Dominicana mon amour (3)

Los secretos del marketing hotelero. Una gran fiesta mas allá de las fantasías del protagonista.

Dominicana mon amour (3)

Después de lo ocurrido con Marta me tranquilicé un poco. Era evidente que las cosas venían sin buscarlas y eso me dejaba tiempo para la playa y el Gym.

Sin embargo, era imposible sustraerse al glamour circundante. Las turistas estaban de cacería y era indudable que yo estaba del lado de las presas. También era algo nuevo. Nunca me había pasado y supongo que es el deseo de cualquier tipo que se precie de tal. Además, sólo duraba 15 días y no era cuestión de desdeñar. Ya se sabe que "uno tiene que aprovechar todo lo que los dioses lo ofrecen porque estos tienen una bien ganada reputación de tacaños".

Así disfrutaba en la playa de ver el espectáculo de cuarentonas con unos cuerpos de infarto, sólo cubierta con minúsculas tangas hilo dental y senos preciosos de cirugía. Esas mujeres se cuidaban todo el año para lucir así.

La noche, en el comedor, era un espectáculo aparte. Vestidos de marca, joyas, stilettos de alto tacón aguja y piernas maravillosas. Todo en mujeres muy custodiadas por sus esposos que, aún así, encontraban la forma de ponerles los cuernos de las maneras más insólitas.

Pero tranquilo. Durante ese tiempo pude hacerme más amigo de Jordan. Supongo que me veía como algo extraño que escapaba a su catálogo del turista solitario.

Sin descuidar su trabajo mucho tiempo, solía acercase a la tumbona de playa donde yo hacía campamento y charlabamos amigablemente unos minutos.

Una tarde, mientras yo intercambia furtivas miradas con una italiana que hubiese asesinado a su marido de ser posible, Jordan se acercó con su habitual sonrisa Nº 1 en el rostro. "La señora Picatti, me dijo en alusión a la italiana. "Ya se ha follado a todo el personal del servicio de playa delante de la nariz de su marido. Cuatro días de siete y ya lleva encima leche de seis hombres. Es incansable".

Me asombré. Obviamente lo mío no era tan bueno. En cuatro días tenía sólo dos "marcas". La belleza esa me sacaba mucha ventaja.

Cambiando de tema Jordan me confió lo que para él era un gran secreto. El hotel tenía la costumbre dos noches antes del fin del "paquete vacacional de 7 días" organizar dos eventos de carácter selecto.

El primero era para hombres y consistía en salir mar adentro a pescar tiburones. Interesante cuestión que seguramente movilizaba a los barrigones en una actividad aventurera que daría anécdotas que contar al regreso. Pero eso no era todo. La salida se efectuaba a las 20 horas y se extendía hasta el amanecer del otro día.

Tampoco era para todos. Jordan, siempre vigilante de cada turista, invitaba sólo a los casados.

La segunda actividad era simultánea a la primera y era para las refinadas esposas de los que se iban de pesca.

Consistía en un ensayo de lo que la moda presentaría pocos días después en la pasarela Cibeles de Madrid. Todo un adelanto imperdible para señoras de primer nivel. Después del desfile, se invitaba a las señoras a una copa de champagne en la discoteca.

Los restantes, o sea los solteros de ligue, esa noche tenían la "fiesta en la Playa", que se realizaba en una cala distante a dos kilómetros del complejo.

Jordan me guiñó un ojo y me dijo que esa noche yo me quedara con él, que la discoteca me convendría más que ir a la fiesta de la playa.

Yo entendí bien y decidí seguir su consejo.

Un día después asistí a la playa cuando los hombres se iban de pesca. Se repartían en 10 gomones grandes, de poderosos motores y llevaban arpones, cañas y toda la palafernaria de cosas que son de uso en la pesca. Parecían muy entusiasmados. Los guías locales revisaban el equipo y daban cortas instrucciones.

Esa noche encontré a Jordan a las 23 en la discoteca y sólo al entrar me sorprendí. Evidentemente el desfile había terminado dado que era un mundo de cuarentonas que charlaban animadamente bebiendo champagne, disfutando de la música y recreando la mirada con los muchachos negros muy musculados que las invitaban a bailar.

Reconocí a la rubia del primer día pero esta vez estaba muy entretenida en la pista con un negro que, se veía, en poco tiempo iba a "sacudirla" por el resto del año. De hecho, yo era el único blanco del lugar y cuando empezaba a preguntarme porqué, Jordan me lo explicó bien claro.

"Mira amigo, me dijo, esto es una estrategia de marketing que el Hotel lleva adelante desde hace un par de años con excelentes resultados.

Un tercio de las mujeres que están aquí ya es la segunda vez que nos eligen para vacacionar y en parte se debe a lo que vas a ver esta noche. Las otras, probablemente hayan venido por comentarios que en sus países les han hecho sus amigas íntimas."

"No nos cuesta nada organizar el desfile de modas y la cacería. Tampoco suministrar cava en forma gratuita por una noche. De esa forma les "sacamos de encima a sus maridos y ellas liberan sus deseos". Si tienes paciencia verás cómo en un rato todo esto se descontrola."

Mientras el hablaba, ya se notaba el cambio que esas mujeres estaban teniendo. Muchas de ellas estaban en la pista bailando y bebiendo. Algunas muy apretadas a sus negros. Otras, menos atrevidas, eran acosadas por otros negros que las tenían contra las cuerdas.

"Todo se guarda en secreto. Ellas no dirán nada, como es lógico, y mañana escucharán aburridas como sus esposos les relatan sus heroicidades frente al tiburón". En seis meses empezarán a recordarles a sus esposos que no olviden hacer una reserva para venir el año entrante. Así de fácil funciona esto, es un pacto de silencio tácito".

Bien pensado, me dije. Y me preparé a disfrutar del show.

Dos horas después la guerra era total. Las de la pista eran magreadas descaradamente por sus acompañantes y era inevitable que mi temperatura empezara a subir con lo que mis ojos veían.

Mis ojos se fijaron en la italiana de la playa, la "Sra Picatti". Estaba despampanante. Stilettos de fino taco aguja y medias de nylon hacían de sus piernas un infierno y realzaban un culo precioso. Su vestido de noche era hasta las rodillas y su escote dejaba poco a la imaginación. La señora estaba contra la pared, cerca de un sitio oscuro. Tenía una pierna levantada que era sostenida por el brazo de un poderoso negro que la besaba comiéndole la boca, al tiempo que la bombeaba con una verga descomunal.

El negro había apartado con un dedo el hilo dental de la braga y la tenía empalada. La muy puta Sra Picatti tenía unos panties de esos con agujero en la entrepierna, especiales para folladas express.

A nadie parecía llamarle la atención, porque casi en todas partes se repetían escenas parecidas. En los sillones, por ejemplo, Marta era literalmente "devorada por otro negro muy musculoso que no se cansaba de meterle mano y era cuestión de tiempo que Marta fuera empalada.

Salí de la barra y me encaminé al Vip del lugar. Ya había estado ahí antes. Eran en el entrepiso, un lugar amplio de luz mínima y cómodos sillones.

El panorama allí era dantesco. Tan solo al entrar observé a una cuarentona espléndida sólo vestida con sus sandalias de tacón. Bebía del pico de una botella de champagne y su paso vacilante era controlado por un musculoso negro que la llevaba de la cintura, seguramente la guiaba a un lugar donde le daría por ese espléndido culo con su durísima herramienta. Se veía que la mujer iba totalmente borracha, pero se la notaba satisfecha. Era probable que ya la hubiesen montado un par de veces antes. La verdad es que la anoté en mi lista para cuando el negro se cansara de ella.

En el Vip todas las mujeres estaban desnudas. Una espléndida rubia con stilettos estaba de rodillas en un sillón, apoyada en el respaldo y para mi sorpresa era bombeada por Jordan mientras mamaba la polla de otro negro que estaba delante suyo.

Cuando Jordan me vió me hizo señas de que me acercara.

"¿Quieres follar tú a esta perra? Es insaciable.

Así que saqué mi herramienta, se la clavé y comencé a darle muy duro.

Era una hembra excepcional. La contracción de su vagina era señal de que estaba experimentando un permanente y continuo orgasmo. Por otra parte, el negro de adelante le había vaciado la carga en su boca y ella la tragaba cómo si fuese su alimentación básica. El negro sacudió la polla, la guardó y se fue a buscar otra presa, dejándome con la rubia. Ella se detuvo, con su mano quitó la polla de su raja y la llevó a la puerta de su culo. Estaba dilatado, así que seguramente ya le habrían dado su ración. No me costó nada entrar y ella empezó a gemir sin importarle nada de nada.

Mientras la culeaba, otro negro se acercó por delante y tomándola de la nuca la "obligó" a comerle la polla. Ella estaba descontrolada y la situación me hizo acabar. No problema: ya tenía otro negro de reemplazo que en cuanto yo la saqué, la puso en su raja sin problemas.

Me serví una copa para reponerme y seguí mirando el espectáculo. La rubia que me había follado el primer día estaba desnuda y literalmente "clavada" en la estaca de un negro que disfrutaba sentado en el sofá. Cómo había espacio, me acerqué a la pareja y le puse mi pija en la boca para que ella empezara a chuparla. Otro negro se acercó por detrás y en doble penetración la tomó por el culo.

No tardé mucho en recuperarme. La rubia podría ganarse muy bien la vida como lamepollas. Era experta. La saqué y con la estaca dura tenía que encontrar otro "blanco".

En un minuto encontré a la Sra Picattí. Llevaba los senos al aire, pero aparte de los stilletos y los panties algo rotos, estaba desnuda. También caminaba tambaleante. Casi nos chocamos. Sus ojos se clavaron en los míos y entendí que me había reconocido de la playa. Yo, sin preguntarle nada, abrí sus piernas y la clavé allí mismo. Estaba chorreada de semen, me mordía en cuello y su acabada fue casi instantánea y simultánea con la mía. Al sentirlo, se arrodilló y empezó a mamarla.

Cerca de las 4 Jordan empezó a desalojar el lugar. "Es que cuando sus maridos regresen, deben estar recuperadas", me dijo al oído.

Yo estaba muerto. Me había echado media docena de polvos y podía considerarme satisfecho. Pero quedaba lugar para algo más.

Cuando salí caminando hacia el hotel, encontré por el camino a la rubia del primer día. Su ebriedad era notoria y decidí acompañarla. Se había vestido apurada y no llevaba bragas. Había perdido una sandalia y la restante la llevaba en su mano.

Llegamos a su habitación y al cerrar la puerta la cogí como la primera vez. La muy perra esta vez gritó aprovechando la privacidad de su cuarto.

Y después ya no daba para más. Prácticamente me derrumbé en mi cama hasta bien entrada la mañana.

(Continuará)

Clark.jonatan@yahoo.es