Donde hubo fuego... Capítulo 9

Génesis me había permitido tocarla una vez más, yo estaba alucinado, tanto que me olvidaba de mi propio placer, ella se encargó de hacerme sentirme pleno. Me estaba enamorando de ella, de una manera no convencional pero sin dudas inevitable.

Capítulo 7 “AMANECER COLGADO DE TUS LABIOS”

“Brillas y brillas tan lindo y brillamos juntos, entre pestañas. Divina, divina sonrisa, abrazo de luna, de luna llena…” León Larregui.**

Nuestros labios finalmente se separaron para dejar escapar un suspiro, acaricié su frente mojada, podía escuchar su corazón latiendo fuertemente amenazando salir de su pecho, Génesis tenía los ojos cerrados y vibraba levemente. Estaba satistecha.

Aún me costaba creer que la tuviera semidesnuda y en mi cama. ¿De qué íbamos? Ella jamás había sido tocada por nadie, yo podía darme cuenta que era así, entonces…¿Por qué yo? ¿Quién era yo para ser acreedor a semejante privilegio?

-Eso fue asombroso –soltó con un prolongado suspiro.

-Tú eres la asombrosa –le respondí y acto seguido la besé, al mismo tiempo que acariciaba los rollitos de piel que se le formaban en el estomago.

-No hagas eso –me dijo apenada- No me gusta- su mirada se desvió al vacío.

-¿Qué pasa? –me desconcerté por un momento.

-Me da pena que toques mi exceso de grasa –dijo con aire triste.

-¿De que hablas? Eres hermosa, me encanta tu cuerpo, es lo más bello que he visto en mi vida.

-No te burles de mí –me dijo al mismo tiempo que se levantaba prácticamente de un salto.

¿Qué había sido eso? De ser una chica segura de si misma en ese momento se estaba preocupando por una lonjita sin importancia.

-Tienes que creerme Génesis, no estoy burlándome de ti. Me gusta todo de ti, lo que puedo ver y lo que no puedo. Te quiero. –ni siquiera pensé, sólo dije lo que sentía.

-¿De verdad te gusta esto? –dijo al mismo tiempo que se levantaba la playera y me mostraba su vientre, ya no tenía bragas.

-No me gusta, me encanta y pienso venerarlo, cuidarlo, respetarlo y quererlo como lo más sagrado para mi. Entiende, no me importa, te quiero como eres, con lo que tienes, con lo que no tienes, con lo que se que algún día tendrás. Por favor confía en mi.

Me acerqué a ella y bajé su blusa y la abracé. Junto a mí no tenía que sentirse insegura, yo no era un estúpido superficial, estaba temeroso, pero no iba a permitir que mis miedos me quitaran la oportunidad de ser feliz y hacerla feliz. Ella me abrazo fuerte, más por necesidad que por deseo, quería serlo todo para ella, quería ser lo mejor para ella.

-Olvídate de esas tonterías, te quiero y quiero estar contigo, de cualquier manera, vamos a intentarlo, quiero hacerte feliz, dedicarme a hacer de tus días algo mejor, dónde no existan miedos, inseguridades, tristezas, nada, sólo tú y yo –le dije finalmente convencido.

Ella me miró atónita, estaba sorprendida, confundida, pero en sus ojos podía ver una profunda alegría, y eso para mí significaba un pequeño triunfo en mi propósito de hacerla feliz. No necesitábamos palabras, sólo dejarnos llevar por el deseo una vez más. Se fue sobre mí besándome intensamente, yo ya no podía pensar, estaba a su merced.

No tengo idea como terminamos en la cama nuevamente, ella encima de mí, despojándose de lo poco que cubría su cuerpo, mis manos en su espalda, las suyas en mi rostro, fundiéndonos en un poderoso e inmortal beso, yo ya no podía más y comencé a acariciar sus glúteos e inevitablemente me había puesto duro.

Ella lo notó y me torturaba moviéndose lentamente justo encima de mi intimidad, no sabía cómo iba a terminar, sólo que la ropa me estorbaba mucho y de un momento a otro iba a estallar. Mis manos subieron nuevamente por su espalda y seguimos besando desesperadamente, unirnos de esa manera era fantástico, todo dejaba de existir.

-También quiero hacerte sentir –dijo Génesis con un nido de voz.

-¿Eh? –yo estaba completamente extasiado.

-Quiero que sientas, quiero hacerte sentir.

Ella colocó su mano sobre mi pene, claro, por encima de la ropa. La miré con atención, aún no terminaba de comprender su punto. ¿Había llegado el momento? ¿Qué pasaría a continuación?

-Quiero tocarte, no se como hacerlo –me dijo mirándome fijamente.

-¿Quieres tocarme? Bueno no es tan complicado…

-¿Puedo verla?

Su inocencia me llenaba de ternura, pero a la vez de deseo, tenía muy claro que ella jamás había tenido ni un solo comportamiento sexual, que conmigo estaba aprendiendo y experimentando todo ese mundo, yo quería apoyarla, complacerla, obviamente que todo fuera consentido, pero en ese momento ella quería tocarme y yo me moría de ganas por sentirla.

-Claro…-le dije mientras los nervios se apoderaban de mí.

A como pude bajé mi bermuda y mi ropa interior, dejando a mi “amiguito” al descubierto. Me había cogido completamente desprevenido, así que prácticamente lo tenía al natural, ahora era yo quien se sentía avergonzado, pero ella al verlo, en su esplendor no hizo más que abrir su preciosa boca de par en par.

-Está enorme…-dijo a toda respuesta.

Y no es que mi pene sea un monstruo del lago Ness ni mucho menos, probablemente era el primero que había visto y había causado tal impresión en ella. Sus ojos brillaban, aun cuando estaba sorprendida, también estaba deseosa, deseosa de descubrir aquello que desconocía.

-Disculpa el mal aspecto, no he tenido tiempo de podar el césped –murmuré ruborizado.

Ella soltó una risita picarona, no apartaba la vista de mi amigo fiel, yo podía oler sus ganas, su deseo  y eso hacía que mi sangre hirviera y se concentrara en mi intimidad, haciéndola erguirse a tal punto que me producía dolor.

-Es muy bella…-me dijo sin apartar la vista.

-¿En serio? Yo la veo muy normal –le dije cada vez más nervioso.

-Sí, desde un punto de vista estético, artístico puedo afirmar que es bonita.

-Quiere decir que has visto muchas ¿no? –le dije a modo de chascarrillo.

-Como crees…-ahora ella era quien se ruborizaba.- ¿Qué debo hacer ahora?

-¿Qué te viene a la mente?

-¿Puedo…tocarla?

Asentí y entonces ella la tomó con una de sus manos; el contacto de su piel con la mía me produjo un escalofrío indescriptible, placentero, algo fuera de este mundo, si bien yo había estado con otras chicas, ninguna me había producido tales sensaciones y sinceramente, hoy día, después de tantos años nadie me ha hecho sentir lo que ella me hacía sentir.

-¿Ahora qué hago? –Génesis me miraba, con esos enormes y preciosos ojos negros.

-Pue…puedes mover tu mano de arriba abajo, lentamente…-le indiqué tartamudeando.

-Está mojada…-respondió al momento que deslizaba su mano en mi miembro.

-Ufff…-yo no podía hablar, estaba entrando al paraíso.

-¿Qué hago ahora? ¿Aumento el ritmo?

No hubo respuesta de mi parte, así que ella lo interpreto como un sí. Comenzó a masturbarme un poco más rápido, primero con una mano, si bien sus movimientos no eran ágiles por su falta de experiencia, para mí era maravilloso poder sentir su piel en mi piel y antes de darme cuenta ya tenía sus dos manos en mí haciéndome entrar en un laberinto de placer.

-Espera, espera…-le dije alejando su manos de mi miembro.

-¿Qué pasa? ¿Te lastimé? –su semblante cambió a uno preocupado.

-No, no, es que…-no sabía cómo decirle que no quería acabar tan rápido.

-Estabas a punto de eyacular ¿cierto? –su rostro se coloreó.

Yo la miré sorprendido, gratamente, y aun hoy que lo recuerdo me causa una risa muy simpática.

-Si, no quiero que pienses que soy un precoz, pero de verdad lo estoy disfrutando.- le dije nervioso, suspirando.

-Mmm pues de eso se trata, que lo disfrutes, quiero que te sientas bien.

-Sólo contigo me siento bien.-le respondí al mismo tiempo que acariciaba su rostro con una de mis manos.

Ella bajó la vista y se aferró a la mano con la que la acariciaba, me encantaba la ternura que irradiaba, no podía evitar quererla, era niña y mujer a la vez, eso me tenía completamente hechizado, lo mejor que podía hacer era enamorarme.

-Cuando sientas que ya es suficiente quiero que me digas, que no te de pena, ni miedo. No quiero que hagas algo de lo que no estás segura. –le dije mientras la besaba, quería hacerla sentir segura.

-Me siento bien, no te preocupes, es sólo que quiero hacerte sentir.

-No estás obligada, no lo hagas porque quieras “corresponder”.

-Independientemente de eso, haciéndote sentir también disfruto. Me siento segura contigo.

Esas palabras me alegraban y también me tranquilizaban. Yo también me sentía seguro a su lado, era la única persona con la que podía ser yo mismo, sin temor a ser juzgado o rechazado, ella era tan comprensiva, tan amorosa, quería entregarme a ella, pero obviamente todo a su tiempo.

-Quiero seguir –me insitió.

-Bueno, entonces reanudaremos…

-Pero esta vez ¿Podría ser diferente?

-¿Diferente? –la miré extrañado.

-Ya sabes…probarlo.

Ella se refería al sexo oral, lo que me dejó completamente helado.

-¿Estás segura?

-Claro. Pero no sé cómo hacerlo, ¿Podrías enseñarme?

-Si, si…-realmente no podía creer que ella siendo tan linda y tierna quisiera hacerlo, normalmente cuando es primera vez, sienten repulsión.

Génesis bajó de la cama si se arrodilló justo delante de mí, estaba lista para aprender a dar placer con esos hermosos labios.

-Empezaremos lento, solo imagina que esto- le dije señalando el glande-es una tutsi pop ¿Si ubicas?- los nervios me mataban, tal parecía que era la primera vez que recibiría un oral.

-Sí –me dijo a la vez que llevaba sus labios a la punta de mi pene.

Contrario a lo que yo pensaba, ella comenzó a besar lentamente mi puntita, lo que me provocó unos escalofríos placenteros en demasía. Solté un suspiro a toda respuesta, la mujer más bella del mundo estaba besando mi intimidad, era más de lo que podía desear.

-Pu…puedes usar…-yo no encontraba palabras, no podía decirle que hacer, no podía pensar.

-Yo me encargo…

El mundo dejó de existir cuando sentí su lengua en mi glande, haciendo movimientos lentos, luego circulares, no había necesidad de enseñarle nada, su instinto la guiaba, de la manera más maravillosa. Aprisionó la cabeza de mi pene con sus labios, haciendo un poco de presión con los mismos.

Comencé a suspirar, no daba crédito, Génesis me hizo sentir tantas cosas nuevas, que no creí pudieran existir, con tan solo un pequeño roce de sus labios en mi piel. Fue introduciendo poco a poco mi pene en su boca y cuando se disponía a realizar el oral, sentí sus dientes clávarse en mi…

-Ohh…espera linda, así no se hace –solté con una risita nerviosa.

-Lo siento…-dijo después de sacar mi pene de su boca.

-Sólo usa los labios amor, no es necesario usar los dientes.

Siguió al pie de la letra mis indicaciones, y aunque al principio no lograba hacerlo correctamente, sólo fueron necesarios unos cuantos minutos para que utilizara sus hermosos labios para acariciar mi pene, que cada vez estaba más duro al sentir su contacto.

Comenzó a succionar mi pene como nadie lo había hecho jamás, con movimientos lentos, acompasados, al mismo tiempo que trataba de usar sus manos para complementar aún más el placer que se hacía cada vez más inmenso. Yo no podía hacer más que gemir, y aguantar las ganas de acabar en su boca, quería hacerlo pero sabía que no era lo correcto.

Ella cerraba los ojos y disfrutaba el tener mi pene en sus labios, lo saboreaba, lo gozaba, podía sentirlo, y en un momento de distracción pude ver que estaba tocando su parte íntima…sí, se estimulaba mientras me hacía un oral. Era más de lo que podía soportar.

-Ya voy…ya voy amor –le dije al borde del orgasmo.

Ella retiró sus labios de mi intimidad y yo sacudí mi miembro ante la inminente descarga de semen, estallé en un súbito orgasmo. Mi néctar sexual salió a presión, llegando hasta mi abdomen y parte de su rostro y pechos, ella al ver eso aceleró el ritmo de su masturbación y en menos de un segundo se desplomó en un maravilloso orgasmo.

No me pude contener y a pesar de que las piernas me temblaban, me lancé al suelo a tomarla entre mis brazos y besarla, acariciar su cuerpo, sentir como nos uníamos en medio de caricias y besos. Ella correspondió a mis caricias y mis besos y fue como si nada más existiera, solo un par de enamorados, hambrientos de darse todo lo que tenían dentro de sí.

Estuvimos un buen rato recostados en el suelo, ella entre mis brazos, sus piernas enredadas en las mías; era tan bello estar cerca de ella, me convencía más de que era en donde yo quería estar siempre. Le propuse ir a la cama y ella aceptó.

-Abrázame por favor –le supliqué.

Me abrazó y se recostó en mi pecho, sus suaves rizos me cubrían y yo era felíz.

-Brillas y brillas tan lindo y brillamos juntos, entre pestañas… -le canté al oído y ella levantó el rostro para besarme.

-Te quiero tanto, Joel.

-Yo te quiero aún más, quiero estar contigo, de todas las maneras posibles.

-Ya estamos juntos –volvía a besarme, para después acomodarse nuevamente en mi pecho.

La noche transcurrió tranquila y un rayo de luna se colaba por la ventana, Génesis dormía tranquila y profundamente, con su cabeza acomodada en mi pecho, podía sentir el delicioso aroma de sus cabellos, escuchar su respiración pausada, que sublime imagen, aun después de que han pasado más de 10 años, aún puedo sentir la calidez de su cuerpo, como la más bella de las bendiciones.

-Brillas y brillas tan lindo, y brillamos juntos…entre pestañas –canté suavemente a su oído- Divina, divina sonrisa, abrazo de luna…de luna llena.

Sin darme cuenta, yo también me quedé dormido.


Un cálido beso me despertó por la mañana, apenas y podía abrir los ojos, entonces escuché que alguien cantaba, una voz, dulce, hermosa, suave…divina.

-Nos damos todo eso y mucho más, amanecer colgado de tu labios…brillas y brillas tan lindo y brillamos juntos entre pestañas, divina, divina sonrisa, abrazo de luna, de luna llena…

Abrí los ojos finalmente y la vi, era mi ángel, con el cabello alborotado y una enorme sonrisa.

-Divina, divina sonrisa… -canté al mismo tiempo que la atraía hacia mí y nos fundíamos en un beso, un beso que hasta el día de hoy, me hace vibrar con sólo recordarlo…