Don Miguel, mi sirviente personal

Esta es la historia de como convertí a un rico empresario, Don Miguel, en mi sirviente personal, el inicio de una relación de sumisión financiera que aun continua.

Acabo de regresar de vacaciones, este domingo decidí parar en Madrid de camino a casa y visitar a Don Miguel, si Don Miguel. Llevamos en contacto desde hace 5 años, lo recuerdo perfectamente. Llevábamos sin vernos desde antes de navidad, ya que toda esta situación anómala por el coronavirus nos ha impedido vernos. Tras comentarle mis dos relatos anteriores, se mostró muy entusiasmado en que contara nuestra relación.

Nuestra historia comienza cuando recibí un mail por un anuncio que tenía publicado en el que indicaba que soy Amo y estaba buscando un buen sumiso… Su nombre en el mensaje, Don Miguel, rápidamente me llamo la atención, ya que me escriben muchas personas, no solo esclavos o sumisos financieros, también muchos amos. Personas con las que me encanta conversar y compartir experiencias y fantasías, y si se pueden hacer realidad mejor. No penséis que le voy pidiendo pasta a la gente o chuleando por ahí, no, eso es muy vulgar… todo lo que hago esta meditado, hablado y pactado.

Os adjunto el correo literal:

“Estimado Señor,

Tras leer con enorme gratitud su anuncio, me gustaría comunicarle mi disposición a aclarar algunos temas referentes a el acto de sumisión que usted solicita. Por todo lo demás, sin problema, sería un enorme placer y un gran honor acordar con usted las condiciones que estime oportunas.

Atentamente, Miguel.”

Y es que alguien que escribe de esa manera no es un cualquiera y me moría de ganas de hablar con él, así que le contesté:

“Estimado Señor,

Sera un placer conversar con usted, cuente con mi consentimiento. Me alegra muchísimo que sea tan educado y presumo que un gran caballero. Por favor, agradecería indicase aquellas cuestiones a tratar.

Atentamente, Señor”

Tras aquello, reconozco que estaba intrigadísimo.

Comenzamos a escribirnos mails y en ellos, me comentaba un poco acerca de sus intenciones y su situación personal. Básicamente, es un hombre casado, entonces 62 años, de buena posición, clase media-alta acomodada, buena educación, refinado y vida aparentemente tranquila. Entonces tenía una empresa, que actualmente y ya jubilado, gestionan sus hijos.

En resumen, todo apuntaba al prototipo del sumiso financiero clásico, un hombre con clase y, podríamos decir, de éxito, que había renunciado a vivir por su trabajo y la familia. Con una enorme responsabilidad y estrés, de carácter fuerte, muy controlador y algo autoritario para que su mundo no se desmoronara.

Fue muy difícil llegar al fondo del asunto, por la desconfianza de una persona así y en su posición, pero necesitaba indagar un poco más y sabía que me llevaría tiempo. Hasta que empecé a entender que estaba continuamente rodeado de aduladores, empleados serviciales y, podríamos decir, trepas, que le hacían continuamente la pelota y le decían siempre lo que quería oír. Me recordaba mucho a esos futbolistas, famosos, políticos… que parece que viven en una burbuja, en un mundo ideal, y que han perdido la noción de la realidad, verdad.

Tenía muy claro que a alguien así había que tratarle mínimo de tú a tú o como un ser inferior, aunque yo disfrutaba muchísimo escribiendo esos mails tan rococó más propios de otros tiempos.

Una relación de sumisión no tiene por qué conllevar desprecios o insultos, si cada uno es consciente de su condición y se mantienen las posiciones, salvo que sea algo imprescindible dentro de la fantasía. A mí siempre me ha gustado ser educado y correcto con todo el mundo, no hay más humillación que una mirada fija o un gesto rotundo, incluso los silencios, sin caer en la vulgaridad.

Pasaron los días entre uno o dos mails diarios, como siempre espere a que me propusiera vernos en persona, ya que alguien así debe coger cierta confianza y hay que ser muy paciente. En aquellos tiempos yo andaba por Castilla y León, y me movía con relativa frecuencia por Madrid. Por lo que me propuso, en una de esas visitas que hice, quedar y conocernos en persona, tomar algo y ponernos cara, lo típico.

Hasta ese momento poco habíamos tratado la fantasía en sí, ni siquiera tenía muy claro que fuera realmente sumiso o un esclavo, algo que me tenía muy confundido, porque estaba más interesado en mis experiencias y en hablar de la sumisión, el erotismo y todos pecados habidos y por haber.

Después de volver a leer los mails para escribir este relato, me he dado cuenta que es la primera vez en mi vida que he sentido que alguien no ha entrado en mi juego, sino que ha jugado contra mí. Nos estuvimos midiendo fuerzas el uno al otro, muy educadamente, por supuesto, y aquello podría haber finalizado de un plumazo en aquella primera cita si hubiera mostrado el menor signo de flaqueza. Siempre he pensado que Don Miguel es muy inteligente y no habría llegado hasta donde lo ha hecho sin serlo.

Llego el día y nos citamos en Sol (centro de Madrid), en una conocida cafetería de la zona a media mañana. Estaba sentado en una esquina del bar, en una mesita redonda de esas minúsculas leyendo el periódico esperando mi llegada. Llegué 5 minutos tarde, algo nervioso, y pensé que con alguien así no sería un buen comienzo, pero fue muy amable y me invito a sentarme.

Es un hombre menudo, de forma redondeada, no obeso, pero si hermoso. Elegantísimo con su camisa azul y, cuello y puños blancos, y unos gemelos a juego. No llevaba corbata, pero si pantalón de traje gris y unos castellanos clásicos negros. Vamos, como un pincel. Muy sonriente, amable y cercano, aparentemente, y por supuesto controlando toda la situación. Algo que para mí era nuevo y muy incómodo. Yo me considero un tío elegante, por lo que fui tal cual, además tampoco soy muy partidario de hacer paripés.

Rápidamente me hizo un gesto para preguntar que tomaba mientras se levantaba para pedir en la barra. Una vez sirvieron las cafés, los pago, y los puso en la mesa.

Y empezamos a hablar, primero sobre una noticia del periódico y luego sobre cómo nos habíamos imaginado el uno al otro, etc. Era el momento de tomar el control y poner la carne en el asador, entonces le mire muy fijamente y acercándome ligeramente le pregunte cuales eran sus intenciones, tenia muy claro que aquella cita no era el inicio de nuestra relación, sino un acto de confianza y de reconocimiento mutuo.

Entonces se sintió muy intimidado, probablemente era la primera vez en mucho tiempo que alguien le tenía en una situación incómoda, fuera de su control y sin ningún escudo para frenarlo. Recuerdo que miro hacia un lado, resoplando, rojo como un tomate, avergonzado y titubeante. En ese momento lo tenía en mis manos, y sin pensarlo, le dije algo así: “Esta será tu entrevista de trabajo, necesito un sirviente personal para cuando vengo a Madrid, podrás superarla o no, eso lo decido yo, que soy el Señor”.

Sus ojos se abrieron como platos con su boca entreabierta, mientras sus hombros se plegaban al curvarse su espalda, mientras le cuestionaba que estuviera a la altura del puesto.

Lo que esperaba de él, es que fuera mi empleado, mi sirviente y hacerle sentir realmente inferior mientras yo me crecía como el Jefe supremo. Trabajando para mi tendría que hacerme la pelota, adularme, reírme las gracias y complacerme en lo que fuera necesario. Por lo que, durante la entrevista, le indique sus obligaciones y deberes, así como su asignación y gastos, que evidentemente seria mi tributo, todo muy educadamente. A lo cual acepto.

No pudimos hablar mucho rato más ya que yo tenía que marcharme, por lo que nos despedimos y le dije que ya le indicaría si había pasado la prueba o no para conseguir el trabajo.

Y si algo hay en este mundillo que te puede hacer crecer o hundirte rápidamente es el tiempo, saber controlarlo y no caer en movimientos impulsivos que te van a llevar, por lo general, a cometer errores fatales, es importantísimo.

Con Don Miguel era la clave, alguien así daría por sentado que al día siguiente le contestaria. Hacer lo que él esperaba volvería a darle poder y eso un buen Amo, no debería permitirlo nunca. Por lo que yo, que estaba disfrutando de lo lindo, decidí esperar. Sin ninguna prisa y sin comunicación ninguna. También cabía la posibilidad de que no entrara en el juego y que aquello se hubiera terminado, aunque mi intuición me decía que esa opción no estaba sobre la mesa.

Al cabo de 5 días, recibí un mail:

“Estimado Señor,

El pasado día 8 tuvimos una entrevista de trabajo y me gustaría saber en qué situación se encuentra mi candidatura y si el puesto ya ha sido adjudicado.

Un saludo.”

Aquel momento de alegría invadió mi cuerpo, sabía que sería alguien importante en mi vida, uno de esos sumisos que se merecen un relato como este.

Por supuesto, decidí volver a esperar antes de contestar.

Pasados 3 días le mande un mail:

“Estimado Miguel,

Le informo que el puesto le ha sido adjudicado y que siga interesado en el mismo, espero no tenga reparo en un error de comunicación sobre los honorarios, ya que me complace comunicarle que el salario, en base al convenio será el doble de lo estipulado.

Atentamente, Señor”.

Y es que no paso ni una hora y me contesto con un escueto, “Acepto Señor, a su servicio”.

Estuve meditando mucho como gestionar aquella situación, especialmente en lo económico, ya le había doblado el tributo, que sinceramente, no estaba ni está mal. Así que esa misma noche le mande un mail pidiéndole, entre otras cosas su número de teléfono. Y es que el día 19 de ese mes (sábado) había planeado ir a Madrid, por lo que le pedí que anulara su agenda para ese día, ya que debía dedicarse a su Señor, que reservara un viaje en tren y una habitación en un hotel para esa noche y que me recogiera en la estación de Chamartín esa misma mañana temprano.

Al día siguiente me contesto diciendo que estaba a mi disposición para lo que necesitase y preguntando por la zona de Madrid donde quería el hotel. Pasaron los días y fuimos concretando hasta que me remitió las reservas.

Me dispuse a tomar el tren, me había vestido a la altura de la ocasión, nada de traje… pero si muy elegante, porque yo soy un Amo con clase. Llevaba una pequeña mochila con algo de aseo para pasar la noche y el portátil.

Llegue a la estación temprano, insistí muchísimo que Don Miguel fuera muy puntual, y efectivamente allí me estaba esperando en la zona de llegada, impecable con su traje, corbata y zapatos negros a juego, y un folio en blando donde se podía leer Sr. XXXX (este dato lo he omitido) como le había pedido. Recuerdo su expresión de pánico ante las escasas personas que había a esa hora allí mientras intentaba mantener la endereza. Me dio muy amablemente los buenos días y se apresuró a tomar mi equipaje.

A la entrada, le espere mientras iba al parking. Apareció con un coche enorme, de muy alta gama, la verdad es que no esperaba menos, azul marino y tapizado en piel clara. Se bajo y accedió a abrirme la puerta trasera para que me acomodara, ante la mirada atónita de los muchos taxistas que allí aguardaban.

“Don Miguel, al hotel por favor”, “Si Señor” me respondió rápidamente.

Entonces vi que había un sobre en el asiento que tenía escrito “Mis honorarios Señor”, lo cogí y me lo metí en el bolsillo sin mirar, no seria muy elegante abrirlo en ese momento, ni siquiera tuve la menor duda que no fuera lo acordado. Note su mirada impaciente a través del espejo.

A la llegada, le espere en la recepción leyendo un magazine de esos turísticos, mientras se encargaba del registro y todo lo demás. Como había pedido, reservo una habitación, en la última planta del Hotel, tenía 3 estancias y terraza, una especie de saloncito de recepción con sofás y sillones, un dormitorio con baño y una especie de despacho con un escritorio.

Nada más cerrar la puerta llamo a recepción para pedir el desayuno completo del hotel, mientras yo inspeccionaba la habitación. Entre los amenities vi unas zapatillas de baño. Le pedí que las cogiera mientras me sentaba en el sofá. “Quítame los zapatos y dame un masaje en los pies mientras llega el desayuno”.

Desde el cartelito de la estación no había vuelto a ver su cara de pánico, así que asentí con la cabeza y se arrodillo ante mí. Nunca antes, nadie me había quitado los zapatos y masajeado mis pies con tanta delicadeza, en serio, una pasada. Rápidamente, sus nervios se tornaron en satisfacción al ver mi cara de alivio. Al finalizar y sin pedírselo, beso mis pies con devoción mientras me colocaba las zapatillas.

Cuando se incorporó tocaron a la puerta, me dirigí a la terraza con vistas a la que se accedía desde el dormitorio, mientras colocaba las bandejas en una mesita próxima a la entrada y despedía al camarero.

“Tomare el desayuno aquí fuera, hace un día buenísimo, no cree Don Miguel”

Y así fue, está claro que es una persona de nivel y con clase, conocedora del más refinado protocolo. Con una toalla blanca doblada sobre su antebrazo, me sirvió muy educadamente y espero paciente en una esquina a que terminara. Una vez termine, retiro la mesa y le pedí que buscara a las señoras de la limpieza de piso para dejarles la bandeja con los platos sucios, no quería verlos allí.

“Desea algo el Señor” me dijo con la cabeza cabizbaja. “Si, el Señor necesita un traje”. Y así, como un buen chofer me recogió en la puerta del hotel a la vista de todo el mundo y me llevo a unos conocidos almacenes de la capital. Mientras subíamos por las escaleras mecánicas le comenté lo que necesitaba… Traje, camisa, cinturón, zapatos y corbata.

Debía asistirme durante las compras, ir y volver al probador con la ropa hasta dar con la talla adecuada. Me condujo al stand de un conocido diseñador de trajes, al vernos llegar un dependiente del establecimiento se acercó a atendernos. Y como Don Miguel llevaba traje y zapatos, y no precisamente baratos. Se dirigió a el directamente.

Por supuesto que le clave la mirada, esperando una respuesta adecuada a la situación. Y efectivamente, “El señor necesita un traje, yo me ocupare si es tan amable, si necesitara algo le avisare” contesto.

No pude más que girarme y empezar a husmear entre la ropa con una gran satisfacción. No hay reunión que no recordemos entre risas la cara de aquel dependiente, al ver que aquella situación no le cuadraba. Imagino que habrá visto cosas peores.

Por supuesto que vi un traje estupendo, gris marengo casi negro, unas camisas blancas, y nos fuimos a los probadores. Espero pacientemente al otro lado de la cortinilla a que me probara el primer traje, entonces, intencionadamente, estando solo en ropa interior decidí llamarle. Asomo su cabeza discretamente, me hizo un escaneo completo con la mirada y se puso rojo rojo, jaja, “creo que deberías traer una talla más de este traje”.

Cuando regreso abrí la cortina para que me viera con el traje y una de las camisas, que me quedaba impecable. Mientras me miraba en el espejo me recolocaba la chaqueta y quitaba los pliegues con mucho esmero. “Le queda perfecto Señor”. “

“Trae algunas corbatas”, y así fue, me trajo 3 o 4, no recuerdo bien, de varios colores. Me gustó mucho una de ellas de franjas blancas y un amarillo muy vivo. “¿Desea el Señor probársela?”

Dicho y hecho, empezó a hacerme el nudo mientras le miraba fijamente. Me esbozo una medio sonrisa nerviosa y bajo la cabeza para que quedara impecable.

Me probé un par de trajes más, pero este fue el ganador.

“Zapatos negros de cordones, 44 por favor, y cinturón a juego”, le dije mientras me sentaba en un banco. Y así, tras darle de nuevo la espantada al dependiente de la tienda, trajo tres muy clásicos.

De nuevo volví a mirarle fijamente mientras extendía la pierna hacia él. Se quedo petrificado frente a mí con las 3 cajas, ese instante se le hizo eterno… “Vamos, a que esperas”. Entonces, cuando esperaba un rehúso, se agacho y empezó a probármelos allí mismo, con mucha entereza la verdad.

Sinceramente creo que fue uno de los momentos de más erotismo y sensualidad que recuerdo, lo disfrute muchísimo como Amo, ese instante concentraba todo lo que siempre he deseado, sumisión, poder, control, ¡todo!.

Poco a poco empezaba a soltarse, y yo estaba realmente cómodo. Tras elegir unos y un cinturón, le pedí que los pagara, y por supuesto cargo con las bolsas hasta el coche, me llevo al hotel. Sinceramente, no había mirado ni una sola etiqueta y con Don Miguel jamás lo he hecho.

Ya en la habitación, le pedí que preparara la ropa, y que antes de ponérmela me daría un baño para ir a comer. Mientras tanto me senté en el escritorio con el portátil a despachar mis asuntos.

“Esta todo preparado, Señor”. “Ok, voy en un minuto”

Fui al dormitorio, y allí me esperaba junto a la cama, me ayudo a desnudarme, y doblaba mi ropa. Por supuesto no habría sexo, notaba la incomodidad del momento, pero me miraba de reojo en todo momento. Me desnude completamente y me fui a la ducha, en aquel momento no le pedí que me bañase, considere que era demasiado para ser la primera vez, pero en otras ocasiones lo ha hecho y muy bien, también masajes.

Espero paciente a que terminase y me envolvió en una toalla, después se apartó mientras me secaba. Seguía notando sus miradas inocentes e incomodas, me gustaba esa sensación.

Me vistió de arriba abajo, también beso mis pies y mis zapatos. Estaba deslumbrante, todo un Señor.

Había reservado mesa en un restaurante cercano, por lo que fuimos andando. Quise expresamente que la comida fuera un poco más distendida, Don Miguel tiene una edad y había sido un día largo lleno de sorpresas para él. Por supuesto no significaba que yo no siguiera al mando.

“Agua y una ensalada de la casa para él y el surtido de ibéricos para mi” mientras degustaba una buena copa de vino, “después rodaballo, el nada, y algo de fruta para el postre”.

En ese momento empezamos a conversar más relajadamente, fue muy interesante indagar en sus fantasías, su situación personal y sus impresiones sobre lo sucedido. Sentía que estaba disfrutando mucho, sobre todo por su forma de mostrar respeto, además de una educación exquisita.

Después de comer y tras una buena sobremesa, copa para mi incluida, volvimos a la habitación, allí di por zanjada la sesión. Había sido un día largo, nos despedimos y nos emplazamos a la próxima visita a Madrid. Yo disfruté de una merecida siesta, a la mañana siguiente volví en el tren a casa.

Tras el paso del tiempo, poco hay que entender en nuestra relación, Don Miguel hace realidad mi fantasía de tener un sirviente personal y complacerme, imagino que en parte él también lo desea. Nunca hemos tenido sexo, ni insinuaciones ni nada por el estilo, pese a que el me baña, me viste, incluso me da masajes, es heterosexual.

Su nivel de excitación mental es grande, lo se porque lo he hablado varias veces con él, no se masturba pensando en mi ni en nuestra fantasía, no, es mucho mas que eso.

Durante todo este tiempo nos hemos visto con cierta regularidad, he ido avanzando con él, profundizando y avanzando en nuestra relación. Creo que el secreto ha sido nuestro respeto mutuo y la seriedad. Se que podría pedirle lo que quisiera, es mi sirviente fiel, al que le tengo un enorme aprecio; aunque plancha muy mal, …, aún recuerdo aquel día que me quemo una camisa, esto tenia que contarlo.

Si os ha gustado y queréis compartir impresiones, comentarios, fetichismos y perversiones conmigo, yo encantado. Mi mail amosenordios@gmail.com.

Gracias, un saludo.