., mereces que te follen todos los días. Seguro que hace tiempo que no te dan lo que mereces-

Mi vergonzoso silencio no le gustó. La mirada se endureció. Me recordaba a un oficial alemán de las SS.

-Contéstame o te hecho fuera ¿Cuanto tiempo hace?-

-Seis meses, acabo de ser madre-

-Ahora me explico muchas cosas- dijo mientras pasaron los ojos de mi alianza en la mano derecha a clavarse en mis tetas talla 110.

Acercó su boca a la mía. Giré la cara para reservar ese símbolo emblemático de amor. Me soltó, se separó de mi y me dijo:

-No se que quieres, pero o me dices ahora mismo que deseas ser mía o esto acaba aquí-

Me tenía dominada. Solo deseaba apagar el incendio que me quemaba el bajo vientre, no me importaba como. Aunque fuera humillándome.

-Quiero ser tuya- susurré.

-Bésame-

Levanté la mirada, giré un poco la cabeza y le entregué mis carnosos labios. El me rodeó con sus brazos pegando su boca a la mía. Al principio, fue una tierna caricia de sus labios sobre los míos. La punta de su lengua comenzó a jugar con la mía hasta que me la introdujo en su totalidad abrumándome con su tamaño. Intercambiamos la saliva, Me la retiró, comenzó a a morder dulcemente los labios...

  • ¡Que bien hueles!- dijo cuando aspiro el aroma a Christian Dior

Poco a poco, mis brazos le fueron abrazando hasta que mi mano derecha acabó en su nuca, acariciando sus cabellos.

Sus manos bajaron hasta que tomaron el extremo inferior de mi jersey. Tiraron hacia arriba, colaboré poniendo los brazos favoreciendo la operación y me lo sacó por la cabeza. Mi opulento pecho quedo a su vista. En seguida se dio cuenta que era verdad lo de mi maternidad...

Mientras tanto, me eché las manos hacia mi nuca para desabrochar el collar y la cadena.

  • No, déjatelos puestos. No bajes los brazos-

Sabía el morbo que les da a algunos hombres que la mujer conserve sus joyas. Les da sensación de poderío.

En esa posición, mis pechos se mostraban desafiantes. Tiró del velcro de una copa y apareció la oscura aureola presidida por un espectacular pezón que escapaba al fin de su prisión.

-mmmm- susurró. Pegó su boca y mordió el apéndice del tamaño de una falange del dedo indice. Con la mano apretó con ganas el pecho y la leche surgió. Se la bebía, Me daba lametones. Yo gemía...

-Deja algo para mi hijo- Le dije.

-¿cuando le toca?-

-Tranquilo, ya se ocupan de el- Todo dicho con frases entrecortadas suspiros y ruidos de lenguetazos húmedos.

Me echó la mano a la espalda y con una habilidad nada común hizo que el sujetador cayera al suelo dejando mis ubres a su entera disposición.

Se puso a mi espalda, con cada mano me abarco una teta y apretó. La leche corría entre sus dedos, embadurnandome los pechos con movimientos circulares.

Se paró. Buscó el cierre de la falda a mi espalda, bajó la cremallera, y la prenda cayó a mis pies. Se separó y me observó...

-Estás preciosa-

No me extrañó su comentario. Con medias y zapatos de tacón, aunque no pegaran entre si, braguita sexi, sin sujetador, el collar, la cadena, el Cartier...Era una tentación para cualquier hombre.

-Ven-

Me llevó hasta los asientos de respaldo inclinados, iguales a los que, en la entrada, me había seducido. Me recline hacia atrás. El se arrodilló delante mía. Tiró de mi hasta que me tuvo al borde. Pego mis rodillas-muy juntas- contra su pecho, Me acarició el vientre todavía algo abombado, los pechos.... las rotundas caderas. Me agité por las caricias... gemí. Mmmmmmm.

-Abre las piernas-

Lentamente mis redondos muslos se separaron. Sus manos pasaron rodeando mi sexo, bajaron por las ingles y acariciaron la cara interna. Yo tenía los ojos entrecerrados por la cascada de deliciosas sensaciones que me estaba dando... no sabía ni su nombre. Mis dientes superiores presionaban el labio inferior en un gesto de placer.

Di un respingo. Sus labios se habían posado en la carnosa rodilla derecha. Tengo muchísimas cosquillas. El lo notó. Estuvo un ratito pasándoselo pipa viendo mis contracciones.

Pero la cosa se puso seria cuando su boca comenzó a avanzar. Su cabeza fue haciendo cuña entre mis muslos, obligándome a abrirlos más y más. Se paró en donde la carne estaba denuda. Pegó sus labios, abrazo el muslo y succionó. Cuando quise darme cuenta me estaba marcando.

-Para, no seas cabrón. No me dejes marcas...-

Ya era tarde. Un circulo rojo en la cara interna, apenas a 5 centímetros de la ingle demostraba que alguien había estado allí.

Pero mis protestas se me ahogaron en la garganta cuando, apartando el culotte, pegó su boca a mi vagina. Paso varias veces su lengua engarfiada recogiendo mis flujos. Comenzaba en el perineo, pasaba por la entreabierta entrada, subía separando los labios y llegaba al clítoris donde se entretenía un rato...

-Por favor, sácamelas-

Si era cierto. Esta madre de un hijo de un mes y esposa enamorada de su marido le estaba suplicando a un extraño que tomase lo que solo su marido debería poseer.

Tiro con dos dedos a la par, me las bajó hasta las rodillas siguió bajándolas hasta que se quedaron entre los zapatos de tacón. Primero un pie y luego el otro. Tiro de mi pelvis hacia fuera y Me encogió las piernas sobre mi. El espectáculo para el debía ser único. Comenzó a pasar las yemas de los dedos por la raja. Recogía la abundante lubricación y me le extendía por el culo. Un dedo se insinuó a la entrada.

-No, por ahí no, nunca... OOOOOhhh mmmmm!-

Con el dedo corazón clavado en mi ano la palma sobre el coño y el pulgar magreándome el clítoris toda mi zona vaginal era un pantano líquido...

Su dedo abandonó mi culito, una ligera comezón fue el recuerdo que dejó. Se arrodillo sobre una rodilla me abrió los labios y pegó la boca. Me mantenía abierta con una mano detrás de cada rodilla. Una abandonó la posición. Temiéndome lo que iba a pasar, se la agarré y mirándolo entre los pechos, le dije:

-Ten cuidado, aún está demasiado reciente..-

  • Descuida-

Noté como un dedo me invadía, luego ya fueron dos. Su boca me martirizaba el clítoris, su lengua era una herramienta de tortura, me lo mordía, lo chupaba. Giró los dedos dentro sin sacarlos, los engarfió y comenzó a follarme violentamente con ellos. Me estaba masturbando deliciosamente. Mis uñas se clavaron en el skay rojo de los asientos, miraba entre mis tetas, los pezones disparados.

-¡Me corro, me corro!- grité mientras giraba la cabeza hacia los lados.

Y como si de la fuente de la vida se tratase, abrió su boca, la pegó y la abundante emisión se la bebió toda. Me dejé caer hacia atrás con los ojos cerrados y la cara cubierta de mis largos cabellos azabache.

Oí una cremallera y como se sacaba los pantalones. Se apoyó en el respaldo con una mano y dirigió la punta del miembro hacia mi supurante cueva. Quise ver el tamaño y me tranquilicé. Normalito, sin más. Aún así, le dije:

-Ten cuidado, no te corras dentro que quiero entregárselo a mi marido.-

La misma respuesta: -Descuida-

Sentí su polla paseándose por mi coño. Este era una pista de patinaje de lo encharcado que estaba. Tuve una contracción de placer en todo mi cuerpo cuando la punta se introdujo. Se fue dejando caer hasta que estuvo toda dentro. Suspiré de placer. Si, sabía que estaba dentro, pero no lo sentía como otras veces a mi marido.

-Estás dilatadísima todavía, pero me encanta follar este coño de mamá.-

Un chispazo de morbo me sacudió. Me llevé la mano al clítoris y me lo comencé a acariciar.

El hacía verdaderos esfuerzos para seguirme penetrando. La postura no era la mejor.

Me dejó bajar las piernas hasta que las apoyé en el suelo.

-Ven-

Me llevó al escritorio. Lo despejó en un segundo, ordenador incluido. Me aupó, me tumbó de espaldas, se puso mis piernas sobre los hombros de forma que los zapatos le quedaban a ambos lados de la cabeza, dirigió su ariete otra vez y volvió a taladrarme.

Ahora si. El tío, sabía utilizar su miembro, entraba, salía, aceleraba, se paraba dentro.... Sus manos pasaron de rodearme los muslos ayudándose en la penetración a apretarme los pechos lo que motivo una nueva pequeña marea blanca que bajó por mi vientre y se canalizó por las ingles. Me la extendía con la mano y me daba a chupar de sus dedos mi propia leche. A todo esto con su polla dentro. A mi esto me ponía a morir de erotismo. Solo quería más. Me empecé a mover y a contraer los músculos vaginales mientras me masturbaba. El tenía una mano abierta sobre mi vientre. Se movía adelante y atrás lentamente. Se estaba conteniendo todo lo posible, al igual que yo, que me mantenía al borde del orgasmo

-Acuérdate, dentro no. No lo hagas- Le recordé sin mucha convicción ya que hasta que volviera a ser fértil, aún pasaría tiempo.

Pero la visión de mi cuerpo en aquella posición fue demasiado para el. De pronto aceleró sus emboladas, me agarró con ambas manos de las caderas, y me la clavó hasta el fondo sintiendo el primer trallazo de leche contra el útero. El calor de su emisión se extendió por mi interior. Yo también hice mi parte. Cuando vi que se venía dentro irremediablemente, Cerré mis piernas alrededor de sus caderas, aceleré mi ritmo y al notar su erupción de lava ardiente, me corrí entre sacudidas y un ¡¡Dios mio, me muerooooo!!

-¡Si, puta, córrete para mi con mi polla dentro!-

Nos quedamos fundidos, el encima mía. Su cabeza entre mis pechos. Su polla se salio e inevitablemente, un torrente caliente me bajó por el perineo hasta que fue cayendo en goterones al suelo.

Entonces fui consciente de lo que había echo. Me había llamado PUTA. Todo lo que amaba, todos mis principios, los había pisoteado en esta media hora. Mi hijo, mi marido, ...me había olvidado de todo por egoísmo.

Comencé a llorar. El levantó la cabeza al notarlo, volví a notar aquella mirada acerada, y me preguntó

-¿Y ahora que te pasa?-

-Déjame levantarme, quiero irme-, le dije entre sollozos,

-Claro, la marquesa está satisfecha y quiere correr a los brazos de su maridito.-

(CONTINUARÁ)