Domingos por la mañana
Fiorella le agradeció por despertarla y le dijo que se sentía relajada. Era la pantomima que repetían todos los domingos por la mañana. Él fingía que la cubría mientras ella tomaba una siesta en el trabajo y ella fingía que no sabía lo que ocurría en esas horas que se desconectaba de la realidad.
Domingos por la mañana
Cuando Fiorella abrió los ojos, tardó unos segundos en darse cuenta de dónde estaba. Era una amplia sala con las sillas y las mesas colocadas en un extremo. Ella estaba tendida en el suelo, sobre una colchoneta. Sentía el cuerpo entumecido y algo de dolor en el trasero. Se puso de pie con cautela pues sentía sus rodillas algo inseguras.
Finalmente reconoció donde se encontraba, era la sala de reuniones del último piso del edificio donde trabajaba. Y no era la primera vez que despertaba ahí. Generalmente era en ese lugar donde regresaba a la realidad.
Unos golpes tímidos en la puerta la sacaron de su ensimismamiento. Un “hola” dicho con voz suave la hizo sonreír. Era Genaro, uno de sus compañeros de trabajo quien le preguntó si ya había terminado con la siesta.
Fiorella le agradeció por despertarla y le dijo que se sentía relajada. Era la pantomima que repetían todos los domingos por la mañana. Él fingía que la cubría mientras ella tomaba una siesta en el trabajo y ella fingía que no sabía lo que ocurría en esas horas que se “desconectaba” de la realidad.
Ambos trabajaban en la sede local de una trasnacional. Su horario era de lunes a viernes pero se requería que el personal cubriese medio turno durante los sábados o los domingos. La mayoría prefería los sábados por la mañana. Casi nadie escogía los sábados por la tarde. Los domingos por la mañana eran muy difíciles de cubrir por lo que Fiorella y Genaro eran de los pocos que se encontraban en las oficinas en ese horario. Los domingos por la tarde eran menos concurridos aun, pero el sindicato había logrado el pago de un sobretiempo. Que también alcanzaba parcialmente a los que venían a trabajar los domingos por la mañana. Así Fiorella se beneficiaba económicamente. En esos medios turnos, la carga laboral era escasa y quedaban horas libres en los para matar el tiempo, la mayoría se dedicaban a navegar por Internet. Así surgió todo lo que sucedía en esas mañanas domingueras.
Antes de conocer a Genaro, Fiorella se sentía como en una pesadilla. Atrapada en la rutina de un matrimonio de mediana edad, con un marido que no le prestaba atención y dos niños pequeños que demandaban casi todo su tiempo libre, estaba rumbo a la depresión o el divorcio. Le gustaba su trabajo pero no encontraba mayor sentido a su vida extralaboral.
Ella se había criado en una familia de sólidos valores morales y religiosos. Sólo había tenido un novio antes de su esposo y si bien no había llegado virgen al matrimonio, su experiencia sexual era escasa. Con su marido disfrutó del sexo durante los primeros años pero luego todo se volvió monótono. Cuando empezó a trabajar en la sede de la trasnacional encontró un lugar donde desarrollarse profesionalmente. Escogió el turno de los domingos por la mañana porque su esposo no podía cuidar de los niños durante los sábados. Ella podía cumplir con las tareas asignadas en una fracción del turno así que dedicaba un par de horas o algo más a curiosear en Internet. No había muchas personas en la oficina a esa hora. Así que empezó a entrar a salas de chat donde descubrió un universo entero de sexualidad desenfrenada. Se hizo asidua visitante de foros y blogs donde leyó e hizo preguntas de todo tipo, sorprendiéndose continuamente de las respuestas que recibía. Hizo amigos de todo el mundo que le hablaban de cosas que ella jamás hubiera imaginado. Fue así que descubrió que su vida sexual había sido monótona y aburrida. Sintió deseos de tener un amante y disfrutar del sexo sin mayores problemas. Pero no se decidía a dar ese paso. Sus valores todavía eran superiores a sus pasiones.
Genaro era un compañero de trabajo de otra área que le dedicaba miradas a hurtadillas. También era casado y no parecía feliz en el matrimonio. Nunca se había atrevido a invitarla a salir o algo así pero ella intuía que le hubiera gustado enrollarse con ella. Le agradaba que fuese discreto y caballeroso. Otros eran más lanzados y no faltaba quien le dirigía miradas incendiarias como si desnudasen con los ojos. Eso la intimidaba un poco, prefería el estilo de Genaro, que la admiraba discretamente y a distancia.
Los meses pasaron y ambos fueron conversando cada vez más durante esos turnos de los domingos. Él le contó que tenía más de diez años de casado pero no se llevaba bien con su mujer. Tenían un solo hijo que ocupaba la mayor parte del tiempo de su esposa, la cual no trabajaba así que él era el sustento de su hogar. Parecía completamente dedicado a su trabajo sin ninguna otra ocupación relevante.
Lo que Fiorella ignoraba y descubrió por accidente un día fue que Genaro tenía muchos gustos peculiares que ella solamente había conocido por internet. El incidente que reveló esa particularidad sucedió un domingo que él se ausentó durante casi todo el turno porque su presencia era necesaria en otra área. Como fue llamado de urgencia no tuvo tiempo de cerrar su correo personal. Fiorella necesitaba unos archivos de la computadora que él usaba y cuando fue a buscarlos, vio que estaba abierto su correo personal. De no haber tenido tiempo libre, probablemente lo habría cerrado o hubiese minimizado esa ventana pero la curiosidad fue más poderosa que ella y leyó el correo de su amigo. De inmediato su atención fue captada por unos mensajes remitidos por uno de los foros que ella también visitaba con asiduidad. Descubrió que Genaro era uno de los moderadores, con cientos de mensajes y que tenía un rol de Dominante. Al parecer era todo un experto en temas sexuales. Nerviosa por lo que acaba de descubrir, se percató de que en el correo había una carpeta que decía “Contraseñas”. Ahí Genaro guardaba las contraseñas de sus correos y cuentas de blogs y foros. De inmediato Fiorella las apuntó en un papel y luego de copiar los archivos que habían motivado el acceso a esa máquina, se dirigió a su propia computadora donde pudo entrar a los foros que visitaba Genaro. Lo que descubrió la fue dejando anonadada. Su amigo era muy conocido y respetado como un Dominante que se especializaba en el control mental mediante la hipnosis. Lo conocían en casi todo el mundo y le dirigían consultas de todo tipo. Él también escribía relatos que colgaba en diversas web y que habían sido traducidos a varios idiomas. Pero algo le decía que Genaro era un poco fanfarrón porque todas las fotos que mostraba eran de internet, ninguna era propia. Mucho de lo que decía era solamente humo pero ninguno de sus seguidores se lo había hecho notar. En esos foros él se presentaba con un fuerte carácter que arrollaba a sus pocos detractores.
Desde ese día vio a su amigo con otros ojos. Ya no pudo tratarlo igual. Era evidente que él fantaseaba mucho pero también que era una persona amable y que no quería hacer daño a nadie. Se preguntó cómo podría ayudarlo y de paso, disfrutar ella de esa sensación de sentirse utilizada sexualmente por él con total discreción. La atraía el hecho de que él era tanto o más cuidadoso que ella en la doble vida que llevaba. En el mundo real era un aburrido oficinista pero en el mundo de Internet era una autoridad en un tema muy exquisito.
Fiorella empezó creándose una cuenta nueva donde se presentaba como una novata que deseaba conocer ese mundo de la dominación. Pronto la acecharon docenas de hombres y otros se presentaron con amabilidad. Muchos se autodenominaban Dominantes pero solo eran payasos o pajerillos que le pedían webcam al minuto de decirle “hola”. Pero un pequeño grupo eran más caballerosos y pacientes. Genaro fue uno de ellos. Pronto se ganó la confianza de él y cuando le mencionó la ciudad en que vivía, él empezó a dedicarle mucho más tiempo. Fiorella le fue dando detalles personales que él captaba con rapidez. En menos de un mes él ya sabía que trabajaban en la misma empresa. Y pronto supo que era Fiorella.
Ella disfrutaba como nunca el sentirse deseada. Tener acceso a las cuentas de Genaro le daba un matiz especial a esa relación. El creía estar convenciéndola de ser iniciada y en realidad era ella quien tenía el control absoluto de esa relación. Comprobó que él era muy discreto y correcto. Tampoco deseaba perjudicar su matrimonio y quería guardar todas las apariencias de ser un hombre común y corriente.
Finalmente, tras horas de charla interminable, Genaro le dijo que era tiempo de conocerse y ser iniciada. Fiorella le respondió que estaba de acuerdo pero que prefería no exponerse en ningún lugar público para no poner en riesgo su matrimonio. Él le aseguró que tendría la mayor consideración con ella. Le aseguró que guardaría la mayor reserva. Ella le creyó porque podía comprobarlo al revisar sus cuentas de correo y de los foros.
Después de darle mil vueltas al asunto, Genaro le dijo que trabajaban juntos y que la sorprendería muy pronto. Le dijo que el hombre que le llevase una rosa roja el domingo, era su amigo de Internet, el Dominante que la iniciaría en el mundo de la sumisión. Fiorella le dijo que estaba lista.
El siguiente domingo, cuando Genaro le mostró la rosa, ella fingió sorprenderse. El parecía más nervioso que ella por lo que Fiorella se esforzó en hacerle notar que él era quien debía tomar el control de la situación. Ese día conversaron durante casi todo el turno. Él le dijo que deseaba controlarla y ella debía aceptar su dominación dentro de los límites que tuviese. Debía aceptar ser hipnotizada para que él asumiese total control de ella. Fiorella le dijo que todavía no estaba lista pero que le tuviese paciencia. Genaro le dijo que no se preocupase y que ella decidiría cuando someterse completamente a él.
Durante toda la semana ambos fingieron ignorarse mutuamente y el domingo por la mañana continuaron con su charla. Ella no se decidía a ser hipnotizada. Tenía algo de temor pero en su interior sabía que podía confiar en él.
Genaro le demostró que era un caballero y tener mucha paciencia cuando le dijo que no había ninguna prisa. Ella podía tomarse todo el tiempo que quisiera antes de aceptar ser dominada por él.
Fiorella revisó en internet sobre la hipnosis. Había mucha información errónea pero la literatura más seria le permitió conocer que a diferencia de lo que uno veía en las películas o lo que creía el común de la gente, la hipnosis no convertía en una persona a un ser sin voluntad, sujeto a los caprichos del hipnotizador. Por el contrario, la persona bajo hipnosis nunca perdía el control de sus actos y solo era conducido por el hipnotizador de la manera en que ambos estuvieran de acuerdo.
En ese aspecto, Genaro demostró que no era el experto que se vanagloriaba en Internet de poder poner a cualquier mujer bajo su dominio mediante la hipnosis. Por el contrario, si bien podía conocer de algunas técnicas hipnóticas, su conocimiento de lo que realmente se podía lograr con la hipnosis, era muy deficiente.
Después de más de un mes de “conocerse” como Dominante y mujer que deseaba iniciarse como sumisa, Fiorella aceptó ser hipnotizada. En el primer intento Genaro demostró que era un novato en esos asuntos a pesar de que llevaba años como Dominante que se autodenominaba experto en el tema. Apenas si pudo colocar a Fiorella en un ligero trance. El la manoseó tímidamente por encima de la ropa, especialmente sus senos y su trasero, mientras que Fiorella se humedeció por completo. Su puritanismo podía ser dejado a un lado ya que supuestamente se encontraba sin voluntad, bajo el control hipnótico de su amigo.
Ante cualquier otra persona, ella podría decir que no sabía lo que ocurría pues se había convertido en un ser sin voluntad bajo el poder mental de su Amo y Señor.
Previamente a la inducción, Genaro le preguntó si podía tomarle algunas fotos para publicarlas en un foro en particular. Ella le dijo que sí con la condición de que evite mostrar su rostro.
Genaro estaba tan nervioso con lo que creía haber logrado que solo pudo tomar unas cuantas fotos, la mayoría de las cuales estaban borrosas por el temblor de sus manos. Solo pudo publicar dos y Fiorella comprobó que no solo había editado su rostro sino otros detalles del ambiente que podría servir para identificar el lugar donde se había desarrollado la sesión.
El siguiente domingo, Genaro logró conseguir copia de la llave de una de las salas de reuniones del último piso. Ese lugar en particular casi nunca se usaba pero era limpiado todos los viernes. Era el lugar ideal para estar a solas, a salvo de miradas curiosas y lo suficientemente amplio para probar nuevas experiencias. Había mesas, sillas y hasta colchonetas porque alguien tuvo la iniciativa de que podría ser usado como lugar para practicar yoga. La idea funcionó unas cuantas semanas pero ante la falta de participantes, se suspendieron las prácticas de yoga.
Esta vez Genaro se mostró con mayor soltura. Saber que la puerta estaba cerrada y que el lugar permanecía sellado los domingos le daba más tranquilidad. Por su parte Fiorella estaba excitadísima. Su conciencia estaba en paz consigo misma y su cuerpo le pedía sexo. Su entrega era real.
Nuevamente el trance fue ligero pero por la poca experiencia de Genaro, él no se dio cuenta. Esta vez ella se desnudó de la cintura para arriba. Fiorella sentía las nerviosas manos del hombre sobre sus mórbidos pechos. Se corrió cuando él se los besó y chupó durante un buen rato. Ella permaneció de pie, quieta mientras él se masturbaba delante de ella. Fue una experiencia realmente satisfactoria para ambos. Ella había ido con un pantalón ceñido lo cual probablemente había hecho desistir al hombre de hacerla desnudar por completo.
Esta vez él tomó menos fotos que la vez anterior pero con un pulso más firme. Usó el método de fotos automáticas para que ambos saliesen en las imágenes. Hizo que ella sostuviese un cartel anunciando que estaba bajo trance.
El domingo siguiente, Fiorella fue con una falda larga y lencería erótica que había comprado hace mucho tiempo, cuando la vida sexual con su esposo era más activa. Nunca había tenido oportunidad de estrenarla y le pareció que ésa era la ocasión que había estado esperando. Aguradó ansiosamente a que Genaro le indicase con un gesto que era hora de subir a la sala del último piso.
El hombre realizó la inducción habitual, que además era la única que conocía. Esta vez Fiorella tuvo que esforzarse en fingir pues ni siquiera entró en un trance leve. Pero Genaro era totalmente inexperto así que no se percató de lo que sucedía. Cuando creyó que estaba sometida, la colocó en noventa grados y le levantó la falda. A ella le hubiera gustado ver su expresión cuando vio la tanguita que llevaba. Pero lo imaginó cuando las ansiosas manos del hombre empezaron a jugar con sus nalgas. Pronto sintió el contacto de la húmeda lengua del hombre. Era la primera vez que le lamían las nalgas. Genaro realmente necesitaba de sexo. Su lengua parecía no cansarse. Ella se sentía a punto de explotar cuando finalmente él la penetró mientras le daba unas nalgadas. Terminaron casi al mismo tiempo. Fiorella estaba completamente chorreada. Nunca había gozado del sexo así antes, ni con su ex novio ni con su esposo. La forma en que Genaro la hacía suya, como si la vida se le fuera en ese instante, era maravillosa. Permaneció en la misma posición mientras él la limpiaba. Era muy excitante sentirse deseada y usada como un objeto sexual.
Desde ese día los juegos sexuales fueron subiendo de tono. Ponerle los cuernos al aburrido de su esposo era algo que Fiorella disfrutaba sobremanera. Ella esperaba la señal de él para subir y una vez a solas se entregaba por completo. Supuestamente él la colocaba en hipnosis con una frase y luego usaba su cuerpo para gozar. A veces era tierno y cariñoso. Otras veces era rudo y tosco. Ella lo disfrutaba por igual. Le fascinaba entregar su cuerpo a un hombre que la adoraba y la cuidaba como su más valiosa posesión.
Él hizo que Fiorella gozase de las delicias del beso negro. Ella pudo ver las estrellas cuando la ansiosa lengua de Genaro se introdujo en su orificio anal. Nunca creyó experimentar un éxtasis tan prolongado en una zona que ella nunca se había atrevido a entregar a los hombres con los cuales había copulado anteriormente.
Y al domingo siguiente, con su autorización, Genaro procedió a desvirgarla analmente después de lamerle las nalgas y el ano por un buen rato. Fiorella se sentía morir de placer. Él le introdujo su endurecida verga por el estrecho agujero sin contemplaciones, ella no pudo mantenerse quieta pero él la dominó con mano firme. Una vez dentro de ella, no se detuvo hasta llenarla con su lefa. Fue una experiencia gratificante y completamente novedosa.
Ella aprendió a tragarse el semen de su Amo sin dejar escapar una gota. La primera vez sintió un poco de rechazo por el sabor del esperma pero siguiendo la pantomima de la hipnosis, se vio obligada a tragárselo. Para la segunda vez, le pareció menos desagradable y a partir de la tercera, lo hacía con verdadero deleite. Le agradaba ver el rostro de su amigo, mientras le hacía sexo oral.
A Fiorella le agradaba recibir nalgadas y ser insultada como “puta” y “zorra” por él mientras la penetraba con energía. Sus orgasmos crecían de intensidad en cada nueva sesión.
Y lo que agregaba mayor satisfacción a su entrega eran las fotos cuidadosamente editadas que Genaro publicaba en ese foro de su preferencia. La excitaba leer los comentarios de completos desconocidos quienes manifestaban su total admiración por el control mental que él ejercía sobre ella, así como las frases de deseo y excitación por ella. Fiorella no se consideraba una mujer hermosa pero sus admiradores eran cada vez más. Unos comentarios eran caballerosos, muy generosos y otros eran subidos de tono, donde no faltaban las groserías, pero a ella le agradaban por igual. Mientras su marido parecía no darse cuenta que seguían viviendo juntos, los foristas la llenaban de elogios y manifestaban su alegría por ver cada semana más fotos de ella.
Pronto Genaro le dijo que deseaba compartirla con otros hombres. Fiorella dudó pero ella también sentía curiosidad por probar varias pingas a la vez. Ya había superado todo pudor con la excusa de que él la dominaba por completo mediante la hipnosis. Quedaba el detalle de encontrar a los hombres adecuados, que fuesen tan discretos y gentiles como Genaro.
No fue fácil pero con paciencia encontraron a un hombre un poco mayor que Genaro pero igualmente reservado y confiable, se llamaba Víctor y parecía un tipo inofensivo pero tenía una mente realmente pervertida. Vivía en otra ciudad pero podía desplazarse los domingos muy temprano para acompañarlos en las sesiones mañaneras.
La primera vez que Fiorella tuvo ambos penes sobre su rostro se sintió en la gloria. Su boca no se daba abasto para engullirse ambos miembros. Y cuando la colocaron en cuatro para penetrarla en la clásica pose del perrito, mientras otro la atoraba por la boca, haciendo el conocido “telefonito”, fue apoteósico.
En la siguiente oportunidad le practicaron una doble penetración. Uno por vía vaginal y otro por la vía anal. Fiorella creyó que se moriría del placer que experimentó. Tuvo que morder su ropa para no lanzar alaridos que hubieran alarmado al escaso personal que permanecía en las oficinas. A Víctor le encantaba el agujero anal de Fiorella y no había oportunidad que desperdiciase en meter su pene, sus dedos o algún objeto que llevaba para la ocasión.
Fue Víctor quien sí logró colocarla bajo hipnosis pero tal como Fiorella había leído en sus averiguaciones por Internet, ella siempre tenía el control de la situación. Le fascinó cuando el hombre la hizo tener varios orgasmos seguidos solo con sacudirle un brazo. Fue una experiencia muy agradable.
Lo bueno de entrar en trance era que luego de ser manipulada por ambos, ella podía tomar una pequeña siesta y despertar completamente restablecida. Se sentía renovada, con fuerzas para enfrentar toda la semana de arduo trabajo. Y con la conciencia limpia pues ambos hombres pensaban que ella no tenía la menor idea de lo que sucedía.