Doña Úrsula y el italiano.
Historia de dos viudos que se conocen y coinciden en gustos.
“Se inventó la seda para que las mujeres pudieran andar vestidas y desnudas a la vez”.
Abril Kassim, Mahoma (570 – 632) Profeta Islámico.
Doña Úrsula y el italiano.
Doña Ursula, el día que las famosas torres gemelas americanas fueron destruidas por aviones terroristas, enterraba a su marido.
Aquella buena mujer esa fecha no la olvidaría nunca. Doña Úrsula hubiera deseado que los aviones que impactaron contra éstas dejándolas en escombros, hubieran impactado sobre ella. Así hubiese terminado de una vez con tantos sinsabores como los que la vida le deparó.
Con su difunto marido tuvo dos hijos, y éstos, quizás adelantados a su tiempo, les dio por estudiar ingeniería espacial.
Como ambos destacaron en sus especialidades, pronto fueron captados por la NASA. Si alguna vez quería verlos, éstos le enviaban los billetes de avión para que de desplazarse hasta el país americano. Ellos, poco tiempo tenían de viajar para verla.
En aquel país, tan identificados estaban, que ya se habían convertido en dos americanos más. El viejo mundo ya no les interesaba, la madre más bien poco. Sin marido y sin los hijos, quedose totalmente sola. Con 57 años, pocas esperanzas tenía de que su suerte cambiase.
Tal como iba sumando años y se daba cuenta, que aquello era una cuenta contra reloj, más ansias tenía de experimentar aquél limón que era su vida.
Dentro de poco no le quedaría nada para exprimir. Si alguno de los habitantes de aquél pueblo (de 5000 habitantes) se le acercaba eran ya hombres con más de 70 años, que al que no le dolía la espalda, tenía hipertensión y para redondear las cosas, la mayoría ya no lograba que se le pusiese tiesa, (y aunque lo pudiesen logar, ella quería hombres de 30 años, y si eran con 20 mejor).
Cuando visitó a la médica que la atendía se lo comentó, pensando que quizás, estuviese algo desafinada.
La médica, que sabía de éstas cosas, le dijo que esto también les ocurría a los hombres con la diferencia de que ellos podían acceder a chicas jóvenes pagándolas.
La médica, con buen criterio, le aconsejó que buscase por internet, y que de esta manera conocería cantidades de hombres en su misma situación y edad.
Doña Úrsula le hizo caso. Sólo quince días después conoció a un hombre italiano, de Verona, con 52 años y también viudo.
Éste parecía un buen ejemplar, (aunque ella continuaba soñando con uno de 25). Cuando ya llevaban varios días hablando, este le confío que era adicto al sexo, y que deseaba conocer a una mujer más bien madura y que también lo fuese.
Chicas más o menos jóvenes ya he conocido, le dijo Gino, pero siempre ha salido mal la relación.
Con estas criaturas no se puede ni fornicar, son como una comida sin sal. La mujer madura, continúa este, sabe lo que quiere, es calidad, y con ella se puede conversar, que con las jóvenes ni eso.
A Doña Úrsula aquél italiano le convenció. Como ella convenció a Gino. Éste, al verla con aquellas mamas y con un trasero como las matronas italianas de años atrás. A este le encantó. Aquí en Italia, le dijo Gino, este tipo de mujeres ya no atraen tanto como en el pasado, incluso los hombres con años, las prefieren delgadas, pero yo creo que el mundo masculino ha perdido el buen gusto, incluso en el comer. Ahora a los italianos les da por los platos chinos, con ingredientes que no logras conseguir lo que son y en cambio, las pastas italianas, todas, están por encima de modas y cocinas extrañas. El buen vino nada tiene que ver con los potes de bebidas que ahora se toman con o sin gas, así como light.
Doña Úrsula cuanto más hablaba con aquél italiano más interesada estaba por él. A este, por la pantalla del ordenador lo vio como un buen ejemplar de hombre, atractivo, con cabellos casi grises, y una sonrisa de galán de cine.
Este le dijo que medía 1, 74 y que pesaba 76 kilos. Ah, se me olvidaba, siguió este, como veo lo que tú necesitas además de adicto al sexo, tengo un pene que mide 23 centímetros y por grueso no te defraudará, la última palabra la acompañó con una risotada.
Doña Úrsula, aquella noche sintió que su mundo tenía más colores, que la vida quizás tuviese más expectativas, pensando con el italiano y las palabras que este le dijo, sintió la necesidad de ponerse los deditos allí, imaginando lo de los 23 centímetros. Se corrió como una adolescente.
Cuando volvió a hablar con este, quedaron en que al cabo de 8 días el Giro estaría en su cama. Otra vez, al soltarle la parida, este se puso a reír a carcajadas limpia.
Durante unos días Doña Úrsula se fue preparando ante aquel encuentro. Con el bus se fue a la ciudad y allí compró la última moda parisina en ropa interior. También el perfume que estaba de moda. Doña Úrsula volvía a estar ilusionada como estuvo cuarenta años atrás cuando se casó.
La vida ahora le sonría nuevamente. Cuando en el espejo miró su culo y lo vio como siempre lo había tenido, hermoso, voluminoso y deseable, se sintió como si estuviese flotando entre nubes de algodón.
Cuando el Gino llamó a su puerta, creyó vivir un cuento de hadas. Al abrirla, lo que vio en la pantalla del ordenador era corregido y aumentado. El Giro que tenía delante era un hombre de mundo, con clase y educado.
Mientras tomaban unos aperitivos acompañado de vermouth blanco, ambos pudieron observarse mejor.
El examen y los vermouths debieron de ser satisfactorios, porque una hora después y sin estrenar las piezas lencería parisina, ambos estaban en la cama.
Entonces Doña Úrsula supo lo que era una priapo de 23 centímetros en su vagina mientras el bravo Giro la cabalgaba con la pasión de un hombre de 25 años.
FINE.