Don Salvador: Mireia y Evelyn, sexo en el faro
Don Salvador desvirga a dos morbosas jovencitas, Mire y Evy, que ha seducido con sus relatos de sexo gótico.
DON SALVADOR: MIREIA Y EVELYN, DESVIRGADAS EN EL FARO
Me llamo Salvador Plembós, y tengo… Bueno, digamos que bastantes años… Mi deporte favorito, lo reconozco, tiene siempre por escenario una cama o un lugar similar y tengo una bien ganada fama de garañón en celo constante. También me apasiona la literatura gótica, especialmente la que nos habla del erotismo de los ambientes misteriosos, afición que adquirí cuando, de joven, estuve en las reuniones de una de las numerosas sectas ocultistas y esotéricas de Barcelona, la ciudad de mis estudios y de mis secretos, aunque he vivido siempre en mi pequeña ciudad natal de una comarca del interior, en la que no os puedo negar que he creado hace bastantes años un grupo con esas misteriosas aficiones.
He pasado el fin de semana con dos bellas adolescentes, Mireia y Evelyn, en mi refugio de la costa -tengo otro en las montañas-, un antiguo faro en un acantilado en el que me suelo reunir con mi grupo gótico en las noches de luna llena. Las dos desde hace ya tiempo -cuando eran más pequeñas ya venían con sus mamás-, acuden siempre a mis populares narraciones de cuentos de misterio y terror en el Casino Centro Social de nuestra pequeña ciudad. Mi abuelo fundó el Casino y también la fábrica de la familia, que hoy es la empresa más importante –en realidad casi la única, ya sabéis, la crisis no perdona- de esta capital comarcal.
Mireia y Evelyn, dos guapísimas estudiantes de secundaria del instituto local –sus padres, claro, trabajan en la fábrica- habían quedado morbosamente seducidas cuando aterroricé aquel día a mis oyentes narrando las explícitas implicaciones sexuales del tercer capítulo del libro secreto Necronomicon que encontré en la Finis Orbis de la biblioteca del monasterio de Sant Hug, en los Pirineos cercanos al Mediterráneo, y del extraordinario hecho de que Gatacolorada, escritora excepcional de TodoRelatos, haya tenido la suerte de encontrar, según ha explicado a una amiga común, otro ejemplar del Necronomicon en una vieja librería de Tucumán, Argentina, procedente de una familia de judíos conversos que huyeron de Toledo a América en el siglo XVII.
Cuando contemplé las dos bellas jovencitas mirarme embobadas y observando fascinadas el mágico tatuaje que luzco en uno de mis brazos, pensé enseguida en la leyenda de Cthulhu, enigmático ser primigenio que, según el Necronomicon, despertará algún día de su profundo sueño en la ciudad sumergida de R’lyeh, cuando los planetas se alineen, y regresará para cobrar su tributo: mil doncellas cogidas y montadas en su nombre por seres primigenios como yo iluminados por los secretos del mar.
En Agosto de 2011 ya se ha producido hace pocas semanas la alineación planetaria, y yo ofrezco aquí a Cthulhu en sacrificio de sexo a dos de las mil vírgenes que él demanda, Mire y Evy. Éste es mi relato:
Mireia y Evelyn: mi tributo de sexo a Cthulhu
Tal como os decía antes, fue fácil llevarme las dos jovencitas al faro del acantilado después de haberlas seducido o incluso abducido con mis conferencias y mis conversaciones particulares con ellas después de haberse acercado a hablar conmigo del erótico y morboso tercer capítulo del libro. Cuando les propuse una excursión de fin de semana, nosotros tres solos en mi torreón del faro en los acantilados de la costa para conocer más historias de extraños seres del mar y explicarles en voz baja y en la intimidad sus relaciones con muchachas humanas, se miraron entre ellas riendo nerviosas, mientras yo las agarraba cariñosamente por la cintura, y enseguida me dijeron que bueno, que sería divertido. Les advertí que podrían pasar cosas extrañas, que tenían que ser valientes y dispuestas a todo si me acompañaban, y ellas, como respuesta, me dieron un besito cada una y me dijeron con cara perversa y al mismo tiempo pícaramente ingenua:
-Qué miedo, don Salvador… ¡Ya estamos aterrorizadas!
No sabía yo si imaginaban algo de lo que les esperaba. Pero creo que nunca se arrepentirán de haberme acompañado aquel fin de semana. O tal vez sí, tal vez algún día en el futuro, cuando sean tranquilas madres de familia esperando a sus hijos en la puerta del colegio, la vergüenza de lo que hicimos juntos supere al placer del recuerdo.
Llegó la tarde del viernes. Salí de las oficinas de la fábrica después de las tres de la tarde, pasé por mi residencia y luego fui a buscarlas al discreto lugar que habíamos acordado, una esquina desierta del parque local. Allí estaban las muchachitas, y desde lejos me saludaron al ver que ya había llegado. Paré y bajé a subir sus bolsas. Las dos estaban muy guapas, y llevaban unas indumentarias deliciosas, aunque poco importaba como fuesen vestidas, yo no esperaba alejarme mucho del torreón del faro en todo el fin de semana. No era correr por las rocas del acantilado precisamente lo que yo había planificado que íbamos a hacer las dos chicas y yo…
Evelyn llevaba un jersey blanco de aquellos que dejan al aire la cintura y unos tejanos ajustados cortados a mano a la altura del culo, de forma que todos sus hermosos y todavía blancos muslos quedaban al descubierto. En los pies, unas sandalias de tiras de cuero. Muy linda y sexy, desde luego. Mireia iba vestida de forma algo más inadecuada para ir al mar. Se notaba que no tenía mucha idea de adónde íbamos, pero estaba más sexy que nunca. Normalmente vestía con estilo desgarbado, chándales o ropa deportiva, pero hoy llevaba un conjunto a la última moda. Una camiseta ajustada azul cielo y unos shorts extremadamente cortitos, de color blanco, que dejaban también al aire sus deliciosos muslos. Y unas botitas abiertas de verano más elegantes que las sencillas sandalias que llevaba Evelyn. Era algo demasiado elegante para ir al mar, pero estaba absolutamente encantadora.
Al encontrarnos, Mireia me dio un beso en la mejilla y, después de guardar las cosas en la parte de atrás de mi auto todo-terreno, se sentó a mi lado. A Evelyn le di el beso yo, casi buscando sus labios, aunque me esquivó adivinando mi intención, y vi como enrojecía y sonreía. Se sentó en la parte trasera, de manera que yo solo tenía que desviar los ojos al lado para ver los muslos de Mire o mirar por el retrovisor para encontrar la cara de Evy. Las chicas sintonizaron en la radio del auto su emisora favorita, con un volumen demasiado alto, pero no me molestaba, todo lo contrario, me encantaba seguir sus movimientos al ritmo de la música adolescente, como si bailasen sentadas mientras circulábamos por la congestionada carretera. En algunas ocasiones, al cambiar de marchas, utilicé el viejo truco de hacer como que me equivocaba, poniendo mi mano en la rodilla de Mireia y buscando subir hacia la cara interna de su muslo. Ella me miraba y sonreía nerviosa mientras apartaba la pierna y yo volvía a concentrarme en la palanca de cambios.
Después de una hora y media circulando al límite de la velocidad permitida, vimos el mar, giré hacia los acantilados, abandonando la carretera de la costa y llegamos poco después por fin al torreón del faro por una pista de tierra, polvo y piedras en no muy buen estado. Paré el auto al lado de la puerta, y bajamos mis atrevidas y curiosas amiguitas y yo. Abrí la puerta. Había mar de fondo, el ruido de las olas golpeando las rocas era el rumor constante que acompañaba nuestros pasos mientras de vez en cuando el aire del mar nos traía gotitas de la espuma que saltaba al viento al romper las olas contra las rocas.En la planta baja del antiguo faro había la cocina, un lavabo, y una pequeña salita que hacía de salón y de comedor, con unos muebles muy antiguos y un viejo sofá que servía para dormir. Subían unas escaleras de caracol, hasta llegar al nivel superior, en el que una pequeña habitación, con una litera, un viejo despacho de trabajo y una escalerita que da acceso a la sala de luz del antiguo faro, aún con posibilidad de ser activado en en ciertas ocasiones conmemorativas.
A Mireia y Evelyn les encantó todo lo que vieron, especialmente la visión de la costa embravecida desde la sala de luz. Regresamos a la zona inferior, donde habían dejado las bolsas que llevaban, y me preguntaron si dormiríamos allí o arriba. Sonreí de la forma más misteriosa que pude y les dije que no, que aquella estancia es muy pequeña, que el dormitorio principal del faro lo he instalado bajo tierra, eso era una de las sorpresas que iban a tener, íbamos a dormir en una antigua gruta secreta de piratas y contrabandistas a la que, además de desde el interior del faro, sólo se puede acceder por un estrecho laberinto submarino que sale a mar abierto en un acantilado casi medio kilómetro al norte, acceso que tengo convenientemente bloqueado para evitar visitas inesperadas.
Colocamos en la cocina de leña una parrilla de hierro, y empezamos a asar lo que yo había traído, unas enormes salchichas típicas de nuestra comarca, famosas porque se parecen en su aspecto a un gran pene. Junto a ellas asamos también en las brasas unas chuletas y costillas, unas cuantas patatas, unos tomates, cebollas, berenjenas, pimientos rojos y calabacines, de forma que enseguida tuvimos unas deliciosas verduras para acompañar las salchichas y las chuletas. Ellas habían traído pan caliente del horno de la tía de Mire, de manera que pronto estábamos sentados en la mesa cenando. Aunque a ellas no les gusta mucho el vino, les serví varios vasos de un vino especial de una bodega de mi comarca, obtenido en una ingeniosa mezcla casera de dos partes de tinto y una de vermut. Su sabor les encantó, iba muy bien para acompañar la cena, y, de paso, se iban animando y entonando para la nochecita que les tenía preparada. Siempre he comprobado que las chicas están mucho más cariñosas y decididas a jugar en la cama cuando han tomado un buen vino o unas cervecitas con una buena cena de carne o marisco…
Pronto las dos muchachitas tenían las mejillas enrojecidas y entonaban canciones populares de diversos estilos que yo iniciaba. De postre saqué unas galletas de chocolate, y abrimos una botella de un licor artesanal llamado ratafía hecho con extractos de conocidas hierbas y frutos secos. Es muy bueno, pero se sube rápidamente a la cabeza y, claro, je, je, la leyenda dice que tiene propiedades afrodisíacas. Les puse sólo una copita a las nenas, yo quería que estuviesen alegres y predispuestas a jugar conmigo, pero no que se me durmieran allí mismo, con el sopor de la cena y la bebida. Y yo tomé la precaución de tomarme una de mis pastillas azules para poder satisfacer bien mis deseos gozando de los cuerpos espléndidos de las dos jovencitas si aquella noche salía todo como yo había previsto, ya sabéis, como dice mi doctora, he de tener en cuenta de que aunque mis ansias son tan vivas como siempre, mi cuerpo tiene ya tal vez demasiados años para ciertos excesos juveniles. Me recetó esas pastillitas, pero me recomendó, claro, que a mis años no abuse demasiado de ellas…
Enseguida me di cuenta de que las adolescentes ya estaban bastante mareadas, de manera que les sugerí bajar a la cueva para ir a dormir bien prontito y levantarnos no muy tarde. Recogimos y ordenamos los restos de la cena. Abrí entonces una pequeña puerta de hierro camuflada en la pared y las invité a descender a la cámara subterránea. Me preguntaron con voz inquieta si íbamos a dormir los tres allí, y les confirmé que así era, y vi como se miraban y se agarraban de la mano, con una especie de sonrisa nerviosa. No dijeron nada, continuamos bromeando, mientras yo les comentaba sonriendo que era mejor que estuviésemos juntitos en la misma habitación, que en el mar por la noche se oyen muchos ruidos e iban a pasar mucho miedo si estaban solas. Como estaba bastante oscuro, yo llevaba de la mano a Mireia, y ella a Evelyn mientras bajamos la escalerita y entramos en la estancia dormitorio de la gruta. Se quedaron asombradas, yo diría que con la boca abierta, tal como me imaginaba. La iluminación, de tonos marinos azulados y verdosos, da a todo un aspecto fantástico e irreal. La climatización es perfecta, ni frio ni calor. En un rincón de la gruta, una piscina natural de agua de mar iluminada desde el fondo entra por una estrecha galería a la que es imposible acceder desde el exterior. En la pared central, una cama de matrimonio, grande, muy cómoda, comprada en una subasta de antigüedades marinas, decorada con elementos surgidos de las leyendas de los océanos. Unos arcones piratas hacen a la vez de armarios y asientos. Puse una suave música ambiental relajante con sonidos de paisajes marinos.
Me fui al lavabo empotrado en una de las paredes de roca mientras las jovencitas sacaban sus cosas de las bolsas y se preparaban para ir a dormir. Cuando salí, las dos se habían cambiado, y estaban en pijama. Empecé a desvestirme mientras ahora ellas iban juntas al lavabo, como hacen siempre las chicas. Me quité los pantalones, la camisa, los zapatos y los calcetines, y me unté con aquella colonia de fresco olor masculino de aromas herbales que yo había comprobado tantas veces que excitaba a las mujeres. Mireia y Evelyn salieron del cuarto de baño riendo. Se pararon sorprendidas al verme ya en la cama casi desnudo del todo invitándolas a venir a acostarse a mi lado. Mireia le dijo algo en la oreja a Evelyn, y se sonrojaron tapándose la boca con una sonrisa nerviosa. No estaban nada asustadas, las vi como algo aceleradas, efecto, supongo, del buen vino y el licor de la cena. El hecho es que vinieron a saltitos, y, sin dejar de reír, se acostaron a mi lado, yo en el centro de las dos. En la cueva había ahora un agradable calorcito originado en las columnas térmicas camufladas que yo he hecho instalar, y no nos tapamos, nos quedamos unos momentos sin hacer nada, hasta que tomé la iniciativa. Empezar cuanto antes era lo mejor.
En ese momento, con una brisa húmeda de los abismos, llegó el aliento de Cthulhu y se introdujo en mi, me invadió una ansiedad de anhelante lujuria mientras aparecía en Mire y Evy una desconocida sonrisa de malicia mirando absortas mi cuerpo, abducidas por la sombra de las profundidades del inminente sexo desconocido y presentido… Y a partir de aquel instante Cthulhu sintió lo que sentí, y gozó lo que gocé… Los dos éramos uno… Las adolescentes me enloquecían y enervaban, y, claro, no me demoré en tomarlas…
Les dije, agarrándolas de la mano, que íbamos a jugar a monstruo y doncellas. El monstruo era yo, claro. Evelyn dijo que no me pasase. Añadí que iba a ser muy divertido, y, sin perder tiempo, me giré hacia Mireia, metiendo rápidamente mi mano por debajo del pijama, sintiendo la suave piel de su cintura a mi alcance. Agarré con la misma rapidez uno de sus pezones y lo apreté. Mireia dejó ir un gritito histérico, pero aproveché para sujetarla y apretar mis labios contra los suyos, besándola al mismo tiempo que introducía mi lengua en su boca, notando el gusto fresco a goma de mascar de melón y fresa. La jovencita, en realidad poco sorprendida, intentó girar la cara y hacer como si se resistiese a mi caricia, pero yo le di un chupetón en el cuello y volví a besarla, mientras ella dejaba que mi lengua buscase la suya al tiempo que mi mano bajó por su cintura, desde los pezones hasta más allá del ombligo, por debajo del pantaloncito del pijama, hasta tocar su sexo cubierto por la braguita. Ella volvió a dar un gritito y yo seguí mi recorrido, acariciándole ahora la piel de la parte interior de sus muslos. De todas maneras, la verdad es que Mireia no hacía el más mínimo gesto real de oponerse, estaba como paralizada ronroneando como una gatita, dejándome hacer, mientras yo notaba como la blanca piel de su cara enrojecía más y ardía a cada contacto de mis labios y mi lengua.
Volví a oír a Evelyn decir que me estaba pasando mucho, y entonces me giré hacia ella, dejando suavemente a Mireia. Me lancé encima de su cuerpo, sin dejarla reaccionar, la sujeté, la besé en los labios y empecé a lamerle la cara. Evelyn me miraba con los ojos muy abiertos y empezó a gemir cuando le subí la camiseta y me dediqué a chuparle los pechitos como si yo fuera un bebé y ella mi mamacita. Sentí entonces, mientras yo acariciaba ahora los muslos de Evelyn con mis manos dentro de pijama de la muchachita, que Mireia se abrazaba a mi espalda y me besaba el cuello. Evelyn también estaba pegada a mí, quieta en la cama, respirando agitadamente, y tomé la mano de las dos jovencitas, decidido a ponerme de una vez encima de ellas y estrenarles el coñito a las dos… Ellas sabían que habíamos venido a eso, no eran tan tontas como para ignorarlo, era evidente que les encantaba la morbosidad de nuestro común juego perverso…
Me fijé en el bulto que hacía mi pene, afortunadamente tan recto, tieso y enorme como siempre, y me hizo gracia pensar que aquella iba a ser la segunda cena de las dos muchachitas, su auténtico postre, tal vez su juguete. Mis ojos se cruzaron con los de Mire, ella me sonreía y yo la miraba con el fuego ardiendo ya en mi cuerpo. Yo estaba en el centro, entre Mireia y Evelyn, y, a poco, las atraje hacia mí notando sus cuerpos en mis costados. Su piel, la de las dos, era suave, tierna, con olor a jabón de vainilla, y ardía igual que la mía… Casi las coloqué encima de mi, una a cada lado, besándolas y acariciando todas las partes de su cuerpo…Todo perfecto, tal como lo había imaginado… Allí tenía ya a las dos nenas mirándome con cara de ansiedad y desafío a la vez, mientras yo las besaba, jugueteaba con sus pezones, los acariciaba, me divertía con sus muslos, su cintura, e introducía las manos por dentro de la braguita, jugando con los dedos en su sexo. Estaba con las dos, jugábamos y nos hacíamos caricias y besos. Ellas estaban entregadas y se divertían tanto como yo…
Poco a poco, casi sin que lo notasen, las fui liberando de las ropas… Primero los pantalones del pijama, luego la camiseta… La dos se quedaron al final sólo con aquella mezcla de braguita y tanga que llevaban…Yo no necesitaba hacer ningún esfuerzo. Sólo llevaba el bóxer y nada me costó liberarme de él con un movimiento disimulado del que sólo se apercibieron cuando, de un modo o de otro, vieron mi pene libre y erguido, fuerte y duro. Yo me daba cuenta porque sus ojos mostraban la sorpresa de ver llegado el instante imaginado, su cara se encendía y ardía y dejaban escapar aquellas risitas histéricas…Muy lentamente, disfrutando del momento, liberé a Mireia de la braguita bajándosela suavemente por los muslos y las piernas hasta sacársela por los pies, y pasee mis dedos por el exterior de su sexo hasta llegar a introducir suavemente uno de mis dedos lo suficiente para frotar la entrada de la vagina, excitándola al máximo sin llegar a desvirgarla todavía… Seguimos así bastante rato hasta que yo me arrodillé en el centro de la cama, con ellas a mis lados…
Nuestros cuerpos se tocaban cada vez más, y mi pene no podía esperar. Puse mis manos en los sexos de mis dos amiguitas, que se agitaron gimiendo cuando paseé los dedos por sus coñitos, sin llegar a penetrarlas profundamente con ellos. Luego jugué con los pezones de las dos, y noté cómo se endurecían y gemían más fuerte que antes al apretarles los botoncitos. Mireia fue entonces la más valiente y osada y bajó la mano hasta tocar mi pene. Sentí cómo lo exploraba tímidamente, y decidí que se había ganado el honor de ser la primera de las dos en recibirlo dentro de su cuerpo. Me giré de costado hacia ella, y contemplé extasiado su delicioso cuerpo desnudo. Mireia me miró fijamente, y yo bajé la cabeza apretando sus labios con los míos, noté que le gustaba, sentí de nuevo el gusto a chicle fresco de su aliento dentro de mi boca… Ella también me besaba, era agradable ver que correspondía a mis caricias, la dejé que continuase besándome, y luego apreté mis labios con mucha más fuerza en los suyos, ella lo notó, de alguna manera supo que ahora yo iba ya a seguir adelante con lo que quisiese hacerle. Noté unas manos que todavía no eran las de Mireia en mi espalda. Miré y vi que Evelyn se había vuelto de costado, y me acariciaba la espalda… Sus manos recorrían mi cuerpo explorándolo… También ella quería probar ya el cuerpo de un hombre… La miré y le guiñé un ojo. Ella me sonrió…
Entonces, volví a besar a Mireia, y mi lengua abrió sus labios y la introduje en su boca… La tomé por sorpresa, mi lengua recorría sus dientes y acariciaba su lengua, hizo un gesto débil para separar su boca de la mía, pero le sujeté la cara con las manos e impedí que se moviese, Al final, su lengua pasó de sus labios y penetró también en mi boca… Entonces noté que ya sí que no podía contenerme más…Mientras la besaba, empecé a acariciarle los muslos, por fuera y luego por la parte de dentro, me gustó mucho sentir su piel caliente, ardiendo, allí, y luego paseé mis dedos de nuevo por encima de su sexo, jugando con la entrada del coñito hasta tocar la pequeña bolita de carne, y dejando ir alguno de mis dedos dentro de allí, con cuidado de no desvirgarla, de reservar su himen para placer de mi pene… Puse mi cabeza entre sus piernas, metí mi lengua en su sexo, lamiendo su vagina y humedeciéndola con mi saliva, yo me sentía a punto de explotar, mi corazón iba a doscientos por hora, pero sabía esperar, oh…, su boca, sus labios, ahora mis dientes buscaban el clítoris de Mireia, se lo pellizcaba y ella se arqueaba gimiendo, casi gritando, mordía sus pezones y su cuello como un vampiro, la abrazaba como un auténtico oso, y luego lamía su cara, su vientre, sus muslos, su sexo… Sí, yo era ya el monstruo que ellas esperaban… Poco a poco coloqué a Mireia encima de mi. La abracé por el pecho y la agarré por el culo, aplastándola contra mi cuerpo. Giré la cabeza un poco y vi que Evelyn continuaba mirando, sudaba y gemía viendo lo que yo estaba haciendo, y me di cuenta de que se apretaba el sexo en una especie de masaje, tal vez con medio dedo acariciándose por dentro de la vagina. Será putita, pensé…Pero pronto le tocaría también a ella conocer lo que Mireia estaba a punto de descubrir… Mi pene estaba aprisionado entre su sexo y mi estómago y mi excitación era máxima. Frotaba el cuerpo de la jovencita contra el mío, casi no notaba su peso, era como si tuviera encima de mi una dulce y cálida almohada perfumada con unos aromas naturales que me estaban llevando a la desesperación que yo tanto temía y deseaba, cuando perdía el mundo de vista y me convertía en el salvaje follador loco que tantas hembras de cualquier edad recuerdan con el horror anhelado del placer sin límites al entregarse a mis perversiones.
Abracé, besé y presioné el cuerpo de Mireia de mil maneras diferentes, hasta que pasé por fin la frontera y dejé todos mis demonios en libertad… La jaula se abrió ya por completo y la bestia que llevo dentro de mi rugió y salió libre fuera ya de todo control. Apreté con todas mis fuerzas el culo de la muchachita, aplastando su vientre encima de mi sexo y mi estómago, e, incapaz ya de esperar más, levanté un poco su pelvis y coloqué la punta de mi pene en la entrada de la vagina de la chica… Sólo tenía ya que apretar de nuevo su culo hacia delante y hacia mi y quedaría penetrada sin el más mínimo esfuerzo ni problema. Y así lo hice…Sentí como mi pene entraba en el vientre de Mireia, que se arqueó en una convulsión estremecida en el momento de ser desvirgada. Y gritó… La adolescente dejó ir un gemido al sentir el desgarro de su himen roto al ser penetrada por mi miembro. Movió su cuerpo, se agitó… La sujeté con fuerza. Presioné y introduje ya por completo mi pene en su sexo. Volvió a gemir mientras su vagina se dilataba para adaptarse al tamaño de mi pene. Noté un líquido caliente, seguramente la sangre de la desfloración de la jovencita. La tomé bien cogida, volteándola ahora de espaldas y colocándome encima de ella, sujetándola con la fuerza de mis brazos y el peso de mi cuerpo y follándomela con gran energía. ¡Está muy buena, la jodida putita! Me encanta devorar muñequitas como ella y sentir su falsa sorpresa cuando ven que la cosa va de verdad y ya están desvirgadas… Entonces oí levemente a la otra muchacha, Evelyn, a la que no prestaba atención, decir algo, musitaba cosas, mientras yo me continuaba follando a Mireia sacándosela y volviéndosela a meter hasta lo más profundo de su vientre. Evelyn estaba extendida en la cama a nuestro lado. Saqué mi pene del vientre de Mireia, que me miró, sorprendida. Separé mi cuerpo de ella, dejé de aplastarla con mi peso, me volteé en la cama y me giré hacia Evelyn. Su piel es tan blanca y fina que puedes ver perfectamente la huella de las venas que cruzan su vientre superficialmente. Es como una dulce joya que al mismo tiempo temes y deseas romper…
Me coloqué junto a ella, desnudo, sudoroso, jadeando, con mi pene erguido y enorme, cubierto de sudor y de la sangre de desvirgar a Mireia, apuntando ahora directamente al vientre de Evelyn. La jovencita me vio perfectamente, iluminados los dos por el enervante tono de luz verde azulado, y yo me abalancé sobre ella, la atrapé por la cintura y la agarré por detrás, por las axilas, y y me estiré encima de ella, cubriéndola con mi cuerpo. Mi pene estaba bien levantado y enhiesto, exigiendo la victoria final de la batalla empezada en Mireia, y el contacto con el vientre y los muslos de Evelyn me llevaron al paroxismo. La volteé hacia mi, y me dejé caer sobre su cara, su pecho, su vientre, su sexo. La levanté por los sobacos, le abrí los muslos y me coloqué en medio, la apreté contra las sábanas y dirigí directamente la punta de mi pene hacia la rajita del sexo de la chica. Lo coloqué con la mano, lo dejé bien situado en la entrada del sexo de Evelyn, me apalanqué contra ella y la almohada y dejé descender y avanzar mi cuerpo, de forma que su vagina fue recibiendo mi pene por la fuerza de la gravedad y mi peso.. Cuando se le rompió el himen y quedó desvirgada, Evelyn dio un gemido más fuerte que el que antes había dejado ir Mireia, y ahora ya me dejé caer del todo, clavando por completo mi pene en su vientre, hasta lo más hondo de su cuerpo, mientras ella se convulsionaba y se asfixiaba con la piel ardiendo, y yo la aplastaba contra las sábanas y el colchón y la sujetaba con mis brazos por muslos, culo y cadera, subiéndola y bajándola, adentro y casi afuera, cada vez más rápidamente, copulando con ella como un tigre furioso… Evelyn ahora también reía, gritaba, gemía, intentaba desasirse y escapar, hasta que dejó de intentar morderme y dejó caer los brazos en mi cuello y espalda. Entonces se dedicó a jadear, gimotear y gritar de placer a cada nuevo empujón que yo pegaba para introducir más y más mi pene en su vientre. Mireia, nos miraba fijamente mientras vi que se apretaba el sexo con la mano. Aplasté a Evelyn debajo de mí follándola sin parar y apreté mi culo contra su vientre una y otra vez mientras mordía su cuello, sus pezones y exploraba el interior de su boca con mi lengua.
Agarré una mano de Mireia y la puse entre mi sexo y el vientre de Evelyn, de forma que sintiese cómo la penetraba hasta la exasperación, adelante y atrás, adentro y afuera, sacándola y metiéndola cada vez más dura y profundamente, hasta que… Ya no resistí más… Y exploté… Lancé un grito, un alarido de bestia furiosa y exploté… Mis pulmones se hincharon, mis testículos reventaron en un cataclismo cósmico… Sí, exploté, como una supernova en las profundidades de la galaxia de piel, carne, sudor, saliva y sangre del cuerpo de Evelyn… Con tremendos impulsos de mi pene y mi vientre levantaba todo el cuerpo de la jovencita que tenía debajo de mí, y ella volvía a caer hasta que la volvía a hacer saltar hacia arriba con un nuevo empujón, mientras sentía como litros, ríos, mares de semen salían de mi cuerpo y entraban en el sexo de Evelyn, que volvía a gritar, gemir, reír de nuevo, sorprendida, exhausta y espantada por lo que le estaba pasando, mientras Mireia nos miraba fijamente con aquella expresión de sorpresa y, tal vez, curiosidad y una cierta envidia por todo lo que yo le estaba haciendo al cuerpo de Evelyn después de abandonar el suyo ya desvirgada. Mireia parecía sí, muy sorprendida, al ver como ahora era yo el que gritaba como una fiera sin control, como un animal enloquecido, mientras Evelyn saltaba y gemía como una gatita herida jadeando de placer debajo de mí…Y, poco a poco, me fui calmando y Evelyn quedó, todavía penetrada, aplastada debajo de mi cuerpo, boca contra boca, pecho contra pecho, sexo dentro de sexo, muslos contra muslos, manos apretadas…Sudor, respiración agónica, olor a semen mezclado con sangre, risas, lágrimas, gemidos, sonidos del mar…
Y, poco a poco, calma, respiraciones que se tranquilizan… Me giro de lado, manteniendo a Evelyn abrazada, que se aprieta contra mi mientras acepta mis besos y lamidos en labios y cara…Su muslo abraza el mío, mientras mi pene ha salido de su sexo al perder la erección después de la salvaje eyaculación dentro de su vientre… Acaricio el cuerpo de la segunda muchachita que acabo de desvirgar, los minutos se hacen eternos… Su olor, su mezcla de olores, me vuelve loco… Después de un rato, sorprendido, noto que mi pene vuelve a empezar a animarse… Me gusta follar varias veces seguidas en la misma noche, pero nunca se me volvía a excitar tan pronto, tan rápidamente, supongo que cosas de la pastillita azul y del cuerpo de diosas de las dos adolescentes… Tengo la mano en el muslo y sexo de Evelyn… Pero entonces noto que Mireia se ha abrazado a mi espalda, me acaricia y besa mi piel… Me doy cuenta de que aún había de cumplir con Mireia, a ella le faltaba un final como el de Evelyn, la había abandonado antes de culminar la cópula con ella para dedicarme a desvirgar a su amiguita… Dejo suavemente a Evelyn descansando en la cama, casi dormida, sudorosa y con la piel mojada y caliente, y me giro hacia el otro lado, agarro a Mireia y la beso profundamente mientras ella me abraza y cruza su muslo encima del mío…La giro, la coloco de espaldas en la litera, le separo las piernas, compruebo con la mano que mi pene está de nuevo bien erecto dispuesto para la guerra, lo coloco en la entrada de la vagina de Mireia y ahora con toda suavidad la penetro hasta introducir todo mi pene en su cuerpo. Mireia gime, enlaza sus muslos en mis caderas y yo dejo caer mi peso encima de su cuerpo, dulce y tierno colchón para mi carne perversa, y me la follo, sin la desesperación con la que me gocé a Evelyn, con tranquilidad, disfrutando de cada momento y de cada centímetro de su piel, su carne tierna, su olor a hembra joven, a vainilla, su sudor enervante, sus labios mojados, su lengua cálida, sus pezones de oro, el cálido abrazo con el que me recibe…
Después de un rato, sus aromas y su piel me vuelven a enloquecer, vuelve a aparecer la bestia, me acelero y vuelvo a follarme ahora a esta otra jovencita con la misma pasión que antes a Evelyn, ella gime y jadea, y yo al final grito cuando el semen que aún me queda inunda ahora el sexo de Mireia como si brotase de una fuente inacabable…Y la sorpresa… Mireia se arquea, grita cuando yo estoy acabando de eyacular dentro de ella, y gime y respira agitadamente mientras se mueve adelante y atrás con fuerza, apretando mi culo contra su vientre y arañando mi espalda con sus uñas…Sí, constato divertido y sorprendido que, mientras aún estoy eyaculando y siento la fatiga invadirme, Mireia está teniendo un orgasmo, su primer orgasmo con un hombre dentro de ella… Y la ayudo a tener más placer, pellizcándole los pezones y clavando bien adentro de ella mi pene antes que cese de nuevo la erección al haber vaciado ahora ya por completo mis testículos dentro de su vagina…Y Mireia jadea, gime, grita y disfruta del placer que yo le estoy permitiendo conocer… Placer, ya os lo puedo revelar, que se transformará en una potente adicción para ella y para mi… Mireia… La mejor, la más dulce, tierna y perversa de mis amiguitas… Y Evelyn, siempre dispuesta también a aceptar cuando yo le propongo venir a pasar una tarde a mi discreto apartamento en las afueras de nuestra pequeña ciudad… Y, a veces, para recordar este fin de semana en el mar, una buena orgía de los tres, Evelyn, Mireia y yo follando sin parar una mañana, una tarde, todo el día, o una salida de fin de semana en mi faro de los placeres prohibidos o en un cómodo motel del sur de Francia del que soy cliente habitual, lejos de las indiscreciones y miradas de nuestra comarca. Y, cuando está en Barcelona, llevo también a mi socio, el siciliano Luigi, y somos dos para dos, y vamos cambiando de chica durante toda la noche, como hicimos él y yo hace algún tiempo con Irina y Tatiana en la cámara del diablo de un club de la costa, por cierto, relativamente cercano a la zona del faro…
Me desperté lentamente en la cama con las dos jovencitas, Mireia y Evelyn, dormidas una a cada lado de mi cuerpo, giradas hacia mi, abrazándome con sus cuerpos calientes y tiernos… Olían, ellas también, a sudor y sexo… Notaba su respiración en mi cuello, mi cara… Sus vientres en mi costado… Sus deliciosos muslos apretados contra mi… Tal vez una de ellas empezaba a despertar… Noté que la mano de Evelyn agarraba mi pene y lo apretaba… Sí… Tal vez todo estaba a punto de empezar de nuevo antes de que nos fuésemos a bañar y yo preparase el desayuno para las jovencitas… Estábamos bastante agotados, pero aún no lo suficiente… Y pronto estuve de nuevo encima de Evelyn, ella con el cuerpo boca abajo en la cama y yo penetrando su vagina con el vientre pegado a su culo, al estilo de los animales, agarrando sus carnes y haciéndola gemir de placer de nuevo…
Después pasamos el día junto al mar… Sí… Y entrando en el faro a follar… Follar mil veces hasta tener que volver a la vida normal de nuestra comarca del interior… Evelyn, Mireia y yo… Cierro los ojos y las veo follando eternamente conmigo… Las deseo con exasperación. Y ellas a mí.
…Cthulhu sonríe complacido y satisfecho, antes de salir de mi cuerpo después de gozar de las dos adolescentes y volver a su refugio de R’lyeh, mi ciudad soñada…
Mar Mediterráneo, Agosto de 2011