Don ramón

En el cumpleaños de Mónica, ella decide darlo todo.

Hoy es mi cumpleaños, me dije al despertar, voy a ser muy positiva, voy a decir que si a todo, lo prometo.

Nunca pensé que la primera petición que tuviera el día de mi cumpleaños fuera la de don Ramón, que siempre había admirado mi cuerpo en silencio tratando de que yo no me diera cuenta.

  • Mire Mónica, me dijo después de saludarme, nunca creí que me animaría a decirle esto, pero desde hace mucho tiempo tengo ganas de tocarle las nalgas, que me parecen maravillosas.

Me quedé asombrada de cuán pronto se ponía a prueba mi promesa de decir que sí a todo lo que me pidieran, pero yo jamás rompo una promesa, así que le dije que pasara a mi recamara y que estaría lista en un momento.

El replicó:

  • No, Mónica, no se preocupe, así nomás por encima de la tela, quiero saber si están tan duritas como siempre me las he imaginado.

Yo no hago mis promesas para incumplirlas, la petición había sido tocarme las nalgas, no la tela que las cubría, además me divertía mucho la cara de susto que puso don Ramón; así que fui al baño y me quité la falda y las pantaletas y salí esperando ver su cara de sorpresa.

Pero la sorpresa fue mía, el se había quitado también los pantalones y la ropa interior y me recibió diciendo:

  • Perdóneme Moniquita, pero si le voy a tocar las nalgas así como viene, prefiero tocárselas bien.

Sin nada que replicar, me recosté en la cama, apoyando la cara en la almohada y preparándome para lo peor, su tranca era enorme e iba creciendo a pasos agigantados.

Empezó a acariciarme muy suavemente, haciendo que me retorciera por las cosquillas que me provocaba, poco a poco fue aumentando la fuerza en sus manos hasta amasarlas casi con violencia, reduciendo la fuerza hasta nuevamente hacerme cosquillas.

El proceso se repitió varias veces hasta que don Ramón pareció quedar satisfecho y retiró sus manos, asustada me incorporé un poco para pedirle que todavía no se fuera, que podía continuar tocándome las nalgas por mucho más tiempo, pero me di cuenta que tenía otra idea en mente.

Había tomado una de las cremas de mi buró y se estaba a untando las manos, inició nuevamente el masaje, dando unos leves toques en mi pequeño agujerito.

Yo se que nada más había pedido tocarme las nalgas y que esto salía de los límites de su solicitud, pero a estas alturas, estaba muy emocionada de lo que iba a ser mi mejor regalo de cumpleaños, así que con la mano que tenía más cerca empecé a frotar su enorme polla, preguntándome si iba a continuar por aquél camino.

Empezó metiendo uno de sus dedos en mi agujerito con mucha delicadeza, con amor, podría decirse, cada vez que entraba su dedo, yo apretaba su verga, y cuando lo sacaba, mi mano aflojaba la presión, él dándose cuenta del juego, dejaba pasar más tiempo su dedo en el interior o aceleraba el movimiento para acrecentar su placer, y el mío por supuesto.

Después de un rato, soltó su tranca de mi mano y la acomodó en la entrada de mi pequeño ano, disponiéndose a atacar. En ese momento supe que iba a ser uno de mis mejores aniversarios, cuando de pronto empezó el dolor.

  • Despacio, don Ramón, me duele mucho, le dije.

El comprendió que debía dejar sus ansias para después, y empezó a dar un movimiento lento a sus caderas metiendo y sacando lo poco que había podido entrar hasta el momento, pero avanzando más en cada embestida.

Nuevamente protesté cuando ya casi tenía la mitad de la verga en mis entrañas. Giré la cabeza para que pudiera ver mis lágrimas, entonces me dijo:

  • Te pido perdón Moniquita mi amor, pero a estas alturas no te la quiero sacar, y todavía falta mucho para que entre toda, disculpa mi egoísmo pero tengo que terminar lo que empecé.
  • No don Ramón, no quiero que me la saque, si ya me está doliendo menos, me está empezando a gustar.

Nunca pensé que don Ramón fuere a malinterpretare mis palabras, yo quería que me la siguiera metiendo suavecito, pero él lo entendió como una señal de arranque y me la clavó de un tirón.

Después me enteré que mi alarido se escuchó a varias cuadras a la redonda y muchas mujeres se persignaron, creyendo que era algún tipo de fantasma. Don Ramón no me la sacó ni se movió hasta que reaccioné de mi desmayo, dijo que fueron los momentos más deliciosos de su vida.

Me removí incomoda, pero don Ramón me tenía fuertemente abrazada e impidió que me sacara su verga. Empezó a moverse con extrema suavidad, casi sentía que se curaban mis heridas, aunque tardó un poco para que empezara a disfrutar de los cadenciosos movimientos de don Ramón.

Le pedí a don Ramón que me dejara quitarme, porque su peso me estaba asfixiando, se sentó en la orilla de la cama, me acomodé su verga en la entrada de mi lastimado hoyito dejándome caer con suavidad, fue delicioso.

Cuando estuve bien ensartada, le pedí a don Ramón que me acariciara las chiches y empecé a moverme a una velocidad cada vez mayor, mientras el me dejaba todo el trabajo a mi. Cuando sentí crisparse sus manos sobre mi pecho, baje una de sus manos a mi vagina donde empezó a meter su dedo medio mientras con el pulgar me acariciaba el clítorís.

Grité otra vez, no tan fuerte como antes pero fue un orgasmo maravilloso mientras sentía como la leche de don Ramón salía disparada de mi maltratado agujero.

Me quedé en esa posición besándolo agradecidamente, hasta que su tranca saló por si sola de su refugio. Don Ramón se despidió de mí prometiéndome que pronto podríamos repetir la experiencia. Yo le dije que sí, aunque deseaba reponerme de mi sacrificio. No me imaginaba que esa noche la esposa de don Ramón, trabajaría tarde y mi fiesta de cumpleaños se prolongaría hasta la madrugada.