Don Paolo me desvirgó. El rugido del viejo león.
Me quité la camiseta, me bajé los tejanos, y quedé casi desnuda, con sólo el sujetador y el tanga de mi bikini tapando partes mínimas de mis tetas y mi sexo. Estábamos al final de la primavera, yo estaba muy blanca y mis ojos supongo que mostraban mi desconcierto al ver cómo me miraba don Paolo...
DON PAOLO ME DESVIRGÓ, EL RUGIDO DEL VIEJO LEÓN
Jueves, 8 de la mañana
Bajé de mi casa cuando me llegó su mensaje al teléfono, tal como habíamos quedado. Ya en la calle, vi que abajo en el cruce estaba parado el coche deportivo rojo de don Paolo, el fotógrafo italiano amigo de mi profesora de baile, que es el dueño de la agencia de publicidad a la que había ido hacía dos días con dos de mis amigas a hacer un casting de moda de verano y baño para una serie de catálogos y anuncios de prensa y televisión.
Dos días antes
Había otras chicas como nosotras en las pruebas, y no sabíamos si seríamos elegidas, pero bueno, todos me dicen que soy muy guapa y serviría para hacer publicidad. Me gustaría dedicarme a modelo o actriz, de hecho cuando salgo del instituto de estudiar la Secundaria voy tres veces por semana a la academia de danza e interpretación de Renata, una amiga de don Paolo, quien es la que me recomendó que fuera al casting, que ella ya hablaría con él. Por eso yo tenía confianza de ser una de las elegidas, además me había hecho gracia que Renata me dijera que tuviese un poco de paciencia con el fotógrafo, porque le gustaba mucho hacer bromas con las chicas, pellizcarnos el culo, darnos besitos como saludo y despedida y cosas de esas, que no me extrañase. De hecho me es igual que me pellizque el culo si quiere, ya lo hacen cada día los chicos más gamberros del instituto sin que nadie les castigue ni les riña, yo lo que quiero es conseguir que me admita en su agencia de publicidad, estoy harta de estudiar, soy muy mala en matemáticas y lengua, y las profesoras se enfadan conmigo y me dicen que me vaya preparando, que tendré que repetir este curso.
Nos hicieron cambiar de ropa varias veces y posar para el fotógrafo, que nos atendió muy amable, es un hombre mayor, con el pelo ya blanco muy largo peinado hacia atrás y recogido en la nuca formando la típica coleta de los artistas. Se llama Paolo y nos dijo que es de un pueblo italiano cercano a Palermo, en la isla de Sicilia.
A mi me miró sonriente y me dijo, en un español con melodía italiana que le hacía parecer muy cariñoso:
-Tu, bambina, debes ser la amiguita de Renata, no, bella? Cómo te llamas, amor, no recuerdo...
-Adriana, don Paolo, me llamo Adriana. Renata me dijo que hablaría con usted…
-Un bello nombre para una bella ragazza, me gusta. Pero no me llames don Paolo, mi nombre para ti es Don, tesoro, sólo Don, y no me trates nunca más de usted... – me contestó el italiano
-Gracias, Don, es, perdón, eres muy amable -le contesté sonriendo un poco desconcertada al tratarle tal como me pedía.
Don Paolo es alto, gordo, bastante mayor, casi un viejo, los labios muy gruesos, una mirada que parece desnudarte cuando se fija en ti, un pendiente de oro en la oreja, un extraño tatuaje en el cuello y la piel tostada por el sol del mar. Yo sabía por Renata que es un personaje conocido en el mundo de la publicidad y la moda, me recomendó que fuese simpática con él y tuviese en cuenta que le gusta que le llamen “Don”, al estilo de las películas, tal como efectivamente me pidió. Me di cuenta de que el hombre se fijaba mucho en mi, y me hizo quedarme al final con otras tres chicas para hacer unas fotografías en ropa de playa y bikinis que necesitaba urgentemente para publicarlas ya la semana siguiente. Don Paolo tomó muchas imágenes mías con un fondo y una iluminación que iba cambiando constantemente con sus ayudantes. A veces me colocaba en la pose que él deseaba como más atractiva y yo sentía una sensación extraña sintiendo sus manos en la piel de mi cintura o alisando el cabello que me caía por la cara.
-Tienes una piel muy suave y hueles muy bien, muñeca… -me dijo, y creo que me ruboricé al darme cuenta de que unas gotas de saliva le cayeron por la mejilla cuando pasó su lengua por los labios al mirarme mientras hacía un gesto provocador con la cara.
-Dios mío –pensé- se le está cayendo la baba mirándome, no puede ser verdad…
Cuando acabó mi sesión de fotos, era ya tarde, mis amigas se habían marchado y don Paolo me esperó para llevarme a mi casa cuando me vestí. En el coche me dijo que yo servía para hacer anuncios y posar como modelo, que soy muy guapa y salgo muy bien en las fotos, y, ya al final, me propuso hacerme un álbum de fotos para sus archivos y que me contratasen para hacer otros anuncios e incluso pequeños papeles en películas y series de televisión. Me pidió el teléfono y me dijo que ya me llamaría para decirme algo. Me hizo mucha ilusión ver que por fin ya hacía de modelo, lo que más me ilusiona en el mundo, todo lo contrario que estudiar, que me aburre mucho y saco muy malas notas, ya os lo dije antes, aunque mi madre me dice que no me preocupe, que a ella siempre la suspendían también de todo.
Estuve bastante nerviosa al no tener noticias suyas, pero por fin dos días después me llamó, para hacer el álbum de fotos. Me dijo que me pasaría a recoger la mañana siguiente, que pusiese una excusa para no ir al colegio, y me llevaría a una playa desierta donde me podría hacer unas fotos fantásticas, que me abrirían todas las puertas al ser firmadas por él y su agencia. Me puse muy contenta, al ver que el fotógrafo italiano no me estaba engañando, iba en serio, y le dije a mis padres que al día siguiente no iría a comer ni a clase, que me iba a hacer unas fotos para la agencia de publicidad a la que me había presentado Renata. Mi madre siempre me anima a poner interés en este tema, dice que quedo muy bien en las fotos desde pequeña y en estas cosas puedo ganar dinero, hacerme famosa y salir en la tele. Mamá me preguntó si quería que me acompañase, y yo le dije que no, claro, por favor, que ya no soy una niña ni voy a una escuela de primaria. Llamé también a una de mis amigas, para que le dijese a los profes que no había ido a clase porque había pasado mala noche y me quedaba en la cama todo el día, si llamaban a casa mi madre se lo confirmaría.
Fue después, por la noche, cuando me bañé en casa y me vi desnuda en el espejo del lavabo, -es verdad que para mi edad estoy ya muy buena-, cuando me entró una cierta inquietud y muchas dudas. Me iba a ir sola con aquel hombre que hasta el día anterior no conocía, y que me había mirado de una manera descarada sonriendo cuando posaba para él en biquini en el estudio. Me llevaría a una playa desierta a fotografiarme, seguramente también sin ropa… Nunca había estado sola con un chico en una excursión, siempre habíamos salido en grupo, y muchísimo menos nunca con un hombre mayor como don Paolo.
Jueves
Dormí poco aquella noche, dudando si ir con el fotógrafo siciliano a hacer las fotos o no. Al final acabé bastante nerviosa, hasta que a las ocho de la mañana, como me había dicho, me envió un mensaje diciéndome que ya me esperaba en la calle con su coche. Me despedí de mis padres, y bajé, como dije al inicio, y vi que él me estaba esperando cerca, en el cruce de mi calle con otra, donde había encontrado un pequeño espacio para estacionar en doble fila y aguardar a que yo bajase. Entonces dudé, dudé mucho, no sabía que hacer, me quedé parada, casi como paralizada… Es verdad, yo ya había oído muchas historias de lo que hacían algunos fotógrafos con las chicas que querían ser modelos, pero en realidad nunca había acabado de creérmelas del todo. Pero… ¿Y si eran verdad? ¿Y si el italiano me iba a llevar a algún sitio solitario para hacerme fotografías desnuda y luego violarme?. Me di cuenta de lo peligroso que podía ser aquello, me entró pánico, y ya estaba a punto de volverme atrás e irme a clase al instituto olvidando al fotógrafo, cuando pensé que no volvería a tener otra oportunidad como aquella para conseguir lo que había deseado desde muy pequeña, y que era una estúpida cobarde si me volvía atrás. Respiré profundamente, me cargué de valor, miré adelante y me dirigí hacia el auto del siciliano. Don Paolo, al verme, salió sonriente, me besó en la mejilla –esto me dio una sensación muy inquietante, diciéndome:
-Te veo deliciosa hoy, Adriana, buon giorno, bella bambina.
-Buenos días, Don, gracias. –le contesté
Dejó mi bolsa en los asientos traseros del coche, me senté a su lado mientras él me ponía el cinturón de seguridad rozándome las tetas con sus manos, y arrancaba en dirección a la salida de la ciudad hacia la costa norte. El viaje fue bastante largo, había mucha aglomeración de autos en los accesos de la ciudad, era la hora de entrar mucha gente en los trabajos y paramos en un bar de la carretera a tomar un café con leche y un bocadillo de tortilla a la francesa. El hombre estaba muy amable y agradable, aunque me inquietaba que no dejaba de sonreír de una manera extraña mientras me miraba, incluso en un momento, en la carretera, no sé si se equivocó, pero al cambiar de marchas en el coche dejó caer la mano en mi rodilla, donde la tuvo algunos segundos hasta que yo aparté el muslo hacia el otro lado.
Por fin, hacia las diez de la mañana, después de una complicada carretera llena de curvas junto a la costa que don Paolo tomaba en su auto deportivo a una velocidad que me espantaba porque mi padre nunca había conducido así su viejo coche, entramos en los jardines de un edificio de apartamentos que había en lo alto de unos acantilados sobre el mar. Hacía sol y un buen día de final de primavera, con una temperatura bastante cálida para no ser aún el verano. Pensé que no pasaría mucho frío si él me había de hacer finalmente algunas fotografías en ropa de baño cerca del mar. Don Paolo estacionó el auto junto a la puerta del edificio, que se veía completamente desierto, se notaba que no era temporada de veraneo y además era un día laborable, la gente estaba en sus trabajos en las ciudades. Subimos por la escalera hasta el segundo piso, el siciliano sacó una llave y abrió la puerta del apartamento. Me sujetó por la cintura y me hizo entrar.
-Éste es mi refugio secreto junto al mar, mi amor. – me dijo mientras entrábamos en la vivienda
Yo llevaba mi bolsa y él una suya más grande, supuse que que con la ropa y las máquinas para hacer mi álbum de fotografías.
En el apartamento había una habitación con una cama de matrimonio en uno de los extremos, una cocina con una gran nevera, una sala comedor, el cuarto de baño y una pequeña galería interior con la lavadora. De la sala comedor se podía acceder a una terraza que daba a una visión fantástica sobre el mar. Me senté en una butaca de la sala, y el hombre se quedó de pie sonriendo mientras me miraba fijamente. Don Paolo me dijo que íbamos a bajar a la hermosa playita que hay en la cala al pie de los acantilados y aprovecharíamos para hacer las fotos para mi álbum del casting, que para eso habíamos venido, que me cambiase de ropa, porque el día era fantástico, nos podíamos incluso bañar. Añadió, colocando la mano en mi hombro, que ya me podía desnudar, que íbamos a bajar a hacer las fotos en la playita:
-Ahora quiero verte en biquini para hacer las fotos, guapa.
Yo me sentí parada, muy intranquila, sentía una amenaza inminente en el hecho de desnudarme ahora mismo delante del fotógrafo italiano. Él lo notó, y se puso a reír.
-Adriana, tranquila, no tengo intención de violarte, no pongas esa cara de angustia
Se quitó rápidamente la camisa y los pantalones, y se quedó vestido con sólo un bañador negro del tipo slip, de los que vuelven a estar de moda, y una cadena de oro con una calavera en el pecho.
Se le veía fuerte, grueso, con una barriga que le desbordaba por encima del bañador, y me fijé en un bulto evidente en el bajo vientre del hombre. Sentí que mi cara enrojecía al darme cuenta de que el siciliano parecía tener un pene y unos testículos muy grandes que casi no le cabían en el slip… Se cruzó de brazos, con cara burlona, esperando que yo me desnudase. Yo no sabía que hacer, estaba desconcertada y muy nerviosa, en realidad lo que me habría gustado hacer era dejarlo correr todo y volverme a casa, pero hice lo único que me pareció lógico para no parecer una tonta miedosa o maleducada. Me quité la camiseta y me bajé los tejanos, y quedé desnuda, con sólo el sujetador y el tanga de mi bikini tapando partes mínimas de mis tetas y mi sexo. Estábamos al final de la primavera, y yo estaba muy blanca y mis ojos supongo que mostraban mi desconcierto. El me dijo que bueno, que ahora bajaríamos a la playita por unas escaleras talladas en las rocas que descienden por el acantilado. Me miré en el espejo del cuarto de baño y me peiné alisándome el cabello para estar bien guapa en las fotos que íbamos a hacer.
Me acerqué a la puerta del apartamento, donde estaba él, en medio, sonriéndome de una manera que ya no me gustaba. Le oí decir, con los ojos brillando:
-Eres bellísima, nena… Espectacular… Tus pechos son un paraíso…
Se apartó para que me acercase a la puerta. Fui a abrirla y pasar, cuando, de pronto, me agarró por la cintura y la cadera, me giró hacia él, y me apretó contra la puerta. Como yo no esperaba eso, me tomó por sorpresa, y, sin poder evitarlo, noté su cara en la mía, sus labios apretando los míos –era la primera vez que un hombre me besaba en serio, antes sólo me había dado unos piquitos con alguno de mis compañeros en el patio del colegio- y su lengua luchando con mis dientes para introducirse en mi boca y unirse a mía… Yo grité… Le oí decir:
- Ven conmigo, piccola bambina...
Yo sólo alcancé a musitar una leve protesta:
-No, Don, no, por favor...
Don Paolo me tapó la boca, y con un golpe de su otra mano, me quitó el sujetador del bikini. Se abalanzó sobre mí y me volvió a apretar contra la puerta, besándome y abrazándome con toda su fuerza brutal. Yo me resistía, y me di cuenta de que el hombre me estaba bajando la braguita, el tanga, que acabó cayendo al suelo. Noté una cosa rara en mi vientre, y, dando un grito, me aparté, retrocediendo hacia el único lugar que podía, la cama. Entonces le vi… Vi el horror, el horror por primera vez… Don Paolo se había quitado el slip, y estaba completamente desnudo… Un pene enorme, con unos grandes testículos cubiertos de pelo, estaba erecto, apuntando hacia mi…Me quedé paralizada de terror… Quería gritar pero no me salía la voz… Y cada vez estaba más mareada… El hombre se movió de un salto y se lanzó sobre mi. Intenté apartarme, separarme, pero no pude… Don Paolo era mucho más fuerte de lo que parecía…
-No tengas miedo de mi, linda, te gustará mucho... – me dijo con voz enardecida.
El hombre agarró mis dos tetas con sus manos y las apretó como si fuesen pelotitas de goma. Y me pellizcó con fuerza los pezones, grité de dolor y de sorpresa…
-Déjame, Don, no, por favor…
Pero siguió jugando con los pezoncitos, que se me pusieron muy duros y aumentaron su tamaño…
-Sí! Te gusta, verdad, baby?- murmuró en mi oreja
Me agarró, me apretó contra su cuerpo, me volvió a besar, y, con un movimiento rápido, me arrojó encima de la cama. Y, saltando con gran agilidad para su volumen, se lanzó sobre mí. Noté todo su cuerpo encima del mío… El hombre sudaba, jadeaba como un animal, parecía una extraña fiera furiosa, yo me sentía tan abandonada, tan débil, sabía lo que él me iba a hacer… No hacía nada por evitarlo… No podía resistirme, moverme… Noté que el enorme pene que acababa de ver serpenteaba por encima de mi vientre... Yo sabía que pronto querría meterse dentro de mi cuerpo…
-No, Don, por favor, no, déjame, me haces daño, no quiero…
-Sí que quieres, nena, sé que no eres tonta, tu ya sabías que venías a esto…
El hombre me besaba en la boca, el cuello, me lamía, me chupaba los pezones de las tetas - ¡Qué sensación más rara sentía yo cuando lo hacía!-, todo aquello me alarmaba porque me gustaba mucho, don Paolo sabía lo que tenía que hacer para que yo me lo pasase bien, se le notaba muy seguro, a mi me gustaba y espantaba mucho sentir su peso encima de mi, su vientre, su pecho oprimiendo los míos… Noté que sudaba, que yo también me movía aunque su cuerpo pesaba bastante…
-Amo tu cuerpo y el perfume de tu piel, putita... –dijo jadeando
Y sentí, de pronto, que algo se metía en mi sexo, algo se metía en mi vientre…. Algo empezaba a entrar en mi cuerpo… Pensé que eran los dedos del italiano, pero, no, no podía ser, claro, sus dos manos estaban en mi cuerpo, aquello que se metía, aquello que se metía, sí, claro, aquello que se metía en mi vientre, no era ningún dedo, era mucho más grande, era, era, ¡sí!, ¡era aquel gran pene del hombre!… ¡Oh, sí, claro!, ¡Era su pene! Sí, había empezado a meterme la polla…
-No, Don, no, eso no, por favor, va, déjame… - imploré
-Eso sí, claro que sí, bambina, a eso hemos venido, y tu ya lo sabías, mi putita…
Sentía un extraño hormigueo cada vez que me llamaba putita. Noté, asustada, horrorizada, que se abría paso, que estaba entrando en mi sexo, que era algo grande y muy caliente y duro que se estaba introduciendo en mi cuerpo, cada vez más, estaba impresionada, paralizada, si, el momento que miles de veces me había imaginado sin saber con quién sería había llegado, el viejo gordo me la estaba metiendo, me estaba violando, me abría, apretaba… Me quedé paralizada, sin respirar, le miré a los ojos, a punto de gritar, noté que me llegaba el pánico, el miedo, que debía de huir, pero no podía moverme, estaba quieta, le dejaba hacer, no sé qué me pasaba, estaba inmovilizada…
-Ahora te sacrifico a Venus, nena, ya eres mía!
Y, cuando me di cuenta de aquello, de que me estaba follando, de pronto, sin que pudiese pensar en nada, sin poder reaccionar, un pinchazo, un corte en mi vientre, como si una tijera me hubiera cortado algo, como si una aguja se hubiese clavado dentro de mí. Dejé ir una especie un grito que se transformó en un gemido prolongado, don Paolo dio un grito, un feroz rugido de bestia enloquecida, mi cuerpo se estremeció, tiré la cabeza hacia atrás, apreté mis labios, volví a quejarme y gemir un poco, y noté como su pene seguía metiéndose en mi vientre hasta lo más hondo de mi sexo, y me hacía daño, era como si una navaja me estuviese cortando, dejé ir varios gritos que el hombre silenció tapándome la boca con una mano mientras con la otra agarraba mi culo y lo apretaba contra su sexo, como ayudándose a meter el pene hasta lo más profundo de mi vientre, gritando como el rugido de una fiera salvaje, y yo sentía dolor…
-Dioooooooo! ¡No grites, putita, disfruta, goza como yo, aprovecha que la tienes ya dentro, ya no eres virgen, no llores!
Sí, había sido mucho más rápido y directo de lo que yo podía haber imaginado, el hombre no había perdido el tiempo en seducirme lentamente, don Paolo acababa de meter toda su polla, toda aquella gran polla, dentro de mi, me la había clavado hasta lo más hondo, me había desvirgado sin ningún miramiento ni delicadeza, muy a lo bestia… Ahora el viejo se aprovechó a fondo, naturalmente, del momento en que me acababa de desflorar, me besó en la boca, buscó mi lengua hasta morderla, me lamió la cara, me mordió el cuello, me chupó las tetas, me hizo todo aquello que le proporcionaba placer, y empezó a moverse arriba y abajo, y yo notaba que su pene, entraba y casi salía de mi sexo, entraba y salía, entraba y salía, penetraba más profundamente y casi volvía a salir…
-Soy bravo como un toro, eh, bambina, gozo como un dios!
Y aunque todavía notaba dolor cuando volvía a meterlo apretando hasta el fondo, me di cuenta de algo espantoso: a mi me gustaba sentir su pene dentro de mi vagina, era como un picor muy agradable notar el miembro del hombre moverse adelante y atrás dentro de mi vientre, especialmente cuando parecía llegar al final, el dolor se mezclaba con algo muy agradable que me dejaba sin respiración, yo notaba todo el peso de su cuerpo encima del mío, moviéndose arriba y abajo, moviéndome a mi al moverse él, se aplastaba contra mi, se movía, me continuaba besando, mordiendo, me gustaba, y yo, y yo… Gritaba, gemía, me ahogaba, lloraba, protestaba y reía…
-Por favor, Don, por favor, déjame ya… ¡Ayyyy!!!!!! ¡Ufffffff!!!!!!…
Me presionó el brazo y me soltó. De pronto, sin darme cuenta, como en un sueño, me encontré pasando una mano por su espalda y apretando el culo del hombre contra mi vientre con la otra, al tiempo que le besaba y seguía gimiendo y jadeando. La verdad era que aquello lucía muy bueno, y que nunca me había sentido tan excitada como sintiendo el pene del viejo gordo siciliano moverse dentro de mi cuerpo…
Me abracé a don Paolo, que continuaba moviendo su verga dentro de mi vientre cada vez más salvajemente, respiraba como si le faltase aire, le besé, le mordí el cuello, apreté su culo contra mi vientre, casi hasta hacerme más daño cuando me la metía hasta lo más profundo, me moví arriba y abajo, arriba y abajo, adelante y atrás, adelante y atrás, acompasando mis movimientos a los suyos. Era inesperado, sí, sorprendentemente aquello me gustaba, la polla no dejaba de moverse dentro de mi, frotándose contra las paredes de la vagina, entrando y saliendo, entrando y saliendo, Paolo jadeaba, me miraba, cerraba los ojos, me bañaba con su sudor, yo también sudaba, me gustaba mucho, no puedo explicar bien con palabras lo que sentía… Inesperadamente, de golpe, como un relámpago, el hombre dejó ir un gemido más alto, casi como una queja desesperada, como si algo explotase dentro de él, claramente muy parecido ahora al gruñido de un león furioso…
-Aaaaagggrrrrr!!!! Eres mi cielo y mi infierno , piccola puttana!!!! Oooooooooh!!!!!!!! Mammmaaaa miaaaa!!!!!!!!!
Se quedó quieto un momento, su cuerpo se puso como rígido, como duro, y luego empezó a moverse encima de mi frenéticamente, muy acelerado, a mi me gustaba mucho, parecía que él ya no podía respirar, su polla entraba y salía de mi sexo a gran velocidad, él me movía y me aplastaba como si veinte caballos estuviesen galopando furiosos encima de mi, pero a mi cada vez me sorprendía que me gustaba más, a pesar del dolor… Me maltrataba pero era excitante, y el hombre empezó a gemir más alto, casi a gritar, como si se ahogase, y yo noté entonces, sorprendida, que cada vez que ahora él pegaba el salto hacia adelante, clavándomela hasta lo más hondo, un líquido muy caliente me entraba a borbotones, como si brotase de una fuente que estaba inundando el interior de mi vientre, me notaba húmeda, un líquido muy caliente mojaba el interior de mi cuerpo, mientras el hombre gritaba desesperado:
-¡Por todos los infiernos, por fin!!!!!!!, ¡Muero feliz por el gran placer de devorarte!!! Tu eres mi muerte y mi vida, bella ragazza!!!!
Me di cuenta de que don Paolo se estaba corriendo -como decían los chicos-, dentro de mi, que había llegado al orgasmo, y que yo, casi no puedo explicar ni decir bien lo que sentí, clavé mis uñas en el cuerpo del hombre y también exploté, gemí, me quejé, me puse a jadear, me moví tan rápidamente como él, le besé, le mordí…
-Dios mío, Don, oohhhhhhhh!!!!!!!! Me muero, por favooooor…. Aaaahhhhhhh!!!!
Era como si mil caballos galopasen dentro de mi, no podía respirar, y aquello seguía, seguía, ahora era yo quien movía al hombre al moverme yo,… Hasta que me di cuenta de que estaba empezando a quedarme quieta, en reposo, poco a poco, que casi ya no me movía, que don Paolo ya estaba quieto encima de mi, aplastando mi cuerpo con el peso del suyo, que a los dos nos costaba respirar, que estábamos bañados en sudor…
-Aire… Dios mío, Dios mío… Bella Adriana, dulce carita blanca… Amo tu cuerpo, tu piel, tu sexo... Mi diosa... Mi muñeca... Mi putita...
Yo le estaba acariciando la cabeza, me notaba muy húmeda, un líquido caliente salía de mi sexo y mojaba mis muslos, él estaba como dormido, como muerto, encima de mi, pero no me molestaba, me gustaba sentir el peso de su cuerpo encima del mío…Todo fue quedando en silencio, ya no se oían ruidos, se oía nuestra respiración, don Paolo estaba medio dormido, yo casi también … Pasó un tiempo, tal vez un cuarto de hora, y lo aparté un poco, hice que se pusiese de lado para poder respirar mejor, su peso me aplastaba, sentí como su pene salía de mi sexo al moverse… Se quedó pegado a mi, puso su mano en mi sexo y se dedicó a chuparme la teta que le quedaba más cerca de la boca, después la otra…
-La teta para tu esclavo, nena… -me susurró babeando don Paolo- buena teta para tu nene malo, bambina, ahora tu eres mía mamma…
Yo me atreví -¿por qué no? a- a coger su pene con la mano, a palpar sus testículos… A él pareció gustarle porque dejó ir una especie de ronroneo de gato satisfecho, pero cuando me fui a dar cuenta se había quedado quieto, giré mi cara para buscar la suya y vi que se había acabado de dormir totalmente, su aliento daba en mi cuello, el calor de su cuerpo cubría de lado el mío, llevé su mano a mi sexo y la dejé allí, me toqué, me toqué allí y en los pechos…
Todo parecía irreal… Si no fuese porque de verdad estaba allí, en la aquella cama, con el viejo fotógrafo siciliano desnudo durmiendo a mi lado, y con una especie de dolor o escozor en mi sexo, todo hubiese sido como una fantasía, como un sueño… Pero todo era real, bien real. Todo había ocurrido de verdad… Yo estaba desnuda, con el hombre que me acababa de desvirgar y follar abrazado a mi cuerpo… Estaba mareada, dolorida, pero al mismo tiempo excitada… Era terrible, notaba que lo que me acababa de pasar me había acabado gustando, que volvía a atreverme a colocar mi mano en el pene del hombre… Y me dormí…
No recuerdo nada más, sólo que don Paolo me despertó y me dijo que ya era muy tarde… Había pasado una hora… Yo había dormido una hora… El siciliano estaba desnudo, igual que yo, y me miraba burlón… Me dijo que me duchase y me pusiese el bikini, teníamos que bajar a los acantilados a hacerme fotos para el álbum de la agencia.… Añadió que me esperaba en la puerta del edificio, me besó en la boca y salió del apartamento a preparar las máquinas de fotografiar y filmar… Poco después bajamos por las escaleritas a la playa, que efectivamente estaba desierta. Era un lugar maravilloso. El mar tranquilo, la arena, las rocas del acantilado, el sol… Me hizo muchas fotos, en todas las posiciones, con el bikini puesto. Después me quitó el sujetador, me volvió a hacer muchas fotos con sólo la braguita, y, al final, también me la bajó, y se cansó de hacerme fotografías completamente desnuda, en la arena, en las rocas, algunas en el agua bañándome, aunque salí enseguida y me envolví en una toalla porque el mar estaba aún muy frío…
-Me hipnotiza verte, nena… Te lo repito, eres muy, muy bella… Toda mía… Y tus tetas saben muy dulces… -añadió con una risa entre burlesca y satisfecha
Don Paolo me secó el cuerpo con una toalla, y me lamió la cara mientras me pellizcaba el culo y me apretaba un pezón. Me dijo que yo tenía sabor a sal, a sal de mar mientras yo notaba de nuevo su saliva escurrirse por mi cara… Volvimos después al apartamento, era ya la hora de comer. En la nevera había bebidas y unas pizzas congeladas, que calentamos en el microondas de la cocina. Comí bastante, yo tenía mucha hambre y seguía muy desconcertada por todo lo que me había pasado aquel día. Bebí bastante cerveza, estaba muy fría y le iba bien a las pizzas que estábamos devorando. Cuando acabamos, yo estaba bastante mareada, la comida y las birras me habían hecho reacción, y necesitaba dormir un rato antes de volver al auto para retornar a la ciudad. Yo ya había hablado con mi teléfono un par de veces con mi madre y le había dicho que volvería tarde, que no se preocupase.
El hombre me agarró por el brazo y me dijo que íbamos a hacer una pequeña siesta, que los dos estábamos cansados. Asentí, y volvimos a la habitación… Don Paolo se desnudó del todo y me miró sonriente:
-Mira mi monstruito, guapa, está muy contento otra vez al verte, vamos a darle otra pequeña fiesta, ¿O.K.?
Efectivamente, su pene estaba de nuevo erguido preparado para la acción…
Don Paolo me volvió a desnudar, se estiró en la cama, y ahora me colocó encima de él, mientras su pene volvía a penetrar en mi cuerpo, ahora sin hacerme ningún daño, sino con una sensación muy excitante y un placer muy intenso que a cada momento me enloquecía más… Apretó con fuerza mis tetas mientras me hacia saltar encima de él con su pene entrando y saliendo de mi vientre, hasta que él volvió gritar y gemir al llegar al orgasmo, jadeando como si se asfixiase, y yo también exploté, sentí un placer infinitamente superior al de la mañana, me ahogaba, gritaba, lloraba, reía, hasta que al final don Paolo, intentando recuperarse, me dejó a su lado en la cama, mientras los dos intentábamos recuperar la respiración y yo me sentía de nuevo bañada en sudor, el mío y el del hombre que me acaba de follar por segunda vez… No me sentía mal, estaba agotada, con algo de dolor en la vagina, pero bien, extrañamente contenta, me excitaba mirar el cuerpo desnudo del viejo italiano a mi lado y pensar que, tal cómo el decía, yo era ya su putita… Y me volví a dormir cuando él hacia rato que roncaba de nuevo. Una larga siesta…
La tarde había avanzado cuando me despertó sonriente y me dijo que me vistiese, que ya era hora de volver a la ciudad.
-Vamos, bambina, yo seguiría contigo, pero ya tendremos más días para estar juntos, te lo prometo, nena… Vístete que hemos de volver a la ciudad, mi amor, esta noche estoy invitado a una recepción y me tengo que vestir elegante…
Fui al baño y me miré fijamente al espejo… Era yo, pero sabía que ya no era yo, que no era la niña medio tonta que había salido de casa aquella mañana. Ya era otra. Había conocido la llamada de la selva, me lo había pasado bien con el hombre que me había follado por primera vez, con el viejo seductor que me había desvirgado…No sabía bien quien era yo ahora, pero intuía que efectivamente yo ya era otra. Y también intuía que aquello había sido sólo la primera vez que pasaba un día con don Paolo, que habría muchas ocasiones más en las que el viejo fotógrafo penetraría en mi cuerpo todas las veces que quisiera, y también sabía que yo se lo iba a permitir, en realidad tampoco no había sido nada desagradable como me imaginaba, sino al contrario habían sido los mejores momentos que había vivido hasta entonces… Ya me sentía una mujer de verdad…
Y esa intuición se ha cumplido plenamente… Eso sí, trabajo para la agencia de don Paolo y me contratan para hacer publicidad, he hecho ya algunos anuncios, y creo que me van a dar un pequeño papel en una comedia de la televisión. Mis padres están contentos, mamá dice que ella ya sabía que yo servía para esto de los anuncios y la moda. Y me hago la chula y presumo con mis amigos y amigas del colegio diciéndoles que soy modelo, y paso de las notas de mis profesoras y de los malditos rollos que nos explican o nos quieren hacer aprender. El chico más guapo del último curso, que antes no se fijaba en mi por ser de los cursos inferiores, creo que ahora va por mi, me ha pedido de ir con él este sábado por la noche a la discoteca más guay de la zona. Y creo que iré con él, está muy bueno y tal vez después de bailar… Bueno, no tal vez, sino seguramente después de bailar… Ya sabéis el qué… Al fin y al cabo, ahora ya no me importa ni me da miedo, ahora me gusta mucho hacerlo, aunque sea con un hombre mayor como don Paolo, ahora que me ha invitado a ir este verano con él a pasar unos días en una casa que tiene junto al mar en un pueblo de su isla. Dice que irán también otros amigos suyos de diferentes países, y chicas como yo, que conoceré gente muy interesante. Le he dicho que faltaría más, que iré con él a Sicilia. ¡Oh, sí, claro que iré! Ya os lo explicaré algún día, si os interesa…