Donde hubo fuego... Capítulo 2

Habían pasado unas cuantas horas desde mi encuentro con Joel y aún estaba extasiada por la sensaciones que me había provocado estar a su lado, simplemente no podía dejar de pensar en él y lo que más coraje me daba era que tuve que salir corriendo de ese lugar cual cenicienta al despuntar el alba.

Capítulo 2 “QUIERO VERTE OTRA VEZ”

“Se me fue como se va la tarde, como si fuera un tren, poco a poco mis ojos lo dejaron de ver y no sé si algún día me lo encuentre otra vez.” Víctor García.**

Él estaba ahí, sosteniendo mi manos entre las suyas, pasaron unos cuantos segundos que a mí me parecieron una eternidad, sentí su cálido y dulce beso estamparse en mi piel, ese beso que quedaría para siempre grabado en ella, un inmenso escalofrío me envolvió consiguiendo dejarme completamente inmóvil, mis ojos se encontraron con los suyos, nuestras miradas reían, estaba a punto de decirle algo que no recuerdo y unos gritos desgarradores me sacaron de mi ensueño…

-¡No se te ocurra volverme a buscar; pedazo de basura!- Una descalza Marina Elena arribó a la explanada de la plaza de la revolución lanzando imperiosos gritos, detrás de ella venía su energúmeno novio.

-¿De qué demonios estás hablando mujer? ¡Esto no se acaba hasta que se acaba!- Chillaba Alberto apretando el paso tratando inútilmente de alcanzarla.

Joel me soltó rápidamente y dirigió su atención hacia el pleito pasional que se estaba llevando a cabo frente a nosotros, el sol daba sus primeros suspiros de vida sobre todos nosotros y perfectamente pudimos vislumbrar el embarazoso espectáculo que los amantes nos ofrecían.

Finalmente Alberto pudo atrapar a Marina a quien de manera brusca atrajo hacia sus brazos, ella como fiera intentó defenderse pero era inútil, sucumbía a la fuerza de sus propios sentimientos; la pareja se fundió en un violento abrazo del cual ella no paraba de resistirse.

-¡Suéltame imbécil! ¡No quiero volverte a ver en mi vida! ¡Estás enfermo!- Marina Elena manoteaba, mientras Alberto la sostenía con fuerza igual que lo haría con una muñeca de trapo.

-¿No lo puedes comprender? ¿No lo entiendes? ¡No soporto verte con otros hombres! Eres mía ¡Mi mujer! ¡De nadie más!- Alberto no podía contener su rabia y luchaba en contra de la resistencia de su amada.

Joel y yo los mirábamos anonadados, sin dar crédito a lo que sucedía ante nosotros, la pareja modelo estaba ofreciendo un vergonzoso espectáculo en la vía pública, un ataque de celos enfermizos ensombrecía aquel hermoso amanecer.

-¡Maldita sea Alberto! ¡Me lastimas!- Marina soltó un sollozo ensordecedor y ya las lágrimas comenzaban a salir de sus grandes y hermosos ojos miel.

Miré a Joel horrorizada

-¡Por favor ayúdala le está haciendo daño!- solté como un gemido.

Joel me miró muy desconcertado pero al instante reaccionó y fue hacia donde se encontraba la viva imagen del “amor apache”. A como pudo logró separar a los feroces enamorados antes de que se mataran uno al otro.

-¡Beto que te pasa! ¿Cómo puedes hacerle esto a tu novia? ¡Estás mal, cabrón!- Joel forcejeaba con Alberto, a quien por lo visto conocía perfectamente.

-¡No te metas wey! ¡Esto es un asunto entre mi vieja y yo!- Alberto visiblemente alcoholizado se esforzaba infructuosamente por zafarse del sometimiento al que Joel lo sometía.

Marina completamente bañada en lágrimas corrió hacia mi brazos, cuando la sostuve sentí que estaba temblando y no dejaba de llorar completamente desesperada, la abracé muy fuerte intentando calmarla, pero mi ojos estaban clavados en Joel quien maniataba al salvaje de su amigo intentando hacerle entrar en razón.

-¿Estás loco maestro? Mira nada más como estas- Joel comenzó a reprenderlo y después me lanzó una mirada compasiva- Génesis llévate a Marinita o esto va a salirse de control.

-¿Pero cómo nos vamos? ¿Te das cuenta de que apenas está amaneciendo?- le dije desesperada y después miraba en todas direcciones tratando de encontrar un taxi, pero a esa hora de la mañana la ciudad estaba completamente muerta, era Domingo.

-Tengo las llaves del coche de este bastardo- atinó a decirme Marina entre sollozos.

-¡Ni si quiera lo piensen! ¡Ustedes no ponen un dedo encima de mi carro!- Alberto casi se suelta de los brazos de Joel, pero éste logro someterlo nuevamente.

-¡Ya salgan de aquí!- Ordenó Joel con un grito.

A como pude me fui arrastrando a mi pobre amiga sin zapatos, cruzando la explanada de vuelta al estacionamiento del salón de eventos.

-¿Puedes caminar sola?-Le dije a Marinita soltándola un poco.

-Sí, si puedo, pero por favor sácame de aquí- me respondió entre temblores y sollozos.

Tomé su mano y comenzamos a caminar rápido y antes de bajar las escalinatas volví la vista hacia donde se habían quedado mi valiente guerrero y aquella bestia salvaje propiedad de Marina, a lo lejos pude verlo a ambos abrazados, sentí una enorme tristeza dentro de mi ¿Volvería a verlo? Probablemente no.

Llegamos al estacionamiento y desactivé la alarma y seguros del automóvil; Marina se sentó en el asiento del copiloto y yo con los ojos desorbitados le dije desesperada:

-¿Estás loca? ¡No tengo licencia de conducir!

-Cálmate lo harás bien, ¡ya vámonos por favor!- Marina ahogada en lágrimas me suplicaba.

-Ajá ¿Y si nos para un tránsito? Yo no tengo ni un quinto para pagar una multa, no manches- mi voz sonaba realmente consternada.

-¡Génesis la maldita ciudad está muerta! ¡Súbete al puto coche y vámonos a la chingada!

Presa de los nervios entré al automóvil y a como pude arranqué y salimos de ahí.

-Ponte el cinturón por favor, no quiero que nos pare un trancho

-¿Hola? Te recuerdo que…

-¡Por favor Génesis ya! ¿No puedes sólo obedecer?- Marina había pasado de la histeria al fastidio y se estaba comportando como una verdadera energúmena.

-¿Sabes qué? Ya cálmate, no te quieras venir a desquitar conmigo de lo que te hace el cavernícola que tienes de novio.

Marina Elena cambio su semblante a uno angustiado a lágrima viva y me suplicó:

-Perdóname por favor, es sólo que quiero alejarme de él lo antes posible.

-¿Y ya caíste en cuenta de que nos robamos su carro?

-Maldita sea.

Hubo un silencio incómodo durante más de 20 minutos, yo había salido de la zona de Tabasco 2000 tomando la Avenida Paseo Tabasco hasta llegar a la catedral dónde un semáforo me hizo detenerme.

-¿A dónde diablos vamos? Imagínate que ese idiota nos meta una demanda por robo.

-Eso no va a pasar- me respondió la desdichada con la mirada perdida.

-Tenemos que ir a devolverle el carro.

-Ajá ¡Eres una genia! Para que me mate si es que no lo logró ahora.

-Su casa no queda lejos de aquí, le dejamos el carro y las llaves en un lugar estratégico y nos largamos. No voy a seguir conduciendo sin licencia y en un automóvil robado.

No esperé su respuesta y me pasé el alto ya que no había moros en la costa, seguí por la Avenida 27 de Febrero rumbo al centro de la ciudad.

-No irás a ir a casa de Beto ¿Verdad?- me preguntó Marina recuperando la compostura en su totalidad.

-Ya te dije que no voy a infringir la ley solamente porque te peleaste con el estúpido ese.

-No puedo creer que no quieras ayudarme ¡En serio que no lo creo!

-¿Qué no puedo ayudarte? ¿Es en serio?- esta vez sí me sacó de mis casillas- Quiero que me digas cuantas veces te he sacado de los lugares en donde el cobarde de tu novio te hace quedar en evidencia, cuantas horas he estado ahí para consolarte y para evitar que te siga haciendo daño así que ¡No me vengas con chingaderas!.

Marina no pudo más y rompió a llorar, siempre era igual, su chantaje emocional para que dejara de sermonearla y realmente ya me tenía harta con sus berrinches.

-Marinita ya cállate por favor, cállate o te juro que te aviento del coche en movimiento.

Fue inútil porque ella lloró más fuerte y yo le pedí a Dios me diera paciencia. Llegamos a la casa del idiota y estacioné el carro frente a su garaje. Nos bajamos y yo arrojé las llaves del auto hacia dentro del garaje para después salir de ahí a pie.

-¿Y a donde se supone que iremos?- recriminó Marina.

-Al infierno.