Doña Carmen, la jueza. 3.
Su amante la llama por teléfono al juzgado. La ordena hacer algunas cosas.
DOÑA CARMEN, "LA JUEZA" 3
CAPITULO 3
Suena el teléfono. Es él. Ni tan siquiera se pregunta cómo ha conseguido la línea directa del Juzgado. Es igual, no la importa.
Como siempre es seco, seguro de sí mismo. Prepotente. No hay saludos cariñosos. “Estoy en la cafetería Granados, a dos manzanas”. Y sin más, directamente la pide 300 euros.
-. No me llores Princesa, que tú puedes pagarte los vicios… venga so guarra baja y los traes...
No dice nada. Él deja transcurrir unos segundos.
-. Princesa, lo tomas o lo dejas, ¿vale?
No contesta... Todo su cuerpo está temblando. Aún recuerda la última vez que quedó con ella para pedirla dinero: la hizo pasar a un apestoso baño a darle todo lo que tenía en la cartera, y allí mismo, la giró bruscamente poniéndola de cara a la pared, y la subió el vestido desde atrás. No la bajó las bragas. Se las apartó y la poseyó. La hizo suya mientras afuera oía como entraban, salían, tiraban de la cisterna. Sin atreverse a gemir por si la oían, por si entraban, por si algún “caballero” la reconocía. Solo el recordar ese sórdido placer hace que pierda el control y su cuerpo comience a estremecerse. Tiene que sujetar la mano para que no vaya a la entrepierna.
Ninguno habla. Ella sabe lo que significa ese silencio. Y él también, claro, por eso no se retira del auricular. No es la primera vez que lo hace. Lleva así varios meses: cuando él quiere, como él quiere. Y casi siempre, no, casi siempre no, siempre, después de poseerla, se lleva dinero.
-. Ahora no puedo… tengo que… No la deja ni terminar la frase. “vale, luego paso por tu casa. Ya sabes, espérame desnuda so puta”.
Ni siquiera la dice cuando irá. Un simple “luego” en tono algo enfadado y cuelga el teléfono.
Esa tarde nada más llegar a casa se desnuda. Lleva pensando en ello toda la mañana. Lo desea. Se acaricia reteniendo la mano. No quiere masturbarse, quiere que sea él el que la posea. Se reserva para el placer. Se aguanta. Todo su cuerpo le espera ansiosa. Su coño está literalmente chorreando. Sus pezones erguidos Está como en permanente celo.
Ya es casi media noche. Algo la dice que no irá. Que lo ha dicho pero que no irá. Seguramente ese sea su castigo por “desobediente”. Está sentada en el sillón de la entrada, mirándose en el espejo. Desnuda. Abierta para él. No aguanta más. De nuevo tiene que acudir a la humillante práctica del placer solitario para calmar su sed de sexo. En la “T” de su teléfono móvil ya no está la “T” de “Te” de “Marite”, sino la “T” del taxista. Duda. Aunque sabe que al final claudicará y terminará llamando. Su sexo es más poderoso que su cabeza. Antes era a la inversa.
Suena el timbre. Por todo saludo la pregunta que qué cojones hace vestida. El ya cada vez más habitual” so puta” termina la frase. La bronca por no esperarle como él ordenó es monumental.
-. P…pe…per…pero es que… Lo dijiste la semana pasada… No me dijiste que venías hoy... Suena a disculpa. Como si ella tuviera la culpa. ¿Qué quería que estuviera desnuda una semana entera? piensa sin atreverse a decirlo. Sabe perfectamente que obligarla a estar desnuda siempre es una forma de ir arrebatándola su seguridad en sí misma, su dignidad. Los proxenetas suelen hacerlo con sus esclavas.
Ni la contesta. Simplemente mira altanero, despectivo, con aires de superioridad. Con tono de estar enfadado se limita a responder:
-. Te he dicho que me esperes desnuda y punto.
Ha sido suficiente el simple amago de darse la vuelta.
-. Espera, espera, espera… Ruegos súplicas…
La recrimina con la mirada. Allí mismo en el hall, tiene que empezar a desnudarse.
-. ¡No tengo toda la tarde joder! Date prisa. Agarra la solapa y hace saltar los botones de la blusa. Tira de la cremallera de la falda con tanta fuerza que la rasga. Baja los dos tirantes al tiempo del sujetador. Las tetas salen disparadas.
-. ¿y la cena?
-. Es que acabo de traer la compra…dice disculpándose. Sabe que eso le irrita.
Mientras ella intenta bajarse las bragas, enrosca la mano violentamente en el pelo y tira de ella hacia el hasta juntar las dos caras. La otra mano aprieta la vulva. Es suficiente para arrancar un gemido.
-. Zorra… dice cargando la voz de desprecio… Si no estuvieras tan buena…
La morrea. No hay más. Se abandona completamente. Solo existe su boca y su coño. Se abraza desesperadamente a él. A borbotones, casi sin poder ni respirar, se lo implora: házmelo… por favor… por favor…
Se pone a cocinar desnuda en la cocina. En cierto modo la encanta estar desnuda para él. Le sirve. Espera a que termine. Recoge la mesa. La gusta que la de azotes en el culo. Que la pellizque los pechos, que la hurgue en el sexo recién usado.
La sienta sobre la mesa. Separa las piernas. Está completamente expuesta para él. En cuerpo y alma. Como siempre. Acaricia los muslos por dentro. Desde una rodilla hasta la otra. Ha pasado varias veces por el sexo. Palpa su vagina.
La mira. La muestra el índice. Sin dejar de mirarla a los ojos lo coloca entre sus íntimos labios. Justo en el lugar adecuado. Un pequeño sobresalto, como un escalofrío. No dice nada. Solo mira ahí. Luego a los ojos. Cada mirada la penetra aún más.
En ese momento suena el teléfono de su amante.
-.¡¡¡Joder!!! ¿qué cojones te pasa? … ¿Qué porqué me cabreo? ¿Sabes lo que iba a hacer? ¡follarme a una buena zorra!... Aquí la tengo en pelotas… ¡Que sí joder, abierta de piernas, esperando que la meta un buen rabazo!
Se va a la otra punta de la habitación. Ha bajado el tono de voz. Pero sabe que habla de ella. Sigue abierta como él la ha dejado. Ni se mueve. De vez en cuando la mira. La hace sentir más desnuda. Su excitación aumenta. La mínima corriente de aire sobre su sexo desnudo la excita más. Se sabe húmeda.
Se acerca. Dice algo. “Ábrete la almeja”, ordena grosero tapando el móvil contra su pecho. Obedece, como siempre lo hace. Apunta con el móvil a la entrepierna. Varias fotos. “Más”. Con ambas manos separa los labios de su sexo. Otra vez vuelve a fotografiar su coño, pero ahora abierto a tope para él.
No se toca. Solo sigue así. Su respiración se acelera. La arde. Si pudiera tocarse… o mejor aún, si él la… la hiciera lo que fuese… la tocase, la penetrase la… Se mira y ve cómo lento, un pequeño hilito de flujo fluye de su sexo.
En se momento le ve cómo mira la cesta de la compra.
Tira las zanahorias sobre la mesa. Es evidente lo que va a hacerla. Se ve venir.
No tarda ni un minuto. Ve cómo escoge la más gruesa y larga. Se la muestra. Se la coloca delante de sus ojos. Como si fuera una porra golpea con ella sus pechos. “Pincha” con la punta los pezones.
Sin dejar de mirarla a los ojos la acerca su entrada. Se interna en su sexo. Empuja. Un pequeño quejido. Sabe que dará lo mismo. Como si gritara con todas sus fuerzas. Él seguirá empujando. Casi entra entera.
Está dura. Rígida. Su tacto es rugoso, la raspa. Tiene que recostarse un poco sobre los codos para que no la haga daño.
De nuevo saca unas fotografías. Ahora con la zanahoria dentro. Sin querer la zanahoria se sale, no hace nada, simplemente se sale. Es su cuerpo quien la expulsa… Empuja con un solo dedo. Casi toda dentro de nuevo. Y lentamente, la hortaliza vuelve a salirse. Y el índice a empujar. Es un movimiento de vaivén. El tacto rugoso la empieza a causar placer. Toda la piel se la pone de gallina. Se siente ridícula. Patética. Pero la gusta.
La rodea. Desde su espalda tira del pelo. Tiene que tumbarse. Es ella quien no permite que la zanahoria se salga, quien está empujando y causándose placer.
La cuelga la cabeza. Sin dejar de hablar por el maldito aparato se saca el pene. Duro. Rígido. Sabe que en esa posición la penetrará la boca. Hasta la garganta.
Fotografía cómo invade su boca con la polla tremendamente rígida. Aprieta un pecho haciendo destacar el pezón mientras la folla la boca. Una foto. Como si hoy quisiera fotografiar cada rincón de su cuerpo…
Por fin cuelga el teléfono. Agarrando con fuerza sus pechos desde atrás empuja. La trata con fuerza, con violencia. Parece que está furioso y lo descarga con ella. No lo entiende. Está abierta para él. Completamente entregada. No necesita tratarla así. Parece que incluso disfruta haciéndola daño. No haciéndola daño no. Haciéndola sufrir. ¿Pero porqué que disfruta haciéndola daño? ¿qué saca? ¿está enfermo o qué?
Se retira y empuja las caderas. Se la introduce entera. Los testículos la golpean en medio de los ojos. No puede entrar más. Es imposible, pero el sigue empujando. Y la ahoga. Se retira y vuelve. Una y otra vez. No se la deja chupar, solo la restriega con su garganta. Es terrible. Tiene que aprovechar ese escaso segundo para volver a tomar aire.
Recuerda todas las charlas sobre violencia de género, sobre igualdad. Lo orgullosa que estaba de ser mujer y no dejarse pisar por ningún hombre. ¿dónde ha quedado todo eso? Desde luego ha perdido los papeles. El pensamiento la cruza la cabeza como un rayo. Está tumbada en la mesa de su cocina, desnuda, acaba de enseñar sus más íntimos rincones para que la saque fotos, la sobe, la enseñe, la humille e incluso para que la maltrate. Y ahora, está como loca masturbándose y dejándose hacer de todo. Y para más “inri”, lo más sorprendente no solo es eso, es que, además, la encanta, goza, disfruta hasta la locura. Al final, piensa mientras la polla la asfixia, a lo mejor la enferma soy yo. Si, tiene que ser eso, no es normal que mientras me esté ahogando, acelere la mano y me masturbe enfebrecida.
El placer, el morbo y esa polla la están matando… Una mano juega con la zanahoria, la otra en su “botoncito”. Está llegando. Sabe que se aproxima. Respira más deprisa. La falta el aire. Necesita más el aire. Cuando llegue al orgasmo si no respira se asfixiará. Necesita llenar sus pulmones de aire. Se retuerce. Todo el cuerpo tiembla. Gime. Intenta gritar de placer y la polla dentro de su garganta la impide hacerlo. Solo salen unos sonidos guturales.
Justo en el momento crucial, la saca. Y por fin puede gritar de placer. Ahora es su turno: apunta y ella dócil abre la boca. Pero no se corre entre los labios. Lo hace manchando sus pechos, llenándolos de semen.
Cuando ha terminado, los fotografía. Ahora sucios y poseídos por su esperma.
Sigue tumbada en la mesa. Jadeando. Ha sido súper intenso. Profundo. Brutal. El corazón aun la late a mil por hora. No puede tocarse. El mínimo roce la hace estremecer.
Desde arriba mira despectivo:
-. Depílate el potorro... das asco con tantos pelazos... ¡vete de una vez a un peina coños!
Es lo único que la dice al despedirse. Una frase vulgar... y ya está... Allí se queda. Espatarrada en la mesa, sucia, con la zanahoria asomando en su sexo. Ni se mueve. La zanahoria termina saliéndose y cae al suelo.
Tarda un buen rato en levantarse.
Al cerrar la puerta se contempla en el espejo del recibidor. Despeinada. El maquillaje corrido, con los pechos rojos y manchados de semen... Doña Carmen... se dice sin dejar de mirarse, otra noche dormirás sola en tu amplia cama... desnuda... con el cuerpo sucio... O… tendrás que volver a llamar, a pedir por favor al taxista…
Camina llorando al baño. Aunque al llegar allí no quiere ducharse... no quiere que el olor desaparezca de su cuerpo. Vuelve a ver su cuerpo desnudo y maltratado en el espejo y se excita recordando lo que ha pasado apenas hace un rato.
Los dedos se hunden en su sexo... Desesperada lame el sabor de su semilla... ya está acostumbrada a obtener ella sola el placer que su amante la niega cuando quiere torturarla... A que sus dedos llenen el vacío que deja en su sexo... Otras noches, hambrienta y humillada, cuando no puede aguantase más, tiene que marcar desesperada la “T” de su teléfono móvil. Como sabe que hará en cuanto termine su orgasmo solitario. Ya no la da vergüenza pedirle por favor que venga a calmar su sed de sexo.
Hay un cartel. “Puerta cerrada, llamar al timbre”, y una flecha apuntando al timbre. Se lo había dicho. Hay que pedir cita y llamar.
Sale un hombre. Alto. Con barba. Bata de colores. Esperaba ver a una mujer y se sorprende. -. Vengo de parte de … me han dado esta dirección… dice cuando la abre casi tartamudeando.
“Es aquí”, dice respondiendo seco e invitándola a pasar a una sala. La señala una silla y se va. Ni un simple espere aquí.
Coge una revista y se sienta. Está algo nerviosa. La ojea. Es una revista de cremas, tijeras, peines. A los cinco minutos entra otro hombre en la habitación y la hace gestos para que le siga. También lleva una bata de colores.
-. Pasa y desnúdate cariño, dice con una voz y un tono que se parece al típico que ponen los homosexuales.
-. ¡Uhy mi amorrrr, que ganas tienes de enseñar los pechitos! Pero si con la parte de abajo es suficiente…. Bueno hija, no pasa nada, si te sientes cómoda así, pues nada…Túmbate… No, no te tapes…Anda, que no habré visto yo pechitos aquí… Bueno y también otras cositas…”jijijiji”.
¡Menuda pluma tiene el niño! ¡Qué gestos con la mano! ¡Qué aspavientos! Este es sarasa perdido, piensa. Bueno a lo mejor por eso trabaja aquí de “Esthéticiènne”. Si, lo de femenino le pega. Desde luego lo de “peina coños” le va al dedo.
La manda sentarse, bueno más bien tumbarse en la silla-camilla. Parece de ginecólogo. Tiene hasta brazos. Pero para esto es seguramente lo mejor. A fin de cuentas, va a trabajar en la misma zona.
La sujeta las pantorrillas con unas correas forradas de una tela muy suave.
-. Es por su seguridad preciosa…A lo mejor te mueves… y lo que le podemos hacer a tu chichi… ¡uy! ¡No quiero ni pensarlo!
Le ve sentarse enfrente y sacar una cámara de fotos. Pero qué manía con fotografiar su coño, piensa.
-. Ooojjjj aquí tenemos a la pelambrera, bueno… esta es “la Pelambrera”, dice con tono amanerado cargado de recochineo… Madre mía… menuda melenaza… Esto es una selva… Bueno… cariño… despídete… dice mostrando su sexo en un espejo y girándolo para que pueda verlo.
Peina. Hacia un lado. Hacia otro. Lento va recortando con tijeras. Siente unas cosquillitas muy agradables.
-. Ahora viene la cremita y luego la cuchillita. No te muevas mi amor… No te haga otra rajita… Tranquila… Te va a tirar un poco…
El chaval es majete y lo hace muy bien, pero tanto diminutivo, tanto amorcito y tanta cursilería amanerada la cansan. Por lo demás genial. La encanta con que cuidado y pulcritud la extiende la crema.
-. ¿Notas algo mi amor? ¿te hago daño cariñito? ¿te gusta?
La gusta. Claro que la gusta. Siente cosquillas, hormigueos, algún escalofrió…. De vez en cuando se la pone la carne de gallina. Y esos malditos pezones que empiezan a ponerse de punta. La gusta, no puede decir que no. Se relaja y se abandona completamente.
La agrada que la toque, que la haga “cositas” ahí abajo, pero lo que más la está gustando es estar tan expuesta.
Otra vez la navajita. Otra vez esas cosquillitas. Oye el ras, ras. Un pase. Un pequeñísimo tirón y luego, esos dedos que soban, que manipulan los labios. Los abren, los cierran, pellizcan con suavidad el clítoris, el botón mágico… Y lo hace una vez y otra, y otra, y otra. Y la toallita para limpiarla “el pelito rebelde que se ha escapado” y el dedito que tiene que asegurarse de que “ha quedado suavecito” y… Un gemido que se escapa. Ese pequeño movimiento.
-. ¿Te gusta mi amor? ¿Verdad que si cielito? No te preocupes mi amorcito, a muchas os pasa. La da vergüenza, pero contesta que sí la está gustando. Y su naturalidad, “ya lo sé… guarrona… si te estás mojando toda… Mira cariñito… Si tienes que correrte, pues te corres y no pasa nada… Y si te pones tontorrona, pues nada, te hago una pajita y ya está… verás qué bien te quedas… Mientras no te hagas pis todo va bien” …
Jo… si no fuera por tanta tontería…
-. ¿Te gusta? Pues ya verás luego… vas a disfrutar mucho más… Te voy a dejar un “coñito de terciopelo” que vas a alucinar... bueno tu… y quien lo disfrute… je, je, je…
La cuesta trabajo contenerse. Ufff… esos malditos dedos no paran… Se está poniendo a mil.
-. Mira ya casi he terminado… te voy a poner el espejito mágico… Mírate bonita… mira a ver si te gusta… te he dejado el chichi como el de una niñita. Está lindísimo. ¿A que hacia siglos que no se veías el coñito así?
La va moviendo el espejo para que vea todo su sexo. Y mientras, los dedos que aun juegan, que abren, que cierran los labios con la excusa de limpiarla. Pero es consciente de que la está tocando. Y ahora lo está haciendo adrede, para excitarla. La está masturbando descaradamente. La limpia con una suave esponja y agua caliente. Ella también está caliente.
-. Ummm este chochito está para comérselo, para darle un besito… ¿no te importa verdad? y descarado, zas, la planta un sonoro beso ahí. Un gritito. Mas por la sorpresa que por otra cosa. Y el recochineo en el tono: -. Si te molesta lo dejo… uy que bobadas digo… Si parece que la gusta a la niña. ¿otro besito mi amor? No espera la respuesta los labios se juntan a los otros labios y ya, ya no se separan.
Comienza a sentir unas deliciosas sensaciones. Gime sin poder contenerse. Tampoco pone empeño en disimular. La da igual. Es obvio que la está gustando y que quiere que siga. El tacto, los labios y la humedad de esa lengua hurgándola por todos los rincones, despacio, lamiendo y recorriendo todos los pliegues. Y los dedos que se introducen en ella combinando ambos masajes.
¿Esto es lo de comerse un coño?, se pregunta. Pues qué maravilla. La encanta. Es la primera vez en la vida que se lo hacen. En medio minuto llega al orgasmo. Y otra vez. El segundo casi seguido. Se incorpora un poco y le ve allí, entre las piernas sujetándola por las nalgas y moviendo la cabeza para lamer hasta lo más profundo de su sexo. No puede evitar sujetarle la cabeza, aprisionarla, aplastarla contra su sexo para lo haga con más intensidad, para que no pare. Y esta vez ya no son solo jadeos. Consigue hacerla gemir y temblar.
Dándola pequeños lametones, la deja que se recupere un poco. Cuando se levanta, descarado, la pregunta… -. “parece que a esta guarrona la ha gustado… ¿quiere más?, ¿o prefiere otra cosita? dice mientras con una mano la masturba y con la otra se está desabrochado la bata.
Deja caer al suelo la tela. Debajo está completamente desnudo. ¿Está trabajando así? Aun jadeando lo mira. No está mal. Su cuerpo es atractivo. Es curioso. No tiene ni un solo pelo. Ni en el pecho, ni en el pubis, ni en las piernas…
Y claro ya puestos a mirar… Menudo aparatito tiene “el” “Esthéticiènne”... No es muy grande. Es gordote. Y tieso. Tieso como un poste, en ángulo recto. Este amanerado de marica tiene poco o nada, piensa. …
Sujetándose por la base el pene, tira de la piel descubriendo completamente el glande. Da golpecitos con él en su vulva. La recorre entera. Se pasea con ella. Acaricia con su polla todos los rincones probando la suavidad de la piel.
Jadeando, levanta los brazos y los coloca detrás de la cabeza agarrándose a la silla. Al hacerlo los pechos destacan aún más provocadores. No lo ha hecho con ese propósito, pero…
-. Ummm…. Mira, mira qué tetitas… y cómo las enseña esta marranona… Oye… guapísima… ¿te molesta que te llame marranona?
Y encima educado. Mueve la cabeza negando. No, claro que no se ofende. Después de que su amante la esté llamando puta constantemente, lo de marranona la hace hasta gracia. Lo único que la molesta es ese dichoso tono tan amanerado. Si tuvieras menos pluma…
-. ¿Entonces me dejas que amase esos pechitos? Estas pobres tetitas están aquí tan olvidadas… pobrecitas… dan pena… dice burlón
No necesita contestar. Cierra los ojos y deja que sus manos soben las tetas. Mientras lo hace, deja descansar su polla a la entrada de su coñito. Es una delicia acariciando los pechos.
-. Ummm…. Mira que pezoncitos más puntiagudos tiene esta niña… Pero hay que ver… si se la ponen flamenquitos a nada que se tocan… Ummm y se estiran… fíjate tu… qué bien se lo tiene que pasar alguno chupando estos botoncitos… No me extraña que esta guarrona quiera enseñaros… Son dos tetitas deliciosas… y además naturales…
La verdad es que si no fuera por tanta bobada como hace, el tío este sería el mejor amante del mundo. Menuda forma de acariciar los pechos, de jugar con los pezones… No hay quien se pueda resistir. Y encima esa cabezota apuntando. Justo a la entrada, metiéndose poco a poco… Haciéndose desear… A ver si empuja… Ojala lo haga pronto… Me va a matar…
Sin dejar de tocar los pechos, con la otra mano, pasea el pene por su rajita. De arriba a abajo. De abajo a arriba. Le frota. Se acaricia con él. La vuelve loca. Golpea con él los labios. Vuelve a pasearse por su sexo. No tiene prisa.
Juega con la cabeza en su agujero. Y empuja un poco. La folla metiendo solo su grueso capullo. No deja entrar más. Mete y saca su cabezota. Lento. Sin prisa, pero sin pausa. Y sin dejar de masajear el clítoris. Este “peina coños” es una máquina de placer.
Hasta que de repente, la suelta las correas: -. “agárrate bien mi amor”. Y levantándola por debajo rodillas, recoge su cuerpo. La eleva la cadera y entra por fin completamente en ella. La postura permite que la penetración sea súper intensa. Consigue hacerla gemir casi desde el primer empujón. Y otro orgasmo se apodera de ella.
Él también tiene que estar cerca. Su ritmo se hace más lento. Pero su respiración más intensa. “Una mujer sabe cuándo su hombre se va a correr”. No recuerda dónde ha oído o leído esa frase, pero debe ser cierta. Ella sabe que él no aguantará mucho. Efectivamente, siente como sus manos aprietan con más fuerza sus pechos. Se tensa su cuerpo. Y mirándola fijamente la avisa. : “cariño… te voy a dar cremita con este bote”, dice empujando con fuerza su pene.
-. Espera… le dice.
-. ¿Qué te pasa bonita…esta vaquita tiene miedo de que la deje preñada?... Ummm estarías preciosa… Te crecerán las tetitas… la barriga…
Negó con la cabeza. -. Es por otra cosa… no te corras ahí.
-. Y ¿dónde quiere la cremita mi niña?…
-. Aquí. Dice señalándose la boca con una mirada lasciva. Quiere devolverle todo el placer.
-. ¡Pero mira tu!… Con la carita de niña buena que tienes… Y mira que putita nos estás saliendo… Si no lo hubiera dicho con ese tono amanerado... Es que la revienta.
-. Así que, este pedacito de zorra quiere saludar al bote de crema… Pues nada, tus deseos son órdenes para mí, dijo mostrándola su sexo aun con el tomo más empalagoso.
Está completamente depilado. En uno de los testículos tiene un dibujo. Como un tatuaje. Parece un diablillo, pero solo es la mitad de la cara. El dibujo la parece gracioso. Al girarse ve que la otra mitad de la cara, está en una nalga. No es un tatuaje. Parece más bien la cicatriz de una quemadura. “¿Una cicatriz?, piensa. ¿Se lo habrán hecho quemándole la piel, marcándole como si fuera ganado? ¿O se lo habrán dibujado con cortes en la piel, como hacen muchos presos en la cárcel?”.
Un escalofrío la recorre entera, la convulsiona. “Uff qué dolor… no quiero ni pensarlo y encima ahí… en esa zona tan sensible” …
Ufff mejor no preocuparse, sea lo que sea, ya está hecho, mejor concentrarse en lo que tiene ante si: un precioso capullo que la apunta y que está esperando para entrar en su boca.
Saca la lengua y con la punta le rodea. Lo embadurna de saliva. Sujeta la base de la polla y lo maneja. Ahora ella es quien manda, quien devuelve el placer lentamente. Sin prisas. Disfrutando de cada segundo. Recreándose en cada caricia. Se gira un poco sobre la camilla y se esfuerza en hacérselo. Quiere que sea la mejor mamada de su vida.
De vez en cuando, su lengua desciende hasta los testículos. Y los lame. Deja que la lengua intente seguir el dibujito del diablillo y nota su rugosidad. No parece que sea un tatuaje. Tiene como un relieve.
Parece que le gusta. Gime. Tiembla. Se convulsiona un poco. Se detiene y le saca un instante de la boca. Mira cómo el pene la señala. Por la punta comienza a asomar una gotita. Sonríe con picardía. Está satisfecha de lo que está haciendo.
Y explota. Su gemido es tremendo Y cómo no, amanerado total. Parece que se le sale el alma por la boca.
El sabor y el tacto la dan ya igual, lo que quiere es devolver todo ese gustazo que la ha dado. Es la primera vez que siente el deseo de hacerlo así, de ser ella quien de todo el placer.
-. Me voy a vaciar preciosa, la dice. Intenta retirarse, pero ella se agarra a su polla. No le permite que se la saque de la boca. Intenta ir hacia atrás. Se baja de la camilla y le empuja sin sacársela de la boca. Con la otra mano le acaricia las nalgas. Le araña con suavidad, pero con energía. Le clava las uñas. Y tiene que gritar. Como hizo ella antes. No se sostiene. Tiene que apoyarse en la pared.
Le ve temblar. Encogerse. Y comienza a eyacular. Sale a borbotones. Y traga, traga todo. Con infinito placer bebe todo su esperma. La encantan los espasmos que ha causado en su cuerpo. ¡Casi se cae al suelo!
Cuando ha terminado, cuando ya no queda ni una sola gota, la limpia cuidosamente con la boca.
-. ¡¡¡Aay…pedazo de puta chupapollas!!! ¡¡¡Me has dejado sequito!!!! La dice medio gimoteando teatralmente.
Tiene que sentarse. Ella se queda entre sus piernas lamiendo y besando con dulzura sus testículos. Tarda un poco en recuperarse. No deja de mirarla. Ella, arrodillada entre sus piernas, sonríe.
Al rato vuelve a tumbarse y a colocarse. Tiene que aplicar la cremita, ahora la de verdad.
La encanta el cuidado y la delicadeza con que deja caer unas gotitas de un líquido muy denso. Como aceite. Es maravillosa la exquisita suavidad con que se las extiende por toda la vagina.
-. Ummm ¡qué labios más carnosos!… La de perrerías que se pueden hacer aquí. Ya verás el juego que van dar estos morritos. ¡La de cositas que te van a hacer en esta almejita! Y ahora, levanta un poco la cadera para la foto. Es el antes y el después, para mi catálogo…Luego te enseño las fotos. Si quieres te las mando.
-. Bueno… pues hemos terminado… esta putita ya está lista para que se la cepillen… ¿te gusta cómo ha quedado tu potorillo? Tu jefe estará contento.
-. ¿Mi jefe? Yo no tengo jefe.
-. Si niña, “tu jefe”, dice irónica y despectivo.
-. Yo no tengo jefe, le repite medio sonriendo.
-. Mira bonita, no me cuentes películas, que a mí ni me va ni me viene… Aquí venís las que venís, que por gustarte o agradar a tu novio no vienes. Esto te lo haces tú en tu casita o te buscas un salón cutre en tu barrio. –Parece que estuviera ofendido -. Mira cara guapa, hay “novios” que traen a sus chicas, pero habitualmente venís porque os lo manda el jefe… O si lo prefieres “tu hombre” … Tranquila que no le voy a decir nada a tu hombretón.
No responde. Algo desconcertada se termina de vestir y paga.
No para de darle vueltas por el camino. ¿Ha pensado que es una puta? O una ninfómana, porque lo de cepillarse a un tío a la primera de cambio no es muy normal. Vete tú a saber. Da igual. Pero si lo piensas fríamente, qué va a pensar si se deja follar incluso por la “Esthéticiènne”. Ahora, lo que no acaba de entender es lo de su jefe. Sin duda se refiere a su amante. Sí acierta. Ha ido porque se lo ha mandado él.
Y por primera vez desde que ha empezado todo esto lo piensa. Entonces, para ella, ¿qué es su amante? ¿Es eso, es su jefe? ¿El jefe? ¿Su chulo? ¿Su proxeneta? No está enamorada de él. Pero le echa de menos cada segundo que no está con él. No lo sabe. Solo sabe que siente una irresistible atracción por él. Como si fuera un imán. No puede resistirse. Cede en todo. Basta con oír su voz y todo su cuerpo tiembla y su voluntad desaparece. Su sexo la domina. Es su esclava. La lucha entre la cabeza y el sexo se repite y se repite. Ya cansa, pero siempre es lo mismo. Hace lo que él quiere y luego se lo recrimina, pero es suficiente con que diga algo… con que lo insinúe, para que ella lo haga. La obediencia es ciega. Aunque sea lo más degradante. Ella obedece.
Nada más llegar a casa se desnuda. Sabe que no va a ir. Simplemente lo hace porque quiere mirase así en el hall frente al espejo. Desnuda, con el sexo depilado. Se acaricia la vulva. Está suave. La gusta esa textura. Este es un “coñito de terciopelo”. Se lo ha dicho el “peina coños”. El clítoris sobresale más visible entre los labios. Los pezones, van creciendo. Les ve encogerse sobre las aureolas. Sonríe sabiendo que terminará masturbándose.
No se viste en toda la tarde. Incluso trabaja desnuda. Es la primera sentencia que dicta completamente en pelotas. La excita y la divierte.
Continuará….
csdsumiso@hotmail.com
Agradezco muchísimo los comentarios e ideas recibidos. La serie tenía para tres o cuatro capítulos. Ahora, gracias a las aportaciones, habrá para más. La idea de introducirse en el relato me ha encantado. Pido disculpas por mi laísmo. Lo intento corregir, pero viviendo donde vivo, me es prácticamente imposible. Se me escapa.
Desde luego, se siguen admitiendo sugerencias y comentarios. Sobre todo, si son tan “jugosos” como los recibidos.
Un saludo para tod@s.