Don Mario 4- Completo

Debido a problemas familiares había dejado inconcluso el cuarto capítulo de mi historia. Aquí lo subo al completo, esperando que sea de su agrado y prometiendo prontas continuaciones.

Por la mañana, mi marido despertó con un resacón tremendo y ese día no salimos a ninguna parte.  Hice una comida sencilla, comimos juntos y luego se volvió a meter a a la cama. Yo aproveché para echarme una siesta tendida a una tumbona al lado de la piscina. Me puse una tanga brasileña de colores floridos, sin nada en la parte de arriba para ponerme más morenita, me unté de crema protectora por todo el cuerpo y me tendí al agradable sol del atardecer de julio. Sobre las nueve vinieron mis padres con mis niñas. Se quedaron a cenar. Mi marido ya estaba mejor, así que se nos unió a la mesa.

Por la noche, después de despedir a mis padres y acostar a las niñas, mi marido me hizo suya. Se había tomado la Viagra y estaba con ganas. Como siempre, me puso a cuatro patas y empezó con su mete y saca sin preámbulos. Y como siempre, se corrió a los pocos minutos.

A la mañana del lunes estaba de lo más nerviosa. Tenía que volver al trabajo, donde me iba a encontrar con don Mario, y no sabía cómo iba a reaccionar. Por suerte, mi marido estuvo conmigo todo el tiempo. Así que no tuvimos la oportunidad de hablar sobre lo sucedido el fin de semana. Yo quería dejarle bien claro que lo mejor sería olvidarlo todo y continuar con nuestras vidas como hasta entonces, siendo socios y compañeros en el trabajo. Que debía de entender que era una mujer casada y con dos hijas, y que aunque me lo había pasado bien rico esa noche con él,  no podía ni debía poner en juego mi matrimonio. Ya no por mí, sino por mis hijas. Sinceramente, estaba decidida a poner fin a cualquier tipo de  mal entendido que don Mario se pudiera crear con respecto a nuestra exigua relación furtiva. Lo había pensado muy bien durante todo el domingo y ya no había vuelta atrás. Don Mario había sido un polvazo. El mejor polvo de mi vida. Pero por el bien de todos no podía continuar. Además, me había dado cuenta de que don Mario me hacía perder el control, hasta el punto de hacerme suya en la misma cama matrimonial en la que mi marido dormía a pierna suelta su borrachera. Arriesgando, por un momento, todo lo que había conseguido hasta entonces: una familia, dos hijas, seguridad económica, una buena vida. Y eso no podía ser. Esa vez había tenido suerte. La próxima, puede que no.

Así pasó ese lunes, y el martes, y el miércoles. El jueves mi marido tuvo que salir por la tarde después de la comida. Sobre las siete me llamó para decirme que se le iba a hacer tarde y que ya nos veíamos en casa.  A las nueve, cuando los trabajadores ya se habían ido, don Mario me retuvo con la excusa de tratar unos temas del reparto del día siguiente. Despidió a Marta y nos quedamos solos. Ya en su oficina, no tardó en besarme y en meterme mano por todos lados. Ese día me había puesto un vestidito de tirantes bastante pegadito y corto. Debajo solo llevaba un hilito dental blanco. No me había puesto sostén. Así que no le fue difícil manosearme todo lo que quiso. Sobretodo mis nalgas, de las que se apoderó mientras me besaba bien rico y me decía lo buenota que estaba y lo puta que era. Yo me quise oponer. Y casi había conseguido acumular las fuerzas necesarias para decirle todo lo que tenía preparado, pero entonces don Mario tomó una de mis manitas y la puso sobre su paquete, y ya no me pude aguantar más. Terminamos follando de la misma forma que se había follado a Marta unas semanas antes. Sobre el suelo de su despacho, a cuatro patas, como una perra. Don Mario me quiso dar por el culo, como a Marta, pero yo le pedí por favor que no, que nunca me lo habían hecho por ahí. Que el culo no se lo había dado ni a mi marido y que se podía dar cuenta. Con suerte, y como estaba a punto de correrse, no insistió más. Y me temo que si lo hubiese hecho se lo hubiera entregado con mucho gusto. Me la volvió a meter y al poco rato sentí como su descarga inundaba por completo toda mi cucuna. Lo que hizo que yo también volviera a tener un nuevo orgasmo.

Al llegar a casa me sentía bastante confundida. Don Mario me había vuelto a hacer suya. Su mujer.  Su amante. Su puta. Su perra. Como él mismo me llamaba mientras me taladraba el coño. Yo ni siquiera había podido negarme. Me había tomado cómo, cuándo y dónde él había querido. Y eso era lo que más miedo me daba.

Decidí no ir a trabajar al día siguiente. Como mi marido es uno de los dueños de la empresa, me puedo tomar ese tipo de licencias. Así que ese viernes y todo el fin de semana la pasamos en familia. El sábado por la mañana nos fuimos a nuestra casa de la sierra y no volvimos hasta el domingo al anochecer. Al llegar, le dije a mi marido que me quería tomar un par de semanas libres para quedarme en casa, hacer algunos cambios, y pasar más tiempo con las niñas. A mí marido le extrañó, porque no soy de las que suelen quedarse en casa en vez de ir a trabajar, pero tampoco me puso ningún pero. Me dijo que le parecía bien y que no me preocupase de nada.

Por la mañana del lunes me puse a hacer limpieza general. Tenemos una asistenta que se ocupa de este tipo de cosas, y también del cuidado de mis hijas cuando no estamos en casa ni mi marido ni yo, pero quería mantener mi mente y mi cuerpo ocupados para no pensar en don Mario. Y es que me había dado cuenta que separarme de él no iba a ser tan fácil como había pensado. A cada momento extrañaba su presencia y me sorprendía pensándolo. Incluso me ponía super celosa al imaginarlo con Marta, con Verónica o con cualquier otra que se hubiese podido ligar.

El martes fui de compras por el centro. Como mi madre vino a casa y se llevó a las niñas de paseo, pude andar de tienda en tienda y sin prisas por varios grandes almacenes. Me compré un vestido tirantero en tonos verdes, un par de zapatos a juego, un conjunto de sujetador y tanga tipo hilo dental de color blanco, unos tops y unos pantalones de lycra negros super ajustados que se me pegaban al cuerpo como una segunda piel y me formaban un culazo impresionante. Me di un paseo por la tienda en la que me había comprado la tanga con abertura. La misma con la que don Mario me había convertido en su puta, primero en mis sueños y luego en la vida real. Entré, saludé al chico gay que me había atendido la otra vez y le pedí de la misma tanga en diferentes colores. Me compre tres. Me dijo que, ya que gustaba de ese tipo de prendas, quizás me interesase unas medias bastantes monas que le acababan de llegar. Las medías eran unas pantys, de rejillas o con encajes, que también llevaban una abertura en la zona genital. Me probé un par de ellas y me las llevé. Desde que don Mario me había hecho suya, y sin quererlo, cada vez me vestía de forma más provocativa. Incluso en mi intimidad.

Por la noche, cuando mi marido vio lo que me había comprado, se puso como un toro, totalmente perdido, y me pidió follar con las medias de rejillas puestas. Yo no las quería estrenar todavía, pero tuve que hacerlo. Nuevamente, volvió a ponerme a cuatro patas, esta vez al borde de la cama, como a una perra, y me folló mientras me decía lo buena que estaba, lo puta que parecía con esas medias puestas y lo culona que cada día me estaba poniendo. Después se corrió y al poco rato se quedó dormido.

Al día siguiente no pasó nada digno de mención. Pero el jueves si pasaron cosas.

Eran las siete de la tarde y yo me había puesto a tomar el sol. Como siempre, estaba en topless y con una tanguita brasileña. Mis hijas estaban dentro de casa, en sus habitaciones, mirando la tv o jugando con la consola, cuando sonó el timbre de la entrada. Enseguida me puse un pareo de gaza tipo vestido que se une a la cintura con un lazo y pregunté quién era. Era don Mario. Dude en abrirle, pero tampoco quería que los vecinos se hicieran ideas raras. Así que lo hice.

Ya dentro, don Mario me saludó, me dijo lo bella que estaba y quiso besarme. Me negué. Le dije que ahí no. Que mis hijas estaban en sus habitaciones y que los vecinos nos podían ver. Don Mario me dijo que me extrañaba y que me deseaba. Que me quería hacer suya en la misma cama que me había follado la primera vez. Que no me preocupase por mi marido, que había ido a una reunión muy importante y que seguro no volvía hasta pasadas las diez. Le dije que ni loca. Y menos con mis hijas en casa. Entonces vio la cabañita que tenemos al lado de la piscina y me llevó hacía allí. Yo sabía para lo que me llevaba. Don Mario había venido a follarme y me iba a follar. Pero otra vez no pude negarme. Su presencia de macho me volvía loca y él lo sabía. Sabía que podía hacer conmigo lo que quisiera y lo hacía.

En la cabañita, don Mario me hizo de todo. Me quitó a tirones el vestido de gaza y me lo dejó medio perdido. Me arrancó la tanga brasileña de un tirón y me la rompió. Luego me puso a mamar polla y, cuando la tuvo bien dura, me tomó de las caderas, me dio la vuelta en el aire e hicimos un sesenta y nueve de paraditos. Al principio me daba miedo de caerme, pero luego pude ver que don Mario era todo un experto en esta clase de posición. Me comía la cucuna bien rico mientras yo le mamaba toda su pingaza. Me olía el ano y me lo lamía, y yo le masajeaba los huevones y lo pajeaba. Al terminar mi primer orgasmo, me bajó, quedando de espaldas sobre él. Me tomó de las caderas y me subió con las piernas abiertas de par en par. Me dijo que yo misma me colocase su pingaza en la entrada de mi cucuna, y así lo hice. Apunté su mástil de semental sobre mi rajita y, poco a poco, sentí como ese enorme trozo de carne me llenaba por completo. Así me estuvo dando como un cuarto de hora. Luego me dijo que se venía, que estaba muy arrecho y que no aguantaba más, pero que primero me quería dar como a una perra. Que mi culo lo volvía loco y que me lo quería ver mientras se corría. Don Mario me tomó a cuatro patas, y mientras me llenaba con su lechazo me decía de todo. Que si era una puta. Una ninfómana. Que seguro que mis hijas no eran del cornudo de mi marido. Que me quería preñar. Que me quería romper el culo. Hasta que se terminó de venir.

Al despedirse, don Mario me dijo que el sábado se quería ir de fiesta conmigo. Que me inventase cualquier cosa que decirle a mi marido. Que me tenía preparada una sorpresa. Que como el veintiuno era mi cumpleaños (ese jueves era diez y seis), me pensaba hacer un buen regalito. Que ya me avisaría por WhatsApp en dónde nos encontraríamos. Nos vestimos, yo con mi pareo de gaza medio destrozado y sin nada debajo. Al salir, don Mario me dijo que lo acompañase a su coche, que tenía algo que darme. Quise negarme, pero sabía que era inútil. Y lo seguí.

Con suerte, su coche estaba aparcado a unos pocos metros de casa y por la calle no había nadie. Cosa normal en plena quincena de julio en Madrid. Me entregó una caja de proporciones medianas, envuelta  en papel de regalo metalizado y un lazo en el centro de ella. Me dijo que me lo pusiese para el sábado. Que me quería bella y puta para ese día. Luego me dio un beso y se fue.

Ya en casa, y en la intimidad de mi habitación, abrí la caja que don Mario me había dado. Dentro había un pantaloncito de lycra tipo tangalón color blanco, como el que llevaba Marta la vez que los había visto follando. También había un top super ceñido, también blanco, una tanga de hilo dental negra y una nota que decía: "Esto es lo que quiero que te pongas para el sábado. Nada de sujetador. Ni se te ocurra ponértelo. En cuanto a los zapatos, quiero que sean los mismos que te pusiste la noche que te follé por primera vez."

Me di una ducha, me sequé, y me probé la ropa que don Mario me había regalado. Tanto el tangalón como el top me quedaban super apretados. El culo se me salía por todas partes. Parecía que el top me iba a reventar en cuanto respirase un poco. Y encima la tanga de hilo se me metía en toda la raja del culo y en el  chocho. Ahora comprendía lo que don Mario había querido decir cuando dijo que me quería bella y puta para ese día.

Me quedé pensando en qué historia inventarle a mi marido para poder salir con don Mario el sábado por la noche. Hace mucho que no quedaba con mis amigas. Es más, desde que había descubierto que don Mario y Marta eran amantes prácticamente las había abandonado. Incluso desde antes de ello, la sola presencia de don Mario me había hecho cambiar de una manera considerable. Cuando me hizo suya, había tratado de poner tierra de por medio y refugiarme en mi familia. Pero había fracasado y ahora era más de don Mario de lo que nunca me había imaginado que podía llegar a serlo.

Se me ocurrió que, ya que hace mucho que no las veía, como excusa no estaría mal.

Enseguida me puse en contacto con Maritza, una paisanita mía que también se pega sus escapaditas de vez en cuando con un chico cubano del que está super enamorada. Alguna que otra vez le he servido de coartada ante su marido, así que no estaba mal que me devolviera el favor. Mari se río y me dijo que le parecía bien, que toda mujer tenía derecho a echarse un par de polvos fuera de casa y que contase con su discreción. También se lo conté a Paola, mi mejor amiga. Ella es dominicana y nos entendemos bastante bien. Paola es de mi edad, también tiene dos niñas, que son muy amigas de las mías, está divorciada y, por lo tanto, dispone de total libertad para hacer este tipo de salidititas sin tener que darle explicaciones a nadie. Me dijo que era una pillina, que ya le contaría, que si mi marido por casualidad le preguntaba algo, ella le diría que salíamos a celebrar mis treinta y ocho cumpleaños con las amigas, tal como habíamos acordado. Por un lado, mi marido no conoce de nada al marido de Maritza, y ambas tenemos una aventura fuera del matrimonio. En cuanto a Paola, como es mi mejor amiga sé que puedo confiar incondicionalmente en ella.

El plan consistía en que Pao pasase por casa a recogerme. Así, cualquier tipo de dudas que mi marido pudiese tener al respecto, se desvanecieran por completo. Puesto que la tiene en muy alta estima. Le diríamos a mi marido que íbamos a por Mari y a por otra amiga más y que al final de la noche Pao se encargaría de traerme a casa. Lo más importante en este tipo de situaciones es tenerlo todo bien planeado. Hasta el último detalle. Sin improvisar. Por supuesto no habría reunión, ni cena alguna, ni nada por el estilo. Pao se iría a su casa después de pasar por mí y Maritza solo era un nombre que dar. Y yo volvería a casa por mis propios pies en cuanto don Mario me hubiese festejado. Ahora solo faltaba convencer a mi marido.

El viernes por la tarde, después de pensármelo bien, llamé a mi marido y puse la primera parte de mi plan en marcha. Le dije que las chicas me habían llamado, que me habían echado en cara que ya casi ni me dejara ver, que no se habían olvidado de que el martes de la semana siguiente era mi cumpleaños y que me querían hacer una especie de reunión por tal motivo. Que no serían más de dos o tres horas. Como mucho cuatro. Primero iríamos a cenar y luego a tomarnos un par de  copas. Que Pao se iba a encargar de todo. Incluso de llevarme y traerme, para que no se preocupase. Me dijo que ya hablaríamos en cuanto volviera a casa. Que estaba muy ocupado. No logré sacarle el sí, pero por lo menos no lo noté enfadado. Y es que mi marido es bastante reacio a que una mujer casada salga con las amigas. Es de los que piensa que el lugar de una mujer está con su esposo y sus hijos. Y casi nunca me deja salir sola.

Por la noche de ese viernes puse todas mis tácticas de seducción en práctica y, después de echar un buen polvo, conseguí que mi marido me diese permiso para salir al día siguiente. Eso sí, me dijo que nada de borrachera y de volver a las tantas. Como mucho me daba permiso hasta las tres. Que tuviese el móvil encendido para cualquier cosa y que no me fuese acostumbrado a este tipo de salididtas. Que una mujer casada y decente no sale por ahí con las amigas. Que hacía una excepción esta vez, pero nada más. Lo premié con una mamada que le supo deliciosa. Luego, como siempre, me puso a cuatro patas y se corrió dentro de mí.

El sábado por la mañana, y aprovechando que mi marido había ido a trabajar, tuve la precaución de guardar en el maletero de mi coche un maletín de deporte con la ropa que don Mario me había dicho que me pusiese para esa noche. Evidentemente no podía salir de casa así vestida. Como una puta. En ese caso, y con lo celoso que es mi marido, no me hubiera dejado ir ni a la esquina.

Llegada la hora, Pao pasó por mí a las diez y poco. Saludó a mi marido, le dijo que no me preocupase de nada, que me traería de vuelta en unas horas sana y salva, nos echamos una risas, le di un piquito de despedida, salí de casa, Pao me llevó hasta donde había dejado mi coche estratégicamente aparcado, saqué del maletero el maletín con la ropa que me iba a poner esa noche, lo guardé en el asiento de atrás del coche de mi amiga y nos fuimos.

Le pedí a Pao que me dejase en una gasolinera con servicio de 24 horas. Cogí el maletín, nos despedimos, le di las gracias por el favorcito, que cuando quisiera se lo devolvía, quedándome con sus niñas, o en lo que fuese. Me dijo que no hacía falta. Que para eso estaban las amigas. Pero que tuviese cuidado. Que nadie sabe nunca cómo pueden terminar este tipo de cosas. Y yo era una mujer casada y con dos hijas. Que me echase mi canita al aire y que ya. Que tampoco debía de cambiar la seguridad de mi matrimonio por una aventura. Después me preguntó por lo que llevaba en el maletín y yo se lo mostré. “Madre mía, Marisol, ¿pero a dónde vas así vestida?”, me dijo. No supe que decirle. Porque ni yo misma lo sabía. Luego nos despedimos, entré a los servicios de la gasolinera, me cambié de ropa y me retoqué el maquillaje. Al finalizar, pude ver en el espejo del baño que, efectivamente, estaba bella y putísima así vestida.

Al poco rato le mandé un WhatsApp a don Mario con la dirección de la gasolinera en la que me encontraba para que pasara por mí. Me respondió diciendo que conocía el lugar, que le venía cerca, que esperase sobre la acera, que pasaría por mí en quince minutos. Veinte a mucho tardar.

Al salir, unos tipos que estaban repostando me dijeron de todo y se me vinieron encima. Eran cuatro y se les veía bastante jovencitos. Tuve que amenazarlos con llamar a la policía si no me dejaban en paz, pero ni así se cortaban a la hora de arrimarse y molestarme. Por suerte, el encargado de la gasolinera, que era bastante fuerte y alto, los echó de ahí a empujones y ya no me molestaron más. Le agradecí la ayuda. Me dijo que para servirme. Que había sido un placer. Que era lo mínimo que podía hacer por una mujer tan bella y atractiva como yo. Le volví a dar las gracias y me despedí. Al poco, me voltee a mirar y pude comprobar que el encargado de la gasolinera me estaba mirando el culo.

Don Mario llegó a las once pasadas. Media hora después de lo que me había dicho. Me dio un beso, me dijo que realmente estaba bella y puta, como me había pedido, que me tenía preparada una sorpresa, Poco después, Fran también se vino. Mojándome toda la cuca y la polla de don Mario con su semen calentito y consistente Poco después, Fran también se vino. Mojándome toda la cuca y la polla de don Mario con su semen calentito y consistente y que ya vería como nos lo íbamos a pasar muy bien. Puse la bolsa de deporte en la que había guardado la ropa con la que salí de casa en los asientos posteriores y me subí al coche ocupando el asiento del copiloto.

Pusimos rumbo al centro. En el camino, don Mario no paró de meterme mano entre las piernas. Me tocaba la cucuna a través de la fina tela del pantaloncillo de lycra que llevaba puesto y mi cuerpo no tardó en reaccionar, poniéndome cachondísima.

El sitio al que íbamos era un club privado al que solo entraban socios o por invitación. En la puerta, don Mario saludó a los dos Seguridad, se echó un par de risas con ellos, me presentó como su novia y nos dispusimos a pasar.

El local era un antiguo palacete remodelado y convertido en una gran sala de fiesta con varias estancias que la circundaban. Al centro estaba la pista de baile, a un lado, la barra, y al fondo del todo un escenario sobre el que reproducían actuaciones en vivo. Nos recibió una chica bastante mona y jovencita que saludó a don Mario con efusión y le preguntó si iba a querer el mismo reservado de siempre. Don Mario asintió. La chica le dijo que ya mismo. Entretanto, nos acercamos a la barra y nos pedimos un par de copas. Don Mario un whisky en las rocas y yo un ron con Coca Cola. Al poco, la chica de antes se nos acercó y nos dijo que ya teníamos listo el reservado, que lo que quisiéramos, no dudáramos en pedírselo mediante el interfono.

El reservado era una habitación insonorizada de unos seis metros de largo por tres de ancho más o menos. En este, había un par de sillones de tonos oscuros con amplios cojines de reposaderas, uno individual y el otro de tres plazas, una mesita de cristal en el centro y una tv de plasma de grandes dimensiones en uno de los extremos. Hacia un lado, una puerta comunicaba con los aseos de la habitación. Al frente, el cristal polarizado dejaba ver la totalidad de la sala de fiestas.

Nos pusimos cómodos. Don Mario empezó a besarme por todos lados. Brindamos por mi treinta y ocho cumpleaños y por nosotros dos. Me preguntó por la excusa que le había inventado a mi marido para salir y yo se la conté. Nos echamos a reír y nos seguimos besando otro buen rato. Luego, don Mario dijo que iba a pedir otro par de copas. Nos las trajeron a los pocos minutos. Yo no quería volver a casa borracha perdida y apestando a alcohol, así que demoraba mi copa lo más que podía. Y lo que no me bebía, lo dejaba en el vaso.

Media hora después, como a eso de la una de la mañana, don Mario recibió una llamada y me dijo que volvía enseguida. Que unos amigos suyos acababan de llegar y que me los quería presentar. Que no tardaba en volver. Aproveché para ir al baño y hacer un pis. Me volví a retocar el maquillaje y me arregle la ropa, que la tenía media arrugada de todos los arrumacos que me había dado con don Mario.

Volvió como a los cinco minutos. Sus amigos eran dos tíos que no pasarían de los treinta años, a los que don Mario me presentó como Eduardo y Fran. Los dos eran altos, fuertes y bien atractivos. Me dijo que los chicos trabajan en una sala de fiestas para mujeres que no estaba muy lejos de ahí y que esa noche libraban. Nos dimos los besos pertinentes. Me presentó como su novia. Aunque les dijo que en realidad estaba casada y que tenía dos hijas. Pero que a él no le importaba porque no era celoso. Se echaron unas risas, cerró la puerta del reservado para que no entrara el ruido de la sala y puso música en la tv de plasma que emitía sonido a través de unos altavoces que nunca me llegué a enterar de dónde estaban... "Como esta belleza es colombiana -dijo- voy a poner un poco de música latina para que no se aburra. Además estamos celebrando su cumpleaños – apuntó-. Hace treinta y ocho el martes. Aunque no los parece, ¿verdad, muchachos?"... Los dos dijeron que para nada. Que además era bellísima, y que don Mario era un hombre afortunado por tener a una novia tan guapa. Yo les dije que no se burlaran. Que a ver si me iba yo a creer esas cosas a estas alturas de mi vida. Que me veía vieja, gorda y fea cada vez que me miraba en el espejo. Fran me dijo que de burla nada. Y Eduardo, que me había echado treinta como mucho. Les reí las gracias y les agradecí los cumplidos.

Don Mario puso unos de los canales que emiten música latina y cuando sonó una bachata me sacó a bailar. Bailamos pegaditos toda la canción. Don Mario metiéndome mano por el culo todo el rato y besándome bien rico cuando protestaba. A mí me daba vergüenza que sus amigos me vieran así. Porque don Mario me cogía del culo y me subía del pantaloncito de lycra (que ya de por si era pequeño y me quedaba super apretado) todo lo que podía. Cuando me lo soltaba, porque me quería sobar una teta o agarrarme de la cabeza mientras nos besábamos, yo sentía como llevaba todo el culo fuera del tangalón. Y como los dos chicos me comían las nalgas con la mirada. Entonces aprovechaba para volvérmelo a colocar como buenamente podía.

Poco antes de terminar la canción que estábamos bailando, mientras nos morreábamos, don Mario me subió prácticamente todo el tangalón hasta convertirlo en una pequeña tanga que llevara metida en toda la raja del culo. Quise volver a descorrer el pantaloncito, pero no me dejó.

-¿Qué, muchachos, os gusta el culito de mi novia?

-Ufff… Es un culo de campeonato, don Mario- dijo Fran. Aunque yo no lo veía, supe que era él por el tono de su voz, que era más grave que el del otro chico.

-Su novia tiene un culo espectacular, don Mario- dijo Eduardo- Pero de culito, nada. ¡Es un culazo!

-Jajaja… Pues sí… Esta colombiana es bien culona. Y lo mejor de todo es que este culazo lo mueve de maravilla cuando está follando…

-Don Mario, por favor. No diga esas cosas… Ay que pena con ustedes, muchachos…

-Pero si es la verdad, Marisol ¿O acaso no mueves ese culazo como una diosa mientras le pones los cuernos al cornudo de tu marido?

-Don Mario pare yaaa… Además me da pena que sus amigos me vean así…

-Pero a ellos seguro que no… A ver, muchachos, ¿os molesta que mi novia os muestre el culo? -Los dos dijeron que no. Que lo mostrara todo lo que quisiera. Que por ellos encantados- ¿Ya ves, culona? A ellos no les da pena. Y a mí tampoco. Y a ti tampoco te da pena ponerte en tanga y con las tetas al aire cada vez que tomas el sol en la piscina de tu casa ¿verdad?... ¿Te crees que los vecinos no te miran? ¿Qué no se pajean fantaseando con este culazo que tienes?... Mira, mejor muévelo un poquito para que mis amigos te vean… Venga, colombiana. Mueve un poco ese culazo que la naturaleza te ha dado –me quise negar. Pero justo en ese momento sonaba un perreo que me gusta y al final accedí- Eso… Eso… ¿Ven muchachos? Esta culona sí que sabe mover lo que tiene… Eso… Así… -Don Mario me llevaba de la cintura al ritmo de la música. Y al poco me pude dar cuenta que ya estábamos a menos de un metro de distancia de donde Fran y Eduardo apuraban sus copas sentados en el sillón de tres plazas-… Y lo mejor de todo, muchachos, es que este culazo es cien por cien natural… Síii… Yo también pensaba que esta culona se había puesto siliconas en el culo. Como hacen muchas hembras de por allá. Pero no. Este culazo es totalmente natural. Las tetas sí que se las ha operado. El cornudo de su marido le pagó la operación. Luego os la mostraré completita. Si la dama quiere, por supuesto… Pero ahora tocad. Tocad este culazo, muchachos. No os quedéis con las ganas de sobar este hermoso culazo colombiano…

-¿Podemos? –preguntó Eduardo-.

-Pues claro que sí, muchachos… ¿No os lo estoy diciendo? Además, a esta hembra le gusta que la toquen por todos lados… Ahora mismo va cachonda perdida de sentirse deseada.

No podía creer lo que estaba pasando. Además de mostrarme como su puta, don Mario iba a dejar que esos tíos me metieran mano como quisieran. Y enseguida se pusieron a ello. Me sobaron con sus cuatro manos. Amasando mis nalgas como si fuera la harina de hacer pan. Y no solo las nalgas. Eduardo empezó a meterme mano por la cucuna y enseguida me arreché. También Fran, que incluso me metió mano por debajo del tangalón y me sobó la vagina por encima de la tanguita. No tardé en mojarme. Sentía mi tanguita completamente húmeda. Y mi cucuna completamente caliente. Tenía unas ganas increíbles de follar. Sentir como una buena verga me llenaba por completo y derramaba su leche de macho dentro de mí.

Mientras los chicos me manoseaban mis partes íntimas, don Mario me besaba y me magreaba las tetas. Luego me quitó el top, lo tiró encima de uno de los sillones y empezó a comerme las tetas, succionando de mis pezones y estirándolos con su boca, pasando de una a otra teta a cada poco rato. Los chicos me desabrocharon el cinturón y me bajaron el tangalón. Lo único que me quedaba puesto era la diminuta tanga de hilo dental que don Mario me había regalado junto con el tangalón y el top que me había puesto esa noche. La entrega iba a ser completada.

Enseguida noté como Fran me hacía un lado la tanguita de hilo dental y hundía su lengua en mi intimidad desde atrás, mientras Eduardo me tenía sujeta de las posaderas abriéndomelas para deleite de su amigo. Al poco rato intercambiaron posiciones y fue Fran el que me abría las nalgas para que Eduardo me comiera la panocha hundido en mi retaguardia. Yo, mientras tanto, me seguía besando con don Mario. Restregando el culo en la cara de esos dos chicos cada vez que perforaban con su lengua dentro de mí.

Don Mario se dio cuenta de que estaba completamente exitada y preparada para el siguiente paso y se hizo a un lado, colocándose en el sofá mientras dejaba que sus amigos se dieran el festín conmigo.

Fran empezó a besarme, y a manosearme y a comerme las tetas mientras Eduardo me seguía comiendo el culo y la raja desde atrás. Yo sentía bien rico como con sus dos manos me habría del culo y su boca succionaba los labios de mi cucuna deseosa de ser penetrada.

-Eso chicos, muy bien... Tratar a esta colombiana como la puta que es... ¿Te gusta, verdad Marisol? ¿Te gusta como estos machos te tratan como a una puta, verdad?....

-Mmm... Están bien bellos... Y además usted sabe que yo hago todo lo que me pida, don Mario...

-Bien... Así me gusta... Una putita tiene que ser obediente ante su macho. Eso primero que todo... Y ustedes, muchachos. ¿Qué tal se la están pasando? ¿Y cómo encuentran a mi novia? Seguro que está mojadísima la muy puta...

-Su novia está buenísima, don Mario... Tiene el coño todo encharcado -dijo Eduardo-. Y el clítoris todo salido de lo cachonda que está...

-Hace mucho que no me comía a una tetona como está, don Mario -dijo Fran-. Tiene los tetones como melones de lo grandes que son... ¡Y qué pezones! ¡Son enormes! -terminó de decir y enseguida volvió a comerme de ellas.

-Sí, así es... Esta puta tiene el culo de una diosa y las tetas de una vaca... Y es bella. Bella y puta... Pero poneros cómodos, muchachos... No tengáis reparos. Que por aquí hace mucho calor. Venga, Marisol, ayúdalos un poquito... Eso...

Mientras le quitaba sus ropas, Fran y Eduardo se turnaban para besarme y comerme las tetas. Al poco los dejé como sus madres los trajeron al mundo. Le quité sus calzoncillos uno por uno y los puse a un lado del sofá. Eran bellos y sus cuerpos parecían haber sido cincelados por las manos del mejor de los escultores. Don Mario me miraba expectante mientras se sobaba el paquete por encima del pantalón.

-Venga, preciosa... Dale placer a estos caballeros con esa boquita de muñeca que tienes... Ya  verán que bien la chupa, muchachos...

Le tomé sus pingones con las dos manos y empecé a pajearlos. Ellos se colocaron uno al lado del otro para facilitarme la labor, mientras me seguían besando por todas partes.

-Eso… Así, muñecota… Ahora arrodíllate delante de ellos y empieza a chuparlos…

Hice lo que me dijo. Me acomodé sobre mis rodillas lo mejor que pude y los empecé a mamar. Primero a Eduardo y luego a Fran. Sus pingazas estaban bien duras y sabrosas. Y echaban preseminal a montones. Mientras mamaba a uno, pajeaba al otro. Luego cambiaba de pinga y repetía el proceso. Entonces los chicos tomaron la iniciativa y me follaron la boca los dos a la vez. Al principio me daban muchas arcadas y me parecía imposible, porque nunca lo había hecho y porque eran muy pingones. Pero poco a poco me fui acostumbrando y al rato ya tenía esos dos falos dentro de mi boquita mientras los chupaba golosa como toda una experta.

-Sí… Así… Te gusta comerte esas dos pollazas ¿verdad, putona?-escuche que don Mario me hablaba desde el sofá-... Son tu regalo de cumpleaños…

-Sí…Mmmm…Están buenísimas… Y son bien grandes y duras… Mmmm… Qué ricas están… Grrrr… Mmmm… Son bellas… Mmm.. . Grrr… Son unas pingas bien hermosas… Mmm… Grrr…

-Me encanta ver lo puta que eres, Marisol… Y el cornudo de tu marido en casa cuidando de tus hijas… Jajaja… Pero venga, chicos, un poco más de acción… Que esta hembra colombiana necesita polla… Tocarle el chocho para que veáis como lo lleva… -Sentí como primero uno y luego el otro, me metían mano por la cucuna y comprobaban que, efectivamente, estaba completamente encharcada-.

-Ufff… Su novia tiene todo el coño empapado, don Mario… -dijo Eduardo-

-Y tiene el capuchón super hinchado… El clítoris se le está saliendo y todo… -intervino Fran mientras me sobaba toda la vulva-

-Pues ya sabéis lo que necesita… Vuestras pollas… ¿No es así, Marisol?

-Sí…-me apresuré a decir- Quiero follar. Quiero estas pollas dentro de mí… Grrr… Quiero que me follen ya…Mmmm… Estoy muy arrecha. No aguanto más… Quiero follar… Quiero que me den duro… Mmm… Grrr…

-Pues venga, muchachos. Toca complacer a la dama. No la hagáis esperar más... Que como ya hemos oído, está cachonda perdida y no se aguanta más… Venga. Ponte aquí, Marisol –me dijo don Mario mientras se desabrochaba la cremallera de su pantalón y se sacaba el pollón- Chúpamela mientras te follan estos dos chicos… -Hice lo que me dijo y me acerqué hasta donde estaba don Mario, y, a la vez que me agachaba para mamarlo, arqueé la cintura y levanté el culo lo más que podía para que Fran y Eduardo recibieran la invitación, mientras lo movía haciendo contoneos de cadera al ritmo de la música. Sobra decir que a estas alturas de la película estaba completamente desatada-… Eso… Así… Mueve el culo colombiana… Eso… Muy bien. Pide polla con el culo… Venga… Eso… Así… Chúpame la verga mientras les pides polla a estos dos machos… Vamos… Muy bien… Mueve ese culazo… Perfecto… Demuestra lo puta que eres, Marisol…

Enseguida note como uno de los chicos me tomaba fuertemente de las pompas. Me giré y pude ver que era Fran. Iba a ser el primero en penetrarme. Hizo a un lado mi tanguita de hilo y me sobó con el pitón por toda la vulva mientras yo le seguía restregando el culo sobre su pelvis. Luego apuntó directamente a la entrada de mi vagina, la acomodó y me la metió hasta que sus huevos rebotaron contra mis nalgas. Sus penetraciones eran profundas y prolongadas. Hundiendo y sacando de mi intimidad casi la totalidad de su enorme falo. Yo sentía bien rico, y que en cualquier momento se me iba a venir el primer orgasmo. Mientras tanto, Eduardo me sobaba las tetas y me tiraba de los pezones, lo que acrecentaba todavía más el placer que me estaban dando.

-Ahhh.. Síiii… Grrrr… Asíiii… Ahhh… Qué rico… Ahh… Ohhh… Ay que buena pinga me están dando, carajo… Grrrr… Mmmm… Ahhh… Ohhh… Grrr… Duro… Sí… Asíii duro… Dale…Daleee… Ohhh… Grrr…

-Eso… Venga… Así. No pares de chupar mientras te follan… Muy bien, Marisol… ¿Qué, te gusta la sorpresita que te he preparado?

-Ahhhh… Síii...Estas pingazas están bien ricas, papito…Ohhh… Grrr…

-Ahhhh…Síii…Daleeee…Ohhhh…Grrr… Mmmm… Ohhh… Ahhhh… Grrrr…

-Ahhh… Pero que gritona es su novia, don Mario… -dijo Fran mientras me empalaba por completo- Y que encharcado tiene el mejillón… Ohhh…

-Ahhh…Sí… Esta colombiana es la mejor puta que me he conseguido –contestó don Mario-… Ufff… Es una ninfómana que no puede vivir sin una buena polla dentro de ella… Ohhhh… ¡Y como la chupa, joder!... Ahhh… Mira nada más que chupona es… Ufff… Si el cornudo de su marido la viera seguro que le da algo… Ohhh… Eso, chupa, puta, chupa… Ahhhh… ¿Te gustan las pollas, verdad putasa?

-Ahhhh… Síiii… Las pingazas como la suya me vuelven loca, don Mario… Y las de sus amigos también están bien buenas….Grrrr… Ohhhh… Mmmm…Grrr…. Ahhhhh… Síiiii…Asíiii…Asíiiii….Grrrr… Asíiii….Grrrr….Asíiii papacito asíiii…. Ahhhh…Yaaaa…Me voy a correeeerrrr…Yaaaa…Ohhhhh…. Qué ricoooo….Ahhhh… Yaaaa…. Grrrr… Mee cooorrrooooo… Me voyyyy…Yaaaa…Ahhhh…Ohhhh… Asíiii…Así rico rico, asíiiii…Ahhhh…-Y me corrí largo y tendido-.

-Ahhh…Pero miren como se corre esta puta… Eso…Así… Córrete como la puta que eres, Marisol -dijo don Mario-.

-Jodeerrr…Que rico se corre su novia, don Mario… Me ha llenado toda la polla con su corrida… Uffff….Un poco más y se mea la muy puta… Uffff… -soltó Fran-

-Venga…Ahora me toca a mí –dijo Eduardo- Fran cedió su puesto a su amigo y se colocó a mi lado para que lo mamase mientras Eduardo me penetraba-… Eso…Levanta el culo, morena… Muy bien… Así…Ahora, toda la polla dentro…Ohhh… Jodeeerrr… Como tiene el coño esta perra…

-Ahhhh….Síiii…Asíi….Vengaaa…Duro…Grrrr… Mmmm….Grrrrr…. Mmmmm…Ohhhh… Síiii… Dame duro, asíii…

-¿La quieres duro, puta?... ¿Sí?...Pues toma….Tomaaaa…Tomaaaaaa, puta…Tomaaaaaaaaaaaa…

-Ahhhh…Ohhhh…Grrrr…. Mmmmm…Ahhhh…Qué rico, joder… Ahhh…Asíiii… Así fóllame así….Ahhh…Mmmm…Grrrr…Duro…Durooooo… Duroooooooo…Fóllame duro y párteme toda la cuca, asíii…. Ahhhhh…Ohhhh… Grrr…Mmmm… Ay qué rico…Ay qué rico…Ohhh…Me voy a correr…Ahhh… Me voy a correr otra vez…. Yaaaaa…

-Joder…Ahhhh… Su puta es multiorgásmica, don Mario… Ohhh…Y como aprieta con ese coño… Ahhh…Ufff…

-Sí…Asíi… Asíii…Asíii…Asíiii…Duro…No pares…Más duro…Más duro…Más durooooo… Ahhhh…Yaaaa…Me corro…Me Cooorrooooooooo… Mecooooorrrrooooooo…Ohhhhh… Grrrr….

-Ahhhh… Eso, eso, eso… Córrete con esa polla dentro, Marisol… Saca toda la puta que hay en ti… Disfruta de esa polla que te están dando… Eso… Pero no pares de chupar… Muy bien… Aggg…

-Ohhh…Yaaa… Ahhh… Duro…Asíiii…Grrr….Yaaaaa…Me corrooo… Ohhh…Yaaa… Ahhhhhhh…. Mmmmm… Yaaaaa… Me corrooo…Meee coooorrroooo…. Ahhhhhhhhhhhhhhhhh

-Ufff… Joder, esta puta se está mojando toda…-dijo Eduardo, mientras no paraba de penetrarme-.

-Esa…Esa… Esa Marisol…Vente toda con esa polla dentro… -inquirió don Mario-.

-Ahhhhh…Ohhh…Mmmmm… Síiii… Quéee ricoooo..Ohhhh… Síiiii… Diooosss…Qué rico…Qué rica pinga, carajo… Ahhhh…

Cuando terminé de correrme, don Mario me dijo que me pusiera encima de él. Que me la quería meter.

Lo monté gustosa y me lo follé cabalgando sobre su mástil. Al poco volví a correrme mientras don Mario me tiraba de los pezones y me los pellizcaba.

Entonces sentí que uno de los chicos, Fran, se acomodaba detrás de mí sobando con su pingota toda la raja de mi culo. A mí me dio miedo. Porque por el culo todavía era virgen. Y pensé que me lo iban a estrenar. Pero entonces, y para mi sorpresa, apuntó con su verga a la entrada de mi vagina, se hizo un espacio empujando la polla de don Mario, que se mantenía dentro de mí, y me la metió llenándome toda.

Yo sentía como mi intimidad se expandía tratando de asimilar la envergadura de esos dos machos que me penetraban a la vez. Tenía la cucuna completamente llena y a punto de reventar. Y don Mario y Fran parecían empeñados en rompérmela a pollazos.

Me follaron duro durante un buen rato. Acompasando sus embestidas y dándome un placer imposible de describir en palabras.

Mientras me follaban, me besaba con Eduardo, que me tenía cogida de los pelos y me jalaba de estos de manera bastante tosca, me daba de bofetadas en el rostro y me recordaba lo bella y lo puta que era. Yo estaba completamente entregada a la lujuria y al placer que me estaban dando entre don Mario y Fran, así que no tardé en volver a venirme por cuarta vez.

Enseguida Eduardo tomó el relevo y Fran me entregó su pollaza, para que se la mamara.

La segunda doble penetración vaginal de mi vida fue incluso más intensa y placentera que la primera. Don Mario me tenía sujeta de las nalgas y me jalaba hacia su polla, a la vez que Eduardo, desde mi cintura, me tiraba hacia atrás y hacia él mientras me penetraba con rudeza. Yo sentía como esos dos pitones luchaban entre sí para ocupar el espacio limitado que mi cucuna les podía ofrecer. Se golpeaban. Rebotaban. Salían y volvían a entrar.

Así estuvimos como un cuarto de hora. Fran y Eduardo intercambiando posiciones para follarme detrás atrás mientras don Mario me beneficiaba de manera interrumpida. Entonces volví a correrme. Y al poco rato, Fran también se corrió. Mojándome toda la cuca y la polla de don Mario que se mantenía dentro de mí.

-Ahhhh… Me voy a correr…Eso. Aprieta… Aprieta con ese coño de puta que tienes… Ohhh.. Ahhh…Yaaa… Joderr… Ahhh… Toma, puta, toma…Toma mi leche…Ahhhhh… Ohhhh…Ggggggg..

-Eso…Llénala toda … -dijo don Mario mientras me penetraba-… Dale a esta puta lo que se merece…

-Ayyyy… Ohhhh… Qué rico lechazo, carajo… Ohhh… Así…Asíii… Lléname toda, papito, síiiii…Ohhhh…Ahhh… Rico… Ricoooo… Asíii… Ahhh… Asíii…Asíi rico rico, asíiii… Ohhhh…

Después de que Fran hubo terminado conmigo, Eduardo volvió a ocupar su lugar para darme pinga otro rato más. Por supuesto volví a correrme. Luego se corrió Eduardo y por último don Mario. Me dejaron la cucuna llena de sus lechazos. Tan llena, que al dejarme libre, sentí como si mi interior fuese un volcán en el momento justo de explosionar. Y explosionó. Y mientras limpiaba sus pingas, arrodillada sobre la alfombra del reservado de la disco, sentí como enormes cantidades de semen caliente bajaban de mi entrepierna y recorrían el interior de mis muslos.

Esa noche volvimos a repetir la experiencia. Pero esta vez don Mario se mantuvo solo de espectador, mientras Fran y Eduardo me penetraban doblemente y me llenaban la cucuna en varias posiciones diferentes. A la media hora nos corrimos los tres a la vez en uno de los mejores orgasmos que recuerdo haber tenido.

Luego nos tomamos una copa, brindamos por la fiestecita que nos habíamos montado, nos reímos un poco del cornudo de mi marido, nos arreglamos, y nos fuimos.

Ya eran las cinco de la mañana y yo recién estaba de camino a casa.

De lo apurada que estaba, me olvidé de cambiarme de ropa. Incluso olvidé el maletín con la ropa con la que había salido y que había colocado en el asiento posterior del coche de don Mario. No me di cuenta de ello hasta que ya había partido y yo estaba abriendo el portón principal de mi casa. Si por casualidad mi marido estuviese despierto, seguro que se montaba una buena. Porque estaba vestida como una puta. Y con un aspecto de no haber hecho nada bueno.

Me metí en la cabañita que tenemos al lado de la piscina y me di una ducha de agua fría, poniendo mucho cuidado de no mojarme el pelo. Me restregué mis partes íntimas. Me sequé a conciencia. Inspeccioné mi aspecto delante del espejo. Ahora solo quedaba ingeniármelas para meterme en cama, junto a mi marido. Que esa noche era más cornudo que nunca.