Don Goyo (2)

Yo tenía no tenía mucho trabajo esa tarde, pensé que le podía dar una sorpresa a mi esposa. Pero la sorpresa fue mía cuando entré a casa me encontré a Don Goyo cogiendo con mi mujer y sin saber que hacer fui dominado yo también

Don Goyo (Segunda parte)

Yo tenía no tenía mucho trabajo esa tarde, pensé que le podía dar una sorpresa a mi esposa. Pero la sorpresa fue mía cuando entré a casa me encontré a Don Goyo cogiendo con mi mujer y sin saber que hacer fui dominado yo también

El eco del portazo que dio Don Goyo al irse resonaba y yo me encontraba chupándole el culo a mi mujer, con restos de leche del viejo. Marcia estaba tirada boca abajo y agradecía mis lamidas. Yo no quería acabar de hacerlo porque luego tendría que mirarla a los ojos y no iba a poder hacerlo. Pero el sol había oscurecido el cuarto y ya no tenía más que hacer, así que me incorporé y me acosté a su lado sin hablar. La abracé y nos pusimos los dos a llorar. Entre sollozos, ella trataba de hablar.

  • Te juro que yo no quería. - Me dijo mi esposa. Me violó.

Yo sabía lo que estaba diciendo ya que a mi también me había hecho lo mismo. Me sentí violado… primero cuando lo encontré haciéndoselo a mi mujer y luego cuando lo obedecí en todo lo que me pidió.

  • No llores, esta todo bien… - Después de unos minutos en silencio, ella dejó de llorar y yo también me calme.

  • Vení vamos a limpiar todo. Abrí la ducha con agua tibia, la ayudé a entrar a la bañera y la dejé uso minutos bajo el agua para que salga del shock. Mientras tanto yo fui a la pieza y saqué las sábanas que estaba llenas de restos de la faena. Las llevé al lavadero y luego volvía al baño para saber como estaba Marcia. Y la encontré bastante recuperada. No sabía si dejarla sola, masticando sus culpas o desvestirme y entrar a ducharme con ella, como muestra de cariño y de contención.

Opte por entrar y creo que hice bien. La abracé y la ayudé a jabonarse. Lugo salimos los dos, nos secamos y nos vestimos de forma sencilla, pedí comida con entrega a domicilio y a eso de las veintiuna estábamos sentados en la mesa, escuchando a Bowie y comiendo comida china.

Parecía que no íbamos a hablar del tema, pero Marcia se sintió obligada a hacerlo.

  • Yo estaba limpiando, esperándote, cuando se apareció Don Goyo. Venía a informarnos sobre la reunión de consorcio. Pero no sé porqué me empezó a tocar las tetas. ¡Te juro que yo no hice nada!

  • Te creo, ese viejo es un hijo de puta. – y ella siguió contándome. Pero si bien todo lo que me decía me parecía cierto, también encontraba algo de morbo no solo en el momento sino también al contármelo. No dejaba detalle sin omitir, parecía poseída. Yo también me sentía culpable ya que no hice nada y solo me sometí a ese gran hijo de puta y la verdad es que no sabría que hacer la próxima vez que lo viera.

Terminamos de comer, y nos fuimos a acostar. Pasaron varios días, sin novedades, no nos cruzamos para nada con Don Goyo y nuestra pareja volvía a la normalidad. Yo trataba de llegar a casa temprano para estar separado de mi esposa el menor tiempo posible. Pero esa tranquilidad duró poco.

El viernes llegué a casa a las cuatro de la tarde y Marcia estaba haciendo un relleno de tarta para la cena de la noche. Nos dimos un beso y me fui al baño a darme una ducha refrescante. Y con el ruido del agua que me caía no escuche lo que estaba sucediendo en el living.

Sonó el timbre y Marcia fue a abrir la puerta. Don Goyo se presentó detrás de la puerta. Traía una bolsa en la mano y la acercó hacia mí.

  • Te traje un regalo. Es por lo del otro día. – Una sonrisita maquiavélica, me volvió a dejar paralizada, lo tome y le dije gracias, como para que se vaya inmediatamente. Pero el dio un paso y entró en el departamento.

  • Está mi marido. – Le dije para que se atemorice y dejara sus intenciones y se vaya.

. Mejor, hay algo para él también. – Yo no entendía nada, Quizás venía a disculparse, pensé. Pero no, no era esa su intención. Puso su cara a un centímetro de la mía y luego me besó. Su lengua penetro en mi boca y mis manos se prendieron a su espalda. Yo estaba respondiendo totalmente a su beso. No podía entender por qué. Sentirlo a mi lado me excitaba y a la vez me daba mucho asco. Nada de lo que él significaba me atraía, no era lindo, ni joven ni grandote, sin embargo a su lado yo me sentía su esclava y hacerlo gozar era lo que más me gustaba. Sentí que el agua de la ducha de mi marido dejaba de correr y eso significaba que se iba a encontrar nuevamente con Don Goyo en casa. Traté de zafarme.

  • Va a salir en cualquier momento, mejor váyase. - Le pedí, casi le supliqué. Pero sus manos no dejaban de apretarme a su cuerpo y su boca mordiéndome el cuello me volvía loca… Un instante después, mi marido aparecía en la sala, envuelto en una toalla y me volvía a encontrar en una situación escandalosa.

  • Hola putito, vine a traerles un regalito, es por lo del otro día. – Mi marido se acercó de forma violenta como para pegarle una trompada, cuando intervine.

  • Pará, pará, nos trajo un regalo y ya se va… ¿No es cierto Don Goyo? – El viejo se hecho a reír.

  • Pero que malos vecinos resultaron ser. ¿Ni siquiera me van a dejar ver si les gusta mi regalo? - Mi esposo nuevamente levantó su mano como para pegarle pero se le cayó la toalla en la que estaba envuelto y quedó paralizado y desnudo en el medio del salón. El viejo se rió aún más y me contagió su risa.

  • ¿Pero vos de que lado estás? - Me preguntó y mientras yo intentaba apagar mi carcajada. - Del tuyo, mi amor, del tuyo. Él levantó la toalla y se tapó la zona de la pija

  • No, no te tapes, - dijo Don Goyo- Te traje algo para que te pongas, así recién bañado. Agarró la bolsa de los regalos hurgó dentro de ella y le extendió un paquete pequeño. Para mi sorpresa mi marido lo tomo en la mano y empezó a abrirlo.

Yo estaba abriendo el regalo que me había dado el viejo, rompí el papel y me encontré una tanga negra de lycra con una tirita muy fina para la parte de atrás.

  • Te confundiste esto debe ser para Marcia. Y se la di a ella. El viejo se la sacó de un zarpazo a mi mujer y luego me la volvió a dar.

  • Ponétela, que queremos ver como te queda. ¿No es cierto preciosa? Le dijo el viejo a mi esposa. Al ver que ella no reaccionaba me fui poniendo la tanga.

  • Te queda genial, - dijo ella, mientras el viejo asentía con la cabeza.

El clima había cambiado totalmente, parecíamos tres viejos amigos.

  • A ver date una vuelta – dijo Don Goyo. Y no entiendo por qué, yo di una vuelta mostrando la cola. – ahora ponete esto otro. Me entregó otro paquete y con la otra mano me pellizcó la cola. En lugar de molestarme me pareció un gesto de cariño. Del paquete saqué un corpiño haciendo juego con la tanga y dos prótesis siliconadas color piel.

  • ¿No pretenderás que yo me ponga esto?

  • Si, si dale. – Me pidió Marcia y se acercó para hacerlo ella misma. Primero me colocó las prótesis que se adhiere al cuerpo. – ¿Así está bien? Le preguntó al viejo y esté corrigió mi ceno derecho hasta dejarlos a los dos a la misma altura, luego ella prosiguió, poniéndome el corpiño y al terminar me empezó a tocar las tetas y el culo, Don Goyo también.

La situación era de lo más extraña para mí. Mi esposa y un viejo hijo de puta me estaban disfrazando de mujer y me toqueteaban, mis nuevas tetas y la cola. Para terminar la escena, el viejo me dio el último de mis regalos, Un vestidito negro que se ajustaba a mi cuerpo y a mis nuevas curvas.

  • Ve. – le dijo a Marcia. - y ponle algo de color a su cara. -Entre risitas, mi mujer me llevó hasta el baño y sacó su set de maquillaje y puso manos a la obra. Cuando terminó, me dijo que me mirara al espejo y vi a una mujer. De la mano me volvió al living ya trasformada.

Don Goyo estaba en el sofá, fumando un cigarrillo y tomándose un trago. Me vio entrar y me dijo:

  • Eres linda, estás hecha toda una mujer. Y dime ¿Cómo te llamaremos?

  • Mi nombre es Linda.

  • ¿Quieres tomar algo? ¿Un cigarrillo?

  • Bueno. – el se levanta busca hielo y un vaso y me sirve vino. Me lo alcanza y yo le doy un trago. Luego me da un cigarrillo ya prendido y le doy una pitada. Toso porque yo no fumo y veo en el cigarrillo la huella que deja el rouge en el filtro y eso me hace sentir mujer. Marcia mira todo sin poder creerlo.

  • Ahora te toca, a ti querida. – dijo el viejo dirigiéndose a mi esposa. –Toma este regalito.

Rompí excitada el papel que lo envolvía. Un conjunto de corsé de cuero y portaligas, de esos que se ven en las fotos de sado. Me fui al cuarto y me lo probé, parecía una de esas chicas dominantes. Pinté mis ojos y mis labios de negro para acentuar el personaje. Habré tardado unos quince minutos, es difícil prender todos esos cordones y no traía manual de instrucciones. Me puse unas botitas largas con taco agujas que se prestaban bien al conjunto. Cuando estaba lista, fui, haciendo ruido con los tacos y al presentarme en el living Solo me faltaba el látigo para ser una dominante estrella sado. Me sorprendí al encontrar a Linda chupándole la pija a Don Goyo.

Marcia se fue hiper contenta con su regalito para ponérselo y Don Goyo y yo nos quedamos solos en la sala. Me miró a los ojos y acercó su boca a la mía y me pegó un beso intenso.

  • Ahora si que pareceses una puta, Linda.

  • ¿Te parezco puta o te parezco linda?

  • Las dos cosas. Sos linda y muy puta. Se abrió a bragota y sacó su pija fuera. Yo se la tomé y la empecé a acariciar. Ya la había tenido en mi boca pero semi parada, ahora estaba en su plenitud. Sola me fui a sumergir sobre sus piernas. Desabroche su pantalón y se los bajé, como pude y se la empecé a mamar.

Marcia entró en la sala hecha una domina total vino hasta donde estábamos nosotros y me ayudó a seguir con la tarea de darle satisfacción al viejo.

Don Goyo gemía y se movía en el sofá y nuestras bocas se mezclaba entre su pija. Hasta que tomó por el pelo a Mi mujer sacándola de se verga.

  • Tengo otro regalo para vos. - Y sacó otro paquete de la bolsa. Ella totalmente excitada abrió el paquete que tenía una fiesta, un par de esposas, unas bolas chinas y un pote de vaselina líquida.

  • ¡Qué lindos juguetes! Mirá Linda con lo que vamos a jugar ahora. - Le dije a mi esposo y le di un beso en la boca a Don Goyo como muestra de agradecimiento a todos estos regalos

  • ¿Qué quiere que haga con todo esto?

  • ¿Que te gustaría hacer con eso?

  • No sé

  • Prueba darle unos golpes en la cola con la fusta a Linda. - Entonces el viejo toma la fusta y me da dos golpes en la cola, dejando mi cola al rojo vivo y mi calentura al mil por ciento. Tomé la fusta y le levanté un poco el vestido de mi esposo y le doy dos golpes y veo las marcas en sus nalgas, El grita sin dejar de chupar la pija del viejo.

  • Vamos Linda, más rápido, más rápido. – Le incitaba a que lo haga acabar a Don Goyo. Me sentía que Linda era mi esclava y a la vez yo era la esclava del Viejo. – ¿Está bien así, mi amo?

  • Ahora metele las bolas por culo. - Me pidió mi amo y yo obedecí.

Unté el culito de mi marido con vaselina y la bola más pequeña. Luego sin preámbulo, se la metí en su culo virgen. Linda, dio un gritito pero se nota que rápidamente se acostumbró al intruso y eso me alentó para seguir mi tarea, la segunda bola era un poco más grande. Y justo cuando le estaba por introducir la segunda bola Don Goyo acabó en la boca de mi esposo. Él trató de quitársela de la boca cuando sintió el primer impacto y los siguientes chorros cayeron en su cara, arruinando todo mi trabajo de maquillaje. Mi esposo estaba tan entretenido limpiando la verga del viejo, que yo aproveche a incrustarle la segunda bola. La tercera era casi el doble que la primera pero tuve que espera para metérsela, ya que Linda estaba empapada de semen y Don Goyo la mando a limpiarse la cara. Ella caminaba y le colgaba por debajo del vestido la tercera bola pero se le notaba que le gustaba caminar con eso en el culo.

  • Ve a ayudarla, ponla hermosa nuevamente y vengan que tengo un tercer regalo para vos. – Eso me puso a mil, amo los regalos y estos regalitos estaban cambiando la vida

El viejo me pedía que se la chupe más y más rápido y yo estaba en la gloria. Pero lo iba a estar aún más lejos cuando Marcia me empezó a tocar el ano… Al principio dudé, ¿Hasta donde podría llegar todo esto? Pero después la dejé, sus caricias el mi culito me estaba haciendo que mi pija explote detrás de mi tanga. Yo no veía lo que me estaba haciendo pero enseguida me di cuenta que me estaba introduciendo las bolas chinas… Una verga en al boca y ese juguete de placer en el culo era fantástico.

Don Goyo suspiraba y gemía tanto que pensé que iba a morir. Sabía que explotaría en cualquier momento y que debería estar atento para que acabe afuera.

La verdad no sé si Don Goyo acabó antes o después que mi mujer me metió la segunda bola. Todas esas sensaciones juntas me hizo que perdiera la conciencia, para colmo a él viejo se le ocurre acabar y un chorro inmenso me entra por la garganta, hago un esfuerzo y logro sacarla, pero los siguientes chorros me caen en los ojos, en el cuello y por lo tanto decido que lo mejor es tener esa manguera dentro y la vuelvo a guardar en la funda que ha sido mi boca. Su leche se esparcía por mi cara y bajaba hacia mi pecho. Don Goyo me miró y puso un gesto de desaprobación. La miró a Marcia y le ordenó que me lleve a limpiar y a ponerme bella nuevamente y así lo hizo.

Ahora me pintó los ojos que me quedaron mas achinados y eso me hacía mas femenina, cambio todos los colores de mi cara, hasta parecía mas niña, que una mujer.

  • Está buenísimo, sos una genia. Ahora le gustaré más a él viejo. - Bese a mi esposa en su boca. – ahora vamos a mostrárselo.

  • No espera un poco, apóyate aquí, abre las piernas que no puedes salir con eso colgando. – Y entonces ella me introdujo la tercera bola en mi ano.

Unos minutos después volvimos al living.

Pero falta mucho que contar, por favor esperen unos días que le voy a relatar como me desvirgaron y como terminó esta historia.

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