Don Tomas
Todos los que conocíamos a Don Tomás, solamente podríamos hablar cosas positivas. Era una persona educada, amable, preocupada por los demás, desinteresada. Había ido creándose una imagen inmejorable en el pueblo, sobre todo por su solidaridad con la gente más necesitada
DON TOMAS
Todos los que conocíamos a Don Tomás, solamente podríamos hablar cosas positivas. Era una persona educada, amable, preocupada por los demás, desinteresada. Había ido creándose una imagen inmejorable en el pueblo, sobre todo por su solidaridad con la gente más necesitada. Desde hace años era el párroco de la localidad. Sus sermones llegaban a la gente. Nunca daba voces y la gente del pueblo le tenía especial cariño.
Provenía de una familia acomodada de la localidad. Era hijo único. Cuando su padre falleció, marchó a un seminario para poder estudiar. Estuvo unos cuantos de años fuera del pueblo, pero al enfermar su madre volvió al pueblo para poder cuidarla y ocuparse en lo posible de la herencia familiar, algo deteriorada tras el fallecimiento del padre. Lo que iba a ser una estancia provisional, se convirtió en definitiva.
Físicamente era poco agraciado. Debería tener entre cuarenta y cinco y cincuenta años, no demasiado alto, entradito en curvas, y con una prominente calvicie. Aún así, su aspecto externo derrochaba cierta ternura, puesto que su personalidad era alegre, dicharachera, etc. le recuerdo siempre con su camisa grisácea y su alzacuellos.
Había heredado de su familia paterna, un viejo almacén y eso lo donó al pueblo para servicio público. Primero intentó crear un centro cultural (la mayor parte de los fondos económicos corrían a cargo de el) para los jóvenes de la localidad, cada vez mas escasos debido a la inmigración a la ciudad. Esto nunca fue especialmente bien visto por las autoridades municipales, quienes pensaron que el centro se convertiría en un local subversivo, foco de actitudes poco recomendables, etc. Es por ello que decidió cambiar el centro cultural por un centro para la tercera edad, cada vez más numerosa en el pueblo. Aún así había conseguido crear una asociación en la que estaban gran parte de los jóvenes (entre los que me incluía)y que cada vez colaboraba más con el cura.
Esta idea fue calando cada vez más en el pueblo, y siempre contó con el visto bueno y apoyo de la población, y también de los responsables municipales. A pesar de que estos habían colaborado, la mayoría de los aportes económicos pertenecían a los ciudadanos anónimos, recolectas de eventos y sorteos, y sobre todo de la herencia de Don Tomás (¡Cuanto dinero habría en esa familia¡). Aún así se necesitaba más dinero, y por ello se optó por solicitar subvenciones a las instituciones administrativas. No obstante era necesaria reunir una gran documentación (estatutos, juntas gestoras y directivas, etc).
Don Tomás se encargó de buscar y reunir toda la documentación, y cuanto lo tenía todo consideró que había llegado la hora de apostar fuerte por el centro para la tercera edad.
Yo me encontraba en esos momentos de vacaciones en el pueblo, y la relación con el párroco había sido estrecha y colaboradora. Además nos unían ciertos lazos (aunque lejanos) familiares, y en un pueblo eso es importante.
Le había ayudado en el papeleo, y por ello no puse ninguna pega cuando me propuso acompañarle a la ciudad a solicitar las deseadas subvenciones. Madrugamos y le llevé en mi coche sin problemas. Como no conocíamos la ciudad aparcamos en un parking el vehículo y nos desplazamos andando. Estuvimos ocupados la mayor parte de la mañana, y había llegado la hora de regresar al pueblo. Cuando fuimos a recoger el vehiculo, un gran charco de agua había debajo del coche, por lo que nos asustamos y decidimos buscar ayuda. No entiendo nada de mecánica, pero tanta agua debía ser como consecuencia de un fallo grave. Avisamos a un mecánico, que amablemente nos acompañó al vehículo. Tras ver la avería, aseguró que se trataba de un fallo en la bomba del agua, y que debía ser reparado de inmediato para no causar daños mayores, pero que obligatoriamente necesitaba un día entero para ello.
Tras el dictamen mecánico, no quedaba otra que quedarse en la ciudad y buscar alojamiento. Conseguimos una habitación en un hotel no especialmente caro, y tras avisar a la familia del inconveniente, recorrimos la ciudad ya que disponíamos de mucho tiempo libre. La ciudad era mediana, pero con muchos monumentos (yo pensaba que recorreríamos la mayoría de iglesias, pero no fue así) y la tarde fue de lo más agradable.
Cuando estaba anocheciendo, y tras tomar un bocadillo en una cafetería, decidimos marchar al hotel a descansar. La habitación no era demasiado grande, tenía dos camas, una mesilla de noche, un par de sillas y una mesa de estudio, la televisión y poco más. El baño por su parte estaba limpio y era grande para la habitación.
Repartimos las camas, y encendimos la televisión. No había nada especialmente interesante, y por ello comenzamos a charlar animadamente. Sin saber como, don Tomás me preguntó si yo tenía pareja. Al decirle que no, comenzó a indagar sobre mis relaciones sexuales. Si siempre he tenido especial timidez para tratar dichos temas, imagínense lo que es hablarlo con un sacerdote. Aquello parecía una confesión, o tal vez las charlas escolares sobre los efectos perniciosos de la masturbación.
Pese a mi turbación, el insistía, y cuando le dije que no estaba confesándome, su reacción fue inesperada. Se quitó el alzacuello y me dijo que le tratase no como a un sacerdote, sino como a un hombre. Sin venir a cuento, me dijo que el también se pajeaba, y se ponía cachondo, lo que provocó en mí una leve excitación ¿Y donde estaba el voto de castidad?. Insistía en el tema, y no parecía tener prisa por dejarlo. Yo le dije que me masturbaba como cualquier hombre y que también había tenido relaciones sexuales. Reconozco que la conversación estaba tomando unos derroteros que no me esperaba, y ante la posibilidad que fuera a mas y no pudiera contener mi excitación opté por marcharme al baño.
- Estoy cansado, y voy a ducharme antes de acostarme- le dije.
- Está bien.- me contestó con cierta ironía.
Entré en el baño y reconozco que la conversación me había puesto caliente, y estaba excitado, por lo que una ducha no me vendría mal. Me desnudé y entre en la ducha, cerrando la mampara para no verter el agua. No podía dejar de pensar en la conversación y mi polla, a pesar del agua, seguí morcillona. Incluso tenté por pajearme, pero me daba corte ser sorprendido por don Tomas.
Cuando finalice la ducha y abrí la mampara me llevé una sorpresa. Don Tomás estaba aseándose en el lavabo. Su aspecto no era especialmente excitante. Llevaba una camiseta blanca de algodón de tirantes y unos calzoncillos de la misma naturaleza, iguales que los que proporcionaban en la mili. Noté como a través del espejo del lavabo me miraba, y como se fijaba en mi entrepierna que por otro lado seguía algo excitada.
- ¡Por favor, puede pasarme la toalla. Le dije intentando disimular, y el amablemente se acercó a la misma (que manía de no poner las toallas junto a la ducha) y vino hacia mí.
- Sal yo te seco- me dijo- date la vuelta y no te preocupes.
Sin saber como lo hice y comenzó a secarme la espalda suavemente. Después bajó hacia el culo, y posteriormente hacia las piernas. Algún que otro roce con la mano había tenido, y cuando me dijo que me diese al vuelta, se llevó la sorpresa al verme muy excitado.
-Vaya tienes tu verga juguetona. Te gusta lo que te hago, e inmediatamente dejó caer al suelo la toalla. Se inclinó hacia mí y comenzó a lamerme el pecho, aun mojado por la ducha, para ir descendiendo hacia mi pubis. Su nariz se acercaba a mi polla, que cada vez se iba poniendo mas dura. De pronto noté como su lengua acariciaba la misma y subía y bajaba hasta los huevos. Que placer estaba sintiendo. Sus manos acariciaban mi miembro y después buscaban mis glúteos. Estaba completamente cachondo en el baño de un hotel y con un cura.
Tras haberme mamado la polla y haberme puesto bien dura, me insinuó que saliéramos a la habitación, obligándome a sentarme sobre una cama. Se desprendió de su camiseta apareciendo un pecho peludito (me encantan esos pelos en el pecho) y se bajó sus calzoncillos, apareciendo una polla no excesivamente larga pero si bastante gorda, sobre la que se notaban perfectamente las venas. Estaba también el completamente empalmado y me dijo que se le trabajase.
Comencé a lamerle con mi lengua su gorda polla, subía y bajaba lentamente, saboreando cada palmo de la misma. Echaba su piel hacia atrás y lamía el capullo que aparecía ante mi. Entonces noté como se excitada y como cambiaba de cara don Tomas. Comenzó a agarrarme mi cabeza y la empujaba con fuerza hacia su cuerpo.
-Chupaba cabron, que te gusta mucho.
- Métela hasta dentro que quiero tocar con mi bajado tu campana.
Abría la boca y su polla entraba hasta dentro de mí. En ocasiones la fuerza que ejercía sobre la cabeza me impedía respirar y me atragantaba.
Sacaba la polla de mi boca, y jugaba con el prepucio. Con la otra mano acariciaba sus testículos que ya estaban recogidos de la excitación. Mi lengua se acercó a sus huevos y comenzó a chuparlos.
.Chupalos bien que están cargaditos de leche para ti.
Volvía a meterme su polla en la boca. Seguí chupando, bajando y subiendo la cabeza a veces todo lo deprisa que podía, metiéndome su polla en la boca todo lo que podía. Se me escapaban gemiditos de gusto, de vez en cuando la sacaba de mi boca para lamerla entera y admirarla.
- Te gusta eh maricon, pues prepárate para follarte, me decía.
Echo mi cuerpo sobre la cama y comenzó a juguetear con mis glúteos. El olor a macho era evidente. Don Tomas alzó mis huevos con su mano y su lengua lentamente hurgó mi zona perineal. Evidentemente no era la primera vez que lo hacía y parecía tener mucha experiencia.
Comenzó a buscar mi culo con su lengua, y juguetona como se pasaba calurosamente por el hoyo que poco a poco fui dilatando hasta acostumbrase a las ricas lamidas. Sus dedos gordos buscaban entrar en el agujerito que se iba abriendo. De vez en cuanto sentía como disparaba salivazos que me volvían loco de placer. Un dedo, luego otro se movían dentro del culo, primero hacia dentro y hacia fuera, y después en circulo. Estaba completamente cachondo y el vocabulario que había utilizado Don tomas me ponía aún más (nunca imagine que esa persona tan educada pudiera cambiar tan bruscamente). Me separo las piernas y me hizo levantar un poco las caderas, me beso todo el culo incluido mi agujero, su lengua recorrió todo mi agujero como queriendo entrar, podía sentir su saliva caliente.
Ya estas muy cachondo y ha llegado la hora de la follada me decía. Entonces noté como me abría las piernas y metía su polla dentro de mi ano, lentamente y sin hacerlo daño. Yo gemía de placer y cuando acabó de insertarla comenzó a empujar lentamente. Poco a poco empezó a entrar, primero la cabeza, la sacaba y la volvía a colocar y hacia un poco más de presión, lo sacaba y volvía a meter cada vez un poco mas adentro. Una vez que logro introducirlo por completo empezó a martillearla con mucho ritmo. Estaba en el cielo nunca mejor dicho, y el seguía con su vocabulario soez. Notaba como la sacaba completamente y la volvía a meter, y eso le excitaba enormemente.
Una de las veces que la sacó se echo sobre el suelo y me dijo que me sentara sobre su pirula. Presto la cogí con mis manos y la introduje en mi dilatado culto, que estaba a punto de estallar. De cuclillas subía y bajaba sintiendo como cada vez entraba más adentro. Fue entonces cuando el comenzó a subir y bajar bruscamente, provocándome inmensas oleadas de placer hasta que ya no aguanté más y grité que me corría.
Esto le excitó aún mas y comenzó a tomar velocidad. De mi polla comenzaron a salir chorros de leche que descargaban sobre el pecho de don Tomás cada vez más excitado. El hecho de ver mi leche le puso aún mas cachondo y fue cuando noté como si me meara dentro del culo. Su leche caliente inundó mi agujero provocando un estallido de placer. Apretaba con fuerza sobre mi culito y me quede encima notando como respiraba. Al sacar su polla aún empalmada y llena de lecha me lance a lamerla y a saborear aquello que me había provocado uno de las mejores folladas que he tenido. También mi lengua se acercó hasta mi leche que aún estaba sobre el peludo pecho del párroco. Uno de mis dedos se impregnó de mi semen y lo introduje en su boca, no mostrando desagrado por ello.
Exhaustos nos tiramos sobre la cama sin dirigirnos la palabra, solamente necesitábamos descansar y dormir. No tarde en dormir pero desperté pensando en volver a follar, sobre todo porque me imaginaba su culito peludo, esperando a que se lo comiera. Cuando miré para la cama de Don Tomás estaba hecha y estaba sentado sobre una silla. Llevaba ya puesto su alzacuello por lo que entendí que había finalizado la fiesta. No hablamos nada sobre lo ocurrido la noche anterior, nos desplazamos a recoger el coche y arreglado pusimos rumbo al pueblo. Tan solo hizo una pequeña referencia a nuestro secreto:
- Lo de anoche no ha pasado nunca, está claro, me dijo.
- Por supuesto le conteste.
Ha pasado un tiempo desde entonces y reconozco que cuando pienso en ello me excito y en mas de una ocasión me gustaría volver a tener un encuentro con él (incluso en alguna ocasión intenté acercarme a su casa con cualquier excusa, pero al final me arrepentía).