Don dino y el hijo me hicieron su puta

Una historia de un joven en busca de amantes maduros...

DON DINO Y EL HIJO ME CONVIERTEN EN SU PUTA

Don Dino hacía años que vivía en el barrio. Era uno de los pioneros. Su casa era una de las más lindas del barrio. En la misma casa vivía su hijo, el papá de mi amiga y compañera del cole Agustina.

Con ella nos habíamos hecho muy compañeros y cómplices de aventuras y correrías. Nos reuníamos  a hacer algunos trabajos que teníamos que hacer en nuestros hogares. Generalmente íbamos a su casa. Allí me cruzaba varias veces con el abuelo de Agus o sea don Dino y a veces con el padre de está, que se llamaba Elías.

Este era un hombre serio, pero de buen trato. Quiero decir simpático, tal como era su padre don Dino un tipo alto que aún conservaba sus hombros anchos y caminaba bastante erguido. Elías era alto también y de buen porte.

Las mujeres de ambos, sus esposas, eran unas señoras muy alegres que siempre me invitaban a tomar y comer algo.

Pasé en esa casa muchas tardes y noches. Por eso no me sorprendía el movimiento que había en ese hogar. La gente iba y venía. Agus tenía dos hermanos mas. No era hija única, así que a veces se juntaban también los amigos y compañeras y compañeros de sus otros hermanos que ya eran más grandes y trabajaban.

Una mañana de tantas de un sábado cualquiera, caminaba por la calle y en la plaza del barrio siento que me gritan a mis espaldas. Me doy vuelta y era González, un  chico que había ido a la escuela con nosotros y había abandonado o se había cambiado de colegio.

__¡Hola como estas Figo!!__ saludo cordialmente.

__¡Hola y tu como andas, tanto tiempo!!__ dije sincero habíamos tenido cierto trato.

__¡Acá andamos, haciendo lo que se puede!

__¿Y qué haces?

__¡Ahora paseo animalitos, esos perros que andan allá!!__ y señaló envuelto en una fina camperita primaveral.

__¿Y has terminado los estudios?

__¡Estoy por rendir libre, me preparo todos los días!__ dijo el tranquilo y confiado

__¡Me parece bárbaro!

__¿Y Agus, como está la ves?

__¡Si claro está muy bien!

__¡Es a la que más extraño, tan bella, sabes que ella y yo …bueno… tuvimos algo parecido a un romance!__ confesó un poco tímidamente

__¡Claro que lo sé, es muy amiga mía!

__¿Nos sentamos o estas apurado?__ pregunto González señalando el banco

__¡Está bien!__ dije y nos sentamos en un banco a pleno sol.

__¡Y dime, conoces al don Dino y al padre de Agustina, no!

__¡Sí claro son buena gente!

__¿Tú dices?__ preguntó inquisidor

__¡Digo, me parece!

__¡Anda, el viejo no te ha dicho nada!__ susurró en mi oído

__¿De qué hablas?__ pregunté sorprendido

__¡Vamos que no lo sabes!

__¿Saber qué?

__¡Eso fue lo que llevo a distanciarme de Agus, al viejo, digo don Dino, le gustan los jovencitos, no te ha tirado los galgos aún!__ realmente me conmociono. Siguió diciéndome los pormenores de los avances de don Dino y no daba crédito a aquel relato. Me contó que nunca cedió a los deseos del don y que eso lo fue alejando de aquella casa y su familia. Y para completarla me contó que hasta el padre de Agus lo había avanzado una tarde. Me parecía que era un relato surrealista. Aunque cuando me marchaba caminando solo por las calles del barrio recordaba algunas cosas que ahora me sonaban a insinuación y que yo no me había dado cuenta.

En mi casa no podía olvidar lo que aquel tipo me había contado. Me fui calentando de a poco, me imagine siendo avanzado por aquellos dos maduros pintones. No  los había querido ver como dos potenciales machos pero ahora los fui viendo en mi imaginación y urgentemente tuve que hacerme una paja frenética y violenta.

Aquel fin de semana en que llegué al caserón de don Dino mi corazón galopaba de emoción, esperando el encuentro con aquellos machos.

Quería verlos, encontrarme con ellos. Ver de que manera insinuarme y lograr estar a solas con los dos.

Empecé por sentarme al lado de don Dino en la mesa, cuando jugábamos cartas y como al pasar rocé su pierna unas cuantas veces. Me di cuenta también que el me miró, no extrañado, pero sin con cierta sorpresa.

En un momento alguien pidió una gaseosa y me ofrecí a ir a la cocina. Al darme vuelta lo tenía a don Dino detrás de mí, sonriendo satisfecho y con los ojos largando chispas y babeando por la comisura de los labios.

__¡Hola precioso!__ dijo resoplando caliente, lo noté enseguida

__¡Don Dino!__ expresé sorprendido

__¡Me has calentado bastante, te has dado cuenta verdad!__ afirmó sin ningún prurito

__¡Tal vez!__ dije sonriendo y haciendo un mohín, a la vez que moví mis caderas, mostrando mi culo firme y glotón. Eso lo terminó de encender.

__¡Mira lo que haces!__ dijo agarrándose sus partes con las dos manos.

__¿Qué es lo que hago, don Dino?__ pregunté con un dedo en la boca, muy emputecido y lanzando mi ataque final para que de una vez por todas aquel maduro viniera por mí.

Así lo hizo se acercó a mí y tomando mi barbilla me dio un largo beso pegando su boca a la mía y pasándome su lengua, para que chocara con la mía. Jugó con ella, y nos alejamos del ruido de voces que venían de la otra habitación enorme donde todos jugaban a las cartas. Con una mano acariciaba mi cola, apretando y tocando lo que sería de él en unos minutos.

__¡Ven conmigo, sígueme cariño!__ me dijo don Dino con una erección muy notable. Lo seguí, subiendo escaleras. Como dije era una casa grande. Nos metimos en una pequeña habitación con una ventana al cielo. La cama que allí se encontraba era cómoda, grande, al menos se veía así.

__¡Desnúdate, quieres!__ dijo el maduro macho

__¡Como quieras!__ dije y empecé a quitarme rápidamente la ropa. Mi pija se levantaba. Y noté que la de él también. Me miraba extasiado, cuando quedé desnudo se acercó y me abrazo haciéndome sentir su furiosa espada que quería salir.

__¡Eres un bombón estás muy fuerte…esa cola tuya es de fiebre!!!__ mordió mi cuello en tanto apretaba mis nalgas con devoción, gimiendo, y respirando fuertemente alzado, con ansías. Metió un dedo en mi ojete calentón. Lo movió y jugó en el unos momentos, arrancándome gemidos y lloriqueos de pasión. Luego tomo una de mis manos y la llevo hasta su garrote duro y grueso. Bajo su pantalón de una vez y la víbora salto libre, ahí lo masajee con pasión, con energía y el gruñía besándome.

Agarré sus bolas y caímos en la cama a lo largo, el sobre mí y yo con mis manos en sus bolas gordas y hermosas. Las apreté y vi su rostro desfigurado del placer. Lo masturbaba en un torbellino de besos ardientes y nuestras lenguas chorreaban saliva en toda la zona que bordeaba las mejillas y los labios rojos de mordeduras y succiones.

__¡Quiero chupar tu culo!!__ gimió en mi oído y la piel de mi cuerpo en llamas se tensó y se volvió torbellino. Llegó a mis nalgas con experiencia y rapidez y  de un segundo a otro su lengua se hundía en mi fresco ojete.

__¡Ohh si don Dino, ahhh, ay, ay, es usted un abusivo, ohhh, ahhh, siii me encanta!!!__ casi gritaba yo, tranquilo porque nadie podía oírnos.

__¡Sabía que eras muy puta, y una muy linda, que sabor tienes, humm, ahhhhh, eres tan deseable!!!__ su lengua se clavo profundamente en mi abierto agujero. Ya babeante, húmedo, listo, receptivo, me comía con deleite y perversidad.

El ruido a puerta abriéndose fue muy intempestivo. Giré mi cabeza, para dar explicaciones.

__¡Papá, viejo zorro, lo quieres para ti solo!!__ la voz del padre de Agus me conmocionó

__¡Señor, yo…!

__¡Tu qué zorra, te diviertes con mi padre y a  mí no quieren dejarme participar!!__ me reprochó sonriendo y con su verga al palo en la mano.

__¡Chupa putita, come este pedazo que es para ti!__ acto seguido abrí la boca y tragué el pedazo de aquel macho más joven y que quería poseerme también.

Don Dino entonces con su boca salvaje se poso en mis huevos y los comió, besándolos, y bañándolos de su saliva, alcanzando a rozar mi verga que estaba muy dura a punto de estallar y no tarde nada en regar el lugar con mi semen.

Vuelve a  mi hoyo el viejo don Dino, todavía enardecido, mete su lengua escarbando de forma deliciosa, arranca mis gemidos y en tanto yo me como la daga del padre de Agus, mi amiga.

__¡Ohhh Figo que boquita tienes eres un gran mamón!!!__ susurraba Elías.

Don Dino apoyo su pedazo en la entrada de mi cola y lentamente la fue metiendo, haciendo que mi cola se abriera, aferrado  a mis caderas que empezaban a bambolearse, en tanto su pedazo caliente entraba del todo en mi trasero caliente y feliz.

__¡Ohhh Figo que culito tremendo y comilón, ahhh, ohhh putita…serás nuestra hembrita…ahhh!!!__ gruñó el viejo macho don Dino.

__¡Serás nuestra putita!!__ agregó Elías su hijo que me atragantaba con su pedazo de carne.

Don Dino me besaba el cuello con devoción, seguramente llenándome de moretones y marcas. Se prendía a mis pezones duros y alzados, paraditos. Yo no dejaba de mamar la poronga de Elías, el hijo de don Dino.

Al rato este se giro abriendo su culito y pretendiendo que metiera mi lengua en su agujero, no me hice rogar y mi lengua se perdió en aquel anillo limpito y rosado oscuro, Elías gritaba de emoción y placer, mi lengua jugaba en su anillo, como la vergota de don Dino, su padre, me taladraba el ojete yendo y viniendo de manera soberbia y firme. Yo aullaba de placer, lloriqueaba de gozo entregado a sus embates, atragantado ahora con el ojete de su hijo.

__¡Ohh Figo eres un experto, chúpame el culo ahhh si, anda, eres un amor!!!__ gemía Elías con mi lengua clavada en su anillo.

Don Dino sacaba su vergota y la volvía a mandar hasta el fondo, gruñendo y mojándome con su sudor que caía en mis espaldas.

Luego de un rato Elías ocupo el lugar del padre dentro mío. Pero acostado de espaldas me pidió que levantara las piernas y las colocara en sus hombros. Así me ensartó sin miramientos. Empezando a socavarme, a taladrarme sin piedad. Busco mi boca y se deleitó con ella chupando mi lengua y gimiendo porque don Dino le abría las nalgas y le comía el ojete a su propio hijo.

Luego trajo su garrote inflado y lo coloco en mi hambrienta boca y comencé a mamarlo, a besar ese gran pijón que minutos antes había estado dentro de mí, como muchas veces más estaría después de aquella primera vez.

Los dos a buen ritmo me daban verga. Yo gemía enloquecido y aquellos hombres me juraban amor y deseo eterno. Volví a soltar mis jugos rociando el pecho y el vientre de Elías y ellos dos al unísono largaron su leche dentro  mío, uno en mi culito y otro en mi boca. Tragué por ambos lados todo lo que pude.

Luego se quedaron quietos unos momentos. Nos acariciamos un buen rato y nos besamos.

__¡Es hora de volver!

__¡Si, estarán preguntando por nosotros!

__¡Y tu Figo, estaremos en contacto pronto contigo, queremos tenerte otra vez, para que juguemos juntos!

__¡Estaré esperando!__ dije mientras sentía como chorreaba leche de mi culito abierto y floreciente.

__¡Eres tan caliente putita!__ dijo don Dino y me beso largamente en la boca. Luego Elías hizo lo mismo y se marcharon.-