Doña guadalupe y su joven chofer

Un chófer muy servicial...

Randolph (1605-1635) dramaturgo inglés “Los Hombres son más elocuentes que las

mujeres,

pero las mujeres tienen mayor poder de persuasion"

DOÑA GUADALUPE Y SU JOVEN CHOFER

Durante años, muchos años, las gentes del sur, cansadas de penalidades y miserias, fueron emigrando hacia otras regiones en donde no había tantos terratenientes, señoritos y cortijos,

y

si, fábricas, que empleaban a muchos de los que migraron para nunca volver. Los más atrevidos incluso se fueron, a

E

uropa, donde la mano de obra era solicitada, y bien pagada.

cuando

Antolí

n llegó al este de la península,

dejando atrás el sur, tuvo la gran suerte de

encontrar trabajo

en casa de don

Seg

ismundo.

Entonces tenía 18 años, moreno, alto y delgado, en nada se parecía a los otros emigrantes que eran más bien bajos.

L

o que también lo diferencia

ba

de estos era que a inteligente y voluntarioso nadie lo ganaba, pronto don

S

egismundo, lo subió de ser un simple peón, a labores más cualificadas. Antolín no sé amedrentada ante nada. Tan pronto como se sacó el permiso de conducir, a este se le encargó la labor que normalmente hacía don Segismundo. Este, con cerca de 70 años ya prefería no viajar para cosas que las podía hacer el despierto empleado. Sólo un año después paso a ser un encargado de la finca. En los viajes a la ciudad para aprovisionarse de lo que necesitaban, casi siempre iba acompañado de algún empleado o empleada que tenía que resolver algún asunto personal. Si era con una empleada el viaje ya se le hacía más ameno. A

l A

ntolín, le gustaban más las hembras que la cebada a los caballos.

Las dos que

havian

en la finca de don Segismundo estaban de muy buen ver. La más joven, de unos 25 años era la más bonita y atrevida. En

cambio

,

la otra que ya rozaba los 40, no era tan bonita, pero sí que tenía un culo y unas pechugas, como las matronas italianas de las películas en blanco y negro.

Las dos mujeres que no tenían compromiso alguno, pronto pusieron sus ojos en aquel avispado y procaz capataz.

Todo y

siendo muy joven, este tenía buena mano con las señoras y señoritas.

Las

s

a

bia

a

tender, incluso en ciertos momentos hacerles algún obsequio por insignificante que fuese, lo que a estas complacía mucho.

El Antolín llena

b

a sus pensamientos.

Estos aconteceres, quién lo

s

seguía con curiosidad rayando con el deseo,

era

la señora Guadalupe, esposa de don

S

egismundo, que con 53 años aún tenía deseos de muchas cosas que su marido no le podía proporcionar. Este ya lleva varios años sin que su pr

í

apo se le pusiese duro.

Doña Guadalupe intentaba distraer sus ansias amatorias escuchando los seriales de la radio y las historias que contaban en casa las dos empleadas. Fue la empleada más joven la que revolucionó la casa cuando contó que al Antolín lo había visto sin que se diese cuenta, masturbándose en el almacén de los forrajes. No veáis qué mango tiene este

g

ach

ó

. Les dijo ella gozosa. Aquello parece una masa de mortero de las grandes. La empleada mayor

quiso saber

más detalles mientras doña Guadalupe escuchaba sin decir palabra. A las tres se les calentó la entrepierna.

Aunque ninguna lo manifestarse, en su subconsciente apareció la idea de

tir

á

rselo

.

El día qué don Segismundo mando al Antolín a buscar provisiones a la ciudad con el furgón, el viaje lo aprovecho la empleada, mayor-Carmen-para ir a renovarse el

DNI

.-

Esta, aún no había

re

corrido 3 km.

-

Le dijo sonriendo:

U

n pajarito me ha dicho que entre las piernas llevas una maza de

mortero -P

ues te han engañado Carmen-Lo mío no es gran cosa-. Este la sonrió ladinamente

-

Carmen

insistió:

El

pajarito que me lo dijo tiene muy buena vista y entiende de mazas de mortero.

El Antolín, medio en broma, medio en serio, le contesto para sacarle de dudas se lo enseñaba-No serás capaz, le contesto, ella para provocarle. El Antolín que vio la oportunidad de llegar más lejos con ella, le dijo: S

i

me enseñas tu culo, te enseñare, mi polla –Ella ya lanzada le dijo: -S

al de la carretera y dentro del furgón saldremos de dudas.

Antolín había aparcado el vehículo fuera de la carretera, y bajándose este, abrió la puerta lateral para que entrase su acompañante. Después la cerró y le puso el seguro. Y desabroch

ándose

el

pantalón, se sacó su in

h

iesto pr

í

apo para que ella se cercio

r

ase. -

¡

La ostia Antolín, pero qué cosa tienes hijo mío

!

Vaya maravilla.

-

¿Me dejas toc

á

rtelo? -Anda Carmen, que esto está a tu servicio para lo que desees. Ella, caliente y gozosa, se arrodilló frente al mango y después de acariciarlo bien se lo puso en la boca. Cuando ya lo había chupado concienzudamente, se levantó y subiéndose la falda le enseño su voluminoso culo, tal como habían quedado. El Antolín la hizo apoyar en el lateral del furgón y le bajo las bragas. después, en su cueva le aplicó toda la saliva que pudo para a continuación meterle dentro aquel grueso mango. El alarido que soltó ella, se tuvo que

r bien lejos, pero el Antolín continuó clav

á

ndo

selo,

repetidamente, hasta que llegó a correrse dentro.

Pocos días después, aquella calenturienta excursión era la comidilla de las tres damas de la casa. Lo que era

C

armen

, pocos pelos tenía en su lengua, y conciencia verbal menos. El Antolín ya era el oscuro deseo de sus inquietos chochos.

Cuando don Segismundo

volví

o

a enviar el furgón de compras a la ciudad, la que si tenía una gestión que hacer era la otra empleada más joven, está poco tardo en decirle que también quería tenerlo en sus manos.-Solo en tus manos-. Le dijo

A

ntolín, que ya sabía cómo continuaría aquella historia.

En el suelo del vehículo,

A

ntolín

le metió su polla por el chocho hasta que ella no pudo aguantar más.

Cuando doña Guadalupe le pidió al marido que la llevase a la ciudad, este le dijo que ya la llevaría el

A

ntolín

. Que para eso lo tenían.

Esta vez, el Antolín llevaría el Mercedes del patrón. Durante el viaje fue doña Guadalupe

quien se

intereso por estos viajes con las empleadas.-Se que ellas están muy contentas con tus servicios-le dijo doña Guadalupe mientras esté conducía.

El Antolín que nunca se quedaba corto le contesto: Ellas se lo merecen todo, señora

G

uadalupe

, conmigo son muy amables.

Esta vez y con una sonrisa de mujer con experiencia, le dijo al Antolín que: ¿Y yo no me merezco nada? -El Antolín tampoco se cortó- No

,

sabe -Le dijo este midiendo las palabras- Que yo a usted la tengo en mucha estima y que yo haré lo que sea necesario para que esté contenta conmigo. -Y para ti -sigui

ó

ella- ¿Qué significa hacer lo necesario? -Lo que usted me pida, haré señora

G

uadalupe.-Espero qué lo que pase hoy se mantenga en absoluto secreto. Le dijo ella mirándole a los ojos.

Al llegar a la ciudad, doña Guadalupe le indicó a su joven chófer que irían al hotel plaza. Una vez allí solicito una habitación. Ya en esta, doña Guadalupe sin pensarlo un segundo puso sus manos en la entrepierna de Antolín para cercio

r

arse si era verdad lo que le dijeron. Ardiente como estaba, mientras le desabrochada el pantalón, con sus labios busco los de él. Con su lujuri

osa

lengua le entró por todos los rincones de su boca, mientras su mano apretaba su enorme polla. Sin desvestirse, cayeron encima de la cama, mientras Antolín con su mano le quitaba las bragas, para a continuación meterle dentro de su húmedo chocho toda su maza.

Doña Guadalupe,

entonces supo él porque sus empleadas estaban locas por este.

Aque

l artefacto dentro de ella la hizo sentir sensaciones nunca antes sentidas. Aquello más bien parecía un hierro al rojo vivo, que le encendía sus entrañas. Como una quinceañera le fue repitiendo que se la

met

i

ese

más adentro.

Cuándo 4 horas después abandonaron el hotel, doña Guadalupe sintió que su corazón ya no le pertenecía. Al llegar a la hacienda, las empleadas de la casa, sabían el porqué de aquel viaje. En el interior sintieron los celos de que el Antolín compartirse con la dueña su

pr

í

apo

del que estaban enamoradas.

-

Esta historia, en cuanto se pueda saber el final, se hará llegar a los lectores del autor Omar

Bercane

.