Don santos el curandero 9

Una nueva aventura del curandero...

DON SANTOS EL CURANDERO 9

La mañana se había presentado nublada y con ciertos nubarrones que delataban que tarde o temprano llovería. Daba esa impresión. En la casa del viejo don Santos todo estaba en calma. No se escuchaban ruidos. Parecía que todos dormían. Era temprano aún.

Preparaba el desayuno tranquilamente. Escuche unos ruidos del lado de afuera. Como que alguien estaba llegando a la casa. Me asomé  por la ventana y vi como se acercaban el cura del pueblo y un muchachito muy joven. Venían ambos en un viejo sulky que amarraron al palo de la entrada de la casa. En eso escuché que don Santos andaba por ahí.

__¡Buen día! ¿Qué estabas mirando?

__¡Buen día don!, no, parece que llegaron visitas

__¿Qué hora es?

__Cerca de las diez

__Dormí mucho

__Así es, se ve que tuvo un día de ayer agitado

__Más o menos__ en eso se escuchó el golpe a la puerta y un leve murmullo. Fui a la puerta y abrí.

__¡Buen día muchacho!!__ saludó el cura sonriente

__¡Buen  día padre!!

__Andamos buscando al viejo don Santos

__¡Adelante!¡Pasen! estábamos por desayunar si se quieren unir__ los visitantes entraron. Caminaron hasta la cocina grande donde estaba sentado a la mesa don Santos, ya tomando un mate cocido.

__¡Padre buen día!

__Como le va don Santos, acá andamos, necesitaba verlo

__¿Qué anda pasando?

__Acá, el pupilo anda con unos problemitas y yo quería que usted lo viera

__¿Y cómo te llamas muchacho?

__Eustaquio señor

__Porque no se sientan, ¿Quieren tomar y comer algo?

__Gracias don, ya hemos desayunado__ dijo el cura sonriente

__Parece que va a llover__ comentó el curandero mirando al chico que lo observaba en silencio

__Sí escuche en la radio

__¿Como anda todo padre?

__Bien, bastante bien, estamos llevando una buena campaña. Los seminaristas que tenemos son buenos chicos.

__¿Y cuantos chicos hay?

__Y son unos cinco…

__La fe en estos tiempos esta en duda

__Siempre fue igual don Santos, por eso cuando andan dudando es bueno ver a gente como usted, ¿Nos podrá ayudar?

__¡Pero claro, no se preocupe!__ al rato el viejo se puso de pie hizo una seña para que Eustaquio lo siguiera. El muchacho fue detrás del viejo. Entró en la habitación donde el viejo atendía a la gente y la puerta se cerró. El viejo se sentó en el enorme sillón. Hizo un ademan para que el chico se colocara a su lado.

__¿Y bien joven que le anda pasando?

__Estoy dudando mucho

__¿Dudando de qué?

__En seguir en el seminario

__Pero¿ Cual es el problema?__ el chico se puso rojo y el viejo se dio cuenta.

__¿El tema es sexual?

__Y si…

__Pero eso no es problema. ¿Tu crees que eso tiene que ver?. A veces es la ayuda que mas vas a dar

__¿Usted cree?__ la cara le había cambiado al instante a aquel muchacho rubiecito, de mejillas ruborizadas, mirada sagaz de color verde.

__Claro muchacho. A ver…si yo te pidiera ayuda en este momento, ¿Tu no me ayudarías sin importar qué?

__¡Por supuesto!…

__¿Ves? Desde ya te digo que muchos, hombres y mujeres pedirán que los asistas, que los ayudes y tu lo vas a hacer porque es parte de tu vida religiosa, ayudar a los demás

__No lo había visto así…

__Entonces debes ayudarme

__Claro, claro don , ¿Como lo ayudo?__ el viejo se puso de pie y dijo

__¡Aflójame el cinturón!__ Eustaquio lo miró y obedeció. El pantalón cayó al suelo. Allí mismo el chico observó que la tranca del viejo subía en volumen, crecía bamboleante. El curandero no tenía ropa interior.

__¿Te gusta lo que ves?__ preguntó el curandero

__¡Sí, si me gusta!

__Puedes tocarlo, acariciarlo….__ el chico con su mano tomó el garrote. Lo acarició lentamente. La vara fue creciendo y endureciéndose. La cabeza del miembro brillaba. Las gotitas salobres asomaban en la punta del glande. Las manos del muchacho acariciaron los huevos del curandero. El viejo suspiraba. El chico movía el glande. Suavemente. Su cara se iba volviendo mas colorada. En tanto la vergota se ponía dura como piedra. Sin poder contenerse se lo llevó a la boca.

__¡Oh, así, chiquillo, puerco, eres puerco, chúpala es toda tuya!__ la boca tragó aquel sable. Con una mano el jovencito acariciaba las nalgas del viejo. Las apretaba. Las pellizcaba con dulzura, su calentura iba en aumento. Su lengua bañaba la cabeza grande. La lamía. Pasaba su lengua por todo el largo del garrote. Los gemidos del hombre se escuchaban retumbando en toda la habitación.

En tanto de rodillas yo estaba con la verga del cura dentro de mi boca. El cura gemía.

__¡¡Ahhhh!¡Había olvidado lo bien que la chupabas!!¡¡Ohh, sigue, sigue!__ el cura empujaba mi cabeza que iba directo a su víbora como roca. Venosa. Gruesa. Mi boca se abría enorme y entraba a duras penas. Con mis dedos abría mi ojete. Lo acariciaba. Me encremaba el agujero preparándome para tragarme con mi culo aquella vergota que necesitaba. El cura sonriente abría sus piernas con la sotana por la panza. Cada vez que venía a la casa yo sabía que no llevaba ropa debajo. Era solo levantar aquella negra prenda y prenderme a su sable endurecido permanentemente.

__¡Ven muchacho siéntate sobre mi, necesito cogerte ya mismo!!!__ el cura abrió mis nalgas. Pasé mis piernas por sobre las suyas. Buscando con mi agujero aquel sable que blandía temeroso prometiendo entrar en mi. Sentía que caía sobre la enorme cabeza. Hice un poco de fuerza. Mi aro estaba ya dilatado, así que fui cayendo despacio sobre el pistón y lo fui tragando. El cura me mordía el cuello. Se tensaba. Sus músculos se hinchaban. Y se hinchaba un poco más dentro de mi. Yo gemía y buscaba los labios del cura. Su lengua  chupaba la mía. Casi que nos mordíamos como viejos amantes que se volvían a encontrar.

El viejo se quitó finalmente el pantalón mientras Eustaquio chupaba su vergota sin dejar de sobar las bolas.

__¡Detente un momento!__ casi ordenó el curandero. Se puso en cuatro patas sobre el sillón y abriendo sus nalgas limpias de vellos, mostrando su arete indicaba

__¡Ven y chúpame ahora aquí, lámelo, es todo tuyo, bésalo!!__ Eustaquio aún de rodillas se dirigió hacia aquel anillo. La saliva fue penetrando el agujero. Lo abría despacio. La boca del chiquillo se hundía en aquel túnel.

__¡Oh, muchacho, estas en práctica, lo haces tan bien, ahhhh!!!__ el muchacho comenzó a acariciar el ojete con un dedo. Luego de  un rato lo hundió. El viejo suspiro y buscó con su cola que lo penetrara un poco más. El chico sentía que estallaría dentro del pantalón en cualquier momento. Su pija estaba tan dura como la del viejo. Con una mano  seguía acariciando la vergota del viejo. Con la otra mano sus dedos jugaban entrando en el anillo del curandero que bufaba de calentura. La boca del muchacho no detenía sus ataques voraces a aquella cola que echaba fuego. Así fue que don Santos otra vez se detuvo y fue en busca de Eustaquio lo sentó a su lado. Buscando la boca del chico se fundieron en besos totales, mortales. En tanto sacaba la pija del muchacho y quitaba los pantalones de Eustaquio que gemía sin descanso. Quitó la camisa del chico y el curandero se prendió a las tetillas del chico que aguantaba a duras penas los embates de aquel amante furioso. Así fue llegando a la verga erecta que lo esperaba. La boca del curandero se abrió y tragó la herramienta. La chupó. La mamó jugando con ella. Apretando las bolas del chico que estaban llenas y repletas de leche. No contento con esto acariciaba con la yema de los dedos el arito casi cerrado de Eustaquio que se revolvía a punto de estallar por el efecto de aquellas caricias salvajes.

El curandero se detuvo una vez más y colocándose otra vez en cuatro patas pidió

__¡Anda, hazme tuyo, penétrame con tu mástil, cógeme de una vez!!__ dicho esto sacó un poco más su culo. El chico se paró detrás de el. Acarició las nalgas del hombre con su vara encendida. Luego buscó lentamente la entrada.  La cabeza se apoyó en la entrada. Empujó un poco y el glande comenzó a entrar. Sintió un cosquilleó fatal. La verga entró. El hombre se movió despacio. El chico se quedó quieto y el que se movía era el curandero. Gruñía. Fue acelerando las movidas. Eustaquio se aferraba a las caderas del hombre. Sentía que desfallecía. Acariciaba la espalda ancha del viejo don Santos que se hamacaba de manera fatal sabiendo que sacaría la leche joven y fresca de aquel chico. Cuando alcanzó las bolas del muchacho este empezó a largar todo su jugo en la caverna del curandero que deliraba recibiendo los chorros y sintiendo como el chico se iba deshaciendo sobre el. Quedaron pegados un instante. El chico caído sin fuerzas sobre el cuerpo del hombre que sentía la verga endurecida dentro de el y gozaba. Sin querer las manos de Eustaquio aferraban el mástil del viejo. Pajeándolo. Tomándolo con ganas, con deseos irrefrenables.

__¿Quieres tenerlo adentro?__ preguntó el hombre

__¡¡Sí, sí lo quiero!!!

Cabalgando al cura recibí su leche contenida tal vez algunos días. Nos besamos y quedé sentado sobre el cura que sonreía.

__Todavía esta dura__ decía yo y seguía sentado

__Tu me la haces tener así, desde que te conocí aquel día en la capilla ¿Recuerdas?

__Como no voy a recordar tu cara cuando dije que te la chuparía ahí mismo

__¡Me sorprendiste, claro!

__Pero no te resististe y allí mismo te mamé la verga hasta sacarte la leche

__¡Que linda conversación!!__ interrumpió Clara en bombachita y corpiño sin ningún problema

__¡Oh! ¿Y esta chiquilla quien es?__ preguntó sonriendo el cura

__Es Clara

__Vivo aquí padre, ¿Está cómodo?

__Sí claro

__¿Y tu hermano?

__¡Por supuesto Clarita!!__ dije yo mientras sentía como chorreaba la leche por mis nalgas calientes.

__¡Déjalo salir!__ dijo Clara y yo sabía para que. Así lo hice y el cura sentado aún sonreía. Su verga quedaba dura. Clara se acercó a ella y la acarició. El cura gimió. La apretó suave. Se puso de rodillas y la metió en la boca. El cura tiró la cabeza hacia atrás

__¡Está chiquilla es un demonio hermoso, ahhhh!!!

Eustaquio se hamacaba con la vergota dentro de el. El viejo curandero lo penetraba con ritmo. Se detenía. Mordía el cuello. Lamía la oreja. Volvía a empujar el perno. El chico sentía que su ojete se abría de forma descomunal. Las manos del curandero acariciaban el pecho del chiquillo en tanto lo empomaba de manera perversa. Eustaquio gemía y pedía más, las bolas del curandero chocaban con las nalgas frescas del chico. Y mordía las orejas. Pellizcaba de vez en cuando las tetillas del joven que se mordía los labios totalmente lleno. Caliente. Sentía un deseo insaciable. Su pija estaba alzada otra vez. Dura como garrote. Don Santos se hamacaba dentro de aquel ojete que tanto le gustaba al viejo curandero. Sintió en un momento como le corría la acabada por su túnel. Arañó el sillón, se movió locamente sintiendo su culo lleno. Su ojete colmado. Siguió moviéndose con el pijón del curandero dentro de el. Hasta que en un momento se quedó quieto. El viejo apretaba su pecho. Lo rodeaba con sus brazos. El chico giró la cara y se prendieron en un beso profundo. La agitación de don Santos era visible pero no estaba agotado ni mucho menos.

Clara comía la verga del cura y yo besaba las pelotas de aquel. En tanto le metía los dedos en la cuevita a Clarita que ya había sido despojada de todas sus prendas. Ella se sentaba sobre mis dedos y se los clavaba enteros. La verga del cura brillaba furiosa y llena de espuma por la saliva de la angelical chiquilla que la metía al fondo de su garganta. Le daba mordisquitos y la dejaba un instante para observar la cara de perdición que tenía el hombre religioso. Con mi verga al palo me acerqué a ella por detrás y suavemente se la metí por el ano. Ella me dejo hacer. Arqueó un poco su cuerpo y se enterró mi vara hasta el fondo. Gemía brutalmente. Me cabalgaba gentilmente. Sin dejar de mamar la pija del cura que puso los ojitos en blanco apretando los dientes y largando su líquido en la profunda boquita de Clarita que tragaba todo lo que le daban. Apreté sus tetitas, aceleré mis embestidas y llené de semen el culito de Clarita que sonreía y dejaba a mi verga que se adormeciera dentro de ella. Moviéndose suave y con ritmo.

Eustaquio tenía las piernas del curandero sobre sus hombros. Su estaca estaba enterrada profundamente en el culo abierto del hombre que gemía y pedía que lo cogieran sin descanso. El muchacho iba y venía dentro del curandero. Se aferraba al pecho duro del hombre. El curandero gemía y de vez en cuando acercaba el rostro del chico a su boca y se  besaban insaciables. Eustaquio sacaba su verga y la volvía a clavar. El hombre pedía y abrazaba con sus fuertes piernas al chico que lo bombeaba furioso. El viejo llegaba a las bolas y las acariciaba. El muchacho se quedaba quieto y gozaba de aquellas caricias.

__¡La quiero en la boca!__ pidió el curandero. El muchacho siguió bombeando a su interior. Se acariciaban el cuello con sus bocas. De pronto Eustaquio sacó la pija y acercándose a la boca del hombre descargó su leche blanquecina en abundancia. El hombre abrió la boca y bebió el néctar que lo rejuvenecía que le daba vida, que lo hacía regresar en el tiempo en que se perdió todo lo que ahora vivía y gozaba sin ningún tipo de remordimiento.-