Dominando a Carlota 3.3

Sigue el viaje a Málaga.

Recomiendo leer las partes anteriores de esta historia, para comprender lo que viene; próximamente iré subiendo más partes, estad atentos.

Quizás esta parte no sea demasiado sexual, pero creo que la historia promete, no os

desaniméis

por el contenido.


Inés se subió en mi coche, Lara se subió en el coche de Inés, en su Audi A6, y seguimos viaje hasta Granada, para comer allí y disfrutar un poco de la ciudad, antes de continuar el viaje hasta Marbella para ir a ver a Javier a su club de alterne, donde nos esperarían Isabel (O lo que quedara de ella en ese momento), y Alejandra, empezando su adiestramiento con Javier. (Y con quien él designara, pues le di plena libertad para ello, como con el caso de Isabel).

Durante todo el trayecto en coche desde la parada hasta Granada, Inés no paraba de hablar de lo buena que es y que está Lara, me di cuenta de que parecía que, Inés, estaba enamorada casi de Lara, y, medio en broma, así se lo dije, pero, Inés, se puso roja, y me confesó, que era verdad, pero que no se atrevía a decírselo a Lara, ni a nadie, por el miedo a lo que dijera la gente.

Ahí fue cuando me enteré de lo que ya os conté en capítulos anteriores, Inés se masturbaba en la soledad de su apartamento, situado por la zona centro de Madrid, al acabar la jornada de trabajo con Lara, pensando solo en ella, y en lo que dejaría que, Lara, le hiciera, el día que se atreviera a confesar sus sentimientos hacia ella.

En cuanto a las experiencias sexuales de Inés, me dijo que, ella, solo había probado una vez con un hombre, años atrás, en su pueblo, antes de venirse a Madrid, y que no le había gustado demasiado la experiencia; aquí en Madrid, aunque ligaba bastante, siempre acababa evitando follar, para intentar esperar a Lara.

Inés me contó que había nacido y se había criado en un pueblo de Valladolid, con unos padres que no concebían la homosexualidad como algo normal (Algo que hay que respetar, aunque no lo compartas porque no lo seas, como es mi caso), por así decir, demasiado religiosos también; a los 18 años, llegó a Madrid y se buscó la vida como pudo, hasta que dio con Lara, que la contrató como asistente personal y le ayudó a buscar un confortable apartamento en el centro, para que viviera de la mejor manera posible, y pudiera descansar en los pocos ratos libres que, el trabajo, le iba a dejar.

Llegando ya a Granada, Inés hizo algo que me dio un poco de asco, aunque ya se lo había visto hacer a Don Simón en alguna ocasión, Inés se sacó un moco, y lo iba a dejar untado en el asiento de mi coche, pero, al decirle, gritando, que era una cochina, Inés, se metió el moco en la boca, y se lo tragó.

Le pregunté a Inés por su gusto por los mocos, y me dijo que era algo que veía hacer a su padre desde pequeña, y por eso lo hacía, me dijo también que, ella, consideraba que, los mocos, están ricos. En fin...

Llegamos a Granada, fuimos a comer a un restaurante de menú del día, con la idea de comer con cierta rapidez, para dar un breve paseo por la ciudad, aprovechando que estábamos allí, y seguir hasta Marbella; Inés me gastó una broma, que aún me duele al recordarla, y que hizo que se tuviera que llevar su merecido en cuanto tuve oportunidad.

Inés había pedido una ración de carne, acompañada de pimientos verdes, me ofreció un pimiento, que acepté, al llevármelo a la boca, el pimiento picaba un montón, lo tuve que escupir con cuidado, con disimulo, mientras, Lara e Inés, se reían de mí, aunque, juré venganza contra Inés.

Después de la comida en el restaurante, dimos los tres un paseo breve por Granada, yo llevaba a Lara de la mano, ella iba muy cómoda así, incluso nos besamos en la boca en varias ocasiones; Inés nos miraba con cierta envidia, porque quería ser ella quien besara y llevara de la mano a Lara.

Ya de vuelta en el coche, volvimos a la situación inicial, cada uno con su coche, y, en el poco tiempo que quedaba hasta llegar a Marbella, le pregunté a Lara por Inés, lo que pensaba de ella, y lo que pensaba de su físico, si le gustaba, si le excitaba sexualmente, si se la quería follar.

Lara me confesó que, desde la primera vez que vio a Inés, se excitó un poco, le salía más cuidarla y tratarla bien, al darse cuenta de que, sus padres no lo habían hecho, de ahí que le buscara casa, le diera coche, y esas cosas; sí que me dijo que había pensado en proponerle salir alguna noche, aunque fuera en plan amigas, y ver si la noche daba algo de sí, pero, su miedo a acostarse con mujeres, se lo había impedido hasta el día anterior, al menos.

Estábamos llegando ya a Marbella, cuando me sonó el móvil, la llamada era de Ama Hortensia, que me quería explicar la evolución del castigo de Carlota, así que, nos tuvimos que parar unos minutos en un área de descanso, para poder atender la llamada de Ama Hortensia con calma, y, de paso, tomar un café, que, Inés, nos trajo a nosotros dos.

Ama Hortensia me dijo que, Carlota, ya estaba aislada en una celda de su mazmorra, y que estaría allí durante las siguientes 24 horas, privada por completo de todo, salvo de agua y de aire para respirar, me contó por encima lo que le había hecho (Y que, yo, os contaré, próximamente, en un capítulo especial, con lo que me contó Carlota que le ocurrió durante su estancia allí), y también me dijo que, cuando fuera al gabinete, a la mazmorra, a recoger a Carlota tras el castigo, querría ella misma (Ama Hortensia), hablar conmigo, porque tenía una propuesta que hacerme con respecto a Carlota.

Tras colgar la llamada con Ama Hortensia, pudimos seguir el viaje hasta el club de alterne de Javier, y ver a Isabel (Que ya empezaba a tener resultados positivos en su adiestramiento) y a Alejandra (Que estaba algo nerviosa, y ya había empezado su adiestramiento, por parte de Ama Mónica, nada más llegar al club de Javier).


Nota: Lo que pasó en nuestra visita al club de alterne de Javier, os lo contará él en próximos capítulos de “Adiestrando a Isabel”, para no ser repetitivo, lo que sigue, es lo que pasó cuando ya abandonamos el club de alterne, el sábado por la tarde/noche, acompañados de Ama Mónica, y fuimos hasta su casa, porque nos había invitado a Lara, Inés y a mí, a conocerla.