Donde menos se piensa...

Cosas del destino

INTRODUCCIÓN

Aquello fue una historia de amor y pasión como tantas otras de las que, irremisiblemente, están condenadas al fracaso, pero que duró mientras duró antes de quedar archivada en el armario de los recuerdos agridulces.

Fue hace mucho tiempo, en 1995, cuando Internet lo tenían sólo algunas empresas y particulares muy privilegiados. La dama en cuestión tenía dos hijos, hija e hijo, ya mayorcitos, y yo casi me llevaba mejor con los hijos que con la madre.

Tras varios intentos de ‘reparación’, el asunto se acabó definitivamente en 2000. No volvimos a saber uno del otro.

Pero hete aquí que, un tiempo después, entramos de lleno en la era de las comunicaciones, en la que ya nadie te pregunta: “¿Tiene correo electrónico?” Sino que te dicen directamente: “Dígame su correo electrónico”. Y claro, yo también terminé creyéndome que sin poder acceder a la red no se puede vivir.

Naturalmente, en cuanto me hice con mi línea ADSL, mi “router wifi”, y demás parafernalia, me puse a descubrir sitios como loco, entre ellos este tipo de páginas de contactos.

Pues bien, en una de estas páginas contacté, e hice amistad, con una chica con el “nickname” DESCARADA. Difíciles principios, pues no encajaba para nada en lo que eran mis ‘intereses’, más que nada porque apenas contaba 31 años, y yo pasaba ya la cincuentena, 5.

Pero, como dice Joaquín: “más raro fue aquel verano que no paró de nevar”, y terminando siendo entrañables; por la red, naturalmente; con ‘derecho a casi todo’.

El principio fue lo clásico: “Que por qué me agregas si puedo ser tu padre”. ‘Que qué tiene que ver la edad para una amistad’…

Fueron casi dos meses de charlas, más o menos largas y más o menos ‘transcendentes’. Por algún motivo no muy comprensible, ninguno pedía fotos del otro; por mi parte porque, como ya he dicho, mi interés no era demasiado grande, sólo me sentía un tanto intrigado porque de un día para otro su manera de escribir los mensajes, de expresarse, y de elegir los temas, cambiaban como de la noche al día.

Pero el caso es que nos fuimos ‘acostumbrando’ el uno al otro y el grado de confianza fue en aumento, con la misma libertad hablábamos de política, de música, de sexo y de cosas cotidianas.

Fue en diciembre, cercanas ya las Navidades, cuando me dijo:

-Voy a hacerte dos regalos de Navidad: te voy a mandar una foto y te voy a dar mi número de móvil.

-Gracias, serás correspondida de la misma forma.

En un e-mail me llegó la foto y el número de teléfono. La primera era una foto normal, de cuerpo entero, bastante lejana, que realmente no me dijo nada salvo que, efectivamente, era una chica joven, delgada, y no muy alta.

Por el mismo medio le envié una mía y mi número de móvil. La cuestión era quién lo utilizaría primero.

Contra tolo que parecía previsible, no sólo no lo utilizamos ninguno de los dos, sino que durante más de una semana se interrumpieron todo tipo de comunicaciones entre nosotros.

LA HISTORIA

Después de nueve días volvió a llegarme un correo suyo anunciándome, simplemente, que había cambiado de cuenta de correo electrónico, así como la de todas las páginas por las que alguna vez nos habíamos escrito, y me daba los datos de sus nuevas cuentas.

Más o menos al mismo tiempo; aunque yo no lo relacioné, naturalmente; Me llegó a mi Messenger una solicitud de adhesión de alguien con el ‘nick’ INOLVIDABLE. Obviamente lo acepté, porque lo hago siempre.

A partir de entonces comencé a interactuar con los dos personajes, pues INOLVIDABLE, tras unos días de mensajes inocuos, empezó a lanzarse a ‘fondo’ a cuestiones más ‘personales’.

Con DESCARADA la cosa empezó a derivar al intento de conocernos personalmente, aunque yo trataba de esquivar ese momento porque seguía pensando que la diferencia de edad era demasiado grande como para que ese posible encuentro nos resultase satisfactorio a ninguno de los dos.

La cosa con INOLVIDABLE transcurrió por otros derroteros. Era una mujer; porque dijo serlo; dentro de la edad que a mí me resulta ‘cómoda’, por lo que fui yo quien inició el ‘acoso’, y ella quien se ‘defendía’. Así empezó la solicitud de que me mandase fotos, o que me pusiese su cámara, sólo para verle la cara. A ambas cosas se negaba sistemáticamente, por lo que incluso empecé a dudar de fuese realmente una mujer.

El planeado encuentro con DESCARADA, como pasa siempre en estos casos, se fue demorando casi “sine die”, o no podía ella, o no podía no; y mi ‘intrigado interés’ por INOLVIDABLE iba creciendo por momentos.

Por fin, casi un mes después…

…Acordamos una cita entre DESCARADA y yo. Fue a las seis de la tarde de un sábado en la cafetería Hontanares, porque era un sitio que conocíamos los dos.

A duras penas la reconocí, pues ya dije que la foto que me había enviado era un poco lejana, pero ella si me reconoció a mí y vino directamente a la mesa en la que estaba sentado, presentándose. Noté en su expresión una cierta expectativa, como si esperase algo concreto, pero yo sólo vi que era una jovencita con una figura espléndida, bastante guapa, y que tenía un cierto aire familiar para mí que no supe a qué atribuir. Se sentó y le pidió al camarero un té con limón.

Tras una rato de charla, en el que me dijo que se llamaba Laura, y poco más, me pidió que la llevase a un bar latino, por la calle Huertas, llamado “La tía Tomasa”, en el que se toman mojitos y hay cantantes y grupos, contratados y espontáneos, en un pequeño escenario en una esquina de la sala.

Después de un par de un rato y unos cuantos; tal vez demasiados para ella; mojitos, me dijo que si quería bailar con ella. No soy un gran bailarín, pero viendo lo que los demás clientes hacían en la pequeña pista de baile, pensé que no haría demasiado el ridículo y acepté.

Su forma de bailar, de moverse, era de lo más sensual y provocativa. Se rozaba conmigo, se apretaba a mí, me miraba con ojos ardientes, hasta que me dijo:

-Me excitas mucho, quiero irme a la cama contigo, quiero devorarte todo…

Aquello, si bien no me cogió de sorpresa, sí me dejó bastante cortado, más que nada porque sabía que tenía que decirle que no y no sabía como hacerlo, por lo que me limité a la negación escueta:

-No.

-¿Por qué no? –Protestó- ¿No te gusto? ¿No te pongo?

Pensé que no era una conversación para ser mantenida mientras nos movíamos, y en medio de toda la gente que bailaba alrededor, por lo que la cogí de la mano y la llevé a una mesa relativamente apartada.

-Mira Laura –traté de explicarle-, gustarme me gustas, como supongo que a miles de hombres más, pero ‘ponerme’ no me pones. Eres demasiado joven y no me gusta el sexo con chicas a las que saco 30 años.

-Pues por mensajes has tenido sexo conmigo –Se quejó.

-Sí. Mal hecho por mi parte, pero eso es sexo virtual, no te tenía delante y podía abstraerme de tu juventud. En vivo es diferente.

-¿Piensas que no sabría hacértelo?

-Estoy seguro de que sabrás hacerlo mejor que yo. No es eso, es simplemente mi manera de ser.

-Anda, llévame a tu casa, y si no soy capaz de excitarte, pues nada.

-No, de verdad. Seguro que lograbas excitarme, pero sería contra mis principios y no quiero sentirme mal mañana.

-¿Entonces qué coño hacemos?

-Pues, menos acostarnos, lo que quieras. Podemos ir a cenar algo; si es que llegamos a tiempo, y si no en un VIP’S; luego podemos ir a algún otro sitio que te apetezca, y luego te llevo a tu casa.

-Me seducía más el otro plan, pero ya veo que te haces el duro. Bien, vamos a comer algo porque me están haciendo efecto los mojitos.

Salimos de allí. Un poco más lejos encontramos un restaurante italiano abierto y allí nos metimos sin discutirlo.

Laura no había renunciado del todo a su propósito, pues durante toda la cena me estuvo ‘provocando’ por activa y por pasiva; se desabrochó un par de botones de la blusa para dejarme ver gran parte de sus pechos, uno de sus pies, ‘clásicamente’ desprovisto del zapato, buscaba mi entrepierna, que yo intentaba ‘esconder’ a su intención…

-Laura –Le dije-, no vas a conseguir nada, a no ser provocarme un calentón que no voy a resolver, así que, por favor, déjalo.

-¡Joder! ¡Nunca se me había resistido tanto un tío! ¡Y menos un ‘abuelete’ como tú!

Ignoro si esto lo dijo con ánimo de ofenderme por mi rechazo, pero soy de los que piensan que la verdad nunca puede ofender.

-A lo mejor es que nunca antes habías tropezado con un abuelete.

-A lo mejor, pero pensé que serías ‘mantequilla’ en mis manos.

-Hasta la mantequilla se agria con el tiempo.

-Pues que sepas que hoy me aguanto con tu decisión, pero te aseguro que antes o después caerás en mis brazos. Además, me aguanto con una condición: cuando terminemos de cenar me vas a llevar donde yo te diga.

-Si no es a la cama, ningún problema.

¡O eso pensaba yo!

Yo no tenía coche; ni lo hubiese sacado de noche de haberlo tenido; por lo que a la salida del restaurante paramos un taxi. Le dejé a ella, naturalmente, que le diese al taxista la dirección de donde quería ir. No dejó de sorprenderme que fuese la de un local muy frecuentado por mí, pero no le di mayor importancia en ese momento, ya que es un sitio muy conocido en la noche madrileña, aunque tal vez no tanto para las personas de su edad.

A la hora en que llegamos; muy ‘temprano’ para lo habitual en aquel sitio; apenas si había clientes. Ni que decir tiene que los camareros me reconocieron, pero dada la ‘categoría’ del establecimiento, tienen como norma principal la discreción. Es decir, no conocen a nadie mientras no se les ‘reconozca’ a ellos.

A medida que fueron llegando los clientes, la mayoría habituales, noté como que me miraban con expresión extrañada, pero lo achaqué al hecho de verme con una chica tan joven, lo que estaba fuera de todas mis normas.

Nadie me dijo nada especial, pero siempre hay un amigo bienintencionado; y en este caso no entrecomillo la palabra pues estoy seguro de que era sí, por ser el amigo quien era, que, más o menos al final de la velada te ‘destripa’ el secreto…

…El amigo en cuestión se acercó a mí en un momento en que Laura había ido al lavabo, y tras los saludos de rigor me dijo:

-Veo que has vuelto a los caminos de antaño.

-¿Perdón? No sé qué quieres decir.

Noté que se quedaba un poco cortado, como si se diese cuenta de que, de alguna forma, había metido la pata, pero ya no tenía posibilidad de dar marcha atrás.

-No, como he visto que has venido con la hija de Paula, pensé que habíais vuelto y la estabas esperando.

Aparte del torbellino de ideas que se desató en mi cabeza, empecé a comprender algunas cosas, y a entender menos otras. Aunque yo no la había reconocido, por el paso del tiempo y el acelerado cambio que sufren los adolescentes al pasar a la madurez; relativa; era evidente que ella sí sabía quien era yo. Eso explicaba algunas actitudes expectantes, sobre todo al encontrarnos, pero hacía más incomprensible aún su afán por seducirme y llevarme a la cama.

De alguna manera tenía que salir del paso ante mi amigo sin confesar mi ignorancia de lo que estaba pasando, así que le dije:

-¡Ah! No, ha sido un encuentro casual, y hemos venido para evocar viejos tiempos, pero no espero a Paula.

-De acuerdo- Dijo mi amigo.

Y como la chica regresaba ya del servicio, se alejó sin más lugar para prolongar la charla.

En décimas de segundo tuve que decidir cual sería mi actitud con ella a partir de entonces. Pero como quería averiguar qué era lo que estaba pasando, y sus intenciones reales, decidí que lo mejor era seguir haciéndome el tonto, que no es lo mismo que serlo como hasta entonces, y darle sedal al pez, a ver por donde tiraba.

Siguió durante toda la noche con su coqueteo descarado, con sus intentos de seducción, pero ahora, ya con más datos en mi mano, le seguía el juego de forma diferente. Yo también quería saber hasta donde estaba dispuesta a llegar, y por qué.

-Laura, me estás poniendo a mil y estoy pensando en renunciar a mis principios.

-¡Qué bien! Pues venga, llévame a tu casa.

-¿De verdad estás dispuesta a acostarte conmigo?

-¿Dispuesta? ¡Estoy deseándolo! ¡Venga, vamos!

Había dado el paso y me había metido en arenas movedizas. Al parecer ella estaba más dispuesta que yo a llevar el ‘experimento’, o lo que fuese, hasta las últimas consecuencias. Me recordó un incidente parecido, con la madre, hacía muchos años en una playa de Málaga. “De tal palo tal astilla”, pensé, y supe que de nuevo era yo quien tenía que declararse vencido.

-No, no vamos. Ni mi casa ni yo estamos ‘preparados’ para esto, pero, si insistes, te prometo que la próxima vez que nos veamos te llevaré.

-¡Leches, no puedes ponerme la miel en los labios y luego quitármela!

-Lo siento, por los dos, pero las cosas están así.

-Bueno, estoy muy cabreada, así que vámonos y cojo un taxi para mi casa.

-Te acompaño…

-¡No! –No me dio tiempo a terminar la frase –Tú vete a la tuya, o donde te dé la gana.

Entendí que, aparte del hipotético enfado por mi rechazo, no quería, de ninguna manera, que supiese donde vivía, pues aún me creía ignorante de quien era en realidad.

No iba a discutir. De forma que salimos del local, en el Paseo del Prado paré un taxi para ella y cuando arrancó yo eché a andar hacia mi casa, necesitaba que me diese el aire de la noche.

Al día siguiente, cuando me conecté a la red, recibí dos mensajes casi seguidos. El primero era de Laura y decía: “¡Anda que me tienes contenta!”. El otro era de INOLVIDABLE y su contenido era: “Me he enterado que anoche te portaste como un caballero… aunque dejaste la puerta abierta para dejar de serlo”.

Si me hubiese quedado alguna duda de que INOLVIDABLE era Paula, aquel mensaje la hubiera disipado. Y si la duda hubiese sido de que aquello era una especie de ‘experimento’ consensuado entre madre e hija, también se hubiera resuelto. Porque si la joven no se lo había contado, a ver como se había enterado tan pronto.

El ‘juego’ me parecía rocambolesco, pero la verdad es que no me molestaba en absoluto, sobre todo porque, tal vez, yo tenía más información de lo que sabían, que ellas de lo que sabía yo.

Durante un par de semanas se siguieron intercambiando los mensajes entre los tres. Yo seguí empecinado en mi ‘ignorancia’, esperando que alguna de las dos moviese pieza.

Contra lo que supuse, fue Paula la primera que adelantó un peón con este mensaje: “Oye, ya hace tiempo que estamos hablando por aquí, me parece que ha llegado el momento de que, si quieres, nos conozcamos en persona”.

Respondí con un ‘enroque’ sibilino: “Me parece bien. Dime día y hora y quedamos en “Laurel”; (era un bar en el que ella y yo solíamos quedar cuando estábamos juntos). “Si no sabes donde está, te lo indico”.

“Pues no, no sé donde está. Dame la dirección y ya te indicaré el momento”. Alegó. Sabía que mentía como una bellaca, no obstante le di las señas del establecimiento y quedé a la espera de su respuesta.

La cita llegó un martes para el jueves siguiente, a las ocho de la tarde. No estaba ansioso, pero sí expectante por ver lo que tendrían preparado y cómo se iba a resolver la situación al final.

Cuando, el día y la hora acordados, llegué al lugar de encuentro, no la vi, pero como recordaba que era proverbial en ella llegar tarde a todas sus citas, me senté en una mesa dispuesto a esperar.

No estaba el sitio muy concurrido. Había dos hombres en la barra; en una mesa un grupo de cuatro chicos jóvenes hablando ruidosamente de sus cosas; en otra una pareja bastante acaramelada; y por fin, en la más alejada de mí, una mujer que parecía enfrascada en una de esas revistas de pasatiempos.

Con mi copa y mis cigarrillos me dispuse a armarme de paciencia. Pero hasta mi paciencia tiene un límite; eran las ocho y media y no había aparecido. Estaba a punto de dar por sentado que me había dado plantón, de pagar y largarme de allí, cuando vi que la mujer de la revista de pasatiempos se levantaba de su mesa y se dirigía a la mía, se paraba ante mí, y preguntaba:

-¿Eres Vuelapluma?

Sorprendido, contesté:

-Sí. ¿Quién eres tú?

-Inolvidable. Mi nombre es Mandy, de Amanda.

Debí poner cara de idiota al ver que mi teoría se venía abajo estrepitosamente. No conocía de nada a aquella mujer. Me levanté, le ofrecí una silla, y cuando se sentó todavía estaba completamente desconcertado.

-Hemos estado esperando como tontos –Dijo-, seguramente pensando los dos que el otro era un ‘malqueda’. Iba a marcharme, pero te he visto y he pensado que a lo mejor eras tú, y me he decidido a preguntarte. ¿A ti no se te ha ocurrido lo mismo?

No pude decirle que yo estaba convencido de a quien esperaba, por lo que no podía imaginarme nada, ni se me podía ocurrir dirigirme a una desconocida, por lo que me limité a contestar que no.

Cuando pude retomar una conversación medianamente fluida, le pregunté de qué modo se había enterado de lo que hice, o dejé de hacer, la noche de mi encuentro con Laura. No hizo más que soltar una pequeña carcajada y decirme que ‘ella tenía sus métodos’.

Cada vez me ‘encajaban’ menos las cosas, pero decidí no comerme más el ‘coco’, al menos por el momento.

La mujer era algo más joven, en apariencia, que Paula, pero sin el aire de ‘devorahombres’ de ésta. Un poco delgada para mi gusto, pero nada ‘despreciable’. Así que decidí cambiar el ‘chip’, asumir que había metido la pata hasta la ingle, y actuar como si no hubiese tenido nada preestablecido. Así que saqué mi instinto ‘depredador’.

No me hizo falta, la verdad sea dicha, demasiado ‘esfuerzo’ para conseguir mi propósito. En menos tiempo del que habíamos estado esperando ya habíamos decidido ir a mi casa ‘a tomar la penúltima copa’.

Sólo diré que era muy, muy buena en la cama.

Naturalmente quedamos en llamarnos, en vernos de nuevo, eso que se dice siempre, pero sin concretar nada.

Convencido de que donde yo había visto complots no habían sido más que casualidades, me taché de mal pensado y dejé estar el asunto.

El siguiente movimiento fue de Laura. Volvió a insistir, por mensajes, en que nos viésemos de nuevo, pero asegurando que la próxima vez no la iba a dejar ‘a medias’. Pero la verdad es que yo no tenía demasiadas ganas de pasar de nuevo por esa experiencia, así que le fui dando largas con una u otra excusa.

INOLVIDABLE también mandó algunos mensajes evocando entusiásticamente nuestro encuentro y diciendo que no podíamos dejar pasar mucho tiempo sin repetirlo. Incluso me propuso buscar fechas para un fin de semana completo. Con ésta no pretendía demoras, pero por cusas ajenas a mi voluntad, el siguiente encuentro se fue demorando

Al final no pude darle a Laura más excusas verosímiles para no encontrarme con ella, por lo que terminé concertando una cita con ella para un viernes, aunque poniéndole en antecedentes que no diese nada por sentado.

Nadie me puso en antecedentes a mí de la enorme sorpresa que me iba a llevar ese viernes.

A la hora acordada, Laura se presentó en el sitio convenido con una puntualidad digna de mejor causa. Seguramente se había vestido para ‘reventarme las hormonas’, pero sin calcular que la moda sexy que los jóvenes entienden como tal, no es la misma que nos ‘pone’ a los ya un tanto ‘tarrillas’.

-Vienes muy provocativa –Le dije-. ¿Sigues empeñada en hacerme perder los estribos?

-Claro que sí, porque tú ya me has hecho perder a mí los míos.

-Pues mira, hoy he venido con el espíritu decidido, así que, si quieres, en cuanto nos terminemos las copas nos vamos a mi casa.

-Claro, pero no tengas prisa, yo tengo todo el día.

De repente noté que su actitud había cambiado. Ya no parecía tan impaciente como la vez anterior por llevarme a la cama. Incluso noté que se tomaba su copa más despacio de lo habitual. Pronto descubrí el motivo.

No llevábamos allí ni media hora cuando… ¡Vi entrar a Paula!

Aparte de la pirueta que me dio el corazón al verla; uno piensa que ha olvidado hasta que se da cuenta de que sólo a aparcado los recuerdos; todos los esquemas se me volvieron a venir abajo. Lo que había dejado de parecerme una conspiración volvió a parecérmelo. Volví a pensar que las casualidades no existen. Y me devané los sesos cavilando qué demonios significaba todo aquello. ¿Qué pintaba entonces INOLVIDABLE en esta película? Eso sí, esperaba que su presencia desvelase de una vez por todas el misterio, al menos para saber el juego al que estaba jugando sin conocer las reglas.

Cuando llegó a nuestra mesa me levanté para saludarla. Ella dijo, escuetamente:

-Hola.

-Hola –Respondí- ¿Qué haces tú aquí?

Y al momento me di cuenta de lo estúpido de mi actitud; tenía tanto derecho a estar allí como cualquier otro.

-¿Puedo sentarme? Pido una copa y te contesto.

No sé si estaba preciosa, a pesar de su edad, o si me lo parecía a mí. Se sentó y pidió uno de sus clásicos mejunjes imbebibles para el resto de los mortales.

-Bueno –Dije-, pues tú me dirás que te trae por aquí.

-Pues lo que has supuesto. Por casualidad vi la foto que le mandaste a Laura; por cierto estás muy bien; y te reconocí de inmediato, aunque no le dije quien eras, pues ella no te reconoció después de estos años. No pude evitar la curiosidad de volverte a ver, así que cuando hoy me dijo que tenía otra cita contigo, le expliqué quien eras, le dije que quería verte, y le pedí que te retuviese aquí hasta que llegase yo.

Pese a la explicación no entendía muy bien la situación, sobre todo el porqué Laura, al llegar, había insistido en que quería acostarse conmigo sabiendo ya quien era. Aquello estaba todo menos claro.

-Tú también estás estupenda –Y no era sólo cortesía-. Pues ya me diréis que queréis que hagamos ahora.

-Me alegro mucho de verte –Dijo Paula-, pero yo me acabo mi copa y me voy para que sigáis con vuestros planes.

-No –Protestó Laura-. La que se va soy yo, para que podáis hablar de vuestras cosas, porque supongo que tendréis mucho que deciros. Ya quedaré otro día con él para que hagamos el trabajo que tenemos pendiente.

La verdad es que a mí me apetecía mucho más quedarme a solas con la madre que con la hija, y nada quedarme con las dos, por lo que me callé ante la propuesta de la joven. Paula dijo:

-Si no te importa, sí que me gustaría tener una larga charla con él. Te prometo que te compensaré esta ‘faena’.

-Pues recuérdalo, porque sí me lo vas a tener que compensar.

Poco después se marchaba la joven y nos dejaba solos a la madre y a mí.

No quise entrar en el tema de todo aquel asunto, dando por buena y satisfactoria su explicación, de forma que actué como si no ‘conociese’ a Laura.

-Bueno –Dije-. El tiempo parece que no pasa para ti. Sigues tan exuberante como hace unos cuantos años.

-¿Te sigo gustando?

-Como antaño, me sigues ‘poniendo’ en cuanto te veo.

-Tú también estás muy bien, sí. Y también me sigues excitando.

-Bien, ¿y de qué querías que hablásemos?

-De muchas cosas de estos años, y de los pasados. Pero mejor en tu casa. ¿Te apetece?

-¡Claro que sí! Pero la vas a encontrar bastante cambiada.

-Es lo mismo. Sigue habiendo cama, ¿no?

-Venga, vámonos.

Con la urgencia que da el deseo, pagué y salimos del bar para dirigirnos a mi casa.

Apenas entramos por la puerta, ella ya se estaba desnudando. Siempre había sido igual, impetuosa cuando la libido la acosaba. Dejando la ropa esparcida por el camino, se dirigió a la cama, se tumbó, ya completamente desnuda y… Empezó a hacer una de las cosas que más cachondo me ponen, y que todavía recordaba: masturbarse con fruición, moviendo las caderas y suspirando. Me desnudé a toda velocidad y me acosté junto a ella. Cuando quité sus manos de su sexo para poner las mías, ella se apoderó de mi pene y se puso a acariciarlo con la maestría que siempre la había caracterizado.

Sin dejar de emitir gemidos, me dijo:

-¿Te acuerdas de una de las cosas que más me gustaba que me hicieras?

-Claro que sí –respondí.

-¡Pues házmelo, estoy deseando!

Me deslicé entre sus muslos, que inmediatamente levanto hasta poner los pies a los lados de su cabeza para ‘abrirme el campo de batalla’, y me puse a jugar con mi lengua en su sexo, desde el clítoris hasta cerca del ano, sin dejar un rincón sin recorrer lamiendo y succionando.

Gracias a las gruesas paredes de mi vieja casa, y a que ya quedaban poco vecinos en el antiguo caserón, no eran demasiado ‘graves’ sus estentóreos gemidos y gritos de placer.

-¡Despacio! –Farfullaba- ¡Despacio! ¡Quiero que me dure este gustazo! ¡Que no acabe! ¡O repetir otra vez si me corro!

-Quiero metértela antes de que te corras –Pedí.

-¡No, no! ¡Quiero correrme en tu boca! Luego me follas las veces que quieras.

En efecto, unos diez minutos más tarde alcanzaba el orgasmo entre gritos y estremecimientos que casi me descoyuntaron el cuello.

Cuando recuperó la respiración me pidió que se la metiese. Volvió a correrse en lo que yo lo hacía dos veces…

La noche fue muy larga. Aún me despertó de madrugada haciéndome una mamada, con lo que el ‘festival’ casi se repitió.

A la mañana siguiente la acompañé hasta su casa. Ambos expresamos el ferviente deseo de volver a vernos muy pronto.

Pero la trama con Laura, y con la ya casi olvidada INOLVIDABLE, no había terminado, ni mucho menos.

Ni que decir tiene que yo estaba entusiasmado con el reencuentro con Paula. Siempre supe que no había estado enamorado de ella, pero sí encoñado hasta las trancas, y parecía que el destino me volvía a dar la oportunidad de disfrutar de sus mieles sexuales. De forma que casi no me interesaba saber de ninguna otra.

Pero supe, claro está, y de forma casi simultanea. Primero fue Laura, que esa misma tarde me mandó un mensaje diciendo:

“Te salvó la campana, y mi madre, pero el combate no ha terminado. Quiero otra cita contigo, y esta vez sin ‘intrusos’”.

Poco después me llegaba este otro de INOLVIDABLE: “Todavía me estoy relamiendo con lo del otro día. ¿Cuándo podemos repetirlo?”

Desde luego, si quisiera estar con alguna después de la ‘apoteosis’ de Paula, sería con la mayor con preferencia sobre la joven. De forma que concerté una segunda cita con ella. Como parecía que la mujer quería ir directamente ‘al grano’, quedamos en mi casa directamente.

A la hora acordada llamaba a mi puerta. Nada más abrirle se echó en mis brazos y me dio un beso en la boca digno de figurar en libro “Guinnes”. Llevaba una especie de gabardina roja, corta, una cuarta por encima de las rodillas. Cuando se separó del abrazo, se la abrió. Debajo sólo tenía un conjunto minúsculo de ropa interior. Pensé en que medio de transporte habría venido, y cuantos infartos habría provocado por el camino.

-Hola nene –Me dijo-. No se me ha pasado la ‘humedad’ desde la otra vez que estuve contigo.

-Pues habrá que hacer algo para remediar eso –Respondí.

-¡Mmmmm! ¡Claro! ¡Y ahora mismo! ¡Me tiemblan las piernas de cachonda que estoy!

-¡Arráncame el tanga, anda!

Como es lógico no me hice de rogar. Y no sólo eso sino que, tras hacerlo, me arrodillé ante ella y apliqué mis labios a su coño con fruición.

-¡Ah! ¡Cabrón! ¡Cómo me pones! ¡Vamos a la cama!

Tardamos casi cinco minutos en recorrer los cinco metros que nos separaban de la cama, porque ella me iba desnudando por el camino y acariciándome la polla.

Nada más derrumbarnos en la cama nos engolfamos en un 69 bestial. Su forma de mamármela era espectacular, y la de frotarse el chocho contra mi boca, buscando los sitios que más la hacían gemir, también.

Al rato de estar en esta deliciosa ‘tarea’; no estoy seguro de si ella llegó a correrse o no; me dijo.

-Nene, me encanta el sexo anal. ¿Me la meterías por el culo?

-¡Yo te la meto a ti hasta en un bolsillo, si me lo pides así! –Respondí.

Se puso a cuatro patas, con las piernas separadas, ofreciéndome el culo y gritó:

-¡Venga! ¡Clávamela ahí!

Me la ‘lubricó’ son su propia saliva y apuntándola en su ano se la fui metiendo poco a poco. Sus gemidos, a medida que le entraba, eran clamorosos, no sabía yo si de placer, de dolor, o de ambas cosas.

El placer que sentía yo, al meterla en aquel espacio tan ‘ajustado’ era infinito, pero el de ella debía ser aún mayor, porque por tres o cuatro veces, entre estertores, afirmaba: “¡Me corro, guarro, me corro, dame más, quiero correrme más! ¡Cómo gozo! ¡Qué puta soy!”

Cuando yo empecé a sentir que no podía contener más mi eyaculación, ella se dio cuenta y dijo:

-¡No! ¡Quiero que te corras en mi boca! ¡Beberme tu leche! ¡Que me ahogues con ella!

Cuando ya no pude aguantar más, la saqué de su ‘alojamiento’, y empujándola para que se pusiera boca arriba, se la metí en la boca y allí me derramé como un torrente.

Después de relamerse como una gata, dijo:

-Ahora quiero que me llenes también el coño de tu leche. ¿Puedes?

-Lo intentaré al menos.

La ‘fiesta’ se repitió otro par de veces, con deliciosas variantes.

Estábamos agotados, uno en brazos del otro, cuando sonó el timbre de la puerta. Maldiciendo contra los vecinos inoportunos, me puse algo por encima y fui a abrir.

Cual no sería mi sorpresa cuando a quien vi en la puerta ¡ERA LAURA!

Tan cortado, por mi escasa indumentaria y la situación, como sorprendido, le pregunté:

-¿Tú qué haces aquí?

-Hola. ¿Dónde has dejado tu educación?

-Hola. Responde. ¿Qué haces aquí?

-¿No puedo pasar y te lo cuento dentro?

-Es que en este momento estoy acompañado.

-Ya, y por como vas ‘vestido’, diría que no es por un vendedor de enciclopedias.

-Estoy con una amiga, sí.

-No me importa.

-Pero a mí sí.

-¡Jo! He venido hasta aquí para verte, no me puedes dejar en la calle.

Entonces oí la voz de Mandy, desde la cama, que decía:

-Déjala entrar si quiere, a mí no me importa.

Laura puso cara de “¿lo ves?” y yo no tuve otra opción que dejarla pasar. No se quedó en el salón, sino que enfiló directamente hasta el dormitorio, donde la otra seguía desnuda sobre la cama sin hacer intento alguno de cubrirse. Se sentó a los pies de la cama, despreciando la única silla que hay en el cuarto. Yo lo hice en la cabecera, pues me sentía con más derecho que ella. La verdad es que no tenía ni idea de por donde meterle mano al asunto, porque no sabía de qué coño iba el asunto. Así que lo único que se me ocurrió fue presentarlas de forma protocolaria.

¿Qué hacía yo con una mujer desnuda en la cama y una jovencita mirando el panorama? ¡Ni idea!

Pero Mandy parecía que sí, porque…

…Sin mediar palabra se puso a masturbarse, como si la chica no estuviese allí. Pero estaba, y a fe que no le sorprendieron nada las manipulaciones de la otra, muy al contrario, alargó la mano y se puso a acariciar los pechos de Mandy, que no rechazó el contacto, sino que metió una de las suyas entre los muslos de Laura.

Yo alucinaba en colores, lo que no quitaba para que me estuviese poniendo a mil ante el espectáculo.

Al momento Laura estaba también desnuda, acostada y revolcándose con la otra de forma frenética. Nunca antes, lo confieso, había visto un 69 femenino, pero, para mí, es la cosa más excitante que pueda darse; dos mujeres devorándose el coño, con una mezcla de delicadeza y furia, mientras los cuerpos se retorcían de placer.

Durante un buen rato ni se ocuparon de mí, tan engolfadas estaban en ellas mismas, así que yo también me quité la poca ropa que llevaba y me dediqué a masturbarme mirándolas.

Al final fue Mandy quien me dijo:

-¿Nos vas a dejar solas? ¿No vas a unirte a nosotras? Porque yo me lo estoy pasando teta, pero creo que ya voy necesitando una polla.

-¡Mmmm! ¡Y yo también! –Corroboró Laura.

¿Tengo que explicar que en aquel momento me importaban un cuerno las edades, las conspiraciones, o lo que fuese?

Más que acostarme me lancé sobre ellas. Con una mirada cómplice me tumbaron boca arriba y se pusieron a hacerme una mamada a ‘dos bocas’.

-Si seguís con eso –Comenté con la poca voz que me salió- me voy a correr enseguida.

-¡Ah, no! –Protestó Laura -. A mí me la tienes que meter, me lo debes.

-¡Joder! –Dijo Mandy- ¡Y a mí!

Para ‘cumplir’ con las dos no se me ocurrió otra cosa que ponerlas a cuatro patas, una junto a la otra, y yo, de rodillas ante ellas, se la iba metiendo por turnos: tres o cuatro empujones a una, y otros tantos a la otra. Chillaban como posesas…

Era casi el mediodía siguiente cuando se despidieron. Salieron de mi casa juntas, ambas con el deseo, y la promesa, de que aquello había que repetirlo, y pronto.

Cuando se me pasó un poco el estado de tensión, cosa que tardó bastante tiempo, y pude reflexionar, volví a considerar que todo aquello, a despecho de placentero, no dejaba de ser un tanto extraño. Porque nunca he creído en las coincidencias, y menos si son repetidas. Pero no supe encontrar una explicación que se ajustara del todo a la lógica.

Ni que decir tiene que nuestros contactos por Internet, tanto con la una como con la otra, se hicieron más frecuentes y asiduos. Evocaciones globales, rememoración de momentos concretos; aunque Mandy parecía no recordar demasiado bien algunos, supongo que por el estado en que se encontraba cuando ocurrieron; y planes inconcretos de reencuentro, ya fuese juntos o por separado.

Naturalmente, cada día se sumaban a mi libreta nuevos contactos, por lo que, sin mayor problema admití la petición de alguien con el nick: COMPLACIENTE, sin relacionarlo para nada con toda aquella trama.

La tal COMPLACIENTE, que se declaraba mujer, de 43 años, residente en Madrid, divorciada, y registradora de la propiedad, no hacía demasiado honor a su nick, pues sus mensajes eran absolutamente anodinos, y si yo intentaba algún ‘avance’, se escabullía precipitadamente. Pero como con ese mismo comportamiento había 525, ni me puse a pensar en ello.

Pero es inevitable que viviendo en la misma ciudad surja, antes o después, el tema de la posibilidad de un encuentro, cosa que no me preocupaba porque eso se puede demorar eternamente.

En este caso, la ‘eternidad’ duró una semana…

…Porque al cabo de esos siete días, COMPLACIENTE me mando un mensaje diciéndome que tenía que verme urgentemente por un asunto de absoluta necesidad. Aunque no estaba por la labor, soy incapaz de dejar a nadie en la estacada si pienso que puede tener un problema, así que le dije:

“En ese caso nos vemos cuando quieras”.

“Esta misma tarde, si te es posible”. Fue su respuesta.

“Bueno, dime donde”.

“Pues sería importante que fuese en tu casa”.

“¿Y eso?”

“Porque es un asunto que no sería discreto tratarlo en un sitio público”.

Todo aquello empezaba a parecerme muy raro y me puso la mosca detrás de la oreja. No podía haber asuntos tan importantes entre dos personas que apenas habían intercambiado unos mensajes. Así que traté de poner un ‘sutil’ trampa:

“Bueno, ven a eso de las siete”.

“De acuerdo, pero dame la dirección”.

¡Intento fallido! Se la dí. Eran las dos de la tarde, tenía cinco horas para ‘adecentar’ un poco todo aquello, lo que era bastante, así que salí a comer algo.

LA SOLUCIÓNDEL ENIGMA

Volví a casa a eso de las cuatro y me puse a recoger con poco entusiasmo y menos ilusión por la visita. Por si acaso, por aquello de la costumbre, preparé la música adecuada y un par de películas por si era de la aficionadas ‘al cine’.

A las siete y cinco sonaba el timbre. No sé en realidad si me sorprendió o no que a quien vi en la puerta fuese a ¡PAULA!

-Pasa –Dije.

-¿No te sorprende verme? –Preguntó mientras entraba.

-No, ya no, ya estoy acostumbrándome a que te presentes cuando menos se te espera.

Con paso decidido se dirigía hacia el dormitorio, pero le dije:

-Quédate aquí y siéntate. Me vas a explicar de inmediato todo este lío.

-En realidad a eso venía, ¿pero no te da lo mismo que te lo explique en la cama?

-No, no me da lo mismo. En la cama me haces perder el norte y lo sabes, y quiero estar lúcido para ver si soy capaz de entender algo.

Se sentó a mi lado. Yo esperé en silencio a que iniciase su explicación.

-Supongo que habrás deducido que “Complaciente” era yo.

-Bueno, cuando te he visto en la puerta sí.

-Abrí esa cuenta sólo para poder quedar contigo.

-Vale. Suelta toda la historia, no te interrumpiré.

-Ya sabes como soy de morbosa. Todo empezó cuando te reconocí en la foto que le mandaste a Laura. Me resultó curioso que después de estos años hubieses coincidido con mi propia hija, así que me puse de acuerdo con ella para ‘jugar’ un poco contigo.

En ese momento pensé, aunque no dije nada, si consideraba ‘jugar’ a que me acostase con ella.

-Con el paso de los días –Siguió-, fuimos montando una estrategia. Primero que ella te llevase a los sitios en que nos habían conocido a los tres. Pero eso no era suficiente, te ‘defendiste’ bien haciéndote el tonto, así que empezamos a tratar de desconcertarte, para ello pedimos la colaboración de una amiga y vecina, naturalmente Mandy: “INOLVIDABLE”. Te íbamos mandando mensajes con los dos nicks, pero cualquiera de las tres podía ser la que estaba detrás de cualquiera de ellos en un momento determinado.

Quedaban así explicados los cambios de ‘estilo’ que notaba algunas veces en los mensajes del mismo nick.

-Así llegó el momento de las ‘citas’ –Siguió-. Ni que decir tiene que siempre nos enterábamos de los encuentros de de las otras contigo.

Volví a pensar si se enteraba ‘con detalles’, sobre todo por lo de Laura. Como si me hubiese leído el pensamiento:

-Sí, de todo lo que hacíais. Se que te has follado a Mandy, que habéis hecho un trío Laura, Mandy y tú.

-¿Y no te importa? –Pregunté-. Lo digo sobre todo por tu hija.

-Mira, ya sabes como soy yo, que el sexo es lo que más me gusta en este mundo. No puedo, ni quiero, reprochar a Laura que sea igual.

-Ya, pero conmigo…

-Tú sabes que nuestra relación estuvo basada siempre, y exclusivamente, en el sexo. Me arrepiento de haber ‘terminado’ contigo por un ataque absurdo de celos. Me enloqueces en la cama y en esto vi la oportunidad de volver a ‘degustarte’.

-Interesante. ¿Y en qué situación quedamos ahora?

-Pues mira, parece que las tres nos hemos enganchado a tu cama irremediablemente. Yo ahora voy a echarte un par de polvos estratosféricos. Cuando acordéis puedes acostarte con Mandy y con Laura, juntas o por separado. A mí no me importaría hacerlo con Mandy y contigo, pero entenderás que con Laura me dé un poco de apuro.

-Naturalmente.

-Pero no que me lo cuente después, me pone cachonda. Esto puede ser un ‘cuatrimonio’ totalmente gratificante.

Cuando hubo satisfecho todas mis preguntas y curiosidades nos fuimos a la cama. Follamos como desesperados durante toda la noche…

FIN