Dominando a mi Paypig
Soy una Ama financiera dispuesta a desplumar a mis sumisos
Hola, me presento, soy DomiKat, una dómina financiera que disfruta desplumando a sus sumisos.
¿Que si eso existe?
Por supuesto.
No sabes el placer que se siente cuando das a tu ama sus caprichos, tu dinero e incluso tus propiedades.
Paseo desnuda alrededor de la piscina. El día es espléndido, hace calor y los rayos de sol adoran mi cuerpo bronceado.
Se que esta mañana me ha escrito Juan, mi Paypig favorito.
Está nervioso, porque me ha mandado su primer correo electrónico de buenos días a las ocho de la mañana.
Sé que cada segubdo que pase sin mi respuesta su agitación irá in crescendo, por eso me pongo el despertador a las diez.
A esa hora ya le tengo suplicando por un poco de atención, necesita que haga alguna compra, ver su tarjeta de crédito utilizada por mí hace que se le ponga dura.
Me desperezo admirando mi manicura perfecta, la que ha pagado mi cerdito para que su ama tenga las manos preciosas.
Voy a la cocina y me sirvo el desayuno, como pausadamente, sin prisa, gozando de unas lonchas de jamón ibérico que se deshacen en mi paladar.
El café me gusta oscuro, caliente, como el sexo, como el color de mis ojos cuando se llenan de nuevos ceros en mi cuenta corriente.
Me quito el camisón de seda, abro la corredera y salgo a la zona exterior, sintiendo la firme madera bajo mis pies.
Juan todavía no los ha visto, ni los delicados apéndices de mis dedos, ni ninguna parte de mi cuerpo. No sabe quién soy, o cómo soy. Le es indiferente, porque él solo encuentra el placer en someterse a mí, en complecerme vaciando su cuenta corriente para que no me falte nada.
Me zambullo en el agua fría, eso arruga mis pezones. Siempre me ha gustado nadar desnuda.
Doy varias brazadas sintiendo el agua lamer mi cuerpo, los pechis zozobran y mi vagina se contrae por el gusto. Es como hacer el amor con la piscina, un amante ligero y atento.
No salgo hasta las once para tumbarme en la hamaca y que el sol se encargue de secarme.
Entro en casa me lavo los dientes, paso por la ducha e hidrato mi cuerpo. Me miro en el espejo y sonrío. Me gusta lo que veo.
Casi llego a los cuarenta, rubia, de busto generoso y caderas firmes. Me gusta cuando los hombres me miran en la calle y me imaginan en su cama, pero lo que verdaderamente me satisface es sangrar a mis sumisos.
Son las once y media. Me visto para mí, un conjunto de la Perla, obsequio de la tarjeta de Juan, un vestido Carolina Herrera de verano y zapatos Louboutin.
A mi paypig, le gusta que su ama vista con clase, cada vez que gasto su dinero, le mando una foto y él me da las gracias.
Voy hasta el despacho, dondereposa mi Apple último modelo, el que Juan quiso que comprara para leer sus correos cuando le di a elegir entre dos modelos.
Inicio sesión y voy directa al mail.
Me relamo, tengo cinco correos electrónicos suyos suplicando mis atenciones. Sé que a estas horas su necesidad es extrema, que estará temblando sentado en su oficina, deseoso de recibir una nueva orden.
A Juan le encanta no poder disponer de su propio dinero, que yo le de permiso incluso para tomarse un café en el bar de la esquina.
Yo lo domino, yo lo controlo, incluso lo que compra para comer en el super.
Releo el último mensaje.
-Ama por favor, estoy cerda y obediente. Respóndame. ¿Puedo hacer algo por usted?
-Hola cerdo, me gusta saber que me necesitas.
Le doy a enviar y al segundo tengo un mensaje en mi bandeja de entrada.
-Gracias, ama, gracias por contestar. La necesito ama, necesito que me pida cualquier cosa, por favor.
-Suplícame -le ordeno relamiéndome.
-Se lo suplico ama, déjeme que le haga un regalo, o que le transfiera alguna suma, por favor, por favor.
-¿Estás cachondo, cerdo?
- Mucho, ama.
-¿Eres mi hucha?
-Lo soy, ama.
- Bien cerdo, ahora mismo entreré en internet y verás cómo el saldo de tu cuenta baja. Quiero que te saques tu sucia polla y te toques pensando en cómo tu ama disfruta de tu dinero.
-Ahora mismo lo hago, ama. Ya la tengo fuera.
-Bien, quiero que te masturbes con fuerza, nada de escupir en la mano y esas gilipolleces. Quiero tu polla de cerdo en tu mano, que subas y bajes la piel con rudeza. Yo, de mientras usaré tu tarjeta, tal ves me gaste mil, o dos mil euros. ¿Eso te gustaría?
-Sí, ama por favor, si son dos mil, mejor.
Sonrío, me gusta que Juan sea tan espléndido.
-Bien, cerdo, pero recuerda que yo soy la que decido qué gasto, no tú. -Sé que eso lo excita.
-Sí, ama, por favor, por favor.
-Ahora te dejo, no ienes permiso para dejar de tocarte, ni para correrte, solo podrás hacerlo cuando yo termine mis compras y te mande una foto de ello. ¿Estamos?
-¿Y si alguien me ve?
-Ese no es mi problema, cerdo. Tú solo estás para obedecer.
-Sí, ama, gracias ama.
Corto la comunicación y durante una hora navego por internet en busca de caprichos. Un bolso nuevo, el último teléfono de Iphone y un kilo de jamón cinco jotas ya fileteado. Total: Dos mil quinientos euros. Le mando a Juan la foto de los productos y de los precios.
No tarda en llegarme un mail de agradecimiento por superar el importe impuesto, sé que se ha corrido y que ahora se siente complacido, porque no hay mayor dolor que cuando a un hombre le tocas la cartera como yo.
Espero que te haya gustado mi relato y si quieres ser un cerdo como Juan, solo tienes que escribirme.