Don santos, el curandero 10

Siguen las aventuras del curandero

DON SANTOS, EL CURANDERO 10

Era cerca del mediodía cuando llegó a nuestra puerta un vecino. Era un muchacho aún joven. Se lo veía preocupado y con cierto nerviosismo. Cuando abrí la puerta, casi que se abalanzó sobre mi. Preguntaba desesperado por el curandero. No me percaté de que estaba acompañado por un muchachito de facciones hermosas. Era un jovencito precioso. De ruborizadas mejillas. Cejas tupidas, una nariz no demasiado grande. Su piel parecía de porcelana. Todo eso lo fui descubriendo mientras el hombre joven preguntaba una y otra vez si el curandero podría atenderlo.

__¡Necesito verlo a don Santos!__ expresaba el hombre.

__¡Espere! Ya lo voy a ir a buscar….

__¡Es que estoy desesperado,,, necesito hablar con el!!__ mientras decía esto miraba de un lado para el otro. Buscaba al viejo curandero.

__Ya viene__ dije yo

__¡Gracias!!¡Gracias!!

__Porque no se sienta un momento. ¿Quiere algo de tomar?

__Un vaso de agua…

__¿Y para el chico?__ pregunté, sin poder quitar los ojos de encima de aquel hermosos varón.

__También con un vaso de agua está bien__ me perdí por la casa. Busqué lo que habían pedido y se los alcancé. Ellos bebieron unos sorbos. Estaban en silencio. Ahora más tranquilos. Cuando apareció el viejo el hombre sonrió. Se puso de pie

__¡Buen día don Santos!__ saludó el hombre joven

__¡Buen día muchacho!

__¿Puedo hablar con usted?

__Por supuesto, ven, entra__ el chico miro como el hombre se perdía tras la puerta y me miró. Le tomé la mano suave y lo lleve a la cocina. Tras las puertas el hombre joven hablaba.

__Todo empezó hace un tiempo….

__¿Cuanto?__ preguntó el viejo

__Tal vez cuando murió la madre. O desde que nació. Yo no lo quería ver.

__¿Qué es lo que no querías ver?

__Sus cambios… nunca le gustaron las cosas de los chicos. Quería jugar a la casita, a cuidar al bebé, cosas de chicas. Su modo de moverse. Su modo de hablar.

__¿Tu lo dejabas hacer?

__¡No! Yo hacía todo lo posible para que cambiara. Le decía que tenía que jugar a la pelota, trepar árboles, que se yo, no sé, no sé si hacía bien o mal, pero yo intentaba…el seguía sin cambiar y me fui cansando…una noche se vino a dormir a mi cama y lo deje con tal de dormir

__¿Y qué pasó?

__Al principio nada. Todo bien. Sus actitudes fueron acrecentándose. Ya casi era… era…

__¿Qué era?

__¡Una chica, una niñita!

__Vaya, vaya…

__Así fue y entonces las noches fueron pasando, los días, las noches, una madrugada, no sé que hora era, me desperté como en un sueño. Sentía mi verga muy dura. Muy tiesa. Sentía una boca cálida. Todo era como un sueño. Entre dormido fui abriendo los ojos y reconocí que estaba en mi cama y que la boca era… de mi chico… pasaba la lengua por mis bolas duras, abrí los ojos por completo, la calentura me ganaba…

__¿Y?__ preguntó el artero viejo

__Lo dejé hacer, sus chupadas era vibrantes, pasaba la lengua por mi cabeza brillante, se lo metía otra vez en su boquita y succionaba, era placentero, no sabe cuanto, mis calzoncillos estaban por mis rodillas y el los fue bajando hasta sacarlos del todo. Me abrió bien las piernas y en medio de mis piernas se había adueñado de mi poronga de manera infernal. Con sus manitos masajeaba mi mástil y lo volvía a besar. Yo gemía enloquecido. Creyendo que ya no era mi chico, era una niña que había fagocitado a quien fuera una vez mi hijo. No sabe con que placer bebió la leche que salía de mi verga. Tragaba descontroladamente. Mis gritos retumbaban en aquella habitación. Me retorcí hasta largar toda mi crema. El quedó jugando un momento más con la vara, que había perdido un poco de fuerza.

__¿Te gustó papito?__ me preguntó sonriendo. Yo sudaba con una pena muy grande dentro de mi. Pero a su vez con un tremendo placer exacerbado. Desconocido en mi. Lo único que atiné a  hacer fue tomar su cara y besarlo profundamente entremezclando saliva con mi propio semen.

__¡Guau!¡Que caliente!

__¿No le parece que este mal?

__¿Vos la pasaste mal, lo obligaste mal al chico, lo amenazaste?

__No para nada… pero es mi hijo…

__¿Tu hija?

__Bueno como sea

__¿Y eso continua hasta el día de hoy?

__Hace como un año ya

__Pero ¿Y por qué viniste?

__ No sé, tal vez, por culpa, a ver si se podía cambiar algo

__¡Amigo, cálmese, esto es así, acéptelo y sea feliz…__ el viejo no terminó de decir esto cuando apareció Clara y lo llamó haciendo señas. El curandero se levantó del sillón y pidiendo permiso se retiró del cuarto.

__¿Qué pasa niña?

__Tengo una sorpresa para ti, ven__ Clarita tomo de la mano al viejo y lo condujo a su propia habitación. Allí estaba la otra niñita. Con un vestidito rosa claro. Con pelito largo. Rasgos hermosos. Labios pintados. Una boquita hermosa.

__¿Te gusta?__ preguntó socarrona la chiquilla

__Pero Clara, está el padre allí…

__Tu no te preocupes, yo me ocupo, se llama Julia__ dicho esto se marcho. Julia avanzó sobre el hombre. Lo tomo de la mano y lo condujo al baño.

__¿Te gusta lo que ves?__ preguntó ella

__Sí claro__ la niña aflojo el cinturón del hombre. El pantalón cayó al suelo. La niña miró la vara enorme. La rozo con su mano. Abrió el grifo. Tomo jabón. Comenzó a lavar la vergota que se iba alzando. Se hinchaba mientras ella masajeaba la vara. Las bolas también fueron masajeadas. El curandero gemía suave. Su poronga se alzaba y se tensaba cada vez más. Las caricias de Julia eran realmente calientes y sensuales. Al hombre se agitaba. La chica tomo la toalla y la secó. Luego volvió a tomar de la mano al hombre y lo llevó rumbo a la cama. Don Santos se sentó al borde de la cama. Ella se arrodillo. Respiro y soplo la pijota. Con su lengua empezó a probarla, tal cual, fuera un helado. En un momento abrió la boca y se metió la enorme cabeza del  vergón. Lo comió. Le daba grandes chupadas y ella gemía.

__¡Hummm, que rico, no había probado una tan grande, abuelito, tu vergota me encanta!!!__ siguió con las chupadas. Parecía que quería arrancarlo del cuerpo del viejo que cada vez se sentía más caliente. Ella abrazó la víbora en sus manos. La sacudía. La llevaba hacia arriba y la llevaba hacia abajo.

__¡Oh, querida, eres fatal!!!__ gemía entre dientes el curandero.  Julia besaba las pelotas grandes. Les daba pequeñas lamidas. Le daba besitos y pequeños mordiscos que hacían la delicia del veterano.

__¡Ohhh, muéstrame tu cuerpo, hazlo!!__ ella se puso de pie. Se quitó el vestido dando la espalda al hombre. Apareció una colita redonda. Provocadora. Sensual. Paradita y fresca. La tanguita que tenía colocada se le perdía en la zanja del ojete hermoso. El viejo la acarició. Ella gimió y se arqueó como reptil. Movió sus caderas. El viejo atrapo las nalgas con sus manos. Las apretó. Las acarició. Aún tenía colocado el corpiño, también se lo quitó. Se giró y ante el hombre aparecieron unas incipientes tetitas. El viejo arrimó su boca para disfrutar aquellas frutitas dulces y sabrosas. Las chupó. Ella abrazó la cabeza del hombre apretando aún más contra su pechito. La pija de Julia reventaba la tanga por delante. Mientras el viejo chupaba las tetitas acarició la cabeza. El hombre mordía y lamía el cuello blanco y delgado. Por fin los labios se encontraron. El hombre siempre sentado. La chica de pie. La verga de ambos alzada. Las manos del viejo llegaron a la parte de atrás. La tanguita fue cayendo. El viejo la quitó. Abrió las nalgas. Hurgó hasta llegar al arito  deseoso. Lo frotó. Lo masajeó. Mientras comía la lengua de Julia.

El viejo la puso en cuatro patas. Arrimó su boca. Mordió las nalgas. Las besó. Luego paso por allí su lengua degustando el salobre de la piel. Abriendo el canal. Alcanzó el agujero. Lo llenó de saliva. Le metió la lengua. Inundó el canal. Lo penetró. Ella movía la cola como una gata rabiosa. Traspasada de placer y calentura. Ardida. Los dedos que se hunden definitivamente. El hombre ahora se coloca detrás. Apoya su instrumento. La cabezota de la verga intenta entrar. Hace fuerza. Ella da pequeños grititos mientras va engullendo la poronga endiablada del viejo curandero.

__¡¡Ahhh, abuelito, es tan grande, ahhhh, despacio, despacio!!!

__¡Sí, claro, va despacio!!!¡¡Cómelo, cómelo!!__ el pistón del viejo entró todo. Las bolas golpearon las nalgas. El culito apretado de Julia parecía que succionaba la enorme pija. Don Santos gozaba de aquella cola, entrando, moviéndose, con cadencia, con ritmo. El anillo de la chiquilla se había dilatado por completo.

Mientras tanto en la cocina Clarita se había apoderado de la morcilla del padre de Julia. Lo acariciaba. Besaba el pecho del hombre y el hombre enloquecido hurgaba en la conchita mojada de Clara. Ella besaba las tetillas y lamía el pecho. Con sus dedos rozaba y masajeaba la verga de aquel hombre joven. Hacía mucho tiempo que aquel ser no estaba con una mujer y aquello le resultaba como estar en el paraíso.

Cuando Clara se apoderó de la pija con la boca el hombre dio un grito ahogado, casi con vergüenza.

__¿Te gusta?

__¡Ohh sigue, sí, sí, sigue, ahh, ahh!!!__ la cocina se inundó de golpe con aquellos gemidos enloquecidos del hombre joven. Clara le tragaba la verga y le chupaba las pelotas. El tipo estaba de pie. Se apoyaba con sus manos a la mesa. Su ropa había caído al piso. Clara le dominaba la verga y el estiraba el cuello hacia atrás y gozaba. Las manos acariciaban las bolas llenas. Con la otra manito se aferraba a la verga y la masturbaba. Los gemidos del padre de Julia eran cada vez más fuertes y atronadores. En un momento dado el hombre tomó el control y se acomodó de tal forma que empezó a comer la conchita de la chiquilla que se retorcía y gemía. La lengua del hombre entraba en aquella caliente cuevita. Llena de flujos y jugos ricos que el chupaba como miel.

__¡Oh abuelito como me coges!!__ decía Julia

__¡Oh, oh, me vengo, acabo, oh acabo!!__ casi gritaba el curandero. Se aferraba a las caderas y largaba su leche espesa en la cola. El viejo cayó sobre la chica sintiendo aún su verga dura. Con su mano alcanzó la verga de Julia y la comenzó a acariciar sin remilgos. Los gemidos de la chica se hacían sentir. El curandero sobaba la pija mientras el sacaba su vergota de aquella sedienta cola. Luego buscó con su boca la verga dura y joven. El viejo la comió sin descanso. Las bolas de Julia fueron deglutidas por el viejo que se extasiaba con el cuerpo aquel. Su vergota no decaía. Julia la acariciaba, apenas, de vez en cuando la tocaba con la yema de sus dulces dedos. El viejo gemía salvaje. Bufaba. Así fue que Julia llegó al culo del hombre. La lengua de Julia abrió el ojete. Lo fue besando y llenando de jugo. El viejo se retorcía de placer. La boquita de la chiquilla era fogosa y perversa. El se abría más y más. Julia entró con un dedo y luego dos, la vergota granitea del viejo se alzó descomunalmente otra vez. Julia se agitaba sin dejar el orificio del hombre. Cuando el curandero no aguantó más, se acercó con su cola a la verga de Julia que acostada de espaldas observaba la cara de placer que tenía el viejo cuando se enterraba la estaca en su culo.

El padre de Julia entraba en la cueva de Clara. Sobre la mesa de la cocina, con las piernas sobre los hombros del hombre, este la ensartaba hasta el fondo. Clarita gemía y estiraba sus piernas al máximo. Sentía la verga del hombre que la cogía casi con desesperación.

__¡Estas tan caliente!!

__¡No sabes cuanto, ahh, eres lo mejor, me encanta tu conchita, ah, muévete nena!!!__ las bolas golpeaban las nalgas de la chica. Ella estaba tan abierta. Al hombre esto lo colmaba. Sentía que aquella mujercita lo gozaba de verdad. Sentía que se desmayaría de placer en cualquier instante.

El viejo curandero cabalgaba sobre Julia. De vez en cuando se acercaba a la boca y se fundían en pegajosos y furiosos besos calientes. El viejo casi saltaba sobre la estaca de Julia que entrecerraba los ojos y gemía locamente. La carita de ángel se fue desfigurando y volviéndose color rojo cuando rítmicamente fue llenando el culo del hombre. Largo todo su simiente dentro del hombre que gemía repleto. Se unieron nuevamente en besos profundos y largos, como viejos amantes. El viejo salió de su enclavamiento y se tiro al costado de Julia con su tranca alzada, venosa y fuerte.

El padre de Julia se sacudió intempestivamente y fue largando su semen dentro de Clara que mordía el cuello del hombre agradecida por la cogida. Quedaron pegados unos momentos en aquella mesa de la cocina.

Julia se tiró encima de la tranca férrea del curandero. Su boca se abrió y la tragó. Su lengua la acariciaba. Lamía aquel pedazo enorme. Cuan largo era el recorrido. Se detenía para luego comenzar nuevamente. El viejo gemía y apretaba las sábanas a merced de la boca de aquella sanguijuela fatal. Con las manos apretaba el fierro. Lo amoldaba a sus manos. Sacudiendo semejante animal erecto. Fascinante. Mordía el capullo. Le pasaba la lengua lamiendo como gato hambriento. Así fue recibiendo el néctar que le regaló el viejo curandero. Ella bebió la miel. Estuvo unos momentos limpiando bien la herramienta del hombre que bufaba de placer arañando la tela. Ella no dejaba el juguete porque este no caía. Era una roca. El viejo se desconocía. Hacía mucho que alguien no hacía que su erección se mantuviera por tanto tiempo, pero no se disgustó y no se apuró tampoco. La dejó hacer. Julia seguía acariciando la herramienta mientras besaba las tetillas del curandero, sin soltar la estaca. Se siguieron besando. Chupando sus lenguas. Llenándose las bocas de salivas.

El padre de Julia fue recordando porque estaba ahí y se preguntaba que sería de su hija. ¿Dónde estaría?¿Con quién? Mientras caía en la cuenta de esto, Clara hurgaba en su trasero. Entrando con su boquita. Lamiendo. Sentía que aquella chiquilla lo volvería a poner a punto y la dejo hacer.

En tanto el viejo curandero seguía acostado con Julia que le regalaba una nueva mamada, mientras el hundía sus dedos en la colita que pedía nuevamente una poronga dentro y el viejo sabía que tarde o temprano lo volvería a clavar allí.-