Donde no llegó la Justicia 6 (FIN)

(Contiene violencia) Mi mujer y mi hija murieron en un ajuste de cuentas entre bandas en su lucha por el dominio del comercio de la droga. Se ejecuta la venganza

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Como castigo por no contestar a mis preguntas obligo a la mujer a que le haga una mamada al abogado hasta correrse en su boca, mientras yo me la follaba a cuatro patas.

CAPITULO VI

Mientras volvía a ponerme bien la ropa, me acerqué al marido:

-¿Estás dispuesto?

Asintió con la cabeza.

Conseguí sacarle todas la información sobre las cuentas, incluso salieron a la luz alguna más, conforme fui revisando su ordenador.  La mayoría eran cuentas de mafiosos y otras de él en paraísos fiscales.

También el abogado fue interrogado, pero no hizo falta la fuerza. En su cartera llevaba un papel con los números de cuenta, y las contraseñas las dijo a la primera pregunta.

Todas fueron vaciadas convenientemente. Eso si, tuve la precaución de pasar el dinero a otras cuentas, también en paraísos fiscales, pero distintas de las de Donato. En total, más de diez millones de euros.

El abogado no tenía conexiones y es difícil que alguien haga alguna reclamación, máxime no sabiendo donde ni a quién. Donato y la mafia era otra cosa.

Después pregunté a Donato dónde guardaba las escrituras de propiedad, pensando que las tendría en la empresa o en la casa de la ciudad, pero ante mi sorpresa, me informó que solamente tenía la de la finca, el resto de propiedades estaban registradas a nombre de empresas en paraísos fiscales, cuyas acciones eran propiedad de su mujer.

No obstante, les pedí que me dijesen la ubicación de la caja fuerte de su casa en la ciudad, la combinación de la misma y todo lo que se me ocurrió.

Después de pedirles que identificasen las llaves de su casa, vigilancia (que no había porque los escoltas iban con él) y la situación y claves de las alarmas que pudiese haber, los llevé a todos al sótano, poniendo a cada uno un collar y sujetándolos a las argollas con cadenas y candados. Les dejaba suficiente movilidad para llegar hasta el sumidero y el agua, pero nada más.  Les bajé unos colchones de las habitaciones y solté sus manos, dejando sus piernas encadenadas. Los grilletes los dejé fuera de su alcance.

Donato, su mujer e hija, quedaron desnudos. Al abogado le di una percha y le hice quitarse el traje, que luego guardé en un armario, con el fin de que no estuviese demasiado arrugado cuando lo necesitase más adelante y  quedó vestido solamente con la ropa interior.

Tras llevarles comida, volví con la pequeña, la hice vestirse y la llevé a la ciudad, a mi casa, sin que nadie se enterase. Hable con María, la madre, y le hice la proposición de no cobrarle y darle seiscientos euros más por encargarse de llevar a la muchacha al colegio, recogerla y mantenerla. Aceptó encantada.

Tras informar a la pequeña de que si quería volver ver a sus padres, debía comportarse bien, estudiar y aprobar todo, manteniéndose callada, o la mataría, porque no quería a mi lado vagos o inútiles, me fui a comprar algunas cosas.

Adelantando el futuro, se convirtió en una buena estudiante y mejoró notas y cursos. María también le informó que conmigo no se jugaba, que no me importaba matar solamente por no obedecerme. Eso y lo que había visto, supongo que la hizo ponerse las pilas.

Fui al piso de Donato. Curiosamente, tal y como me dijeron, al no estar la familia, tampoco había vigilancia. Abrí la caja fuerte, donde había cerca de dos millones de euros y algunas joyas, entre otros muchos papeles que me llevé.

Revisé el despacho a fondo, dormitorio y todas las habitaciones. Recogí ropa y libros de la pequeña y con dos maletas llenas, me marché de allí.

Me quedé a dormir en la ciudad y al día siguiente busqué un notario que no pusiese muchos problemas a lo que yo pretendía, para que preparase las escrituras de compraventa de la casa de la sierra y resto de propiedades, para transferirlas a nombre de mi sociedad, incluidas las acciones de la esposa y unos poderes que me nombrasen tutor para poder gestionar la vida de la hija.

Por un módico precio, se avino a ir a la casa de la sierra para firmar los documentos dos días después, así que, una vez todo organizado, me volví a la finca de la sierra.

Volví a darles de comer y les obligué a limpiar todo, pues habían hecho sus necesidades en el sumidero, pero no lo habían limpiado bien.

Les informé de lo que pretendía hacer y que si hablaban más de la cuenta, no tendría inconveniente en matar a la otra hija, al notario y al abogado, y que sabían que no tenía ningún inconveniente en hacerlo, que no amenazaba en balde. Deberían limitarse a contestar sucintamente a las preguntas del notario.

El día que vino, hice que se vistieran. El abogado con su traje, Donato con una camisa y unos pantalones que cogí de un armario. A Teresa la llevé a su habitación y la dejé que eligiese.

La verdad es que sabía aprovechar su cuerpo y consiguió ponérmela dura ya mientras se vestía.  Cuando terminó, se la veía espectacular.

Poco antes de llegar el notario, los coloqué a los tres a un lado de la mesa, dejando el sitio de enfrente para él.  Sujeté una granada de mano bajo cada silla y até el pasador a un fuerte hilo que sujetaba sus piernas. Podían ponerse de pié, pero si movían los pies, estábamos todos muertos.

Yo me mantuve lejos de ellos hasta que llegó la hora de firmar como apoderado.

Al notario le pareció extraño que se vendiese todo tan barato, pero no le dimos explicaciones y él no insistió.

Firmamos todos los papeles y le hice entrega a ella del dinero por el valor de la compra, que el notario reflejó en las escrituras. El notario se fue y yo bajé a la mujer al sótano. Al abogado y a Donato no los necesitaba, por lo que, al subir, volví a esposarlos y amordazarlos,  quité las bombas y le metí un tiro en la cabeza al abogado. Le puse una bolsa en la cabeza y mientras él pensaba que lo iba a asfixiar, le puse la pistola en la sien y disparé. El arma, con el silenciador,, solamente emitió un seco “plof” y quedó muerto, dejando la bolsa totalmente roja.

Saqué el cadáver al jardín y volví con Donato, preparado con una grabadora, porque quería que hablase antes de matarlo.

Le dije mientras le quitaba la mordaza:

-Ahora me vas a contar quienes son tus socios y los negocios que os lleváis entre manos.

-No puedo decirlo. –Dijo con cara de asustado.- Si hablo, soy hombre muerto.

-Y si no hablas, también, con la diferencia de que ellos están lejos y podrás escapar y esconderte. Y tú ya has visto al abogado.

No había manera de hacerle hablar.  Me daba la impresión de que pensaba que no lo iba a matar, por  lo menos todavía. Intenté con golpes, amenazas, le pinché con el cuchillo, incluso busqué por la casa y encontré martillo y clavos que me dieron una idea.

Fui con ellos hasta Donato.  Con un taburete cuyo asiento subía y bajaba girándolo, lo puse a la altura conveniente, rasgué con el cuchillo el pantalón y le saqué los huevos y la polla.

La tenía reducida al mínimo. Tuve que estirarla bien para que avanzase el culo y que llegase al taburete, para así  poder clavar el prepucio al asiento, luego estiré la piel del escroto y la clavé a ambos lados.

Siguió sin decir nada, por lo que quité el cable de una lámpara cortándolo raso, pelé el extremo, rollé uno de los cables al clavo del prepucio y otro a uno de los del escroto.  Noté que su cuerpo se tensó.

No pensé que aquí no es como en los países árabes, donde en algunos sitios ni siquiera tienen luz eléctrica, y en los que la tienen, carecen de medidas de seguridad. Por eso, cuando activé el interruptor, se oyó un “clac” y se fue la luz. Más tarde comprobé que había saltado el diferencial, que protege de las fugas a tierra.

Puesto que no encontraba la forma de hacerlo hablar, recurrí al amor por su familia y su honor.  Esta vez fui a buscar a su hija, la recosté sobre la mesa totalmente desnuda.

-Bueno, Donato, mientras espero a que te decidas entre hablar o no, voy a entretenerme con tu hija.  Conociendo tu fama, seguro que seré el primero en follarla y en hacerme con su virginidad.

-Cabroooonn.  Hijoputaaaaa.  Deja a mi hijaaaa.  Te juro que te mataré con mis propias manos. Te haré sufrir hasta que la muerte sea una alegría para ti. Te cortaré en pedazos y se los daré a los perros…

-Tch, tch, tch.  Creo que no estás en condiciones de jurar nada. Ahora, no abras la boca, si no quieres que te amordace de nuevo.

No esperaba que me hiciese caso, pero quise darle la oportunidad.  Me acerqué a la muchacha. Sus pechos como conos pegados a su cuerpo me gritaban que los chupase, que los lamiese, acariciase, …

No sé si me lo pareció o ya estaban así, pero creo que sus pezones crecieron cuando me acercaba.

Sin más preámbulos, recorrí su pezón con mi lengua. Su piel se erizó y sus pezones crecieron un poco más. Me recordaban a los chupetes que se les ponen a los niños pequeños, y como si yo fuese uno de ellos, me lancé a chuparlos y lamerlos.

-MMMMMMMMMMMMMMM. –Lanzó un gemido de placer.

-Hijoputaaaa.  Déjalaaa.  Hablaré, te contaré todo lo que quieras saber, pero déjala.

No pensaba que estuviese lo bastante roto mentalmente, por lo que me acerqué y volví a colocarle la mordaza.

-Te lo he advertido.  Si hubieses hablado en su momento, no habría pasado nada, pero ahora es tarde. Estoy totalmente empalmado y tengo unas tremendas ganas de follarme a tu hija.

Volví con la hija. Continué con sus pechos. Le daba golpecitos con la lengua alrededor de los pezones. De reojo vi que separaba y juntaba sus piernas, frotándolas entre sí. Sus manos estaban a los costados, pero hacía movimientos con la intención de tocarme, pero se cortaba y volvía a bajarlas.

Llevé una mano para pasarla suavemente por su coño, encontrándomelo encharcado.

Al principio, no me fijé mucho, pero en una segunda pasada me di cuenta de su gran excitación, así que decidí follármela sin más preámbulos. Por otra parte estaba con la polla a reventar.

La giré rápidamente, cruzando su cuerpo sobre la mesa.  Sus pies quedaron fuera del tablero. Yo la sujeté por los tobillos y le puse las piernas sobre mis hombros.  Su culo apoyaba sobre el borde de la mesa. Mi polla rozando su coño.

Deslicé el glande a lo largo de su raja. Se abría a mi polla como una flor al sol. Ella gemía sin parar. Sus manos ya no estaban quietas, acariciaban sus pechos y frotaban sus pezones.  No noté ningún obstáculo a la entrada, por lo que deduje que no era el primero en disfrutar de su estrecho coñito.

La estuve follando metiendo mi polla completamente. Notaba que golpeaba algo al fondo. Mi dedo volvía a frotar su clítoris y cuando yo estaba ya apunto de correrme, aceleré el movimiento del dedo y de mi polla.

Se corrió al momento y yo lo hice a continuación, llenándole también el coño de leche.

Cuando me repuse, le quité la mordaza al padre y le pregunté:

-¿Tienes algo que decir?

No abrió la boca. Gruesos lagrimones corrían por sus mejillas, pero mantuvo la boca cerrada.

Sin decir nada más, coloqué la bolsa que quedaba en la cabeza de la hija.

-Espera, lo contaré todo. Deja a mi hija.

Le quité la bolsa, activé una grabadora y él contó lo que sabía, lo que sospechaba y lo que se imaginaba, hasta que me juró y perjuró que no sabía nada más´, por lo que volví a ponerle la mordaza, luego bajé a la hija a la galería.

Cuando le puse la bolsa a Donato, empezó a agitarse e intentar soltarse. Mientras de su boca escapaban sonidos que me pareció entender que eran ¡no!, repetido muchas veces.

No me hizo duelo su sufrimiento y ya no solamente por mi venganza, sino por la cantidad de personas que él había ejecutado de una manera similar.

Otro “plof” y un nuevo cadáver.  Los metí en grandes bolsas y los subí al coche del abogado.  Con él fui hasta el lugar donde habíamos abandonado los cadáveres de los guardaespaldas. En el asiento trasero no cabían, por lo que los metí en el maletero.

El olor era espantoso, pero aguantando como podía, me metí en el vehículo y lo guié por caminos y trochas hasta llegar al borde del lago, en un alto precipicio. Desde allí despeñé el coche, que cayó al agua y se hundió en segundos.

Poco más de una hora después, estaba bajo la ducha, intentando quitarme el olor a muerte.

Me puse una bata del difunto Donato y bajé a la galería de tiro, convertida ahora en prisión.

Separé a la hija, poniéndole previamente los grilletes y soltando su collar. La llevé del brazo hasta la habitación de sus padres, la única que quedaba con colchón. La sujeté por un pie a los pies de la cama, dejando el otro libre. Le quité la mordaza y me fui a busca algo para beber.

En el mueble-bar solamente tenían bebidas italianas, así que elegí una botella de grappa y me la subí con un par de vasos y una botella de agua.

Cuando le ofrecí a la muchacha, lo primero bebió un largo trago de agua. Luego me preguntó:

-¿Dónde está mi padre? ¿Lo has matado? ¿Qué vas a hacer con nosotras?

-Tu padre se ha ido. A vosotras os voy a follar hasta que me aburra. Luego ya veré lo que hago.

La hija tenía suficiente mundo para saber lo que tenía que hacer. Enseguida debió de pensar que le iría mejor siendo mi puta que resistiéndose, así que tomó de mi mano la botella de grappa y los dos vasos, los llenó hasta la mitad, me dio uno y brindando me dijo:

-Por un placentero futuro.

Bebiéndose el contenido del vaso de un trago. Yo hice lo mismo y me puse a besarla, a lo que correspondió de inmediato.  En un descanso para respirar, me señaló su tobillo en cadenado. Yo le dije:

-Todavía es pronto.

Y seguimos besándonos acostados ya ambos…

Mi mano se repartía entre acariciar sus pechos y frotar sus pezones, y recorrer sus muslos entre la rodilla y la ingle.

Sus piernas se iban abriendo buscando facilitar aún más, el movimiento de mis manos, pero no llegué a tocar su parte más íntima.  Cuando ya había separado sus piernas al máximo y tenía la respiración agitada, pasé los dedos por su vulva, encontrando que ya se encontraba totalmente mojada.

La penetré con dos de mis dedos, mientras el pulgar masajeaba alrededor de su clítoris.  Podía sentir como su coño cada vez estaba más y más abierto, más y más receptivo, a la vez que sus jadeos, me avisaban que la tenía a mil,  mientras que yo estaba totalmente empalmado.

Me situé entre sus piernas, con una de ellas, la que no estaba atada, abrazó mi espalda,  y procedí a meterla sin esperar.

Me recibió con un gemido de placer, seguido de unos movimientos de pelvis, yo empecé a bombear despacio, forzando a que fuese ella la que se moviese en busca de su placer. Unos diez minutos después, se estaba corriendo como si le hubiese dado un ataque.

Yo seguí machacando su coño, no para que ella disfrutase más, que me daba igual, sino para correrme yo. Mi mente divagaba sobre los últimos acontecimientos, retrasando el final. Lo conseguí otros diez minutos después, terminando en una larga corrida, que no me dejó totalmente satisfecho.

Nuevamente con la bata puesta, me dediqué a subir los colchones de las hijas a sus habitaciones.  La madre, llorando, preguntaba constantemente por su hija y su marido, sin recibir respuesta, lo que incrementaba su disgusto y su llanto, al considerar que estaban todos muertos e imaginando que a ella le esperaba lo mismo.

Saqué a la hija de la habitación de matrimonio y la llevé a una de las otras, esposándola de nuevo de ambas manos a la cabecera.

Cuando se hizo la hora de cenar, preparé algo con lo que había en la nevera, cené yo, di de cenar a la hija, amordazándola después, y fui a por la madre.

Cuando me vio entrar, se pensó que iba a matarla, por lo que empezó a soltarme frases como si fuera una ametralladora:

-Por favor, no me mates. Yo no tengo la culpa. No tuve nada que ver con la muerte de tu familia. Haré lo que quieras. Seré tu esclava. Perdóname la vida y seré lo que tú quieras…

Se repetía constantemente en sus súplicas. La estuve mirando unos segundos, detenido a unos pasos de ella, y, por supuesto, sin decirle nada.

Cuando me moví en dirección a ella, empezó a gritar y se encogió sobre si misma, diciendo:

-¡No!,¡No!, ¡No!, ¡No!, ¡No!, ¡No!, ¡No!, ¡No!

Cuando le puse las esposas intentaba esconder sus manos y tuve que utilizar la fuerza para poder hacerlo. Luego le solté el collar y la llevé a la fuerza hasta la habitación matrimonial.

Al entrar en ella, parece que se tranquilizó. Después de comprobar que la única salida era la puerta, llené la bañera de agua tibia, eché unas sales de un frasco que había allí, le puse unas esposas en los pies y solté las de sus manos, dejándola en la bañera.

La dejé unos minutos encerrada en el baño, mientras iba a por la bandeja de la cena. A la vuelta la saqué, le dejé ponerse la bata de baño para que se secara y le alcancé una gran toalla.  Cuando estuvo seca, la llevé a la cama, le dejé que cenase tranquila y la esposé a la cama cuando terminó.

Todo el rato me hacía preguntas acerca de qué iba a hacer con ella. Yo me limité a palabras secas como: sécate, cena, siéntate, etc. Sin dar más explicaciones. Luego, limpia y atada la dejé sola y me fui a dormir a otra habitación.

Por la mañana, me follé a la madre, por la tarde a la hija. Las mantenía separadas, sin que ninguna de las dos supiese lo que le había pasado a la otra.  Así estuvimos la semana que el notario tardó en tener listos los papeles. En cuanto me avisó, las hice vestirse y las junté en el salón principal, donde se abrazaron llorando juntas.

El coche de Donato siguió el camino del de sus guardaespaldas. Y todos desde allí volvimos a la ciudad en el coche del abogado, total él no lo iba a necesitar, las llevé a mi casa y se las entregué a la madre. De paso, comprobé la casa, que estaba en perfecto estado de revista.

Compramos y ubicamos nuevas camas para que todas estuviesen más o menos cómodas y al día siguiente me volví a mi puesto, no sin antes advertirles a la madre y la hija que tenían que ganarse la vida y que no convenía que se supiese que estaban vivas porque durarían muy poco.

Me deshice del coche del abogado tras visitar  varios polígonos, desguaces y talleres del extrarradio, hasta que encontré un sitio en el que no me pedían la documentación y me aseguraban el completo desmontaje y desaparición de las piezas.

Volví a mi puesto.  Un mes después llegaron los papeles y regresé a casa.

Cuando llegué, parece que había problemas. Madre e hija no trabajaban y tenían que ser mantenidas por María. Estaban pasando todos hambre. No me lo pensé dos veces. Busqué un proxeneta que me aseguró que las enviaría fuera, probablemente a algún país árabe, que las pagaban bien.

No quería nada, pero me dio dos mil euros por la madre y cuatro mil por la hija. Tras ayudarlas con el cinturón, subieron a la furgoneta que las esperaba en el garaje y se las llevaron, sin que haya vuelto a saber de ellas.

A mi nueva vuelta hablé con la policía, que me contó que había habido grandes movimientos entre los mafiosos. Donato y su familia habían desaparecido hacía poco, al parecer llevándose mucho dinero y liquidando todo lo que tenían.

Un mes atrás había llegado una misteriosa cinta de audio donde Donato explicaba todas las operaciones de las empresas y sus relaciones con la mafia.  Se organizó una gran movida policial, con órdenes de registro para todas las empresas, mucha documentación incautada y muchos empleados encarcelados.

Los capos habían venido y habían torturado y matado a muchos de los secuaces y guardaespaldas, que quedaban, intentado obtener información para averiguar dónde estaban.

El abogado de Donato también había desaparecido, pero al parecer, no se había llevado nada de casa. Lo achacaron a que lo habrían eliminado los mafiosos.

Al tirillas lo encontraron muerto, tirado en el suelo, víctima de una sobredosis. Las otras dos consiguieron a alguien que las mantuviese y se fueron, quedando al final la madre con su niña, la mujer, la hija mayor y la pequeña de Donato.

A la madre y la mayor, me las pulí sin que nadie las echara de menos.

Vendí mi casa de la ciudad, que tenía demasiados recuerdos para mí, compré otra en otra ciudad y nos fuimos a vivir a ella los cuatro.

Por un lado si la madre tenía que cuidar a ambos niños, no podría trabajar. Sin trabajo no podría darles una vida decente y unos estudios para que pudiesen vivir cuando fuesen mayores, así que me casé con la madre, que por cierto, como ya dije, se llama María, y adopté al niño y la niña.  A la de Donato costó un poco pero teniendo poderes y dinero, se pudo hacer sin problemas.

Tardaré unos años en acceder a las cuentas de los paraísos fiscales y a hacer efectiva la empresa. Sé que tienen espías por todos sitios, porque con mucho dinero se consigue de todo, y sabrán el momento en que mueva ficha. Pero como con el dinero de la caja fuerte, el de las drogas, retirado del piso, los millones del abogado y mi buena pensión, podremos vivir mucho tiempo sin necesitarlo.

Han pasado ya  algo más de 10 años desde el comienzo de mi historia y mi vida se ha ido asentando.

No somos un matrimonio por amor, pero nos llevamos bien, ella hace todo lo posible por agradarme. Cualquier cosa que deseo, incluso casi antes de manifestarla, ya la está haciendo.

Se hace cargo de la casa y los niños. Le doy dinero para comprar alimentos, cosas para la casa y la tengo que llevar a las tiendas para que se compre algo de ropa para ella, si no, iría con harapos. Su sumisión es total. Ha tenido que pasarlo muy mal y ahora, como me dijo una vez, no quiere que esta situación acabe.

Por otro lado es buena folladora, con lo cual tengo casi todas mis necesidades cubiertas. Solamente me falta el amor.

Al cuarto año de estar casados, accedió a venir conmigo a la cena de la promoción. En años anteriores no había querido por vergüenza, así que, tras mucho insistir y prácticamente obligarla, fuimos a comprar un vestido de fiesta para ella.

No se veía bien con ninguno, hasta que fui yo el que se decidió por uno en color rojo, con espalda al aire y escote casi hasta el ombligo, que permitía sujetar sus tetas y llevarlo sin sujetador y una raja al costado que no permitía ni tanga y mucho menos braga. Bolso negro y zapato negro.

La entrada en la fiesta fue espectacular. Acompañado de una mujer veinte años más joven y vestida tan espectacular, todas las miradas de los compañeros confluyeron en ella y las de envidia y odio de las mujeres también.

Y así como en los años anteriores me prestaron la atención mínima, ese año estuvimos siempre rodeados constantemente por compañeros y sus mujeres.

María, al principio, actuaba con timidez, pero pronto empezó a sentirse elegante, poderosa y admirada y disfrutó mucho de la fiesta.

Por la noche, fue ella la que me dijo de marcharnos de la fiesta. Ya en el coche, con una sonrisa pícara, me pidió de no ir a casa para no despertar a los niños, e irnos a un hotel.

Le hice caso  y nos metimos en el primero que encontramos de alta categoría, donde alquilé una suite.

Nada más entrar, no me dejó hacer nada. Me hizo sentarme en la cama y fue quitándome las prendas una a una, dándome un beso por cada botón de la guerrera que desabrochaba, (yo iba con uniforme militar, obligatorio en estas fiestas), y lo mismo con la camisa.

Cuando mi pecho quedó al descubierto, lamió y chupó mis pezones mientras me hacía recostarme. Luego desabrochó mi pantalón y me hizo elevar el culo para sacarlo junto al calzoncillo, tras los calcetines y zapatos, me dejó totalmente desnudo.

Se arrodilló entre mis piernas y comenzó una suave mamada. Yo quería que fuese más rápida, mi excitación lo pedía, pero ella me dio un manotazo cuando intenté llevar mi mano a su cabeza para forzarla.

La engullía poco a poco hasta tenerla completamente en su boca y la sacaba también despacio, para lamer alrededor del glande y repetir.

Cuando presintió que me faltaba poco para correrme, se puso de pie y dejó caer su vestido, quedando completamente desnuda. Se subió a la cama  (yo me había colocado a lo largo, boca arriba) y se colocó a caballo sobre mi polla, la dirigió a su coño y fue metiéndosela poco a poco.

Estaba muy mojada.

-Tienes muchas ganas ¿Verdad? –Le dije

-No te lo imaginas. Nunca había ido sin ropa interior y cuando hemos entrado en la fiesta, al sentirme tan suelta, me daba vergüenza, pero poco a poco me he ido excitando al ver en los ojos de tus compañeros el deseo por poseerme y, si cuando te he dicho de marcharnos, no hubieses accedido, me hubiese ido al baño a masturbarme. ¡No podía más!  MMMMMMM.

Mientras me lo decía, no paraba de mover su culo atrás y adelante, para rozar su clítoris con mi polla en el movimiento de entrada y salida de su coño.

-Francisco, voy a correrme. No puedo más …

Y seguido, un fuerte gemido y varios resoplidos, dejándose caer sobre mi cuerpo, y quedándose unos segundos relajada con mi polla dentro.

De nuevo comenzó a moverse, pero esta vez si levantarse, con lo que sus pechos se frotaban contra mi torax. Llevé mis manos a su culo, acompañando sus movimientos y presionando contra mi pelvis.

De repente empezó a acelerar los movimientos volviendo a gemir con fuerza, hasta que tuvo un nuevo orgasmo, seguido unos instantes después por el mío.

Nos dimos una ducha y nos dormimos.

Al día siguiente, me despertó con una fabulosa mamada y cuando vio que tenía los ojos abiertos, se subió sobre mí y se la metió por el culo. Debía haberse preparado antes, porque entró sin problemas y sin tener que dilatar.

Al rato, se corrió, pero siguió moviéndose hasta que casi seguidamente me corrí yo.

Quise seguir, e intenté comerle el coño, pero me dijo que era tarde y que teníamos que ir a casa porque los “niños” estaban solos (una niña de 22 años y un niño de 11), así que, con resignación nos fuimos a casa.

No tengo muy claro si estoy enamorado de ella o no. Solamente tengo claro que ahora no sabría vivir sin ella.

Sé que nunca olvidaré a mi mujer y a mi hija y lo que les pasó, pero ahora las recuerdo con cariño, y estoy en paz conmigo mismo.

FIN DE LA SERIE

Estaré muy agradecido si me dejan sus opiniones y valoran mis relatos.

AMORBOSO

En este último capítulo quiero dejar constancia de mi agradecimiento a:

twistyscampbell,  Un lector,  vicking, Heco,  elescritor60, Alikator, rafvallone, undiaesundia, chixpax  y scortag

Que con sus comentarios y muestras de interés, estimulan la escritura y ayudan a corregir defectos. Y pido a los demás lectores que se animen a comentar los escritos, tanto para bien como para mal. Creo que todos lo agradecerán, por lo menos los comentarios buenos