Dominando a la profe III
Dos adolescentes continúan con el proceso para someter a su profesora a su completo dominio. En este capítulo comienzan a tener sexo con ella.
Laura estaba a merced de sus dos atrevidos alumnos. Ni la supuesta autoridad por tratarse de una profesora suya a la que se enfrentaban, ni las posibles consecuencias que sus actos pudieran tener, les había hecho titubear. La habían acorralado estúpidamente. La sucesión de acontecimientos no le había permitido limitar los daños y ahora ellos manejaban la situación a placer: estaba completamente desnuda; la habían grabado en circunstancias muy comprometidas; era incapaz de detener la rueda de acciones provocadas por sus “torturadores”… Su indefensión era total, y no sabía todo lo que le esperaba, aunque Carlos ya le había dado una idea clara de por donde iban a ir los tiros: sexo a raudales. ¿Qué otra cosa podía esperar en manos de dos excitados adolescentes con una atractiva mujer a su entera disposición? Con el morbo añadido que suponía para ellos que se tratara ni más ni menos que de su profesora de matemáticas. Toda una fantasía, casi irrealizable, hecha realidad.
En cualquier caso, Laura no dispuso de mucho tiempo para dar vueltas a sus ideas. Enseguida empezó a notar cómo Carlos soltaba su culo y empezaba a tocarla con ambas manos por los hombros, dirigiéndolas indefectiblemente a sus tetas. Cuando llegó a ellas, comenzó a amasarlas con fruición. Al mismo tiempo sentía el cuerpo del joven pegado al suyo y el contacto de su duro pene contra ella.
Mientras tanto, Rober, que había dejado ya el móvil después de haber hecho un barrido a lo largo de todo el expuesto cuerpo de Laura para grabarla, se quitaba la toalla que llevaba puesta, dejando al aire su miembro erecto. Su físico no tenía nada que envidiar al de Carlos; quizá algo menos musculoso, un poco más “tierno”; bien dotado, con un “instrumento” de apreciable tamaño. Una vez en pelota, se acercó aún más a ella y se puso en cuclillas para dirigirse directamente a la parte baja del cuerpo de Laura, que Carlos dejaba libre: su coño. Tocando al mismo tiempo con sus manos el culo de su profesora, empezó a besarla por el vientre; el exquisito ombligo, que lamió, deteniéndose en él para saborearlo; descendiendo al sedoso interior de sus muslos; hasta llegar por fin a su delicioso coñito. Laura llevaba el pelo púbico arreglado, como mujer todavía joven y moderna que era, aunque no se lo depilaba completamente. Rober dejó de manosearle el culo para dirigir sus dedos a los labios vaginales, separándolos para chuparle el clítoris e introducir su lengua dentro de ella.
A pesar de la congoja de verse indefensa y manejada a su antojo por aquellos críos, Laura no podía dejar de empezar a excitarse también, contra su voluntad. Un martirio extra para la profesora, a la que le disgustaba que los chicos pudieran percibir en ella placer por las prácticas sexuales que realizaban.
Después de un rato disfrutando de lo lindo de su víctima, besándola, sobándola y comiéndola a conciencia, Rober se irguió y le dijo a Carlos:
- Sujétala, voy a follármela. Esta perra ya está chorreando.
Así era, a su pesar Laura estaba excitada y mojada, no solo por la saliva de Rober, sino también por sus propios flujos. Ella trató de resistirse con poca convicción:
- No, por favor, chicos. Ya me tenéis desnuda y me habéis tocado cuanto habéis querido. Soy vuestra profesora, por favor os lo pido, respetad ese límite, no podemos… follar –le costaba utilizar la palabra porque era como asumir lo que iba a ocurrir-. Sois menores y yo una mujer… mucho mayor que vosotros… -no encontraba más razones que esgrimir para salvarla de aquel trance.
Ellos no le hicieron el menor caso. Carlos la agarró por las axilas, y Rober por las piernas, levantándola en volandas y dirigiendo su polla plenamente erecta hacia la vagina de Laura. La penetró sin ninguna dificultad gracias a lo duro que tenía su pene y a lo bien lubricada que se hallaba ella.
- Ahhh –Laura no pudó reprimir un fuerte gemido, pese a la humillación, tanto física como psicológica, que estaba sufriendo.
- ¿Ves cómo te gusta, zorra? –le espetó Rober mientras comenzaba a bombear fuertemente dentro de ella.
- Por favor, no me trates de esa forma –todavía acertó a contestarle ella, a pesar de que se sentía ninguneada, tratada como una muñeca, allí sostenida en el aire por Carlos y Rober, mientras éste último la penetraba con dureza.
- Jajajajajaja –rieron los dos al unísono.
- Esto es solo el aperitivo, guapa –le soltó Carlos pasándole al mismo tiempo la lengua por una mejilla- Vamos a saborearte a fondo. Vamos a follarte hasta que te reventemos, de todas las formas que nos apetezca. Vas a tener sexo a tope, todas las cosas que se nos ocurran. Así que ve relajándote y disfruta lo que puedas, te conviene más.
Estos comentarios hundieron a Laura aún más. Sus peores pensamientos acerca de lo que podía pasar se hacían realidad. Pero además en aquel instante se daba cuenta de otro peligro:
- ¡Sois unos hijos de puta! ¡Podéis dejarme embarazada! No tomo nada, hace tiempo que no tengo relaciones sexuales. No se te ocurra venirte dentro…
- Jajaja, pues ya puedes empezar a protegerte si quieres, no es nuestro problema. Lo de no tener sexo te lo vamos a solucionar nosotros de sobra,, por eso no te preocupes–se mofó Carlos.
Durante unos minutos Rober continuó sus embestidas, taladrándola sin piedad, mientras Laura experimentaba una mezcla de placer y de tormento por lo que ocurría. A pesar de su juventud e ímpetu, el chico aguantó más tiempo del esperable, pero finalmente se corrió en un orgasmo intensísimo. Todavía tras acabar de eyacular dentro de Laura se demoró en salir de ella, hasta que la enorme excitación y el extraordinario goce que sentía por la follada fueron disminuyendo. Se quedó otro rato en la misma posición, mirando con deleite como empezaba a manar parte de su semen de la vagina de su profesora, inundada por su abundante corrida.
- ¡Qué buenas vistas! Tienes un chocho precioso. Solo hará falta afeitártelo bien para que esté aún más suave cuando te lo comamos.
- ¡¡Cerdos!! ¡¡Sois unos degenerados!!
- Vamos, que estoy a mil, yo también tengo ganas de follar… -intevino Carlos.
- Vamos a colocarla en ese sillón –se le ocurrió a Rober- así mientras tú te la tiras me hace a mí una mamada, jejeje.
- ¡Perfecto! ¡Buena idea! –exclamó Carlos entusiasmado.
Laura, sabiendo que era inútil resistirse, se abandonó a su suerte, dejándose llevar por la vorágine sexual en la que se veía envuelta.
La acomodaron en el sillón con la parte baja de su espalda apoyada en el reposabrazos, de tal forma que sus partes íntimas quedaran plenamente expuestas para ser penetrada por Carlos, mientras su tronco y cabeza caían ligeramente hacia abajo sobre el sillón para permitir que Rober le introdujera su pene en la boca desde la parte de arriba de su cabeza. La posición era terriblemente denigrante para Laura. Nunca había tenido experiencias sexuales de ese tipo y ahora se veía tratada de aquel modo tan vejatorio por dos de sus alumnos, exhibiendo impúdicamente toda su intimidad y sometida a aquéllas prácticas. Estaba extraordinariamente abochornada, sabiendo además que aquello solo era el inicio y que con toda probabilidad lo peor estaba aún por llegar.
- Por Dios. Os lo ruego. ¿Por qué me tratáis así? –gemía.
La respuesta que obtuvo fue la polla de Carlos introduciéndose en su anegado coño. Tampoco podía añadir más, porque enseguida Rober colocó la suya encima de su boca, diciéndole:
- Venga, abre la boquita y chúpame la polla.
Obedeció inmediatamente sabiendo que no había alternativa y empezó a comérsela. Además, él le aprisionaba la cabeza entre sus piernas, inmovilizándola, sin dejar pasar la ocasión de inclinarse para estrujarle las tetas. Tenía los huevos de Rober sobre su nariz, lo que hacía más penosa la situación, dificultándole respirar bien. Enseguida el muchacho volvía a tener una gran erección, gracias al vigor propio de su edad. Sin contemplaciones hundía su pene hasta el fondo de la garganta de la sometida profesora, provocándole arcadas, pero impidiéndole pedir clemencia, puesto que, con la boca rellena por el rabo del chico, únicamente era capaz de emitir sonidos guturales:
- Arggggghhhh, ummmfffff, pomffff ffffaaaa vvvrrrrrrrr.
Al mismo tiempo Carlos la follaba con vehemencia. Su polla, de considerable tamaño, entraba y salía con facilidad del coño de Laura, anegado por el polvo anterior. No perdía tampoco la oportunidad de manosearla por todos los rincones del cuerpo a su alcance: piernas, vientre, pubis, culo… disfrutando infinitamente con la suavidad de su piel.
- ¡Qué buena estás tía!... ¡Cómo molas!... ¡Qué suave, como me gusta acariciarte!...¡esto es fantástico! –iba comentando al son de sus embestidas.
Su aguante era aún mayor que el de Rober, estuvo un buen rato follándola, que a Laura le pareció eterno; su resistencia física estaba agotada. Por fin el joven alcanzó el cénit del placer, corriéndose generosamente.
Simultáneamente Rober volvía a correrse en la boca de Laura, que no tuvo más remedio que tragárselo todo, si no quería ahogarse, por la posición en la que estaba.
Por fin los dos se apartaron satisfechos de lo que habían gozado, dejándola allí desmadejada. Se quedó así unos minutos recuperándose, antes de poder ir incorporándose con dificultad, debido a la incómoda posición, al cansancio y sobre todo a la vergüenza por la ignominia padecida. Poco a poco consiguió levantarse. Chorretones de semen caían de su anegado coño, deslizándose por sus piernas. En su boca notaba el sabor del semen de Rober. Se sentía absolutamente sucia.
Ellos la contemplaban con gusto, disfrutando de su espléndida desnudez, acentuada por el morbo de haberla poseído y de su control sobre ella, y rememorando el goce vivido durante aquellos momentos. La expresión de sus caras era de completa felicidad. Chocaron sus manos en señal de complicidad y triunfo. Se sentían poderosos como dominadores de los acontecimientos que eran.
- Necesito ir a lavarme –dijo Laura, asumiendo su sometimiento, en tono de petición de permiso para poder hacerlo.
- Claro, vamos a lavarte y acicalarte bien para la siguiente sesión, jejeje –respondió Rober riendo.
A Laura le sentó como una bofetada. Estaba como en un túnel, sin escapatoria, en caída libre, donde cualquier cosa que hiciese o dijese la conducían hacia un mismo destino: convertirse en el juguete sexual de sus perversos alumnos.
(continuará...)