Dominando a Carlota 4

Viaje de regreso a Madrid. Carlota toma una decisión. Informo a Sara de su nueva vida. Presentación de Irene y de mi nuevo jefe. Propuesta para emputecer a la hija de mi jefe.

Recomiendo leer las partes anteriores de esta historia, para comprender lo que viene; próximamente iré subiendo más partes, estad atentos.


A la mañana siguiente, y pese a ser domingo, una alarma en el móvil, me despertó a las 06:30, pues si quería llegar a Madrid a comer, y, además, tenía que pasar por La Finca a recoger a Carlota del gabinete de Ama Hortensia, y, además, escuchar lo que me tuviera que contar sobre Carlota, debía salir de Marbella lo antes posible.

Le di un beso en la boca a Lara, que ya se estaba también despertando debido al sonido de la alarma del móvil, y le pedí que me acompañara a la ducha, a pesar de la hora que era, porque, si quería que me la follase, de momento, iba a ser la última oportunidad (Hasta que pudiéramos volver a vernos).

Lara me sonrió y me dijo que estaba deseando que me la follase, había pasado la noche soñando con que llegara el momento de volver a sentir mi polla dentro de su coño, y, solo con pensarlo, noté que, su coño, se estaba humedeciendo, porque ya le había metido los dedos, y la estaba masturbando. (Ella me había agarrado ya también mi polla, y me estaba masturbando a la vez).

Nos levantamos los dos de la cama, dejamos a Inés tirada en el suelo, seguía durmiendo como si nada hubiera pasado, y fuimos hasta el baño de la habitación, que tiene hasta jacuzzi, a todo lujo.

Lara y yo, nos metimos en la ducha, Lara tenía muchas ganas de mear, así que, como yo también me estaba meando, nos meamos a la vez, salpicándonos los respectivos pises, el uno al otro.

Ya más relajados tras las meadas, y mientras el chorro de agua iba cayendo sobre nosotros, puse de espaldas a Lara, con las tetas contra la ducha y su culo disponible para ser follado, le metí un dedo por el culo, Lara gimió, y, acto seguido, le empecé a meter y a sacar mi polla, hasta que, pasados unos minutos, logré que, Lara, tuviera un gran orgasmo, creo que despertó hasta a los vecinos con sus gritos.

Una vez que, Lara, volvió a la normalidad, nos estuvimos besando unos minutos, y, al salir de la ducha, nos secamos el uno al otro, y regresamos a la habitación, para vestirnos y poder bajar a desayunar algo, antes de despedirme de Lara e irme de vuelta a Madrid en mi coche.

Yo me puse un chándal que, Ama Mónica, me había dejado la noche anterior, para que tuviera algo de ropa con la que poderme cambiar de un día para otro, e Inés, comenzó a ayudar a vestir a Lara, a quien, Ama Mónica, había dejado ropa, en su caso, un corto vestido de cuero negro, muy escotado, con el que se le veía todo, y unas botas con bastante plataforma, también de color negro; nada de lencería ni de ropa interior, así que, a Lara, se le veía el culo y el coño, a la mínima que se agachara o que cruzara las piernas, como cierta actriz muy famosa a nivel mundial.

Bajamos a desayunar, en el comedor de la casa de Ama Mónica, no había nadie, ni estaba la mesa dispuesta, así que, fuimos a la cocina, donde una asistenta, vestida con el mismo uniforme de la época Victoriana que llevaba la asistenta que nos había abierto la puerta (Cada uno, llevaba el suyo, evidentemente), nos preparó el desayuno, algo ligero para no viajar con el estómago demasiado lleno, pero tampoco con él vacío.

Mientras me tomaba el desayuno, la asistenta, me preguntó, con la mirada baja, sin mirarme a los ojos, si quería que me hiciera una mamada (Así, con esas palabras, me lo preguntó), yo, me quedé un poco sorprendido, pero, teniendo en cuenta el buen físico de la asistenta, le dije que sí, por probar la experiencia.

La asistenta, sacó un antifaz de un bolsillo del uniforme que llevaba, se lo puso en los ojos, para no poder ver, se colocó de rodillas, y comenzó a palpar hasta encontrar mi pantalón de chándal, que bajó, junto con el calzoncillo que llevaba puesto, y, tras agarrar mi polla, me la comenzó a chupar, con ganas, parecía una profesional, y estaba involucrada, disfrutando con lo que estaba haciendo.

Lara, se subió un poco el vestido, y se comenzó a masturbar mientras veía a la asistenta de Ama Mónica, practicarme la mamada; cuando me corrí, le manché un poco el uniforme a la asistenta, pero, ella me dijo que no me preocupara, para ella era casi como un trofeo, llevar manchas de semen de los hombres, de los Amos, que pasaban por la casa de Ama Mónica.

Eran las 07:30 cuando me despedí de Lara, con besos en la boca por espacio de casi 10 minutos, Lara incluso soltó una lágrima, me subí a mi coche, y puse rumbo a Madrid, pero, no a mi casa, tenía que ir directamente a La Finca, a recoger a Carlota, que ya estaba a punto de cumplir su castigo.

Lara me dio llaves de su casa y me explicó donde estaba cada cosa para que no tuviera problemas cuando llegara a su casa, y también me dijo que la llamara si me encontraba con alguna dificultad ya en su casa; las dos asistentas seguirían a mi disposición para cocinar y limpiar la casa, sin que me tuviera que preocupar por nada en ese aspecto de intendecia de la casa.

Realicé una breve parada técnica en un área de servicio, para llamar a Sara, quien me atendió con un gemido porque, Pilar, le estaba comiendo el coño en ese momento, y, claro, a Sara, le estaba gustando y, por eso, no paraba de gemir, quedé con ella en que nos veríamos en mi casa cuando llegara con Carlota, y, Sara, me dijo que tenía una sorpresa para mí y para Carlota, para la comida dominical de ese domingo.

Con Lara había quedado en que me presentaría en la oficina de su trabajo, del fondo de inversión en el que se gestiona el dinero de los narcotraficantes, al día siguiente por la mañana, sin embargo, a los pocos minutos de haber reanudado el viaje, tuve que volver a parar porque, Roberto, el jefe directo de Lara, me llamó, porque quería conocerme, antes de que empezara a trabajar allí; le tuve que explicar la situación a Roberto, que ya la conocía, y me dijo que me esperaba en su cigarral en Toledo, cuando llegara, tendría que pasar por allí antes de ir a Pozuelo de Alarcón, a recoger a Carlota, así que, no había demasiado problema.

Tuve que efectuar una parada más, antes de llegar al cigarral de Toledo, en este caso, la que ya tenía pensada hacer, fue en un conocido lugar para parar en la carretera de Andalucía, allí me encontré con una rubia espectacular, de apenas 18 años o poco más, que era objeto de las miradas de todos los hombres, y muchas mujeres que allí nos encontrábamos, ella me miró un poco, y tuve la sensación de que se iba a dirigir a mí, pero, al final, no fue así, aunque, en el viaje hasta el cigarral de Roberto, sí que pensé un par de veces en ella, y en la ropa de cuero que llevaba, y, evidentemente, en sus tetas bastante grandes, y en un culo, con pinta de ser muy trabajado en el gimnasio.

Finalmente, y gracias a la ayuda del GPS, pude llegar al cigarral de Roberto, situado a las afueras de Toledo, y con unas vistas espectaculares sobre la ciudad.


Breve descripción de la situación familiar de Roberto:

El cigarral es la casa de fin de semana de Roberto, habitualmente, vive en Madrid, a las afueras, en una mansión “normalita”, en La Moraleja, y, en verano y vacaciones, las pasa en Marbella y en Ibiza, disfrutando a todo tren.

Roberto está casado con una mujer impresionante, llamada Carla, rubia, muy femenina, en torno a los 40 años, con las tetas y el culo operados, y con un problema bastante importante de visión, según me contó ella misma, al conocerla en el cigarral, que le obliga a usar bastón blanco de persona invidente, fuera de casa o de espacios conocidos por ella.

Roberto y Carla, tienen una hija, llamada Irene, con apenas 18 años casi recién cumplidos, pero que les ha salido rebelde, y, entre otras cosas, el motivo por el que, Roberto, quería conocerme, era ese, hablarme de su hija, y de si podía ayudar en su educación, para llevarla por el buen camino.


Pasé al interior de la casa, del cigarral de Roberto, me estaba esperando junto con Carla, desde el primer momento, aparte de observar sus tetas, muy operadas, y su culo, sin duda, operado también, le pregunté por sus ojos, porque llevaba gafas de sol pese a estar en el interior de la casa, y fue cuando me explicó que tenía un problema de visión, pero, lo llevaba bien, pues sonrió al decírmelo.

Roberto me estuvo preguntando primero por mi experiencia en temas económicos, y me explicó, por encima, como funcionaba el negocio, básicamente, se trataba de invertir el dinero generado por el narcotráfico, en acciones, empresas, negocios varios, con apariencia de legalidad (Y legales en sí mismos, con su clientela normal, para no levantar sospechas, así como con todas las cosas fiscales al día), y gestionar esas inversiones y negocios.

Después, fue Carla quien tomó la palabra, y me explicó lo que ocurría con su hija, con Irene.

Tanto Roberto como Carla, son muy tradicionales, y consideran que, las mujeres, solo son objetos a las órdenes del marido, Carla es el fiel ejemplo de ello, y querían lo mismo para Irene, para su única hija, a la que ya estaban educando en ello, pero buscaban a alguien que se encargara de culminar el proceso, y de modificarla a su gusto, sin ningún límite, pues ese alguien, sería su dueño, dueño de un objeto al que poder tratar y decorar a su gusto.

Roberto y Carla me dijeron que, Irene, no se encontraba en la casa, porque había ido a pasar el domingo a Marbella con unas amigas, pero me enseñaron la foto de ella, y, sorpresa, era la mujer rubia del bar donde había parado, la que todos miraban con envidia, con lascivia.

Sin decir nada a Roberto y a Carla, del encuentro a distancia que había tenido ya con Irene, simplemente les dije que aceptaba el intento de emputecer a su hija, y quedé con Roberto, antes de irme, en que nos veríamos al día siguiente, ya en la oficina de Roberto, para conocer en persona y hablar con Irene, antes de empezar con el proceso de emputecimiento.

Regresé a mi coche, y puse en el GPS la ubicación del gabinete de Ama Hortensia, para ir a recoger a Carlota, y escuchar la propuesta de Ama Hortensia.

Ya sin más paradas, llegué a La Finca en torno a las 14:00, me abrió la puerta la misma asistenta que el día anterior, en el salón, Carlota estaba desnuda, con el mismo vendaje en los ojos con el que la habíamos dejado, Almudena y yo, el día anterior, y con todo el cuerpo marcado por los golpes que había recibido en las últimas 24 horas.

Ama Hortensia, estaba sentada en uno de los sofás del salón, sin levantarse, me pidió que me sentara enfrente de ella, y que escuchara lo que me iba a contar sobre Carlota, tenía buenas y malas noticias.

Las buenas noticias, eran que, si permitía que, Carlota, se quedara con ella, en unos meses, Carlota se convertiría en una sumisa completa, una máquina de follar, de dar placer, pues había muchas ganas de servir en ella.

Las malas noticias, eran que, Carlota, tenía, en ese momento, un punto de mala educación, y de desobediencia, que le había hecho tener que ser castigada con dureza, de ahí las marcas en su cuerpo, y, si no aceptaba la propuesta de Ama Hortensia, me iba a encontrar con tener que ser yo quien castigara a Carlota de manera continuada, por cada mala contestación, por ejemplo, que me diera, o cada vez que desobedeciera.

Miré a Carlota y le pregunté lo que quería hacer, Carlota me dijo que, ella, al ser solo un objeto, no decidía, me tocaba a mí decidir, así que, le dije a Ama Hortensia, que probaríamos unas semanas, en las que estaría pendiente de la evolución de Carlota, y que, se quedaría con Ama Hortensia, para que fuera convertida en una máquina de follar.

Así que, dejé a Carlota bajo el entrenamiento de Ama Hortensia, agarré mi coche y me fui a mi casa, antes de llegar, avisé a Sara de que estaba a punto de hacerlo y de que tenía novedades importantes, para que estuviera advertida de mi llegada y no presentarme por sorpresa allí, por lo que pudiera pasar.

Al llegar a mi casa, y tras aparcar mi coche en el garaje, llamé al timbre del apartamento de Sara, Pilar me abrió la puerta, y pasé al interior, donde me encontré a Sara, desnuda por completo, junto con dos mujeres, ambas en torno a 50 años, y que también se encontraban desnudas.

Las dos mujeres maduras, estaban follando entre ellas, Teresa, una de las mujeres (La compañera de piso de Carlota con las tetas enormes y que es enfermera en el hospital donde se encontraba Paula en ese momento), le estaba metiendo una polla con arnés, por el culo, a la otra mujer, que gemía de placer.

Sara, se estaba masturbando con fuerza mientras veía la escena, y me saludó dándome un beso en la boca, al verme, me pidió que me sentara y que disfrutara de la escena, y, después, ya hablaríamos con calma.

Me senté en el sofá, al lado de Sara, Pilar regresó a su puesto, tumbada boca abajo en el suelo, y con un antifaz puesto en los ojos, para no ver nada de la escena, y hacerle sufrir un poco, pues tampoco se puede masturbar, a pesar de las ganas.

Cuando la mujer que estaba siendo enculada se corrió, Pilar se levantó, al recibir un golpe en la espalda de Sara, y fue a limpiar el coño y los restos de la corrida, a la mujer que se había corrido.

Ya con todo en condiciones, Sara, me presentó a Sofía, la madre de Carlota, que, a sus 50 años, goza de un cuerpo espectacular, machacado a diario en el gimnasio, y que se considera una puta, le encanta ser usada y humillada por hombres y por mujeres, para pasar el rato, ya que, su marido, al pasarse los días y las noches en la clínica, apenas folla con ella.

Mientras disfrutábamos de una paella, que había encargado Sara a domicilio, como comida dominical, tuve que comunicar las dos novedades, a las respectivas mujeres afectadas.

Primero, le dije a Sofía, lo que había ocurrido con su hija, con Carlota (Le expliqué todo lo de las tazas, etc.), para mi sorpresa, Sofía, se mostró muy feliz, dijo que ya era hora de que, “esa putilla” (Así se refirió a su hija, a Carlota), aprendiera disciplina, solo me pidió poder acompañarme cuando hubiera algún encuentro con Ama Hortensia, para poder disfrutar de algún castigo a Carlota en directo, en vivo, y masturbarse mientras ocurría ese castigo a su hija.

Después, me llegó el turno de hablar con Sara, evidentemente, me preguntó por el paradero de Lara, que no había llamado en todo el día, así que, le tuve que explicar a Sara, lo que, vosotros, ya sabéis.

Sara me dijo que, aunque en principio, la idea de ser la señora de la casa, le excitaba, teniendo en cuenta que, probablemente, Irene, viviría también con nosotros, para poderla emputecer, lo lógico es que, ella (Sara), fuera junto con Pilar, una de las asistentas de la casa, con su uniforme y todo, al estilo de las asistentas de Marta en su mazmorra, en su ático.

Pilar pidió permiso para hablar, y dijo que, la idea de parecerse a la asistenta de Marta, que iba siempre a ciegas, enmascarada, le excitaba mucho, y que estaba totalmente dispuesto a ello, si era lo que nos apetecía hacerle (A Sara, a Irene y a mí).

Yo le respondí a Pilar, que no me parecía adecuado tapar sus bonitas pecas con una máscara, por lo que, Sara, tendría que ser la sirvienta enmascarada y, si Pilar quería, podría ser la sirvienta que llevara un ojo tapado con un parche, pero, dejando siempre sus pecas a la vista de todos.

En cuanto a Sara, la idea de no poder ver ni hablar, y tener que ir siempre enmascarada, había sido su sueño desde que empezó a investigar sobre temas de BDSM, por lo que estaba dispuesta a lo que fuera, por darme gusto, si es lo que yo quería; solo había un fleco suelto, su trabajo en el fondo de inversión con Alicia, y el piso de Chueca en el que, Paula, recibiría a los clientes.

Pero, la solución, era sencilla, contratar yo mismo a la sustituta de Sara, y que esa sustituta en el fondo de inversión, se encargara de seguir el legado de Sara.

Por mi parte, a mí me tocaría avisar a Don Simón de que, por el momento, no podría tampoco seguir colaborando en su bufete (Ni aguantando sus broncas).

Al acabar la comida, y justo cuando ya iba a tumbarme un poco en el sofá de la casa de Sara, a tratar de

descansar,

aunque fuera por espacio de unos minutos, me sonó el móvil, la llamada, era de Carolina, que me estaban ya esperando para ver el proceso de escayolado de las piernas de Paula.

Le pedí a Carolina que me esperase unos minutos, porque estábamos acabando de comer, y quedamos en que nos veríamos sobre las 17:00 en la clínica, para asistir a ver cómo le escayolaban las piernas a Paula.

Carolina me dijo que, Marta y Susana, ya me estaban esperando, por lo que me tocó, junto con Sara, salir a toda prisa de la casa, e ir al hospital como si tuviéramos una urgencia real, de las de ir en ambulancia.

Como yo ya me había pegado dos palizas en coche conduciendo (Los dos viajes de esa semana a Marbella, que ya os he contado), le pedí a Sara que condujera ella hasta la clínica, me tocó ir en su coche eléctrico; cerré bien mi casa, porque ya no iba a regresar en bastante tiempo, de ahí, iríamos ya a la casa de Lara, para tomar posesión y estrenarla follando (Me pensaba follar a Sara en cuanto que fuera posible, para celebrar la nueva casa).

No tardamos mucho en llegar a la clínica, Almudena nos estaba esperando en recepción, nos pasó a un cuarto, al lado del quirófano, donde nos tuvimos que vestir como si fuéramos a ir de misión espacial, y, ya preparados, entramos en el quirófano, donde le estaban quitando a Paula, el collarín de la cabeza, para aumentar, aún más, el vendaje de la cara...