Donde menos lo esperas (I)

Bien sumisa, me ha entregado su cuerpo, y a partir de ahora me pertenece. Es un contrato y espero lo mejor de usted, de la misma forma que yo le daré lo mejor de mi.

Llevo mas de quince años en el mundo de la Dominación/sumisión, y, por las circunstancias de rechazo social que genera, siempre he sido muy discreto en mis relaciones. He tenido sumisos y sumisas durante este tiempo, siempre reales, ya que nunca entendí las ciberrelaciones.

La historia que paso a relatarles, comenzó hace aproximadamente hace una año, en el sitio que menos me pensaba, en mi trabajo.

Soy Jefe de un departamento y tenia a mi cargo varias personas, entre las que se encontraban dos mujeres. La mas joven, la llamare D, 35 años, casada, con unas caderas pronunciadas que le proporcionan un culo generoso, que siempre embutía en pantalones. Su uno sesenta y ocho hace que ese detalle de su anatomía quede eclipsado por unas piernas largas y esbeltas, y una cintura estrecha. En cuando a pecho tiene lo justo y necesario, una 95 que salvo en verano, quedaba bastante oculta.

En cuanto a I, tiene 43 años, casada, 1,65, con algo de sobrepeso, pero si algo destaca en su anatomía es su pelo pelirrojo y sus 105 de pecho, aunque si D es escueta, I raya lo monacal, siempre extremadamente correcta.

Tengo que decir que la discreción hace que tenga cuentas separadas para mi mundo real y el de la D/s, pero en el caso de Facebook tengo las cuentas ligadas, el perfil D/s lo tengo como amigo en mi cuenta real.

Y ahí comienza la historia.

  • Tengo que preguntarte una cosa, ahora que estamos solos – me dijo D una mañana

  • pues dime

  • Es que me da cosa – insistió con un atisbo de vergüenza en la cara

  • venga D, que tenemos confianza, que nos conocemos muchos años

  • es sobre un amigo que tienes en el Facebook

  • ¿cual? - le respondí

me dio el nombre de mi segunda cuenta, y no e su nerviosismo mientras lo hacia

  • Ah, si, si te interesa te puedo poner en contacto con el

  • No, no – me dijo apurada – es que ayer estuve cotilleando la cuenta

  • ¿y te gusto?

  • bueno, como hace poco leí el libro ese, 50 sombras, pues, me entro la curiosidad

  • siempre le puedes mandar un mensaje, con toda confianza, te aseguro que no te va a comer – dije riéndome

  • vale, gracias, como dije, es solo curiosidad – dijo yéndose con rapidez

Si algo tenia claro, era que mi oculta actividad, quedaba fuera de mi lugar de trabajo, pero mientras observaba su jugoso culo empotrado en sus vaqueros ajustados, que podría hacer una excepción. Claro que yo nunca daría el primer paso.

El día paso con toda normalidad, y cuando por la noche, andaba charlando con mis amigos en el ordenador, me salto un mensaje.

  • Hola

No conocía al remitente, pero tuve el presentimiento de que D había creado una cuenta ex profeso para conectar anónimamente.

  • que tal, ¿como esta? ¿nos conocemos?

  • no, estaba curioseando, ¿te molesta?

  • no se preocupe, no me molesta, El Dominante tiene mucha vena de maestro y educador, siempre me gusto dar a conocer este mundo

  • por favor, no me trates de usted, que me haces parecer mayor

  • lo siento, es una norma, siempre trato de usted a las personas desconocidas, usted tráteme como desee. ¿que edad tiene?

  • 35

  • ¿casada o soltera?

  • casada

Al leer aquello, no tuve duda de que D andaba detrás de aquella identidad. No les voy a aburrir con toda la conversación, que fue larga, pero como colofón le propuse tomar un café al día siguiente, dándole como premisa unas muy detalladas formas de vestir, si en el lugar que habíamos quedado, no había una mujer con esa descripción, no la contactaría. Le di una hora y un sitio, y deje en sus manos la decisión.

Después espere un tiempo prudencial, y como no contestaba, cerré la sensación de haber echado los dados de forma correcta, pero hasta el día siguiente no conocería se había ganado.

Al día siguiente, no tarde en averiguar la respuesta. D vestía un conjunto de falda corta y camisa, y unos tacones, que sin ser excesivos, redondeaban el conjunto. Debajo de la falda, un poco por encima de las rodillas se mostraban lo que parecían unos pantis de color carne, pero, que si había seguido mis instrucciones, serian unas medias sustentadas por ligueros.

Solo de pensar que mi discreta compañera de trabajo estaba dispuesta a ser adiestrada, hizo que comenzara a idear el momento en que seria mía. Sabia que la hora del café era a las doce, por lo que ya de buena mañana me dijo que si podría salir a las once y media, cosa que acepte sin el menor atisbo de contrariedad. Solo con el nervioso gracias, y su sonrisa de tranquilidad, tuve suficiente para saber el nerviosismo que ella tenia.

A las once y veinte llame a I por teléfono, para decirle que no me pasara llamadas, y sin mas dilación llame a D con voz muy seria a mi despacho.

  • Pasa algo – dijo al entrar

  • Siéntate un momento – dije señalándole la mesa de reunión donde habían desparramados una serie de papeles que ella miro con preocupación, Y mientras se dirigía allí, cerré con discreción el cerrojo de la puerta

  • A ver D, el otro día preparaste los resúmenes de ventas del año pasado y me acaban de colorear la cara, porque están mal.

  • No puede ser, los repase tres veces, de verdad te lo juro – dijo angustiada mientras releía los papeles.

Había hecho unas ligeras modificaciones en su informe para que no cuadrara con los listados, así que, aparentemente, yo tenia razón.

  • lo siento, no se como ha podido ocurrir, dijo buscándome con la mirada. Yo andaba apoyado en mi mesa deleitándome con su agitado cuerpo. Dejame una hora y los rehago, y te los paso, dijo recogiendo los papeles de la mesa y dirigiéndose hacia mi.

  • No te preocupes, dame los papeles, ya rectifique los errores y lo he pasado a dirección hace un momento.

Su cara era un poema cuando, le quite los papeles de la mano y los deje con desdén en mi mesa.

  • Lo siento, yo – dijo

  • No se preocupe, experimentar lo que se siente cuando se pierde el control, es algo que no le vendrá mal a partir de ahora. Ademas ayer me dijo que lo deseaba, y pese que a partir de ahora la adiestrare para complacerle, he tenido a bien concederle esa situación.

La cara de D era un poema, mientras digería que su jefe era el amo con el que el día anterior había tenido una conversación muy personal.

  • bueno, aspirante de sumisa, puede salir del despacho, y le prometo que nada cambiara, volverá a ser D, yo tu jefe, y como si nada hubiera pasado. O puedes decir “estoy para lo que mi amo ordene” y estará a mi servicio.

  • estoy para lo que mi amo ordene – dijo sin mucha dilación, pero con la respiración acelerada.

  • Bien, el despacho esta cerrado, así que nadie nos molestara. Veo que el vestuario es el que le requerí ayer, de dos pasos hacia atrás y súbase la falda para comprobar el resto.

Como a cámara lenta levanto su falda dejando ver sus medias bien sujetadas por el liguero y unas braguitas de encaje negro.

  • bien sumisa, veo que ha cumplido, ahora quítese la camisa

  • ¿pero aquí?

No dije nada, solo me acerque y antes de que se diera cuenta le cruce su trasero con cuatro severos azotes que arrancaron un leve grito.

  • que yo sepa no te le preguntado nada, solo te le ordenado algo sencillo, y no estoy aquí para perder el tiempo hablando , así que quítese la camisa, ya.

Nerviosa ante su primer castigo llevo sus manos a los botones de la camisa y poco a poco se fue desprendiendo de la prenda que en poco tiempo se deslizo por sus brazos. Dejo a la vista un bonito sujetador de encaje que realzaba sus pechos.

Acaricie la espalda desnuda arrancando un pequeño gemido, la mano la deslice hasta el broche y lo hice saltar, y con delicadeza descabalgue las tiras de sus hombros pero sus brazos no dejaban la prenda se desprendiera. Pero no era mi intención que pudiera mantener el mínimo control, así que situándome frente a ella de un tirón le arranque la prenda y no tardo en taparse los pechos,

Otros cuatro azotes cayeron en su trasero

  • va a quitar las manos y las va a cruzar en la espalda

con parsimonia se descubrió, obedeciendo, y mi mano no taro en atrapar uno de sus pechos, sobándolo con fuerza.

  • con estas tetas voy a disfrutar – y mientras amasaba las dos sus gemidos eran mas evidentes. Y cuando menos lo esperaba una palmada azoto su pezón enhiesto.

Después de entretenerme con sus pechos, desabroche el botón de su falda y baje lentamente la cremallera que la sujetaba firmemente a sus generosas caderas, y al finalizar su recorrido, esta cayo a sus pies.

Y allí estaba su culazo, solo tapado por un escueto tanga que desaparecía entre sus prominentes nalgas. Mi mano se poso en una de ellas acariciándola y palmeándola mientras notaba su excitación por la situación. Aquello me llevo a romper los laterales del tanga, cosa que acelero su respiración.

  • Tiene la boca cerrada y las piernas juntas, cosa que no me deja sus agujeros a mi disposición – y le solté un sonoro cachete que le hizo separar las piernas y abrir la boca. Pese a ello el tanga estaba encajado en su raja así que lentamente lo saque y soltándolo cayo a sus pies.

  • ¿Cuantos hombres la han tenido así?

  • solo mi marido – dijo, y recibió otro azote

  • ¿ya se ha olvidado del tratamiento?

  • perdón, solo mi marido, Amo

Mi mano bajo por su vientre y sin ningún tipo de delicadeza invadió su raja mojada y comencé a castigar su intimidad con rápidos movimientos. No tardo en tensarse, y comenzar a temblar, y adelantando que le flaquearan las piernas la rodee con mi otro brazo. Su orgasmo, pese a ser muy silencioso, fue claramente visible con espasmos y temblores que la dejaron medio inerte en mis brazos. Espere a que se calmara y la solté.

  • Bien sumisa, me ha entregado su cuerpo, y a partir de ahora me pertenece. Es un contrato y espero lo mejor de usted, de la misma forma que yo le daré lo mejor de mi.

  • si Amo - respondió jadeando

  • Su marido trabaja a turnos, ¿no?

  • si, esta semana va de tardes, Amo

  • ¿y cual es su horario?

  • pues suele irse sobre la una, come allí, y entra a trabajar a las 2 hasta las 10, y suele llegar a casa a y media

  • Bien, pues vístase y váyase a casa, y cuando llegue y confirme que su marido no esta, me manda un whatsapp con la dirección.

  • ¿va a venir a mi casa?

  • Esto ha sido la ceremonia, pero aun nos queda la noche de bodas

D bajo la cabeza musitando un “si Amo” y comenzó a vestirse

  • la ropa interior déjela donde esta

  • ¿No puedo ponerme el sujetador?

  • No

No dijo mas, se puso la camisa y la falda, y pese que la camisa era desahogada, el movimiento de sus pechos era deliciosamente visible, así como sus enhiestos pezones traspasando la tela.

Al salir se dirigió directamente a su mesa y se puso la chaqueta para disimular y con una escueta despedida, se encamino a la salida. Yo recogí la ropa interior, dejándola en el cajón, cuando casi al instante tenia a I tocando a la puerta.

  • ¿Ha pasado algo? D se ha ido algo descompuesta

  • Un problemilla con unos informes, no te preocupes, ademas tenia prisa, que se tenia que ir.

La cara de I era de extrañeza, pero después del subidón que había vivido, no pude mas que recrearme en los hermosos pechos de I que se adivinaban supuestamente enfundados en un casto sujetador, y bajo la camisa y el jersey que portaba. Al girarse para irse repare en su trasero, nada visible debajo de una falda por debajo de las rodillas con unas negras mallas de refuerzo.

I era así, lo dejaba todo a la imaginación, y con aquellos pensamientos, me relaje esperando la confirmación de mi nueva adquisición.