Donde hubo fuego... Capítulo 8

Tras el derroche de pasión en “El submarino” comprendí que no quería a Génesis para un par de noches de placer, ella no era cualquier mujer, era un ser especial que merecía el mejor trato del mundo. El miedo a salir lastimado no me abandonaba pero…por ella sería capaz de arriesgarme.

Capítulo 7 “MI CHICA”

“I’ve got sunshine on a cloudy day, when it’s cold outside I’ve got the month of May. I guess you’d say; What can make me feel this way? My girl, talking about my girl…” The Temptations.**

Tras el derroche de pasión en “El submarino” comprendí que no quería a  Génesis para un par de noches de placer, ella no era cualquier mujer, era un ser especial que merecía el mejor trato del mundo. El miedo a salir lastimado no me abandonaba pero…por ella sería capaz de arriesgarme.

Génesis descansaba en mi pecho, ambos estábamos sentados en el piso del baño, guardando silencio, en completa oscuridad y podíamos oír a Soda Stereo invadiendo cada rincón del Submarino con “De Música Lligera”, a pesar de que la música era algo fuerte podía oír su respiración pausada, sentir el calor de su cuerpo abrazado al mío. Estar con ella de esa manera era más que un deleite, era como oxígeno para mis pulmones.

-Creo que debemos salir de aquí –me dijo mi ángel reincorporándose.

-Sí, tienes razón –respondí ayudándole a levantarse- Deberías salir tu primero y esperarme en la mesa ¿vale?

-Está bien, allá te espero –me dijo casi abriendo la puerta del baño.

En ese momento tomé su mano y la atraje hacia mí, y cuando la tuve entre mis brazos volví a besarla, esos besos pausados cargados de pasión eran sus preferidos. Quería que se sintiera querida y protegida, que lo que había sucedido era algo  especial tanto para ella como para mí. Ella correspondió a mi beso para después salir del baño.

Me quedé un momento ahí, a oscuras reflexionando sobre lo ocurrido, me lavé la cara para tratar de relajarme un poco. ¿Qué acabábamos de hacer? Ciertamente nos habíamos dejado llevar por el impulso, por el deseo, pero… ¿Era eso lo que ambos esperábamos de la relación? Llevábamos poco tiempo de conocernos y solo nos habíamos visto tres veces, aun así dentro de mí iba creciendo algo que no podía controlar.

Tenía que explicarle a mi ángel que esto no era lo que quería de ella, realmente me hallaba muy confundido y lo más necesario era que habláramos al respecto, no quería confundirla sino todo lo contrario, que se sintiera segura de estar a mi lado, que junto a mí no tendría nada que temer y en cierta forma yo deseaba que ella me dijera lo mismo.

Salí del sanitario disimuladamente, al parecer nadie se había percatado de nuestra ausencia y el lugar estaba abarrotado, ya pasaban de las 8. La busqué con la mirada y la vi tratando de lidiar con un par de imbéciles que estaban a su lado tratando de convencerla de aceptar un trago de parte de ellos. Nunca he sido un hombre celoso pero en ese instante sentí que me hervía la sangre.

Ahí estaba ella, totalmente indefensa a merced de ese par de bestias que la estaban confundiendo con cualquier chica fácil o algo peor. Sin pensarlo dos veces apreté el paso y me dirigí hasta donde se encontraba mi doncella siendo atormentada por ese par de cavernícolas.

-¿Se les perdió algo caballeros? –les dije a ese par de idiotas que estaban molestando a mi chica.

-Para nada compa, al contrario encontramos una cosita interesante por aquí –respondió uno de ellos al mismo tiempo que barría con la mirada a Génesis.

-Pues creo que aquí no hay nada que te interese…compa –le dije acercándome a él de forma amenazante.

El tipo trató de darme un empujón pero Génesis se levantó para abrazarme por detrás.

-Joel vámonos, no vale la pena armar un escándalo, estos tipos están borrachos –su tono tan sutil ordenaba obediencia.

-Pero mira nada más, tan pelmazo es este tipo que deja que una vieja le diga lo que tiene que hacer –dijo el otro idiota con sorna.

Pude haberme hecho el muy machito y partirle la cara a ese par de imbéciles, ganas no me faltaban de enseñarles a respetar a una dama, pero realmente no deseaba que Génesis conociera mi lado oscuro, no quería arruinar nuestro día juntos que había sido casi perfecto.

-Joel, por favor -escuché a mi ángel suplicante.

-No me está ordenando que hacer, soy simplemente un hombre que sabe respetar y comportarse frente a una dama –le respondí al tipo con una mirada desafiante, coloqué un billete sobre nuestra mesa, tomé la mano de Génesis y me dispuse a salir del establecimiento.

Los tipos se carcajeaban y lanzaban improperios en mi contra pero a mí no me importaba, había hecho lo correcto, proteger a Génesis. Ya había caído la noche y corría el aire que una vez más alborotaba la cabellera de mi ángel, ella iba de mi brazo, ambos caminando en silencio. No lo pensé tanto y me decidí a abrazarla, y nos fuimos caminando así por todo 27 de Febrero.

-No me gusta el silencio –me dijo deteniéndose.

-Lo sé, discúlpame, te puse en peligro y no soy capaz de perdonármelo –la abracé fuertemente.

-No digas eso –dijo colocando nuevamente su cabeza sobre mi pecho- no fue tu culpa, son cosas que pasan.

-No toleraría que alguien te faltase al respeto o te hiciera daño, me controlé demasiado…

-Pero gracias a Dios no pasó a mayores, aun así te doy las gracias por defenderme –y acto seguido me besó.

Me encantaban esos besos que me tomaban por sorpresa, me hacían sentir lo que nadie se imagina. Era una mezcla de magia, nervios, deseo pero sobre todo amor, un amor que ninguno de los dos conocía pero que estábamos dispuestos a sentir. Seguimos caminando abrazados y ella volvió a decir:

-Odio el silencio.

-¿De qué te gustaría hablar?

-Hablar no, más bien escuchar.

-¿Escuchar?

En ese momento sacó su móvil y reprodujo una canción que yo no conocía, pero era absolutamente hermosa…

-Unforgettable –dijo en tono triunfante.

-Wow ¿Quién canta? –le pregunté realmente interesado.

-Nat King Cole, un grande del jazz.

Asentí al mismo tiempo que la abrazaba, ya habíamos llegado a Plaza de Armas. Era una melodía realmente bella, suave y seductora. Hablaba de lo inolvidable que es una persona especial, que no importa el tiempo o la distancia, el amor nunca muere, al contrario se hace más grande.

Ya estando en la explanada la tomé nuevamente entre mis brazos.

-Por favor baila conmigo, quiero recordar este día por el resto de mi vida.

Ella colocó sus brazos alrededor de mi cuello y comenzamos a seguir la melodía con pasos lentos, siempre dejándose guiar por mí. El jazz era música que incitaba al romanticismo, Génesis era una romántica empedernida y era una de las muchas cosas que más me gustaban de su ser. Al final de la canción me decidí a besarla, era toda una maravilla acariciar sus labios con los míos.

Una gota de lluvia tocó nuestras frentes, lo cual hizo que a ambos se nos escapara una sonrisa.

-Creo que es hora de salir corriendo –me dijo divertida.

-Toma mi mano a ver hasta donde llegamos –le respondí e inmediatamente se desató un aguacero tremendo.

Corrimos por toda la plaza tomados de la mano, riendo a carcajadas, siento bañados por aquella lluvia que no daba tregua. El celular de Génesis seguía prendido, pero bien guardado dentro de su bolsillo, aun así se escapan algunas notas de “Something Stupid” la reciente versión de Robbie Williams y Nicole Kidman.

Llegamos al portón de mi casa empapados de pies a cabeza, a tientas pude abrir y pasamos apresuradamente. Llegamos a la estancia de la planta baja y nos quedamos mirando por unos segundos para después estallar en sonoras carcajadas. No hacía mucha gracia vernos hechos una sopa.

Génesis sacó el móvil de su bolsillo y este seguía reproduciendo su música. Más jazz por supuesto pero al más estilo de Robbie Williams.

-Beyond The Sea –me dijo sonriendo.

-Todo un clásico –le dije mientras la tomaba de la mano para seguir bailando, ahí en esa estancia vacía.

No sabía muchos pasos de jazz pero intentaba imitar los que había visto en películas, ella estaba empapada y divertida, le daba vueltas, la estiraba, aunque me había dicho que su fuerte no era el baile se movía muy bien, con mucha elegancia y porte. Esa mujer no dejaba de sorprenderme.

-Imagínate que estamos en el New York de  los años 30 –le dije sonriendo.

-¿Cómo?

-Sólo imagínalo por un momento, tú con un precioso vestido brillante, propio de la época, una cinta alrededor de tu cabecita, collar de perlas, zapatillas, etcétera.

-Jaja ¡Wow! ¿Y tu con traje de pingüino? –su sonrisa me robaba el aliento.

-¡Exactamente! – respondí al mismo tiempo que la tomaba entre mis brazos y marcaba el ritmo de los pasos.

En pocos minutos ya no estábamos más en la solitaria estancia de mi casa, ahora era un gran salón de baile de los años 30. La idealicé con un vestido plateado, muy brillante y sus labios rojos, eran todo lo que necesitaba para ser feliz.

Nunca supe si fingía, o si realmente estaba imaginando todo junto conmigo, pudo ser mentira o verdad aquella alucinación colectiva, pero bailamos; bailamos Jazz en New York cuando corría el año de 1930. No había miedo, no había tiempo, solo ella y yo, siendo felices durante un instante que duró toda una eternidad.

De repente oímos un terrible estruendo y las luces se apagaron.

-Oh por Dios…-la oí decir en aquella oscuridad.

-Tranquila, ha sido un trueno y…se fue la luz. – dije tratando de calmarla.

-¿Crees que tardará en volver?

-No lo se linda, espero que no.

Génesis me abrazó, aún estaba húmeda por la lluvia.

-Le temo a la oscuridad –me dijo con voz temblorosa.

-Descuida bebé, si estás conmigo no tienes nada que temer –la abracé con fuerza.

En ese instante no recordaba donde había guardado mis linternas, así que tuve que recurrir a técnicas más arcaicas. Sin soltar su mano me dirigí a la cocina y de uno de los cajones saqué un paquete de velas. Después de encender una, subimos con cuidado las escaleras.

-Deberías tomar un baño, no quiero que te enfermes. –le dije acariciando su cabello.

-Sí, tienes razón pero después tú también lo harás.

-Por supuesto.

Acto seguido encendí otra vela que le entregué para que fuera a ducharse.

Cuando se hubo ido, me senté al borde de la cama a pensar en todo lo ocurrido. ¿Qué seguía a continuación? Teníamos que hablar al respecto. Comencé a sentir frío, debía ducharme cuanto antes o el que terminaría cogiendo una gripe sería yo. Por un instante me pasó por la mente compartir la ducha con Génesis.

Imaginar su cuerpo desnudo me puso a mil y era imposible controlar mis reacciones físicas, me sentí tentado a entrar a verla aunque fuera sólo un poco, pero soy un caballero que jamás traicionaría la confianza de una dama que lo quiere y a quien quiere y respeta con todas sus fuerzas.

Salí de la habitación y me dirigí al baño que había afuera, tras cerrar la puerta me quité la ropa mojada y entré a la regadera. Sentí un poco de alivio al sentir el agua tibia sobre mi cuerpo, pero ni eso me quitaba los pensamientos que me asaltaban. Imaginaba a Génesis, a pocos metros de mi tomando un baño, por un instante desee ser el agua que recorría su delicado cuerpo.

Creo que está de más decir que tuve que rendirle un homenaje a mi musa de una forma muy peculiar, realmente dentro de mí crecían dos sentimientos, un inmenso amor; muy diferente al que había sentido en el pasado y una pasión intensa que amenazaba con desbordarse de un momento a otro. Un final feliz me recordó de aún estaba vivo y que lo que tanto soñaba podía hacerse realidad de un momento a otro.

Cuando volví a la habitación Génesis aún seguía en la ducha, lo cual se me hizo un poco raro, pero supuse que así son las chicas, siempre tan esmeradas en su aseo personal. Después de ponerme la pijama caí en cuenta del paquete de velas que había sobre mi cama, así que saqué las que quedaban y coloqué dos en cada buró que se encontraba a los dos bordes de mi cama.

No tenía idea de que hacer, sólo bastaba con verla para que la pasión se apoderara de mi ser, era inevitable. Yo tenía temor de muchas cosas pero tenía la certeza de que terminaría enamorándome de ella, irremediablemente. No sólo era pasión, era admiración, fascinación, devoción, respeto, Génesis era lo que siempre había deseado y no creía merecer.

Su presencia me sacó de mis pensamientos y entonces la vi, en el marco de la puerta del baño, iluminada por la poca luz que irradiaban las velas. Estaba parada, descansando sobre un pie y su otra pierna ligeramente flexionada, no pude evitar recorrerla con la mirada, tenía puesta una playera larga que apenas tapaba su pantaleta, me entretuve viendo sus piernas, blandas y claras, no eran firmes pero eran realmente bellas.

-¿Qué haremos con la ropa mojada? –me dijo mirando hacia el vacío.

-Creo que la ropa es lo de menos…-respondí con un suspiro,- ven aquí..

Ella caminó hacia mí, un poco insegura pero tomé su manos e hice que me mirara directo a los ojos.

-Eres realmente hermosa…

-Claro que no.

-No sé por qué te empeñas en negar lo obvio.

-Sólo soy realista.

-Eso no es realismo, es ser modesto.

Soltó una leve risita que yo interpreté como una petición, la atraje hacia mí y comencé a besarla, lentamente, apasionado, deseoso de su esencia, su sabor, ella correspondió a mi beso hundiendo sus manos en mi cabello, las mías bajaban por su despalda hasta llegar a su derrier, yo esperaba un respingo pero no sucedió, ella seguía besándome como si no existiera nada más.

Mis labios se deslizaron de los suyos a su cuello, recorriéndolo, lamiéndolo, mis manos en su trasero, las suyas aprisionando mi cabello, daba pequeñas mordidas en su cuello y sus piernas se doblaron, se separó un poco de mi para sentarse en la orilla de la cama, yo la seguí y continué besándola, posando mi mano en una de sus piernas, acariciándola levemente.

Miles de pensamiento me asaltaron, ¿Sería el momento? ¿Debía romper la magia del momento para preguntárselo? Era realmente confuso pero era demasiado tarde para detenerme a seguir pensando. Mi mano recorrió su muslo llegando más allá de la tela de su blusa, mis labios en su cuello, ella sólo despedía gemidos casi inaudibles, realmente la estaba haciendo disfrutar.

Poco a poco se fue recostando en la cama y yo a un lado de ella, besándola, acariciándola, mi mano se coló debajo de su blusa, llegando directamente a su vientre, era un poco abultado pero suave y terso, comencé a acariciarlo y a subir un poco su blusa hasta dejarlo al descubierto, ella me miró fijamente.

Esa mirada inocente me tenía cautivado así que no hice más que besar su vientre, recorrerlo de largo a largo, ella estaba tensa pero se tranquilizó cuando una de mis manos tomó la suya suavemente, se movía un poco, y yo seguía acariciando su piel con mis labios, llegando hasta sus senos.

-¿Puedo? –pedí permiso.

-Puedes…

La despojé de su blusa y me di cuenta de que no llevaba sujetador, esos voluminosos pechos estaban al aire, suaves, hermosos, eran un homenaje a la belleza y feminidad de esa bella mujer que descansaba en mi cama. Comencé a besarlos lentamente, alrededor de su aureola, acariciándola con mi lengua, lamiendo su pezón, mientras mi mano descendía hacia su intimidad.

Génesis no paraba de gemir suavemente, apretando mi mano, y las sabanas; yo estaba perdido en ese par de bendiciones y no podía pensar en nada más, deseaba estar con ella, hacerla mía, quería amarla, amarla como probablemente nadie lo había hecho jamás. Mis manos irrumpieron dentro de su panty y comprobé que estaba demasiado húmeda.

Mis dedos se dieron a la tarea de acariciar sus labios, lentamente, pero intenso, ella gemía, jadeaba, su respiración entre cortada me hacía enloquecer; mis labios buscaron los suyos y se fundieron en la inmensidad de un beso eterno, mis dedos en su clítoris la llevaron al paraíso, mientras mis labios no abandonaban la deliciosa sensación de estar en los suyos. Sin poder evitarlo, Génesis estalló en un intenso orgasmo mientras mis labios ahogaban sus gemidos…gemidos de amor.