Dominando a una mujer altiva

Una actitud altiva y un marido bocazas pueden causarle muchos problemas a una mujer.

Yo seguía tranquilamente charlando y tomándome mis copas, en un principio estaba solo con Alfonso, pero se fue añadiendo gente y se formó un corro bastante animado, mientras las dos camareras no paraban, Luisa compaginaba su trabajo en la barra con salidas a las mesas para seguir sirviendo bebidas y recogiendo copas, también hacía de relaciones públicas e intentaba que todo el mundo se relacionase, en uno de esos esfuerzos se trajo a nuestro lado a Regina, la mujer más pija y engreída que yo había conocido en mi vida y a su marido que era igual o peor que ella, para rematar el buen hombre ya iba bastante pasado de copas y estando rodeado de los compañeros de gimnasio de su mujer, no se le ocurrió otro tema que empezar a meterse con los deportistas.

—     Todo fachada, están hinchados como globos.

—     No tanto, que nuestro trabajo nos cuesta.

—     ¿Trabajo? Os ponéis hasta arriba de pastillas.

—     Alguno habrá, pero aquí ninguno lo hace.

—     Sí sí, y tú te has puesto así de cachas porque entrenas mucho, JAAA

—     Pues sí, cinco o seis días a la semana durante años.

Yo estaba admirado con la paciencia que estaba teniendo Alfonso con el marido de Regina, y ella ya no sabía donde meterse, no hacía más que tirarle del brazo y darle el vaso para que bebiera y estuviese callado, pero no había forma el tipo seguía bebiendo, pero no había manera de que parase de hablar.

—     Tú mucha fachada, pero tendrás los huevos como aceitunas y ni se te levantará el pito de tanto meterte esteroides.

Cuando soltó eso yo ya me preparé para sujetar a Alfonso porque pensé que le hacía una cara nueva, del puñetazo que le iba a dar. También hubo alguno que había visto a Alfonso en el vestuario y le dio la risa al oírle.

—     No tengo ningún problema con eso, te lo garantizó.

—     Maricones e impotentes es lo que sois todos.

Instintivamente me puse en medio, no quería que se liase y eso ya era buscar pelea, pero Alfonso reaccionó de forma totalmente tranquila.

—     Mejor para ti entonces, así tu mujer no corre ningún peligro cuando va al gimnasio.

—     Más segura que en un convento está, sabe que lo que tiene en casa es mucho mejor.

Alfonso miro a Regina en ese momento, con una cara como diciendo como aguantas a semejante imbécil, pero creo que había algo más en esa mirada, algo que hizo que Regina se sonrojará y cogiendo del brazo a su marido se separaran del grupo.

El autocontrol que había mostrado Alfonso me había sorprendido, yo sabía que era una persona tranquila pero el marido de Regina había ido a provocarle descaradamente, cuando se lo comenté y le di las gracias por no haber cedido a las provocaciones, le quitó importancia con un ademán.

—     No te preocupes, no voy a hacer caso a un borracho con ganas de bronca, pero quizás tenga la ocasión de hacerle pagar su tontería.

Seguimos con la conversación, el pub se mantenía animado y las camareras no tenían descanso, había un hombre de mediana edad que no paraba de mirar a Mercedes e intentaba darle conversación cada vez que la veía un poco desocupada, Luisa iba a su aire se notaba que lo estaba pasando bien trabajando como camarera.

Regina y su marido se mantenían en un rincón de la barra, el hombre seguía bebiendo y ella no paraba de hablarle parecía que intentando que parase de beber, pero él con su cabezonería de borracho continuaba hasta que llegó un momento que se quedó completamente parado y con la mirada perdida, en ese momento Alfonso hizo algo sorprendente fue a la barra y pidió dos chupitos de bourbon, y con ellos en la mano se acercó al marido de Regina.

—     ¿El chupito de la paz?, una copa para olvidar la discusión de antes.

No se que farfullo el otro tipo, pero cogió el chupito y se lo tomó de un trago, Alfonso se inclinó sobre Regina y le dijo algo al oído, pronto los dos estaban charlando animadamente mientras el marido no se enteraba de nada, de hecho, se estaba quedando allí dormido apoyado en la barra. Si hubiese mirado hacia atrás hubiese visto como la mano de Alfonso se colocaba en la cintura de su mujer e iban hablando de una forma cada vez más íntima.

—     ¿Tú piensas lo mismo que tu marido de tus compañeros de gimnasio?

—     Nooo, él no sabe nada del tema, lo que pasa es que no sabe estarse callado, a lo mejor lee algo y ya lo hace doctrina.

—      Me quede con las ganas de hacerle una demostración para que pudiese opinar con conocimiento de causa.

—     ¿Cómo una demostración?

—     Sí, enseñarle esto —cogió la mano de Regina y se la puso sobre su paquete.

—     EEHHHHH, ¿Qué haces?

—     Demostrarte que tu marido se equivoca.

—     No hace falta ser tan explícito.

—     Vamos si en el fondo te ha gustado, compruébalo bien —Volvió a ponerle la mano en el paquete y la sujetó allí.

—     Suéltame ahora mismo.

—     No.

—     Que me sueltes he dicho.

—     Puedes decir lo que quieras, pero te está gustando.

—     No me está gustando.

—     Te voy a soltar la mano y tú vas a seguir tocando y lo harás porque te está gustando hacerlo.

—     No voy a hacerlo

—     1,2 y 3 — y le soltó la mano.

—     Lo ves, me estás sobando el paquete a medio metro de tu marido, eres una puta Regina.

—     Uuuuuuffff

—     ¿Qué es lo que notas zorra?

—     Es grande.

—     Más grande que la del borracho este, te voy a follar para que puedas comparar y luego se lo cuentas.

—     Noooooo.

—     Se lo merece por ser tan imbécil y tú te lo mereces por todas esas veces que te paseas por el gimnasio como si fueses la reina de Saba, necesitas que te pongan en tu sitio y yo lo voy a hacer.

—     No puedo, está mi marido.

—     Este ahora mismo es como un mueble, vamos a llevarlo a casa para que no estorbe.

—     Sí es mejor que nos vayamos se ha quedado dormido, y aquí ya no hacemos nada.

—     No me has entendido zorrita, lo llevamos a casa y tú te vuelves aquí conmigo.

—     Estás loco, ¿Cómo voy a volver yo sola?

—     Yo te acompañaré para que no vayas sola, volvemos pasamos un tiempo más de fiesta y luego ya te vas.

—     No puedo volver sola, yo no se conducir y mi marido no deja que nadie conduzca su coche.

—     Hay que joderse, entonces necesitaremos ayuda, por llevarlo no hay problema porque no queda más remedio, pero alguien nos tiene que traer de vuelta para poder dejar vuestro coche en casa.

Alfonso se me acercó, y me dijo que necesitaba les siguiese en mi coche para poder volver a traerlos, a mi que en ese momento me estaba aplicando el tercer gin-tonic no me apetecía lo más mínimo, afortunadamente Mercedes acudió al rescate.

—     José ya ha bebido bastante, esperad un momento tengo un amigo que acaba de llegar y casi no ha empezado su copa.

No nos dejó ni contestar y se fue a hablar con un hombre que estaba sentado en la barra, la cara de sorpresa que puso al escucharla la esperábamos, al fin y al cabo, no le conocíamos de nada, pero Mercedes le estuvo insistiendo y parece que al final le convenció porque se acercó a saludarnos.

—     Hola, me llamó Felipe y me ha dicho Mercedes que necesitáis un conductor.

—     Pues sí, nos haces un gran favor si nos puedes seguir y luego traernos de vuelta aquí.

—     No es problema, cuando queráis nos vamos.

Alfonso cogió al marido de Regina y lo medió despertó, de todas formas, le tocó llevarlo prácticamente a cuestas, se montaron los tres en el enorme monovolumen de Regina y Felipe les siguió. Alfonso conducía tranquilo lo cual no quitaba que aprovechaba cada ocasión que tenía para meterle mano a Regina que tuvo un viaje bastante agitado mientras su marido roncaba en el asiento de atrás.

Vivían en una urbanización de las afueras, aunque no estaba demasiado lejos, el cambio de estatus se notaba, era una zona mucho más cuidada, las calles eran más anchas y las construcciones se veían más nuevas. La casa de Regina era un chalet adosado con un pequeño jardín y garaje debajo.

Alfonso metió en coche en el garaje, luego cogió al borracho como un fardo y lo subió al dormitorio por las escaleras. Regina le precedía indicándole el camino, al llegar al dormitorio ella aparto las sabanas de la cama para que Alfonso lo tumbase.

—     Sal un momento mientras le quito la ropa.

—     No hace falta me quedo por si necesitas ayuda.

Regina le quitó los zapatos, calcetines y pantalones, para sacarle la camisa que llevaba necesitó que Alfonso le sujetará, cuando se quedó en calzoncillos Alfonso se acercó y se los bajo a medio muslo.

—     ¿A esto es a lo que estás acostumbrada?, me parece que esta noche vas a probar otra cosa.

—     No seas tan borde y no te metas con él.

La agarró por un brazo y la atrajo de un tirón, mientras la besaba con ansia levantó la falda que ella llevaba y empezó a sobarle el culo a escaso medio metro de su marido que ya estaba roncando la borrachera. Separándose un poco se sacó la polla.

—     Sujétame la polla.

—     Aquí no por favor.

—     ¡Que la agarres puta! —Regina la cogió con cara de resignación

—     Bésala

—     No me obligues, que me muero de los nervios.

Alfonso la cogió por el pelo y la obligó a inclinarse hasta que la tuvo a la altura adecuada con la polla delante de su cara.

—     Bésala.

Regina resignada empezó a darle besos, intentando no mirar a su marido.

—     En pie zorrita.

Con movimientos rápidos le levantó la falda y le bajo las bragas hasta sacárselas, al momento le sacó la camiseta y le quitó el sujetador, dobló su ropa interior y se la guardó tranquilamente mientras ella se ponía otra vez la camiseta a toda prisa.

—     Ya nos podemos ir, espera falta un detalle.

Le cogió los pezones a través de la tela y los pellizcó con fuerza estirándolos al mismo tiempo, cuando los soltó se marcaban una barbaridad en la camiseta.

Salieron a la calle donde encontraron a Felipe con cara de aburrimiento fumándose un cigarro. La cara de aburrido se le pasó en el momento que vio como destacaban los pezones de Regina, cuando ella vio donde estaba mirando se puso colorada como un tomate.

—     Perdón por la espera, ha costado un poco acostarle.

—     Ya veo ya —La sonrisa cínica que puso hizo que Regina se cubriera con los brazos como si tuviese frío.

Se subieron al coche, el viaje fue bastante silencioso, el conductor apenas respondía a los intentos de conversación, parecía más interesado en mirar a Regina por el retrovisor, lo que le hizo el viaje eterno a ella.

Cuando llegaron se volvieron a separar Felipe se dirigió a la barra a intentar acaparar a Mercedes y a seguir con su copa, Alfonso y Regina se dirigieron al fondo de la barra donde siguieron hablando ajenos al resto, estaban muy cerca, él la hablaba con un tono suave y a ella se le veía nerviosa.

—     ¿Sabes para que has vuelto?

—     Para estar un rato más entre amigos.

—     No, di a que has venido en realidad.

—     Lo he dicho.

—     No me gusta que mientas, tú has venido a que te folle.

—     No es verdad.

—     Sabes que lo es, estás excitada Regina, se te marcan los pezones en la camiseta, no paras de morderte los labios y seguro que te palpita el coño pensando en lo que va a pasar.

—     ¿Por qué me hablas así?

—     Porque se lo que quieres, lo que hay en el fondo de tu mente, debajo se toda esa fachada deseas humillarte ante un hombre, uno que te someta y te domine, que te trate como a una vulgar puta.

Regina ya no se atrevió a contestar, sólo miro al suelo avergonzada. En ese momento Luisa y Mercedes aparecieron con unas cajas con todas las botellas vacías que se habían consumido ya.

—     ¿Dónde vais con todo eso?

—     Vamos a dejarlo en el sótano y ya mañana lo sacaremos a los contenedores.

—     Os ayudamos, coge una caja Regina.

—     Muchas gracias.

Al final Mercedes se quedó en la barra atendiendo a los clientes y Luisa se encaminó a la puerta que conducía a la planta baja, ella encendió las luces y les indicó donde dejar las cajas, una vez colocadas se dio la vuelta para volver.

—     Luisa, nos quedamos un momento a echar un ojo a esta planta.

—     Pero si no hay apenas nada.

—     Da igual enseguida subimos.

—     Como queráis.

Luisa se encogió de hombros y se marchó, en cuanto se oyó como se cerraba la puerta de arriba, Alfonso se volvió hacía Regina.

—     Desnúdate.

—     ¿Aquí, y si baja alguien?

—     La próxima vez que tardes en obedecer te vas a llevar dos tortas.

Regina se apresuró a quitarse la camiseta y la falda, las dejó en una de las sillas que había amontonadas y se volvió sin atrever a mirarle a la cara.

—     Vamos a ver que hay aquí, sígueme a 4 patas como la perra que eres.

Alfonso fue dando una vuelta a todo el sótano mientras Regina se afanaba en seguirle a gatas, el pequeño escenario las sillas amontonadas, las cajas de bebidas, algunas bolsas de basura en un rincón, el baño, se notaba que apenas se usaba.

—     Ya te puedes poner de pie.

Se acercó a ella y empezó a acariciarla, recorriéndola con manos expertas, las tetas eran pequeñas, las piernas largas y fuertes y el culo realmente espectacular, se inclinó para morderle los pezones que reaccionaron al instante.

—     Bien putita ha llegado el momento que tanto deseabas, sácame la polla.

Regina con manos temblorosas le desabrochó el cinturón y los pantalones y se los bajo junto con el slip, cuando vio lo que había debajo jadeó.

—     Estabas deseando tenerla para ti, hoy es tu día de suerte cuando te vayas la habrás probado por todos tus agujeros, chúpala.

Regina se arrodilló y sujetándola con la mano se la metió tímidamente en la boca, empezando un lento movimiento de entrada y salida, notó como rápidamente empezaba a crecer y endurecerse obligándole a separar las mandíbulas todo lo que daban de sí, a pesar de sus esfuerzos poco más de la cabeza lograba entrar.

—     Espera que te ayudo.

Alfonso la sujetó la nuca y empezó a empujar lentamente, ella notaba que se asfixiaba pronto empezó a tener arcadas, pero él no la soltaba al contrario empezó un movimiento de entrada y salida que la mantenía medio ahogada y a punto de vomitar. Finalmente se la sacó y se la pasó por la cara, la abofeteo con la polla y le restregó sus enormes huevos desde la frente a la barbilla, cuando se aburrió de ese juego la tumbó en el suelo y empezó a meterle la polla.

Regina gemía y jadeaba, jamás en su vida había tenido algo así dentro, su coño se estiraba para recibirlo, pero parecía no terminar nunca de entrar, cuando empezó a moverse no aguantó apenas antes de correrse, por mucho que lo negase la forma en que él la había tratado la había tenido en un estado de excitación permanente y ahora tener dentro esa monstruosidad la hacía sentirse totalmente indefensa.

—     Esto se lo cuentas a tu maridito, para cuando diga que no se me levanta, cuando ese gilipollas te folle pensarás en mí, y desearás venir corriendo a que te de lo que necesita una putita como tú.

—     Uuuuuufffff.

—     Vamos zorra dime cuanto te gusta tenerla dentro.

—     Muchooooo.

En ese momento oyeron a alguien aplaudiendo, al mirar vieron a Felipe que había soltado su copa y chocaba las palmas.

—     Magnífico espectáculo, mucho más interesante que lo que pasa en el pub de arriba.

—     Encantado de que te guste y a la zorrita también le gusta tener público, ¿verdad zorrita? — Regina ni contestó se tapaba la cara con las manos

—     ¡Di que te gusta que te vean zorra! — En ese momento le agarró los pezones y se los retorció con ganas.

—     Aaaarrggghhhhh, síiiiii.

—     Pues coge una silla y ponte cómodo que ahora llega lo mejor.

Felipe con toda la calma, cogió un asiento y se colocó cómodamente, después se sacó la polla y empezó a meneársela.

—     ¿Os molesta?, tomadlo como una muestra de mi admiración hacia los artistas.

—     Ningún problema disfruta, y ahora puta vamos con el número final.

Alfonso la giró como si fuese una muñeca y la obligó a ponerse a cuatro patas.

—     Sepárate las nalgas que voy a estrenar ese culo.

—     Nooooo, me vas a destrozar.

El tremendo azote que le dio Alfonso resonó en todo el sótano. Regina entendió el mensaje y apoyando la cara en el suelo uso las manos para separarse las nalgas, él apoyó la punta de la polla en su ojete y empujó, muy despacio, pero sin pausa, cuando le había metido aproximadamente la mitad paró un momento para dejar que se acostumbrase.

—     ¿Preparada zorrita?

Sin dejarla contestar empezó a follarle el culo, Regina gemía y se quejaba con cada empujón aguantando como podía, el ritmo iba subiendo poco a poco.

—     Tu culo ahora es mío y me lo voy a follar cuando quiera, te lo voy a dejar tan abierto que la polla de tu marido te va a parecer un lapicero.

Después de unos minutos, salió de ella que cayó desmadejada al suelo, se puso de pie y empezó a sacudírsela con energía.

—     Ven aquí Felipe, córrete encima de la zorra.

Los dos se pajearon sobre la agotada Regina, que recibió las corridas sin apenas enterarse.

—     Muy bien zorrita, te has portado, ve a lavarte.

Regina recogió su ropa y se dirigió al baño, se la veía andar un tanto rígida y le costaba caminar con las piernas cerradas.

—     Se acabó el espectáculo, no necesito decirte que de esto ni una palabra a nadie.

—     No te preocupes ha sido entretenido, pero no es algo para contar, yo ya me marcho, que tengáis buena noche y si otra vez necesitáis conductor, podéis contar conmigo.

Al poco regresó Regina ya vestida, Alfonso la abrazó y la beso con ternura.

—     Vamos guapa, ya te puedo llevar a casa si quieres.

Subieron al pub, la animación ya había empezado a bajar y los pocos que quedábamos ya estábamos empezando a estar cansados, por eso no sorprendió nada que se despidiesen, cuando se marcharon Luisa me comentó.

—     No se que le pasa a Regina, además de cansada anda raro, es como si le hubiesen metido un palo por el culo jajajaja.

—     Creo que no vas nada desencaminada, más o menos eso le ha tenido que pasar.

ATLAS

Muchas gracias a Morbo, Kitonu y Ninasharp por sus comentarios, ayuda y opiniones, también a los que me han contactado por Mail, las valoraciones, comentarios y sugerencias es lo que anima a escribir e intentar seguir mejorando. Prometo contestar a todos tanto por aquí como por mail.