Don Franscisco

Una mujer, hermana de un cura muy popular en el barrio, pierde a su marido y padres en un accidente. Va a vivir con su hermano y descubre a su lado una auténtica y tórrida pasión sexual.

POR AMATEUR

D. Francisco era el cura párroco de la parroquia de Sta. María (Madrid), éste era un mocetón de 32 años, 1,82 de estatura, jovial y deportista a más no poder, muy querido por todos sus feligreses y deseado por una buena cantidad de sus feligresas. D. Francisco era un cura vocacional, predicaba lo que realmente sentía y aparentemente sabía esquivar bien las trampas y tentaciones a las que diariamente el Demonio le sometía, en toda la parroquia se le apreciaba enormemente debido a que era una persona servicial y amable, estaba siempre dispuesto a ayudar a quien hiciera falta sin pedir jamás nada a cambio y no había absolutamente nadie que pudiese señalarle con el dedo por la más mínima falta, se pude decir de D. Francisco que en todos los aspectos era una persona intachable. D. Francisco era oriundo de un pueblo cercano a Barcelona educado en el seno de una familia profundamente religiosa compuesta por sus padres y una hermana, Ana (casada y sin hijos), dos años mayor que él. Los padres de D. Francisco desgraciadamente fallecieron hace dos años en un accidente de tráfico donde el marido de Ana que era el conductor del vehículo siniestrado quedó en estado de coma, el pobre hombre en todo este tiempo estuvo luchando entre la vida y la muerte la cual por fin le venció. Francisco se trasladó a Barcelona para acompañar a su hermana y asistir al sepelio, Ana se había quedado absolutamente sola y después de dos días de insistir una y otra vez Francisco consiguió convencerla para que le acompañase a Madrid y se quedase a vivir con él.

Ana es una mujer alta, mide 1,74, su forma de vestir aun siendo muy elegante pretende disimular la esplendidez de su hermoso cuerpo, ella usa ropas normalmente de color gris, largas y bastante holgadas, es una mujer profundamente religiosa, seria y recatada, es muy difícil verla por la calle, si no está en casa hay que ir a la iglesia más cercana para encontrarla.

En una semana Francisco y Ana arreglaron todos sus asuntos en Barcelona y seguidamente se trasladaron a Madrid. Francisco vivía en la casa rectoral, esta era una casa tipo chalet adosada a un lateral de la Iglesia parroquial de tipo muy moderno, la casa estaba compuesta de piso y bajo donde en el bajo había un salón recibidor el despacho de D. Francisco la cocina y un baño. El piso superior estaba compuesto por 3 cómodas habitaciones y un baño, la del fondo del pasillo era la habitación de Francisco y Ana eligió para ella la habitación situada en medio, ambas habitaciones tenían acceso directo al baño desde el interior de las mismas, el baño se encontraba en medio. Ana en cuanto se instaló automáticamente se hizo cargo de la casa, ella hacía la limpieza y las comidas, en fin, ella se ocupaba de todo y le sobraba tiempo para hacer la compra diaria ir a la iglesia y leer. Ana cayó muy bien entre los vecinos y feligreses por lo seria y recatada que era, en muy poco tiempo consiguió el aprecio de todo el mundo, en amabilidad y ayuda al prójimo era igual a su hermano.

En los primeros meses de la estancia de Ana en casa todo fue normal, la relación entre ambos hermanos no podía ser mejor, ambos se dedicaban a sus cosas sin preocuparse el uno del otro, Ana cuidaba de la casa y Francisco la iglesia y a sus feligreses. Todo empezó a cambiar una buena mañana que Francisco en calzoncillos abrió la puerta de comunicación interior del baño y se encontró con Ana totalmente desnuda, los dos se quedaron paralizados mirándose el uno al otro sin reaccionar excepto por un detalle el calzoncillo de Francisco se convirtió de pronto en una carpa lo cual no pasó inadvertido a Ana, Francisco de pronto reaccionó, pidió disculpas a su hermana y se retiró cerrando la puerta del baño pero la imagen de Ana desnuda estaba grabada a fuego en su cerebro, realmente era la primera vez en su vida que había visto en carne y hueso a una mujer desnuda ¡Y qué mujer! El cuerpo de Ana era excepcional, tenía unos pechos firmes y erguidos perfectamente proporcionados, el vientre totalmente plano seguido de unas caderas rotundas, entre ellas albergaban un pubis totalmente poblado de un pelo negro, liso y perfectamente distribuido, sus piernas eran como dos columnas de alabastro perfectamente torneadas, en fin aquello era el cuerpo de una diosa griega. Francisco no podía apartar de su mente la imagen desnuda de su hermana y su pene se mantenía dolorosamente en pie, por otro lado Ana se perturbó terriblemente, Ana en realidad era una mujer muy fogosa y terriblemente sensual, la sensualidad de su cuerpo la vencía a muy duras penas en base a ejercicios de fuerza de voluntad pero al ver el pene erguido de su hermano apuntándola directamente rompió algo en el interior de ella y su vagina comenzó a humedecerse, la sensación y el calor que transmitía a todo su cuerpo a través de ella llegó hasta sus pechos poniéndole los pezones duros como piedras, inconscientemente su mano derecha se dirigió a su entrepierna e introdujo dos dedos dentro de aquel mojado túnel, su mano izquierda acariciaba y retorcía sus pezones, en unos segundos Ana lanzó un profundo gemido y tuvo un orgasmo, era el primero que tenía desde el accidente de su marido, se duchó, vistió y bajó a preparar el desayuno. Mientras Francisco como si estuviese coordinado con Ana se bajó el calzoncillo, cogió su durísimo pene con la mano y pensando en el cuerpo de Ana en unos segundos se corría al igual que ella, los orgasmos casi fueron simultáneos. Cuando bajó Francisco a desayunar Ana estaba sentada a la mesa, se quedaron ambos mirándose detenidamente y los dos muy colorados iniciaron una disculpa simultánea atropellándose ambos con las palabras, Ana se serenó y dijo...

No te disculpes Paco la culpa fue mía por no haber cerrado la puerta, fue un despiste imperdonable. Sí Ana, pero yo debería haberme retirado de inmediato pero no sé lo que me pasó y me quedé mirándote, no debería haberlo hecho. Yo también te miré a ti y por eso no creo que pueda pasar nada ¿Lo olvidamos? Habrá que olvidarlo, aunque para mí me temo va a ser difícil. ¿Qué quieres decir? No lo sé Ana, no lo sé.

D. Francisco se levantó de la mesa y muy desconcertado salió de casa sin rumbo fijo, meditando en lo que había pasado, su inquietud era enorme nunca en su vida había notado la más mínima sensación extraña, excepto lo habitual de una persona célibe, a sus 32 años seguía siendo virgen y eso nunca le quitó el sueño, hoy las cosas habían cambiado repentinamente, su hermana había despertado en él algo totalmente desconocido, su cuerpo y su mente habían cambiado totalmente, la imagen desnuda de su hermana estaba grabada a fuego, por más que luchaba para desprenderse de ella ésta más se fijaba y sus erecciones eran continuas.

Ana se dirigió a su cuarto, su cuerpo temblaba como si tuviese fiebre, a pesar de haber hablado serenamente con su hermano estaba muy lejos de estar serena, su cuerpo pedía a gritos ser acariciado, su vagina no había dejado de segregar flujos tanto que creyéndose haber derramado algo de orín se fue a cambiar las bragas comprobando que la humedad que tenía era muy otra, estaba tan desconcertada que comenzó a sollozar desesperadamente, intentaba olvidar la imagen de su hermano y esto resultaba imposible dándose cuenta que desde que tenía uso de razón había estado enamorada de Paco sin haber querido reconocerlo nunca, el gran cariño que siempre sintió hacia él, siempre lo había atribuido al cariño propio de una hermana mayor, ahora y dolorosamente, se daba cuenta que la realidad era muy otra ¡Lo amaba como mujer, no, como hermana! D. Paco después de pasar parte de la mañana dando vueltas y otra buena parte rezando en su iglesia se dirigió a casa, era muy tarde y Ana le estaría esperando para comer, en efecto Ana ya estaba preocupada por él, Paco le dio un tierno beso en la frente, le pidió disculpas y se sentó a la mesa para comer, cuando Ana se sentó frente a él ambos se quedaron mirándose profundamente, Paco se ruborizó y bajando la vista siguió comiendo aunque sin ningún apetito. Después de comer ambos se dirigieron al salón a tomar café, eso era algo que se hacía normalmente pero esta vez Ana había tomado una decisión ¡Seduciría a su querido hermano costara lo que costara! Después de servir el café Ana se quejó del calor que hacía, estábamos en pleno mes de julio y en Madrid la verdad hacía un calor infernal, se retiró un momento y cuando regresó como toda vestimenta portaba una ceñida y ligerísima bata de casa que marcaba y resaltaba su cuerpo de una forma bastante indecente pero maravillosa, Paco se la quedó mirando bastante desconcertado pero a la vez muy embelesado, ella le dirigió una dulce sonrisa y se sentó frente a él, como al descuido la batita quedó ligeramente abierta y mostraba una generosa porción de muslo de su dueña la cual no se molestó en absoluto en cubrirlo. El muslo de su hermana ejercía como una especie de imán a los ojos de D. Francisco el cual no podía apartarlos de tan lindo lugar, por más que lo intentaba siempre iban a parar al mismo sitio. Ana charlaba por los codos con la intención de distraer a su hermano e inconscientemente dirigirlo hacia su objetivo, según charlaba se movía ligeramente de modo que su bata cada vez se abría más y más hasta que sus braguitas quedaron a la vista de Paco el cual ya no disimulaba y no apartaba la vista de los muslos y braguitas de su hermana, su pene hacía ya mucho rato que estaba como un poste de teléfono. En un momento dado Ana se levantó y se sentó a los pies de su hermano, abrazándose a sus piernas recostó suavemente la cabeza sobre su regazo apoyando la mejilla sobre aquella barra de hierro...

¡Hermanito! Me parece que te encuentras muy mal, esta cosa dura que noto bajo mi mejilla te está haciendo mucho daño ¿Me permites que te alivie? No puedes permanecer en este estado. Pero Ana, esto es inmoral ¿Qué quieres hacer? No podemos... No debemos...

Las protestas de D. Francisco no tenían ningún convencimiento pues ya en ese momento Ana acariciaba su hermosa y ardorosa polla sobre el pantalón, él cerró los ojos y se recostó hacia atrás en el sofá, Ana hábilmente soltó el cinturón del pantalón de su hermano y enseguida bajó la cremallera, tiró ligeramente del elástico del calzoncillo dejando en libertad aquel hermoso potro todavía sin domesticar, como adorándolo lo cogió con sus dos manos e hipnóticamente se lo fue introduciendo lentamente en su boca, algo que jamás había hecho en su vida. Paco que era la primera vez que sentía una cosa semejante dio un respingo y se quedó mirando a su hermana la cual ya chupaba frenéticamente como si en ello se le fuese la vida, el placer que Francisco comenzó a sentir fue enorme y soltando una especie de mugido comenzó a correrse soltando esperma a borbotones directamente en la garganta de su hermana, era la primera vez que ella probaba el sabor del semen y en principio le dieron arcadas, Paco la tenía sujeta por la cabeza y ante la imposibilidad de retirarla no le quedó más remedio que tragárselo, finalmente terminó gustándole tanto que no dejó ni gota, dejando el pene de su hermano más limpio que una patena. En cuanto terminó su tarea Ana se puso de pie delante de su hermano y se quitó la bata, tenía puesto un conjuntito de braga y sujetador de un color azul clarito precioso, su cuerpo se veía formidable, Paco la cogió de la cintura y la atrajo hacia sí, su cabeza quedaba justo a la altura de sus hermosos senos, ella tenía los pezones tan erectos que parecían querer romper la tela del sujetador, Paco cogió uno de ellos con su boca y comenzó a chuparlo con verdadero deleite sobre la misma tela, las sensaciones de Ana eran increíbles, echó sus manos atrás y en un rápido movimiento se soltó el cierre del sujetador quedando sus hermosas tetas a disposición total de su querido hermano, éste las cogió con sus manos y las acarició dulcemente, su boca iba de uno al otro pezón sin descanso chupando con verdadera fruición, Ana suspiraba de deleite, hacía muchísimo tiempo que no sentía en su cuerpo aquellas dulces sensaciones.

D. Francisco como buen inexperto en materias amatorias realmente no tenía ni idea de lo que debía hacer, estaba parado abrazado al cuerpo de su hermana sin hacer otra cosa mas que chuparle los pezones por lo cual Ana tomó la iniciativa, ella siempre tubo la terrible curiosidad de saber qué se sentiría cuando un hombre te acaricia con su boca la vagina, jamás se atrevió a pedírselo a su marido (Era demasiado puritano) Las relaciones sexuales con él siempre fueron las clásicas, ella se subía el camisón de dormir, abría las piernas, él se colocaba entre ellas iniciaba un mete saca más o menos rápido, se corría e inmediatamente se quedaba dormido con la satisfacción del deber cumplido, Ana alguna que otra vez llegó a sentir algo parecido a un orgasmo, cuando la calentura que sentía era excesiva entonces pedía ayuda a sus dedos y con ellos trataba de satisfacerse en absoluto silencio, decidió entonces que era hora de aprendes las artes amatorias y enseñar a su querido hermano para que la satisfacción de ambos fuera absoluta. Con ambas manos cogió la cabeza de Paco y la fue empujando lentamente hacia abajo, Paco pareció entender y su lengua comenzó a trazar círculos por el vientre de su hermana, ella siguió empujando lentamente, Paco parecía sentir temor a bajarle las braguitas pero ella le animó, con sus manos cogió las manos de él y se las situó sobre el elástico de las mismas, engarfió sus dedos en el elástico y le animó a empujar hacia abajo, él decididamente lo hizo, bajó las bragas de Ana hasta los pies y se las sacó totalmente, se quedó absorto contemplando aquel hermoso coño que su querida hermana tenía en medio de sus hermosos muslos, ella cogió de nuevo su cabeza y se la dirigió suavemente hacia su monte de Venus, cuando Paco percibió el delicioso aroma que se desprendía del coño húmedo de su hermana pareció volverse loco, sus manos se posaron sobre las nalgas de ella y sin necesidad de indicación alguna su lengua se introdujo en la grieta de su hermana y comenzó a recorrerla arriba, abajo igual a una locomotora. Ana daba grititos de verdadero placer, por fin sentía lo que era una caricia de verdad, por fin sentía lo que era el verdadero placer sexual, Paco eso lo percibía y suavemente recostó a su hermosa hermana sobre el sofá, le abrió las piernas todo lo que daban de sí y materialmente se sumergió en aquella divina vagina, en el ángulo superior de la misma percibió algo grueso y duro, sin pensarlo comenzó a chupar y lamer aquella pequeña protuberancia, Ana arqueó su cuerpo y en un supremo espasmo comenzó a tener orgasmos encadenados finalizando en uno que inundó la boca de Paco con un torrente de flujos quedando ella prácticamente inconsciente, Paco la acariciaba amorosamente, ella terriblemente agradecida le besó con pasión, se tiró al suelo y abriéndose de piernas invitó al macho a que la montase, Paco torpemente se situó sobre ella, su pene dibujaba círculos en todas direcciones y cuando encontraba la gruta se ponía tan nervioso que su pene resbalaba sobre ella, Ana le calmó, con su mano derecha cogió suavemente el pene de su hermano y firmemente lo dirigió a la entrada de su vagina, en cuanto la cabeza se posicionó ella elevó ligeramente sus caderas y la introdujo en su interior, Paco entonces comenzó a empujar hasta que su pene quedó totalmente alojado en el cuerpo de su querida hermana, al unísono ambos iniciaron un acompasado saca y mete, las sensaciones de Paco eran fabulosas, se preguntaba interiormente cómo había conseguido pasar tanto tiempo sin disfrutar de semejante maravilla, era tan dulce y maravilloso que NO PODÍA SER PECADO, por su parte Ana más o menos acostumbrada a las rápidas arremetidas de su difunto esposo disfrutaba enormemente los movimientos lentos y cadenciosos de su querido hermano, su hermano le estaba haciendo el amor con verdadera pasión y buscando el don supremo de la plena satisfacción de ambos, Paco comenzó a sentir un enorme hormigueo por todo su cuerpo y Ana comenzó a arquear su cuerpo nuevamente, ambos empujaron brutalmente sus pelvis entre sí buscando la penetración total, con un profundo gemido de él y un grito incontrolado de ella ambos se corrieron de una forma tremenda, permanecieron varios minutos abrazados herméticamente entre sí sin querer separarse en absoluto hasta que el órgano de Paco por sí mismo se salió del cuerpo de su hermana, ellos todavía seguían abrazados prodigándose todo tipo de caricias como dos enamorados, ellos ahora se querían NO como hermanos, realmente se querían como marido y mujer.

Ana tenía un problema congénito que le impedía tener hijos por lo cual no tenían necesidad de guardar precaución de ningún tipo, los dos eran tremendamente apreciados por los vecinos de la parroquia que nunca jamás llegaron a sospechar la intima relación que unía a los hermanos los cuales de mutuo acuerdo decidieron seguir su vida normal como CURA y HERMANA del CURA, eso SÍ DORMIAN JUNTITOS y en la misma cama.

FIN

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