Don Facundo (1)

Tras un escandalo sexual un veternao profesor español, nieto de indiano, vuelve a sus raices y se establece en el norte de Perú.

Facundo Mendes, profesor de economía en una ciudad del norte de España. Heredó de su abuelo indiano el nombre y un pene considerable que era motivo de comentarios en la provinciana universidad, mas que por sus dimensiones por el uso continuo al que Don Facundo le sometía. De su abuela, una bella indita peruana heredó un tono de piel moreno cobrizo que contrastaba vivamente con sus ojos azules y su cabello claro. Su mustia esposa, la típica maruja que cazó al profesor en sus años de estudio, había aguantado los rumores sobre la forma en que sus alumnas mejoraban nota incluso, en alguna ocasión, hizo la vista gorda cuando D. Facundo se había cepillado a alguna honorable señora, casi delante de sus narices, en alguna de las recepciones provincianas a las que acudían pero el ultimo escándalo de Don Facundo fue su ocasión para un divorcio favorable y despojar al profesor de casa, coche, cuenta bancaria y todo lo que pudo. Don Facundo había sido sorprendido por la profesora de Geografía, doña Leonor, militante de la secta satanico-catolica Opus Dei, enculando a un alumno en el despacho, para mas inri el chico era hijo de uno de los mas insignes concejales del partido derechista. El escándalo fue imparable y la universidad que le había tolerado múltiples excesos le negoció un discreto retiro.

Lejos de observar su retiro y divorcio como motivo de depresión don Facundo se vio liberado, abandonó la pequeña ciudad que le oprimía y se estableció en la capital donde vivió una vorágine de alcohol, drogas y putas que disfrutó hasta que los excesos comenzaron a abrumarle, debilitarle y aburrirle. Su esposa ignoraba, afortunadamente, que gracias a sus contactos y conocimientos de economía Don Facundo había asesorado a los grandes próceres de su región sobre como proceder con sus capitales opacos, o sea, había blanqueado dinero de las mas pudientes familias de su región a manos llenas y esto le había proporcionado una cuantiosa fortuna cuya existencia su ex esposa desconocía y por tanto no le había arrebatado, aunque la bruja andaba mosqueada, ella que era rancia y vengativa esperaba dejar a su marido hundido en la miseria y la desesperación y le llegaban rumores de una vida libertina y a todo tren que no le cuadraba.

Un día de alcohol, cocaína y felaciones una luz se encendió en el cerebro de don Facundo, se acordó de la casa de verano del abuelo, situada a pocos metros de una playa del Pacifico en un idílico paraje del norte de Peru, tras acordar con sus familiares peruanos el traspaso de la propiedad por una cantidad de a ambas partes les pareció conveniente, bendito Euro, se mudó al otro lado del charco.

El acondicionamiento de la casi abandonada casa le proporcionó trabajo y ocupación que le hicieron olvidar por algún tiempo su vida libertina, eso si, cada vez que se sentía oprimido en el burdel de la cercana ciudad le recibían con los brazos abiertos, era uno de los mas generosos clientes, las lindas cholas hacían cola para convencerle de la bondad de sus favores, mujeres hermosas y la mejor cocaína del planeta convertían a Don Facundo en inquilino por varios días de la prestigiosa casa de putas. Cuando Don Facundo ya no podía ni con su cuerpo se ponía en contacto con Roque, el capataz de la cuadrilla encargada de las obras de remodelación de su casa que enviaba a un par de trabajadores al rescate. Llegaban los días de recuperación y desesperación, la educación cristiana de Don Facundo le hacia propenso al arrepentimiento y la mala conciencia y se prometía a si mismo no recurrir mas al sinsentido del sexo de pago.

Casi seis meses duraron las obras en su propiedad, pasado el tiempo, la casa recuperó todo su esplendor, también construyó una casa para los guardeses y los senderos, especialmente el que dirigía a la playa, habían sido arreglados con esmero. Las obras estaban finalizando cuando Don Facundo inquirió a Roque:

-Amigo Roque, le doy las gracias por su magnifico trabajo pero como las gracias no alimentan a un trabajador aquí tiene mil dólares, la mitad para usted y el resto para que lo reparta entre su cuadrilla. Pero también quiero pedirle un favor.

-Usted dirá Don Facundo

-Me gustaría que me recomendara a una familia para que se encargue de la vigilancia y cuidado de la finca así como de las tareas domesticas de mi casa, la verdad es que desde que llegué aquí solo me he relacionado con usted y sus trabajadores y con las señoras de la vida del lupanar de doña Concepción y no se me ocurre a quien recurrir para este tema.

-Precisamente el otro día estuve pensando en ello cuando le dimos los últimos a la caseta de los guardas, Rogelio, el mas veterano de mis trabajadores, usted lo conoce bien, se ha casado recientemente con su sobrina que enviudó quedando con dos hijos, aquí es muy corriente amparar a las viudas de la familia. Ella es mas joven y el ya no esta para ir de obra en obra dejándose la salud así que me pidió a ver si podía hablar con usted para hacerse cargo de la finca, yo no le prometí nada pero como usted me lo pide no se de nadie mas recomendable que el, cabal, trabajador y fiel. Si quiere la próxima semana usted puede citar a la familia y si les parecen bien plantearles las condiciones que estoy seguro que aceptaran. Su mujer ronda los cuarenta y con la ayuda de su hija adolescente puede hacerse cargo de las tareas domesticas y el hijo y Rogelio de la finca y sus animales.

-Me parece perfecto Roque.

La presentación de la familia fue un poco surrealista, muy de esta maravillosa tierra, a Don Facundo le pareció ser, por un momento, uno de los personajes de "Cien años de soledad". La familia de Rogelio, en fila, esperaba la aprobación de don Facundo. Rogelio era un hombre de casi sesenta años, curtido en el trabajo a la interperie, de pelo cano y morena piel surcada de arrugas. Su esposa, Amalia, era una linda chola de anchas caderas y poco pecho, piel tersa y hermoso rostro. La hija mayor, Amalita, era un primor, con la cabeza agachada, tímida y vestida con un ajado chandal Nike disimulaba lo que sin duda era un cuerpo de mujer joven en todo su esplendor. Amaro, el hijo, debía de frisar los catorce años y exhibía el orgullo de su juventud y de los chicos de su clase, indios orgullosos de serlo. Don Facundo les pasó revista, les gustaron, una familia para cuidarle era a lo mas que podía aspirar en estos lejanos parajes tan distintos a su recia Castilla.

La mujer y sus hijos salieron de la casa, en presencia de Roque, Don Facundo expuso las condiciones a Rogelio al que se le iluminó la cara cuando oyó la oferta económica.

-Por esa cantidad usted no tendrá que preocuparse por nada –categorizó Rogelio.

La casa había quedado maravillosa, decorada con muebles hindúes y provista de la mejor tecnología, afortunadamente la cercanía de una gran plantación perteneciente a una multinacional hacían asequible el acceso a la electricidad, telefonía móvil e Internet. Cuando los empleados vieron llegar el televisor de plasma de ultima generación los comentarios de admiración llegaron a varios kilómetros, el español moreno como le llamaban era un hombre con posibles y un buen patrón.

Los paseos a caballo por la hacienda, las horas al sol en las playas del Pacifico, el trabajo de la hacienda y la compañía de Rogelio, que le proveía de excelente cocaína, marihuana y ron, ocupaban la mente de Don Facundo que cada vez acudía menos a la ciudad donde se le echaba de menos en el lupanar, fue tras una de las escasa visitas a la casa de putas, cuando Rogelio, tras haber acudido en su rescate y recogerlo en unas condiciones paupérrimas le espetó:

-Patrón se esta haciendo usted daño, ya no tiene edad para estas cosas, mi familia y yo tenemos que cuidar de usted, no queremos perderle.

Don Facundo no le dio importancia al comentario de Rogelio mas allá del interés de su empleado por su bienestar, los hechos posteriores demostraron que no había interpretado bien las palabras de su empleado.

Una noche tras trasegar una botella de ron y unos porros de excelente yerba con su empleado, en el porche de la casa, Don Facundo notó que estaba mas borracho de lo que creía, al salir al camino, recién había llovido, tuvo una tonta caída y dio con sus huesos en un charco, entre risas se levanto con la ayuda de Rogelio, estaba perdido de barro. El empleado llamó a su esposa, que preparo un baño y ropa limpia, entre los dos le desnudaron y le metieron en la tina, don Facundo, con la borrachera no lo percibió, pero en los ojos de Amalia brilló un chispazo cuando vio la verga morena, gruesa, venosa y cabezona de su patrón. Una vez dentro de la tina, un baño de agua templada y abundante espuma Rogelio se fue del aseo dejando a su esposa a cargo del baño del patrón. Con una esponja Amalia enjabonó los brazos, el cuello y las piernas del patrón, quien a pesar de la borrachera y debido a su natural caliente comenzó a excitarse, era mucho el respeto que Don Facundo tenia a Rogelio y su familia por lo que controló el impulso de lanzarse sobre la chola pero las caricias de la esponja y las gotas de sudor en el escote de la mujer le pusieron a cien. La mujer se percató de la excitación de su patrón y, sin aspavientos, como si continuara con el baño le enjabono las pelotas, tomo la verga por el tallo, la enjabonó y le subió el pellejo arriba y abajo mientras le miraba seria a los ojos, seria pero con brillo en su mirada.

-Se nota que el patrón hace tiempo que no descarga –observó la mujer –pero eso se lo arreglo yo en una pizca.

Don Facundo solo asintió, cerró los ojos y se dejó hacer, su empleada estaba pajeándole con dedicación

y delectación, sus manos enjabonadas se deslizaban por su verga. Amalia, debido al húmedo calor y al desempeño físico, sudaba por lo que se quito el jersey quedando en sujetador, Don Facundo le invitó a despojarse de la prenda con la mirada, la chola, sonriente, lo hizo mostrando dos pequeños senos de pezón marrón y puntiagudo que el patrón procedió a acariciar con los dedos, la respuesta fue inmediata, se pusieron duros y enhiestos. La mano de Amalia manipulaba con maestría la polla de Don Facundo, la señora sentada en un taburete resoplaba esforzándose en su manoseo a medida que sentía aumentar la dureza de la gruesa verga del patrón, cuando vio que la corrida estaba próxima le ayudo a incorporarse, le secó con una gran toalla, esmerándose con las pelotas y la verga que continuaba en todo su esplendor, sentada en la banqueta se apropio nuevamente de la polla, esta vez los ojos negros de Amalia se clavaron en los de su patrón, se la metió en la boca y comenzó una de las mejores felaciones que Don Facundo había experimentado en su vida. Don Facundo le avisó:

-¡Que me corro!

Amalia tragó todo lo que pudo la polla de su jefe y recibió la abundante corrida de este en su garganta, de no ser porque Amalia estaba aferrada a sus nalgas se hubiera caído al suelo de gusto, la vista se le nubló, la mujer se levantó de la banqueta para cederle el asiento, mientras ella, de rodillas, le seguía lamiendo la cabeza de la polla. Después le puso el pijama, le acompañó a la cama y se despidió diciéndole:

-¡Aquí estamos para servirle a usted en lo que necesite patroncito!

Por la mañana se despertó inmerso en la resaca y el arrepentimiento por haber abusado de su empleada, había abusado de su posición y de la confianza de Rogelio. Sus dudas y mala conciencia se despejaron tras la cena, Rogelio le visitó en el porche con un porro de marihuana y una botella de ron Cacique especiado.

-Hoy beba con moderación patrón que la resaca es muy mala.

-Debo pedirte disculpas Rogelio ayer con la borrachera no me porté muy bien.

-¡Que dice patrón! Fue usted un caballero pero podía haber rematado la tarea, la Amalia llegó tan caliente a casa que a pesar de estar clavándola casi media hora le supo a poco y yo ya no tengo edad para estas alegrías así que si usted me ayuda a tenerla cumplida yo se lo agradeceré –dijo Rogelio con total naturalidad zanjando el tema -De hecho yo creo que se quedó con las ganas si quiere la llamo y la invito a un trago. Don Facundo accedió, su empleado pegó un chiflido similar al que emitía para calmar a los caballos, su esposa apareció a los pocos segundos, sonriente, con una apretada minifalda vaquera que apresaba su trasero orondo y un suéter ajustado. Saludó a los dos hombres, Rogelio fue generoso llenado el vaso de su esposa que lo apuró en un trago, el marido hizo un comentario inaudible para el patrón y se lo llenó de nuevo, pasado unos minutos Rogelio se levantó:

-Bueno yo les voy a dejar que mañana tengo un día duro y ustedes no se apuren por el tiempo, yo hablaré con Amalita para que sirva el desayuno y deje descansar a su mama –se despidió con una sonrisa.

Don Facundo estaba sorprendido y encantado, su empleado, un buen hombre, le ofrecía en bandeja los encantos de su esposa, una hembra bastante apetecible, sin ningún tipo de rencor u obligación.

Tomaron otro trago, el de Amalia muy bien servido y don Facundo se levantó:

-Vamos dentro, aquí hace demasiado calor.

Amalia sonrió y le siguió, don Facundo con la botella en la mano entro en su habitación, la empleada fue tras el, don Facundo se volvió, abrazó a Amalia y la besó en la boca, la mujer respondió al beso dándole la lengua, recibiéndolo, se despegó de el para desnudarle, quitarle la camisa y los pantalones a la vez que ella se desnudaba. Don Facundo se separó un par de metros y observo a la chola desnuda pidiéndole que se diera vuelta, era morena, con el pelo negro y largo, unas pequeñas tetas redondas y tersas que parecían no haber amamantado a hijo alguno, estrecha cadera y nalgas abundantes, una abundante mata de pelo negro impedía ver su coño. Don Facundo se tumbó en la cama, la mujer le imitó, se apropió de su verga y comenzó a pajearlo y sabarle las pelotas, pronto los labios de la chola chupaban la cabeza de su verga, Don Facundo, hombre agradecido y al que agradaba dar placer a las mujeres le pidió que invirtiera su posición para recompensarle la mamada con un cunnilingus, tras la sorpresa la mujer se puso en la posición adecuada, don Facundo buceo entre la inmensa mata de pelo negro hasta descubrir los labios del coño de la mujer, marrones, gruesos, sabrosos y le paso la lengua por toda la raja, la humedad dio paso a un río. El excelso y familiar sabor a coño inundó los sentidos del hombre, la mujer sollozaba de gusto, era la primera vez que le comían la concha, bastaron varios lengüetazos sobre el hinchado clítoris de Amalia para que esta se retorciera de gusto en una monumental corrida que impregnó de jugos de mujer la cara de Don Facundo.

-¡Que gusto me ha dado patrón! Me habían contado el gustirrinin que daba que te comieran la concha pero ni a Rogelio ni a mi primer marido les gustaba hacerlo.

-Pues a mi Amalia donde se ponga el sabor y el olor de un buen coño que se quite todo.

La mujer se abrió de piernas invitándole a penetrarla pero don Facundo, un hombre experimentado en el tema de la fornicación, sabia que la noche era larga y había que dosificarse, se colocó junto a ella, la puso sobre su costado y le levanto la pierna de arriba, no le costo mucho, a pesar de la pelambrera, conducir su gruesa polla morena entre los labios del coño de Amalia y penetrarla de lado, con lentitud pero con determinación hasta que las pelotas se le humedecieron al contacto con el sexo de la mujer, se la tenia metida hasta la raíz y Amalia resoplaba y pegaba pequeños gritos de placer. Es curioso la variedad de sonidos guturales que ofrecen las mujeres cuando son folladas.

Culeaba suave y con decisión a la mujer que gozaba de la verga de su patrón. Don Facundo tomó la mano de la mujer y la condujo a su sexo invitándola a frotarse el clítoris mientras la penetraba:

-A mi me gusta que mis mujeres disfruten al máximo –le espetó para vencer la resistencia de Amalia.

La chola bramaba de gusto, la verga de Don Facundo le llegaba profundo, le llegaba donde ninguna verga le había llegado, eso y la sensibilidad de su clítoris, que frotaba desesperaba, le llevaba a una cascada de orgasmos, un charco de placer se dibujaba en las sabanas. Amalia era una mujer de concha caliente, multiorgasmicas le llaman en el mundo civilizado.

Don Facundo estaba pleno, sentía su verga en todo su esplendor, disfrutaba del momento, habituado como estaba al sexo de pago, frío e interesado, agradecía la entrega de la mujer y el placer que demostraba al complacerlo. La puso en cuatro y así le aserró verga en la concha con dureza, la folló fuerte, con energía, ella gemía de placer, Don Facundo le dio a chupar de sus dedos:

-Si sigues chillando así vas a despertar a tus hijos –le dijo

La visión del amplio trasero de la chola enervaba los sentidos del patrón que culeaba con ganas, atisbó el cerrado agujero de la cola de la mujer con la determinación de que esa noche lo abriría con su verga, untando su dedo en el abundante flujo de Amalia jugó en la entrada del negro agujero con su dedo y la penetró con suavidad hasta el primer nudillo. La mujer, salvada la sorpresa inicial y haciendo alusión a la anterior comida de coño, le dijo, lejos de mostrarse contrariada:

-¡Ay patrón! Esto no le probado nunca, usted solo me enseña cosas ricas

Don Facundo embistió profundo su verga en la concha de la chola, que apretaba su coño con maestría exprimiendo la polla que lo invadía, y regó el coño de la mujer con una abundante donación de leche de hombre. El mito de las cholas era cierto, son complacientes, ardientes, fabulosas, las mejores folladoras.

Ambos cayeron, uno junto al otro, sobre la cama, la humedad ambiental colaboraba a que el olor a sexo impregnara cada rincón de la estancia, la mujer acariciaba el velludo pecho de don Facundo y la lamía las tetillas agradecida. Don Facundo bajó hasta la altura del coño de Amalia, abrió sus piernas y observo los restos de la batalla, el peludo coño de la chola rezumaba jugos y leche de hombre, abrió los labios de su concha y la copiosa corrida de Don Facundo se escurrió entre los muslos de la mujer. Mientras la mujer usaba ese gran invento llamado bidé Don Facundo encendió un aromático porro de marihuana del Pacifico.

Luminosa y esplendorosa, así salió de la toilette Amalia, como una gatita sumisa se tumbo junto a su patrón que porfiaba en abrir un bote de gel lubricante, la chola sonrió, la virginidad de su trasero tenia los minutos contados. Don Facundo se bajó al pilón, la fragancia del coño recién lavado y recién follado de Amalia era el olor del paraíso, el hombre se esmeró en lamer y chupar el clítoris de Amalia y en penetrarle con su lengua por la concha mientras lubricaba su ojete y sus dedos, Don Facundo comía coño y penetraba con su dedo la cola de la morena que derramaba jugos sin parar.

-¡Ay patrón que gustito que me da! ¡ay! ¡Chupe rico! ¡Chúpeme toda!

El dedo índice de don Facundo entraba y salía sin obstáculo del agujero de Amalia, cuando Don Facundo invirtió su posición y acerco su verga a los labios de la mujer esta no se lo pensó y comenzó a mamarla con dedicación, don Facundo lamía el clítoris, Amalia temblaba de placer con la gruesa verga de su patrón creciéndole entre los labios, se corrió de nuevo, le gustaba a Don Facundo la venida de la mujer, mucho jugo y temblores orgasmicos acompañados de una especie de sollozo cercano al llanto.

Era el momento, don Facundo situó a la mujer en cuatro al borde de la cama, su impresionante trasero contrastaba con su estrecha cintura, la cola en alto diciendo cómeme. Don Facundo lubricó su polla con abundante gel y repasó el agujero de la chola con otro pegote de gel:

-Ahora debes relajarte y dejarte hacer. Relaja el intestino, no lo cierres que lo hará mas doloroso.

-¡No se preocupe patrón! Con lo caliente que me tiene y lo agradecida que le estoy soy incapaz de negarle nada –contesto la mujer

La cabeza de la polla de Don Facundo ya empujaba en la puerta del esfínter de Amalia, pronto el cerrado agujero fue cediendo, abriéndose con mas facilidad de la esperada y alojando al intruso, en ese momento don Facundo retrocedía antes de hacer daño a Amalia y repetía la operación de pujar la verga en la entrada de su cola, ingresándole la cabeza se la volvía a sacar, así, con paciencia, hasta que la mujer, que no había parado de masturbarse, intentaba apresarle la verga para que no la sacara, era el momento de avanzar, varias veces Amalia se quejo apretando los dientes y bufando, varias veces Don Facundo retrocedió en su avance y comenzó una nueva ofensiva, el morbo del reventar un culo virgen le tenia la polla para partir nueces. La proeza había sido conseguida, la polla gruesa y cabezona de don Facundo era apresada en su misma raíz por el esfínter de la mujer, la tenia toda clavada. Justo en ese momento la mujer comenzó a bufar y a retorcerse:

-¡Ay patrón! ¡Me estoy viniendo! ¡Me vengooooooooooooooo!

Don Facundo inicio un suave movimiento de follada, sacándosela un par de centímetros y sin volver a penetrarla en profundidad, Amalia se quejó de dolor, con tacto y la suavidad requerida don Facundo saco su polla del estrecho conducto, soltó un pegote de gel lubricante en su entrada y otro chorro en la cabeza de su polla y embistió con determinación en el agujero de la chola, esta vez entro sin obstáculos, arrancando un ronco gemido de gusto a Amalia:

-¡Ay patrón! Me gusta esta sensación tan rara.

Culeó a la mujer suave al principio, propiciando la dilatación de su cola y lo consiguió, la mujer frotándose la concha ya acudía al encuentro de su verga en el movimiento de la follada, media polla entraba y salía del culo de Amalia que sin fuerzas se había dejado caer sobre la cama, le gustaba a la mujer sentir el peso de su patrón sobre ella, concentrado en su hoyo trasero, se sentía poseída, penetrada, dominada, le faltaba la respiración. Don Facundo apuraba el ritmo de la follada, estaba en la gloria.

-¡Deme duro patroncito que me vengoooooooooooo!

La mujer vibraba de nuevo con su trance orgasmico, apretando la polla de don Facundo, al que casi le dolieron las pelotas de placer cuando su eyaculación brotó a chorros de la punta de su verga.

-¡Lo estoy sintiendo! –grito en pleno éxtasis cuando el húmedo calor de la leche de hombre le regó las entrañas.

Don Facundo, tal como hizo tras follarle la concha, observó los restos de la follada, el otrora cerrado agujero de Amalia aun estaba dilatado y abierto, rojo, irritado. Sorprendentemente no había restos fisiológicos ni en su entrada ni en su polla, la cholita había descargado antes de la enculada posiblemente.

Amalia, que hasta el momento se había dejado hacer sumisa y entregada le dijo:

-Usted es el primer hombre que ha gozado todos mis agujeros y casi me mata de placer haciéndolo, puede hacer y disponer de mi para lo que quiera patrón, mi familia y yo le queremos mucho y se lo vamos a demostrar.

-No quiero que te laves preciosa, quiero que te duermas sintiendo mi corrida en tu culito precioso.

-Usted perdone patrón pero es usted un guarro y un vicioso y a mi me gusta que se así y lo voy aprovechar –contestó Amalia abrazándose a el, sintiendo el vello de su pecho en su mejilla se echó a dormir.

No escucharon la puerta abrirse, ni como Amalita situaba la bandeja, con un suculento desayuno junto a una de las mesas de noche, despertaron cuando la muchacha abrió las cortinas de la estancia y la salvaje luz del día invadió la estancia. Eran las once de la mañana. Amalia sonreía satisfecha viendo a su hija atenderles, la chica llevaba un ajustado pantalón pirata que resaltaba su trasero, su figura era similar a la de su madre pero Amalita era mas delgada y su trasero estaba alto y respingón, las maravillas de la juventud, otra particularidad diferenciaba a madre e hija, a sus quince años Amalita era poseedora de un notable y voluminoso par de tetas. A la madre de la muchacha no le pasó inadvertido el repaso visual que Don Facundo le dedico a su hija. Amalia, bajo las sabanas sobaba las pelotas de Don Facundo sin intentar disimular, ante su hija, el objeto de su manipulación, la polla de don Facundo ya plantaba una tienda de campaña en las sabanas. Amalia le ordenó a su hija que saliera de la habitación y que no le molestaran, se metió bajo las sabanas y le pego una mamada matutina a su patrón que se lo agradeció donándole un suplemento proteínico para su desayuno, se corrió en su boca y la chola lo tragó todo.

Continuara..................

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