Donde hubo fuego...
Esta es la historia de mi vida, de cómo amé una sola vez y para siempre, pero mi propio orgullo y los complejos de mi ser amado terminaron por llevarnos por caminos diferentes. ¿Es tarde para volver?
Es posible encontrar el amor verdadero, lo difícil es mantenerlo. ¿Pero qué hacemos si este se nos escurre de los dedos? ¿Acaso debemos insistir? ¿Agotar todas las posibilidades? O el orgullo es la mejor opción. Esta es la historia de mi vida, de cómo amé una sola vez y para siempre, pero mi propio orgullo y los complejos de mi ser amado terminaron por llevarnos por caminos diferentes. ¿Es tarde para volver?
PRÓLOGO
(Este primer capítulo no tiene contenido sexual, es sólo una introducción.)
No se cómo empezar a contar mi historia ahora que me siento tan devastada, son tantos los recuerdos, los sentimientos guardados, escondidos y encontrados que se mezclan de manera estrepitosa dentro de mí, buscando una salida, un desfogue, después de tantos años de silencio, de no mencionar ni media palabra, de haber permanecido aletargados. Hoy han resurgido y se niegan rotundamente a abandonarme.
Empezaré por presentarme, mi nombre es Génesis, geminiana, actualmente tengo 34 años de edad y estoy atravesando una situación “difícil” en la vida de una mujer: un divorcio. Si digo difícil entre comillas, es porque realmente no supone un grave problema para mí el separarme de la persona con la que he compartido 11 años de mi vida, es sólo que con este suceso he tenido muchísimas revelaciones, sentimientos que han salido a la luz después de tanto tiempo.
Soy orgullosamente mexicana, nací en una ciudad mediana al sureste de la república, un lugar llamado Villahermosa, en el Estado de Tabasco, un sitio que se caracteriza por vasta vegetación, su variedad de fauna y un clima tropical que hacen de este un lugar ideal para vivir. Debo confesar que no nací en cuna de oro, lo que he logrado obtener ha sido gracias a mi trabajo y al de mi ex esposo, ambos construimos, nos construimos el uno al otro y logramos lo que jamás habríamos imaginado desde el día en que nos conocimos.
No me puedo quejar, él me dio una buena vida, tuve todo lo que quise, su amor, su apoyo, su presencia, me dio el mejor regalo que alguien pueda tener: un hijo. Nuestra relación era “casi perfecta” porque como todo ser humano siempre debe existir algún defecto, el de Emilio no era el alcohol, las drogas o el juego, su gran debilidad eran las mujeres, era un esclavo de sus pasiones y yo fui demasiado tolerante con él, siempre me tuvo sin cuidado con quien compartiera esos momentos de placer.
La verdad es que me casé sin amor. Así es, uní mi vida con una persona a la que no amaba, sentía afecto, si acaso respeto, agradecimiento, por todo lo que habíamos construido juntos, por la nueva vida que de nuestra unión resultó. Pero lo más triste no fue haberme casado sin amor, sino casarme para olvidarme precisamente del amor.
Hablar de amor? Me es muy difícil, no puedo siquiera evocar el concepto sin que se me haga un nudo en la garganta, sin que me de cuenta de que por amor fue que mis pies han recorrido un largo camino que parecía no tener fin. Amor, amar, amarlo, amarlo con todo lo que es y con todo lo que soy, lo que seré; solamente una vez amé y de ese sentimiento derivó todo lo que he vivido hasta el día de hoy.
Mi adolescencia pasó sin pena ni gloria, fui una niña mimada; más no malcriada. Siempre estuve rodeada de amor, mis padres hicieron un buen trabajo al educarnos a mi hermano y a mí, siempre conté con su apoyo, su amor y jamás me hizo falta absolutamente nada. Pero si algo puedo decir de mi historia es que no importa los valores que tus padres te inculquen, finalmente el arquitecto de tu destino eres tú.
Todavía recuerdo cuando conocí al hombre que robó mi corazón-hombre que no es mi ex esposo- el causante de todas las acciones que llegué a realizar, siempre en “nombre del amor”. En mi juventud no fui de salir mucho, al menos no antes de terminar la universidad, pero esa noche el destino me tenía guardado un suceso clave que me acompañaría por el resto de mi vida.
Capítulo 1 “A PRIMERA VISTA”
"Tu voz va, yo vuelo y no encuentro el suelo, tus ojos me llegan y todo da vueltas. Tienes mil razones para darte todo y hace una hora que yo te conozco."
Sin Bandera.
Era una noche sabatina, y había pasado más de 12 horas seguidas sin dormir ya que estaba estructurando un proyecto escolar que me había atormentado durante un mes, en esa época contaba con escasos 21 años de edad y estaba cursando el último año de la Licenciatura en Diseño Gráfico. El diseño siempre ha sido mi gran pasión, es la carrera que elegí por lo tanto es mi estilo de vida y mi forma de ganármela.
Siempre fui muy matada en los estudios, eran mi refugio para no recordar que era una chica solitaria, con pocos amigos, sin pretendientes y los pocos novios que tuve se habían encargado de que yo perdiera toda esperanza en que el amor existiese. En punto de las 8 de la noche mi móvil me anunció que había llegado un SMS, se trataba ni más ni menos que de Marina Elena, una amiga muy querida, quien en ese momento me preguntaba si tenía planes para la noche, le contesté rápidamente que iba a dormir ya que estaba demasiado cansada por lo del proyecto.
Marina Elena es mayor que yo y somos demasiado diferentes, siempre lo fuimos pero creo que eso es lo que nos hizo tan amigas. No conforme con mi contestación Marina resolvió llamarme, yo al ver su insistente llamada no tuve otra opción que contestar. Estaba demasiado cansada como para discutir con Marina acerca de que me había convertido en una ermitaña y de que no podía pasarme la vida encerrada en mi cuarto, terminé por aceptar acompañarla a ella y a su fatídico novio a la fiesta de XV años de la prima de él.
No recuerdo que me puse para esa fiesta, solo sé que fue el atuendo más indiferente que se puedan imaginar, parecía que iba a cualquier lado menos a una fiesta de xv años, Marina y Alberto pasaron por mí ya casi a las 10 y nos dirigimos al lugar en donde se llevaría a cabo la fiesta antes mencionada. Era una noche fresca de Diciembre, y las luces navideñas adornaban la Avenida Paseo Tabasco, una de las más transitadas de la ciudad, mis ojos se perdían en esos brillantes destellos, cerré mis ojos y pedí que valiera la pena estar ahí.
Llegamos al salón y aparcamos el auto, las cosas que sucedieron después fueron demasiado banales para siquiera comentarlas, conocí a unas cuantas personas, cero interesantes y entonces me encontraba ahí en medio de una jauría de pubertos que me hicieron sentir peor que una anciana, a punto estaba de desmayarme del cansancio y aburrimiento cuando escuché una voz desde arriba (me encontraba prácticamente desparramada sobre la mesa)
-¿Señorita se encuentra bien?- era una voz masculina, ni grave, ni aguda, muy suave.
Alcé la vista y pude divisar unos grandes y tiernos ojos, que aunque las luces estaban apagadas pude adivinar que eran atractivos y como dos imanes hicieron que me incorporara casi de inmediato.
-Sí, si eso creo- dije titubeando- es solo que me ha dado un poco de sueño, que pena que me haya visto así.
Cuando recuperé la compostura pude verlo mejor, era un joven de estatura media, moreno claro y muy delgado, su cabello era medio ondulado y negro, no pude percibir muy bien sus rasgos pero dentro de mi pude sentir, un impulso eléctrico que recorrió todo mi cuerpo y supe en ese momento que me encontraba frente al hombre al que amaría por el resto de mi vida.
-No te preocupes- dijo esbozando una tierna sonrisa- creo que no es muy lo tuyo estar entre adolescentes, la verdad es que yo ya me estaba empezando a aburrir… ¿Te gustaría ir afuera?
Lo miré con incredulidad, entre aquella penumbra no podía distinguir bien sus gestos, pero mi corazón latía cada vez más y más fuerte; ¿Qué me pasaba? Era la primera vez que estaba sintiendo algo así y con un completo desconocido. El chico me extendió su mano, como invitándome a ponerme de pie, la tomé delicadamente y me levanté del asiento.
-Joel Escalona, soy su servidor- exclamó mientas se inclinaba levemente para besar mi mano.
Noté como mi rostro se ruborizaba al punto de sentir que me quemaba y solo atiné a decir:
-Génesis Aguilar, encantada- con los ojos abiertos como platos y las piernas temblándome que casi sentí que iba a desmayarme.
-¡Que coincidencia! Nuestros nombres son bíblicos- me dijo sonriendo al mismo tiempo que sostenía mi mano entre la suya.
-Jaja si es verdad, bueno no me había dado cuenta- yo no cabía en mi de tantos nervios
El me ofreció su brazo y yo entrelacé el mío con el de él, cruzamos la pista de baile que estaba infestada de adolescentes y adultos, salimos del salón que quedaba ubicado en el interior de una plaza comercial que a esas horas ya estaba cerrada, bajamos las escaleras y salimos a la calle.
Era una muy fresca madrugada de Diciembre, y nos encontrábamos en una zona urbanizada de al ciudad, cruzamos la calle y subimos unas escalinatas hacia lo que era una especie de explanada, La Plaza De La Revolución y frente a ella el Palacio Municipal.
Hasta ese momento habíamos estado conversando acerca del clima, había llovido un poco y estábamos intentando esquivar los charcos que estaban regados por todo el camino, bromeamos un poco acerca de que Tabasco es lugar de tierra caliente, la mayor parte del año llueve y hace demasiado calor, por lo que la gente no estaba acostumbrada a este clima y que con una lluviecita ya todo el mundo sacaba sus chamarras, bufandas y botas.
Las luces navideñas brillaban para nosotros en la infraestructura que formaba parte del paisaje, había un Pino Navideño gigante, que destellaba hermosas luces de colores, y ahí pude verlo mejor, su rostro era fino y era dueño de unos enormes ojos color almendra, coronados por unas largas y hermosas pestañas. ¿Quién era ese ser tan misterioso? ¿Por qué tenía esa sensación tan extraña al estar cerca de él y apenas lo conocía? Una pregunta me sacó de mis pensamientos:
-¿Y a que se dedica Génesis Aguilar?- su voz era tan calma, tan suave, me adormecía.
-Estoy estudiando el último año de la Licenciatura Diseño Gráfico, ¿Tu que haces?.
-Vaya tenemos una artista- su sonrisa era encantadora, a pesar de sus pronunciados dientes frontales que tenían casi un considerable de espacio que los separaba.- Yo estoy estudiando arquitectura, casi somos colegas.
-¡Sii! Es genial, yo en un momento pensé en estudiar arquitectura también.
-¿Y qué pasó?- me preguntó mirándome con esos enormes ojos.
-Pues me di cuenta que tengo más alma de artista, pensé en estudiar artes visuales pero en la actualidad del arte no se vive y bueno el diseño gráfico fue mi ventana al mundo en el que quiero desarrollarme- me explayé hablando de lo mucho que amaba mi carrera y el simplemente me miraba fascinado.
-Es muy bueno conocer a alguien que ame lo que hace, se nota que estas entregada
Yo solo asentí sonriendo y seguimos caminando por la explanada, me contó un poco de su vida, en que universidad estudiaba, que vivía solo, que le apasionaban los deportes (el ciclismo en especial) los animales le encantaban, y asi yo fui platicándole mis gustos, lo que aspiraba de la vida.
No nos dimos cuenta que ya eran casi las 6 de la mañana y el cielo empezaba a iluminarse, nos miramos fijamente cuando la claridad comenzó a apoderarse de ese espacio, yo no podía dejar de mirar sus ojos, era una atracción muy grande la que sentía y apenas le conocía…no sabía que pasaría después.
-Está amaneciendo- me dijo mientras hundía las manos en sus bolsillos mirando directamente al lugar en donde el sol nacía.
Yo solo lo miraba y pensaba ¿Cómo pude pasar tanto tiempo de mi vida sin encontrarte? Y posé mis ojos sobre aquel hermoso y resplandeciente sol que daba sus primeros rayos, iluminando esa bella tierra Tabasqueña que tanto amaba.
-Jamás había visto un amanecer- exclamé dando un suspiro –es como si tanta belleza no me cupiera en los ojos.
Joel volteo a mirarme sonriendo
-Son estos momentos, el regalo más bello que la madre naturaleza nos brinda día a día, no pierdas la oportunidad de disfrutar de ellos cada que tengas oportunidad.
Sus palabras fueron tan acertadas en ese momento, la emoción me envolvía y estaba a punto de decirle que quería volver a verlo pero en su lugar solo le dije:
-Te prometo que jamás me perderé la maravillosa oportunidad de ver un nuevo amanecer
Sus ojos se posaron con los míos, sus ojos sonreían, esos ojos tan hermosos me estaban dedicando la más dulce y sutil de sus miradas, yo solo quería perderme, dormir en ellos y jamás despertar. Se acercó a mi lentamente y me tomó de ambas manos para darme un delicado beso en la mejilla mientras murmuró cerca de mi oído:
-Muy buenos días, Génesis.