Dónde estas mi amor?
El amante se ha ido y yo nado en su recuerdo.
De ninguna manera! no puedo pagarte todos tus caprichos. Una cosa es ayudarte a salir adelante, con comodidad incluso, y otra muy distinta pagar todos tus antojos. Eres ya mayorcito para vivir de esa forma, si no acumulas un poco te vas a quedar sin nada y dentro de poco dejarás de ser joven y guapo. Ya estás tomando pastillitas de esas azules para tener la polla alegre, no me engañas...
Esas y otras mil reflexiones le hacía a mi amado Luis, intentando convencerle de que sentara cabeza. Pero él me miraba atento como si me escuchara, con una media sonrisa burlona en los labios y un aire canalla que le hacía más y más atractivo y deseable. Y con aquel acento lento y arrastrado, como de niño malcriado, me pedía que no fuera así, tan malhuorado y tan serio. Y me hacía callar con sus besos y me tomaba la polla con sus manos y me manoseaba el culo y me hacía perder la voluntad, la seriedad y todo lo que tenía; y yo me dejaba hacer, voluptuoso, esperando sus caricias expertas, deseando su gran polla, sediento de su leche blanca y viscosa, dulce y amarga.
Siempre era igual. Era como un ritual que ambos desempeñábamos con precisión y rigor, como una lección muy bien aprendida. Y acabábamos también igual. Incrustaba su enorme pollón entre mis piernas, rozando mis huevos y la base de mi polla; yo apretaba los mulos en torno a aquel pedazo de carne y el sudor favorecía que me bombeara con placer. Entretanto me tenía abrazado y me besaba y me mordía mis tetillas, mientras con su mano derecha me masturbaba con suavidad y fuerza... Sus besos me embriagaban; sus mordiscos me hacía gemir de placer, el vaivén de su polla me enloquecía y la paja que me estaba haciendo me hacía perder los sentidos. Sentía placer en todas y cada una de las partes de mi cuerpo... Hasta que no podía frenar más, y mi leche salía disparada sobre mi estómago, sobre la cama, sobre su mano... Me dejaba de golpe, y yo caía rendido de placer, bañado de sudor, desparramado sobre la cama; él de rodillas se acercaba a mí, colocando su polla sobre mi boca; me la metía a ratos mientras se pajeaba lubrificado por mi leche, hasta que él también explotaba. No podía evitar nunca que el primer chorro cayera en uno de mis ojos, pero rápidamente le agarraba la polla y me tragaba su leche con gula... Aunque sabía que él era muy escrupuloso y no me besaría hasta que yo no me hubiera bañado y estuviera relimpio. Pero sus besos podían esperar a la ducha, su leche en cambio era demasiado preciosa para desperdiciarla....
Caía rendido a mi lado por el doble esfuerzo de mi paja y la suya, sudado, con la piel brillante y oliendo a macho. Si quería enfadarle, hacía como que le quería besar y me rehuía y yo me hacía el ofendido... Hasta que el ansía del baño nos ponía en pié. Y pasábamos horas bajo los chorros de la ducha. Nos enjabonábamos el uno al otro; le limpiaba la polla con meticulosidad, hasta hacérsela crecer de nuevo. Él me llenaba el culo de jabón. A veces conseguía que me penetrara fugazmente en la ducha; sin condón no queríamos hacer nada, solo jugar un poco. A veces se empeñaba en hacer correrme de nuevo, de pié bajo el agua que escurría por nuestros cuerpos. A veces lo conseguía. Lo que siempre conseguía es que aquellos baños fueran deliciosos, estimulantes y relajantes al mismo tiempo. Inolvidables.
Y ahora...
Me he de conformar con esos recuerdos. El muy cabrito sacó mi dinero para acabar de pagar su pasaje y regresar unos meses a su Brasil natal. Ahora que había conseguido la nacionalidad europea y no tenía problema para quedarse. Y yo tengo que conformarme con su recuerdo. O hacerme una paja frente a su foto. Y estoy solo y me siento vacio, porque sé que no encontraré fácilmente a nadie que cubra su ausencia. Porque no es solo una perfecta máquina de sexo. Es una persona dulce y sencilla, suave, que me admira si no me ama, que me concede también todos mis caprichos y me genera otros de nuevos. Y, sobre todo, es una persona buena, pacífico, simpático e inteligente. Que lástima que sea un vago de siete suelas. Que suerte que sea un soñador infinito.
Luis donde estés piensa mí, por favor... Y vuelve pronto.