Domingo por la mañana

Dos antiguos compañeros de clase se encuentran por accidente y disfrutan de un domingo por la mañana.

DOMINGO POR LA MAÑANA.

Era un domingo por la mañana, temprano, yo volvía de hacer un poco de deporte, la noche del sábado no había salido con mis amigos y aproveché para salir a correr un poco.

Estaba ya cerca de mi casa, vivo a las afueras de la ciudad en una zona donde no hay mucho tráfico ni muchos coches, y entonces alguien me llamó por mi nombre, me di la vuelta y reconocí a Laura, una antigua compañera de clase a la que no había vuelto a ver desde que acabamos nuestros estudios. Me saludó y me dio dos besos, lo normal después de tanto tiempo (me dio bastante vergüenza porque yo iba muy sudado) y me pareció que se alegraba bastante de verme a pesar de que tampoco habíamos tenido mucha confianza en nuestros años de universidad, éramos de pandillas distintas y nos conocíamos de coincidir alguna vez en el autobús más que otra cosa. Ella estaba junto al que supuse era su coche, ya que estaba la puerta abierta y tenía su teléfono móvil en la mano. Le pregunté que cómo es que estaba por aquella zona de la ciudad un domingo por la mañana. Me comentó que había ido a llevar a su novio a la estación de tren y que mientras volvía para su casa se le había parado el coche y llevaba un rato intentando arrancarlo y llamando a la grúa, pero se había quedado sin batería en el teléfono y así llevaba más de media hora, esperando a que pasase alguien que le pudiese ayudar (ahora comprendía su cara de alegría al verme). Yo la verdad es que no tengo ni idea de mecánica, así que le ofrecí que llamase desde mi casa a la grúa que estaba justo en la calle de detrás. Su cara se alegró más aún y fuimos para casa.

Yo todavía vivo con mis padres, tengo24 años y todavía estoy en su casa, pero bueno es algo común aquí. Cuando entramos ella, con un susurro, me dijo que si no sería una molestia para ellos o para mis hermanos. Yo le comenté que no se preocupara, que no había problemas con mi familia porque hiciese una llamada, pero, además, ese domingo estaba yo solo ya que se habían ido todos a pasar el fin de semana a una casa rural y como a mi no me apetecía me había quedado en casa, además no estoy muy acostumbrado a tener toda la casa para mi así que había aprovechado. Se tranquilizó bastante, la verdad es que se le veía un poco cohibida; le indiqué donde estaba el teléfono y le ofrecí algo para tomar, ella me dijo que no quería nada, acababa de desayunar en la cafetería de la estación y no le apetecía nada. La dejé sola junto al teléfono y yo me fui a la cocina para beber agua, estaba bastante reseco del esfuerzo que había hecho, no soy un gran deportista, así que cuando me decido a hacer algo acabo bastante cansado.

A los cinco minutos, Laura entró a la cocina:

  • Ya he llamado a mi compañía de seguros y me han puesto con la empresa de grúas, me han dicho que tenían todas haciendo servicios fuera de la ciudad y que, por lo menos hasta dentro de dos horas no podrían pasar a recoger el coche. La chica con la que he hablado me ha pedido un teléfono de contacto para localizarme cuando vaya a venir la grúa, ¿Te importa si doy el de tu casa? Es que, no sé que hacer.

  • No hay ningún problema, no tengo nada que hacer hoy por la mañana, así que podemos esperar hasta que te llamen y así nos ponemos al día, que hace mucho que no nos vemos.

La verdad es que, cuando dije eso, yo no sabía muy bien de que íbamos a hablar durante dos o más horas si tampoco nos conocíamos mucho, pero me parecía normal hacerle el favor.

Laura volvió al teléfono y al minuto apareció otra vez en la cocina:

  • Ya está todo arreglado.

Y después de decir esto se me quedó mirando fijamente durante unos segundos y me dijo:

  • Sabes que has cambiado mucho desde la última vez que nos vimos, estás mucho más interesante.

Yo me quedé sorprendido por este comentario, muy sorprendido. No sabía muy bien que decir y tampoco sabía muy bien como tomármelo, así que solté la primera tontería que se me ocurrió:

  • Y eso que estoy todo sudado, que ahora cuando me veas recién duchado, entonces sí que te vas a sorprender.

Ahora, que lo leo mientras lo escribo, me parece más estúpido todavía que en el momento en que lo dije, pero a Laura le gustó, le pareció gracioso y le dio pie a hacer otro comentario que me acabó de descuadrar del todo:

  • Seguro que estarías muy interesante también, pero me ponen mucho los tíos sudados, siento una atracción que no puedo controlar por un cuerpo sudado.

A mí nunca me había pasado algo así, tenía la impresión de que esa chica estaba dispuesta a comerme entero si yo me dejaba. Estaba muy confundido, durante los quince minutos que llevábamos juntos me había hablado de su novio y de que le podía dar vergüenza que mis padres estuviesen en casa, además, durante los años de universidad nunca se había oído un rumor sobre ella, es más varios de mis amigos, mucho más expertos que yo en mujeres, habían intentado ligar con ella y todos habían sido derrotados. Todo esto me pasó por la cabeza un segundo después de que Laura se proclamase a sí misma incontrolable. Pero la confusión se me pasó en el segundo segundo, cuando pensé:

  • ¡Está muy buena! Vamos a ver qué pasa.

Sujeté su cintura con mis dos manos, apreté su cuerpo contra el mío y le introduje mi lengua en su boca. Le gustó, le gustó mucho porque me costó recuperar esa parte de mi cuerpo y cuando conseguí separarme, me traje conmigo un largo hilillo de saliva suya.

El descontrol nos invadió a los dos, comenzamos a besarnos como locos mientras nos manoseábamos por todo el cuerpo, empezando por nuestros rostros y continuando hacia abajo hasta donde nos alcanzaban las manos. Ella me quitó la camiseta que llevaba y comenzó a lamerme todo el pecho. Realmente le excitaba un cuerpo sudado ¡Cómo disfrutaba con mi sabor! Y ¡Cómo me estaba poniendo a mi! Es algo que no se puede describir con palabras.

Naturalmente mi estado se notaba en el pantalón corto que llevaba puesto, y Laura lo vio, paró de lamerme un instante, me miró a los ojos con una mirada que me decía prepárate para lo que te espera y me dejó completamente desnudo, con mi miembro completamente erecto justo en la entrada de su boca, así permanecimos, quietos durante unos segundos hasta que me lo comió todo. ¡Qué mamada me estaba haciendo! Yo me tenía que sujetar a la encimera de la cocina para no caerme, el placer me nublaba la vista, movía mi cabeza de manera incontrolada, mientras ella seguía succionando. Yo miraba hacia su boca y tan pronto veía como movía toda su cabeza como una loca metiéndose y sacándose toda mi polla, como de repente se tranquilizaba, comenzaba a lamerme con cuidado el capullo o los huevos mientras me pajeaba con alguna de sus manos. Estaba a punto de explotar y ella lo sabía porque me dijo:

  • Ahora te vas a correr en mi boca para que después me dures todo lo que yo necesito, que todavía nos quedan dos horas por delante.

Entonces aceleró el ritmo, unas veces con la mano, frotando la cabeza de mi pene, otras veces con sus labios y con su lengua hasta que notó como me endurecía más aún, como se me ponía más gorda todavía, en ese momento me introdujo uno de sus dedos por mi culo y eso acabó con mi resistencia y le llené su boca con mi semen mientras todos los músculos de mi cuerpo se contraían.

Laura se levanto de su postura arrodillada, se limpió la boca y lavó cuidadosamente el, como ella misma llamó, biberón y me dijo:

  • Quiero que me enseñes tu cuarto.

Entramos a mi habitación, yo completamente desnudo y todavía empalmado y ella con la misma ropa con la que había entrado a mi casa, situación en la que yo no había reparado hasta ese momento y que naturalmente no me parecía nada justa, así que se lo dije:

  • Laura, te voy a desnudar; te voy a quitar toda la ropa, voy a acariciar todo tu cuerpo y te voy a devolver todo el placer que tú me has dado antes multiplicado por diez (¡vaya farol que me tiré! Pero intención de intentarlo si que tenía).

Y a ello me dispuse ¡Cómo disfruté desnudando a esa mujer! En mis años de estudiante, muchas veces, en mi cama, mientras me duchaba… me había masturbado pensando en ella, igual que lo había hecho pensando en otras compañeras, pero en su caso se estaban haciendo realidad mis fantasías y eso me excitaba más todavía.

Aún levantados, junto a mi cama, le quité una camiseta de hombreras que llevaba, muy ceñida, dejando al descubierto sus dos magníficos pechos, grandes y firmes todavía cubiertos con un fino sujetador de color blanco. Yo la acariciaba todo alrededor de la tela de su ropa interior, su vientre, su espalda, su culo apretado entre los vaqueros ceñidos que llevaba y que le quedaban demasiado bien. Hasta que no pude soportar más, mi paciencia ya no podía más y tenía la necesidad de ver sus pezones, de desabrochar ese sujetador y dejar que el peso de sus grandes pechos los hiciese caer un poco. Y, cuál fue mi sorpresa cuando lo hice, no se movieron prácticamente nada, eran los pechos más firmes que había visto nunca y aunque no había visto muchos, si que me había comido ya alguno. Me fascinaron, ese tamaño y en su sitio, no me lo podía creer y se lo dije mientras le ponía duros sus pezones a mordiscos:

  • Nunca había visto nada así, me encanta tu pecho, tan grande y así de firme, voy a jugar mucho con él.

  • Me quedaron bien después de la operación, es el dinero que mejor he invertido nunca.

Entonces comprendí dos cosas, que todavía era un pardillo y que me lo iba a pasar muy bien con Laura esa mañana de domingo

(Si te ha gustado y quieres que continúe: orion_1492@yahoo.es )