Don Mario 2
Después de haber visto cómo don Mario, el socio solterón, cincuentón y viejo amigo de mi marido, gozaba de los encantos de Marta, nuestra joven y bella secretaria, la situación se acelera hasta llegar al inevitable final.
Había sucumbido al pecado. Había probado del lechazo de don Mario. El lechazo que don Mario había depositado en el culo de Marta después de follársela como a una perra sobre el piso de su oficina. Del culo de Marta se había escurrido al suelo. Yo me había huntado un dedo con el, y lo había probado. Luego, me había agachado sobre mis piernas y mis brazos, como una perra, y había limpiado el charco de su semen a lengüetazos. Ésto, mírese como se mire , ya era un acto de infidelidad. Las mujeres fieles no van por ahí probando el semen de otros hombres, aunque no hayan mantenido relaciones con ellos. Además, el hecho de que don Mario fuera un viejo amigo de mi marido, socio de la empresa y compañero de trabajo, no hacía otra cosa que agravar la situación. De lunes a viernes iba a compartir con ese hombre las diez horas de nuestra jornada laboral en el almacén, y no sabía si iba a poder mantener la compostura.
Llegué a casa como a las diez y media. Mi marido estaba con nuestras niñas. Ya habían cenado, las había mandado a sus habitaciones y ahora miraba una serie que echaban por la tele mientras se tomaba una cerveza. Me preguntó que por qué llegaba tan tarde. Le conté lo del teléfono y que había tenido que regresar al almacén a por el. Por supuesto no le dije nada de lo que había visto. Me dio un pico y, olvidando que poco antes había probado el semen de don Mario, correspondí a sus besos y a sus achuchones, en parte porque estaba muy caliente y quería follar. Me dijo que mi aliento lo volvía loco. Que mis labios sabían a sexo. Nos pusimos a tono. Enfilamos a nuestra habitación. Nos quitamos la ropa. Yo quería ducharme porque estaba muy sudada. Y muy mojada de la arrechura que llevaba encima. Pero no me dejó. Me tomó por la fuerza y me puso a cuatro patas sobre nuestra cama matrimonial. Me dijo que tenía la cucuna empapada y me la metió hasta el fondo. Por un momento imaginé que era don Mario el que me estaba poseyendo y casi me corro. Mi marido me tomaba con fuerza. Me la hundía hasta los huevos. Movía su polla dentro de mí. La tenía dura e hinchada. Así que supuse que ese día había tomado la Viagra. Siempre lo hace cuando quiere cumplir conmigo. Lo malo es que también sufre de eyaculación precoz, y esa noche no fue la excepción. Dos minutos después se estaba corriendo. Luego se quedo dormido y empezó a roncar.
Era sábado por la mañana y no me lo podía sacar de la cabeza. Las escenas del día anterior volvían a mi mente como en una película que se repite una y otra vez. Siempre las mismas. Don Mario tomaba a Marta por la cintura, le pegaba un morreo de aupa, la magreaba por todos lados. Marta, sumisamente, se dejaba hacer. Luego le quita el top, el sostén, le come las tetas, pellizcándole el pezón de la teta que quedaba libre. La voltea, le arranca el tangalón hasta quitárselo del todo, le hace a un lado el hilo de su tanga, y le come el culo desde atrás, paseando su lengua por sus manjares más íntimos. A continuación la folla con los dedos. Uno, dos, tres. Los tres dedotes de don Mario entraban como una polla en la joven vagina de Marta. Entraban y salían de manera brusca, tosca, salvaje. Escarbando en lo más hondo de su cucuna y arrastrando abundante flujo vaginal, hasta que Marta se corre de gusto. Don Mario le da a probar de sus dedos, impregnados con la humedad de su corrida. Marta se los limpia uno por uno. Y los tres a la vez como si fueran una polla. Don Mario le da un cachete flojito. Se besan. Le dice que ahora le toca a ella darle placer. Se acomoda sobre el escritorio. Marta le desabrocha el cinturón, le baja los pantalones hasta las rodillas, le soba el paquete, le baja el boxer, aparece el pollón de don Mario, con su imponente cabezón. Marta lo acaricia, lo huele, lo besa de a piquitos, lo mama, pajeándolo con una mano y masajeando sus huevones mientras lo hace. Don Mario echa pre seminal a montones. Marta se los traga todos. Luego la jala de los pelos y la pone a cuatro patas sobre el suelo, como una perra. Se descalza, se quita el polo, los pantalones, el boxer, lo tira todo a una lado, se acomoda encima suyo, haciendo a un lado del hilito de su tanga, apunta con su polla en la entrada de su vagina y se la mete hasta los huevos de un empellón. Marta gime, se queja, grita, le pide más, que no pare, que le parta la cuca y la rompa como la puta que es. Don Mario la somete salvajemente. Le raja la cucuna con cada embestida. Marta se vuelve a correr. Tiene un orgasmo largo y escandaloso. Don Mario la vuelve a follar. Esta vez por el culo. Marta se vuelve a correr. Una y otra vez. Encadenando un orgasmo con otro. Don Mario también se corre. Se corren los dos a la vez. Después de llenarle el culo con su lechazo, la toma de los pelos y le dice que se la limpie. Marta lo hace. Se acuclilla sobre sus piernas y se la vuelve a comer, limpiándosela por completo con dulzura. En ese momento, la leche de don Mario se escurre del ano de Marta al suelo de la oficina. Se besan. Se visten. Se van. Entro a la oficina. Me agachó a la altura del charco con el semen de don Mario. Tomo un poco con un dedo. Lo pruebo. Sabe al culo de Marta y a leche de macho. La leche de don Mario. Me convierto en una perra y lo limpio a lengüetazos.
Los sábados, como me tengo que quedar con las niñas, no fui a trabajar. Todo el día y toda la tarde me la pase muy caliente. Para relajarme, me di varios baños baños de agua fría. Incluso me masturbé en la ducha mientras recordaba la follada del día anterior. Imaginando que era a mí, y no a Marta, a quien don Mario poseía sobre el suelo de su oficina. Pero nada. Mi arrechura seguía intacta.
Preparé la comida. Mi marido volvió del almacén sobre las tres de la tarde. Comimos todos juntos y, después de hacer una pequeña siesta, salimos a pasear por le centro de Madrid, primero, al cine en un centro comercial, después, y al Burguer King, para terminar la noche.
La salida con mis hijas y mi marido me habían relajado bastante , sosegando el exagerado apetito sexual conque esa mañana había despertado y, cuando volvimos a casa pasada la media noche, me tumbé en la calma totalmente agotada y enseguida me quede dormida.
Esa noche soñé con don Mario.
Fue un sueño exageradamente real. Como nunca había tenido jamás.
En mi sueño, no sé por qué, don Mario venía a casa a hablar de no sé qué cosas de la empresa. Los sueños son así. Hay detalles que se te escapan y otros que no tienen explicación. Simplemente ocurren.
Yo vestía un pantaloncito de lycra, blanco, tipo tangalón, super ajustado y pequeñísimo que apenas si cubría la mitad de mis nalgas. Mucho más pequeño que el que se había puesto Marta la noche anterior para follar con don Mario. También llevaba un top de tirantes blanco, como el de Marta. Muy ceñido y semitransparente. Debajo no llevaba sostén y se me traslucían los pezones. Por calzado llevaba unos zapatos, también blancos, de tacón de aguja. Y como única prenda interior, una minúscula tanga de encaje negra con abertura en la zona genital, que se transparentaba en la blancura de mis schorts. Estaba putísima así vestida.
En la vida real, yo nunca me habría vestido así. Pero esto era un sueño, y en lo sueños ocurren este tipo de cosas.
-Ave María purísima, tantas curvas y yo sin frenos- me dijo don Mario al abrirle la puerta y verme así vestida. Le agradecí el piropo y lo invité a pasar.
-Ay don Mario, pero qué cosas dice. Usted siempre tan galante. Va a hacer que me sonroje y todo. Pero pase, pase, está usted en su casa. ¿Quiere algo de beber? ¿Una cervecita, un vasito de agua, un juguito de piña recién hecho?- Don Mario entró, cerré la puerta. Caminé delante de él regalándole la panorámica de mi retaguardia cubierto solo de mi minúsculo tangalón. Moviendo mis caderas a cada paso.
-¿Ah, sí?… ¿Me vas a invitar a beber de tus jugos, Marisol?... Uyyy… Que ricos han de estar… Ufff…- Como caminaba dándole la espalda, no lo veía, pero intuí que don Mario se estaba deleitando de lo lindo con la enormidad de mis nalgas. Luego me giré y, efectivamente, pude ver que así era.
-De mi juguito de piña, don Mario, que está recién preparadito. Yo misma lo he hecho. Con estas manitas- Y se las mostré, a la vez que me las ponía en jarra a la altura de la cintura.
-Madre del amor hermoso… Pero que pedazo de mujer tiene ese gordo cabrón del Eduardo (así se llama mi marido)… Pero déjame que te vea bien, muñequita- Y me tomó de las manitas y me dio una vueltita… Uffff… Si por delante eres bella, por detrás tu hermosura es descomunal, Marisol.
-Ay don Mario, por favor, no siga… Además siento como que se está burlando de mí… Yo en realidad me veo gorda y fea.
-¿Gorda?... Tú lo que estás es maciza… Maciza y culona. Además, como ya te he dicho, eres bella. Con esas curvotas y esa carita, estás para mojar todo el día- quise decir algo pero don Mario se me adelantó y me puso su dedote índice en los labios, como para que no hablase-Pena que seas la mujer de mi amigo, que sino, hace rato que ya te habría follado.
-Don Mario yaaa…
-Yo no tengo la culpa de que me gustes- me dijo- La culpa es tuya por estar tan buenota. Con ese cuerpazo y ese culote… Ufff… ¡Pero si estás para levantar muertos, muñecota!...
-Uyyy… Pues por esta casa poca cosa se levanta ya- se me escapó.
-Pero ¿cómo? … No me digas que ese culote está pasando hambre, Marisol… Porque sí es así, lo arreglamos pero ya mismo.
-Qué cosas dice, don Mario… Además acuérdese de que usted es muy amigo de mi marido.
-Pero por eso mismo, culoncita… ¿Quién mejor que un buen amigo para “ocuparse” de lo que tu marido ya no te da? -Y me giró para verme el culo otra vez. Yo, mientras tanto, arqueaba la cintura y lo empinaba a su disposición- Pero que digo culoncita… ¡Culonaza!- Y bufó como un toro antes de meterme mano por toda la raja del culo.
-No haga eso, don Mario.- y me giré- Mejor venga para que le sirva su juguito de piña.
Enfilamos hacia la cocina. Yo iba por delante. Pero don Mario me tenía sujeta de una mano. Así que parecía que era yo la que lo estaba llevando a él. Se lo serví en un vaso de cristal. Se lo tomó. Me dijo que estaba delicioso. Que con esas manitas seguro que también sabía hacer otras cosas igual de ricas. Me las tomó entre las suyas y me las besó una por una. Luego, nos quedamos mirando. Y me besó. Quise resistirme y hacerme la digna, pero al final yo también lo besé.
-Don Mario, mejor lo dejamos aquí… Mmm… Recuerde que usted es el amigo de mi marido… Mmm… Además, en cualquier momento podría volver. Y mis hijas… Y nos podrían ver… Mmm…
-Déjame que disfrute de tus labios un poco más… Luego, si no quieres, lo dejamos… Pero por lo menos déjame que te coma la boca.
Mientras nos besábamos, don Mario me manoseaba por todas partes. Las tetas, el culo, la cucuna por encima del tangalón. Yo estaba super arrecha y sentía que, en mi intimidad, estaba super mojada.
Don Mario se dio buena cuenta de ello y no tardó en aprovechar su oportunidad. Empezó a desvestirme, me quitó el top, me comió las tetas. Succionando de mis pezones con fruición. Manoseando mis pechos como si estuviera amasando la harina del pan. Yo me dejaba hacer. A estas alturas, había perdido todo control sobre mi cuerpo y mi ser.
Luego me dio la vuelta. Olió mi culo por encima de mi pantaloncito blanco. Me dijo que ahora se iba a comer ese culazo. Casi me arranca el tangalón mientras me lo bajaba. Me lo quitó y lo colocó en la encimera. Ya solo tenía puestas la tanguita negra y mis zapatos de tacón de aguja. Don Mario volvió a oler mi culo. Me besó las nalgas. Primero uno y luego la otra. Luego me hizo empinar el culo y me separó de las posaderas.
-Que culazo tienes, Marisol… Y que tanga que te has puesto, joder… Mira nada más… Tiene una abertura para que te puedan follar coño y culo sin necesidad de quitártelo…-Y me pasó su lengua por toda la vulva. Succionando mis labios con maestría mientras, con una de sus manos, me masturbaba el clítoris, ya totalmente hinchado y fuera de su capuchón. A ratos, dejaba de comerme la cuca y entonces apuntaba con su lengua directo a mi orificio anal. Me la metía como si me follara. Amasando mis posaderas y abriéndome de ellas para su mejor comodidad… -Ufff… Qué rico te huele el culo, cabrona… Sí… ¿Sabes a qué huele? Huele a puta. A hembra puta. A hembra cachonda… Ahora arquea un poco más la cintura, muñeca… Eso, muy bien, así… Ahora levanta ese culazo… Mmm… Ábretelo con las dos manos… Así… Perfecto… Qué rico se te ve el ojete, culona… Mira nada más… La señora… La esposa y madre de familia, abriéndose las nalgas para entregarle el culo al mejor amigo de su marido… Ufff… Eso… Muy bien… -Sentí uno de sus dedos jugar con mi vulva. Luego dos. Luego tres. Después empezó a sobarme con la totalidad de su manaza. Me metió un dedo. Luego otro. Me follaba suavemente. Como examinándome por dentro. Yo estaba extasiada y a punto de venirme cuando un tercer dedo se introdujo en mi vagina, a la vez que don Mario aceleraba la intensidad de la follada, y ya no me pude aguantar más.
-Ahhhh… Síii… Ayyyy… Don Mario me voy a correr… Ahhhh… Ohhhh… Síii…
-Esoooo… Venga… Córrete y dame de tus jugos, Marisol… Suéltalos todo, sí…
-Ahhh… Don Mario, qué rico lo que me está haciendo… Ahhh… Esto nunca me lo ha hecho mi marido… Ahhh… Ohhh… Qué rico… Ahhh… Me voyyy… Me voooyyyy…
-Eso… Eso, puta, eso… Vente toda como una puta… Vamos… Venga… Señora infiel… Córrete mientras te follo con los dedos… -Yo sentía como sus dedos se introducían cada vez más tosca y hondamente dentro de mí. Y entonces me vine toda.
-Ahhhhh… Yaaa… Qué rico, carajo, qué rico… Ohhhhhhhh… Síiiiiii… Don Mario… Ahhhhh… Ohhhhh…. Mmmmm… Ya me corrooooo… Ahhhhh… Ohhhh…. Mmmmm… ¡¿Pero qué…?!... Noooo… Don Mario… ¡Pare… pare don Mario, pare!… Pare que siento que me voy a mear… Don Maaario… Pare… Ahhhhh… Qué riiiicoooooooooo… Me corrooooo… Ohhhhh… Ayyyyyy… Ahhhh….
-Esa… Esa señora, esa… Asíiii… Suéltalo todo, venga… Méate toda… Córrete como una puta… Así… Así… Así, Marisol, así…
Cuando terminé de correrme volvimos a besarnos. Don Mario me dijo que me quería follar en mi cama de matrimonio. Me tomó en brazos, le indiqué por donde quedaba mi habitación y me llevó cargada. Yo iba acurrucada a su cuello.
Al salir, pude ver que mi corrida sobre el suelo de la cocina había sido bastante abundante.
Don Mario me puso sobre el filo de la cama. Se quitó la Lacoste que llevaba puesta, se descalzó, se deshizo de los calcetines, se bajó los pantalones hasta los tobillos, me dijo que le quitase el boxer , lo hice, se acomodó a mi lado, él de pie y yo sentada al borde de mi cama matrimonial, y me dio a mamar de su polla.
Su pinga estaba deliciosa. De cerca, parecía más grande y gorda de lo que recordaba cuando lo había visto follando con Marta. Y mucho más jugosa. A ratos, don Mario me tomaba de la nuca y me follaba la boca con rudeza. O me la sacaba y me daba de pollazos en la cara. También se dejaba hacer. Entonces yo aprovechaba para darle una mamada que no olvidará jamás. Así estuvimos como diez minutos. Luego, don Mario me dijo que no aguantaba más, que me quería hacer suya. Su hembra. Su mujer. Su puta. Yo estaba toda mojada de la corrida de antes y le dije que me quería dar una ducha rápida antes de hacer el amor. Pero don Mario no me dejó. Ni siquiera permitió que me quitase la tanga que llevaba puesta y que estaba empapadísima. Me tomó bruscamente de la cintura, me puso a cuatro patas, se acomodó detrás, me magreó un poco la cuca, tiró de la abertura de mi tanga, sentí el enorme cabezón de su pene rozar la calentura de mis labios vaginales, la colocó justo en la entrada y me la metió hasta el fondo.
Sentía como su falo entraba y salía casi por completo de mi cucuna con cada embestida. Al salir, rasgaba las paredes interiores de mi vagina con su enorme cabezón y hacía que sintiera bien rico. Al entrar, sus huevones rebotaban contra mi vulva y mi clítoris, lo que me producía un extremo placer. Pero lo que más me excitaba era la sensación de sentirme completamente llena con esa polla. Nada más podía caber dentro de mí. La pinga de don Mario expandía mi vagina hasta su máximo tamaño. Llegando hasta el final de la misma. Además me follaba de una manera salvaje. Taladrando mi interior como si me lo quisiera partir. No es de extrañar, entonces, que no dejara de correrme, una y otra vez, durante el cuarto de hora largo en el que don Mario me sometió como a una perra.
-Ahhhh… Síii… Qué rico se siente como me raja don Mario… Ohhh… Ahhh…
-Te gusta que te rajen el coño ¿verdad puta?... Sí, claro que sí… A las putas les gusta que las revienten en cada follada… Ufff… Joderr… ¡Pero qué buena que estás, zorrona!... Ahhh… ¡Y qué culazo que tienes! … No sé cómo tu marido puede ser impotente teniendo una mujer tan culona… Uffff…
-Ahhh… Síii… Asíiii… Asíiii, don Mario, asíiiii… Ahhhh…
-Toma, toma, toma… Eso… Toda adentro… Hasta el fondo… Hasta que llene todo el coño… Ahhh… Mira la señora… La señora puta… La señora infiel… Ahhh… ¡Qué culazo, joder!... Ohhh…
-Ayyyy… Don Mario yaaaa… Me voy… Ahhhh… Qué rico…
-Venga… Vuélvete a mear como una puta… Eso… Eso… Eso… Suéltalo todo, Marisol…
-Ayyyy… Síii… Así, rico rico, asíiii… Ahhh… Yaaaa…
-Esa, esa, esa señora, esa... Joder, pero cómo te meas toda, putona… Ahhhh…
-Ahhh… Ohhh… No pare… Meta más… Meta más, don Mario, meta más… Hasta el fondo… Hasta los huevones… Ahhhhh… Siga.. Siga que me voy a correr otra vez… Ahhh…
-¡Vamos!... Vuelve a correrte, puta… Vuelve a mojarme toda la polla con tus jugos.
-Síiii... Ahhhh… ohhhh… Otra vez… Yaaaa… Me corro otra vez… Ahhhh…
-Así, Marisol, así… Eso… Méate, méate… Esooo…Esooo…
-Ahhh… Yaaaa… Otroo másssss… Ahhhh… Qué riiiicoooooooooo… Se me viene otro más…Ahhhh…
-¡Joder!... ¡Pero qué puta eres, Marisol!...
-Sí, sí, síii… Soy una puta, sí… Ahhhh… Hasta el fondo… Hasta el fondo… Hasta el fondo… Y no la saque mientras me estoy baseando… Ahhhh… Ohhh… Se me viene otro….Ohhh… ¡Qué rico, carajo, qué rico!
-Muy bien, Marisol… Así… Saca toda la puta que hay en ti, así… Córrete como nunca te has corrido con el cornudo de tu marido… Venga… Así, méate toda, venga…
-Yaaaa… Ayyyy… Qué rico… No pare… No pare, don Mario, meta más… Sí… Sí… Sí… Así, rico rico, asíiii…Síiii… Ahhh… Ayyy otra vez me voy a mear, carajo…Ohhh… Ahhh…Yaaa…
-¡Pero cómo te meas, puta, cómo te meas!... Ahhh… Joderrr… Yo también me voy a correr, culona… Ahhh… Toma, toma… Tomaaaa… ¿Dónde quieres mi leche, putota?...Ahhh..
-En mi cucuna… Lléneme toda la cucuna con su lechota… Ahhh… Síiii… Yaaa…
-Ohhhh…No aguanto más, joder… Te voy a llenar toda la cuca de mi leche… Ahhhh… Ohhhh… Uffff… Toma, toma, toma puta, tooomaaaa… Agggghhh…
-Ayyyy…Qué rico su lechazo, don Mario… Ohhh… Síii… Lléneme toda con su leche de macho, síiii… Ahhh… Ahhh…
Cuando terminó de correrse, don Mario se quedó un buen rato dentro de mí. Su pinga seguía bien erecta y yo la succionaba con mi vagina para darle un extra de placer. Después nos separamos.
Al voltearme, pude ver que estaba medio empalmado, y con la pinga toda pringosa de mis corridas y de la suya. Lo tendí sobre la cama, me acomodé a su lado y se la mamé hasta que volvió a estar pollón. Luego me coloque encima suyo y lo cabalgué.
Me lo follaba despacio. Sintiendo como su vergón se introducía por completo dentro de mí hasta llenarme toda. Al poco, don Mario tomó el control de la situación y empezó un mete y saca brutal. Me tenía cogida de las nalgas y me empujaba hacia abajo tras cada embestida. Por supuesto, no tardé en volver a encadenar otra serie de orgasmos seguidos. Uno detrás de otro. Y de volver a mojarme mientras mojaba la cama en la que dormía todas las noches con mi marido. Después, don Mario se irguió conmigo encima, se colocó al borde de la cama, tomó impulsó con una de sus manos, con la otra me tenía cogida del culo, y se levantó para follarme de pie.
En esta posición, gozaba de una follada mucho más profunda. Don Mario me levantaba del culo hasta hacerme sentir el cabezón de su polla en la entrada de mi vagina y luego me bajaba de las nalgas para ensartármela toda. Así estuvimos otro buen rato. Don Mario reventando mi cuca con cada embiste, y yo, succionando su polla con mi vagina cada vez que la tenía dentro.
Luego me dijo que se quería correr en mi cara y en mi boca de puta. De señora infiel. Lo descabalgué. Me agaché sobre mis piernas y se la chupé hasta que se vino en toda mi cara, llenándome de lechazo y poniéndome perdida. Para terminar, se la limpie a lengüetazos. Luego nos dimos un piquito y nos metimos a la ducha.
Desperté toda mojada y meada. Al lado, mi marido roncaba con estruendo.