Dominic, La Rencarnación de Aiperos -2-

Un encuentro con niña mimada y engreída ocasiona que Dóminic desee castigarla y humillarla, haciéndola rebajarse al nivel de puta cualquiera con la persona menos esperada.

Ese día, aquel día; salí de la casa de Evelyn, con una enorme sonrisa en mi rostro y con muchas ideas en mi cabeza. Tenía muy claro cual sería mi siguiente movimiento: “permitir” que alguna mujer se llevara mi virginidad.

Ese concepto que durante años fue un peso sobre mi espalda, una marca, un letrero luminoso que dejaba ver a todos mi ineptitud social, estaba a punto de esfumarse; solo era cuestión de decidir con quién lo haría.

Caminé a un parque cercano, y en una banca me senté a pensar en quién sería la afortunada chica que me desvirgaría. Por mi mente desfilaron como en una pasarela, muchas de las chicas que he conocido a lo largo de mi vida.

Pensé en Julieta, una excompañera del colegio, que tenía (o tiene) fama de puta. Recordé una ocasión en el colegio en la cual debimos formarnos en grupos de mesa redonda, teniendo la fortuna de que Julieta quedara justo frente a mí en esa ocasión. Revivo ese momento con mucha facilidad, ella, con el horrible uniforme verde escolar de mi instituto, zapatos negros reglamentarios; su piel blanca, casi pálida, su cabello largo a media espalda color castaño, cuerpo de adolescente en desarrollo.

No olvido el momento en que se sentó, la muy zorra lo hizo tan abierta  de piernas que pude ver a la perfección su pequeño calzoncito blanco, con flores de colores. Parecía el de una nenita. Aun que claro ella no lo era; y prueba de ello era la deliciosa conchita que se marcaba a través de su prenda. Sus labios abultados dibujaban su forma sobre el algodón blanco.

Nunca supe si esa putita lo hizo a propósito para que yo la viera. Lo más probable es que no.

Mi mente pasó entonces a conocidas más recientes; una amiga/conocida que había llevado unos cursos conmigo en la Universidad, pero luego cambió de carrera para seguir periodismo. Ahora, ella casada y con dos hijos, había pasado a ser una MILF, si se me permite el anglicismo. Esta chica, participó para elección de Reina de Belleza de mi pueblo años antes, y yo aún guardaba la colección de fotos respectiva de ese evento; en especial las presentaciones en traje de baño, una en especial atesorada más que las otras; era una foto que fue publicada por error, en la cual ella aparecía arreglándose el traje de baño, y dejaba ver a plenitud su nalga derecha. Wow, no recuerdo la cantidad de veces que me pajeé con esa foto.

Pensé en muchas opciones, en tantas mujeres que habían servido de inspiración a mis masturbaciones. Pero yo quería que esa primera vez fuera inolvidable, que fuera especial; y no hablo en el sentido romántico, si no en sentido meramente carnal. Había pasado años esperando una oportunidad así, y no me iba a conformar con cual esperpento.

Decidí relajarme y pensar bien quien sería la primera mujer a la que le daría el honor de ser penetrada por mí.  Me dirigí a mi casa, no sin antes divertirme un poco en el camino.

Cerca del parque donde inicie mi rumbo, me topé con un grupo de colegialas de un instituto para Maestras de Párvulos. El grupo, no mayor de 5 chicas, se dirigía de frente hacia mí, y al pasar a mi lado, simplemente me ignoraron (como tantas veces, como tantas chicas).

Divisé en ese grupo a una chica que sobresalía de las demás, era más alta, de un tono de piel moreno claro que simulaba ser de terciopelo. La típica niña mimada que es acosada por todos los hombres, que es alabada y puesta en pedestal; siendo la peor parte, que ella se cree esas alabanzas y actúa de acuerdo a ello. Siempre me cayeron mal esas niñas, aunque no por eso dejaba de pensar en el sexo con ellas.

Una idea vino a mi cabeza en ese momento. Aunque ahora yo dudaba que ese tipo de idas fueran completamente mías; estaba seguro que Aiperos las introducía en mi cerebro. Seguí al grupo de chicas de regreso al parque, y vi como se sentaban en las bancas. La clásica charla de chicas: que la telenovela, que la ropa, que los zapatos, que el novio, que la fulana, … (bfff que aburrición)

Tenía claro lo que iba a hacer, solo necesitaba un ingrediente más; el cual no se hizo esperar. Viendo al grupo de gente, se acercó a ellas un pordiosero a pedir “una ayudita, por el amor de dios”. En ese momento, pude ver la cara de desprecio que esta niña le hacía. Fue una cara de asco que me lleno de tristeza y rabia al mismo tiempo. Pero yo tenia la forma de cambiar esa cara de desprecio, por una cara de lujuria.

Desde un lugar escondido por arbustos, comencé a manipular a esta niñata engreída. Le ordene mentalmente:

- No dejes que se vaya

Como acto reflejo, ella tomo la mano mugrienta de aquel hombre impidiendo que siguiera su camino.

- Acaricia tus pechos con su mano

Y la chica guio la mano de su nuevo amigo hacia sus pechos, por encima de su blusa blanca de uniforme, la chica pasaba la mano del pordiosero. La suciedad de las manos de aquel hombre comenzó a impregnarse en la blancura de la prenda de la niña; mientras que el resto de colegialas se quedaban con la boca abierta, viendo la actitud tan amigable de su compañera.

-¿Qué haces?

-¿Pero que te pasa? ¿Estás loca? ¡!

-Anahí, ¿que putas haces?

Esas eran las frases que sus compañeras decían, pero por más escandalizadas que estuvieran, no se movían. No se si por el impacto, por el morbo, o por curiosidad.

El pordiosero, por su parte; nada lerdo, comenzó él mismo a estrujar los pechos de su nueva amiga. Podía adivinar desde mi posición como atrapaba ese par de tetas juveniles, ahora con las dos manos.

- Deja que él te toque. Comienza a subir tu falda.

Las manos de Anahí se dirigieron al borde de su falda de colegiala, y comenzaron a subirla.

- Despacio.

La tela tableteada de color gris con vivos blancos, se deslizaba por los suaves muslos de la niña. Cada vez más arriba, la prenda iba dejando ver unas lindas piernas del mismo tono aterciopelado. Muy suaves. Al llegar al final de su recorrido, la falda de Anahí dejó a la vista la parte frontal de una tanguita color azul claro de encaje. Aunque de mi posición no podía apreciar claramente la prenda, puedo asegurar que la misma era semitransparente, dejando entrever una conchita con apenas unos finos pelitos.

Al mendigo se le notaba claramente la excitación que el momento le provocaba, reflejándose esto en el bulto que tenía entre sus piernas y que se apreciaba por debajo de un pantalón que alguna vez fue blanco.

Los cuestionamientos de las otras chicas, sus quejas cesaron; todas estaban con la boca abierta, al ver como una “niña bien” se comportaba como una puta cualquiera, y además con un pordiosero asqueroso y maloliente.

- Bájale el pantalón

Las manos de Anahí, se dirigieron al pantalón de aquel hombre, encontrando que el mismo estaba sujeto con un trozo de cable eléctrico amarrado.

La chica lo desató y el pantalón cayó de inmediato al suelo; debido a la holgura del mismo. En ese instante la verga de ese afortunado caballero quedó erecta apuntando al cielo.

- A chupar, puta. Y hazlo bien.

Los ojos de Anahí estaban llenos de lágrimas, volteaba a ver sus compañeras con una mueca de miedo y extrañeza, como pidiendo ayuda. Pero no decía nada, ni una palabra. Quizá por que le gustaba lo que pasaba; quizá por que yo le había ordenado que no dijera nada.

Los labios de Anahí se abrieron, su lengua se asomó un poco por esa abertura y en un rápido movimiento, introdujo el pene del limosnero en su boca. Los movimientos de su cabeza empezaron lento. Subía y bajaba, tragando aquel pedazo de carne cuyo sabor a suciedad y orín rancio debía ser fuerte.

Desde mi lugar, podía ver claramente como la verga de aquel hombre se hundía en la boquita de esa nena. Subía y bajaba. Se lo metía todo en la boca hasta la garganta, para luego sacarlo y lamer con su lengua desde el tronco hasta la punta. Le daba un tierno beso en la cabeza para luego volverlo a engullir como si fuera un dulce caramelo.

Los gemidos de placer del sujeto demostraban que Anahí sabía mamar.

-Ohhh si, que rico. Si, mamacita. Qué buena estás y que puta sos. Andabas necesitada de machos, va?. Pues no te preocupes, que yo voy a ser tu macho.

Estas frases no hacían más que humillar a la niña. Mientras que las compañeras seguían incrédulas viendo como su amiga, la altiva; se rebaja al nivel de una perra callejera.

El mendigo ya había arrancado la blusa de la niña, y luego bajo su sostén para tener libre acceso a sus suculentos pechos. Suaves montañas que eran apretadas por esas manos toscas y sucias, mientras la dulce boquita de la niña seguía procurando el placer de aquel extraño.

En ese momento, el sujeto dio muestras que estaba por acabar.

- Sácalo de tu boca, y pajéalo frente a tu cara.

Anahí dejó de mamar el falo de su amante, y comenzó un sube y baja manual. La cabeza del pene apuntaba justo a su rostro, cuando del mismo salieron disparados 3 o 4 chorros de semen caliente, llegando a caer justo sobre los ojos, nariz y labios de la niña.

-Ahhhh, siiiiiiiiiiiiiiii ¡!! Ohh que rico, putita.

- Párate, date la vuelta, inclínate, sube tu falda

La colegiala se puso de pie sin oponer ninguna resistencia a mis órdenes mentales, se dio media vuelta, se inclinó hacia adelante, y subió su falda hasta remangarla sobre su cintura.

- Pídele que te coja.

De su boca recién cogida se oyó salir la frase:

-Cógeme. -Dijo Anahí.

- Con más ahínco. Convéncelo.

-Anda, por favor, cógeme, si, por favor.

- Dile que quieres ser su putita.

-Quiero ser tu putita, por favor, metémela.

Claro que al sujeto no había que convencerlo, nada tonto ni tímido, no dejó pasar la oportunidad de clavarle su verga aún erecta en la cuevita húmeda de la niña.

Y así lo hizo.

Tomó su miembro con la mano derecha y lo dirigió a la cuevita de la niña; y con un rápido y firme movimiento de cadera, ese trozo de carne lubricado con saliva se introdujo en la conchita de Anahí.

-Ahhhhhhhhhhhhhhh. Gritó la chica. Más con una inflexión de placer que de dolor.

Esto, al parecer fue el colmo para las amigas de Anahí, que ante este acto carnal se pararon y se fueron indignadas, incrédulas y molestas.

La partida de las otras chicas no inmutó a ninguno de los dos amantes que empezaron una cogida frenética.

Este pordiosero seguramente no había tenido una mujer en mucho tiempo y eso se comprobaba al observar cómo arremetía con la cuevita de la niña.

-mmmmm  si mamita, que puta sos.

-ahhhh, mmmmm, ahh

-Si, ¿te gusta putita?, ¿Te gusta como te cojo?

- Contéstale, y sé sincera.

-mmmm, Si, se siente rico. Me gusta como me coges.

¡! Vaya con la putita ¡! realmente le estaba gustando la cogida que le estaban dando.

Los gemidos de placer de ambos se multiplicaban.

-Mmmm oh si que buena estas puta.

- Anda, no lo dejes con la palabra en la boca, respóndele.

-mmm ay si papi, mmm si que rico

-Oh si puta, me gusta meterte mi verga, tenes un rico hoyo.

Jajajja, esta última frase me causó una risa mental. Aunque a Anahí al parecer le encantaba que este maloliente señor la tratara como a una puta.

-Oh si papi, ¿Te gusta mi cuevita? ¿Si?

-Si putita tenés una cuca bien rica y esta bien mojada

-Si papi esta mojada por ti, me gusta que me cojas, no pares, por favor, seguí cogiéndome.

-mmmm si putita, te voy a coger, te voy a dejar preñada.

Estas frases generadas por el placer eran dichas por ambos amantes sin importarles que estuvieran en pleno parque público. Aunque tuvieron suerte, tuvieron cierta privacidad debido a la ausencia de gente, en ese particular día.

Yo por mi parte estaba fascinado viendo esa escena tan erótica, una niña rica a la que por mi propio capricho había convertido en puta. Y ahí estaba ella, siendo cogida por un pordiosero que nunca esperó que ese día fuera a penetrar una cuquita tierna de colegiala.

Desde mi posición privilegiada, podía ver como este sujeto tenía sujeta a Anahí por las caderas y desde atrás la penetraba con fuerza, como queriendo desquitar toda su mala fortuna en la vida con esa conchita jugosa.

Los movimientos de cadera del vagabundo fueron aumentando en intensidad y fuerza. Estaba claro que pronto iba acabar.

Anahí por su parte, acompañaba eso movimientos de cadera aumentando el placer que aquel trozo de carne le propiciaba.

Era un placer verla con las manos en la orilla de la banca, la blusa abierta, el sujetador abajo, sus pechos juveniles colgando con esos pezones paraditos al aire; la falda remangada por encima de la cintura y las piernas abiertas.

Ahí estaban los dos amantes, hasta ese día desconocidos. Los gemidos de ambos inundaba el ambiente, dando un toque más excitante a la escena.

-mmm oh si voy a terminar puta

-oh, si papi, acaba, dámela toda, cogete a esta putita.

Los movimientos de ambos aceleraron, el vagabundo con las manos en las nalgas de la chica y ella con la boca abierta y la respiración agitada, gimiendo cual puta en celo.

De pronto, un gemido unísono se esparció por las cercanías.

-MMMMMMMMMMMMMMMMM

-AHHHHHHHHHHHHH MMMMMMMMMMM

Ambos quedaron quietos, inmóviles en esa posición; mientras que los chorros de leche de aquel hombre se introducían en el interior de la chica.

-ffffhhhhhh

-fffffhhhhh

Los amantes respiraban agitados por el esfuerzo físico que acababan de concluir, en es posición el vagabundo se había recostado sobre la espalda de la chica, que seguía de pie e inclinada; y con sus manos había vuelto a apretar los pechos desnudos de Anahí.

En ese momento la niña puta, una vez altiva; tomó conciencia de la situación. Se dio cuenta que había cogido con pordiosero. Ese mismo pordiosero que media hora antes le había causado tanto asco, ahora; acababa de causarle un gran orgasmo.

Asustada al verse esa posición, desnuda y aún con la verga de aquel hombre insertada en su concha, Anahí se apartó rápidamente de su amante con un empujón y salió corriendo de ahí. No volteó a ver.

En lugar de la banca, el pordiosero se acomodaba su ropa harapienta, se subió el pantalón que alguna vez fue blanco, y lo amarró de nuevo con aquel cordón.

Luego, se agachó, y pude ver que lo hizo para recoger la pequeña tanga transparente de Anahí. La olfateó y luego la guardó entre sus ropas; gran recuerdo de una tarde inolvidable para aquel sujeto.

Yo por mi parte, me quedé en mi lugar esperando que aquel sujeto se fuera. Me sentía formidable y muy excitado. Volví nuevamente a levantarme de mi banca, y me dirigí hacia mi casa, recorriendo el camino por el que me había encontrado con aquel grupo de chicas.

Iba por aquella calle, pensando nuevamente a quién sería la primera mujer a quién me cogería, cuando no recuerdo por qué, volteé a ver hacia atrás. La calle estaba vacía, pero al voltear a ver pude ver el rótulo luminoso de un hospital privado de mi ciudad. Y en ese momento la respuesta apareció. La doctora ¡!

Cómo pude pasar por alto a la doctora, mujer de unos 38 años, con un enormes pechos y un riquísimo culito. Siiiiii, ella era; ella sería la primera mujer a quien me cogería, mi mente comenzó a fantasear en todas las cosas que podría hacerle. Uff, me excité aún más, tan solo de pensar en esa ginecóloga, experta en anatomía femenina, y que pronto sería yo el que inspeccionaría su conchita. Y, quizá lo que más me excitaba de cogérmela a ella, precisamente a ella; es que “la doctora”, es la esposa de mi jefe.