Domingos familiares (III)

El juego de la seducción y el morbo continúa después de los primeros encuentros filiales.

Seni tenía la secreta esperanza, nacida desde el fondo de sus modelos educativos , que esta relación con su hermano fuese algo episódico, puntual y que no se transformaría en una forma permanente de relación. Porque si bien, lo que ella estaba viviendo la había transportado a un mundo paralelo a su realidad cuotidiana y familiar en la que era muy feliz, percibía la fragilidad de un paraíso que podría romperse en el momento mismo que una sola persona de su entorno entrara en el conocimiento de su amor prohibido.

No obstante lo anterior, cada domingo, en el almuerzo tradicional de la familia, el poder comprobar que todo marchaba con la cadencia y la normalidad de siempre, le daba una seguridad grandiosa en que nadie había penetrado en lo dulce y peligroso de su secreto.

Fue en esas tardes en las que ella y su hermano descubrieron una forma nueva de amarse. Una forma construida sobre el secreto, con miradas, con palabras que ellos intercambiaban y que tenían un sentido sólo por ellos descifrado, y que muchas veces estaban al borde de lo permitido , al borde de lo inaudito, pero en los que nadie reparaba o se atrevía a reparar.

Eso los encendía aún más y los tornaba audaces en sus insinuaciones. De esa forma ella se daba cuenta cuando su hermano la miraba detalladamente, cuando en medio de la charla, fijaba él su mirada violenta y aguda en sus pechos, sabiendo que ella estaba sin sujetador y cómo ella introducía la suya entre las piernas de él para adivinar la viviente virilidad de su hermano respondiéndole. No habían vuelto a hacer el amor desde la segunda y violenta oportunidad. Solamente dos veces se habían entregado físicamente y la premura de esas entregas dominadas por las ansias de reconocerse, acumuladas desde tanto tiempo, no les había permitido poder satisfacer tantas fantasías y disfrutar tantos detalles que estaban esperando en sus mentes.

Era por eso que cada domingo, temprano ,antes que nadie pudiese darse cuenta ella le telefoneaba y se ponían de acuerdo en que cosas harían durante el almuerzo de ese día qué símbolos usarían y en qué momento pensarían qué cosas. De ese modo la hora del mediodía los encontraba a los dos anhelantes de que el grupo familiar se reuniera para tener ellos allí su encuentro en su otro mundo.

Ese domingo era caluroso y ella se había puesto su vestido azul porque él se lo había pedido. Así cuando apareció en la sala, su hermano la saludó alegremente llenándola de halagos por lo hermosa que lucía. Ella de inmediato fijó la mirada en la mujer de su hermano, un hermoso ejemplar de hembra llena de atributos físicos y sintió un estremecimiento porque sabía desde siempre que esa mujer era a todas luces más atractiva que ella, pero no sintió ni celos ni envidia porque de inmediato se dio cuenta que la mujer de su hermano jamás lo tendría como lo tenía ella ,porque las cosas también desde siempre estaban construidas de una forma tal, que la relación incestuosa se tornaría cada vez más atractiva mientras más normal fuera ese matrimonio y realmente lo era.

Así las cosas, Seni abandono rápidamente ese pensamientos para sumergirse deleitosa en lo que habían imaginado, solamente que ella no sabía que el plan se le saldría de control.

Las mentes de ambos amantes hacían prodigios durante el almuerzo. El había logrado una erección casi dolorosa, mientras ella, de acuerdo a lo que se habían prometido, deslizaba su labios gruesos y sensuales por el extremo de tenedor y lo miraba de reojo tan sólo para que él supiera que imaginaba tener su sexo entre sus labios y disfrutarlo como lo había hecho una semana atrás en su oficina.

Por su lado ella contemplaba como él, disimuladamente se acariciaba la mejilla con tres dedos juntos y los deslizaba hacia arriba y hacia abajo para simular que entraba muy dentro de su tubo mojado. Y ella se sentía latir , y debía apretar sus muslos porque tenía la impresión que su tubo era una especie de serpiente loca que se agitaba allí en el vértice entre sus piernas y que en cualquier momento pudiera escapar y ella no quería que eso sucediera porque el deleite que la estaba invadiendo era algo inaudito que le contaría a él cuando de nuevo lo tuviera entre sus brazos.

Cuando el almuerzo terminó, sus padres se retiraron y los tres pasaron al living para tomar un café. La mujer de su hermano se ofreció para ir a la cocina a prepararlo y entonces quedaron el uno frente al otro. Tenían los rostros encendidos por la pasión y ese color de sus rostros podría ser atribuido a un efecto del vino que había presidido el almuerzo, pero ambos sabían que otro licor prohibido corría en ese momento por sus venas y que ese licor era bebido solamente por ellos dos.

Ella adoptó una posición frente a él y separó sus piernas para que él pudiese ver sus muslos y la sombra blanca en el vértice de ellos . Eso fue demasiado para él que llevó su mano derecha hasta su bulto revelador y lo apretó fuertemente sintiendo sus latidos y no pudo contenerse. Desabrochó rápidamente su bragueta y el miembro de cabeza brillante quedó liberado y se erguía allí en ese ambiente mientras él lo lucía orgulloso.

Ella quedó por un momento paralizada, con la vista fija en ese objeto que no había podido sacar de su mente desde el domingo pasado cuando había estado tan dentro suyo, pero esa parálisis tan solo duró unos segundos porque obedeciendo a un impulso casi suicida levantó su falda y con una rapidez que ella misma sintió como rara, se despojó de su bragas escondiéndolas bajo los almohadones del sofá y separando las piernas le expuso a su amante consternado todo el esplendor de su sexo abierto como la más prohibida de las flores en el más prohibido de los sitios.

Ante la visión impactante y perturbadora, el hombre no pudo contener la descarga blanca que se elevó por el espacio que separaba a ambos amantes , con tal violencia, que algunas de sus gotas cayeron sobre los muslos morenos y quemantes de Seni.

Ella había perdido el control definidamente y sintió una descarga que saliendo de su centro recorrió todo su cuerpo para dormirse en la parte posterior de su cabeza en el momento que escuchó los pasos de la mujer de su hermano que volvía con los cafés.

Entonces se puso de pie, le sonrió al enfrentarla y presurosamente se encaminó hacia su cuarto en cuya intimidad, con las manos crispadas sobre su vientre se dejó invadir por esas contorsiones diabólicas que le daban la felicidad más plena nacida desde el fondo de su secreto inaudito.

Momentos después Seni retornaba al living donde disfrutaría de una de los cafés más serenos y placidos de su vida.

vital231@yahoo.com

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