Dominando a Nasha III
Mi nueva adquisición conoce a dos compañeras de trabajo
ligado al trabajo. En cuanto a su cuerpo, no era nada espectacular. Su pecho tendría una talla 85, su cintura era fina pero sus talentos los escondía bajo la falda. He de reconocer que un higo pelirrojo pone su suyo, y mas cuando lo ves tan cuidado como lo lleva ella: en forma de un tierno corazón. Mención especial merecía su culito; ni muy grande ni muy pequeño. La medida ideal para poder palmearla mientras se lo rompías y con un talento innato para hacer que te corrieras dentro suyo cuando a ella le diese la gana, lo que le venia muy bien para despachar cliente pelmazo.
Ahora estaba espatarrada sobre una de las sillas del salón, con la cabeza de Nasha entre las piernas, la falda liada a la altura de la cintura y sus manos posadas sobre la nuca de la morita mientras le daba indicaciones de cómo tenia que comerle el higo para que al menos no se aburriera durante el cumilingus.
Trabájame el clítoris con la lengua, morita, que es para hoy – Le decía con cierto tono despectivo en su voz. – desde luego, Carlos, tienes que trabajar mucho a esta para que sea digna de compartir trabajo con una de nosotras.
Claro que si, bonita – le dije a Trini mientras miraba el reloj – Tiempo. Nasha, la de la derecha es Martha.
Hola golfa. A mi pasa de los besos en los morros y empieza a comerme el higo, que ya me he puesto a tono con ver como se te movían las tetas mientras se lo comías a Trini. Además, solo tengo un minuto y quiero que pruebes mis jugos. Pon la lengua recta, como si fuera una polla y déjame hacer a mi.
Así era Martha: una fuerza de la naturaleza. Tenia 25 años, de cabello largo y castaño, piel blanca, una 95 de pecho y un furor uterino capaz de terminar por si sola con toda la clientela del local un sábado por la noche. Su historia no era mas extraña que la de muchas otras chicas havia aparecido una noche en el local pidiendo faena, puesto que necesitaba algo de dinero dada su adicción a las maquinas tragaperras (ludopatía para los expertos). Por supuesto antes de ofrecérsela a mis clientes, realice una serie de pruebas con ella, desde el sexo anal hasta la dominación, y puedo decir que las supero con nota. Después de la primera noche, donde sorprendió a propios y extraños, vio que lo que ganaba follando en una noche era el triple de lo que ganaba trabajando de limpiadora durante todo el mes. Primero se pasaba por el local una vez por semana, luego fueron dos y finalmente se traslado a vivir en él.
Era una de las mas trabajadoras de todo el local y jamás rechazaba a un cliente, por muy raro que fuera o por cualquier excentricidad que le pidiera. Yo la havia visto dejar fuera de combate a tres negros de la quinta flota yanquee en una sola noche. Y encima se enfado por que no le duraron ni cinco horas. En aquel mismo momento estaba agarrando a Nasha por las orejas y usando su lengua como si fuera una polla en miniatura. La cara de la musulmana brillaba con los jugos de Martha y puesto que yo la conocía, sabia que estaba cerca de tener uno de sus orgasmos explosivos, así que deje un poco de lado el cronometro y decidí disfrutar con el espectáculo.
En nada empezó a convulsionarse y agarrando por la nuca a Nasha, obligo a que le clavara la lengua hasta el fondo de su coño mientras le decía que como escondiese la lengua, le arrancaría los pezones a mordiscos y otras frases que no puede comprender. Pese a que en un momento dado, le empezó a faltar el aire, la morita no escondió la lengua en ningún momento y se las apaño para mover también la lengua. Fue así como recibió el orgasmo de Martha en plena cara. Cuando se tranquilizo un poco, dejo ir a Nasha y mirándome me dijo:
No esta mal la morisca de mierda, no. Me la has de dejar mas a menudo. Yo le enseñare lo que le haga falta para trabajar aquí.
Gracias Martha, cariño – le conteste, mientras le daba un beso en la frente, perlada por el sudor del esfuerzo y el orgasmo. Dirigiéndome a mi pupila le dije – Por ultimo, esta es Elisabeth.
Hola bonita – Saludo la rubia interpelada. – El beso te lo daré sin problemas, pero me parece que lo de comerme el coño, lo tendremos que dejar para mas adelante, si no le importa, señor Carlos –Me dijo bajando los ojos. Como observareis, Nasha no era la única esclava que tenia planeado tener en el local- Hoy me ha venido la regla y estoy con el tomate.
De ninguna manera – Conteste sobre actuando un poco – Nasha te comerá la regla y lo que yo le diga. Vamos golfilla, a comer gazpacho.
Para entonces, Elisabeth ya se había quitado las bragas, el tampax y se había abierto de patas para que la islamita le comiera todo su rojo conejo. Lo de Elisabeth era vicio. Puro y duro vicio. La cosa empezó cuando vino como cliente a mi club, acompañada de su marido. Habían hecho tríos e intercambio de parejas con anterioridad, pero aquello dejo de darles morbo y siguieron por caminos mas fuertes. Cuando llegaron al club, empezaron pagando a una chica para que estuviera con ellos. Una semana después, su marido me pregunto si podría conseguirle a algún hombre para que se la follara en su presencia, pagando lo que fuera necesario, claro. Aquella misma noche me la folle yo junto a uno de mis camareros, en medio del salón mientras su marido se la pelaba como un loco. Desde aquel día Elisabeth formo parte de nuestra plantilla de chicas. La única condición que pusieron es instalar una pequeña cámara bien escondida en su habitación para poder gravar sus polvos y que posteriormente los vea el marido. Evidentemente y por razones de discreción, las cintas no salen jamás de mi club y “oficialmente” son borradas después del visionado por parte del cornudo. No se sabe nunca para que puede servir una buena grabación de según que gente.
Físicamente es una de nuestras chicas mas flojitas. Tiene unos 27 años, rubia, con el pelo rizado, las tetas un poquito caídas para su talla 90, con el higo siempre totalmente depilado y un perpetuo consolador anal en forma de pera que le habíamos regalado para su cumpleaños hacia unos meses entre todos los del club. Su atractivo residía en que como podréis observar, era una sumisa obediente y con un limite de tolerancia que si existía todavía no se havia descubierto, por muchas perrerias que le hacían las chicas o yo mismo, ella siempre quería mas y mas. Llevaba los pezones anillados y un collar de perro como señal de sumisión hacia un servidor. La estaba observando y después de un minuto comprobé que su orgasmo también estaba cerca, pero ¿cual es la función de una esclava si no la de cumplir ordenes? Así pues, al minuto justo, le dije a Nasha que se retirara, dejando a Elisabeth al borde del orgasmo, mas por su faceta exhibicionista que por los “cuidados” de la morita.
-Elisabeth, golfilla – le dije- te has portado bien advirtiendo que tenias la regla. Como compensación, te dejo que te corras mientras te haces un dedo. Adelante.
Dicho y hecho. Sin cerrar las piernas, la golfilla rubia se metió dos dedos en su sangrante coño y empezó a moverlos como si de una polla se tratase, mientras que con la otra mano, se acariciaba el clítoris. En tres minutos, estallo en un orgasmo que como buen anfitrión, hice que limpiara Nasha con su lengua. ¿Qué mejor forma de conocer a tus compañeras que probando sus flujos?. Evidentemente y puesto que su experiencia era mas bien limitada, se dedico a lamerle el coño a la rubia hasta que consiguió mancharse todos los labios de sangre. Parecía una vampiresa después de alimentarse cuando se levanto del suelo y se puso a mi lado, dispuesta a recibir mas ordenes.
Una vez catadas y despedidas tres de sus nuevas compañeras, reemprendimos el viaje hacia la habitación de una de mis favoritas: Liz.