Don rolando, el padre de mi mejor amigo
Lo que parecia una simple reunión de compañeros de escuela, se torna en una intensa y excitante aventura sexual con el padre de mi mejor amigo.
Cuando estaba en el segundo grado de la escuela preparatoria, conocí, accidentalmente, en la biblioteca de la escuela a un compañero a quien sus amigos llamaban " toro ". Era llamado de ésa forma por su gran estatura y por su robusta y fuerte complexión física, aunque su verdadero nombre era Ricardo. Era un tipo sumamente atractivo; no podía evitar ponerme nervioso en su cercanía... Con el trato y el paso de los días, nos volvimos amigos inseparables; sin embargo, y contrario a lo que ya estarán pensando, nunca pasó nada entre nosotros, sólo fuimos estupendos amigos durante tres años. Compartíamos muchas aficiones y una gran parte de nuestro tiempo.
Al final de semestre, Ricardo, organizó una gran fiesta en su casa, a la que asistió una gran cantidad de gente entre compañeros de clase y amigos personales del anfitrión. La casa de Ricardo, era amplia y elegante, enclavada en la exclusiva zona que rodea nuestro colegio, la calle estaba llena de vehículos y el interior más parecía una disco de moda que una vivienda pues estaba profusamente decorada con globos y luces y la mayor parte del mobiliario había sido sustituida por mesas bajas y sillas. La música, el baile y la bebida no se hicieron esperar y en poco tiempo la reunión estuvo de lo más animada.
Ricardo, nos llevó, a algunos de sus mejores amigos, a presentarnos con su padre, un acaudalado empresario maduro, divorciado desde hacía más de diez años. Una descarga eléctrica sacudió mi espina cuando lo vi, era un tipo tan alto como mi amigo pero inmensamente más fuerte y robusto, con un mentón ancho y anguloso, gélidos ojos grises y sienes tintas de canas. Nos saludó con cortesía aunque sin demasiado interés; parecía poco interesado por el ambiente juvenil formado por los amigos de su único hijo; sin embargo, tomó una copa, brindó con nosotros y, enseguida, se apartó a una de las orillas del salón, cerca de la barra del bar, para continuar mirando el desarrollo de la fiesta.
Ya entrada la noche, el alcohol comenzaba a hacer estragos en los cuerpos y mentes de tantos jóvenes; no era raro mirar, en todas direcciones, y ver parejas bailando con más audacia o compartiendo besos y caricias aún cuando la fiesta continuaba en pleno apogeo. Por mi parte, y para librarme del asedio de dos persistentes e impertinentes admiradoras, me excusé para ir a la barra por otro trago.
Mientras el cantinero servía la bebida, giré el rostro y me topé directamente con la mirada inquisitiva y un tanto divertida del padre de Ricardo; él, levantó su vaso para brindar conmigo y esbozó una sonrisa cordial sin decir una sola palabra; yo, correspondí al gesto elevando mi vaso y devolviéndole la sonrisa.
Turbado y medio ebrio, me di la vuelta para regresar al sitio donde, mis compañeras, me esperaban, pero, desde donde me encontraba, miré a las dos chicas que aguardaban por mi regreso y decidí emprender la huída de sus avances románticos... Salí por una puerta que conecta el salón comedor con la piscina y me senté en una silla a contemplar el agua cristalina que lanzaba destellos en medio de la noche.
Sin darme cuenta, el padre de Ricardo se acercó, a mis espaldas, jaló otra de las sillas que rodeaban la mesa y preguntó:
¿Me puedo sentar?
Claro respondí- está usted en su casa
¿No te gusta bailar? preguntó-
Sí, es sólo que no me agrada la compañía respondí, dándome cuenta, inmediatamente, de mi falta de tacto -
Si lo dices por mí, me retiro... dijo, esbozando una bonita sonrisa y una mirada comprensiva-
No, por favor, no lo decía por usted me apuré a decir, reteniéndolo por el brazo- Me refería a las chicas que estaban conmigo ahí dentro, no quiero nada con ellas y no se dan por vencidas, ninguna de ellas...
Fue un momento muy embarazoso, pues a mi inoportuna descortesía se sumó mi torpeza por remediarla y la turbación que me causaba su cercanía... Él, me miraba casi divertido, lo que me perturbó más aún, y, ni qué decir cuando me di cuenta que aún seguía manteniéndolo tomado de su antebrazo grueso y velludo... Sentí que mi rostro ardía ruborizado y no atinaba a hilar una conversación coherente... Lo deseaba y lo peor era que, él, lo sabía...
Me excusé para ir al baño, me levanté y crucé el patio para entrar de nuevo en el bullicio. Al llegar al pasillo donde se encontraba el sanitario, como era de esperarse, estaba ocupado, había no menos de cuatro personas por delante de mí para pasar a aliviar la vejiga. Esperé pacientemente y, cuando todos hubieron pasado, quedaba solamente yo fuera del cuarto de baño; entonces, el padre de Ricardo apareció a mis espaldas y, sorprendiéndome nuevamente, me dijo:
¿Cómo... Esperando aún? ¡Falta de confianza...! Puedes usar el sanitario del piso de arriba. Ven, sígueme e hizo una seña para que lo siguiera -
Mi corazón estaba desbocado, no sabía que estaba pasando ni que podría suceder pero, algo sospeché, especialmente, cuando miró furtivamente por encima de su hombro, en el momento en que enfilamos, los dos juntos, escaleras arriba.
El pasillo estaba oscuro, así que me tomó por la mano y me encaminó entre la penumbra. Sorpresivamente, se detuvo y me dijo:
Será mejor que uses el baño de mi recámara, este podría estar ocupado también...
Sin soltarme la mano, me encaminó a otro rumbo de la gran casa. Me mostró una puerta, entré, y detrás de mí, entró él, encendió las luces mostrando un dormitorio amplio y lujoso pero sobrio. Cerró la puerta detrás de sí y lo escuché apretar el botón del seguro de la chapa. En una de las esquinas había otra puerta y me indicó que ésa era la del baño. Entré y cerré la puerta; bajé la bragueta de mis pantalones y comencé a orinar... Pensaba en lo extraño de ésta situación mientras escuchaba mi propio chorro romper el silencio: Sólo... Con el padre de mi amigo, en una habitación con la puerta asegurada... En esto pensaba cuando escuché la puerta abrirse y, el padre de Ricardo entró, bajándose la cremallera de sus pantalones... A pesar de lo ya bastante bizarro de la situación, su acción me tomó por sorpresa y no atiné a decir nada; simplemente, me limité a verlo extraer su miembro grueso de entre su ropa interior blanca y empuñarlo para dirigir su potente chorro de orina, al espejo de agua del w. c; parado a un lado mío... Yo, estaba como hipnotizado viendo aquello, no me parecía correcto pero, al mismo tiempo, no podía apartar la mirada de su entrepierna y por un momento, me olvidé de todo; sólo éramos ése hombre y yo, compartiendo un espacio tan privado, a una distancia tan corta...
Cuando su chorro cesó, sacudió su soberbio pene un par de veces y, después, lo dejó colgando, al aire. Levantó su mirada y me dijo:
¡Ah... Qué alivio...! Espero que no te disguste que haya entrada de ésa manera pero, al igual que tú, ya no aguantaba las ganas...
No hay problema, estamos entre hombres -atiné a decir torpemente- además, no hay de qué asustarse, todos tenemos lo mismo...
¿Te parece? - me preguntó, con un tono marcadamente socarrón y una mirada pícara, al tiempo que comenzaba a recorrer, el tallo de su verga, con los dedos, en un suave vaivén y dirigía su mirada directamente a lo que tenía yo entre las piernas.
Podía sentir la sangre agolparse en mis sienes; tenía las orejas calientes y mi respiración se tornó pesada y ruidosa. Siempre he sido un poco cándido aún cuando las situaciones se muestren tan obvias pero, ése día en particular, no estaba preparado para lo que sucedió a continuación.
Sin apartar sus ojos de los míos, Don Rolando, tal como lo conocería más adelante, alargó su enorme mano derecha para tomar entre sus dedos mi vibrante pene... No dijo nada... Ni siquiera sonrió pero, lentamente, se inclinó hasta caer de rodillas, a un costado de donde yo me hallaba de pie y, sin soltar mi miembro me atrajo hacia él y se tragó cada centímetro de mi carne hasta los cojones... Se quedo así unos segundos para luego comenzar, magistralmente, a estimularme con un furioso ir y venir que me provocaba temblores en todo el cuerpo... Mis piernas estuvieron a punto de doblarse y hacerme caer al piso. Él, me sostuvo firmemente, tomándome por los muslos...
Yo estaba fascinado, como hipnotizado mirando aquello. Casi no podía creer que ésa situación fuese real... La contemplación de sus gruesas y velludas piernas con los pantalones enrollados a las rodillas, me excitaba tanto que estaba a punto de explotar en su boca... (Aún vienen a mis sueños y fantasías aquellas hermosas piernas) Se lo hice saber y, de inmediato, se detuvo, sacó mi miembro de entre sus labios y lo empuñó con fuerza con una de sus manos... Permanecimos unos momentos así, en silencio hasta que mi urgencia se hubo ido. Luego, se incorporó y rodeándome con sus brazos me dio un beso profundo y furioso; y digo profundo porque su lengua llegó casi hasta donde había llegado mi glande en su garganta...
Se separó un momento para arrancarse la camisa, los zapatos y terminar de quitarse el pantalón para quedar, ante mí, totalmente desnudo, salvo por el reloj, los calcetines y una cadena con un dije de oro que colgaba en medio de su pecho velludo y musculoso. Se acercó y sin decir una palabra, me quitó la chaqueta de piel y comenzó a desabotonar mi camisa. Mientras esto hacía, ésta vez yo, lo atraje hacia mí y lo besé nuevamente. La punta de su verga, literalmente chorreaba... Dio contra mi vientre y se deslizó hacia arriba, quedando aprisionada entre nuestros cuerpos. Mi miembro, se había deslizado justamente entre sus muslos, justamente por debajo de sus bolas... Rolando, al sentir esto, tensó sus músculos y, nuevamente me dio un placentero masaje que rápidamente me llevó de nuevo a la cúspide de mi juvenil placer... De nuevo se detuvo para terminar de quitarme la camisa y permitir que me librara de los pantalones y las botas.
En cuanto estuve tal como llegué a éste mundo, nuevamente me abrazó y besó; yo, lo rodeé con mis brazos por el cuello; situación que aprovechó para tomarme por los muslos y levantarme en vilo. Acomodó mis piernas alrededor de su cintura y, rodeándome con un brazo por el talle, llevó su otra mano por detrás de mí hasta alcanzar mi culo; virginal hasta ése día... Al principio pasó uno de sus dedos, inofensivamente, por encima y alrededor de la entrada de mi ano hasta que, sin que yo estuviera preparado para recibirlo, empujó la punta de su dedo medio, dentro de la estrecha abertura... Yo dejé escapar un gemido sordo que Don Rolando apagó con sus labios.
Me dolía, me dolía mucho pero a la vez era increíblemente sensual y sexual sentir el grueso dedo de éste hombre pugnando por abrirse paso, por primera vez, en mis entrañas. Luego, otro de sus dedos comenzó a empujar conjuntamente y el dolor se tornó insoportable. Rolando se detuvo y retiró sus dedos; cubrió la fría cubierta de mármol del lavamanos con una toalla y me depositó ahí... Tomándome por los tobillos, elevó mis piernas y dijo:
Te voy a dar toda la lubricación que necesitas, cabroncito...
Y se lanzó directamente sobre mi culo adolorido... Su lengua era tibia y suave... La sensación, sencillamente indescriptible... Alternaba entre mi ano y mis bolas... Cada vez que pasaba los labios y su lengua húmeda sobre los testículos, una sensación entre placer y angustia me invadía... Casi clavaba la punta de mis dedos en su cuello de toro... Trataba de detenerlo pero él era más fuerte... Y las caricias sumamente placenteras... Era la segunda vez que experimentaba esa caricia en mi vida pero, ésta vez, por el ímpetu de la pasión, resultaba muy superior...
Estaba aturdido y empapado de sudor, igual que él... Apenas advertí cuando abrió una de las gavetas por debajo del lavabo y extrajo unos pequeños envoltorios brillantes. Sabía que eran condones pero, hasta ése momento, nunca había usado uno en realidad... Se puso el pequeño capuchón sobre la punta de su pene y luego lo corrió a lo largo del grueso tallo... Era un poco cómico ver su enorme virilidad aprisionada bajo aquella cubierta de color rojo...
Extrajo también un pequeño tubo que contenía un gel transparente y se aplicó un gran bodoque en la punta del glande y luego aplicó en la entrada de mi culo otra generosa cantidad... Fue hasta ése momento que tuve plena conciencia de lo que estaba por suceder... Tenía un poco de miedo y creo que hasta culpa porque, de pronto, recordé a mi amigo y la situación en que me encontraba... La estruendosa música, que parecía haberse extinguido hasta momentos antes, se hizo presente nuevamente... Estaba a punto de protestar cuando sentí el embate de la gran-gran verga de Don Rolando, el padre de uno de mis mejores amigos, contra el esfínter ardoroso de mi ano... La gruesa cabeza, estaba ya dentro de mí y el resto se deslizaba con la misma facilidad con que lo hace el mercurio de un termómetro... Apreté con fuerza los dientes para no gritar; sólo deje escapar una especie de gruñido ronco mientras el miembro de ése hombre se abría camino en mi hasta que estuvo totalmente dentro.
El lavabo sobre el cual me encontraba, contaba de un enorme espejo principal que estaba circundado por dos espejos de menor tamaño colocados en ángulo, de tal forma que podía verme reflejado en ellos desde muchas vistas diferentes. Era muy excitante verme a merced de aquel macho que bombeaba su herramienta dentro y fuera de mi culo y resoplaba con los brazos apoyados, por encima de mis hombros, sobre el espejo a mis espaldas...
Abajo, en la fiesta, resonaban las notas de "Into the groove" de Madonna y llenaban el ambiente... Cerré los ojos por un momento y pude sentir la casi sincronía entre la cadera del padre de Ricardo y los compases de la música... Luego, abrí nuevamente los ojos cuando sentí que aminoraba su ritmo. A través de uno de los paneles del espejo, lo pude ver extrayendo casi completamente su enorme pene y embistiendo violentamente hasta el fondo, una y otra vez... Cada embate era tan profundo que sentía como masajeaba mi vientre y me provocaba intensas e insospechadas sensaciones.
No podía más, necesitaba terminar; por un momento, pensé que llegaría al clímax sin siquiera tocarme pero, no; en vez de eso, mi cuerpo vibraba casi incontrolable... Empuñé mi miembro empecé a masturbarme enérgicamente. Don Rolando sustituyó mi mano por la suya y, apretando con fuerza, empezó a frotarme la verga al mismo tiempo que aumentaba el ritmo de sus embates en mi culo. Me rodeó con su otro brazo para atraerme hacia sí y poder introducir su lengua en mi boca... Ambos jadeábamos pesadamente y respirábamos el aliento del otro hasta que, en el momento que mi eyaculación salpicó el pecho de ambos, selló mis labios con los suyos y eyaculó también... Se dejó caer un momento sobre mi pecho y luego se reincorporó nuevamente para limpiarnos con una de las toallas que estaban dispuestas a un lado del lavabo.
Extrajo su verga aún erecta, se retiró el condón y se limpió con una de las toallas. Yo, me incorporé un poco e intenté bajar de la superficie de mármol pero él se interpuso, colocándose entre mis piernas, sonriendo cordial y mirándome casi tiernamente.
Aún no me haz dicho tu nombre, "campeón"
No me lo ha preguntado, "señor" le respondí- así como tampoco me ha dicho el suyo añadí -
Qué mala educación de mi parte... Pero eso tiene solución. Mi nombre es Rolando De Roca... Lo de "para servirte", a estas alturas, creo que ya está de más ¿No crees? bromeó explotando en una bonita y viril carcajada
Pues el más servicial he sido yo, hasta donde he podido darme cuenta repliqué en tono de broma, igualmente
Pues eso no se puede quedar así, tenemos que solucionarlo de algún modo... No puedo permitir que un amigo de mi hijo se lleve una mala impresión de mí, como anfitrión acotó sin dejar de sonreír -
Y dicho esto, nuevamente se inclinó sobre mi regazo y tomó mi pene flácido entre sus labios. Como era de esperarse, rápidamente se irguió y se puso en posición " de combate"... También Don Rolando estaba, de nuevo, "en guardia". Acto seguido se incorporó y me ayudó a bajar de la cubierta del lavabo. En ése momento, me sentí impresionado de lo atractivo y bien pertrechado que era aquel hombre cuarentón: Tenía un cuerpo bien trabajado por el ejercicio constante; firme y armonioso. Su cabello entrecano y peinado hacia atrás estaba en perfecta armonía con sus "entradas" y sus facciones viriles... Y sus ojos... Sus bellos ojos grises que podían congelar o mirar tan dulce y suavemente...
Ahora, fui yo quien tomó la iniciativa y lo atraje hacia mí; lo bese y comencé a recorrer con mis manos todo el bello cuerpo que tenía, ahora, a mi alcance... Él, cerraba los ojos y se dejaba querer; parecía estar disfrutando de lo lindo... Su cuerpo se estremecía cuando pasaba delicada y sutilmente la palma de mi mano sobre la superficie de su espalda, sus nalgas y la zona de sus fuertes tríceps... dejaba escapar suaves gemidos como si se tratase de una tímida y virginal adolescente. Yo, disfrutaba tanto como él y estaba dispuesto a procurar que el momento fuera inolvidable.
Lo encaminé suavemente y lo llevé hasta el borde de la superficie del lavabo que, momentos antes, fuera testigo de nuestra desenfrenada pasión. Apoyó sus nalgas, y ambas manos, sobre la fría superficie mientras, yo, bajaba por su pecho, recorriendo con mi lengua cada centímetro de piel... Dejó escapar un gran suspiro cuando tomé suavemente entre mis labios y mordí suavemente sus tetillas... Cuando por fin llegué a la altura de su verga, dudé por un momento, no era algo que hubiera hecho antes, sin embargo, era tan bella, tan robusta, tan llena de vida... Vibraba al ritmo de su corazón... Su cabeza era morado intenso y brillaba empapada en su propia secreción... Acerqué, primero, mi nariz entre sus piernas y pude sentir ése olor que me subyuga desde entonces... Pasé mi lengua entre sus dos muslos y por debajo del saco de su testículos; subí por el tronco hasta llegar a la cabeza que, para entonces, literalmente, chorreaba... Me metí entre los labios aquel trozo de carne y por primera vez sentí, en mi boca, el verdadero sabor de un hombre...
Me tomó suavemente por los cabellos, revolviendo y destruyendo el estructurado peinado que llevaba momentos antes y que, cuya pérdida, pensaba, iba a ser difícil de explicar... Llevé su grueso falo tan abajo como pude y sentí arcadas por un momento, sin embargo, era tan placentero sentirlo dentro de mí, de ésta nueva manera, que puedo decir que disfruté de cada centímetro que se hundió en mi garganta... De improviso se retiró y me pidió que parara, que si no, se iba a venir ahí mismo y que no deseba hacerlo; que deseaba tener bien clavada, mi verga, en su ano cuando eso sucediera...
Empuñó mi miembro con una mano y, con la otra, tomó otro condón de la gaveta y el tubo de lubricante y, sin soltarme, me llevo al interior de la recámara.
Se tendió sobre su amplia cama, boca arriba, con las piernas separadas y extendió sus brazos hacia mí. Me arrojé sobre él y comencé a besarlo con pasión desbordante... Besé su robusto cuello, sentí su áspera piel oscurecida por la incipiente barba y murmuré naderías en su oído... Cuando introduje mi lengua en el pabellón de su oreja, todo él se estremeció y casi clavó sus uñas, como gatito mimoso, en mi piel... Supe que había encontrado una de sus "debilidades"... Esta acción lo enloqueció y comenzó a pedir, casi a gritos, que lo poseyera:
Hazme tuyo, "campeón", yaaa... decía
Yo, aún tenía reservadas algunas sorpresas; cosas que deseaba llevar a cabo con éste macho. No podía desaprovechar una oportunidad como ésta, que no sabía en cuanto tiempo se podría volver a presentar.
Lo hice darse vuelta y me senté a horcajadas sobre su cadera, con mi pene alojado entre los músculos que dividían su espalda, y empecé a darle un masaje a su tenso cuello y hombros... Nuevamente, dejó escapar unos gemidos suaves y prolongados, entonces, me recosté plenamente sobre Don Rolando y, de nueva cuenta, estimulé la zona erógena de sus orejas con mi lengua; gimió y se estremeció fuertemente. Mi miembro estaba lubricando como nunca, punzando su ano, entre sus abundantes nalgas.
Yaaaaa... Por favor... Yaaaa... No me hagas esto, "campeón"... He esperado tanto por esto... No lo merezco...
Casi me sentí culpable por el tono suplicante en sus palabras, así que giré su cabeza para alcanzar su boca con mis labios y mi lengua; él, giró violentamente para ponerse boca arriba y me rodeó con sus brazos y sus piernas... Alcanzó el condón y el tubo de lubricante y sólo me soltó para que pudiera incorporarme y colocarme el delgado preservativo. Lo lubricó con sus manos e hizo lo mismo con su culo. Echó sus piernas sobre mis hombros y con una seña me pidió que empujara directamente dentro de él... Cerraba los ojos y apretaba la mandíbula mientras me deslizaba dentro del apretado culito; gemía y resoplaba pero me pidió que no me detuviera. Finalmente, estuve completamente en sus entrañas... No puedo describir el inmenso placer que me provocaba "sentirme uno" con aquel macho maduro, con mi verga aprisionada y masajeada en su cavidad tibia y suave.
Rolando, rompió el silencio diciendo:
¿Aún sigues pensando que no soy servicial? y sonrió jovialmente -
No tengo la menor queja respondí
Sírvete, cabrón, soy todo tuyo ahora...
¿Ya estás mejor? pregunté, refiriéndome a la inicial molestia
No he estado mejor en los últimos diez años contestó, cerrando los ojos ¡Cógeme, no tengas miedo!
Como respuesta, comenzé a bombear mi miembro, como un loco, dentro y fuera de su apretado esfínter. Él, mantenía los ojos cerrados y esbozaba una sonrisa enigmática, acompañada de gemidos profundos y prolongados... No dudo que, el hombre, lo estaba disfrutando...
Esa primera vez, no pude aguantar mucho tiempo antes de disparar mi descarga en su interior... Estaba tan excitado... Cuando Don Rolando advirtió que, yo, estaba cerca de terminar, empuño su verga y comenzó a frotarla y a gritar con tal desquicio que tuve que tapar su boca con mi mano para evitar que, aún sobre la música de Paula Abdul, alguien pudiera escucharnos y pensar que atentaba contra su vida... Su eyaculación fue tan abundante como no he visto igual... El tipo estaba sobradísimo... Llegó al orgasmo antes que yo y, la contemplación de todo esto, me hizo alcanzarlo, también, de inmediato... Me agaché para alcanzar su boca y me costó trabajo hacerlo con sus enormes piernas y amplio pecho de por medio pero, cuando al fin lo logramos, nos enlazamos por varios minutos; hasta que nuestros cuerpos recobraron el aliento y las erecciones comenzaron a relajarse...
Después de eso, platicamos un buen rato, tomados de las manos... Me aclaró muchas cosas de su vida y suplicó por mi cariño, respeto y comprensión.
Después volví a la fiesta y, ni el mismo Ricardo, notó mi prolongada ausencia o mi cabello desaliñado. Pasé el resto de la noche conversando cordialmente con Don Rolando, en medio de todos mis compañeros de escuela, antes que nos perdiéramos nuevamente para disfrutar de nuestra recién ganada complicidad.
Debo decirles que no fue lo único que hice con Rolando pues, aún cuando el destino separó los caminos de su hijo Ricardo y el mío, años después; Rolando sigue siendo mi amante, amigo fiel y confidente... Ya les confiaré más capítulos de mi vida... Más adelante...