Doña Carmen, la jueza. 4.

Doña Carmen se sigue entregando a su amante. Y a otras cosas, por supuesto. Cada día más. Y más. Va a conocer "el camino de los charcos".

CAPITULO 4


-. ... Pero no tengo dinero... Aun no he cobrado este mes...

-. Eso ya lo arreglaremos... Estate lista a la hora que te he dicho.

Los dos saben que acudirá a la cita, por extraño que resulte el lugar.

Está húmedo. Hace algo de frio. Un fluorescente parpadea. No tardará en fundirse.

-. ¿Has hecho lo que te dije?

Asintió con la cabeza....

-. Venga, vamos a verlo...

-. ¿Cómo? ¿Aquí?... ¿En medio del garaje? Estás loc…

Ni termina la frase. Su silencio, la seriedad de su rostro la fuerzan a obedecer....

Se baja los pantalones y las braguitas hasta la mitad del muslo... Ni la mira...

-. Fuera bragas.

-. Pero...

-. ¡Jodía puta! He dicho que fuera bragas y punto, ¡coño! que parece que estás sorda.

Agacha la cabeza. Los ojos se la llenan de lágrimas. Sigue sin entender por qué la trata así. Sabe que tiene que hacerlo y sumisa se desnuda de cintura para abajo. Vuelve a calzarse y separa un poco las piernas entreabriendo sus desnudos labios. “Ya está”, le avisa con timidez y sometimiento total.

Clava la mirada. Se lo manosea sonriente. El clítoris ya está excitado. Los dedos palpan todo su sexo. No puede evitar gemir con sus caricias. Luego se internan entre los labios y por fin el dedo índice y el medio entran en ella. Entran y salen. Una y otra vez. Forman como un gancho y tiran de ella hacia arriba acercando y juntando los dos cuerpos. Tiene que ponerse de puntillas. La besa. Se abraza a él.

Permite, completamente entregada, que juegue en su sexo. Gime cerrando los ojos y recostando la cabeza sobre su hombro. Un pequeño orgasmo la convulsiona.

En ese momento, cuando está más relajada, un ruido la hace abrir los ojos. Chilla asustada. Dos hombres. Dos mirones. Seguro que han visto todo lo que ha pasado.

Furioso se vuelve hacia ellos. No le dan miedo. A ella sí. Sabe que puede ser peligroso, aunque se sienta segura a su lado.

-. ¿Algún problema? Más que preguntar, les grita amenazante y chulo.

Los hombres no responden. Pero tampoco se mueven. A lo mejor no saben qué hacer, les ha pillado tan de sorpresa como a ella.

-. ¿Qué pasa nunca habéis visto un chocho pelado? Pues miradlo bien porque es mío... Y me lo voy a joder delante de vuestras putas narices... ¿Algo que objetar?

Con cara de susto y casi al unísono los dos mirones mueven la cabeza hacia los dos lados. La empuja hasta sentarla sobre un coche. La manda abrir las piernas encima del capó. No la da tiempo a hacerlo. Una mano en cada rodilla y se las separa.

La da vergüenza exponerse así, pero no puede negar que en su interior lo está deseando. Sí, lo desea. Quiere que la penetre delante de ellos, que les demuestre que su cuerpo es suyo. No es la primera vez que lo hace sabiendo que pueden verla. Es más, cada vez que la folla y ella sospecha que la están mirando, sus sentidos se agudizan, las sensaciones se multiplican. Me ha salido una vena exhibicionista, pensó el primer día que la poseyó en un parque.

Chulo, se saca la polla. Está poniéndose dura. Pronto estará lista para penetrarla. Tímidamente, se aproximan. Los dos miran impacientes como esa polla completamente rígida se acerca a ella. Observan sin perder detalle cómo la penetra con brusquedad, cómo entra toda de un solo golpe. Busca hacerla daño, busca hacerla gritar. Y parece que se excitan cuando la oyen quejarse.

Boquiabiertos y con los ojos como platos miran cómo se corre y justo cuando él va a llegar, la saca para vaciarse en su entrada, rociando de semen el recién depilado chochito.

-.¿Os ha gustado?...

Si, responde casi tartamudeando uno, mirando embobado como resbala el semen por su coño.

-.¿Quieres más? Pues paga… El cine no es gratis.

Con aires de superioridad se vuelve hacia ella.

-. Princesa, enséñales bien ese coño... venga... Ábrele bien... que no digan los caballeros que eres una maleducada...

Silencio. Ordenes. Miradas lujuriosas. Bultos que parece que van a explotar bajo los pantalones... Y obediencia. Excitante y morbosa obediencia. Sabe que su cuerpo no solo es capaz de excitar a su amante. Ya lo ha comprobado otras veces. Ahora no tiene por qué disimular. Él se lo manda y está cogiendo gusto a eso de exhibirse. La seduce desafiar a los desconocidos con su desnudez. Provocarles. Calentarles como una vulgar zorra.

Has cambiado Carmen, se dice mentalmente. Antes no, antes dudaba de sí misma, estaba insegura de todo. Jamás se hubiera atrevido. Hasta la daba vergüenza que la viera desnuda el ginecólogo. Pero ahora... ¡Uy ahora! Ahora es distinto. Muy, pero que muy distinto.

Además, a su lado se cree hasta “poderosa”. Se siente atractiva. Con su cuerpo es capaz de eso y de mucho más...

-.¿Os gustaría verla las tetas?. Vamos zorra.... complace a los Señores...

Ni desabrocha los botones. Simplemente recoge la blusa y levanta el sujetador. Bajo el sostén aparecen indefensos sus pechos.

-. ¡Vaya par de melones!... Por la cara de susto que ha puesto seguro que se le ha escapado la frase.

-.¿Está buena eh?... Pues es una cerda de cuidado... ya lo habéis visto… Y lo cojonudo es que la encantan los rabos... Mirad... Sus dedos la hacen gemir de nuevo... Mirad como la gusta a la muy puta... Date la vuelta guarra...

Apoyando los brazos en una aleta del coche, su amante la remanga el abrigo de piel. Está exponiendo su culito. Lo manosea y en esa posición, hurga en su sexo desde atrás. La masturba con fuerza haciéndola gemir.

-.¡Mirad que culito más lindo... está suave... ¡tocarlo joder!... que no muerde...

Ansiosas manos palpan su trasero. Sabe que no son las de su amante. Las conoce de sobra. Y al menos una, la tiene ocupada masturbándola.

-. ¿Queréis follarla? No necesita mirar para adivinar el movimiento que hacen sus cabezas... ¿Cuánto me pagáis si os la presto?

Horrorizada vuelve la cara hacia su amante. Sabía que tarde o temprano acabaría ofreciendo su cuerpo a cualquiera. Pero… ¿por dinero? Por sexo sí. Bueno por sexo no, más bien por vicio. De eso no tenía la menor duda. Era cuestión de tiempo… Pero por dinero… Ofrecerla por dinero, es tanto como venderla, como… Una tremenda descarga recorre todo su cuerpo. Sabe lo que es. Y sabe que ya su pensamiento está anulado. Ha ganado su coñito y esta vez ni siquiera ha habido pelea. Su sexo la posee, la domina completamente.

-. Me va a prostituir, y lo único que hago es dejarme tocar y correrme como una idiota, piensa mientras jadea incontrolada dejándose llevar por un orgasmo que parece no tener fin.

La tiemblan las piernas. Tiene que tumbarse de bruces en el coche. Se expone aún más y la mano penetra en ella causando aún más placer. Indefensa, abandonada al placer no presta atención a nada de lo que pasa a su alrededor. No la importa que estén regateando el precio por usarla.

Solo vuelve a la realidad cuando deja de tocarla e indignado cierra el abrigo ocultando sus encantos. ¿por qué ha parado? Al oír la cifra se vuelve.

-. Venga zorra recoge, que estos no saben apreciar la buena mercancía, dice medio gritando. ¡Putos tacaños de mierda¡ ¿Os vais a perder a una puta como esta por no pagar unos euros más?

Los dos hombres han sacado sus penes... La levanta y se coloca detrás de ella. Mete las manos bajo sus brazos y la agarra los dos senos al tiempo. Descaradamente soba los pechos frente a ellos. La exhibe, los ofrece. Al oído, casi susurrando, pero tajante, se lo ordena: “agárrales la polla”. Sus dedos aprisionan un pezón retorciéndolo un poco. Entiende perfectamente el mensaje. Y entiende que, si no lo hace, su pezón sufrirá las consecuencias. Su mano cariñosa palpa el primer pene. Está caliente y duro como una piedra.

-. Vamos cabrones, ¿qué pensabais, que os la dejaría follar gratis?... ¿Solo vale eso?... ¿No dijisteis que os gustaban sus melones?... Espera... voy a desabrochar la blusa... A lo mejor os gustaría que la quitara el sujetador...¿Así verdad?... Anda...Tocádselos... Vamos maricón, atrévete a lamerlos... Mira que pezones más lindos... ¿Y su coñito qué?... Su coñito está caliente y húmedo... te está esperando... ¿No veis que esta puta se muere de ganas, que no para de correrse? ¿Quién va a ser el primero? ¿Tu? El primero ya sabes, puede correrse y ensuciarla como he hecho yo. O correrse en su puta boca… O… ¿os la desnudo del todo?

Abrigo, blusa… Sale todo al tiempo. Toda la ropa va a parar al capó del coche. El sujetador es la última prenda. Se lo suelta y cae al suelo.

Uno aumenta la oferta. No le dejan terminar la frase. Han caído en la trampa. Pica al segundo. Y sigue tensando la oferta. ¿Te vas a comer sus babas? Págame más. Venga sube el precio y jodétela tu primero.

No para de jugar con ellos hasta que triplican la cifra. Les ve rebuscar en la cartera. Contar varias veces el dinero que tienen. Ya solo les falta ofrecer el reloj. Su amante la mira orgulloso. Pero es orgullo de sí mismo, orgullo por lo que acaba de hacerles, no por ella.

Abochornada se tapa los pechos cruzando los brazos. No sabe si tapar también su sexo. Mira al suelo. Va a hacerlo. Va a ofrecer su cuerpo por dinero. Ya es tarde para dar marcha atrás. Vuelve a sentir una tremenda vergüenza. En su interior no paraba de repetir que cómo ha llegado hasta aquí, cómo ha caído tan bajo. Por primera vez se siente como una cualquiera, como una mujer que no tiene ningún valor.

La rodean. Los dos al tiempo. La soban, la acarician las nalgas, los pechos, la tocan el coñito mientras se desabrochan los pantalones y las camisas para estar más cómodos. Lo va a hacer. Se va a dejar follar por ellos. No quiere, pero no hace nada por impedirlo. No se mueve. Y otra vez se repite una y mil veces la misma pregunta: -“¡Pero ¿cómo he caído tan bajo, ¿cómo he podido llegar hasta aquí?” Nota el pelo del pecho de uno rozar su espalda. Seguro que está sudado, piensa. Está restregando su duro pene en su muslo. No va a tardar en hacerla suya, en usar su cuerpo.

¿Qué se siente la primera vez que se hace a cambio de dinero? Se lo ha preguntado muchas veces. El acto físico en si es irrelevante. Es lo de menos. Pero… ¿qué se piensa?, ¿qué se siente?

Ha follado a cambio “de”, como cuando lo hizo con el gordo o las primeras veces con el taxista. Digamos que eran pagos en especie. Sí, follar por dinero o para “pagar en carne”, prácticamente es lo mismo. Sí, pero no. No es lo mismo que ahora. Ahora es distinto. Vale, está follando por dinero, pero lo está haciendo porque se lo ha ordenado su amante. Y el dinero es para él, no para ella. Se está vendiendo por y para él. Es una excusa. Solo es una excusa para auto convencerse, para engañarse. Va a follar por dinero y punto. Es una puta. Se va a convertir en una puta. Ahora sí va a ser una puta de verdad. Será su puta. Sí, es su puta, se repite en su cabeza una y otra vez y se excita aún más.

Pero no es una puta en el sentido peyorativo de la palabra. Ella no lo es. Ella es toda una Señora Jueza, Doña Carmen. Es tan solo una niñata, encoñada con un tío. Ella no tiene ninguna necesidad de hacerlo. Si lo hace es porque quiere. Se convence a sí misma.

Porque vamos a ver, si lo piensas… Sí. Se ha acostado con varios hombres a cambio de algo. Y ahora lo va a hacer a cambio de dinero. Pero eso no significa nada. Desde el primer momento pudo haber dicho que no. Ni en frio ni en caliente, no hubiera pasado nada. Cuatro voces. A lo mejor una bofetada. Y se acabó, a casa. Pero no es así. Lo sabe. No es tan sencillo. Es verle y se desata su esquizofrenia, su doble personalidad. Acaban de ponerla la mano en sus pechos. Y su cuerpo en vez de sentir rechazo, tiembla de excitación. Algo en ella la empuja al sexo. Es su otro yo. Es la lucha entre su sexo y su cabeza. Y sabe quién va a perder.

Dócilmente se deja manejar y vuelve a colocarse en la misma postura en la que amante la exhibió: brazos apoyados, el cuerpo hacia atrás y culo en pompa, casi en ángulo recto. Sus pechos cuelgan. Apresurado, el primero penetra en ella. Ansioso se mueve haciendo que sus oscilantes pechos vayan de un lado a otro. El pene no es muy largo, más bien es pequeño, pero si es grueso. No puede negar que la gusta. Y mucho. No debería, pero no puede evitarlo. La situación es nueva. Y tremendamente excitante.

La cadera se mueve desbocada. Su coño se cierra tratando de exprimir ese pequeño pero delicioso pene. Jadea. Gime. Y sin querer, se la escapa el primer grito de placer. Y el segundo, hace que su “cliente” el empuje más enardecido. Casi ni oye como su amante le dice al que está esperando turno que es una guarra, una puta zorra que disfruta con lo que hace, que ya se lo había dicho, que la gusta. -. “Mira cómo se corre la muy puta”. Eso sí que se lo ha oído con toda claridad. Sobre todo, ha oído el tono tan despectivo con que lo ha dicho.

Su amante fuma tranquilo un cigarro... Haciendo tiempo, sin prestar atención a cómo la follan... Le da igual... Lo ve en sus ojos justo antes de que el orgasmo la vuelva a invadir y tenga que cerrarlos.

El otro no puede más y se masturba mirando la escena. Su pene le parece precioso.

“Ojalá no se corra y me la meta” ... piensa sin quitar ojo de los movimientos de la mano.

Los acelerados gemidos del que la está follando anuncian el final... Ella ya va por su ¿cuarto? ¿quinto? ¿sexto?... orgasmo. ¡Qué más da! Da igual.

-. ¡No me la ensucies el coño joder, que ahora me toca a mí! ¡Córrete en la boca hijo de la gran puta! grita el segundo.

La giran, la tumban sobre el capó. La manejan como si no pesara. Abre la boca, pero no se la mete allí. Solo apunta con ella. Y mientras el primero empieza a correrse en la cara, el segundo pene no espera ni un segundo y la penetra.

Cierra los ojos e inspira llenando a tope los pulmones ¡qué maravilla!, piensa.

No duran mucho sus embestidas. Jadeando la ordena: “Date prisa, date prisa, que se me sale” ...

Este sí lo quiere en la boca. Quiere que se la chupe. Fue arrodillarse frente a él y ver cómo acerca su miembro al rostro es cuestión de un segundo. Un pene nervioso, palpitante se adentra en su boca. Llega a tiempo por los pelos. Apenas tiene tiempo de pasar su lengua por el glande. Instantáneamente comienza su descarga. Su rostro recoge los escasos restos de la abundante eyaculación. Se ha tragado casi todo. No la importa. Ya está acostumbrada a recibir el semen en la boca o en la cara. Solo lamenta no haber podido disfrutar más de él. La hubiera gustado…

Y en ese momento, se da cuenta de un pequeño detalle. Se ha olvidado dónde y con quien está. Se ha abstraído del todo… le mira de reojo. Por un lado, tiene cara de satisfecho, es suya y hace lo que quiere con ella, pero por otro lado… la ha visto correrse con otros hombres.


Ella conduce hasta donde él la manda. A las afueras de la ciudad: es el “camino de los charcos”, una zona tras el polígono donde van las prostitutas de carretera. La hace bajar del coche. Su pantalón aún está en los asientos de atrás. Su sexo aún está húmedo recordando el placer recibido...

Furioso coge la cartera y la quita todo el dinero.

-. ¡¡¡Vaya mierda, con esto no tengo para nada!!!... ¡¡¡ni para unas putas copas!!!...

Vacía el bolso en el coche y se lo tira todo por el suelo...

Ya sabes lo que tienes que hacer... A la carretera. Venga bájate. Casi a empujones la arroja de su propio coche....

-. Pe, pe, pero ¿es que me vas a poner de puta? Dice casi gritándole a la cara.

Visto y no visto. Bofetón. El bofetón que tenía que haber recibido si se hubiera negado en el garaje y la hubiera evitado llegar hasta allí. La cara va de un lado a otro. Y otro bofetón del lado contrario. Aún más fuerte. El tercero la derriba.

Está aturdida, medio grogui en el suelo. La zumban lo oídos.

Le ve agacharse y agarrándola del pelo la levanta poniendo las dos caras juntas. Casi la escupe la hablar.

-.!!!!A mí no me grites jamás so puta!!!!, ¡¡¡Te he dicho que bajes del coche y te pongas en la carretera! ¡¡¡¡Y a follar o te forro a hostias!!!!

Un golpe seco bajo las costillas la quita el aire. No puede caer porque la tiene sujeta por el pelo. Duele. Duele muchísimo.

-. Basta, para por favor… no me pegues más… suplica llorando… Lo haré, lo haré…. -. A la carretera ¡coño!. Y quítate la blusa guarra, que, si no, no te va a parar nadie... Eso es zorra, enséñales bien las tetas... hay putas que lo hacen mejor que tu... Joder…

-. Pero será peligroso .... Se acerca a ella amenazando con la mano. Aterrorizada y temiendo otro golpe echa a correr.

Arranca el coche. Al pasar a su lado abre la ventanilla: -. “Hasta que no tengas 600 euros no me llames... Y más te vale que los consigas” ...

La amenaza queda en el aire, pero ella sabe la segunda parte de la frase... Lo de menos serán las bofetadas. Los golpes. La amenaza es que la abandonará... No volverá a verla... Sabe que lo hará. Y eso si la da miedo. Ahora entiende a muchas mujeres que se dejan pegar y por qué no se rebelan. Si estuviera en su juzgado… Le habría condenado a mil años de prisión. Pero en vez de hacer algo, se calla y obedece. Ya no es Doña Carmen La Jueza. Después de la primera bofetada ya no es nada.


Sabe lo que va a pasar. Puede irse. Lo sabe perfectamente. No merece la pena, se dice a sí misma. Una llamada por teléfono a un taxi… A su amiga MariTe... a… Pero no se mueve. Nada. No hace nada. Está nerviosa.

Luces que se acercan desde atrás. No se reconoce en la sombra. La conversación es breve. Una mirada de arriba abajo, apenas puede ver su rostro. Una sola pregunta, el precio, y como no dice nada, un seco “vamos, sube al coche”.

Saca un billete. Directamente se abalanza sobre ella. No la toca, no la acaricia ni intenta besarla. Solo saca el aparato y adentro. Siente que el preservativo la raspa. ¿Cuándo se lo ha puesto? Ni se ha dado cuenta. Su tacto es extraño. Es la primera vez que lo usa.

Cuatro empujones mal dados y se vacía. Paga, y se va. Literalmente, la echa del coche. Ni un simple “adiós”. ¿Es así como se hace con las prostitutas?

Esa noche tiene más visitas. Parece que hay de todo. Hombres tímidos, solitarios… Y por supuesto, viciosos.

Algunos parecen enfermos. Les recomendaría un psicólogo o a lo mejor un psiquiatra.

Los hay que o no paran de hablar o ni la dirigen la palabra. Otros intentan besarla o vuelven la cara con gesto de asco al mínimo roce. Algunos ni la miran a la cara, solo tienen ojos para sus pechos o para su sexo.

Diría que no la tocan, que la soban con ansia. Alguno con curiosidad, como si nunca hubiera tocado a una chica. Llega a creer que más de uno no ha tenido nunca a una mujer en sus brazos. O por lo menos sin pagar.

Se mueve. Pero no hay sentimiento en sus movimientos. Cuanto más se mueve, antes acaban. Aprende rápido. Es como una tarea mecánica, como una gimnasia. Así se lo tomará, como si fuera a hacer ejercicio.

Habitualmente los que paran y la suben al coche son normales, pero otros no. Otros son auténticas bestias. Empujan, empujan a lo bruto como animales. La hacen daño. La hacen gritar y eso parece que les anima más, que les llena su ego.

Para ellos solo es un pedazo de carne, no les importa, solo cuentan sus tetas, su culo, el que esté mejor o peor que la de al lado… Las putas no son personas, solo son un trozo de carne con un agujero donde descargar.

Algunos llegan, la soban, la meten y se acabó. Otros no. Otros tocan, disfrutan tocando. Se les nota que disfrutan tocando. Esos son capaces de hacerla sentir y con alguno… Si, con alguno, sorprendentemente llega a correrse.


Acaba de bajar del coche. Ya no sabe en los que ha subido. La da la sensación de que lleva allí una eternidad. Seguro que huele mal. Se siente sucia por fuera y por dentro. La duelen las piernas de tanto abrirlas. Sobre todo, las ingles. Aunque lo que más la duele, son los pechos. Sí, por los apretujones y mordiscos que la han dado algunos bestias. Tiene el sexo irritado por el roce de los preservativos. Y la boca cansada de chupar. Está agotada. Ahora sabe lo que sienten las putas, lo que sufren.

Al final, casi amaneciendo, tuvo que llamar a un taxi... Pero no le dio la verdadera dirección. Solo tenía 300 euros. Doña Carmen, la jueza, ni siquiera sabe trabajar de prostituta. Ser puta sí, eso sí. Lleva toda la noche ofreciéndose a los hombres.... Y con algunos corriéndose sin parar.

csdsumiso@hotmail.com

Continuará….

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