Domingo 18.08.14. Mi amiga Linda y su novio Franc.

Linda es mi mejor y muy amiga. Con ella comencé mis devaneos con el sexo. Se ha ido a vivir con un chico al que aún no conocia. Este es el relato de ese encuentro. Creerme ya lo conozco y muy bien.

No tengo novio. Es algo incompatible con una mujer a la que gusta tanto divertirse en sitios y con personas distintas. Totalmente incompatible y desaconsejable. Sí, salgo con dos o tres chicos con cierta frecuencia y sobre todo con Tomás, pero no es mi novio. Digamos que es un amigo especial

Una de mis mejores amigas es Linda. Ella si tiene novio. Pero Linda es exclusiva, y cuando digo exclusiva me refiero a su condición sexual. Se parece un poco a mí. Nos conocemos del barrió, de toda la vida. Ambas somos bisexuales. Ella, a pesar de salir con Francisco ha tenido siempre más sexo con chicas que con chicos.  De hecho, mis primeras experiencias sexuales fueron con ella.

Linda ha tenido por lo menos tres parejas de larga duración femeninas. Por eso me extrañó que se enrollase tan seriamente con Francisco. Qué además es su primera pareja masculina.

Estábamos en una terraza y el sol se ponía tras los álamos del parque en el que estaba la cafetería. Ese sol de atardecida, lánguido y rojo, iluminaba a Linda de una forma que resaltaba su belleza. Linda es extremadamente bonita, en parte es debido a los rasgos orientales de su rostro. Uno de sus abuelos era vietnamita, así que ella ha heredado esos rasgos orientales pero de piel oscura, no como los chinos que son más blanquitos.

-¿Sabes que me he tirado a Mario?- Le confesé de sopetón

-¿Qué Mario. Tu jefe? – Linda había abierto unos ojos como platos.

-El mismo.- Respondí. Y después le conté, no con tanto detalle lo que mis lectores han podido leer en la página anterior de mi diario.

-¡Joder Katy me he puesto cachonda! ¡Vaya polvazo! ¡Increíble. Qué puta que eres!-

Aprovechado que acababa de hacer una confidencia a mi amiga, decidí pedirle a cambio que contestase a una pregunta que llevaba haciéndome desde que me enteré que se había ido a vivir con Francisco.

-Linda, no puedo resistirme a preguntarte algo-

-Dispara- Dijo ella en tono desenfadado.

-No te lo he preguntado antes porque no he querido que pensaras que me molesta o que me quiero entrometer en tu vida.-

Bebí de mi coca cola un buen trago. ¡Por fin había conseguido encauzar la maldita pregunta! Luego continué:

-Sé que lo tuyo con Francisco va en serio y me extraña que hayas elegido un chico como, digamos, pareja oficial. Siempre creí que acabaría viéndote vivir en un pisito y envejeciendo junto a otra mujer.-

Los ojos rajados y oscuros de Linda me miraban fijamente. Me sonrió.

-Sabía que tarde o temprano me harías esa pregunta- Dijo al fin.

El día estaba fresco en Madrid, a pesar de estar agosto bien entrado. Linda me tomó la mano, la tenía fría. Mi mano caliente, casi sudando la envolvió calentándola. Yo estoy más rellenita y soy más grande que ella. Sin duda los deditos fríos de la mano de Linda agradecieron mi cobijo.

-Si no conoces a Francisco- dijo Linda – no te lo puedo explicar. Has de venir a casa y cuando conozcas a mi chico comprenderás porqué me lo quedo pa siempre- Linda rió y yo la seguí en la carcajada.

  • ¡Pero adelántame algo hija¡ - Le rogué.

  • Veras Katy- comenzó a explicarme Linda- además de no ser celoso en absoluto y cuando digo esto me refiero a que comprende a la perfección mis posibles contactos fuera de la relación. Puedo ver a las chicas que me dé la gana, nunca me dirá nada. Además mi chico es un gran amante, dulce, guapo y, por si fuese poco está forrado, tiene pasta pa aburrir.-

-¡Joder hija! ¿Dónde encuentras esos chollos?- Le pregunté y sin esperar respuesta, claro. Ambas reímos.

-Vente a casa mañana por la tarde.- me dijo - ¿A qué hora sales de la oficina?-

Yo respondí. – Puedo estar en tu casa sobre las seis o así, siempre que Mario no quiera romperme el culo antes de echar el cierre.- Volvimos a reir.

-Pues le dices que te lo rompa otro día y vienes a casa. Te esperamos a esa hora. Vas a conocer a Francisco, ya veras.-

Aquel “ya verás” sonó, o yo creí que sonó a que mi visita iba a tener algo más que té y pastelitos.

Su mano ya había entrado en calor. Comenzó a arañar con su uña la palma de mi mano. Para el que no lo sepa, el gesto de arañar con la uñita la palma de la mano de otra persona significa "quiero follar contigo". La muy zorra sabe cómo ponerme nerviosa. Siempre que hace eso me pongo cachonda, y la muy puta lo sabe.

Pagamos las consumiciones y nos despedimos con un beso en la boca que, algún cliente de la terraza, observó con curiosidad, algún otro con morbo y más de uno con excitación. Porque nuestro beso fue, como siempre lo eran, largo y apasionado.

Al día siguiente a las seis y media de la tarde llegué a la dirección de mi amiga. El chalé de Francisco era realmente soberbio.

Linda lleva instalada poco tiempo allí. Una edificación individual de dos plantas, con un jardín precioso en el que hay una fuente con cascadas que desembocan en un estanque con peces. Linda me abrió la cancela desde el portero automático.

-Pasa. Habías dicho a las seis. Ya creí que no vendrías-

Empujé la puerta grande metálica y entré en el recinto. Estuve un rato mirando los peces, grandísimos y de colores. Linda se asomó desde la puerta del edificio.

-¡Vamos! ¿A qué esperas?-

Cuando Linda me presentó a Francisco, éste me dio un dulce beso en los labios. Tan delicado y suave que me dieron ganas de agarrarle el paquete y follarlo allí mismo.

Francisco se disculpó por no poder atenderme.

-Perdona Katy estoy liado con un tema urgentísimo de trabajo. Ya sabes. Pero estaré con vosotras aquí en el salón trabajando en el ordenador y en diez minutos calculo que habré terminado esto-

-No seas tonto- le dije- el trabajo es el trabajo. No te preocupes-

-¡Qué bonita eres!- Me dijo. Quedé desarmada. Francisco tenía  un acento en su forma de decir las cosas que te enamoraba al instante, un seductor innato.

Linda tiró de mí hacia el piso de arriba.

-Tú trabaja- dijo Linda a Francisco-. Yo mientras enseño a Katy la casa.-

Recorrimos toda la mansión. En la planta de abajo dos cuartos de baño, cocina gigante, comedor y el salón donde habíamos dejado Franc, en la planta de arriba tres dormitorios y dos baños más.

-Ya ves que cabes de sobra- me dijo Linda –El día que se te ponga en gana te vienes sola o con compañía y echamos la velada aquí. Franc no pondrá ningún reparo. Sabe que eres de mis mejores amigas.

Al llegar a la habitación de matrimonio Linda se acordó de que tenía guardados los uniformes que ambas vestíamos en el  colegio.

-Vamos a ponérnoslos- dijo exultante.

-No nos valdrán seguro- Le respondí. –Estamos más gorditas. Yo por lo menos.-

Ella sin hacerme caso los sacó del cajón y los colocó sobre la cama. -Tú eres más grande, ponte ese- me dijo señalando al que estaba más próximo a mi- es del último curso y tiene más talla.

Todos los uniformes eran del mismo color y diseño, calcetines a rayas rojas y blancas, una faldita mini tableada, en cuadros príncipe de gales rojos y verdes y una camiseta de tirantes blanca. Nos desnudamos, tan solo quedamos con los tangas puestos. La camiseta nos estaba apretadita, marcaba a la perfección nuestros pezones en el pecho. Pero lo más escandaloso eran las falditas. Se nos habían quedado tan cortas que parecíamos esas mujeres - niñas de las pelis porno que , a pesar de sus años, pretenden parecer colegialas.

Entre risas nos hicimos unas coletas y bajamos para enseñarle nuestros atuendos a Franc.

-¡Dios mío!- dijo - ¡Qué cosas más bonitas!-

Noté que su mirada se aparcaba más tiempo en mis terrenos. Lógico a Linda la tenía más vista.

-Darme cinco minutos chicas- dijo Franc – Estoy terminando, enseguida estoy con vosotras.-

Y volvió a sumergirse en su portátil. No sin antes echarle un último vistazo a mis pezones marcados bajo la camiseta y a mis piernas largas y bien torneadas.

Linda y yo nos tumbamos en la alfombra de pura lana color crudo. Realmente el tacto con el pelo largo de aquella alfombra era acogedor. Comenzamos a ojear unas revistas de trapos, decoración, moda y chismes, tumbadas delante del sillón de Franc.

El salón era una habitación inmensa. Toda una pared era de cristal y daba al jardín. Todo el salón estaba inundado por la suave luz de la tarde.

Franc nos observaba de vez en cuando. En mitad de su rutina, hacía pequeñas paradas que empleaba en observar nuestras largas piernas desnudas entre los calcetines a rayas y la faldita de cuadros que apenas nos tapaba el culo.

En una de las revistas venía una muestra de perfume. Linda la abrió y perfumó a ambas, tocando con el bastoncito detrás de las orejas. Tras untarme a mí acercó su boca a la mía y me dio un beso en los labios, dulce como el almíbar.

Nuestros cuerpos casi juntos, boca abajo, apoyadas en nuestros codos y ahora, con las cabezas giradas la una hacia la otra en un beso que se convirtió en otro, y otro más.

Me encanta la forma de besar de Linda. Te mordisquea los labios y te acaricia con la lengua de tal forma, que a los dos segundos ya estás cachonda perdida. La dejé hacer y ella prolongó la sesión de besos, dulces, largos, insinuantes, yo diría que obscenos. Pidiendo sexo a gritos.

-El que Franc estuviese allí mismo, a un metro de nosotras, daba a los besos un componente de morbo adicional tremendo.

Aferrábamos la una los labios de la otra y con los dientes le propinábamos pequeñas presas y caricias con la lengua.

Franc no quería perder más tiempo antes de terminar, así que apenas nos miraba de reojo. Seguía a lo suyo.

Linda se incorporó poniéndose de rodillas y me obligó a darme la vuelta poniéndome boca arriba. A horcajadas se sentó sobre mí. Yo tenía las piernas recogidas. Sus rodillas quedaron a la altura de mi cintura y su culito rozaba mis muslos.

Linda se sentó en mi vientre y comenzó a sobarme los pechos sobre la camisa. Yo también metí mis dos manos bajo la camisa de ella, acariciando la piel tersa, a la altura de su cadera y fui subiéndolas y con ellas la blusa hasta descubrir sus pechos orientales de pezones oscuros, cortos y gordos. Se los acariciaba y ella apartó hacia la espalda las coletas, que no me dejaban actuar con libertad.

Sus manos se colaron bajo mi blusa  también y comenzó a hacer lo mismito que estaba haciendo yo.

Francisco no nos observaba, absorto en su trabajo. Pero de vez en cuando detenía su tarea y echaba un vistazo. Creo que el cuadro que dibujábamos Linda y yo comenzaba a hacer mella en su ánimo.

Linda sentada a horcajadas sobre mí. Yo con mis piernas recogidas albergando los talones de ella bajo mis muslos. Enfrascadas las dos en una serie de besos lánguidos y parsimoniosos y en caricias sobre nuestros pechos.

Franc se tocó por primera vez la entrepierna en uno de aquellos descansos. Signo indiscutible de que su fierecilla ya había olido el cebo.

Linda, sentada en mi estómago, casi coñito con coñito incorporó su torso y remangó mi camiseta como yo había remangado antes la suya, dejando mis jóvenes y lindas tetas al descubierto.

Ante su intención de recular hacia atrás extendí las piernas sobre el largo pelo de la alfombra y ella de rodillas retrocedió hasta dejar su boca a la altura de mi pecho.

Mmmmm. Sentí llegar aquella lengua juguetona y recogí aún más arriba mi blusa blanca. Francisco ya no miraba para nada al ordenador. Tenía algo más interesante a metro y medio sobre la alfombra. Me pregunté cuanto tardaría en reaccionar al espectáculo.

Las repetidas succiones de la boquita de Linda sobre mis pezones surtieron el efecto esperado y los mamelones adquirieron consistencia, elevándose sobre los montes carnosos, apuntando al techo y deseando continuar en la recepción de aquellos mimos.

Un pezón rondado por su lengua experta, el otro por los dedos dulces y delicados de su mano.

Linda se retiró y se puso de rodillas, sentada sobre sus talones a mi derecha, a la altura de mi cadera. Sujetó la falda para retirarla. Mi camiseta recogida por encima de los pechos desnudos, por encima de los pezones duros y mojados con su saliva. Ella con las tetas casi descubiertas con la camiseta que resbalaba intentando volver a ocultarlas y la minifalda de tablas a cuadros galesa brindando el grandioso espectáculo de sus muslos tersos y oscuros.

Elevé la cadera y ella sacó del todo mi falda, primero una pierna después la otra, mis braguitas blancas con corazoncitos rojos quedaron como único impedimento a mi desnudez. Pero Linda no estaba dispuesta a esperar más para tener la almejita de Katy a su disposición. De nuevo elevé las caderas y ella tiro de la braga desvelando mi coñito totalmente depilado.

Abrió mis piernas y se situó de rodillas entre ellas. Sentí la yema de sus dedos recorrer mi vientre rozando los aledaños de la entrepierna. Entonces reculó un poco más y se puso a cuatro patas sobre sus codos. Yo elevé el culo y ella metió las manos bajo él, proporcionando apoyo a los glúteos elevados.

Francisco no perdía detalle y comenzó a sobarse sobre el pantalón cuando la boca de Linda aterrizó sobre mi chochito.

Durante mucho, mucho tiempo la boca de mi amiga no se movió, fundiendo los labios con los de mi coño. Tan solo movía su lengua en el interior de la raja, buscando, encontrando y acariciando el botón oculto del placer.

La mágica luz del inmenso cristal se colaba tamizada a través de la cortina iluminado el espectáculo del que disfrutaba el novio de Linda. Yo tan solo en contacto con la alfombra en mi cabeza, hombros y pies. El resto de mi cuerpo elevado, sobre todo la cadera, buscando el roce y las atenciones de la sabia lengua. Mis ojos cerrados, concentrada mi mente totalmente en sentir aquella lengüita en mi interior. Mi boca entreabierta en un gesto de placer y excitación.

Y entonces Francisco no pudo esperar más. Dejó el portátil sobre el sillón y vino a sentarse a mi izquierda. Lo hizo de lado hacia mí y posó su mano en mi estómago junto al ombligo. Linda sonreía sin dejar de comer mi clítoris cuando Franc se inclinó hasta meter mi pezón en su boca.

¡Joder!. Una lengua en mi coño y otra en el pezón. Uffffffff.

No puede dejar escapar un "ahhhh" después de otro. La mano izquierda de Francisco dulcemente apoyada sobre mi ombligo, acariciando. Su boca succionando el duro y receptivo mamelón.

-Ahhhhh, ahhhhhh, ahhhhh-

La lengua de Linda viajando desde el clítoris hasta la cueva inundada, buscando profundidades, lamiendo las paredes y los labios que la albergaban.

-Ahhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh-

Roté la cabeza para mirar a Franc, pero él tenía los ojos cerrados mientras mamaba de mi teta izquierda, así que volví a mirar al techo y cerré de nuevo los ojos. Sentía las dulces manos de Linda agarrar mis mulos por fuera, muy cerca de la cadera, mientras su lengua continuaba y continuaba con el juego entre labios del sexo hambriento.

-Déjame a mí.-dijo Franc a Linda, que se retiró lentamente para dejarle la posición a su novio. El relevo de bocas en mi coño me produjo otro latigazo de placer. Francisco adoptó la misma posición que había tenido Linda y ella se quedó cerca junto a mi perna derecha, contemplando la comida de coño y acariciando la cara interior de mi muslo.

Francisco no solo lamía, besaba con devoción mi coñito. Yo elevando la cadera al máximo para facilitar el acceso.

Hubiese tenido el primer orgasmo si Franc no se retira. Se sentó a la derecha de Linda que estaba de rodillas, sentada sobre sus talones, y comenzaron a besarse. Yo me incorporé y contemplé durante un buen rato aquellos besos de novios.

Comenzaba a comprender la elección de Linda. Con Francisco lo tenía todo. Si linda invitaba a casa a sus parejas femeninas disfrutaría de distintos y numerosos coñitos y luego siempre tendría un pene hermoso y joven para llenar sus otros momentos.

Miré a mi alrededor, la casa, lujosamente decorada delataba la extensión generosa de cifras de la cuenta corriente del chico. Por no mencionar lo experto y eficaz de sus caricias y maniobras y lo bello de su cuerpo joven.

Me puse de rodillas pero erguida, detrás de ellos a pocos centímetros de las bocas que se fundían. Susurré en el oído de Franc:

-Gracias mi amor-

Luego en la orejita de Linda:

-Te amo, zorrita-

Colé mis brazos por delante del pecho de Franc  y bajé casi a su cintura. Agarré el suéter gris del chico y tiré hacia arriba. Tuvieron que parar un momento. El tiempo necesario para sacar la prenda y dejar desnudo el torso de Franc.

Francisco la besó unos instantes pero sintió la necesidad de repetir mi gesto con su novia. Lentamente sacó la blusa blanca de escolar y dejó a Linda desnuda de cintura para arriba. Ambos me miraron. Y entonces Francisco me ayudó a sacar mi blusa. Los tres jóvenes torsos desnudos por fin.

Era el momento de seguir desprendiéndonos de ropa para evitar luego inoportunas interrupciones.

No hablábamos, había un entendimiento mágico entre nosotros.

Fran se dispuso a facilitar la tarea y Linda y yo desabotonamos el vaquero. ¡Joder que guarro, el muy cabrón! iba sin calzoncillos, y casi sin bajar el pantalón la polla asomó su cabeza roja e hinchada.

Surgieron urgencias en aquel mismo momento. Así que no le quitamos los vaqueros sino que los bajamos hasta las rodillas apoyadas en el suelo.

Linda fue la más rauda. Parcialmente recostada sobre su lado izquierdo alcanzó pronto el pene duro pero aun horizontal al suelo de Franc. Yo me agaché también pero hube de conformarme con lamer el lateral de aquel mástil que mi amiga ya tenía en la boca.

Francisco contemplaba aquel par de putitas lamiéndole el rabo y se quería morir de gusto y placer, no sólo por la sensación de las bocas comiéndole, sino por lo sublime de la imagen de las dos rameritas allá abajo. No todos los días se contempla una escena así.

Mi mejilla derecha rozaba con su vello púbico, lamiendo el trozo de pene que mi amiga Linda me dejaba, más bien poco. Pero en un descuido de Linda el pene se le salió de su boca y quedó recto, paralelo al suelo y apuntando entre nuestras bocas. Ocasión que aproveché para hacerme con él.

Francisco apoyo su mano en mi hombre contemplando a la invitada de aquella tarde lamer sin rubor el pene del novio de su amiga. –Vaya putita esta Katy- debió pensar.

Linda permanecía con su faldita aún puesta. Pero a mí solo me quedaban los calcetines. Mi hermoso culazo estaba libre a la prospección de Franc, que sin duda, ya soñaba con el momento de utilizar en él lo que ahora tenía en mi boca.

Linda se había retirado unos centímetros del pene de su chico y contemplaba absorta como lo comía. Lo agarraba suavemente con la punta de los dedos de mi mano izquierda y lo masturbaba sin apretar, recorriendo su longitud dulcemente y en la totalidad. Lamiendo cuando lo tenía dentro el capullo con la lengua. La mano izquierda de Franc en mi hombro derecho me empujaba mínimamente, indicando el ritmo que le gustaba y yo obedecía.

Linda miro a los ojos a su chico:

-¿Te lo hace bien? ¿Es de tu gusto la boquita de Katy?-

La respuesta de Francisco fue un gemido de placer. Mmmm.

-Déjame no seas avariciosa- dijo Linda dirigiéndose a mí.

Me aparté y ella tomo el relevo. Agarró el pene con dos dedos desde abajo, como si fuera un puro habano y lo metió en la boca igual, sólo la punta, con los morritos salidos jugando con el prepucio.

Mi cara estaba a escasos centímetros, podía olerle. Ese olor que tiene un hombre en la entrepierna, con recuerdos a alguna gota de orina seca, tal vez a esperma de alguna masturbación reciente. Uff, ¡cómo me pone ese olor!

Linda trabajaba sin parar. Lentamente pero sin parar. Dulcemente, sin apretar, pero sin parar. Y la tranca se iba tornando más  y más dura y grande.

Nuestros dos cuerpos tumbados boca abajo, apoyados en los codos con los calcetines de rayas rojas y blancas, espaldas desnudas, piernas desnudas. El mío desnudo de culo. Linda con su faldita descolocada enseñando parte de las bragas. Y ambas rameritas colocando sus boquitas dispuestas a lamer el pene erecto. ¿Podía pedir algo más aquel mamón de Francisco?

-¿Por qué no te pones cómoda cariño? Dijo Franc dirigiéndose a Linda. –Aún no has recibido tu ración.

Y era cierto el único sexo que quedaba por limpiar era el suyo. Linda se retiró y yo no me lo pensé. Mientras ella se sentaba en la alfombra (tomó un cojín del sofá y lo coloco para ponerse más cómoda), yo metí la verga de Franc de nuevo en mi boca. La lamia con gusto inmenso, aspirando el aroma que emitía toda su zona erógena. Él, puesto de rodillas, estirado. Yo con mis manos en sus muslos y su pene entrando y saliendo agasajado por mi lengua.

Linda se acopló, tumbándose en la alfombra, con la cabeza en el cojín. Franc y yo dejamos lo que estábamos haciendo y nos dirigimos hacia ella. Francisco la ayudó a quitarse la falda primero y las bragas después. Él aún con su pantalón vaquero puesto, el pene duro y erecto asomando galante y hermosísimo.

Se tumbó dejando la cabeza a la altura del coñito de su novia. Yo me tumbe de lado a la derecha de Katy. Acaricie su estómago y después, metí mi su pezoncito en mi boca.

Katy abrió sus piernas todo lo que daban de sí, para que Francisco hiciera su tarea con comodidad. Entonces bese la boca de mi amiga. Sus pezones oscuros estaban tan duros que parecían de cristal y eran pellizcados por mí con cierta intensidad. Al meter mi lengua en su boca noté que su respiración estaba exacerbada por los lametones que recibía en el coño y los pellizquitos en sus pezones.

Comí su boca mucho rato y el tener su boca en la mía hizo que me diese cuenta de cómo iba cambiando su respiración que se aceleró y convulsionó por culpa del trabajito que Franc bordaba allá abajo en su entrepierna.

Volví con mi lengua a sus peñoncitos cuando Linda comenzó a gemir. Linda es más bien silenciosa en el sexo. Si gime es porque está ya a tope.

-¡Por favor Francisco déjalo- Linda suplicaba un alto en el camino. No quería correrse aún.

Mi amiga se incorporó. –Ponte- dijo a Franc, señalándole el sitio que ella dejaba libre en la alfombra, con el cojín del sofá como almohada.

Yo le quité los vaqueros mientras se acomodaba. Parecía un juguetito sexual gigante, allí tumbado dispuesto a nuestros caprichos.

No he tenido en mi vida tantas ganas de meterme una polla en el coño como en ese momento. Miraba con ansia la verga de Francisco apuntando al techo. Luego mire a Linda.

-Tú o yo- le pregunté. Ella me sonrió tremendamente complacida con lo que estaba sucediendo. Nuestra vieja amistad se consolidaba compartiendo aquel cipote y aquellas carnes masculinas entre las dos.

Entonces linda se puso a horcajadas ofreciendo el culo a los morritos de Franc, pero de espaldas, mirando hacia su polla. Comprendí la invitación. Linda me había cedido la primicia de meterme en el coñito aquel pene jugoso y babeante.

Antes de hacerlo y mientras Linda ya gozaba del fregado de su ano y de su rajita por su novio, tomé el pene y lo masturbé con la mano. Lo quería lo más duro y grande posible para penetrarme con todo el placer que ese instante mágico proporciona. Linda jadeaba.

Luego le di unas últimas lamidas y me coloqué. Besé a Linda que me quedaba perfectamente enfrentada con el coño en la boca de nuestro amante, mientras me colocaba el pene entre los labios del coñito. Luego me senté, penetrándome con la estaca en un sublime harakiri.

Mi amiga y yo estábamos más unidas que nunca no solo en lo físico. Yo le lamía aquellos pezones, con el pene de su novio dentro de mi coñito, subiendo y bajando el culo para follarle. Linda gemía con las dos bocas trabajando, la de él en el arete del ano, la mía en sus tetas. Las únicas prendas de vestir que conservaban nuestros cuerpos desnudos eran los calcetines a rayas rojas y blancas de linda y los míos. Reminiscencias escolares que dotaban a la escena de un indiscutible halo de morbo colegial. Con nuestras coletas bailando el aire delicado de aquel lujoso salón.

Uff. Sentí llegar mi orgasmo pero aflojé el ritmo. Quería hacerlo coincidir con otro momento más intenso. Me saqué el rabo de Franc de mi chochito, y reculé hasta sus pies.

Linda al ver el pene libre se agachó, aun con la lengua de Francisco lamiendo su culo, para degustar la polla de su novio con el sabor de mi coño reciente. Mis jugos la embadurnaban y Linda disfrutó en aquellos instantes de mis olores y sabores en el pene duro e inmenso del chico.

Después, andando de rodillas abandonó la cara de Fran y se situó en el lugar que debía para recibir la estocada. Linda comenzó a cabalgar, seguía dándole la espalda a Francisco y de frente a mí. Me acerqué y volví a besarla. Después elevé mi torso para que lamiera mis tetas mientras se follaba con aquel juguete gigante.

Ella cambió de posición. Apoyó los pies en el suelo abriendo las piernas, con la tranca preparada solo tuvo que abrir bien el culo y relajar el esfínter para que aquel mástil empalara su anito tierno.

Abrí las piernas de Francisco sobre la alfombra. Me hice sitio y arrimé mis morros al lugar de la tortura. Comencé a lamer el clítoris de mi amiga mientras le entraba la verga por el ano y luego, cuando ya  la tuvo dentro, lamí los testículos mientras masajeaba el coño libre.

No sé cuánto tiempo estuvimos así. Linda bombeando su culo con la rama más hermosa de aquel árbol, yo tocando los testículos, acariciando a ambos en toda la superficie de sus cuerpos.

De repente Linda gritó: -Katy cómeme-

Supe que llegaba su orgasmo y me sumergí en aquella conjunción de polla y culo hasta alcanzar el clítoris de mi amiga. Francisco paró para facilitar mi trabajo y ambos oímos con gusto los alaridos de nuestra niña. Él con la tranca clavada en su intestino hasta los testículos, yo con mi lengua trazando circulitos rápidos, muy rápidos en el clítoris hinchado.

Reposé mis tetas en el sofá, abriendo mis piernas y ofreciéndome a ser montada por aquella vergota gigante. La postura de la perrita, la perra que me sentía. Franc se acopló detrás de mí y me penetró sin piedad con su pene oloroso, perfumado por el ano de mi niña. Linda se situó a mi derecha y en la misma posición. Me acariciaba el culo y se inclinaba buscando mi boca para besarme.

Aquel sí era un momento adecuado para mi orgasmo.

-¡Más duro Franc. Por favor!- imploré su velocidad y rudeza y él hizo el esfuerzo. El sofá temblaba con las tremendas acometidas y Linda, ante la imposibilidad de mantener un beso con aquel frenesí, se agarró a mis tetas con la mano como si fueran los flotadores en un naufragio.

Mi cuerpo se tensó al sentir los latigazos del orgasmo, un orgasmo duro, largo, profundo. Después quedé desplomada.

Francisco sacó su polla de mi coño y se masturbo con la escena de las dos putitas ofreciendo los culos.

Oí, aun derrotada sobre el sofá el alarido corto del novio de Linda. Después el goteo de su esperma en el glúteo izquierdo y más tarde el prepucio extendiendo el semen en mi cachita.

Linda me besó, ya sin sexo. Un beso profundo de amistad.