Donde tengas la olla, mete la polla
Relato muy cortito pero intenso, en el que se cuenta lo que sucede entre un hombre de mediana edad y un hombre joven, y las consecuencias que trajo.
DONDE TENGAS LA OLLA, METE LA POLLA
Os cuento que, en una ocasión, al montarme en un ascensor para ir al despacho (yo trabajo en una torre muy alta de Madrid) coincidimos otro hombre y yo. Yo soy de mediana edad, pero no tengo mal aspecto (aún se ve que no estoy nada mal) y mido 180cm, pero este otro hombre era un chaval de unos 28 años, 195 cm y con un cuerpazo de escándalo. Nos miramos con detenimiento y tomándonos la medida uno al otro.
Mientras subíamos en el ascensor, de pronto el aparato hace unos movimientos extraños y se queda atascado entre el piso 44 y el 45, sin posibilidad de forzar la puerta y salir, sino de dar la alarma, llamar a la centralita del ascensor y esperar la llegada del técnico, quienes nos dicen que en 20 minutos estarán allí.
De pronto, el chaval me comenta que tiene calor, y que si me importa que se quite algo de ropa, pues tiene claustrofobia y, estar tanto tiempo metido en un lugar cerrado le causa calor. Se quita la chaqueta y, bajo la camisa se entrevé un torso esculpido y peludo, que me causa una erección inmediata que convierte mi pantalón en una tienda de campaña, lo cual no escapa a la atención del chaval, quien atrae mi mano hacia sí, y me deja tocar su torso peludo, mientras me atrae hacia sí, me baja el pantalón con fuerza y algo de violencia, me saca la polla y los cojones, me los chupa y, cuando me voy a correr, se la mete en el culo sin darme opción alguna a hacer otra cosa. Acostumbrado a ser yo quien lleva la iniciativa, en el trabajo y en el sexo, ser el pasivo, el que se deja hacer, descubro que me gusta y que me excita el cambio de papeles.
Mientras hacíamos esto, escuchábamos al técnico de ascensores llegar y preguntarnos si estábamos bien, y que en un ratito nos iban a sacar de allí, lo que nos puso aún más cachondos, y le obligué a darme su polla y dejar que se la chupara, mientras él me comía los huevos.
Empezamos a sentir cómo el ascensor se va arreglando, mientras nosotros acabamos nuestra función. Con prisa pero sin pausa, nos vamos vistiendo mientras el ascensor se mueve. Cuando se abrieron las puertas en el piso 45, y nos preguntaron si estábamos bien, dijimos que sí, que perfectamente, pero que estábamos muy nerviosos y necesitaríamos beber algo. Acordamos ir a un restaurante cercano a la torre con reservados. Allí nos presentamos, y me enteré que venía a verme a mí a buscar trabajo, como Asistente de un ejecutivo...que resulté ser yo. Como es natural, le di el puesto, y le puse en un despacho al lado del mío, que se conecta con una puerta interior entre ambos.
Aprovechamos la primera y la última hora para nuestras "sesiones de trabajo", pero de vez en cuando, quedamos para comer o cenar, o salir de compras y en esos sitios hacemos el amor: nos encanta el riesgo de poder ser vistos por otros, o sorprendidos.