Don santos, el curandero 6

Una nueva aventura del viejo curandero...

DON SANTOS EL CURANDERO 6

En la media mañana calurosa, don Santos se encontraba en medio de los gemelos Bua. El viejo estaba desnudo y su vergota enclavada en la boca de Quique que lo comía y el viejo gemía desesperado. Los huevos del curandero eran lamidos procazmente por el chico, en tanto el hermano afiebrado metía su larga lengua en la entrada trasera de don Santos. El anillo era devorado por aquella juguetona lengua que sonsacaba jugos del abierto agujero oscuro.

__¡¡Hummmm, sigan así, ohh, ohh cuanto placer, ahhhh!!!__ así gemía y clamaba el viejo

__¡¡Oh, que rica verga tiene don Santos!!!__ y volvía a comer con su rica boca el rubiecito Quique.

__¡Y su culo es aún tan duro y apretado, tan jugoso, ahhh, ahhh!!!__ decía exclamando al aire Tito. La lengua penetraba y el hombre se dilataba cada vez un poco más. En tanto don Santos atrapaba con su voraz boca la pija erguida y caliente de Quique. El muchacho de rizos dorados se retorcía sin descanso.

El aro de del hombre clamaba por una penetración

__¿Quieres cogerme?

__¿Usted quiere?__ preguntó Tito

__¡Házmelo, cógeme de una vez, anda chico, métemela estoy caliente!!!__ el muchacho abrió con sus dedos el canal deseoso. Su lengua inquieta seguía mojando un poco más. La boca del otro chico hundía en su caverna la vara al rojo del viejo. Tito se acomodó, apuntando su verga contra el anillo del viejo. Hizo una pequeña presión. Empujo un poco. Suave. El hombre se movió hacia atrás y gimió, lanzando improperios al aire. Los gemelos Bua le estaban dando una meneada importante.  Don Santos había estado días anteriores atendiendo casos rápidos, apurados. No había estado tan relajado como en aquella mañana. Los gemelos lo tenían en medio dándole caricias, mamadas y cogidas sin reparo.

La verga del Tito penetró el orificio. Penetró y bombeó despacio, en primer lugar, luego fue tomando ritmo. Las nalgas del curandero eran golpeadas por las bolas del chico, que había entrado hasta el fondo. Las sacudidas eran rítmicas.

__¡Oh, tienes un culito delicioso!!

__¡Entrame, ahhh, eres una delicia muchacho, ohhh, dame esa pija, ahhh!!!__ el viejo curandero gozaba de una manera increíble. Quique acariciaba la vergota del hombre. Miraba la cara de su hermano gemelo mientras este cogía al hombre. Lo veía gozar y gozaba junto a el. Los dedos de Quique acariciaban las bolas del viejo. La boca de don Santos buscó la boca de Quique. Las lenguas se encontraron, se sacaron chispas. Los gemidos sucumbían en el cuarto. La leche del viejo empezó a borbotear y rápido el chico se acercó a  aquella bomba para recoger el néctar del hombre que gritaba mientras su líquido se derramaba por todas partes. La boca de Quique engulló todo lo que más pudo. Siguió chupando la pija semi caída del curandero mientras gemía de placer

__¡Me encanta chuparte la verga!!__ comentaba el muchacho

__Pues sigue así, así, como me gusta….__gemía el viejo don Santos. La pija de Tito iba y venía perforando el ojete entregado del viejo. El chico apuraba las movidas. Su cintura se contoneaba y daba verga y verga al culo del hombre. Apretaba el pecho de don Santos mientras gruñendo largaba su  leche en el culo abierto y fogoso del viejo. Los escupitajos bañaron el interior y el viejo se sacudía entre estertores gozando y gozando. Quique veloz corrió a su hermano del lugar y así como estaba le enterró su pija sin miramientos. Tito se prendió del garrote enervado del curandero. Lo tragó. Lo besó sin vergüenza. Lo olfateó y sintió el aroma de macho que lo perturbaba. Lo extasiaba y lo volvía un ser distinto.

Quique bombeaba al viejo. Lo taladraba y le apretaba las tetillas jugosas y paradas. El hombre contoneaba su cuerpo porque se había colocado de rodillas, en cuatro patas y sacaba mucho más su culo para que sea ensartado sin clemencia. La verga gruesa del gemelo llenaba aquel agujero abierto. El viejo sentía renacer su espada en la boca glotona de Tito, que acostado de espaldas había llegado a ella. Lo ordeñaba. Apretaba las bolas de aquel hombre pasional.

__¡Eres increíble curandero!!!___exclamaba Quique. Enterrando un poco más su vara se venía dentro del cuerpo del viejo. Llenaba de semen su culo y se iba deteniendo, mientras se aferraba a las caderas del hombre como a una tabla de salvación. Los tres seres desnudos quedaron en estado de éxtasis. Desparramados uno sobre el otro.

Los gemelos Bua se miraban y se sonreían entre ellos. Tito se acercó a la vara del viejo. La beso, le paso dulcemente la lengua. La barra de carne se tensó un poco mas. Tito se puso a horcajadas del hombre mientras este se mantenía sentado. Tito llevó las manos del viejo hasta sus nalgas. Don Santos se las abrió y con un dedo llegó al anillo del chico. Lo acarició. Tito lo besó en la boca. El dedo entró en el cuerpo del chico.

___¡¡Ahhhhhh , siiiii!!!__ tito tomó el garrote febril y lo llevo a la entrada de su culo. Colocó la cabezota en la arandela brillosa y húmeda. Un pequeño grito salió de la garganta del chico. Esto no lo amilanó y siguió enterrando la herramienta en su túnel joven. La entrada cedió. La cabeza jugosa se perdió en el apretado ojete. Unas sacudidas mas y la tranca se metió hasta el fondo. Tito se prendió en los hombros de don Santos. El chico lo cabalgaba salvajemente. El curandero tragaba saliva y gemía. Quique los observaba acariciándose. Acariciaba sus bolas, y su miembro cobraba lentamente vida. Con una mano dirigía uno de sus dedos y jugaba en su anillo lampiño y cuidado. Se iba preparando. Abriéndose a la estaca de ese hombre. Lo quería tener dentro. Miraba como penetraba a Tito y como su hermano gemelo gozaba con ese palo dentro de sus entrañas y lo deseaba mucho más. Tito lo presentía, entonces salió de su enclavada

__¡Quique ven aquí!!¡¡Siéntate!!__ se corrió a un lado. Quique se acercó y tomando la cara de su hermano la atrajo hacia si. Se besaron mientras Quique se ensartaba en la estaca dura y bondadosa del curandero que ayudaba y gemía.

__¡¡¡Ahhhhh, chicos me van a matar de placer, ahhhh!!!!___ la estaca estaba dentro de Quique. El muchacho se hamacó y comenzó a gozar de la pija aquella en su culo bravío y en llamas. Tito acercándose al viejo colocó su culo en la cara de don Santos que con su lengua comenzó a chupar y lamer aquel frondoso lugar. En tanto los gemelos se acercaban y se besaban desaforadamente. Con sus manos se acariciaban el pecho y se pellizcaban las tetillas. Eran animales en celo. Lujuriosos.

La verga de don Santos iba y venía en aquel canal. Quique resoplaba encantado al ser sometido por aquel macho, pero tuvo que volver a cambiar con su hermano. Está vez Tito se acostó de espaldas y levantó sus piernas, el curandero lo empernó sin miramientos.

___¡¡Ahhhhh, perfórame con tu lanza viejo ladino, ahhh, cógeme, soy tuyo, ahh, ahh!!!__ gritaba Tito sin descanso. Quique acariciaba la espalda del hombre. La  besaba y le pasaba la lengua. Finalmente llegaría al ariete preciado del viejo. Su lengua se introducía allí y penetraba feroz.

Así estaban cuando la puerta se abrió y una mujer de anchas caderas, vestido floreado y un soberbio culo apareció en escena

__¿Qué están haciendo mis cachorros?__ preguntó la  mujer

__¡¡Mamá!!__ exclamo Tito

__¡¡MMMammmmáaa!!__ casi gritó Quique.

__¿Y tu hombre que estás haciendo con mis chicos?

__¡Pero señora yo…!!__ balbuceó don Santos

__¡¡¡Saque eso ya mismo de ahí!!!__ el viejo sacó su vergota del culo de Tito. El curandero se colocó en el sillón con dudas. La mujer sonriendo se arrodilló frente a el y empezó a comer aquella estaca ruda y dura.

__¡¡¡Mmmmm, sabe muy bien, hijo, lo quieres todo para ti!!__ exclamaba la mujer sedienta de pija. Los ojos verdes reflejaban luz en la habitación. Los gemelos Bua miraban a su madre comer la verga que hasta recién había sido de ellos. La mujer glotona se atragantaba con las bolas del viejo que suspiraba con aquella boca que apresaba su herramienta y sus genitales ardientes. Los chicos desvistieron a la madre y unos pechos bamboleantes, enormes y blancos aparecieron. Los gemelos se prendieron a los pechos de la madre. Succionaban y las chupadas eran tan fuertes que se oían en toda la casa.

__¡¡¡Ahhhh, coman las tetas de mamá!!!__ el viejo ponía los ojos en blancos, mientras la mujer se sentaba en la vergota potente del curandero. La lengua de la mujer se perdía entre los dientes del hombre. Quique se corrió de las tetas de la madre y fue acomodándose entre las nalgas grandes de la mujer. La lengua busco el orificio. Lo lamió, la mujer, su madre, se fue abriendo, dilatándose de a poco. Dejando a la luz el agujero palpitante que deseaba verga. Quique apoyó su pija en el trasero. Empujo y fue entrando. La mujer se movía mucho mas. Casi saltaba sobre la vergota de aquel viejo curandero. La leche no tardo en salir. Los borbotones chorrearon en la vagina de la madre de los gemelos. Ella mordía el cuello del hombre y gritaba al tener enterrada una pija en su culo. El viejo casi desmayado sentía palpitar la pija en el interior de la mujer. Tito entretanto besaba las tetas de la madre. Las mordía. Las acariciaba.

Unos instantes después la mujer cambió de lugar permitiéndole salir al don Santos. Su lugar lo ocupo Tito. La conchita de la mujer se tragó la espada de su otro hijo. Ahora era el viejo quien había llegado a las mamas de la mujer y se extasiaba con ellas. Chupándolas, mordiéndolas. La mujer estaba en un grito constante de delirio y gozo.

__¡¡Ohhh, mis criaturas, hagan feliz a mamá!!__ les decía a sus chicos. Mientras estos se vaciaban en sus respectivos agujeros.

__¡¡Ahhh quiero sus leches, ahh la quiero toda!!!__ gritaba como desquiciada la mujer. Los chicos salieron del cuerpo de su madre. Los cuerpos quedaron resoplando esparcidos por allí.

__¡Oh, madre, has hecho una entrada memorable!!__ dijo Tito

__Los busqué y la empleada me dijo que habían rumbeado para acá

__¡Pero mamá, eres imposible!

__Veo que tienen una relación muy abierta

__Pues claro, creo que no está mal

__Por supuesto creo que no señora, es usted muy hermosa

__Gracias, don Santos, tenía referencias sobre usted

__¿Y como es eso?

__Y usted ya sabe, es un pueblo chico y las noticias se corren, parece que usted ha atendido bien, muy bien, a mucha gente, mujeres, chicos, chicas, hombres…

__Digamos cualquier ser vivo que anda por allí

__Bueno uno hace lo que puede

__No se haga el humilde__ exclamó Quique, acariciando sin descanso la víbora agotada del hombre. La mujer pidió permiso para pasar al baño. Los hijos y el hombre la vieron caminar con su culo desnudo y bello a pesar de su madurez.

Al rato salió trayendo consigo un aroma rico y trastornador. Ya su hijo Tito estaba dentro del aro del viejo curandero. Le daba bomba, en tanto que su hermano Quique se hacia mamar la verga. La mujer observó un momento y luego se acercó a Quique y comenzó a pasar su lengua por el culo parado de su chico. La lengua prontamente se perdió por el canal sediento. Llegó al anillo y lo chupo. Quique pegó un salto pequeño. La lengua de su madre lo lamió, bañando aquel pequeño agujero. Quique bramaba de placer. Así estuvo un rato. Luego paso a buscar el anillo de Tito. Con sus manos abrió la zanja del chico y perdió su cara entre las medias lunas blancas y duras. La lengua mojada se apropió del blanco. Hundió su estilete allí haciendo que Tito prontamente largará su líquido dentro del viejo que gozaba sin parar.

El garrote del curandero se levantó nuevamente. Hasta allí la señora de Bua avanzó pronta con su boca preparada. Engulló finamente el garrote. Lo baño de saliva al instante. Se acercaron sus dos hijos y entre los tres iban acariciando y mamando como si fuera una fruta jugosa el mástil duro del viejo. Las bolas del viejo eran tragadas con una boca y con otra. Se la pasaban de un lado a otra. El garrote del viejo era succionado por la madre y los gemelos. Los tres querían devorar al viejo. Los dedos gentiles recorrían el cuerpo del hombre caliente. Hirviendo. Acariciaban las bolas , se hundían en el túnel abierto y dilatado de su culo. El curandero ponía los ojos en blanco. Los gemelos y la madre eran animales desaforados, insaciables.

La señora Bua se clavó en el orto aquella tranca endurecida. Lo cabalgo unos momentos. Los gemelos besaban alternativamente al hombre y luego a la mujer. Atrapaban las mamas de su madre y las chupaban, la mordisqueaban. Las lamían.

__¡¡Ohhhh, si, así, cógeme, clávame en el culo, sí, síiiii!!__ gemía la señora Bua. Los gemelos se metían los dedos en el culo, abriéndose, preparándose para recibir nuevamente el garrote del viejo. Tito y Quique, se fueron turnando con la madre golosa para recibir en sus anillos, la porción de verga que les tocaba. Cuando don Santos anunció que llegaba su acabada, las tres bocas rodearon el mástil que los roció con su néctar espeso y blanco. Las tres bocas tragaron todo lo que lograron recoger. Se lamieron entre sí. El hombre creía que se iba a desmayar. Los gemelos y la madre quedaron limpiándose y recogiendo toda la leche iban calmándose lentamente.

Los cuerpos estaban al borde del desfallecimiento. Tito acariciaba las piernas de su madre, Quique besaba el pecho del viejo mordisqueando las tetillas de este. La señora Bua lamía el cuello de Tito de vez en cuando. Así pasaron varios minutos.

En un momento la señora Bua se puso de pie y busco el bolso que había dejado a un costado apenas había entrado en escena. De allí aparecieron un arnés con una tremenda pija de color llamativo. Además sacó una botellita con una especie de aceite. Se colocó la tremenda espada. Los hombres miraban. La roció suavemente con el aceite. La pija brilló. Se ajustó finalmente la poronga y de pie los invitó.

__¡A ver, muéstrenme sus culos, insaciables!!!

__¿Qué quieres madre?__ preguntó sonriente Tito

__¿Qué pretendes mujer?__ inquirió don Santos divertido.

__¿A ver, quiero sus culitos, vamos, vamos de rodillas!!!__ la orden de la mujer dio respuesta inmediata. Tito, Quique y el viejo se arrodillaron sobre el sillón grande y sacaron sus culos hacia la mujer que los apuntaba con la enorme poronga ficticia. El aceite corrió por los agujeros deseosos. Quique sintió el enorme pijón entrándole y se sacudió. Luego siguió el turno del viejo y luego fue Tito, la mujer fue cogiéndolos a cada uno. Les entraba con la espada y los bombeaba un buen rato, arrancándole clamores y gemidos de calentura.

Cuando llegaron las primeras luces del atardecer, la mujer aún seguía cogiéndolos. Luego de aquel día los hombres estuvieron adoloridos por unos cuantos días.-