Dominando a Mayte (II)
Continuación de mi encuentro con Mayte, la que se convirtió en la más puta de las esclavas imaginables.
Después del primer encuentro mi cabeza no paraba de darle vueltas al tema.
Me había tocado la lotería sin jugar, me decía, pues no todos los días se encuentra uno con una mujer como Mayte, un cuerpo de infarto, simpática y sumisa y puta en grado máximo.
Por mi trabajo y su situación familiar (os recuerdo que vivía con su madre y la cuidaba) había que plantear muy bien todos los pasos a dar. Yo los tenía claro.
Habían pasado cuatro días desde nuestro primer encuentro en los que mantuve vivo y caldeado el ambiente mediante los mensajes del móvil y las calientes charlas por el Messenger.
En nuestras charlas ante el ordenador la fui instruyendo en el tipo de ropa que quería que se pusiera cuando venía a mí, el tipo de ropa de diario, le prohibí usar sujetador, qué podía y qué no podía hacer, cómo dirigirse a mí, qué quería yo de ella y hasta dónde estaba dispuesta a llegar, y así un largo etc. que me ayudó, por un lado, a conocerla mejor y avivar su entrega a su nuevo y recién descubierto amo.
El quinto día la cité en una cafetería con órdenes muy concretas. Tenía que venir con zapatillas de tacón, un mini short (el más corto que tuviera y si no, tendría que ir a comprarse uno) y camiseta de tirantes sin sujetador (era verano y no pasaría frío). Aunque ella no estaba acostumbrada, le dejé claro que si no la veía así, me largaría y todo habría terminado.
Llegué un poco antes de la hora citada y me senté para esperarla. Quería verla llegar y ver la reacción de los allí presentes.
Todo un espectáculo ver a esa diosa rubia caminando con la ropa que le ordené ponerse. Sus piernas torneadas lucían maravillosas y firmes con las zapatillas de tacón. El mini short se ajustaba a sus caderas como una segunda piel y sus andares eran seguidos por todos los que en los alrededores se encontraban, no todos los días se ve un culo moviéndose así. Sus pezones erectos estaban marcadísimos en la camiseta y su rostro oculto por las gafas de sol.
Según llegó a mi lado se detuvo mirándome sin decir nada, yo la valoraba, me incorporé y tomándola de la cintura, la atraje para besarla ruidosamente, mucha lengua y saliva que la pilló desprevenida y más cuando, mi mano apretó sus nalgas impúdicamente.
“Me gusta tu obediencia” le dije “siéntate, tenemos que hablar y dejar varias cosas claras. Te he pedido una copa de vino blanco, a partir de ahora seré yo quien decida lo que bebes o comes”
No dijo nada, se sentó mirándome con una media sonrisa en los labios
“¿Tienes miedo?” dije
“No es miedo, es intriga, es…no sé cómo definirlo. Una mezcla de curiosidad por lo que puede pasar, nerviosismo y a la vez pudor. Es mi primera vez en esto”
“Mira Mayte, las cosas quedarán muy claras. Este juego lo necesitas y terminas de descubrir que es así. Es tu forma de disfrutar y nada o nadie te lo había mostrado. Yo estoy dispuesto a enseñarte, a conseguir que lo disfrutes, a que sientas todo aquello que quieres sentir y que aún buscas”
“¿Qué crees que quiero sentir?” me dijo rápidamente
“No creo, sé que quieres sentir placer en la entrega. Hemos descubierto que eres una sumisa, una esclava y en tu entrega está tu placer. Pero el otro día descubrí mucho más, en el fondo de ti hay una puta caliente que quiere salir, descubrirse, darse a conocer.”
Guardé silencio un rato mientras los dos tomábamos un trago de nuestras bebidas. Valoraba sus reacciones y me di cuenta que aceptaba todo lo dicho
“En mis manos descubrirás lo puta que eres, sabrás el límite de tu entrega. Disfrutarás siendo mi esclava, mi juguete, sintiéndome y aceptándome como tu amo, tu dueño y señor. Estarás todo el día pensando en contentarme, en satisfacerme. Ese será el centro de tu pensamiento”
Otro silencio mientras la miraba…
“Estarás dispuesta a todo lo que te mande, lo que ordene, lo que te pida. Valorarás que tu cuerpo me pertenece y podré hacer contigo y con tu cuerpo lo que me dé la gana. Estarás disponible para que te folle cuándo y cómo yo quiera. El día que quiera emputecerte y entregarte a alguien, lo aceptarás de buen grado para satisfacerme”
No decía nada, escuchaba atentamente…
“Además yo estoy por encima de todo, tu placer es el mío y por eso tu entrega será total..”
Dejé unos segundos de silencio esperando su respuesta. Lo que vi me gustó, sus pezones duros casi rompían la tela de la camiseta, sus piernas cruzadas no dejaban de apretarse demostrando la intensidad de lo que en su entrepierna quemaba, se pasó la lengua por los labios para humedecerlos.
La tomé de la mano para tranquilizarla diciéndole…
“Todo es un juego de lujuria y placer con el fin del disfrute de los dos. El día que te sientas sobrepasada o que no puedas seguir, me lo dices sin miedo y lo cortamos.”
“También quiero decirte que eres libre de ser como eres, de hablar conmigo normalmente, de que comentemos y compartamos, pero has de reconocer mi autoridad y cuando la imponga, has de saber ocupar tu papel”
Se relajó más, nos miramos, se mordió el labio inferior, se adelantó para besarme, morderme los labios, pasar la punta de su lengua por el contorno de mi boca, se separó y me dijo…
“Eres un pícaro cabrón. Sabes que jamás he gozado como en tus manos y te aprovechas de esta pobre mujer, tu puta esclava…”
Y soltó una carcajada que compartimos los dos y terminamos nuestra bebida mientras charlábamos de lo que esperaba de ella, de cómo organizarnos, etc.
“Ahora vamos a buscar algunas cosas que necesitaremos” le dije y, tras pagar las consumiciones, la tomé de la mano y nos encaminamos hacia dónde ella no se esperaba. Un paseo de no más de 15 minutos andando donde me recreaba en ver sus formas en los cristales y espejos de los escaparates, donde no se me escapaba las miradas de los hombres que nos cruzábamos, donde no me cortaba en meterle mano, morder sus labios, su cuello a la vista de todos. Un paseo que interrumpí cuando la metí en un zaguán de un edificio para meter mano debajo de la minifalda y acariciar su sexo por encima de la tanda para notar su calentura e incrementarla. Sólo incrementarla, no la dejé correrse aunque me lo pidió
Llegamos al sitio que quería visitar, el mejor y único sex shop de la ciudad (al ser el único es el mejor, sin duda) donde en la puerta ella titubeó, la miré y decidido tiré de su mano para que entrara conmigo.
Dentro empezamos a repasar las estanterías y ver los artículos mientras yo hacía una foto mental de la situación, de los clientes que allí se encontraban y de cómo reaccionaba Mayte.
En total sintonía y complicidad con ella empecé por seleccionarle unas buenas muñequeras y tobilleras a juego. Unas y otras podrían tener varias funciones, las muñequeras podrían hacer de esposas y además eran compatibles con las tobilleras.
Después pasamos a seleccionar varios juguetes para su coño, una par de consoladores con vibración y un huevo vibrador con mando externo.
Después hablé con el dueño del local para que nos abriera la vitrina de las fustas. Pidiéndole consejo sobre la que él me recomendaría. Hizo hincapié en las cortas (para castigo) y me comentó sobre la flexibilidad de las mismas.
Tomé una de ellas haciéndola vibrar en mi mano y miré a Mayte diciéndole “colócate”
Ella entendió a la primera y, apoyando sus manos en la vitrina, se inclinó para dejar expuesto su culo enfundado en los mini short. Separó un poco las piernas y se quedó esperando el primer fustazo que recibió sin pestañear y ante la mirada del propietario de la tienda.
Uno a uno los probé en las nalgas de Mayte que aceptaba mirándome entre intrigada y agradecida. Cuando me decidí por uno en concreto la tomé de los cabellos arqueándole más la espalda y la besé. Ella mantuvo la posición hasta que le dije “ya” deshizo su postura de castigo contra la vitrina.
Tras esto pasamos a la zona de lencería eligiendo varios modelos de ropa interior (dos bodis y dos conjuntos de tanga y sujetador), un disfraz de enfermera y un bodi tipo bañador en cuero. El propietario nos indicó que la ropa interior no se podía probar, pero dejó que se probara el disfraz y el último bodi de cuero. Creo que estaba inquieto por la posibilidad de valorar el resultado.
En el probador dejé que entrara Mayte y me quedé fuera de la canina, impidiéndole que cerrara la puerta le dije “desnúdate”. Ella sin decir palabra, cara a cara conmigo y sin apartar la vista, se despojó de la camiseta y del short quedando solo con la tanga y las zapatillas.
“Ponte el bodi de cuero” le dije y obedientemente se lo colocó. Como un guante en su cuerpo, realzando más su figura y contrastando con su cabellera rubia.
“¿Qué le parece cómo le sienta?” le dije al vendedor que, medio atragantado, no dejaba de ver aquel cuerpo y no ocultaba su erección entre las piernas
“Está para comérsela” me dijo
“Esta me la como yo y ahora mismo me come ella a mi”
Entendió mi comentario y saliendo del probador se arrodillo entre mis piernas sacando mi pene duro, mirándome a los ojos lo lamió, lo besó y me dijo ¿puedo?
Con mi afirmación y sin dejar de mirarme, abrió la boca para tragárselo todo muy lentamente, haciéndome sentir cada centímetro de su húmeda boca. Coloqué mis manos en su cabeza y le indiqué el ritmo e intensidad de la mamada.
A nuestro lado el vendedor estaba que babeaba y no dejaba de frotarse la polla por encima de la tela del pantalón. Lo miré y le dije “tranquilo, esto tiene solución”
Dicho esto la hice incorporarse y la situé detrás del tendero, mirando hacia dentro del probador, hacia el espejo. Hice que pasara sus manos alrededor del cuerpo del hombre y que tomara en sus manos aquella polla para empezar a masturbarlo.
“Amigo, de momento confórmate con esto. Aún la tengo en periodo de formación y no pienso compartirla hasta que llegue el momento y si lo considero”
“Ohm” fue su respuesta mientras se abandonaba a las caricias de la mano de Mayte que sabiamente lo masturbaba. Primero con movimientos lentos para ir acelerando hasta llevarlo al orgasmo fulminante con un disparo de semen en el suelo del probador.
“Ya” dije y ella se apartó del hombre que, mirándome agradecidamente me dijo “¿puedo quedarme a ver?”
“Disfruta de lo poco que verás, pero puede que en otras ocasiones tengas más” dije yo y la ordené cambiarse y ponerse el disfraz de enfermera. Un disfraz clásico, muy corto y abotonado por delante. Tras hacerla girar para contemplarla le hice indicaciones para que me la chupara.
Esta vez supo cómo desesperarme. De espaldas al probador, se inclinó sin flexionar sus rodillas hasta metérsela en la boca y obsequiarme con la visión de su culo en el espejo mientras de su boca colgaban las babas producidas por la mamada con la que me estaba obsequiando.
“Colócate, quiero romperte” fueron mis palabras y ella simplemente se giró, miró al boquiabierto compañero silencioso que nos acompañaba, y colocó las manos en ambos lados de la puerta del probador una vez se había subido el disfraz hasta la cintura inclinando su cuerpo para ofrecerme su nalgas.
Aparté la tela de su tanga y enfile su esfínter anal. Al principio se tensó para relajarse posteriormente y permitir una lenta penetración de mi desesperado y duro pene en aquel ano, en el culo de mi sumisa, de mi puta, de Mayte.
Empecé a encularla con fuerza mientras la sostenía de las caderas y ella se mantenía firmemente agarrada a los laterales de la puerta. Su cara reflejada en el espejo era todo un poema.
Nuestro silencioso compañero ya se masturbaba nuevamente hasta correrse. En ese momento me miró y metiéndose su relajado pene en los pantalones, se giró para dejarnos solos.
Seguí enculando a Mayte mientras la miraba en el espejo
“¿Qué hago?” le pregunté
“Romperle el culo a tu puta esclava” me dijo
Su respuesta me agradó y me corrí dentro de sus entrañas de forma salvaje, mientras en su cara se dibujaba un orgasmo no disimulado con el placer de lo que estábamos viviendo.
Obedientemente y tras mi corrida me la chupó hasta dejarla limpia, volvió a vestirse con la camiseta y el short y salió a mi lado de los probadores.
Fuimos hasta la caja para abonar la compra realizada, menos mal que tengo buena posición y me lo puedo permitir.
Ya pagando el encargado nos hizo un buen descuento y me comentó si no quería algo especial. Enseguida me di cuenta de que faltaba algo y fui a por ellos. Dos collares de cuero, el negro más ancho y con una anilla central, el marrón con la misma anilla pero más adornado, casi una gargantilla de paseo.
Esto fue regalo de la casa ante mi promesa de que volveríamos a pasar por allí y que, cuando ella estuviera más adiestrada, la usaría como espectáculo en sus cabinas.
Esto último ella lo escuchó y me miró, pero no me dijo nada.
A la salida le dije “de eso ya veremos, ya hablaremos, por ahora quiero disfrutarte yo, emputecerte y hacerte mía, si algún día decido compartirte lo hablaremos”
Esta es la continuación de mi relación con Mayte, mi puta esclava descubierta por casualidad
Continuará…….