Donde los vientos se reúnen: Desasociego.

Primer capítulo.

Hola, de tantos relatos maravillosos que he leído en esta he decidido hacer uno, los personajes no están basados en nadie en particular aunque sus personalidades son reflejos de la mía, bueno os deseo un buen día.


Leonardo

Me encontraba en el suelo de la sala, me había golpeado la cabeza al caer, por tonto, sabía que debía agarrarme de algo al sentir uno de mis ya acostumbrados mareos, muchos dicen que puede ser anemia, no lo se, no he ido al médico a consultar, no es necesario, se lo que dirá: que no me alimento bien, que necesito vitaminas y todas esas cosas.

Me levanto y me siento en el sillón, el cual hubiera sido mejor, si hubiera estado  1 metro más a la izquierda para amortiguar mi caída -suspiro-

Soy Leonardo tengo 16 años, mido 1.75, moreno claro, cabello lacio, castaño oscuro, me gusta tener fleco, mi cuerpo, yo diría normal, aunque otros digan que soy demasiado delgado pero a mí no me parece; mis ojos son café, nada de otro mundo, un poco grandes con respecto a mi cara, que tiene forma de corazón, tengo cejas pobladas y labios un poco marcados; de lo poco que me gusta de mi cuerpo y...pues una nariz un tanto muy grande, no ancha, aguileña, la detesto.

Soy serio, algo frío con las personas, hasta con mis mejores amigos ¿amigas? no soy de tener amigos varones, a mi edad los considero muy inmaduros, puedo llevarme bien con ellos, pero de ahí en más, no.

Soy gay, no lo digo a cualquier persona, no por miedo a lo que vayan a decir o inventar de mí, más que nada a las agresiones físicas, aunque cualquier persona que me pregunte, se lo digo sin temor; me considero agénero pero pues he de admitir que tengo algo de pluma, aunque a mí no me guste.

Suelo no pasar desapercibido, por mi particular forma de vestir aun cuando usaba uniforme en la escuela, mis cualidades me hacen sobresalir.

Bueno, saldré a distraerme, estoy aburrido, iré a caminar sin rumbo, a ver que encuentro.


Roberto:

Salí corriendo tras mi gato Littlebell, que lo llevaba al veterinario en manos, ya que nunca me han gustado esas cajas para transportar animales y a pie, porque quería dar un paseo, y también el autobús no quiso recogernos.

Un perro callejero, vio a mi gato y le gruñó, mi gato intentó soltarse y lo logró, salió corriendo hasta llegar a una barda y después cruzó la calle hacia un parque cercano.

Soy Roberto Aceves, tengo 16 años aunque parezca de más, soy un chico amable, bueno, al menos eso me considero, pues llego a ser frío y hostil al tratar con la mayoría de las personas.

Soy alto, más alto que la mayoría, mido 1.68, tengo un cuerpo ejercitado, por la manía de mi padre de inculcarme el ejercicio, todos los días me hacía entrenar basketball y entrenar con las máquinas en casa; lo terminé dejando, nunca me llamó la atención los deportes ni el ejercicio, la verdad me da igual tener este cuerpo; si alguna vez pareja será porque nos queramos, no sólo porque nos gustemos y eso lo veo difícil porque la mayoría de las personas que conozco son superficiales ¡ah! Lo olvidaba, soy gay, solo he tenido un novio con el que descubrí que no me gustan las personas celosas ni las “locas” pero bueno, formó parte de mi vida y lo agradezco.

...

Buscaba a esa cosa peluda con patas, a lo lejos divisé a mi gato siendo acariciado delicadamente por...un humano, creo, me acerco hacia ellos.

-Disculpa...- Le pregunto, no me mira y sigue acariciando a mi gato.

-¿Se te ofrece algo?- Me responde sin mirarme con una voz un poco grave pero de manera dulce.

-Ese es mi gato- Se lo dije de manera un tanto insegura aunque creo que sonó un poco hostil. él alza la mirada un poco, tenía una casi imperceptible sonrisa, que al verme, se desvanece y me mira sin expresión alguna

-Pensé que era un gato de la calle, deberías cuidarlo mejor ¿Se te escapó?- me dijo, la dulzura en su voz desapareció, yo lo miré pero me miraba a los ojos, no pude sostenerle la mirada, la aparte, me ponía nervioso.

-Eso no es asunto tuyo, por favor me podrías devolver al gato- Le dije, de forma cortante, no pude suavizar mi tono de lo nervioso que estaba.

Se levantó -Tienes razón- me entregó a mi gato -No lo es, disculpa- con la misma cara inexpresiva de antes y con un tono suave, no quise ser hostil, pobre chico

-Pero...- empezó a decir -Como te dije, debes cuidarlo mejor- terminó, tanto el inicio como el final de su oración fue con un tono grave, duro, creo que así se debían sentir las demás personas al hablar conmigo.

Lo vi alejarse, ciertamente era un chico delgado, escuálido por así decirlo, pero no era un fideo, sus brazos eran delgados pero su cuello era robusto, y su torso, bueno, era de espalda pequeña y cintura grande -tiene caderas de mujer- dije para mí, mi bolsillo vibró, un mensaje de mi mamá.

"Cuando vuelvas del veterinario compra pan"

Es cierto, debo apresurarme antes de que cierren.

Leonardo

No me esperaba eso, siempre que veo un animal mi lado "meloso" sale a flote, no me hubiera puesto a la defensiva si su dueño no hubiera sido un monigote como ese.

No era miedo, me intimidaba, pues nunca vino en plan de molestia, al menos no lo sentía, sino que vino de repente y bueno, eso no me gusta y que se me quede viendo, tampoco; por eso irónicamente lo miré, directo a los ojos, pocas personas pueden aguantar mi mirada y como lo supuse, la suya la desvió.

"No es asunto tuyo" quién se creía hablándome de esa forma, bueno, aunque creo que tiene razón no es asunto mío, lo importante es que cuide a su gato.

Regresaré a mi casa, mi mamá ya debió llegar.

Roberto

Caminaba  y caminaba, y el gato se movía y me rasguñaba, llevaba ya varias calles caminando hasta que por fin llego a la veterinaria.

Vine aquí porque a mi mamá le dijeron que era un buen lugar pero nunca me imaginé que fuera así, sino fuera porque afuera hay un letrero que dice veterinaria hubiera pensado solo era una casa; tenía una reja y un patio con pasto y una fuente con ranas de cerámica, por dentro, era una sala y un mostrador al parecer con un joven recepcionista, debe ser familiar o alguien muy bueno en lo que hace porque es muy difícil que alguien menor de edad obtenga puestos como estos.

Me acerco al chico, que estaba escribiendo en la computadora sin mirar el teclado, con una sonrisa en su cara.

-Disculpa- dije, tratando de no sonar grosero, no compensaría lo del chico de hace rato pero tampoco quería agrandar mi lista de con quienes debo disculparme.

-Buenas tardes- me dijo, con tono amable, sin quitar su vista del monitor.

-Buenas tardes, vine para una revisión-  me voltea a ver por primera vez y al ríe un poco.

-Su nombre- me dice, volviendo a mirar la pantalla, vaya chico, tan formal.

-Mi nombre es Alberto Veces-  me vuelve a mirar y me sonríe mostrándome los dientes.

-De tu gato, no atendemos humanos-  me dice, haciéndome sentir un poco tonto –lo siento, mi culpa, ¿tienes su carnet?- me dice mirándome a la cara y yo solo me le doy una media sonrisa y saco el carnet.

-Toma- le doy el carnet, lo ve y empieza a escribir en la computadora.

-Littlebell ¿Tú le pusiste el nombre?- me pregunta, me apené.

-Sí ¿por qué?- vuelve mi lado hostil.

-Porque el nombre que has elegido es muy dulce, y eso habla un poco de ti, debes ser muy tierno a pesar de que parezcas una persona dura- creo que mi cara tenía un nuevo tono de rosa, él me ve, me sonríe y desvía la mirada –Mi papá te atenderá apena...mira, ya te atiende- me dijo mientras del consultorio salía una niña con una rana un poco grande.

-¿Cómo les fue en la consulta Eliza, Mr. Hope?- le pregunto a la niña.

-Muy bien, pero ya no debo dejar de darle tanto chocolate- dijo la pequeña.

-Dije que no le des ni un poco, por eso no come sus insectos- dijo una voz desde el consultorio.

-Sí, ya se, adiós Bi- le dijo.

-Adiós Eliza, adiós Mr. Hope- le dijo a la niña y…a la rana.

-Puedes pasar- dijo, el veterinario.

-Puedes pasar- repitió el joven  -Cuando salgan les devuelvo el carnet, debo llenar unas cosas- terminó, ahora escribiendo en el carnet.

-Gracias- le dije.

-A ti, por cuidar de Littlebell- me respondió, no estoy acostumbrado a que las personas me traten tan bien después de hablarles mal.

-Regresa el mes que viene- me decía el veterinario.

-Sí, muchas gracias- decía mientras salía caminaba hacia la salida, fui al mostrador y no estaba ¿Bi? Pero sobre el mostrador estaba mi carnet, así que lo agarré y salí.

Un ladrido me sobresaltó e hizo que el peludo tratara de soltarse.

-No, no otra vez- le decía.

-¿Otra vez? Disculpa por eso- decía el chico batallando con un gran Danés –Es hora de pasear a Berry-  ese perro era un monstruo a comparación del pobre chico –Descuida, no es agresivo con otros animales…ni con los humanos- Pero si se te echaba encima de seguro te tira –Por favor, regresa pronto, adiós Alberto, adiós Little Bell- me dijo siendo arrastrado por el perro hacia afuera.

-Adiós- alcancé a decir, ese chico es demasiado amable, debería enseñarme cómo lo hace.

Bueno, regresaré a mi casa…no, iré a comprar pan y luego regresaré a mi casa, mañana es el primer día del nuevo semestre, me pregunto qué nuevo habrá.


Bueno, creo que me pasé con el largo, a como yo planeaba hacerlo, saludos.