Donde no llegó la Justicia 3

(Contiene violencia) Mi mujer y mi hija murieron en un ajuste de cuentas entre bandas en su lucha por el dominio del comercio de la droga. Eliminación del primer cadáver

Previo:

Quiero agradecer antes de nada las opiniones recibidas, tanto de esta serie como de la anterior.  Al no haber podido contestar inmediatamente, respondo a los siguientes comentarios:

Vicking: Gracias por tu apoyo.

Rafvallone: Gracias también por tu comentario. Busco escribir historias con sexo, en lugar de sexo, sexo y algo de historia para enlazarlo. No sé si lo consigo pero espero hacerlo con vuestro apoyo y comentarios.

Y reitero mi agradecimiento a Un lector, twistyscampbell, así como a Alikator, aunque siento que a éste último no le haya gustado.

ANTERIOR:

La idea era matar a todos los okupas, pero solamente eliminé al que parecía el jefe.  No me atreví con las mujeres, y menos con la que era madre.

Debía enterrar el cadáver, pero no podía llevar a la madre, dejando a su hijo, ni que lo llevara consigo, por lo que opté por dejarla encadenada en la casa.

ACTUAL:

Solté a una de las mujeres y fuimos a su habitación para que se vistiera, que anteriormente había sido habitación para invitados. Estaba todo extendido. Ropas por todos lados, zapatos amontonados y hacía tiempo que no pasaban la escoba.

La hice desnudarse para que se pusiese otra ropa, más acorde con lo que tenía planeado. Realmente, solamente tenía que quitarse la camiseta y el sujetador.

Me fijé que iba totalmente depilada y que, excepto la madre por la lactancia, era la que mejores tetas tenía y que no estaba nada mal de cuerpo, por lo menos, bajo la ropa.

Sin ser consciente del por qué, mi polla se puso dura de nuevo. Mejor dicho, sí sé por qué:

Se sacó la camiseta, mostrando que, bajo el sujetador barato, había un hermoso par de tetas cubiertas por él.

Me acerqué a ella mientras se lo quitaba, mostrándomelas al tiempo que me miraba fijamente y la comencé a besar. Pasé mi lengua por ellas unos instantes. Al principio no hacía nada, ni se negaba ni colaboraba. Mis manos recorrieron su cuerpo por ambos lados, acaricié su cuello y busqué abrir su boca con mi lengua, sin que ella me permitiese hacerlo.

-Colabora un poco, ¡Vamos! – Le dije.

-¿Si colaboro me perdonarás la vida?

-Sí, saldrás de aquí por tu propio pie. –Cuando le dije esto, todavía no tenía muy claro qué era lo que iba a  hacer.

No dijo nada, así que yo continué con mi ataque.

Recorrí sus labios suavemente con la punta de mi lengua. Con una mano masajeaba su culo, mientras con la otra la presionaba contra mi cuerpo. Sus pechos se clavaban en el mío. Poco a poco se iba acelerando su respiración y pronto abrió sus labios y colaboró, fundiéndonos en un profundo beso.

Sus brazos rodearon mi cuerpo y presionaron más. Como si quisiese fundirse conmigo.  Nuestras lenguas fueron recorriendo cada rincón; intercambiando nuestra nuestros fluidos orales  y nuestros respectivos sabores.

Mis manos siguieron moviéndose por su cuerpo hasta llegar a sus pechos. Los acaricié suavemente recorriéndolos lentamente y centrándome, por fin, en sus pezones.

Ella fue desabrochando mi ropa y retirándola, hasta dejarme desnudo. Yo había dejado de besarla para acariciar su cuerpo.

Desnudos los dos, la recosté en la cama, retirando algunos objetos que podrían hacernos daño.  Entre otros. Unos zapatos.

Medio recostado sobre ella, volví a besarla, recorriendo también su cuello, deteniéndome unos instantes en el lóbulo de su oreja. Mientras ella se dejaba hacer, su respiración se iba agitando y boca emitía unos leves gemidos.

Poco a poco se iba entregando cada vez más.  Se notaba que su excitación iba en aumento. Devoré sus pechos con ansiedad, los besé con pasión, tracé círculos con mi lengua rodeando sus pezones hasta llegar a ellos y succionarlos suevamente, sintiendo como se iban estirando entre mis labios.

Abría al máximo mi boca tratando se abarcar la mayor parte posible de su pecho y lo succionaba, mientras una de mis manos apretujaba el otro.

Sin dejar de comerle las tetas, la mano que quedaba libre cuando cambiaba, recorría los labios de su sexo acariciando sus bordes.

Pronto clavó sus uñas en mi espalda y empezó a hablar pidiendo más.

-Siiii. Asiiii. Quiero que me la metaaasss. Necesito correrme.

Yo seguí con mis caricias, hasta que ella me abrazó contra su pecho y se corrió en un gran orgasmo.

-Ooooohhhhh.  Siiiii. Me corroooo. No pareees.  Siiii.

Tenía ganas de metérsela, pero mi pene no estaba duro al cien por cien, por lo que me incorporé hasta colocarlo a la altura de su boca. Ella entendió lo que quería.

-No me gusta. Me da asco.

-Esta no te lo va a dar. Hazme una buena mamada si no quieres que te maquille la cara de rojo a base de bofetadas.

Durante unos segundos, pasó su mirada de mi pene a mis ojos y viceversa, luego los cerró y lo tomo con sus manos, lo pajeó unas pocas veces y lentamente comenzó a besarlo, desde la punta a la base.

Se notaba su falta de experiencia. Sus besos eran poco excitantes y su pajeo, sin fuerza.

Una de las veces que besó mi capullo, sacó tímidamente su lengua para pasarla por la salida de la uretra. Le hice presión, obligándola a abrir ligeramente su boca y dándole a entender que quería que se dejase de juegos y se pusiese a chupar.

Puso una mueca extraña y, mirándome, abrió sus labios y comenzó a chupar mi miembro. Al principio eran movimientos algo torpes, sus dientes raspaban mi glande, hasta que le expliqué lo que tenía que hacer con ellos y cómo utilizar su lengua.

Aprendió rápido, pero no se metía más de la mitad y eso con grandes aspavientos y arcadas.

Sujeté su cabeza y fui follándola por la boca, introduciendo cada vez más adentro mí pene. Ella se esforzaba en aguantar, pero no podía evitar las náuseas y llenarme de babas cuando la sacaba.

-MMMMM.  Vas aprendiendo, putita.  Pronto serás una gran mamadora. –Le decía para ir animándola.

Ella respondía a mis palabras chupando con mayor interés, de tal manera que pronto no fue necesario forzarla porque era ella la que lo hacía.

Cuando la mamada era más natural, mi pene fue tomando dureza, al tiempo que mis ganas de aguantarme el follarla se acababan.

La hice poner a cuatro patas en la cama y me puse tras ella. Apoyó la cabeza en el colchón y separó las piernas, dejando bien a la vista sus dos agujeros. Su coño brillaba de humedad, no supe si por su corrida anterior o porque ya estaba excitada de nuevo. Su ano…  Se veía tan cerradito que invitaba a metérsela.

Dediqué un tiempo a pasar mi polla por su coño, sintiendo cómo se iban separando sus labios, al igual que hace la tierra al paso de la reja del arado, solo que, en este caso, mi pene se iba empapando de sus jugos.

-Por favor, métemela ya. No aguanto más. La necesito.

La apoyé en su entrada  e hice una ligera presión.  Su coño me la absorbió como si fuese una aspiradora, clavándola entera de una sola vez.

-Ooooohhhh, Siiiii. MMMM.

Empecé a moverme despacio, acelerando poco a poco. Ella pedía más y más y yo llegué a follarla con violencia.

Repetía mucho la misma frase

-Ooooohhhh, Siiiii. Así, más, más.

El primer orgasmo le vino a los pocos minutos y aún encadenó tres más. Con cada uno, no dejaba de gritar:

-ME CORRROOOO. SIIIII.  AAAAAAAAAAHHHHHHHH.

Así seguí hasta que sentí no podría aguantar mucho más.

Se la saqué y volví a su boca:

  • Te vas a tragar todo lo que salga – le dije.

Ella se puso a chupar, sin ascos ni quejas de ningún tipo, como si le fuese la vida en ello.  No tardé ni medio minuto en correrme dentro de su boca, agarrándole los pelos. Ella intentaba tragar, medio ahogada, pero parte de mi corrida se le escapó por la comisura de sus labios.

Se levantó para ir a lavarse, volviendo a los pocos minutos, mientras, seleccioné un vaquero y una camiseta, prácticamente limpios, y la hice vestirse con ellos. No le dejé ponerse ropa interior.

Calzada con zapatillas, volví a atarla a la silla, repitiendo la operación con la que me había follado antes.  Misma habitación y mismo procedimiento.  Tetas pequeñas pero de pezones grandes y buen cuerpo también.

Luego le tocó al tirillas. Fuimos a la que fue habitación de mi hija. El mal olor era insoportable. Revuelta como la de las mujeres y sucia a más no poder. Le hice desnudarse y le indiqué que se pusiese un vaquero, camiseta y zapatillas.

Mientras se lo decía, mi vista cayó sobre un montón de ropa arrinconado. Al principio no me fijé, pero luego me di cuenta de que esa ropa eran las braguitas de mi hija, llenas de suciedad y manchas amarillas se semen reseco.

-¡Serás pervertido!, cabrón, hijoputa. –Empecé a decirle al tiempo que saltaba sobre él y le soltaba dos puñetazos con toda mi fuerza.

Cayó al suelo como consecuencia de los impactos,

-Pero ¿Qué hace? ¿Por qué me pega?

Estaba desnudo, y el no tener otro lugar mejor, lo agarré del pelo, tirando para ponerlo de pie. Cuando estaba casi incorporado, le metí un rodillazo en los huevos que si lo hubiese pillado bien, lo habría matado. No obstante se dobló presa del dolor.

Estuve machacando su cara con mi puño, hasta que le solté un rodillazo en el plexo solar, cayendo redondo al suelo, sin conocimiento.

En todo momento no dejé de decirle la razón:

-Te has estado masturbando con las braguitas de mi hija, maldito pervertido, cabrón. Y encima las has tirado como si fuesen basura.  Te voy a enseñar a respetar las cosas ajenas y a tratarlas como debes.

Con su pérdida de conocimiento, dejé de pegarle. Bueno, todavía le di un par de patadas.  Después volví con las mujeres, saqué una pistola de la bolsa y me la puse al cinto, las desaté y las envié a atenderlo, con la orden de que viniesen todos, con él vestido, inmediatamente.

No les quité ojo de encima y un buen rato después estaban frente a mí. La cara del tirillas era un poema, llena de morados y sangre. La nariz sangrando ya poco y el labio partido.

-Vais a coger a vuestro amigo y lo vais a llevar al ascensor, lo bajaremos al garaje y lo cargaremos en una furgoneta que tengo ahí.  No quiero oír ningún ruido, voz o sonido que pueda alertar a los vecinos.  Si alguien se da cuenta o tenemos la mala suerte de encontrarnos con algún vecino, dispararé sobre vosotros y me largaré a toda prisa. ¡ENTENDIDO!

-Sssssi. –Respondieron casi a una.

Contaba con que los vecinos no saldrían a ver lo que hacían los okupas, y con que era una casa de jubilados y oficinistas, por lo que tampoco esperaba tránsito en ascensores y garaje, pero no estaba mal que fuesen advertidos

Saqué cinco bolsas para meter cuerpos, se dieron cuenta de que las tenía preparadas para ellos, lo que les produjo una extraña sensación, poniéndose blancos, que era mi intención. Les hice meter al muerto en una de ellas y añadir una segunda como seguridad.  Todo ello lo iba grabando con un teléfono que le había quitado al muerto.

Cuando terminaron, les hice levantar el cadáver,  salí a llamar al ascensor y sujeté la puerta para que entrasen rápidamente.  Mientras el tirillas, amenazado por mi pistola, sujetaba la puerta del ascensor, cerré la de casa y me metí como pude con ellos.

Casi no cabíamos, a pesar de ser grande, pero llegamos al garaje y pudimos meter el cadáver en la furgoneta sin contratiempos. Los hice subir a la caja y até sus manos y pies. Después partimos hacia el lugar donde había picado un agujero demasiado grande para lo que iba a contener.

No tuvimos problemas hasta llegar al sitio, los solté y ellos se encargaron de arrojar el cuerpo al agujero y, como solamente tenía una pala, fueron llenando el hueco por turnos.

Amanecía cuando terminamos y pudimos volver a casa, llegando sin novedad pero agotados.  Yo solamente por la tensión nerviosa.

En el ascensor, volví a pedirles silencio, entrando en la casa sin que nadie se enterase. Fui a ver a la madre, que se encontraba en la colchoneta, con su hijo al lado, ambos dormidos.

Hice que cada mujer y el tirillas se desnudasen completamente y se acostasen en sus camas, donde volví a atarlos. Yo fui a nuestro antiguo dormitorio, que últimamente había sido del muerto, me acosté y me quedé dormido inmediatamente.

Me desperté casi al anochecer. Tenía necesidad de ir al baño y mucha hambre.  En el baño, la madre estaba dando el pecho al bebé.  Sin importarme su presencia, descargué mi vejiga y fui a dar vuelta por los demás.  Les pasaba lo mismo que a mí.

Todos pasaron por el baño y yo por la nevera. Estaba vacía. Volví a atarlos y salí a comprar algo.

Cuando volví con varios platos de comida preparada, embutidos y distintos productos y bebidas para pasar un par de días, los hice preparar la mesa y nos sentamos a comer los cinco. Ellos desnudos y yo con una camisa y calzoncillo militar.

Cuando vieron la comida, se lanzaron sobre ella como fieras. Debían llevar tiempo sin comer o comiendo mal, porque media hora después, no quedaba nada de lo que había comprado para los dos días.

Mi intención era hablar con ellos (ellas más bien, pues eran mayoría) durante la comida y tomar una decisión sobre su futuro, pero, a la vista de las circunstancias, esperé a que se diesen por satisfechos.

Cuando terminaron, les pregunté sobre cómo era su vida anterior y de qué vivían.

Todos cobraban una pensión cercana a los quinientos euros (el salario mínimo era de algo más de 700 euros), excepto la madre, que empezaba a cobrar algo más de 650 euros por tener un hijo.

Ese dinero lo tenían que entregar a Jorge (cuando pregunté, me dijeron que era el muerto) para dejarles vivir allí. Ellas se buscaban la vida para comer y vestir.

Pedían limosna, hacían abalorios que vendían por esquinas, calles y plazas. A veces se prostituían (no me puedo imaginar cómo o con quién y si conseguirían sacar mucho dinero, por la poca experiencia demostrada).

El tal Jorge dejó embarazada a María (nombre de la madre) para conseguir aumentar la pensión y para dar más lástima en la mendicidad. Como le salía bastante rentable, pretendía embarazarlas a las tres y cobrarles más.

Tras pensarlo un momento, les hice una propuesta:

-Si abrís la boca, seremos condenados todos. Tengo un vídeo donde se os ve enterrando su cuerpo. Podéis marcharos ahora o podéis quedaros aquí.  Si os quedáis, os cobraré 300 euros al mes.  Si tenéis una causa justificada, necesidad imperiosa o gasto imprevisto, podemos hablar de perdonar la renta durante un periodo.  Si encontráis un buen trabajo, os podéis marchar. Si tenéis una idea que os permita crear vuestra propia empresa, que sea factible, yo os ayudaré a ponerla en marcha, incluso económicamente, y…

-¡Gracias señor! –Dijo María, lanzándose de rodillas a mis pies.

-¡Si, señor, muchas gracias! –Dijo la rubia Elena.

-¡Es usted muy bueno con nosotras! –Dijo la morena Marta.

-Yo también estoy muy agradecido. –Dijo el tirillas.

-Me parece muy bien. –Dije yo– Quiero que me lo demostréis cumpliendo con lo que espero de vosotras.

No tuve tiempo de nada.  María se acercó a mí rápidamente, levantó mi camisa y sacó mi polla de mis calzoncillos militares, después de bajarlos lo que pudo por estar sentado, metió una mano hasta alcanzar mis huevos y se la metió en la boca, al tiempo que los acariciaba.

La tenía totalmente floja, pero enseguida alcanzó suficiente dureza y tamaño para que comenzase a lamerla desde la base a la punta.

Elena, la rubia, también se acercó, lamiendo también por el lado contrario y consiguiendo que alcanzase su máximo esplendor.

Elena quiso metérsela en la boca para hacerme una mamada, pero María la apartó rápidamente:

-¡Fuera! Esta polla es mía.

Aproveché el momento para quitarme el calzoncillo y girarme hacia María.  Continuó lamiendo un rato más y pasó a metérsela completamente en la boca. Se la metía hasta la garganta frotando con la lengua sobre el paladar, y la volvía a sacar haciéndola resbalar por la propia lengua, colocada todo lo más afuera que podía.

Después de un rato realizando este trabajo, le avisé que estaba a punto de correrme.  Entonces ella se levantó, tiró de mis piernas para que el culo me quedase en el borde de la silla, se colocó a caballo sobre mí, apuntó mi polla a su coño y se dejó caer sobre ella, clavándosela completamente.

-Mmmmmmmmmmm.  Hacía meses que no sentía una polla dentro de mí, y menos tan hermosa como ésta.

Me abrazó, clavando sus pezones en mi pecho, y empezó con un movimiento suave, echando su culo hacia atrás y adelante para frotarse bien conmigo.  Tardó escasamente un minuto en correrse:

-AAAAAAAAAAAHHHHHHHHH. Me corrooooooo. Siiiiiii.

No se detuvo. Primero  se movió con lentitud presionando contra mi cuerpo con el suyo, mientras se corría, y luego volvió a moverse de nuevo con rapidez.  Con sus movimientos, estrujaba mi polla como si quisiera exprimirla.

Su abrazo me presionaba contra su cuerpo, sus tetas realizaban suaves frotamientos contra mis pectorales y mis manos masajeaban los cachetes de su culo al compás de sus movimientos. Constantemente repetía la misma frase.

-Oooohhhh. Siiiii.   Oooohhhh. Siiiii

Cuando volvía a estar a punto de correrme, la hice levantarse, aparté lo poco que quedaba sobre la mesa y la hice recostarse boca abajo sobre ella.  Los pies le llegaban justo al suelo, pero quedaron colgando al separar sus piernas al máximo, dejando bien a la vista, su coño chorreante de fluidos y su ano.

Se la clave en el coño, e inicié un bombeo suave, que poco a poco fui acelerando, mientras dejaba caer goterones de saliva sobre su culo y mi polla, que luego extendía sobre su ano y metía con el pulgar para ir dilatando.

El ataque por ambos lados, no tardó en producir efecto, volviendo ella a tener un nuevo orgasmo.

-AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH  Me corrooooo. No pareeeeeess Ah, ah, ah,…

Apenas pude contener el mío hasta que ella hubo terminado. Entonces, se la saqué del coño y la metí directamente en su culo. Entró hasta el fondo, donde descargué inmediatamente, mientras ella gritaba de dolor, a pesar de que ya lo tenía abierto y usado.

Las otras dos, también querían. Les dije que se las follara el tirillas, pero resultó que, entre las drogas y que tenía otras preferencias, no se le levantaba con ellas.

Todavía estuvimos algunas horas mientras me contaban su vida y la del muerto, por lo que me pude enterar que trapicheaba con droga y comerciaba con lo que sus compañeros conseguían robar.

De madrugada, nos fuimos a dormir. Ya no las até, pero si cerré la puerta de la calle y bloqueé la de mi habitación.

Dediqué un buen rato a cambiar la ropa de cama y hacer un minucioso examen de todo el contenido.

No era muy listo, el tal Jorge. Encontré varias sumas de dinero ocultas en sobres pegados por debajo en los cajones.  En la cisterna del baño, encontré dos bolsas herméticas. Una con un polvo blanco (coca) y la otra con más dinero.

La droga se fue por el sumidero y el dinero reunido y contado. Había un par largo de cientos de miles de euros que guardé, sin esconder, en uno de los cajones.

El baño estaba asqueroso.

Todavía conseguí dormir unas horas, sin que nadie me molestase.  A las ocho de la mañana el llanto del niño terminó de despertarme. Tras una ducha con mucho asco y desayunar un trocito de embutido con agua, resto de la cena, me fui a organizar la verdadera misión que me había llevado hasta allí.

Pero antes de irme, las levanté a todas y les di una serie de instrucciones claras: cuando volviese a la noche, la casa tenía que estar limpia y desinfectada como si fuese un quirófano, y sus  habitaciones recogidas, con todo lavado y planchado.  Incluida mi habitación.

La ropa del muerto, toda a la basura, Sin permitirles tocar nada más.

Hice que me acompañasen el tirillas y Elena y fuimos a un supermercado cercano, donde hice compra de productos de limpieza y comida para que los llevasen a casa, marchando después a lo mío.

CONTINUARÁ

Estaré muy agradecido si me dejan sus opiniones y valoran mis relatos.

AMORBOSO